Domingo XXXIV del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo (A) Texto
del Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de
todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán
congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos
de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá
las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
»Entonces
dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid
la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del
mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis
de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me
vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a
verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’.
¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey
les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.
»Entonces dirá
también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no
me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y
no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la
cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor,
¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o
en la cárcel, y no te asistimos?’. Y Él entonces les responderá: ‘En
verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más
pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna».
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«Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)
Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Y con esa ilustración
metafórica de ovejas y cabras, nos hace ver que se tratará de un juicio
de amor. «Seremos examinados sobre el amor», nos dice san Juan de la
Cruz.
Como dice otro místico, san Ignacio de Loyola en su
meditación Contemplación para alcanzar amor, hay que poner el amor más
en las obras que en las palabras. Y el Evangelio de hoy es muy
ilustrativo. Cada obra de caridad que hacemos, la hacemos al mismo
Cristo: «(…) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; era forastero, y
me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; en la cárcel, y
vinisteis a verme» (Mt 25,34-36). Más todavía: «Cuanto hicisteis a unos
de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Este
pasaje evangélico, que nos hace tocar con los pies en el suelo, pone la
fiesta del juicio de Cristo Rey en su sitio. La realeza de Cristo es
una cosa bien distinta de la prepotencia, es simplemente la realidad
fundamental de la existencia: el amor tendrá la última palabra.
Jesús
nos muestra que el sentido de la realeza -o potestad- es el servicio a
los demás. Él afirmó de sí mismo que era Maestro y Señor (cf. Jn 13,13),
y también que era Rey (cf. Jn 18,37), pero ejerció su maestrazgo
lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13,4 ss.), y reinó dando su
vida. Jesucristo reina, primero, desde una humilde cuna (¡un pesebre!)
y, después, desde un trono muy incómodo, es decir, la Cruz.
Encima
de la cruz estaba el cartel que rezaba «Jesús Nazareno, Rey de los
judíos» (Jn 19,19): lo que la apariencia negaba era confirmado por la
realidad profunda del misterio de Dios, ya que Jesús reina en su Cruz y
nos juzga en su amor. «Seremos examinados sobre el amor».