¡Oh! San Ubaldo Baldassini de Gubbio, vos, sois
el hijo del Dios de la vida, su obispo y amado
santo, que os entregasteis a la labor de reformar
la vida común de los clérigos. Nacisteis en noble
cuna y, perdisteis a vuestro padre cuando erais
joven y fuisteis educado por el prior de la Iglesia
Catedral. Desde siempre deseasteis a Dios servir
y lo hicisteis desde el monasterio de San Segundo,
hasta que os llamaron para prior ser, luego fuisteis
obispo por el Papa Honorio Segundo, y desde allí, os
distinguisteis por vuestra paciencia y frugalidad
de vuestra vida. Salvasteis a vuestra ciudad, de
saqueda ser por Federico Barbarroja. La devoción
hacia vos, es grande en toda la Umbria y Gubbio.
Vos, como deán, de la catedral, llevasteis a cabo
la reforma de los canónigos, cuya existencia disipada
era el escándalo de la ciudad y fuisteis a pasar
tres meses en la comunidad que Pedro de Honestis
había fundado en Ravena. A vuestro regreso en Gubbio
establecisteis las mismas reglas y, al poco tiempo,
las aceptó todo el capítulo. Pedro de Rímini, os
hizo meditar, para que vos, no os retiraseis a la
soledad y así, os exhortó a volver a ocupar el encargo
que Dios os había dado y volviendo, vuestro capítulo
floreció. Más adelante, fuisteis elegido obispo
de Perugia, pero, os escondisteis para no ser hallado
y, fuisteis luego a Roma, para pedir al Papa Honorio
Tercero, que os permitiese rehusar el cargo, cosa
que accedió, pero, dos años más tarde, el mismo Papa,
aconsejó al clero que os eligiese. Vos, practicasteis
todas las virtudes dignas de un sucesor de los Apóstoles,
distinguiendoos por la mansedumbre y paciencia con que
soportabais las injurias y afrentas, como si fueseis
insensible a ellas. Vos, defendisteis a vuestra grey,
contra los peligros públicos. Algo enfermo en plena
Pascua, os levantasteis a celebrar la misa, predicasteis
y disteis la bendición. Luego, al terminar, ya en vuestro
lecho, nunca más os levantasteis. Y, así, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe. El
día de Pentecostés, todo el pueblo de Gubbio desfiló
por vuestra habitación para despedirse del que, cada quien
os consideraba como a un padre. Santo Patrono de Gubbio;
¡Oh!, San Ubaldo de Gubbio, “vivo Apóstol del Dios Vivo”.
© 2016 LUis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Mayo
San Ubaldo Baldassini de Gubbio
Obispo
Martirologio Romano: En Gubbio, en la región de Umbría, Italia, san Ubaldo, obispo, que se entregó a la labor de reformar la vida común de los clérigos. († 1160)
Nacido de noble cuna en Gubbio, Umbría, Italia. Perdió a su padre
cuando era muy joven, fue educado por el prior de la Iglesia Catedral de
su ciudad natal, donde fue canónigo regular.
Deseando servir a Dios con mayor regularidad,pasó al monasterio de
San Segundo de la misma ciudad, donde permaneció algunos años. Llamado
de vuelta por su obispo regresó al monasterio de la Catedral, donde fue
hecho prior.
Fue nombrado obispo de Gubbio por el papa Honorio II. Durante su
gobierno pastoral se distinguió por su gran paciencia y la notable
frugalidad de su vida.
Su presencia salvó a la ciudad de ser saqueada por Federico Barbarroja. Murió el año 1160.
El día 16 de mayo se celebra la festividad de San Ubaldo, siendo el
patrón de Gubbio, también se celebra su festividad en Jessup,
Pennsylvania, Estados Unidos.
La devoción hacia el santo es muy grande en toda la Umbria y
especialmente en Gubbio, donde en todas las familias hay al menos algún
miembro con el nombre de Ubaldo. La festividad de su patrón se celebra
por los habitantes con gran solemnidad.
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fuente:«Vidas de los santos», Alban Butler
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fuente:«Vidas de los santos», Alban Butler
Felizmente poseemos una excelente biografía de san Ubaldo Baldassini,
obispo de Gubbio, escrita por Teobaldo, su sucesor en la sede. Ubaldo
pertenecía a una noble familia de Gubbio. Quedó huérfano a temprana
edad; su tío, el obispo de la ciudad, se encargó de educarle en la
escuela de la catedral.
Ubaldo recibió la ordenación sacerdotal al terminar sus estudios.
Aunque era muy joven, fue nombrado deán de la catedral para que llevase a
cabo la reforma de los canónigos, cuya existencia disipada era el
escándalo de la ciudad. La tarea no era fácil, pero Ubaldo logró
convencer a tres de los canónigos para que formasen una comunidad. Con
el propósito de familiarizarse con la vida en común de los canónigos
regulares, Ubaldo fue a pasar tres meses en la comunidad que Pedro de
Honestis había fundado en el territorio de Ravena. A su regreso
estableció en Gubbio las mismas reglas y, al poco tiempo, las aceptó
todo el capítulo.
Algo más tarde, un incendio consumió la casa de los canónigos y
Ubaldo aprovechó la ocasión para trasladarse a Fonte Avellano y
consultar a Pedro de Rímini, pues tenía la intención de retirarse a la
soledad. Pero el siervo de Dios le hizo ver que se trataba de una
tentación muy peligrosa y le exhortó a volver a ocupar el puesto que
Dios le había señalado para bien de los demás. Ubaldo retornó, pues, a
Gubbio y, bajo su dirección, el capítulo floreció más que nunca.
En 1126, el santo fue elegido obispo de Perugia, pero se escondió
para que los delegados de la ciudad no le encontrasen; en seguida fue a
Roma a rogar al papa Honorio III que le permitiese rehusar el cargo. El
Papa accedió a su petición, pero dos años después, quedó vacante la sede
de Gubbio y el mismo Pontífice aconsejó al clero que eligiese a Ubaldo.
El santo practicó todas las virtudes dignas de un sucesor de los
Apóstoles, pero se distinguió sobre todo por la mansedumbre y paciencia
con que soportaba las injurias y afrentas, como si fuese insensible a
ellas. En cierta ocasión, los obreros que reparaban las murallas de la
ciudad, penetraron en la viña de san Ubaldo y dañaron las plantas. Al
ver esto, el santo les rogó que procediesen con mayor cuidado; pero el
capataz, que probablemente no le reconoció, le propinó un empellón con
el que le hizo caer en un charco de mortero. San Ubaldo se levantó
cubierto de lodo y se retiró sin decir palabra; pero algunos testigos
del incidente esparcieron la noticia y el pueblo pidió que se castigase
al capataz. La gran indignación popular estaba a punto de ejecutar un
castigo brutal contra el capataz, cuando se presentó san Ubaldo en la
corte y manifestó que, como se trataba de una ofensa cometida contra un
miembro del clero, el culpable debía ser juzgado por el obispo. Después,
se acercó al acusado, le dio el beso de paz en señal de reconciliación,
rogó a Dios que le perdonara ésa y todas las otras injurias que hubiese
cometido en su vida y pidió al juez que dejera en libertad al reo.
El santo defendió, repetidas veces, a su grey contra los peligros
públicos. El emperador Federico Barbarroja había saqueado Espoleto y
amenazaba con caer sobre Gubbio. San Ubaldo salió al encuentro del
emperador y consiguió que desistiese de su propósito. Durante los dos
últimos años de su vida, el santo obispo tuvo una serie de enfermedades
que le hicieron sufrir mucho; pero todo lo soportó con heroica
paciencia. El día de Pascua de 1160, aunque estaba muy enfermo, se
levantó a celebrar la misa, predicó y dio la bendición al pueblo para
que no quedase decepcionado. Al terminar estaba tan débil, que debió ser
trasportado a su lecho, del que ya no se levantó. El día de
Pentecostés, todo el pueblo de Gubbio desfiló por su habitación para
despedirse del que cada uno consideraba como a un padre. San Ubaldo
murió el 16 de mayo de 1160. La multitud que acudió a sus funerales,
desde muy lejos, fue testigo de los numerosos milagros que Dios obró en
su tumba.