Texto del Evangelio (Lc 21,5-19):En aquel
tiempo, como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de
bellas piedras y ofrendas votivas, Él dijo: «Esto que veis, llegarán
días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».
Le
preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de
que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Mirad, no os
dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo:
‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar
de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que
sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato».
Entonces
les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá
cosas espantosas, y grandes señales del cielo. Pero, antes de todo esto,
os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y
cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os
sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no
preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a
la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.
Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a
algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre.
Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas».
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«Mirad, no os dejéis engañar» + Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach (Vilamarí, Girona, España)
Hoy, el Evangelio nos habla de la última venida del Hijo del hombre.
Se acerca el final del año litúrgico y la Iglesia nos presenta la
parusía, y al mismo tiempo quiere que pensemos en nuestras postrimerías:
muerte, juicio, infierno o cielo. El fin de un viaje condiciona su
realización. Si quieres ir al infierno, te podrás comportar de una
manera determinada de acuerdo con el término de tu viaje. Si escoges el
cielo, habrás de ser coherente con la Gloria que quieres conquistar.
Siempre, libremente. Al infierno no va nadie por la fuerza; ni al cielo,
tampoco. Dios es justo y da a cada uno lo que se ha ganado, ni más ni
menos. No castiga ni premia arbitrariamente, movido por simpatías o
antipatías. Respeta nuestra libertad. Sin embargo, hay que tener
presente que al salir de este mundo la libertad ya no podrá escoger. El
árbol permanecerá tendido por el lado en que haya caído.
«Morir
en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso
de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra
propia y libre elección» (Catecismo de la Iglesia n. 1033).
¿Te
imaginas la grandiosidad del espectáculo? Los hombres y las mujeres de
todas las razas y de todos los tiempos, con nuestro cuerpo resucitado y
nuestra alma compareceremos delante de Jesucristo, que presidirá el acto
con gran poder y majestad. Vendrá a juzgarnos en presencia de todo el
mundo. Si la entrada no fuera gratuita, valdría la pena… Entonces se
sabrá la verdad de todos nuestros actos interiores y exteriores.
Entonces veremos de quién son los dineros, los hijos, los libros, los
proyectos y las demás cosas: «No quedará piedra sobre piedra que no sea
derruida» (Lc 21,6). Día de alegría y de gloria para unos; día de
tristeza y de vergüenza para otros. Lo que no quieras que aparezca
públicamente, ahora te es posible eliminarlo con una confesión bien
hecha. No puedes improvisar un acto tan solemne y comprometedor. Jesús
nos lo advierte: «Mirad, no os dejéis engañar» (Lc 21,8). ¿Estás
preparado ahora?
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «Toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración. Es fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida» (San Juan Pablo II)
- «‘Con su perseverancia salvarán sus almas’. ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia. El Señor, dueño de la historia, lleva todo a su cumplimiento. ¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá!» (Francisco)
- «Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.810)