Oh, San Josafat de Lituania; vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado
santo. Y, aquél, a quien vuestra madre, os enseñó a mirar
en el crucifijo, al Crucificado y en ella, el misterio
de la vida y del amor hacia los demás. Y, por
ello, vuestra mortificación aquella, en la que,
soportabais a los ásperos e incomprensivos,
con especial dulzor, del cielo caído, y con paciencia
y amor, los convertíais a la “luz de la fe”. “Sé
que ustedes quieren matarme y que me atacan
por todas partes. En las calles, en los puentes,
en los caminos, en la Plaza Central, en todas
partes me han insultado. Yo, no he venido en
son de guerra sino como pastor de las ovejas,
buscando el bien de las almas. Pero, me considero
verdaderamente feliz de poder dar la vida por
el bien de todos ustedes. Sé, que estoy a punto
de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión
de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo
Pontífice”. Respondisteis a vuestros agresores.
“Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes,
Que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy
yo para sufrir en vez de ellos”. Dijisteis, a vuestros
captores antes de entregar el alma al Padre. Pero,
felizmente, “Dios es mi juez”, vuestro nombre
significa. Y, en verdad, así fue, y juzgado fuisteis
y Él, viendo vuestro martirio de gloria lleno, os
ciñó, corona de luz, como premio a vuestra entrega
de amor, esperanza y fe. Santo Patrono, de los
que trabajan por la unión de todos los cristianos
en todos los rincones del orbe de nuestra tierra;
oh, San Josafat, “luz, camino, verdad y vida”.
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
12 de Noviembre
San Josafat de LituaniaMártir
Año 1623
La sangre de los mártires es
semilla de nuevos cristianos (Tertuliano).
Josafat es una palabra hebrea que
significa “Dios es mi juez”. La nación de Lituania es ahora de gran mayoría
católica. Pero en un tiempo en ese país la religión era dirigida por los
cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice. Y la conversión de
Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que
derramar su sangre, para conseguir que sus paisanos aceptaran el catolicismo.
Nació en 1580, de padres católicos fervorosos. Su madre le enseñó a mirar de vez en cuando el crucifijo y pensar en lo que Jesucristo sufrió por nosotros, y esto le emocionaba mucho y le invitaba a dedicar su vida por hacer amar más a Nuestro Salvador.
De joven entró de ayudante de un
vendedor de telas, y en los ratos libres se dedicaba a leer libros religiosos.
Esto le disgustaba mucho al principio al dueño del almacén, pero después,
viendo que el joven se dedicaba con tanto esmero a los oficios que tenía que
hacer, se dio cuenta de que las lecturas piadosas lo llevaban a ser más bueno y
mejor cumplidor de su deber. Y tanto se encariñó aquel negociante con Josafat,
que le hizo dos ofertas: permitirle casarse con su hija y dejarlo como heredero
de todos sus bienes. El joven le agradeció sus ofrecimientos, pero le dijo que
había determinado conseguir más bien otra herencia: el cielo eterno. Y que para
ello se iba a dedicar a la vida religiosa.
Para su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que lo fueron guiando en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la Sma. Trinidad en Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso, dirigido por los monjes basilianos en 1604. Al monasterio lo siguió un gran amigo suyo y personaje muy sabio, Benjamín Rutsky, que será en adelante su eficaz colaborador en todo.
En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica. Pero le iba a costar hasta su propia sangre.
Josafat fue ordenado de
sacerdote, pero su vida siguió siendo como la del monje más mortificado. Muchas
horas cada día y cada noche dedicadas a la oración y a la lectura y meditación
de las Sagradas Escrituras y de los libros escritos por los santos. Como
penitencias aguantaba los terribles fríos del invierno y los calores
bochornosos del verano sin quejarse ni buscar refrescantes.
Cuando lo sorprendía una
espantosa tormenta de lluvias, truenos y rayos en pleno viaje, lo ofrecía todo
por sus pecados. Cuando los pobres estaban en grave necesidad se iba de casa en
casa pidiendo limosnas para ellos, y la humillación de estar pidiendo la
ofrecía por sus pecados y por los de los demás pecadores. Pero su especial
mortificación era soportar las gentes ásperas e incomprensivas, sin demostrar
jamás disgusto ni resentimiento.
Fue nombrado superior del
monasterio, en Vilma, pero varios de los monjes que allí vivían eran ortodoxos
y antirromanos. Con gran paciencia, mucha prudencia y caridad llena de finura y
de santa diplomacia, se los fue ganando a todos. Ellos se dieron cuenta de que
Josafat tenía el don de consejo, y le iban a consultar sus problemas e
inquietudes y sus respuestas los dejaban muy consolados y llenos de paz.
Con sus sabias conferencias los
fue convenciendo poco a poco de que la verdadera Iglesia es la católica y que
el sucesor de San Pedro es el Sumo Pontífice y que a él hay que obedecer.
Con razón los enemigos de la
religión lo llamaban “ladrón de almas”. Como jefe de los monasterios tenía el
deber de visitar las casas que pertenecían a la religión. Una vez fue a visitar
oficialmente una casa donde vivían unos 200 hombres que decían que se dedicaban
a la religión, pero que en verdad no llevaban una vida demasiado santa. El jefe
de esa casa salió furioso a recibirlo con unos perros bravísimos, anunciándole
que si se atrevía a entrar allí sería destrozado por esas fieras. Pero el santo
no se acobardó. Les habló de buenas maneras y los logró apaciguar. Ellos habían
determinado echarlo al río, pero después de escucharlo y al darse cuenta de que
era un hombre de Dios, santo y amable, aceptaron su visita, se hicieron sus
amigos y aceptaron sus recomendaciones. Las gentes decían: “Ahora sí que se
repitió el milagro antiguo: Daniel fue al foso de los leones y estos no le
hicieron nada”.
En 1617, fue nombrado arzobispo
de Polotsk, y se encontró con que su arzobispado estaba en el más completo
abandono. Se dedicó a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se
comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las
parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas
partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e instruir a los
ignorantes. Las gentes lo consideraban un gran santo. Algunos decían que
mientras celebraba misa se veían resplandores a su alrededor. En 1620 ya su
arzobispado era otra cosa totalmente diferente.
Pero sucedió que un tal Melecio
se hizo proclamar de arzobispo en vez de Josafat (mientras este visitaba
Polonia) y algunos revoltosos empezaron a recorrer los pueblos atizando una
revuelta contra el santo, diciendo que no querían obedecer al Papa de Roma.
Muchos relajados se sentían molestos porque san Josafat atacaba a los vicios y
a las malas costumbres.
En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara una escolta militar. Él no admitió esto y exclamó: “Si Dios me juzga digno de morir mártir, no temo morir“. El recibimiento fue feroz. Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó insultándolo, él les dijo:
En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara una escolta militar. Él no admitió esto y exclamó: “Si Dios me juzga digno de morir mártir, no temo morir“. El recibimiento fue feroz. Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó insultándolo, él les dijo:
Los enemigos se propusieron poner
una trampa al santo para poderlo matar. Le enviaron un individuo que todos los
días llegaba a su casa, mañana y tarde a insultarlo. Al fin uno de los
secretarios del arzobispo detuvo al insultante para que no faltara más al
respeto al prelado, y esta era la señal que los asesinos buscaban.
Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la ciudad, reunieron la chusma y se
lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de San Josafat.
Cuando él vio que iban a linchar
a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los atacantes: “Por favor, hijos
míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí
estoy yo para sufrir en vez de ellos”.
Al oír esto los jefes de la
sedición gritaron: “¡Que muera el amigo del Papa!” y se lanzaron contra él. Le
atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por
las calles de la ciudad y lo echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de
1623. Meses después los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron
perdón de su terrible crimen.
El Papa ha declarado a San
Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Josafat_de_Lituania.htm)