02 septiembre, 2016

San Moisés, Profeta

 


!Oh!, San Moisés, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, que, salvado de las aguas del Nilo,
criado junto al Faraón y elegido para salvar a vuestro
pueblo fuisteis por obra del Altísimo. Además, instrumento
de Dios en las plagas y caudillo en el mar Rojo. Y, ya
en el desierto, el hombre de la Alianza: Amigo de Dios,
padre de vuestro pueblo, legislador, juez, guerrero y
libertador. Os resististeis a aceptar las debilidades
de vuestro pueblo y viendo ya la Tierra Prometida,
expirasteis tal y conforme, os lo había dicho Dios. Vos,
que extendisteis vuestra mano sobre el mar Rojo y lo
secasteis, brotar agua de la roca en el desierto, el maná
de Dios y las codornices, para la hambruna de vuestro
pueblo cesar, os convertisteis en el hombre que visteis
escuchasteis y recibisteis de Él, la “Tabla de la Vida”
en el Sinaí, para toda la humanidad: “Yo soy el Señor
tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No
tendrás otros dioses rivales míos. Honra a tu padre y a
tu madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás
los bienes de tu prójimo: ni la mujer, ni su esclavo,
ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él”. Y, así,
desde entonces, La Ley por Moisés y la Gracia por Cristo.
Hoy, brilláis en el alto cielo, coronado todo, con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Moisés, “vivo portador de la Ley y la gracia de Cristo”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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2 de Septiembre
San Moisés
Profeta del Antiguo Testamento



Salvado de las aguas. Criado junto al Faraón. Elegido para salvar a su pueblo. Instrumento de Dios en las plagas. Caudillo desde el mar Rojo. Y ya en el desierto, el hombre de la Alianza: Amigo de Dios, padre del pueblo, legislador, juez, guerrero, libertador…

Es el hombre fuerte como un titán que se resiste a aceptar las debilidades de su pueblo.
Dios permite su fracaso. Viendo ya la Tierra Prometida, muere con la esperanza incumplida de entrar en la tierra de Canaán.

El que extendió su mano en el mar y lo secó o hizo brotar agua de la roca en el desierto, o consiguió de Dios el maná y las codornices para quitar la hambruna no disfruta su máximo proyecto humano: entrar en la Tierra de Promisión.
El sinsabor de la derrota humana es permitido por Dios para que reconozcamos nuestra flaqueza. El fracaso en lo humano marca la dependencia del creador.

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=422)