¡Oh!, San Marcos Evangelista, vos sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y el intérprete que a Pedro
traducía y primo de Bernabé. Nunca oisteis a Jesús
predicar, pero conocisteis a sus discípulos, sin llegar
a ser uno de ellos. Acompañasteis a Pablo y Bernabé,
a Chipre y Perges, de donde vovisteis sin causa alguna.
Bernabé, quiso llevaros nuevamente, pero Pablo, no lo
quiso. Vos, seguisteis a Bernabé una vez más hasta
Chipre, pero cosas de Dios, vos aparecisteis junto a
Pablo en Roma. Fuisteis también, discípulo de Pedro,
pues él, os llamaba “hijo” suyo en su primera carta.
Vuestro evangelio, parecido tiene al libro de los Hechos
de los Apóstoles, y la segunda carta a Timoteo os
señala como compañero suyo. Vos, fundasteis la Iglesia
de Alejandría, y nada sabemos de vuestros últimos años
y tampoco del lugar de vuestra muerte. Vuestro Evangelio
posee un espíritu observador y ágil. Sólo vos, resaltais
el verdor de la hierba sobre la que Jesús hizo sentar
a la muchedumbre, antes de multiplicar los panes y los
peces. Vuestro escrito, profundidad posee y demuestra
singular valía teológica, pues vos, presentais a Jesús
siendo recibido con alegría por la gente, pero también
decepción ocasiona de la masa por sus reivindicaciones
y narra, cuando el Señor se retira de Galilea, para
dedicarse a la instrucción de sus discípulos, quienes
por boca de Pedro confiesan la divinidad de su Maestro,
y que más tarde, es humillado por la maldad y la ignorancia
de los hombres que él había venido a rescatar y luego
exaltado es por Dios, como ha de serlo todo el que a él
de corazón se le una y lo siga en el camino. Hoy, lucís
corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Marcos Eangelista, “Palabras de eternidad y luz”.
de la vida, su amado santo y el intérprete que a Pedro
traducía y primo de Bernabé. Nunca oisteis a Jesús
predicar, pero conocisteis a sus discípulos, sin llegar
a ser uno de ellos. Acompañasteis a Pablo y Bernabé,
a Chipre y Perges, de donde vovisteis sin causa alguna.
Bernabé, quiso llevaros nuevamente, pero Pablo, no lo
quiso. Vos, seguisteis a Bernabé una vez más hasta
Chipre, pero cosas de Dios, vos aparecisteis junto a
Pablo en Roma. Fuisteis también, discípulo de Pedro,
pues él, os llamaba “hijo” suyo en su primera carta.
Vuestro evangelio, parecido tiene al libro de los Hechos
de los Apóstoles, y la segunda carta a Timoteo os
señala como compañero suyo. Vos, fundasteis la Iglesia
de Alejandría, y nada sabemos de vuestros últimos años
y tampoco del lugar de vuestra muerte. Vuestro Evangelio
posee un espíritu observador y ágil. Sólo vos, resaltais
el verdor de la hierba sobre la que Jesús hizo sentar
a la muchedumbre, antes de multiplicar los panes y los
peces. Vuestro escrito, profundidad posee y demuestra
singular valía teológica, pues vos, presentais a Jesús
siendo recibido con alegría por la gente, pero también
decepción ocasiona de la masa por sus reivindicaciones
y narra, cuando el Señor se retira de Galilea, para
dedicarse a la instrucción de sus discípulos, quienes
por boca de Pedro confiesan la divinidad de su Maestro,
y que más tarde, es humillado por la maldad y la ignorancia
de los hombres que él había venido a rescatar y luego
exaltado es por Dios, como ha de serlo todo el que a él
de corazón se le una y lo siga en el camino. Hoy, lucís
corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Marcos Eangelista, “Palabras de eternidad y luz”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Abril
San Marcos
Evangelista
San Marcos
Evangelista
Según tradición eclesiástica, Marcos, llamado también Juan Marcos o
simplemente Juan, es el autor de un evangelio y el intérprete que
traducía a Pedro en sus predicaciones frente a auditorios de habla
griega.Era hijo de una cierta María, cuya casa de Jerusalén estaba
abierta a la primitiva comunidad Cristiana. Primo de Bernabé,
probablemente fuera como él de estirpe sacerdotal.
Afirma por una parte la tradición que Marcos nunca habría oído
personalmente la predicación del Señor, pero por otra muchos han querido
descubrirlo en aquel muchacho que huyó desnudo en el huerto de
Getsemaní, episodio que sólo el evangelio a él atribuido refiere. Tal
vez haya conocido al grupo de seguidores sin llegar a ser propiamente
discípulo.
Al comenzar la expansión del evangelio, Pablo y Bernabé salieron de
Jerusalén hacia Antioquía llevando con ellos a Marcos; éste los acompañó
en sus primeras empresas misionales, a Chipre y Perges, de donde
regresó por causas desconocidas.
Bernabé, deseoso de llevar nuevamente a Marcos con ellos cuando el
apóstol planeaba su segundo viaje, encontró la oposición de Pablo, que
partió solo. Marcos siguió, pues, a Bernabé una vez más hasta Chipre.
Sin embargo, Marcos reaparece junto a Pablo en Roma, pero es creencia
que fue más bien discípulo de Pedro, quien confirma esta suposición al
llamarlo “hijo” suyo en su primera carta. El evangelio que se le
atribuye, además, sigue muy de cerca el esquema de los discursos de
Pedro que nos ha conservado el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Nada sabemos de su existencia posterior. La segunda carta a Timoteo
lo señala entre los compañeros de este discípulo de Pablo; conforme a un
dato que recoge el historiador Eusebio de Cesarea (a comienzos del
siglo IV), la Iglesia de Alejandría lo habría tenido por fundador. Sus
últimos años y el lugar de su muerte nos son desconocidos.
El breve relato que lleva su nombre descubre un espíritu observador y
ágil. Sólo Marcos, por ejemplo, destaca el verdor de la hierba sobre la
que Jesús hizo sentar a la muchedumbre hambrienta antes de multiplicar
los panes y los pescados por primera vez.
Las grandes líneas de su evangelio, en tanto, trasuntan una profunda
credibilidad histórica y demuestran singular valor teológico. Marcos
comienza por presentar a Jesús bien recibido por la gente, pero pronto
su humilde mesianismo, tan alejado de las reivindicatorias expectativas
populares de los judíos, ocasiona la decepción de la masa; apagado el
entusiasmo primerizo, el Señor se retira de Galilea para dedicarse de
lleno a la instrucción de los discípulos, quienes por boca de Pedro
confiesan la divinidad de su Maestro. A partir de este reconocimiento de
Cesarea, todo el relato se orienta a Jerusalén; en la ciudad santa,
finalmente, la oposición crece y culmina en el juicio inicuo y la
pasión, que alcanza su victoriosa respuesta cuando Cristo abandona su
tumba, de acuerdo con lo que había profetizado de si mismo.
El secreto mesiánico, del que Marcos hace un tema central, da así
todo su fruto: Jesús, siervo humillado por la maldad y la ignorancia de
los hombres que él había venido a rescatar, es exaltado por Dios, como
ha de serlo todo el que a él se una de corazón y lo siga en el camino,
el único que permite comprender esa “Buena Noticia de Jesús, Mesías,
Hijo de Dios” que Marcos nos ha trasmitido en un lenguaje popular,
muchas veces incorrecto en la forma, pero vivaz y lleno de encanto.