30 septiembre, 2025

San Jerónimo, Traductor de la Sagrada Biblia y Doctor de la Iglesia

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30 de septiembre
San Jerónimo
Traductor de la Sagrada Biblia y
Doctor de la Iglesia
 
Cada 30 de septiembre, la Iglesia Católica celebra a San Jerónimo (c. 340 - 420), el más célebre traductor de la Biblia de toda la historia. Forma parte del grupo de los Padres de la Iglesia latina al lado de San Agustín, San Ambrosio y San Gregorio. San Jerónimo ostenta además el título de Doctor de la Iglesia.
 
Jerónimo de Estridón, como también se le conoce, fue el gran traductor de la Biblia en los tiempos antiguos (siglo IV). Por la pulcritud de su trabajo y su profundo conocimiento, tanto de la Escritura como de las lenguas antiguas (el hebreo, el griego y el latín), dejó una huella imborrable en la tradición exegética de la Iglesia.
 
San Jerónimo tradujo los distintos libros que componen la Biblia (libros canónicos) al latín, tomando como punto de partida los textos antiguos en sus lenguas originales, es decir, las versiones en griego y en hebreo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Como se sabe, el latín fue la lengua más importante de su tiempo y hasta el día de hoy se le considera la lengua oficial de la Iglesia Católica. Esta titánica labor la realizó Jerónimo por encargo del Papa Dámaso I (p.366-384).
 
Por eso, para la Tradición, este santo representa el amor a la Palabra de Dios por antonomasia, amor que expresó de la siguiente manera: "Ama la sagrada Escritura, y la sabiduría te amará; ámala tiernamente, y te custodiará; hónrala y recibirás sus caricias”.
 
La Vulgata
 
Eusebio Hierónimo (Jerónimo) nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340. Estudió en Roma y allí fue bautizado. Luego se trasladó a Oriente, donde sería ordenado presbítero. Después de retornar a Roma, se convirtió en secretario del Papa Dámaso.
 
En esa época, por encargo del Sumo Pontífice, Jerónimo empezó a trabajar en una traducción de la Biblia al latín -su lengua materna-. El santo destacaba también en el manejo de las lenguas más importantes de aquellos tiempos y en vista a que los libros de las Sagradas Escrituras estaban originalmente escritos en hebreo, arameo y griego, el Papa vio en Jerónimo la persona más adecuada para realizar esa tarea.
 
San Jerónimo corrigió la versión latina del Nuevo Testamento (Vetus Latina) y después comenzó a traducir el Antiguo Testamento directamente del hebreo. Se sabe que empleó la Septuaginta, es decir, la versión de la biblia en griego, conocida como la Biblia Griega o de los Setenta, proveniente de Alejandría.
 
En medio del proceso de traducción, el santo se trasladó a Belén (Tierra Santa) con el propósito de conocer mejor la cultura y perfeccionar su hebreo -eso lo convirtió técnicamente en una suerte de padre de la filología como disciplina-. Vivió allí por varios años (aproximadamente una década) dedicándose a la par a escribir comentarios e interpretaciones de la Sagrada Escritura. De esta etapa surgieron la mayoría de sus grandes comentarios sobre una variedad de pasajes bíblicos.
 
A la traducción de la Biblia hecha por San Jerónimo se le conoce como “Vulgata” (“Vulgata Editio”, es decir, “edición para el pueblo”), concluida hacia el año 405 y que fue considerada por siglos como la versión oficial de la Biblia por la Iglesia Católica. De hecho, más de un milenio después, en 1546, los Padres Conciliares de Trento (Concilio de Trento, 1545-1563) reconocieron que la Vulgata latina gozaba de dicha condición.
 
La historia de la gruta de Belén
 
De acuerdo a la tradición, una noche de Navidad, después de que los fieles cristianos se retiraron de la gruta de Belén, el santo se quedó rezando solo en el lugar.
 
De pronto, escuchó en su interior que el Niño Jesús le decía: "Jerónimo ¿qué me vas a regalar en mi cumpleaños?". Él respondió: "Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca". El Niño Jesús añadió: "¿Y ya no me regalas nada más?". “¡Oh mi amado Salvador! -exclamó Jerónimo- por ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras... ¿Qué más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti".
 
El Divino Niño entonces le dijo: "Jerónimo: regálame tus pecados para perdonártelos". El santo al oír esto se echó a llorar de emoción y exclamó: "¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!".
 
Septiembre, mes de la Biblia
 
San Jerónimo murió el 30 de septiembre del año 420. Por eso, cada mes de septiembre -en el que se celebra su fiesta litúrgica- la Iglesia promueve entre los fieles el conocimiento y amor a la Biblia. Decía el santo: “Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo”.
 
El Papa Benedicto XVI, en la audiencia general del 7 de noviembre de 2007, recordó las palabras que San Jerónimo dirigió a San Paulino de Nola (354-431): “En la palabra de Dios recibimos la eternidad, la vida eterna. Dice San Jerónimo: ‘Tratemos de aprender en la tierra las verdades cuya consistencia permanecerá también en el cielo’”.(ACI Prensa).

 

28 septiembre, 2025

Domingo 26 (C) del tiempo ordinario

 JESÚS Y LOS FARISEOS (NO TODOS): JUSTICIA 

Domingo 28 de septiembre
Domingo 26 (C) del tiempo ordinario
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
Lucas 16, 19-31
 
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
 
Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
 
Entonces gritó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas'. Pero Abraham le contestó: 'Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá'.
 
El rico insistió: 'Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos'. Abraham le dijo: 'Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen'. Pero el rico replicó: 'No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán'. Abraham repuso: 'Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto'".
 
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La palabra de los Papas
 
Hoy el evangelio de san Lucas presenta la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 19-31). El rico personifica el uso injusto de las riquezas por parte de quien las utiliza para un lujo desenfrenado y egoísta, pensando solamente en satisfacerse a sí mismo, sin tener en cuenta de ningún modo al mendigo que está a su puerta. El pobre, al contrario, representa a la persona de la que solamente Dios se cuida: a diferencia del rico, tiene un nombre, Lázaro, abreviatura de Eleázaro (Eleazar), que significa precisamente "Dios le ayuda". A quien está olvidado de todos, Dios no lo olvida; quien no vale nada a los ojos de los hombres, es valioso a los del Señor. La narración muestra cómo la iniquidad terrena es vencida por la justicia divina: después de la muerte, Lázaro es acogido "en el seno de Abraham", es decir, en la bienaventuranza eterna, mientras que el rico acaba "en el infierno, en medio de los tormentos". Se trata de una nueva situación inapelable y definitiva, por lo cual es necesario arrepentirse durante la vida; hacerlo después de la muerte no sirve para nada. (Papa Benedicto XVI, Ángelus, 30 de septiembre de 2007) (Vatican News).
 
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Aprended a ser ricos y pobres tanto los que tenéis algo en este mundo, como los que no tenéis nada. Pues también encontráis al mendigo que se ensoberbece y al acaudalado que se humilla. ¡Dios mira al interior!» (San Agustín)
 
«Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de la oración» (Francisco)
 
«(…) El drama del hambre en el mundo llama a los cristianos que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus hermanos, tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la familia humana (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.831) (Evangeli net).

27 septiembre, 2025

San Vicente de Paú,l Patrono de las obras de caridad

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27 de septiembre
San Vicente de Paúl
Patrono de las obras de caridad 
 
Cada 27 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Vicente de Paúl (1581-1660), sacerdote francés, pionero de las obras sociales católicas en los tiempos modernos y, fundamentalmente, un ejemplo de caridad inagotable.
 
Profesó una devoción inmensa a la Virgen María, a quien consideraba la inspiradora y protectora de su obra: “Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo” (San Vicente de Paúl).
 
San Vicente de Paúl es el patrono de las obras de caridad. Entre las muchas que emprendió, destaca la Congregación de la Misión, de la cual fue fundador. Hoy sus miembros son llamados “vicentinos” en su honor. También debe mencionarse a las Hijas de la Caridad, conocidas como “vicentinas”. Si se conoce algo del bien que han hecho ambas órdenes religiosas y el impacto que han tenido, es simplemente imposible poner en duda a San Vicente de Paul como una de las figuras más representativas del catolicismo francés del siglo XVII.
 
Primeros años
 
Vicente de Paúl de Moras nació en Gascuña, Francia, en 1581, en el seno de una familia de campesinos. Hay bastante seguridad sobre estos datos, aunque subsiste la polémica, más que nada, sobre el lugar exacto donde nació. Dos localidades se disputan hoy ese privilegio: la aldea de Pouy, que, desde el siglo XIX, se llama Saint-Vincent-de-Paul en su honor; y Tamarite de Litera, lugar donde nacieron sus padres.
 
De adolescente fue enviado al colegio de los franciscanos en la próspera ciudad de Dax, donde se entregó de lleno a los estudios. Allí también, años después, recibiría la tonsura y las órdenes menores, para luego ingresar a la universidad de Toulouse, donde estudiaría teología.
 
Su padre, antes de fallecer, destinó que sus bienes sirvieran para pagar el resto de la educación de Vicente, aunque, al final, sería él mismo santo, como heredero principal, quien renunciaría al dinero para vérselas por sí mismo. Así, Vicente empezó a trabajar como profesor en un colegio.
 
Sacerdocio precoz
 
Vicente fue ordenado sacerdote en 1600, con tan solo diecinueve años, e inmediatamente el obispo, dada la madurez del novel presbítero, quiso encargarle una parroquia que, sin embargo, no llegó a asumir debido a su corta edad -el código de derecho canónico se lo impedía dada su juventud-.
 
El Padre Vicente de Paul prefirió continuar así sus estudios y postergar la posibilidad de asumir algún cargo. Para lograrlo necesitaba dinero y sabía que estaba completamente desprovisto de fortuna. Fue entonces que recibió una sorprendente noticia: una dama muy anciana de Toulouse le había dejado una herencia. Para cobrarla, Vicente debía ir rumbo a Marsella. Lamentablemente, cuando se embarcó de regreso, el barco en el que viajaba fue atacado por un grupo de piratas turcos y Vicente fue hecho prisionero.
 
Algunos de sus biógrafos dan cuenta de que fue vendido como esclavo y que estuvo al servicio primero de un pescador, luego de un médico y finalmente de un cristiano apóstata, exfraile franciscano. A este último, Vicente logró devolverlo a la fe cristiana -aquel hombre había adoptado el Islam- y gracias a su ayuda logró regresar a París.
 
"De buena gana gastaré lo que tengo…" (2 Cor 12, 15)
 
Después de retomar el ejercicio sacerdotal, Vicente fue nombrado capellán, pero tuvo que pasar por abundantes penurias económicas.
 
Providencialmente, a través de un amigo suyo, el futuro cardenal Pedro de Berulle, consiguió un empleo como preceptor de los hijos de una ilustre familia lugareña, los Condi. En estas circunstancias Vicente empieza a decantar con más profundidad el Evangelio y las exigencias propias de la vida cristiana: trabajando para quienes ostentan riqueza ponderó mejor el drama de quienes viven en la pobreza.
 
El Padre Vicente se propuso pagar con amor todo el amor recibido de Dios, y quiso hacerlo de manera especial con los más necesitados.
 
De esta manera, dio un giro en su labor pastoral y empezó a atender moribundos, abandonados y enfermos. Las visitas a lugares remotos se hicieron cada vez más frecuentes. El santo iba y venía con el propósito de atender a quien lo requería. Sabía muy bien que Dios, en su ternura, no podía olvidarse del más necesitado.
 
"...Y hasta me entregaré entero por todos ustedes" (2 Cor 12, 15)
Su experiencia de vida al servicio del Señor le infundió en el corazón el deseo de organizar una congregación que se ocupase de administrar principalmente obras de caridad. Así, Vicente fundó la Congregación de la Misión.
 
Ser misionero para él era algo que solo podía sostenerse en la oración dedicada y constante. Su tiempo como preceptor y la buena formación teológica que recibió lo inspiraron para que los miembros de la nueva congregación se dediquen también a la formación del clero. Después, junto a Santa Luisa de Marillac, fundaría la Compañía de las Hijas de la Caridad.
 
Para San Vicente, además de la oración, era importantísimo el cultivo de la virtud, en especial de la humildad. Esta debería ser la base de la vida cristiana y cualidad indispensable de los sacerdotes misioneros.
 
Promotor de la vida espiritual y el recurso al consejo
 
San Vicente conoció al obispo San Francisco de Sales quien le encargó la capellanía de las ‘visitandinas’ (Orden de la Visitación) de París, y la dirección espiritual de Santa Juana de Chantal (1572-1641). Con el correr del tiempo llegó a ser consejero de autoridades y gobernantes.
El buen Vicente fue un verdadero amigo de los desposeídos y un celoso apóstol de su tiempo. Partió a la Casa del Padre el 27 de septiembre de 1660. (ACI Prensa).

26 septiembre, 2025

San Cosme y San Damián, mártires y Patronos de los médicos y cirujanos

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26 de septiembre
San Cosme y San Damián 
Patronos de los mádicos y cirujanos
 
Cada 26 de septiembre se celebra a los mártires San Cosme y San Damián, los hermanos gemelos dedicados a la medicina que murieron martirizados durante la persecución del emperador Diocleciano, en el siglo III.
 
Junto a San Lucas Evangelista, estos hermanos son considerados habitualmente como los santos patronos de médicos y cirujanos.
 
Médicos ejemplares
 
Según la tradición, Cosme y Damián nacieron en algún lugar de la Arabia peninsular, entre Asia y África. Aprendieron ciencias en Siria y destacaron en el campo de la medicina de aquellos tiempos. Se dice, además, que estos mártires realizaron numerosas curaciones milagrosas. Sus vidas evocan proezas y milagros: alivio de dolores extremos, sanación de extrañas enfermedades e, incluso, sorprendentes cirugías -incluyendo un milagroso trasplante de pierna-; todo hecho con los mínimos recursos con los que se contaba en la época.
 
Ambos se hicieron de gran fama y la gente llegó a apreciarlos muchísimo, en concreto, porque nunca pidieron dinero a cambio del servicio que prestaban. En Oriente, aún hoy, se les llama “los santos sin dinero” (anargiros o enemigos del dinero).
 
Cosme y Damián entendieron a la perfección que ponerse al servicio de la gente era una manera de anunciar a Cristo, Servidor de la humanidad; así como de servirlo. Ellos sabían muy bien que el servicio es algo que compromete de palabra y acción, que además mueve a la oración constante y que llena el corazón de amor a los demás.
 
Con ese espíritu, los hermanos se convirtieron en cristianos y en “médicos del cuerpo y del alma”.
 
Testigos de Aquél que cura toda herida y enfermedad
 
Los hermanos continuaron gozando del cariño y respeto de sus coetáneos. Lamentablemente, durante la persecución de Diocleciano (e. 284- ca.305), ambos fueron apresados por ser cristianos y después condenados a muerte.
 
Dios quiso manifestarse a través de ellos y por eso les concedió una gran fortaleza. Fueron varios los intentos para quitarles la vida que no dieron resultado. Se dice que primero los arrojaron al mar atados a pesadas rocas para que se ahogaran; no funcionó, pues las ataduras se soltaron una y otra vez de manera inexplicable. Luego, ante el fracaso de los primeros verdugos, se les quiso matar a flechazos. Ninguno de los arqueros pudo asestar un golpe mortal.
 
Moribundos, los hermanos fueron echados en la hoguera, pero el fuego no les hizo daño. Finalmente, a la usanza romana, los verdugos los ejecutaron cortándoles la cabeza. Eran los violentos inicios del siglo IV.
 
La misión de los santos
 
Después de muertos, cuenta la tradición, Cosme y Damián siguieron apareciéndose en sueños a mucha gente. Particularmente a los enfermos que imploraban su intercesión. Estos obtenían alivio en el dolor o la anhelada curación.
 
Hoy, muchos fieles siguen recurriendo a la intercesión de los médicos mártires. Se hace para pedir la curación de alguna enfermedad que se padece, o la de un familiar o amigo.
 
La imagen de los mártires suele estar en algún hospital, enfermería, consultorio médico o sala de espera, como recuerdo o símbolo de que en los momentos difíciles Dios siempre nos envía alguien para que nos asista o nos ayude.
 
Patronazgo y legado: la espada
 
San Cosme y Damián, además de ser patrones de los médicos y cirujanos, también lo son de los farmacéuticos y dentistas, así como de aquellos que ejercen oficios -servicios al fin y al cabo- como la peluquería, o los trabajos de acondicionamiento y limpieza que se realizan en playas y balnearios.
De acuerdo a cierta tradición, hoy se conserva la espada con que fueron decapitados ambos mártires en la catedral de Essen, Alemania. Esta lleva la siguiente inscripción: “Gladius cum quo decolatti fuerunt nostri patroni” [La espada con la que nuestros patronos fueron decapitados].(ACI Prensa).

24 septiembre, 2025

Virgen de las Mercedes Patrona de las FFAA y Policiales del Perú

 

24 de septiembre
Virgen de las Mercedes
Patrona de las FFAA y Policiales del Perú
 
Cada 24 de septiembre se celebra a la Virgen María bajo la advocación de la Virgen de la Merced, o Virgen de las Mercedes.
 
El nombre de esta advocación mariana evoca la misericordia infinita de Dios, que nos ha dejado en la persona de María a una auténtica madre, un seguro canal de gracia y una cabal intercesora. No es casualidad que “merced” signifique “misericordia”, “dádiva”, “gracia” y, simultáneamente, “perdón”.
Llamados por María a salvar vidas y a preservar la fe
 
Los orígenes de esta advocación se remontan al siglo XIII, cuando la Virgen se le apareció a San Pedro Nolasco (1180-1256) para animarlo a la tarea de liberar a los cristianos que habían caído prisioneros en manos de los musulmanes.
 
Era muy común en aquel tiempo que los llamados “moros” saqueen los pueblos costeros del Mediterráneo para llevarse prisioneros en calidad de esclavos. Generalmente, las víctimas eran cristianos a los que se les trasladaba al norte de África. Allí eran sometidos a trabajos forzados, prisión y maltratos. Sometidos a tan horrenda condición, la mayoría terminaba perdiendo la fe, creyendo que Dios los había abandonado.
 
Un comerciante de nombre Pedro
 
Pedro Nolasco, un comerciante nacido en Aquitania (actual Francia) y establecido en Barcelona (España), al ver esta situación en sus viajes, se conmovió y empezó a usar su propio patrimonio para liberar a los cristianos cautivos. Nolasco “compraba esclavos” o los intercambiaba por mercancías, para luego devolverles la libertad.
 
Cuando se quedó sin recursos, formó grupos de ayuda y asistencia para pedir dinero y así financiar expediciones destinadas a negociar la “redención” de prisioneros. Lamentablemente, lo reunido también se hizo insuficiente.
 
Nolasco, impotente para lograr su cometido, pide a Dios intensamente que le provea la ayuda necesaria. En respuesta a sus ruegos, el 1 de agosto de 1218, sucede un hecho extraordinario: la Virgen María se le aparece y le pide que funde una congregación que se dedique exclusivamente a redimir cautivos.
 
De inmediato, Nolasco le pregunta a la Madre de Dios: “¡Oh Virgen María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?”. A lo que María respondió: “No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde una Orden de ese tipo en honor mío; será una Orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo, Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel, es decir, entre los cristianos, y serán signo de contradicción para muchos”.
 
La orden de Nuestra Señora
 
Entonces, el santo, animado por la Virgen de la Merced, organiza con sus amigos el grupo inicial de la que sería la “Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos”, cuyos miembros se hacen llamar “mercedarios”.
 
Cuenta la historia que San Pedro Nolasco no fue el único a quien se le apareció la Virgen. El 10 de agosto -día en que habría de fundarse la Orden de la Merced- Nolasco se reunió con su confesor, San Raimundo de Peñafort, y con el rey, Jaime I de Aragón. En medio de la conversación, los tres atestiguaron que la Virgen se les había aparecido a cada uno, de manera independiente, para comunicarles su único deseo: la nueva Orden religiosa debería estar consagrada a la redención de los cautivos.
 
De esta manera, ese mismo día, 10 de agosto de 1218, se fundó la Orden de la Merced en la ciudad de Barcelona (España). El Papa Gregorio IX, desde Roma, había dispuesto que Pedro Nolasco sea el primero en ocupar el cargo de Superior General.
 
Santo intercambio
 
Los mercedarios, además de los votos de pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto por el que se comprometían a dedicar su vida a liberar esclavos, y, si fuese necesario, quedarse en el lugar de algún cautivo en peligro de perder la fe, o por el que no hubiera dinero suficiente para pagar su liberación. Muchos mercedarios entregaron la vida por esta causa, siempre acogiéndose a la “merced” de Nuestra Madre.
 
Años más tarde, en 1265, la devoción a la “Virgen de la Merced” fue aprobada por la Santa Sede. Luego, en 1696, el Papa Inocencio XII fijó el día 24 de septiembre como la fecha en la que se debe celebrar su fiesta.
 
En la Evangelización de América
 
Los mercedarios se han encargado de difundir la devoción a la Virgen de las Mercedes, la cual se ha extendido por todo el mundo, a lo largo de varios siglos. Es sabido que, por ejemplo, cuando los frailes mercedarios llegaron a América en el siglo XVI, introdujeron esta hermosa devoción en varios países del continente.
 
Por eso hoy, la Virgen de la Merced es celebrada por sus devotos de Brasil, República Dominicana, Perú, Ecuador, Argentina entre otros muchos países.
 
Patronazgos
 
Nuestra Señora de las Mercedes es patrona de diversas ciudades, muchas de ellas en España (Barcelona); también lo es de las cárceles e instituciones penitenciarias, así como de los cautivos o los que cumplen prisión.
 
Es la Patrona de República Dominicana, de las Fuerzas Armadas y Policiales del Perú, así como Patrona de Latacunga, Machala (Ecuador) y la Patrona de Santiago de los Caballeros de León (Nicaragua).
 
¡Virgen de las Mercedes, ruega por nosotros!(ACI Prensa).

23 septiembre, 2025

San Pío de Pitrelcina, el "santo de los estigmas"

 Conferencia sobre el Padre Pío de Pietrelcina

  

¡Oh! San Pío de Pietrelcina, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, Presbítero de la Orden de Hermanos Menores
Capuchinos y su amado santo. Vos, os dedicasteis a la
dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación
de los penitentes. Además, volcasteis vuestra caridad
para con los pobres y desposeídos. Casi constamtemente
decíais: "Siempre humíllense amorosamente ante Dios
y ante los hombres. Porque Dios le habla a aquellos que
son verdaderamente humildes de corazón, y los enriquece
con grandes dones”. El Gargano sabe de vos, y mucho, pues
allí vivisteis desbrozando vuestro amor por el Dios de
la Vida y del Amor, en vuestros hermanos y fieles. Vos,
rebosabais santidad y mística a raudales. Erais en  
realidad un eximio taumaturgo, testimoniados por miles
de personas que durante décadas concurrieron ante vos,
a confesarse. Vuestras Misas, recordaban en forma vívida
el Sacrificio y Muerte de Nuestro Señor a través de vuestra
entrega intensa en cada Eucaristía. Dios a vos, vivo
instrumento de Él, os regaló el carisma de la bilocación,
y con ella, podíais estar presente en dos lugares al
mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia. Vos,
casi nunca abandonasteis San Giovanni Rotondo; pero,
os vieron curando almas y cuerpos en diversos lugares
del mundo y en distintas épocas. Teníais el don de ver
las almas y cuando los fieles se os confesaban con vos,
o decían sus pecados o vos, se los decíais, y a veces
con con gran dureza y enojo, pues teníais un fuerte
carácter, y era más, cuando se ofendía seriamente a Dios.
Vuestro don de sanación a través de vuestras manos,
Jesús curó a mucha gente, espiritual y físicamente.
Con vuestro don de la profecía, anticipasteis hechos que
luego se cumplieron al pie de la letra. Siempre vivisteis
rodeado de la Presencia de Jesús y María, los Santos
y los ángeles y de almas que buscaban vuestra oración,
para subir desde el Purgatorio al Cielo. Vuestra gracia
extraordinaria fueron vuestros estigmas, las cinco llagas
de Cristo. Estas llagas sangraron toda vuestra vida,
casi, una taza de té por día, hasta vuestra santa  muerte.
De vuestra sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial,
a flores, que acariciaba a los asistentes de vuestras
Misas, y también a quienes se encontraban con vos, en otras
ciudades del mundo. Casi toda vuestra vida, vivisteis
sufriendo ataques del demonio, que se multiplicaron a
medida que las conversiones y la fe crecían a vuestro
alrededor. El mundo de hoy, niega lo sobrenatural, se
aferra a lo material y a todo lo que pueda ser explicado
a través de la razón y percibido por los sentidos. Pero,
Dios, prescinde de nuestra razón y de nuestros sentidos,
a la hora de someternos a las pruebas de nuestra fe. De
cuando en cuando nos prodiga con regalos del mundo
sobrenatural, a través del testimonio y el acceso a la
divinidad de los seres Celestiales. Vos, sois una puerta
abierta a Cristo, a María, a los ángeles y los santos.
Con vos, se caen por tierra todas explicaciones terrenas.
Hermanos míos, es hora de unir nuestra voluntad a la de
Dios, y ser su instrumento, a imitación de vos. No más
razón o lógica humana. Imitad, al santo del Gargano.
Marchemos procelosos al encuentro con el Dios eterno,
que nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su
infinita Misericordia, entregarnos a Su Santa Voluntad.
¡Muerte a nuestro yo! Camino, verdad y vida: ¡Sólo Dios!.
¡Oh!, San Pío de Pietrelcina, "viva humildad y negación
de sí mismo", imitación viva del Dios de la Vida y del Amor".

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 Septiembre
San Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione)
Presbítero Capuchino
Un hombre de oración y sufrimiento

Martirologio Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados, terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose con Cristo crucificado (1968).

“Siempre humíllense amorosamente ante Dios y ante los hombres. Porque Dios le habla a aquellos que son verdaderamente humildes de corazón, y los enriquece con grandes dones.” (San Giovanni Rotondo, Italia).

En un convento de la Hermandad de los Capuchinos, en la ladera del monte Gargano, vivió por muchísimos años el que probablemente fuera el Sacerdote Místico más destacado del siglo XX, a punto actualmente de ser declarado Santo por el Vaticano. El Padre Pío, nacido en Pietrelcina en 1887, fue un hombre rico en manifestaciones de su santidad. Enorme cantidad de milagros rodearon su vida, testimoniados por miles de personas que durante décadas concurrieron allí a confesarse. Sus Misas, a decir de los concurrentes, recordaban en forma vívida el Sacrificio y Muerte del Señor a través de la entrega con que el Padre Pío celebraba cada Eucaristía.

Es notable su carisma de bilocación: la capacidad de estar presente en dos lugares al mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia muchas veces. El Padre Pío raramente abandonó San Giovanni Rotondo; sin embargo se lo ha visto y testimoniado curando almas y cuerpos en diversos lugares del mundo en distintas épocas. También tenía el don de ver las almas: confesarse con el Padre Pío era desnudarse ante Dios, ya que él decía los pecados y relataba las conciencias a sus sorprendidos feligreses (a veces con gran dureza y enojo, ya que tenía un fuerte carácter, especialmente cuando se ofendía seriamente a Dios). Tenía también el don de la sanación (a través de sus manos Jesús curó a muchísima gente, tanto física como espiritualmente) y el don de la profecía (anticipó hechos que luego se cumplieron al pie de la letra).

Vivió rodeado de la Presencia de Jesús y María, pero también de Santos y Angeles, y de almas que buscaban su oración, para subir desde el Purgatorio al Cielo. Pero su gracia más grande radicó, sin duda alguna, en sus estigmas: en 1918 recibe las cinco Llagas de Cristo en sus manos, en sus pies y en su costado izquierdo. Estas llagas sangraron toda su vida, aproximadamente una taza de té por día, hasta su muerte ocurrida en 1968. Múltiples estudios médicos y científicos se realizaron sobre sus Estigmas, no encontrándose nunca explicación alguna a su presencia u origen.

Su sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial, a flores diversas, que acariciaba no solo a los asistentes a sus Misas, sino también a quienes se encontraban con él en otras ciudades del mundo, a través de sus dones de bilocación. Vivió sufriendo ataques del demonio, tanto físicos como espirituales, que se multiplicaron a medida que las conversiones y la fe crecían a su alrededor.

En diciembre de 2001 el Vaticano emite el decreto que aprueba los milagros necesarios para canonizar a nuestro héroe, San Pío de Pietrelcina y fué canonizado el 16 de julio de 2002.

Vivimos en un mundo que niega lo sobrenatural, se aferra a lo material y a todo lo que pueda ser explicado a través de la razón, o percibido por los sentidos. Sin embargo, Dios prescinde de nuestra razón y de nuestros sentidos, a la hora de someternos a las pruebas de nuestra fe. De cuando en cuando nos prodiga con regalos del mundo sobrenatural, a través del testimonio y el acceso a la divinidad de los seres Celestiales. El Padre Pío es una puerta abierta a Cristo, a María, a los ángeles y los santos. Es también un testimonio de la pequeñez del ser humano y una invitación a creer y dejar de buscar explicación a los hechos de la Divina Providencia (la voluntad de Dios), sino simplemente a unir nuestra voluntad a la de Dios, y ser lisa y llanamente su instrumento, como el Padre Pío lo fue.

La vida entera del Padre Pío no puede ser explicada a través de la razón o la lógica humana. La fe y fuerza del Santo del Gargano dan por tierra con todas las escuelas filosóficas terrenales, dejando una sola salida a todo intento de crecimiento del hombre: el encuentro con el Dios eterno, el que nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su infinita Misericordia, que nos entreguemos simplemente a Su Voluntad. La negación de nuestro yo (la muerte de nuestro ego), se constituye en la principal meta de nuestra evolución, porque SÓLO DIOS ES !

Debemos negarnos a nosotros mismos y vivir para y por Él. El Padre Pío vivió en la más absoluta humildad y negación de sí mismo, y miren los prodigios que Jesús hizo a través suyo!

Fuente:(www.reinadelcielo.org)

(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy/)

22 septiembre, 2025

Los 233 beatos mártires de la guerra civil española

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Lunes 22 de septiembre
Los 233 mártires de la guerra civil española
 
Cada 22 de septiembre la Iglesia recuerda al grupo de 233 mártires de la guerra civil española (1936-1939) que fueron beatificados por el Papa San Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001. Ellos son conocidos como ‘el grupo de los 233 mártires españoles’ o ‘los mártires de Valencia’. A veces se les designa también como el grupo de ‘José Aparicio Sanz y sus 232 compañeros mártires’.
 
El Padre Sanz y los 232
 
Durante la ceremonia de beatificación, San Juan Pablo II recordó la figura de José Aparicio Sanz, sacerdote diocesano originario de Valencia, puesto a la cabeza de la lista de los nuevos beatos:
 
“Así vivieron y murieron José Aparicio Sanz y sus doscientos treinta y dos compañeros, asesinados durante la terrible persecución religiosa que azotó España en los años treinta del siglo pasado. Eran hombres y mujeres de todas las edades y condiciones: sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, padres y madres de familia, jóvenes laicos. Fueron asesinados por ser cristianos, por su fe en Cristo, por ser miembros activos de la Iglesia. Todos ellos, según consta en los procesos canónicos para su declaración como mártires, antes de morir perdonaron de corazón a sus verdugos” (Homilía de la ceremonia de beatificación de los Siervos de Dios José Aparicio Sanz y 232 compañeros mártires).
 
Llama la atención hasta hoy el número abultado de beatificaciones celebradas en una misma ceremonia -sin precedentes hasta ese momento-, así como la heterogeneidad o diversidad del grupo de mártires -algo que fue resaltado por el Sumo Pontífice en ese momento-. Ambos aspectos resultan conmovedores: los mártires estaban unidos por la fe y el amor a Jesús y a los hermanos, lejos de cualquier tipo de compromiso ideológico y muy cerca del corazón de la Iglesia que sufre persecución.
 
Unidad en la diversidad
 
La lista de beatos incluye a hombres y mujeres con distintos estados de vida y de toda procedencia social:
 
“... Treinta y ocho sacerdotes de la Archidiócesis de Valencia, junto con un numeroso grupo de hombres y mujeres de la Acción Católica también de Valencia; dieciocho dominicos y dos sacerdotes de la Archidiócesis de Zaragoza; cuatro Frailes Menores Franciscanos y seis Frailes Menores Franciscanos Conventuales; trece Frailes Menores Capuchinos, con cuatro Religiosas Capuchinas y una Agustina Descalza; once Jesuitas con un joven laico; treinta y dos Salesianos y dos Hijas de María Auxiliadora; diecinueve Terciarios Capuchinos con una cooperadora laica; un sacerdote dehoniano; el Capellán de Colegio La Salle de la Bonanova, de Barcelona, con cinco Hermanos de las Escuelas Cristianas; veinticuatro Carmelitas de la Caridad; una Religiosa Servita; seis Religiosas Escolapias con dos cooperadoras laicas provenientes éstas últimas del Uruguay y primeras beatas de ese País latinoamericano; dos Hermanitas de los Ancianos Desamparados; tres Terciarias Capuchinas de Nuestra Señora de los Dolores; una Misionera Claretiana; y, en fin, el joven Francisco Castelló i Aleu, de la Acción Católica de Lleida” (Homilía de la ceremonia de beatificación de los Siervos de Dios José Aparicio Sanz y 232 compañeros).
 
Madre coraje: María Teresa Ferragud
 
Vale la pena resaltar -tal y como lo hizo San Juan Pablo II- algunos de los conmovedores relatos testimoniales mencionados el día de la beatificación de los 233. El primero de ellos fue el de María Teresa Ferragud, anciana que fue arrestada junto a sus cuatro hijas, todas religiosas contemplativas. Las cinco fueron condenadas a muerte. María Teresa tenía ochenta y tres años en ese momento.
 
El 25 de octubre de 1936, fiesta de Cristo Rey, María Teresa, consciente del destino que les esperaba, pidió estar al lado de sus hijas y ser la última en ser ejecutada. Aquella madre quería acompañar a sus hijas, una a una, mientras entregaban la vida, y, de esa manera, poder alentarlas hasta el instante final, para que el temor a morir no doblegue su fe.
 
Los verdugos, tras presenciar lo que aquella madre había hecho, sólo atinaron a exclamar: "Esta es una verdadera santa".
 
Jóvenes valientes y auténticos
 
Otra historia a la que se refirió el Santo Padre es la de Francisco Alacreu, joven “de veintidós años, químico de profesión, y miembro de la Acción Católica, que consciente de la gravedad del momento no quiso esconderse, sino ofrecer su juventud en sacrificio de amor a Dios y a los hermanos, dejándonos tres cartas, ejemplo de fortaleza, generosidad, serenidad y alegría, escritas, instantes antes de morir, a sus hermanas, a su director espiritual y a quien fuera su novia” (Homilía de la ceremonia de beatificación de los Siervos de Dios José Aparicio Sanz y 232 compañeros).
 
Finalmente, está la historia del recién ordenado sacerdote Germán Gozalbo, de veintitrés años, fusilado sólo “dos meses después de haber celebrado su primera Misa” (ob. cit., 2).
 
América Latina, ecos y presencia: Cuba y Uruguay
 
Entre los 233 estuvo el Beato José Calasanz Marqués, quien fuera misionero salesiano en Cuba. Nació en España el 23 de noviembre de 1872 y conoció a San Juan Bosco en la visita que éste hizo a Barcelona en 1886. En ese momento José estaba como interno en la Casa Salesiana de Sarriá. Realizó su profesión a los 18 años, y cinco años después, en la Navidad de 1895, celebraría allí su primera Misa.
 
Calasanz fue secretario del Beato Felipe Rinaldi durante diez años y trabajó como director de un colegio. En 1916 fue enviado a dirigir la recién iniciada obra salesiana en Camagüey (Cuba). Luego fue nombrado Provincial de la Inspectoría Peruana-Boliviana, y en 1925 pasó a ser superior de su Inspectoría de procedencia en Tarragona, que incluía las de Barcelona y Valencia en España. Sería en esta última región donde recibiría las palmas del martirio.
 
Cabe resaltar que entre los 233 mártires están las dos primeras beatas uruguayas, tal y como se mencionó anteriormente. Ellas fueron dos laicas, Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz, hermanas nacidas en Montevideo (Uruguay) en 1897 y 1898, respectivamente; y que, a pesar de no ser ciudadanas españolas, por su fervor religioso, expresado libremente (una de ellas vivía en casa de las religiosas escolapias) terminaron asesinadas en Madrid, el 19 de septiembre de 1936. En su momento, la diplomacia uruguaya las buscó para darles protección, pero los milicianos se adelantaron a las gestiones.
 
La muerte de las hermanas Aguiar-Mella Díaz ocasionó la ruptura de relaciones diplomáticas entre Uruguay y España.
 
Esperanza de la Iglesia
 
Indudablemente, estos beatos dieron “testimonio de serenidad y esperanza cristiana”. Para nosotros, ellos constituyen motivo de aliento y confirmación de nuestra fe. Aquellos hombres y mujeres amaron de manera extraordinaria, aun cuando fueron víctimas del “odio a la fe” -presente también en nuestros días-. Ellos son prueba fehaciente de que el amor y el perdón no son solo posibles, sino muy reales.
Junto a los 233 debe recordarse a todos los mártires de la Iglesia: a los conocidos y a los anónimos, a los de ayer y, sin duda, también a los de hoy.(ACI Prensa).

21 septiembre, 2025

Domingo 25 (C) del tiempo ordinario

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Domingo 21 de septiembre
Domingo 25 (C) del tiempo ordinario 
 
Texto del Evangelio (Lc 16,1-13): En aquel tiempo, Jesús decía también a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: ‘¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando’. Se dijo a sí mismo el administrador: ‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas’.
 
»Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’. Respondió: ‘Cien medidas de aceite’. El le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta’. Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto debes?’. Contestó: ‘Cien cargas de trigo’. Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’.
 
»El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. Yo os digo: Haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero».
 
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«No podéis servir a Dios y al dinero»
Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach
(Vilamarí, Girona, España)
 
Hoy el Evangelio nos presenta la figura del administrador infiel: un hombre que se aprovechaba del oficio para robar a su amo. Era un simple administrador, y actuaba como el amo. Conviene que tengamos presente:
 
1) Los bienes materiales son realidades buenas, porque han salido de las manos de Dios. Por tanto, los hemos de amar.
2) Pero no los podemos “adorar” como si fuesen Dios y el fin de nuestra existencia; hemos de estar desprendidos de ellos. Las riquezas son para servir a Dios y a nuestros hermanos los hombres; no han de servir para destronar a Dios de nuestro corazón y de nuestras obras: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13).
3) No somos los amos de los bienes materiales, sino simples administradores; por tanto, no solamente los hemos de conservar, sino también hacerlos producir al máximo, dentro de nuestras posibilidades. La parábola de los talentos lo enseña claramente (cf. Mt 25,14-30).
4) No podemos caer en la avaricia; hemos de practicar la liberalidad, que es una virtud cristiana que hemos de vivir todos, los ricos y los pobres, cada uno según sus circunstancias. ¡Hemos de dar a los otros!
¿Y si ya tengo suficientes bienes para cubrir mis gastos? Sí; también te has de esforzar por multiplicarlos y poder dar más (parroquia, diócesis, Cáritas, apostolado). Recuerda las palabras de san Ambrosio: «No es una parte de tus bienes lo que tú das al pobre; lo que le das ya le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo, y no solamente para los ricos».
¿Eres un egoísta que sólo piensa en acumular bienes materiales para ti, como el administrador del Evangelio, mintiendo, robando, practicando la cicatería y la dureza de corazón, que te impiden conmoverte ante las necesidades de los otros? ¿No piensas frecuentemente en las palabras de san Pablo: «Dios ama al que da con alegría» (2Cor 9,7)? ¡Sé generoso!
 
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor» (Santa Teresa de Lisieux)
«El dinero no es ‘injusto’ en sí mismo, pero más que cualquier otra cosa puede encerrar al hombre en un egoísmo ciego» (Benedicto XVI)
«‘Todo lo tenían en común’ (Hch 4,32): Todo lo que posee el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo. El cristiano es un administrador de los bienes del Señor» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 952)(evangeli net).