¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, y que, en vuestra vida corta,
guardasteis en humilde silencio, las rosas de vuestra caridad.
Así fue, porque, después de vuestra muerte, los milagros
y favores a raudales llovieron sobre quienes os pidieron vuestra
intercesión. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le
alabarán eternamente”. Decíais, vos, pues vuestro anhelo, siempre
era de que, aquellos que os invocaran, a Dios amasen, con amor
abrazador. Con vuestra autobiografía “La Historia de un Alma”,
millones han sabido, quien erais en realidad. Una mujer de dones
y virtudes cargada, capaz de darlo todo. Impaciente por seguir a
vuestras hermanas, a Roma fuisteis y escuchasteis aquella frase
que sabíais vos, que escucharíais: “Entrarás si es la voluntad
de Dios”. Así, os contestó León Trece Papa, y vos, os sentisteis
feliz. Os llamaban la “La Florecita”, y así, encontrasteis vuestro
“elevador”, que os llevó raudamente tanto por vías de oscuridad,
las de sufrimiento espiritual y las del dolor corporal, cada vez
hacia lo alto, siempre hacia más lo alto, hasta que, un día
a los brazos de Jesús, Vuestro Amado Esposo, arribasteis. “Nunca
he dado a Dios más que Amor, y Él me pagará con Amor. Quisiera
ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones”. Decíais
vos. Antes de morir, concluisteis con vuestra autobiografía:
“L’Histoire d’un Alme”, que escribisteis a pedido de vuestra
Superiora. Ella, está, llena de belleza, sabiduría y valor
y por ella, sabemos de vuestra humildad y santidad de vida,
y, en ella explicáis, de cómo os hicisteis, un “juguete” de Cristo,
Dios y Señor Nuestro. “Después de mi muerte dejaré caer una
lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.”
“Mi “Caminito” es el camino de la infancia espiritual, el camino
de la confianza y de la entrega absoluta.” Fueron vuestras
póstumas palabras. Patrona de todas las Misiones Extranjeras;
¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, “vivo Amor del Dios vivo”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
de la vida y su amada santa, y que, en vuestra vida corta,
guardasteis en humilde silencio, las rosas de vuestra caridad.
Así fue, porque, después de vuestra muerte, los milagros
y favores a raudales llovieron sobre quienes os pidieron vuestra
intercesión. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le
alabarán eternamente”. Decíais, vos, pues vuestro anhelo, siempre
era de que, aquellos que os invocaran, a Dios amasen, con amor
abrazador. Con vuestra autobiografía “La Historia de un Alma”,
millones han sabido, quien erais en realidad. Una mujer de dones
y virtudes cargada, capaz de darlo todo. Impaciente por seguir a
vuestras hermanas, a Roma fuisteis y escuchasteis aquella frase
que sabíais vos, que escucharíais: “Entrarás si es la voluntad
de Dios”. Así, os contestó León Trece Papa, y vos, os sentisteis
feliz. Os llamaban la “La Florecita”, y así, encontrasteis vuestro
“elevador”, que os llevó raudamente tanto por vías de oscuridad,
las de sufrimiento espiritual y las del dolor corporal, cada vez
hacia lo alto, siempre hacia más lo alto, hasta que, un día
a los brazos de Jesús, Vuestro Amado Esposo, arribasteis. “Nunca
he dado a Dios más que Amor, y Él me pagará con Amor. Quisiera
ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones”. Decíais
vos. Antes de morir, concluisteis con vuestra autobiografía:
“L’Histoire d’un Alme”, que escribisteis a pedido de vuestra
Superiora. Ella, está, llena de belleza, sabiduría y valor
y por ella, sabemos de vuestra humildad y santidad de vida,
y, en ella explicáis, de cómo os hicisteis, un “juguete” de Cristo,
Dios y Señor Nuestro. “Después de mi muerte dejaré caer una
lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.”
“Mi “Caminito” es el camino de la infancia espiritual, el camino
de la confianza y de la entrega absoluta.” Fueron vuestras
póstumas palabras. Patrona de todas las Misiones Extranjeras;
¡Oh!, Santa Teresita del Niño Jesús, “vivo Amor del Dios vivo”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
1ro de octubre
Santa Teresita del Niño Jesús
Virgen
La devoción a Santa Teresita del Niño Jesús, se ha esparcido de una
manera impresionante a través de toda la Iglesia. Durante su corta vida,
Teresita no sobresalió por encima de las otras monjas del convento de
carmelitas en Lisieux. Pero inmediatamente después de su muerte, muchos
milagros y favores fueron concedidos a través de su intercesión. La
santa cumplió la promesa de hacer caer una lluvia de rosas después de su
muerte, es decir, una lluvia de beneficios hacia todos los que la
invocan. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder
encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán
eternamente”, decía Teresita. Su gran anhelo es que aquellos que la
invocan amen a Dios con un amor abrazador.
Por medio de sus
cartas, los testimonios de aquellos que la conocieron, y especialmente
su autobiografía, “La Historia de un Alma”, millones han llegado a
conocer sus grandes dones y virtudes. Incontables peregrinos visitan el
convento carmelita de Lisieux, donde, el 9 de abril de 1888, María
Francisca Teresa Martín, la hija menor del relojero Luis Martín, se
convirtió en la novicia más joven. Tenía sólo quince años. Estaban ya
allí dos de sus hermanas: María, la mayor, se había ido cuando Teresita
tenía nueve años, y Paulina, que había cuidado de la familia después de
morir su madre, entró cuando Teresita tenía catorce años. Impaciente por
seguirlas, fue a Roma en una peregrinación con su padre, y rompiendo la
regla del silencio en presencia del Papa, le pidió permiso de entrar al
Carmelo a los quince años. “Entrarás si es la voluntad de Dios”, le
contestó el Papa León XIII, y Teresita terminó la peregrinación con el
espíritu lleno de esperanza. Al terminar el año, el permiso que
anteriormente la había sido negado, le fue concedido por el obispo y
Teresita entró al Carmelo.
Teresa había sido la hija preferida de
su padre; era tan alegre, atractiva y amable, que los dos sufrieron
intensamente cuando llegó el momento de la separación. Pero no le cabía
la menor duda de que ésa era su vocación y desde el principio se
determinó a ser santa. Aunque la salud de Teresita era muy delicada, no
deseó ninguna dispensa de la austera regla y no le fue dada ninguna.
Sufría intensamente por el frío y por el cansancio de cumplir con
algunas de las penitencias físicas y exteriores que la Regla
acostumbraba. “Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer cosas muy
pequeñas a Nuestro Señor,” dijo en una ocasión, “pero quiero buscar un
camino nuevo hacia el cielo, muy corto, muy recto, un pequeño sendero.
Estamos en la era de los inventos. Me gustaría encontrar un elevador
para ascender hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir los
empinados escalones de la perfección…”.
“Lo que me impulsa a ir
al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una
multitud de almas que le alabarán eternamente.” Su gran anhelo es que
aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrazador.
“La
Florecita”, como muchos la llaman, encontró su elevador, que la llevó
velozmente por entre períodos oscuros de sufrimiento espiritual, por
entre largas noches de dolor corporal, hacia arriba, siempre arriba,
hasta que al fin estuvo segura en brazos de su amado Jesús. Antes de
morir, terminó su autobiografía, L’Histoire d’un Alme (La Historia de un
Alma), escrita a petición de su Superiora. Ha sido traducida a muchos
diferentes idiomas, y está llena de belleza, sabiduría y valor, y por
ella podemos saber algo de la santidad de Teresita, pues explica cómo
hizo de sí misma un juguete de Cristo. Hiciera lo que hiciera, estaba
segura de su amor.
La hermana Teresita de Lisieux murió el 30 de
Septiembre de 1897. En junio de ese año había sido llevada a la
enfermería del convento, padeciendo fuertes hemorragias, y no volvió a
salir de allí. Tres de sus declaraciones, pronunciadas por ese tiempo,
le han dado la vuelta al mundo y ningún comentario sobre la Florecita,
por breve que fuera, estaría completo sin ellas: “Nunca he dado a Dios
más que amor, y Él me pagará con amor. Después de mi muerte dejaré caer
una lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.”
“Mi caminito es el camino de la infancia espiritual, el camino de la
confianza y de la entrega absoluta.”
Casi inmediatamente después
de su muerte, fueron tan numerosos los milagros obtenidos por su
intercesión, que la Santa Sede dispensó los acostumbrados cincuenta años
que normalmente deben transcurrir antes que se inicie el proceso de
canonización. En 1922 fue solemnemente beatificada por el Papa Pío XI, y
dos años más tarde fue canonizada Teresa de Lisieux.
Como una de
las principales obligaciones de las carmelitas es pedir por las
misiones, no es extraño que, en 1927, Santa Teresita fuera nombrada
Patrona celestial de todas las Misiones Extranjeras, junto con San
Francisco Javier. Dijo Teresita: “Quisiera ser misionera ahora y siempre
y en todas las misiones.”
(La mayor parte de esta pequeña
biografía ha sido extraída de “Nuestra Herencia Católica” tomo III,
publicada por La Prensa Católica, México, 1973). “Mi caminito es el
camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la
entrega absoluta.”
La Iglesia reconoce la enseñanza profunda y
valiosa del “caminito” de Santa Teresita, lo cual conlleva el aceptar
nuestras propias limitaciones, y el dar de todo corazón lo que tengamos,
no importa lo pequeña que sea la ofrenda.
(http://www.ewtn.com/therese/spanish/sp_there.htm)