“Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.”
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.”
(Santa Teresa de Jesús 1515-1582)
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¡Oh!, Santa Teresa de Jesús, sois, vos, la hija del Dios
de la vida, su amada santa y, de entre sus doncellas,
arrobada y mística, y entre sus amores mística y arrobada
esposa. “Vivo sin vivir en mí”, decíais vos, del Carmelo
reformadora, Madre de las descalzas y de los descalzos
Carmelitas. “Mater spiritualium” de los católicos escritores,
Santa Patrona y Doctora de la Iglesia. “Y, tan alta vida
espero”, escribisteis, que dejasteis atrás la vida de mundo,
y, he aquí, que abristeis vuestros ojos espirituales a
un nuevo mundo: la casa del Padre eterno. Y, sois, vos,
entre sus doncellas la arrobada y mística esposa y, entre
sus amores la mística y arrobada doncella que, de luz llena,
desde antes supisteis “Que muero porque no muero”.
“Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan grande
que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera.
Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima
Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como
hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en adelante”.
Y lo ha hecho maravillosamente bien. La lectura “Las Cartas
de San Jerónimo” y “El alfabeto espiritual”, de Osuna, santos
escritos que, os abrieron el camino hacia el cielo. A San
José, le pedisteis curada ser, y así fue, y desde aquél
instante propagasteis la devoción hacia él. A vos, os
gustaban los Cristos de sangre chorreantes, y, un día
al deteneros ante uno, preguntasteis: “Señor, ¿quién te
puso así?”. Y, Él mismo os dijo: “Tus charlas en la sala
de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa”.
Y, vos, llorando, nunca más, volvisteis a perder el tiempo.
A, Dios, demostrasteis, con obras, palabras, sufrimientos
y pensamientos que lo amabais con todo vuestro corazón.
Ganasteis, para vuestra causa, a San Juan de la Cruz. Y,
así, fue vuestra santa y mística vida, pues, el día que
voló vuestra alma, voló, pero para no morir nunca más, y
con justicia coronada fuisteis, con corona de luz, como
justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡Oh!, Santa Teresa de Ávila, “Dios, palabra y escritura”.
de la vida, su amada santa y, de entre sus doncellas,
arrobada y mística, y entre sus amores mística y arrobada
esposa. “Vivo sin vivir en mí”, decíais vos, del Carmelo
reformadora, Madre de las descalzas y de los descalzos
Carmelitas. “Mater spiritualium” de los católicos escritores,
Santa Patrona y Doctora de la Iglesia. “Y, tan alta vida
espero”, escribisteis, que dejasteis atrás la vida de mundo,
y, he aquí, que abristeis vuestros ojos espirituales a
un nuevo mundo: la casa del Padre eterno. Y, sois, vos,
entre sus doncellas la arrobada y mística esposa y, entre
sus amores la mística y arrobada doncella que, de luz llena,
desde antes supisteis “Que muero porque no muero”.
“Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan grande
que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera.
Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima
Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como
hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en adelante”.
Y lo ha hecho maravillosamente bien. La lectura “Las Cartas
de San Jerónimo” y “El alfabeto espiritual”, de Osuna, santos
escritos que, os abrieron el camino hacia el cielo. A San
José, le pedisteis curada ser, y así fue, y desde aquél
instante propagasteis la devoción hacia él. A vos, os
gustaban los Cristos de sangre chorreantes, y, un día
al deteneros ante uno, preguntasteis: “Señor, ¿quién te
puso así?”. Y, Él mismo os dijo: “Tus charlas en la sala
de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa”.
Y, vos, llorando, nunca más, volvisteis a perder el tiempo.
A, Dios, demostrasteis, con obras, palabras, sufrimientos
y pensamientos que lo amabais con todo vuestro corazón.
Ganasteis, para vuestra causa, a San Juan de la Cruz. Y,
así, fue vuestra santa y mística vida, pues, el día que
voló vuestra alma, voló, pero para no morir nunca más, y
con justicia coronada fuisteis, con corona de luz, como
justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡Oh!, Santa Teresa de Ávila, “Dios, palabra y escritura”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Octubre
Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia
(1515-1582)
Santa Teresa de Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia
(1515-1582)
“En la cruz está la gloria, Y el honor, Y en el padecer dolor, Vida y consuelo,Y el camino más seguro para el cielo.”
Reformadora del Carmelo, Madre de las Carmelitas Descalzas y de los
Carmelitas Descalzos; “mater spiritualium” (título debajo de su estatua
en la basílica vaticana); patrona de los escritores católicos y Doctora
de la Iglesia (1970): La primera mujer, que junto a Santa Catalina de
Sena recibe este título.
Nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Su nombre, Teresa de
Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila
Ahumada. En su casa eran 12 hijos. Tres del primer matrimonio de Don
Alonso y nueve del segundo, entre estos últimos, Teresa. Escribe en su
autobiografía: “Por la gracia de Dios, todos mis hermanos y medios
hermanos se asemejaban en la virtud a mis buenos padres, menos yo”.
De niños, ella y Rodrigo, su hermano, eran muy aficionados a leer
vidas de santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida
por amor a Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así que
dispusieronse irse a tierras de mahometanos a declararse amigos de Jesús
y así ser martirizados para conseguir un buen puesto en el cielo.
Afortunadamente, por el camino se encontraron con un tío suyo que los
regresó a su hogar. Entonces dispusieronse construir una celda en el
solar de la casa e irse a rezar allá de vez en cuando, sin que nadie los
molestara ni los distrajese.
La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Ella
misma cuenta en su autobiografía: “Cuando empecé a caer en la cuenta de
la pérdida tan grande que había tenido, comencé a entristecerme
sobremanera. Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima
Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como hija suya y
que quisiera ser Ella mi madre en adelante. Y lo ha hecho
maravillosamente bien”.
Sigue diciendo ella: “Por aquel tiempo me aficioné a leer novelas.
Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras
faltas. Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no
estaba contenta sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas
lecturas me dejaban tristeza y desilusión”.
Afortunadamente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la
llevó a los 15 años, a estudiar interna en el colegio de hermanas
Agustinas de Ávila. Allí, después de año y medio de estudios enfermó y
tuvo que volver a casa.
Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos “Las Cartas
de San Jerónimo”, y allí supo por boca de tan grande santo, cuán
peligrosa es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el
retirarse a la vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso
que un día sería religiosa.
Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él,
que la quería muchísimo, le respondió: “Lo harás, pero cuando yo ya me
haya muerto”. La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en
el mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y
entonces se fugó de la casa. Dice en sus recuerdos: “Aquel día, al
abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que
la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que experimentaba yo
en aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en mí
para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos”.
La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su
padre al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella
tenía 20 años. Un año más tarde hizo sus tres juramentos o votos de
castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de
hermanas Carmelitas.
Poco después de empezar a pertenecer a la comunidad carmelitana, se
agravó de un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Los
médicos no lograban atajar el mal y éste se agravaba. Su padre la llevó a
su casa y fue quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le
consiguió un gran bien, y fue que tuvo oportunidad de leer un librito
que iba a cambiar su vida. Se llamaba “El alfabeto espiritual”, por
Osuna, y siguiendo las instrucciones de aquel librito empezó a practicar
la oración mental y a meditar. Estas enseñanzas le van a ser de inmensa
utilidad durante toda su vida. Ella decía después que si en este tiempo
no hizo mayores progresos fue porque todavía no tenía un director
espiritual, y sin esta ayuda no se puede llegar a verdaderas alturas en
la oración.
A los tres años de estar enferma encomendó a San José que le
consiguiera la gracia de la curación, y de la manera más inesperada
recobró la salud. En adelante toda su vida será una gran propagadora de
la devoción a San José, Y todos los conventos que fundará los consagrará
a este gran santo.
Teresa tenía un gran encanto personal, una simpatía impresionante,
una alegría contagiosa, y una especie de instinto innato de
agradecimiento que la llevaba a corresponder a todas las amabilidades.
Con esto se ganaba la estima de todos los que la rodeaban. Empezar a
tratar con ella y empezar a sentir una inmensa simpatía hacia su
persona, eran una misma cosa.
En aquellos tiempos había en los conventos de España la dañosa
costumbre de que las religiosas gastaban mucho tiempo en la sala
recibiendo visitas y charlando en la sala con las muchas personas que
iban a gozar de su conversación. Y esto le quitaba el fervor en la
oración y no las dejaba concentrarse en la meditación y se llegó a
convencer de que ella no podía dedicarse a tener verdadera oración con
Dios porque era muy disipada. Y que debía dejar de orar tanto.
A ella le gustaban los Cristos bien chorreantes de sangre. Y un día
al detenerse ante un crucifijo muy sangrante le preguntó: “Señor, ¿quién
te puso así?”, y le pareció que una voz le decía: “Tus charlas en la
sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa”. Ella se
echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese día ya
no vuelve a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no
llevan a la santidad. Y Dios en cambio le concederá enormes progresos en
la oración y unas amistades formidables que le ayudarán a llegar a la
santidad.
Teresa tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su gran
inclinación a escuchar sermones, aunque fueran largos y cansones y su
devoción por grandes personajes celestiales. Además de su inmensa
devoción por la Santísima Virgen y su fe total en el poder de
intercesión de san José, ella rezaba frecuentemente a dos grandes
convertidos: San Agustín y María Magdalena. Para imitar a esta santa que
tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte de
Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y en honor de San
Agustín leyó el libro más famoso del gran santo “las Confesiones“, y su
lectura le hizo enorme bien.
Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y el
enemigo del alma le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque
todo eso le producía aburrimiento, su confesor le avisó que dejar de
rezar y de meditar sería entregarse incondicionalmente al poder de
Satanás y un padre jesuita le recomendó que para orar con más amor y
fervor eligiera como “maestro de oración” al Espíritu Santo y que rezara
cada día el Himno “Ven Creador Espíritu”. Ella dirá después: “El
Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la
navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros
habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas”.
Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al
principio se asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las
cuales el demonio engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión
general de toda su vida con un santo sacerdotes y le consultó el caso de
sus visiones, y este le dijo que se trataba de gracias de Dios.
Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: “No te dediques
tanto a hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte
con el mundo sobrenatural”. En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta
un metro por los aires (Éxtasis es un estado de contemplación y
meditación tan profundo que se suspenden los sentidos y se tienen
visiones sobrenaturales). Cada visión le dejaba un intenso deseo de ir
al cielo. “Desde entonces – dice ella – dejé de tener medio a la muerte,
cosa que antes me atormentaba mucho“. Después de una de aquellas
visiones escribió la bella poesía que dice: “Tan alta vida espero que
muero porque no muero”.
Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran en
secreto, pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar
todo esto a la gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la
creían loca y otros la acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción.
San Pedro Alcántara, uno de los santos más famosos de ese tiempo,
después de charlar con la famosa carmelita, declaró que el Espíritu de
Dios guiaba a Teresa.
La transverberación
Esta palabra significa: atravesarlo a uno con una gran herida. Dice
ella: “Vi un ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro
que ardía al rojo vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en
mi corazón. Desde ese momento sentí en mi alma el más grande amor a
Dios”.
Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir:
demostrar a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo
ama con todo su corazón. Y obtener que otros lo amen también.
Al hacer la autopsia del cadáver de la santa encontraron en su
corazón una cicatriz larga y profunda. Para corresponder a esta gracia
la santa hizo el voto o juramento de hacer siempre lo que más perfecto
le pareciera y lo que creyera que le era más agradable a Dios. Y lo
cumplió a la perfección. Un juramento de estos no lo pueden hacer sino
personas extraordinariamente santas.
En aquella época del 1500 las comunidades religiosas habían decaído
de su antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual
ayudaba mucho a la relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas
de Ávila tenía 140 religiosas. Santa Teresa exclamaba: “La experiencia
me ha demostrado lo que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de
semejante calamidad”.
Un día una sobrina de la santa le dijo: “Lo mejor sería fundar una
comunidad en que cada casa tuviera pocas hermanas”. Santa Teresa
consideró esta idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo
convento, con pocas hermanas pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25
años en el convento. Una viuda rica le ofreció una pequeña casa para
ello. San Pedro de Alcántara, San Luis Beltrán y el obispo de la ciudad
apoyaron la idea. El Provincial de los Carmelitas concedió el permiso.
Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y
el superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era
mujer débil como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos
en el palacio del emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este
quedó encantado de la personalidad de la santa y de las ideas tan
luminosas que ella tenía y ordenó que no la persiguieran más. Y así fue
llenando España de sus nuevos conventos de “Carmelitas Descalzas“,
poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas y dedicadas a
conseguir la santidad propia y la de los demás.
Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los
Carmelitas descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835
conventos en el mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490
conventos.
Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras
que se han hecho famosas. Su autobiografía titulada “El libro de la
vida”; “El libro de las Moradas” o Castillo interior; texto
importantísimo para poder llegar a la vida mística. Y “Las fundaciones”:
o historia de cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió
en medio de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con claridad
impresionante sus experiencias espirituales. Tenía pocos libros para
consultar y no había hecho estudios especiales. Sin embrago sus escritos
son considerados como textos clásicos en la literatura española y se
han vuelto famosos en todo el mundo.
Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día
siguiente, el 15 de octubre. ¿Por qué esto? Porque en ese día empezó a
regir el cambio del calendario, cuando el Papa añadió 10 días al
almanaque para corregir un error de cálculo en el mismo que llevaba
arrastrándose ya por años.