¡Oh!, San Samuel, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y Profeta, a quien servisteis en su Templo
santo, y que, vuestro nombre, honor hizo al pedido de vuestra
madre de darle un hijo varón. Además, por mandato divino,
a David ungisteis rey, y, de cuyo linaje, al mundo vendría
el Salvador del Mundo. Vuestra madre, de alegría plena,
al Señor cantó así: “Mi corazón se regocija por el Señor,
porque no hay santo como nuestro Dios, pues Él, a la mujer
estéril le permite tener hijos. El Señor hunde en el abismo
y levanta; da la pobreza y la riqueza; humilla y enaltece.
El levanta del polvo al desvalido; alza de la basura al pobre.
El guarda los pasos de sus amigos. El es un Dios que sabe;
Él es quien pesa todas las acciones”. Pidió el pueblo que se
le diera un rey. Y, vos, consultasteis a Dios, y el Señor
os dijo, que el rey sería Saúl. Y, vos, lo llamasteis y
lo proclamasteis rey ante todo el pueblo. Pero, Saúl, empezó
a desobedecer a Dios, el Señor os dijo: “He retirado mi
espíritu de Saúl y lo he pasado a David. Irás a Belén y
ungirás a ese joven como rey”. Y, vos, lo ungisteis. Ya
anciano, vos, reunisteis a todo el pueblo y les dijisteis:
“Durante cuarenta años los he guiado espiritualmente. Ahora
les pido que si alguno tiene alguna queja contra mí la diga
claramente. Y si a alguno le he quitado algo o le he hecho
algún mal, que lo diga sin más”. Y el pueblo entero os
respondió: “Ningún mal nos has hecho y a nadie le has quitado
nada, y nadie tiene la menor queja contra ti”. Y, así, y
luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Samuel; “viva, encarnación del Dios de la vida”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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06 de Abril
San Samuel
Profeta
06 de Abril
(año 1100 a.C.)
Samuel significa “Dios me ha escuchado” (Samu: me ha escuchado El:
Dios). En la S. Biblia la historia de Samuel es una de las más
interesantes y hermosas. Está narrada en los libros que se titulan 1º y
2º de Samuel, en el Antiguo Testamento.
Era hijo de Elcana y Ana, dos israelitas muy creyentes. Ana tenía la
enfermedad de la esterilidad que le impedía tener hijos y por eso la
otra esposa de su marido la humillaba continuamente. Ana lloraba de
continuo y ya no quería ni comer.
Y sucedió que un año cuando subieron a rezar en la Casa de oración de
Israel en Silo, Ana se quedó mucho tiempo junto al altar rezando con
mucha fe y gran fervor. Y el sacerdote Helí al verla mover tanto los
labios le dijo: “Ud. debe estar borracha y así no debería venir acá”.
Ella le respondió: “No estoy borracha, lo que estoy es muy angustiada y
he venido a implorar el favor de mi Dios”. El sacerdote le dijo: “Vete
en paz, que el Señor ha escuchado tu oración”.
Entonces Ana le hizo a Dios este voto o promesa: “Si me concedes un
hijo varón, te lo ofreceré para que se dedique a servirte a Ti en la
Casa de oración”. Y se volvió contenta a su casa lejana.
Y al año le dio Dios a Ana su primer hijo, al cual le puso por nombre
Samuel, que significa “Dios me ha escuchado”, porque ella decía “Dios
ha escuchado la oración que yo le hice pidiéndole un hijo”.
Cuando el niño ya fue grandecito, la mamá lo llevó a la Casa de
oración en Silo y se lo ofreció a Dios para que se dedicara para siempre
a servir junto al altar. Y llevó de regalo al templo un novillo de tres
años, un bulto de harina y una vasija de vino y entonó un hermoso himno
diciendo: “Mi corazón se regocija por el Señor, porque no hay santo
como nuestro Dios, pues El a la mujer estéril le permite tener hijos. El
Señor hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza; humilla
y enaltece. El levanta del polvo al desvalido; alza de la basura al
pobre. El guarda los pasos de sus amigos. El es un Dios que sabe; El es
quien pesa todas las acciones”.
El sacerdote del templo se llamaba Helí y tenía dos hijos muy
atrevidos que cometían muchas fechorías y maldades y el papá no se
atrevía a corregirlos. Los pecados de esos jóvenes disgustaban mucho a
Dios y el se propuso enviarles un castigo.
El niño Samuel se quedaba cada noche a dormir en la Casa de oración
para cuidarla. Y una noche oyó que lo llamaban diciendo: “¡Samuel!
¡Samuel!”. El jovencito creyó que era Helí el que lo llamaba y corrió a
donde el sacerdote y le dijo: “Aquí estoy señor. ¿Me ha llamado?”. Helí
le dijo: “No te he llamado. Vete a dormir en paz”. Pero la voz de Dios
volvió a llamar: – “¡Samuel!, ¡Samuel!”. El jovencito corrió otra vez
donde Helí para ver para qué lo necesitaba. Y así sucedió por tres
veces. Entonces Helí se dio cuenta de que era Dios el que lo llamaba y
le dijo: “Si te vuelve a llamar le dirás: Habla Señor que tu siervo
escucha”. Y así lo hizo Samuel cuando Dios lo volvió a llamar y entonces
oyó que Dios decía: “Voy a castigar a Helí y a sus hijos con terrible
mal, porque los hijos hicieron grandes males y el padre no los ha
corregido”.
Y sucedió entonces que los filisteos atacaron al pueblo de Israel. Y
los hijos de Helí se fueron con todo el ejército a defender la patria. Y
se llevaron el Arca de la Alianza (donde estaba el Maná y las tablas de
la Ley con los 10 Mandamientos) y se dio una gran batalla y los
filisteos derrotaron a los israelitas e hicieron una gran matanza y
asesinaron a los dos hijos de Helí y se robaron el Arca de la Alianza.
Cuando un mensajero llegó a contar a Helí que se habían robado el Arca y
habían matado a sus dos hijos, el pobre anciano que estaba sentado en
una silla, se fue para atrás del susto y se desnucó.
El pueblo eligió entonces como sacerdote al joven Samuel y Dios
empezó a traerle sus mensajes y a guiarlo en todo, porque Samuel era un
santo. Los filisteos devolvieron el Arca y hubo paz.
El Pueblo pidió que se le diera un rey. Samuel consultó a Dios, y el
Señor le dijo que el rey sería Saúl, el cual era el último de la última
familia, de la más pequeña tribu de Israel. Samuel lo llamó y le echó
aceite sagrado sobre su cabeza y lo proclamó rey anto todo el pueblo.
Y sucedió que Saúl empezó a desobedecer a lo que Dios ordenaba, y
entonces el Señor le dijo a Samuel: “He retirado mi espíritu de Saúl y
lo he pasado a David. Irás a Belén y ungirás a ese joven como rey”.
Samuel se fue a Belén a buscar a David. Este era un pastor de ovejas y
estaba en el campo cuidando los animales. Samuel lo hizo venir y
echando aceite sagrado sobre su cabeza lo ungió, y desde entonces el
espíritu de Dios vino a David y lo fue guiando en todas sus acciones.
Ya anciano, Samuel reunió a todo el pueblo y les dijo: “Durante 40
años los he guiado espiritualmente. Ahora les pido que si alguno tiene
alguna queja contra mí la diga claramente. Y si a alguno le he quitado
algo o le he hecho algún mal, que lo diga sin más”. Y el pueblo entero
le respondió: “Ningún mal nos has hecho y a nadie le has quitado nada, y
nadie tiene la menor queja contra ti”.
Y así terminó santamente su larga vida este hombre que desde muy
pequeñito fue llevado por su madre a servir junto al altar a Dios y que
cada día y cada hora, tuvo por único fin de su existencia agradar a
Nuestro Señor. Que Dios nos envíe muchos sacerdotes tan santos como
Samuel.
¿Has visto a uno que cumple bien su deber? Ese ocupará puestos importantes. (S. Biblia. Proverbios).
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Samuel.htm)