03 abril, 2013

San Ricardo de Chichester




Oh, San Ricardo de Chichester, vos, sois 
el hijo del Dios de la vida y su amado 
santo, que, maltratado por la realeza, os
mostrasteis, afable y generoso en ayudar 
a los pobres. Vivía, en vuestro tiempo, el
clero, en los lujos del poder, y el pueblo,
en cruel miseria y triste, y éste; fue vuestro 

natural amor, pues, en la ignorancia y la 
superstición sumidos estaban. Vuestra 
bandera fue la justicia, la moral y la lucha 
contra los avaros. Fuisteis, obispo vagabundo, 
en vuestra legítima diócesis, e hicisteis de 
obispo misionero, a pie viajando y la palabra 
de Dios, diseminándola, entre los pescadores, 
catequizando a los humildes y compartiendo 
de olla los alimentos. El poder y los vicios 
de vuestra época, condenasteis con gran 
energía y, a cabo llevando una pastoral de 
amor y de fe, con el evangelio de Cristo. 
Dios, jamás os abandonó. Y, vos, habiendo 
gastado vuestra vida, partió vuestra alma
al cielo, para, coronada ser de luz, como 

premio a vuestros desvelos. “Amoroso 
navegante a contra corriente”, fe cierta;
oh, San Ricardo de Chichester, “luz y obra”.


© 2013 Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Abril
San Ricardo de Chichester
Obispo


Martirologio Romano: En Chichester, en Inglaterra, san Ricardo, obispo, que, desterrado por el rey Enrique III y restituido después en la sede, se mostró generoso en ayudar a los pobres (1235). Etimológicamente: Ricardo = Aquel que es un líder, es de origen germánico. Fecha de canonización: 22 de enero de 1262 por el Papa Urbano IV.

A finales del siglo XII nace Ricardo, en Wyche, en una familia de trabajadores del campo. Choca la austeridad y dureza permanente de su vida con el estilo de los grandes de su tiempo. Los obispos son “lores” y amantes de los cuidados humanos; los monjes abundan en la prosperidad y el lujo; los nobles son ambiciosos y en el trono se aprecia una corriente fuertemente regalista. La clase baja del pueblo es pobre y está sumida en la ignorancia y en la superstición. Ricardo es enérgico e intransigente cuando se tratan asuntos en los que está presente la injusticia, la inmoralidad o la avaricia.

Posiblemente esta condición natural en él sea lo que le lleva a un distanciamiento, cuando no rechazo de los poderosos. El caso es que la austeridad vivida en casa de sus padres -cuando fue niño- debió prepararle para la misión que había de desempeñar de adulto.

Marcha a estudiar a Oxford donde tiene buenos maestros franciscanos y dominicos; y como los recursos no estiran más, pasó hambre y frío. Una corta estancia en París y vuelta a Oxford, graduándose en Artes. En Bolonia aprende durante siete años los cánones, haciendo lo que hoy llamaríamos la carrera de Derecho. Cuando vuelve a Oxford es nombrado Canciller de la Universidad, Canciller del arzobispado de Canterbury y también de Lincoln, donde estaba de obispo su antiguo amigo y profesor Grosseteste. Ejerce la docencia en Orleáns por dos años y allí se ordena sacerdote.

El Arzobispo de Canterbury lo nombra obispo de Chichester, a la muerte del obispo Ralph Neville. Y aquí comienza una etapa de dificultades mayores y de vigoroso testimonio.

El rey Enrique III, que se apodera por sistema de los beneficios eclesiásticos vacantes, se opone rotundamente a esta elección. Además, prefiere para la sede libre a Roberto Passelewe por razones de “erario real”. Interviene el papa Inocencio IV que está presidiendo en este tiempo el concilio de Lyon, confirmando el nombramiento de Ricardo y consagrándolo personalmente, el 5 de marzo de 1245. Pero esto pone peor las cosas. Y es que el alto prestigio adquirido por el papado desde el siglo IX ha venido a menos desde que se hundió la Casa de Hohenstaufen y los papas se han inclinado hacia Francia; la rivalidad existente entre Inglaterra y Francia provoca de rebote reacciones contra Roma que se manifiestan en un fuerte nacionalismo inglés, en la resistencia del trono a aceptar las decisiones del papa y en intransigencias e intromisiones en las materias mixtas. Hasta los Legados pontificios son mal recibidos, si no ignorados, en la corte inglesa.

En estas circunstancias, el nombramiento de Ricardo ha caído, humanamente, en mal momento. El rey ha mandado cerrarle físicamente las puertas del palacio episcopal y ha prohibido darle cobijo y dinero. El temor de la gente a la venganza real lleva a que se vea a Ricardo-obispo vagabundo por su legítima diócesis, haciendo de obispo misionero, viajando a pie y desprovisto de servicio. Debía ser una estampa curiosa en la época en que los obispos eran “lores” y jamás trabajaban sin séquito. Visita las casas de los pescadores y catequiza a los humildes con quienes comparte alimento. ¡Todo un escándalo para altos eclesiásticos que gustan de fastuosidades y de monjes que disfrutan de buena mesa! Condena los abusos de poder y los vicios de la época con extraordinaria energía; de modo especial presenta una defensa a ultranza del derecho frente a la arbitrariedad y al abuso de poder; predica la doctrina evangélica frente al nepotismo reinante.

Fueron ocho años de obispo en que supo mantenerse, con fortaleza, libre de presiones. De hecho, nadie se explica cómo fue posible reunir una y otra vez a su Cabildo para sacar adelante las Constituciones que son de esa época y sientan los modos de hacer en adelante, señalando una praxis pastoral distinta y más adecuada a los principios evangélicos.

Murió en la casa-asilo -”Mas-Dieu”- para sacerdotes pobres y peregrinos, a los 55 años.
Navegar contra corriente tiene sabor de Evangelio, pero precisa rectitud, austeridad y disposición a aceptar el sufrimiento.