¡Oh!, San Pío de Pietrelcina, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, y, que, a lo largo de vuestra vida, os abrazasteis
a la cruz de Cristo, para, en sufrimiento y oración constante vivir,
dedicado a la dirección espiritual y a la reconciliación de cuanto
fiel se os acercaba, sin dejar de lado a los pobres. “Siempre
humíllense amorosamente ante Dios y ante los hombres. Dios,
le habla a aquellos que son verdaderamente humildes de corazón,
y, los enriquece con grandes dones”. Decíais vos, muy a menudo.
Y, es verdad. Teníais, además vivo, el carisma de la bilocación, y
por ello, en dos lugares al mismo tiempo estabais, almas y cuerpos
curando, en varias partes del orbe de la tierra, y, en épocas distintas.
Veíais las almas y el corazón del hombre, al confesaros con vos,
porque, el hacerlo, desnudarse ante Dios era, pues, les decíais
sus pecados con dureza y enojo, y, más, aún, cuando el ofendido,
en el fondo, Dios era. Poseíais también, el don de la sanación,
con el cual, curasteis y seguís curando a hermanos nuestros
de los males del alma y del cuerpo. Con el don de la profecía, os
anticipabais a los hechos, que más tarde se cumplieron. Vivisteis
rodeado siempre de la Presencia de Jesús y María, pero, también
de Santos y Ángeles, y de almas que buscaban vuestra oración,
para subir desde el Purgatorio al Cielo. Y, así, viéndoos, Dios, tan
humilde, tan sobrenatural y humano al mismo tiempo, os regaló
sus estigmas, como a Francisco, en el ayer. Y, sí, cinco fueron
los vuestros, que os duraron, vuestra vida toda. Vuestra sangre
y vuestro cuerpo, un aroma celestial a flores emanaba, que el
ambiente llenaba, donde celebrabais el Santo Oficio y, a quienes
se encontraban con vos, en otras ciudades del mundo. Sufriendo
vivisteis los ataques del demonio, tanto físicos y espirituales, que
eran más, cuando las conversiones y la fe aumentaban a vuestro
alrededor. Y, así, un día, voló vuestra alma al cielo, porque os
sentíais agotado, por haberla gastado en buena lid, para corona
de luz recibir, como premio, a vuestra increíble entrega de amor;
¡Oh!, San Pio de Pietrelcina, “vivo amor del Dios de la Vida”.
© 2016 Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 Septiembre
San Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione)
Presbítero Capuchino Septiembre 23
Un hombre de oración y sufrimiento
San Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione)
Presbítero Capuchino Septiembre 23
Un hombre de oración y sufrimiento
Martirologio Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco)
Forgione, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en
el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección
espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes,
mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados,
terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose con
Cristo crucificado (1968).
“Siempre humíllense amorosamente ante Dios y ante los hombres. Porque
Dios le habla a aquellos que son verdaderamente humildes de corazón, y
los enriquece con grandes dones.” (San Giovanni Rotondo, Italia).
En un convento de la Hermandad de los Capuchinos, en la ladera del
monte Gargano, vivió por muchísimos años el que probablemente fuera el
Sacerdote Místico más destacado del siglo XX, a punto actualmente de ser
declarado Santo por el Vaticano. El Padre Pío, nacido en Pietrelcina en
1887, fue un hombre rico en manifestaciones de su santidad. Enorme
cantidad de milagros rodearon su vida, testimoniados por miles de
personas que durante décadas concurrieron allí a confesarse. Sus Misas, a
decir de los concurrentes, recordaban en forma vívida el Sacrificio y
Muerte del Señor a través de la entrega con que el Padre Pío celebraba
cada Eucaristía.
Es notable su carisma de bilocación: la capacidad de estar presente
en dos lugares al mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia
muchas veces. El Padre Pío raramente abandonó San Giovanni Rotondo; sin
embargo se lo ha visto y testimoniado curando almas y cuerpos en
diversos lugares del mundo en distintas épocas. También tenía el don de
ver las almas: confesarse con el Padre Pío era desnudarse ante Dios, ya
que él decía los pecados y relataba las conciencias a sus sorprendidos
feligreses (a veces con gran dureza y enojo, ya que tenía un fuerte
carácter, especialmente cuando se ofendía seriamente a Dios). Tenía
también el don de la sanación (a través de sus manos Jesús curó a
muchísima gente, tanto física como espiritualmente) y el don de la
profecía (anticipó hechos que luego se cumplieron al pie de la letra).
Vivió rodeado de la Presencia de Jesús y María, pero también de
Santos y Angeles, y de almas que buscaban su oración, para subir desde
el Purgatorio al Cielo. Pero su gracia más grande radicó, sin duda
alguna, en sus estigmas: en 1918 recibe las cinco Llagas de Cristo en
sus manos, en sus pies y en su costado izquierdo. Estas llagas sangraron
toda su vida, aproximadamente una taza de té por día, hasta su muerte
ocurrida en 1968. Múltiples estudios médicos y científicos se realizaron
sobre sus Estigmas, no encontrándose nunca explicación alguna a su
presencia u origen.
Su sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial, a flores diversas,
que acariciaba no solo a los asistentes a sus Misas, sino también a
quienes se encontraban con él en otras ciudades del mundo, a través de
sus dones de bilocación. Vivió sufriendo ataques del demonio, tanto
físicos como espirituales, que se multiplicaron a medida que las
conversiones y la fe crecían a su alrededor.
En diciembre de 2001 el Vaticano emite el decreto que aprueba los
milagros necesarios para canonizar a nuestro héroe, San Pío de
Pietrelcina y fué canonizado el 16 de julio de 2002.
Vivimos en un mundo que niega lo sobrenatural, se aferra a lo
material y a todo lo que pueda ser explicado a través de la razón, o
percibido por los sentidos. Sin embargo, Dios prescinde de nuestra razón
y de nuestros sentidos, a la hora de someternos a las pruebas de
nuestra fe. De cuando en cuando nos prodiga con regalos del mundo
sobrenatural, a través del testimonio y el acceso a la divinidad de los
seres Celestiales. El Padre Pío es una puerta abierta a Cristo, a María,
a los ángeles y los santos. Es también un testimonio de la pequeñez del
ser humano y una invitación a creer y dejar de buscar explicación a los
hechos de la Divina Providencia (la voluntad de Dios), sino simplemente
a unir nuestra voluntad a la de Dios, y ser lisa y llanamente su
instrumento, como el Padre Pío lo fue.
La vida entera del Padre Pío no puede ser explicada a través de la
razón o la lógica humana. La fe y fuerza del Santo del Gargano dan por
tierra con todas las escuelas filosóficas terrenales, dejando una sola
salida a todo intento de crecimiento del hombre: el encuentro con el
Dios eterno, el que nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su
infinita Misericordia, que nos entreguemos simplemente a Su Voluntad. La
negación de nuestro yo (la muerte de nuestro ego), se constituye en la
principal meta de nuestra evolución, porque SÓLO DIOS ES !
Debemos negarnos a nosotros mismos y vivir para y por Él. El Padre
Pío vivió en la más absoluta humildad y negación de sí mismo, y miren
los prodigios que Jesús hizo a través suyo!
Fuente:(www.reinadelcielo.org)
(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy/)