Oh, San Martín de Tours; sois vos, el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo. Y, ese hombre al que
llamaban el de la “media capa” aquella, que, con amor
compartisteis con Aquél “pobre”, que resultó siendo
el mismo Jesús. Y, desde entonces, y, por siempre,
con sumo amor y bondad os ganasteis a cuanto hombre
se os cruzó con vos, convirtiéndolos a la “Buena Nueva”
de la vida. “Batallador”, como significa vuestro nombre,
grande honor le hicisteis pues, vuestra huella, desde
el alto cielo, ilumina el camino de los hombres, que
os imitan. “Con la espada podía vencer a los enemigos
materiales. Con la cruz, estoy derrotando a los enemigos
espirituales”. “fui soldado por obligación y por deber,
y monje por inclinación y para salvar mi alma”. Así,
respondisteis, lleno de fe y pleno de valor, a quien
osó, preguntaros sobre el por qué, el ejército habíais
abandonado, para, abrazaros a la cruz de Cristo. “Hasta
ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en
adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión”.
Así, os dirigisteis a vuestro general jefe, y él, quiso
daros varios premios pero vos, respondisteis: “Estos
regalos repártelos entre los que van a seguir luchando
en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de
Jesucristo, y mis premios serán espirituales”. Vuestros
discípulos os suplicaban llorando, cuando os ibais a
morir diciendo: “¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas
huérfanos y solos y desamparados?”. Y, vos, respondisteis
así: “Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehusó
ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras
mandar”. Y, así, luego de haberos gastado para Él, voló
vuestra alma, al cielo, para coronada ser, con corona
de luz, como premio a vuestra vida donada de amor y fe;
oh, San Martín de Tours, “batallador de la luz y del amor”.
de la vida, y su amado santo. Y, ese hombre al que
llamaban el de la “media capa” aquella, que, con amor
compartisteis con Aquél “pobre”, que resultó siendo
el mismo Jesús. Y, desde entonces, y, por siempre,
con sumo amor y bondad os ganasteis a cuanto hombre
se os cruzó con vos, convirtiéndolos a la “Buena Nueva”
de la vida. “Batallador”, como significa vuestro nombre,
grande honor le hicisteis pues, vuestra huella, desde
el alto cielo, ilumina el camino de los hombres, que
os imitan. “Con la espada podía vencer a los enemigos
materiales. Con la cruz, estoy derrotando a los enemigos
espirituales”. “fui soldado por obligación y por deber,
y monje por inclinación y para salvar mi alma”. Así,
respondisteis, lleno de fe y pleno de valor, a quien
osó, preguntaros sobre el por qué, el ejército habíais
abandonado, para, abrazaros a la cruz de Cristo. “Hasta
ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en
adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión”.
Así, os dirigisteis a vuestro general jefe, y él, quiso
daros varios premios pero vos, respondisteis: “Estos
regalos repártelos entre los que van a seguir luchando
en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de
Jesucristo, y mis premios serán espirituales”. Vuestros
discípulos os suplicaban llorando, cuando os ibais a
morir diciendo: “¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas
huérfanos y solos y desamparados?”. Y, vos, respondisteis
así: “Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehusó
ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras
mandar”. Y, así, luego de haberos gastado para Él, voló
vuestra alma, al cielo, para coronada ser, con corona
de luz, como premio a vuestra vida donada de amor y fe;
oh, San Martín de Tours, “batallador de la luz y del amor”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Noviembre
San Martín de Tours
Obispo
Año 397
San Martín de Tours
Obispo
Año 397
Que el simpático San Martín nos obtenga de Dios la gracia de
recordar siempre que todo favor que hacemos al prójimo lo recibe y lo
paga Jesucristo, como si se lo hubiéramos hecho a Él en persona. Si
tenéis fe, nada será imposible para vosotros (Jesucristo. Mt. 17,20).
Martín significa: “el batallador”. (De Mart = batalla). San Martín es
un gran santo queridísimo para los franceses, y muy popular en todo el
mundo. Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era
hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme
militar.
Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho
que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia).
Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre
hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no
llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes
su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que
Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había
regalado al pobre y oyó que le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu
manto”.
Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan
pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea
estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general
que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: “Hasta ahora
te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a
Jesucristo propagando su santa religión”. El general quiso darle varios
premios pero él le dijo: “Estos regalos repártelos entre los que van a
seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de
Jesucristo, y mis premios serán espirituales”.
En seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San
Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo.
Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la
meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá
fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo
en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer
sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los
alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas
curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué
profesiones había ejercido respondía: “fui soldado por obligación y por
deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma”.
Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo
necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo
obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como
obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese
cargo, lo obligaron a aceptar.
En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los
milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron
desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las conversiones
al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que convirtió fue
a su madre y a sus hermanos que eran paganos.
Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un
cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: “Con la
espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy
derrotando a los enemigos espirituales”.
Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un
sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia. Dice su
biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre
de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más
exquisita bondad con todos.
Un día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y
la pasó primero a un sacerdote y después al emperador, que estaba allí a
su lado. Y explicó el por qué: “Es que el emperador tiene potestad
sobre lo material, pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre
lo espiritual”. Al emperador le agradó aquella explicación.
En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y
su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo
querían eran ciertos tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero
el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de
cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas
costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer
castigar: “Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a
este que me traiciona?”.
Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en
ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que
declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y
aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía
la tortura.
Supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la
noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho
de enfermo y le suplicaban llorando: “¿Te alejas padre de nosotros, y
nos dejas huérfanos y solos y desamparados?”. El santo respondió con una
frase que se ha hecho famosa: “Señor, si en algo puedo ser útil
todavía, no rehuso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me
quieras mandar”.
Pero Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó
a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la
tierra. El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para
dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño
santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir “medio
manto” se dice “capilla”, la gente decía: “Vamos a orar donde está la
capilla”. Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños
salones que se hacen para orar.
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