24 agosto, 2024

San Bartolomé Apóstol, patrono de los carniceros, fabricantes de libros, guantes, pieles, zapateros y sastres.

 Basílica de Nuestra Señora de los Remedios - Naucalpan - Hoy celebramos a  San Bartolomé, Apóstol. Patrón de los carniceros, zapateros y sastres. San  Bartolomé, al que la más antigua tradición ha

¡Oh!, San Bartolomé, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su Apóstol y amado santo. Vos, tuvisteis el encuentro que os
cambió la vida, cuando por vez primera a Jesús, conocisteis.
Y, Jesús, dijo de vos, así: “Ahí tienen a un israelita
de verdad, en quien no hay engaño”. Y, vos, le dijisteis:
“¿Desde cuándo me conoces?” Y, Jesús os dijo: “antes de que
Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol,
yo te vi”. Y, vos, le respondisteis: “Maestro, Tú eres el Hijo
de Dios, Tú eres el Rey de Israel”. Y, así, con vuestros
otros once amigos, testigo fuisteis de los milagros de Jesús,
oísteis sus sublimes enseñanzas y recibiendo el Espíritu
Santo, con Él, marchasteis a la India y a Armenia, convirtiendo
muchas gentes. Un día cualquiera, el mal, tomó cuerpo
y os martirizó quitándoos vuestra piel y luego cortándoos
vuestra cabeza. Pero vos, sabías que la santidad no es hacer
milagros, ni hacer hazañas, sino, la vida dedicar a Dios,
amar a Cristo, su evangelio propagar, y el bien a cada
instante procurar con alegría y amor. Y, como pago de ello,
vuestra alma, coronada está en el cielo de eterna luz,
como muy justo premio a vuestra entrega de amor y fe,
Santo Patrono de los fabricantes de libros y de los carniceros;
¡oh!, San Bartolomé, “vivo amor por el Dios Vivo de la Vida”.

 © 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de agosto
San Bartolomé, Apóstol
(Siglo I)

A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa “regalo de Dios”). Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: “Jesús se encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. Felipe se encontró a Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret”. Natanael le respondió: ” ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?” Felipe le dijo: “Ven y verás”. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” Natanael le preguntó: “¿Desde cuando me conoces?” Le respondió Jesús: “antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi”. Le respondió Natanael: “Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”. Jesús le contestó: “Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre.” (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: “¡Ven y verás que gran profeta es!”

Una revelación que lo convenció

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: “Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño”. El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: “Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas”. Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: “¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: “San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza”.

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bartolomé_8_24.htm)

San Felipe Benizi, Propagador de la Orden de los Siervos de María

 

 

¡Oh!, San Felipe Benize; sois vos, el hijo del Dios de la
vida y su amado santo y, el mismo a quien la Reina del cielo
Santa María Virgen escogiera para propagarla . Sí, aquella
la de los «Servitas», o «Siervos de la Madre de Dios»,
famosa en vuestro tiempo y hoy, por el mundo extendida.
Por madre tomasteis a María Santa y, como “libro único”,
a Cristo Jesús Dios y Señor Nuestro, a quien “leísteis” fielmente
y “de palmo a palmo”. Al finalizar un intenso y largo
retiro espiritual, visitasteis los conventos de Alemania y Francia
para esparcir vuestra orden. Por vuestra sabiduría a todos
impresionasteis y con el «don de lenguas» convertisteis
a miles de pecadores y reconciliasteis a los cismáticos.
San Alejo, puso bajo vuestra dirección a su sobrina Santa
Juliana, quien fundó la tercera orden de las «Siervas
de María». También vos, os encargasteis de enviar
a los primeros misioneros servitas al oriente y, algunos
de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe
a Cristo. Al final de vuestra piadosa e ilustre vida, decidisteis
retiraros a vivir al más pobre y humilde convento
de vuestra orden, donde pasasteis vuestros últimos
días, orando y postrado ante la imagen de vuestra amada
“Madre”, Santa María, hasta el día en que, voló
vuestra alma al cielo para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Felipe Benize, “vivo siervo de la Madre del Dios Vivo».

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
 
 
23 de agosto
San Felipe Benizi
Propagador de la Orden de los Siervos de María 
 
Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro († 1285).
Fecha de beatificación: Culto confirmado el 8 de octubre de 1645 por el Papa Inocencio X
Fecha de canonización: 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X.
 
Brreve Biografía
 
El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.
 
Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: "Acércate y sube a este carro".
 
Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: "Felipe, acércate y sube a este carro", tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: "Felipe, acércate y sube a este carro". Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.
 
Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.
 
En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.
 
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.
Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.(Catholic net)