03 abril, 2010

Segundo día del Triduo Pascual: Sábado Santo


Segundo día del Triduo Pascual: Sábado Santo

(3-04-2010)

1.«Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su resurrección» .

2. La Cruz debe seguir entronizada desde ayer, iluminada, y con un laurel de victoria.

3. Se recomienda en este día la celebración del Oficio de Lectura y de los Laudes. Al final de dicha oración se puede hacer la recepción de los óleos que se han consagrados en la Misa Crismal.

4. Cuando no sea posible la celebración del Oficio de Lectura y de los Laudes, hay que preparar una celebración de la Palabra o un ejercicio de piedad que corresponda al misterio de este día, como pueden ser: la veneración a la imagen del Señor Crucificado, o a la Imagen del Señor en el sepulcro, así como a la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores.

5. En este día sería oportuno que se organizara, alguna oración de tono mariano, acompañando a María, la Madre que vela junto a la tumba de su Hijo. Si en el Adviento y la Navidad, mirábamos a Santa María tan frecuentemente como modelo de espera y acogida del Mesías, es lógico que la que estuvo al pie de la Cruz, y luego en la alegría de la Pascua y en la espera del Espíritu Santo en Pentecostés, sea recordada en días como éste del Sábado Santo. Así podemos hacer memoria de María con el rezo del “Stabat Mater” y del Santo Rosario (los misterios dolorosos). Pero caben otras oraciones, lecturas y cantos sobre su presencia junto al sepulcro de su Hijo, sobre su fe y esperanza invictas.

6. Hoy la Iglesia se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa. La sagrada comunión puede darse sólo como viático. No se concede celebrar el matrimonio, ni administrar otros sacramentos, a excepción del Sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos.

7. En la mañana del Sábado Santo, se pueden realizar algunos de los ritos preparatorios de los bautizos que se habrán de tener en la Vigilia Pascual o en la mañana de Pascua en una celebración sencilla que introduzca más conscientemente en el misterio que se va a celebrar. Se pueden adelantar en esta celebración, por ejemplo, algunos aspectos del bautismo, como la entrega del Símbolo o Credo, el rito del “effetá”, la elección del nombre cristiano y la unción con el óleo de los catecúmenos, como sugiere el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, N. 26.

8. Es bueno en este día instruir a la comunidad sobre la naturaleza del Sábado Santo. Es un día de meditación y silencio: el Señor Jesús está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, está la Iglesia, nutriendo su fe y esperanza en la victoria pascual, del corazón creyente de la Santísima Virgen.

9. Este día es ideal para desarrollar una catequesis sobre el artículo de fe que rezamos en el Credo: “descendió a los infiernos”. Para ello se recomienda desarrollar los números 631-637 del Catecismo de la Iglesia Católica.
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(http://www.aciprensa.com/Semanasanta/tri-sabado.htm)

02 abril, 2010

El Santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria


El Santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria


Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.
Obras que gozan del don de la Indulgencia Plenaria en Semana Santa:

Jueves Santo

1. Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del “Tantum Ergo” (“Adorad Postrados”).

2. Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo

1. Si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Sábado Santo

1. Si rezamos juntos el rezo del Santo Rosario.

Vigilia Pascual

1. Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.


Condiciones:

Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

a. Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.

b. Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.



Celebración de la Pasión del Señor


Celebración de la Pasión del Señor

Constituye propiamente el primer día del Triduo Pascual. Para una buena celebración de la Pasión del Señor se deben tener en cuenta los siguientes principios:

1. El viernes Santo es día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia y por tanto hay que guardar en este día la abstinencia y el ayuno, y según la oportunidad también el Sábado Santo hasta la Vigilia pascual. El ayuno de estos dos días es además de penitencial, celebrativo, ritual, y contemplativo del misterio de la Cruz. Si bien es personal es sobre todo comunitario: la comunidad ayuna en la espera de su Señor Resucitado. Es toda la persona la que celebra la Pascua, no sólo la mente y el espíritu sino también el cuerpo. No hay que olvidar que el ayuno tiene en la espiritualidad cristiana un gran valor: en una sociedad marcada por el consumismo y lo superfluo, es un medio para vivir la ascesis, el autocontrol, el señorío de sí mismo, y para ver en los bienes de este mundo su carácter perecedero y pasajero.

2. La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía y la Sagrada Comunión sólo se distribuye a los fieles durante la celebración de la Pasión del Señor. Sin embargo los enfermos que no puedan participar en dicha celebración pueden recibirla a cualquier hora del día.

3. Esta prohibido celebrar en este día cualquier sacramento, a excepción de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos. Las Exequias, si las hubiese, han de celebrarse sin canto, ni instrumentos. Se recomienda que en este día se celebre en las iglesias el Oficio de Lectura y los Laudes con participación de la comunidad.

4. No tenemos Eucaristía pero sí una celebración litúrgica de la Muerte del Señor, una celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la comunión eucarística. Es una celebración sencilla, sobria, centrada en la muerte del Señor Jesús. Su estructura está bien pensada, aparece equilibrada, con proporción entre la dimensión de escucha de la Palabra de Dios y la acción simbólica de la adoración de la Cruz y su veneración con el beso personal de todos. Lo importante es saber captar la dinámica de esta celebración y aprovechar espiritualmente toda su fuerza en la misma celebración:

- Proclamamos el misterio de la Cruz, en las lecturas de la Palabra de Dios.
- Invocamos la salvación del mundo por la fuerza de esa Cruz.
- Adoramos la Cruz del Señor Jesús.
- Y finalmente participamos del misterio de esa Cruz, del Cuerpo entregado, comulgando de él.

La Pasión de Cristo es pues, proclamada, invocada, venerada y comulgada.

5. Sobre la hora de los Oficios de la Pasión: «La celebración de la Pasión del Señor ha de tener lugar después del mediodía, cerca de las tres. Por razones pastorales, puede elegirse otra hora más conveniente para que los fieles puedan reunirse más fácilmente...pero nunca después de las nueve de la noche».

6. Sobre la estructura de la celebración es bueno tener presente:

a. La Entrada

- No hay canto de entrada. Sale el sacerdote con sus ministros, con vestidos de color rojo porque celebramos la muerte martirial de Cristo. El Misal dice que el sacerdote, después de hacer la reverencia al altar, se postra en el suelo o se arrodilla. Es preferible la opción de la postración: «esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa tanto la humillación del hombre terreno, cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia» . Los demás se arrodillan a la postración del sacerdote y oran todos en silencio por unos instantes. La oración con la que termina el rito de entrada, es mejor decirla desde el mismo lugar donde ha estado postrado el sacerdote y se puede elegir entre dos opciones que presenta el Misal. La primera apunta a que ya estamos celebrando la Pascua; la segunda compara los efectos de la Pasión del Señor Jesús con los del pecado del primer Adán.

b. Liturgia de la Palabra

- Las lecturas de este día han de ser leídas por entero. El salmo y el canto que precede al Evangelio, deben cantarse como de costumbre.

- La lectura de la Pasión según San Juan, el único apóstol que estuvo al pie de la Cruz con Santa María y las santas mujeres, se canta o se proclama del mismo modo que se ha hecho en el domingo de Ramos. Esta lectura impresionante constituye el centro de la celebración de este día.

- Después de la lectura de la Pasión se tendrá una breve homilía para resumir y aplicar a nuestra vida la gran lección de la Cruz y al final de la misma los fieles pueden ser invitados a permanecer en oración silenciosa durante un breve espacio de tiempo. Es bueno recordar que la proclamación de las lecturas de la Palabra viva de Dios, es ya presencia sacramental del acontecimiento de la Cruz y no un mero recuerdo. Es proclamación y comunicación de la Cruz, del amor del triunfo de Cristo contra el pecado y la muerte.

c. La Oración Universal

- La de este día es la más solemne y clásica. Es universal, rogando por las diversas categorías de personas. Con la confianza puesta en el Señor que muere en la Cruz, que es nuestro Mediador y nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, pedimos al Padre la salvación para todo el mundo. Estas oraciones «expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo» . Actualmente esta Oración del Viernes Santo tiene cuatro intenciones por la Iglesia, otras cuatro por los creyentes o no creyentes, y dos por los gobernantes y los que sufren de alguna manera. Su estructura no admite modificaciones o inclusiones de propia iniciativa, salvo que el Ordinario del lugar por alguna causa justa y de necesidad pública disponga la inclusión de alguna petición.

d. La Adoración de la Cruz

- En la adoración de la Cruz, «úsese una Cruz suficiente, grande y bella. De las dos formas que se proponen en el Misal para mostrar la Cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada. El rito ha de hacerse con esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación; tanto la invitación al mostrar la Cruz, como la respuesta del pueblo, háganse con canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las postraciones, mientras el sacerdote celebrante, permaneciendo de pie, muestra en alto la Cruz».

- «Cada uno de los presentes del clero y del pueblo se acercará a la Cruz para adorarla, dado que la adoración personal de la Cruz es un elemento muy importante de esta celebración y únicamente en el caso de una extraordinaria presencia de fieles se utilizará el modo de la adoración hecha por todos la vez» .

- Se debe usar una sola Cruz para la adoración tal como lo requiere la verdad del signo. Es muy recomendable que durante la adoración se canten las antífonas, los improperios y el himno que se encuentran en el Misal Romano, o bien otros cantos adecuados.

- Hoy es un día en que sería lógico un recuerdo mariano en honor a Santa María, la Mujer fuerte de la fe, que estuvo al pie de la Cruz de su Hijo. Por ello sería loable añadir al final de la adoración de la Cruz, una pequeña conmemoración de la Virgen María, la Madre dolorosa, la cual puede hacerse con la siguiente monición:

"Hermanos: hemos adorado solemnemente la Cruz, en la cual el Señor Jesús, muriendo nos reconcilió. También María estaba junto a la Cruz del Hijo, uniéndose a su sacrificio, cooperando con amor de Madre a nuestra salvación. En aquel momento la espada profetizada por Simeón le traspasó el corazón y aquélla fue la hora de la cual le había hablado Jesús en Cana. Junto a la Cruz, la Madre fuerte en el inmenso dolor que sufría con el Hijo Único, nos da a luz a la vida de la gracia y de la reconciliación. Nosotros que hemos celebrado la Pasión del Hijo, recordemos también el dolor fecundo de la Madre. Cantemos..."

e. La Comunión del Viernes Santo

- El Viernes Santo no celebramos la Eucaristía. Pero desde hace siglos se ha introducido la comunión. Por ello, como quiera que en este día no hay celebración de la Eucaristía, se ha tenido que consagrar en la del Jueves Santo las Hostias necesarias para la comunión del Viernes. De ahí que la celebración de este día se llame "misa de presantificados", porque se comulga con un Pan Eucarístico consagrado antes.

- Terminada la adoración de la Cruz, y el recuerdo mariano, el sacerdote va a recoger por el camino más corto el Santísimo Sacramento de la reserva y mientras tanto los demás ministros revisten el altar con el mantel, los cirios, el corporal y el Misal.

- Una vez puesto el copón con las Hostias consagradas sobre el altar, el sacerdote canta o reza la invitación al Padre Nuestro que es rezado o cantado por todos. No se da el signo de la paz y la comunión se desarrolla tal como está descrita en el Misal. Terminada la distribución de la comunión, el copón se lleva nuevamente a su reserva.

- Terminada la celebración se despoja el altar, dejando la Cruz con cuatro candelabros en un lugar adecuado de la iglesia para que todos puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación delante de ella.

7. «Los ejercicios de piedad...no se pueden descuidar (este día de Viernes Santo), dada su importancia pastoral» . Hoy es uno de los días del año en que más hay que esforzarse por buscar un equilibrio entre la liturgia y las devociones de religiosidad popular, conjugando su horario y también su lenguaje. Entre estos ejercicios de piedad popular están: el Vía Crucis, el Sermón de las Siete Palabras del Señor Jesús en la Cruz; las procesiones del Viernes Santo con los "pasos" de Cristo y de su Madre que representan las diversas escenas y momentos de la Pasión; los recuerdos de los dolores de la Santísima Virgen María, entre otros.

San Francisco de Paula

Oh, San Francisco de Paula,
vos sois el hijo amado del Dios
de la vida, que os alejasteis
del mundo y sus tentaciones
para acercaros al dador de
vida por el camino del rezo,
la meditación y la penitencia.
De vuestra vida, hicisteis
Cuaresma perenne, en honor
a Aquél que todo lo ve y juzga;
enseñando a las gentes de
vuestro tiempo, y del nuestro
con la obra, antes que con la
palabra; que, quienes poseían
y poseen poder, no lo usen para
de aquél servirse, sino; servir a
los más desposeídos y débiles.
En los Menores Frailes, la
vida vuestra, quedo se para
vivir la eternidad siempre y
en el cielo, corona de luz
puso Dios, sobre vuestra alma
para guía y caminar del hombre;
Oh, San Francisco de Paula.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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2 de Abril

San Francisco de Paula
Fundador de los Frailes Mínimos


Nació en un pueblecito llamado Paula, en Italia, en 1416. Cuando tenía unos pocos años se enfermó gravemente de los ojos. Se encomendó junto con sus padres a San Francisco y este santo le obtuvo de Dios la curación. En acción de gracias se fue a los 14 años en peregrinación a Asís, y allá recibió la inspiración de convertirse en ermitaño, dedicado a rezar y a hacer penitencia.

Se retiró a la montaña, y ahí permaneció durante cinco años, rezando, meditando y alimentándose solamente de agua y de yerbas silvestres y durmiendo sobre el duro suelo, teniendo por almohada una piedra. Pronto, varios hombres siguieron su ejemplo. Francisco tuvo que fundar varias casas para sus religiosos y, en todos sus conventos puso una consigna o ley que había que cumplir siempre. Decía así: “Cuaresma perpetua”. Esto quiere decir que en la alimentación se debían hacer las mortificaciones que antiguamente se hacían en cuaresma con el fin de fortificar la voluntad.

Miles de hombres decidieron abandonar la vida pecaminosa del mundo e irse a la Comunidad religiosa fundada por San Francisco de Paula. Así como San Francisco de Asís les había puesto a sus religiosos el nombre de “hermanos menores”, San Francisco de Paula les puso a los que pertenecían a su comunidad el nombre de “Hermanos Mínimos“. El Divino Espíritu le concedió a San Francisco de Paula el don de hacer milagros, de hacer curaciones, y el don de profecía.

El Papa Pablo VI dijo en 1977 que San Francisco de Paula es un verdadero modelo para los que tienen que llamarles la atención a los gobernantes que abusan de su poder y que malgastan en gastos innecesarios el dinero que deberían emplear en favor de los pobres. Por muchos años nuestro santo recorrió ciudades y pueblos llevando los mensajes de Dios a las gentes. Y en aquellos tiempos (como ahora) había alcaldes, gobernadores, ministros y hasta jefes de Estado que abusaban de su poder y gastaban los dineros públicos para enriquecerse o para hacer gastos inútiles y conseguir lujos, en vez de socorrer a los necesitados. A ellos les iba recordando San Francisco que a cada uno le dirá Cristo en el día del juicio aquellas palabras que dijo en el Evangelio: “Dame cuenta de tu administración” .

También les recordaba esta frase del Apocalipsis: “He aquí que tengo y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras”. Todo esto hacía pensar muy seriamente a muchos gobernantes y los llevaba a corregir los modos equivocados de proceder que habían tenido en el pasado.

El santo logró convertir a Luis XI antes de su muerte. Este quedó tan agradecido que nombró a Francisco de Paula como director espiritual de su hijo, el futuro Carlos VIII, rey de Francia.

Murió el Santo, 2 de abril de 1507. El pueblo empezó inmediatamente a proclamarlo como santo y los milagros empezaron a sucederse. Doce años después de su muerte, fue proclamado santo por el Sumo Pontífice León X , en 1519.
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(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Francisco_de_Paula.htm)

01 abril, 2010

San Hugo

Oh, San Hugo, vos sois el
hijo del Dios de la vida,
el mismo de los de los Padres
Nuestros, de los Salmos,
la oración, el silencio,
el estudio, la meditación
y el dolor constantes.
Vos que encontrasteis en
Dios, a la cuna de la luz
y verdad del tiempo vuestro;
y a quien con sencillez y
humildad servisteis con cada
sermón y obra vuestra, la
la fe yerta reavivando,
que de pronto clamaban a
Aquél que todo lo ve y juzga,
el perdón de sus culpas. Vos,
que a imitación de Moisés
cavasteis la tierra y de la
roca, manó el agua, que hasta
hoy, para los Cartujos del
Señor de la Vida, es vivo
milagro y sermón interminable
que sacia la sed del alma, sois
milagro de luz coronado que
mora hoy, en el cielo eterno;
oh, San Hugo; Moisés, el "nuevo".

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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1º de Abril

San Hugo, Obispo

Año 1132

Hugo significa “el inteligente”. Hay 16 santos o beatos que llevan el nombre de Hugo. Los dos más famosos son San Hugo, Abad de Cluny (1109), y San Hugo, obispo de quien vamos a hablar hoy.

San Hugo nació en Francia en el año 1052. Su padre Odilón, que se había casado dos veces, al quedar viudo por segunda vez se hizo monje cartujo y murió en el convento a la edad de cien años, teniendo el consuelo de que su hijo que ya era obispo, le aplicara los últimos sacramentos y le ayudara a bien morir.

A los 28 años nuestro santo ya era instruido en ciencias eclesiásticas y tan agradable en su trato y de tan excelente conducta que su obispo lo llevó como secretario a una reunión de obispos que se celebraba en Avignon en el año 1080 para tratar de poner remedio a los desórdenes que había en la diócesis de Grenoble. Allá en esa reunión o Sínodo, los obispos opinaron que el más adaptado para poner orden en Grenoble era el joven Hugo y le propusieron que se hiciera ordenar de sacerdote porque era un laico. El se oponía porque era muy tímido y porque se creía indigno, pero el Delegado del Sumo Pontífice logró convencerlo y le confirió la ordenación sacerdotal. Luego se lo llevó a Roma para que el Papa Gregorio VII lo ordenara de obispo.

En Roma el Pontífice lo recibió muy amablemente. Hugo le consultó acerca de las dos cosas que más le preocupaban: su timidez y convicción de que no era digno de ser obispo, y las tentaciones terribles de malos pensamientos que lo asaltaban muchas veces. El Pontífice lo animó diciéndole que “cuando Dios da un cargo o una responsabilidad, se compromete a darle a la persona las gracias o ayudas que necesita para lograr cumplir bien con esa obligación”, y que los pensamientos aunque lleguen por montones a la cabeza, con tal de que no se consientan ni se dejen estar con gusto en nuestro cerebro, no son pecado ni quitan la amistad con Dios.

Gregorio VII ordenó de obispo al joven Hugo que sólo tenía 28 años, y lo envió a dirigir la diócesis de Grenoble, en Francia. Allá estará de obispo por 50 años, aunque renunciará el cargo ante 5 Pontífices, pero ninguno le aceptará la renuncia.

Al llegar a Grenoble encontró que la situación de su diócesis era desastrosa y quedó aterrado ante los desórdenes que allí se cometían. Los cargos eclesiásticos se concedían a quien pagaba más dinero (Simonía se llama este pecado). Los sacerdotes no se preocupaban por cumplir buen su celibato. Los laicos se habían apoderado de los bienes de la Iglesia. En el obispado no había ni siquiera con qué pagar a los empleados. Al pueblo no se le instruía casi en religión y la ignorancia era total.

Por varios años se dedicó a combatir valientemente todos estos abusos. Y aunque se echó en contra la enemistad de muchos que deseaban seguir por el camino de la maldad, sin embargo la mayoría acepto sus recomendaciones y el cambio fue total y admirable. El dedicaba largas horas a la oración y a la meditación y recorría su diócesis de parroquia en parroquia corrigiendo abusos y enseñando cómo obrar el bien.

Todos veían con admiración los cambios tan importantes en la ciudad, en los pueblos y en los campos desde que Hugo era obispo. El único que parecía no darse cuenta de todos estos éxitos era él mismo. Por eso, creyéndose un inepto y un inútil para este cargo, se fue a un convento a rezar y a hacer penitencia. Pero el Sumo Pontífice Gregorio VII, que lo necesitaba muchísimo para que le ayudara a volver más fervorosa a la gente, lo llamó paternalmente y lo hizo retornar otra vez a su diócesis a seguir siendo obispo. Al volver del convento parecía como Moisés cuando volvió del Monte Sinaí que llegaba lleno de resplandores. Las gentes notaron que ahora llegaba más santo, más elocuente predicador y más fervoroso en todo.

Un día llegó San Bruno con 6 amigos a pedirle a San Hugo que les concediera un sitio donde fundar un convento de gran rigidez, para los que quisieran hacerse santos a base de oración, silencio, ayunos, estudio y meditación. El santo obispo les dio un sitio llamado Cartuja, y allí en esas tierras desiertas y apartadas fue fundada la Orden de los Cartujos, donde el silencio es perpetuo (hablan el domingo de Pascua) y donde el ayuno, la mortificación y la oración llevan a sus religiosos a una gran santidad.

Se dice que al construir la casa para los Cartujos no se encontraba agua por ninguna parte. Y que San Hugo con una gran fe, recordando que cuando Moisés golpeó la roca, de ella brotó agua en abundancia, se dedicó a cavar el suelo con mucha fe y oración y obtuvo que brotara una fuente de agua que abasteció a todo el gran convento.

En adelante San Bruno fue el director espiritual del obispo Hugo, hasta el final de su vida. Y se cumplió lo que dice el Libro de los Proverbios: “Triunfa quien pide consejo a los sabios y acepta sus correcciones”. A veces se retiraba de su diócesis para dedicarse en el convento a orar, a meditar y a hacer penitencia en medio de aquel gran silencio, donde según sus propias palabras “Nadie habla si no es para cosas extremadamente graves, y lo demás se lo comunican por señas, con una seriedad y un respeto tan grandes, que mueven a admiración”. Para San Hugo sus días en la Cartuja eran como un oasis en medio del desierto de este mundo corrompido y corruptor, pero cuando ya llevaba varios días allí, su director San Bruno le avisaba que Dios lo quería al frente de su diócesis, y tenía que volverse otra vez a su ciudad.

Los sacerdotes más fervorosos y el pueblo humilde aceptaban con muy buena voluntad las órdenes y consejos del Santo obispo. Pero los relajados, y sobre todo muchos altos empleados del gobierno que sentían que con este Monseñor no tenían toda la libertad para pecar, se le opusieron fuertemente y se esforzaron por hacerlo sufrir todo lo que pudieron. El callaba y soportaba todo con paciencia por amor a Dios. Y a los sufrimientos que le proporcionaban los enemigos de la santidad se le unían las enfermedades. Trastornos gástricos que le producían dolores y le impedían digerir los alimentos.

Un dolor de cabeza continuo por más de 40 años (que no lo sabían sino su médico y su director espiritual y que nadie podía sospechar porque su semblante era siempre alegre y de buen humor). Y el martirio de los malos pensamientos que como moscas inoportunas lo rodearon toda su vida haciéndolo sufrir muchísimo, pero sin lograr que los consintiera o los admitiera con gusto en su cerebro.

Varias veces fue a Roma a visitar al Papa y a rogarle que le quitara aquel oficio de obispo porque no se creía digno. Pero ni Gregorio VII, ni Urbano II, ni Pascual II, ni Inocencio II, quisieron aceptarle su renuncia porque sabían que era un gran apóstol y que si se creía indigno, ello se debía más a su humildad, que a que en realidad no estuviera cumpliendo bien sus oficios de obispo. Cuando ya muy anciano le pidió al Papa Honorio II que lo librara de aquel cargo porque estaba muy viejo, débil y enfermo, el Sumo Pontífice le respondió: “Prefiero de obispo a Hugo, viejo, débil y enfermo, antes que a otro que esté lleno de juventud y de salud”.

Era un gran orador, y como rezaba mucho antes de predicar, sus sermones conmovían profundamente a sus oyentes. Era muy frecuente que en medio de sus sermones, grandes pecadores empezaran a llorar a grito entero y a suplicar a grandes voces que el Señor Dios les perdonara sus pecados. Sus sermones obtenían numerosas conversiones.

Tenía gran horror a la calumnia y a la murmuración. Cuando escuchaba hablar contra otros exclamaba asustado: “Yo creo que eso no es así”. Y no aceptaba quejas contra nadie si no estaban muy bien comprobadas.

Una vez, cuando por un larguísimo verano hubo una enorme carestía y gran escasez de alimentos, vendió el cáliz de oro que tenía y todos los objetos de especial valor que había en su casa y con ese dinero compró alimentos para los pobres. Y muchos ricos siguieron su ejemplo y vendieron sus joyas y así lograron conseguir comida para la gente que se moría de hambre.

Al final de su vida la artritis le producía dolores inmensos y continuos pero nadie se daba cuenta de que estaba sufriendo, porque sabía colocar una muralla de sonrisas para que nadie supiera los dolores que estaba padeciendo por amor a Dios y salvación de las almas.

Un día al verlo llorar por sus pecados le dijo un hombre: “- Padre, ¿por qué llora, si jamás ha cometido un pecado deliberado y plenamente aceptado?- “. Y él le respondió: “El Señor Dios encuentra manchas hasta en sus propios ángeles. Y yo quiero decirle con el salmista: “Señor, perdóname aun de aquellos pecados de los cuales yo no me he dado cuenta y no recuerdo”.

Poco antes de su muerte perdió la memoria y lo único que recordaba eran los Salmos y el Padrenuestro. Y pasaba sus días repitiendo salmos y rezando padresnuestros…

Murió cuando estaba para cumplir los 80 años, el 1 de abril de 1132. El Papa Inocencio II lo declaró santo, dos años después de su muerte.

Petición

San Hugo: te encomendamos nuestros obispos. Pídele a Dios que tengamos muchos obispos santos que nos lleven a todos a la santidad.

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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Hugo.htm)

31 marzo, 2010

San Benjamín


Oh; San Benjamín, vos sois
el hijo del Dios de la vida
y el amado siervo de Dios
que con vuestra sangre
escribisteis, aquello que es
sentencia bella para el
cristiano, de que no hay ni
puede haber mayor dicha
que la de fiel y leal ser; con
la causa del Dueño de la
vida, tanto que hasta la vida
propia entregar. Y, así fue
porque preferisteis perderla,
para ganaros la que jamás
acaba y hoy, con corona de
luz brilláis, que os puso Dios;
oh, San Benjamín, Mártir.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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31 de Marzo

San Benjamín

Mártir

El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendió el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años.

Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año, pero obtuvo su libertad gracias al embajador de Constantinopla y prometiendo bajo su responsabilidad que el santo se abstendría de hablar acerca de su religión. Sin embargo, Benjamín declaró que él no podía cumplir tal condición y, no perdió la oportunidad de predicar el Evangelio. Fue de nuevo aprehendido y llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, siendo luego decapitado.
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(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Benjamín.htm)


30 marzo, 2010

San Juan Clímaco

Oh, San Juan Clímaco vos sois
el hijo del Dios de la vida y
aquél que honor hicisteis al
significado de vuestro nombre:
“escala para subir al cielo”,
libro que vos mismo escribisteis.
Vuestra oración constante era
perdón pedir, a Dios por los
propios pecados y por los de la
demás gente y como penitencia
os impusisteis la de estar un
año sin hablar y nada de dar
consejo alguno. Vuestro libro
con sus “escalas”, dirección
espiritual, milagros, y por
doquier profecías, hasta que
Jorge, vuestro discípulo, os
pidió con vos marchar:"Padre,
lléveme en su compañía al cielo”
y vos, orasteis y así dijisteis: “Tu
petición ha sido aceptada” y
ambos partieron conjuntamente.
Hoy, brilláis coronado de luz
eternamente como premio justo;
oh, San Juan Clímaco, santo.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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30 de marzo

San Juan Clímaco

Abad,

Año 649

Clímaco significa: escala para subir al cielo. El apellido de este santo proviene de un libro famoso que él escribió y que llegó a ser inmensamente popular y sumamente leído en la Edad Media. El nombre de tal libro era “Escalera para subir al cielo”. Y eso mismo en griego se dice “Clímaco”.

San Juan Clímaco nació en Palestina y se formó leyendo los libros de San Gregorio Nazanceno y de San Basilio. A los 16 años se fue de monje al Monte Sinaí. Después de cuatro años de preparación fue admitido como religioso. El mismo narraba después que en sus primeros años hubo dos factores que le ayudaron mucho a progresar en el camino de la perfección. El primero: no dedicar tiempo a conversaciones inútiles, y el segundo: haber encontrado un director espiritual santo y sabio que le ayudó a reconocer los obstáculos y peligros que se oponían a su santidad. De su director aprendió a no discutir jamás con nadie, y a no llevarle jamás la contraria a ninguno, si lo que el otro decía no iba contra la Ley de Dios o la moral cristiana.

Pasó 40 años dedicado a la meditación de la Biblia, a la oración, y a algunos trabajos manuales. Y llegó a ser uno de los más grandes sabios sobre la Biblia de Oriente, pero ocultaba su sabiduría y en todo aparecía como un sencillo monje más, igual a todos los otros. En lo que sí aparecía distinto era en su desprendimiento total de todo afecto por el comer y el beber. Sus ayunos eran continuos y los demás decían que pareciera como si el comer y el beber más bien le produjera disgusto que alegría. Era su penitencia, ayunar, ayunar siempre.

Su oración más frecuente era el pedir perdón a Dios por los propios pecados y por los pecados de la demás gente. Los que lo veían rezar afirmaban que sus ojos parecían dos aljibes de lágrimas. Lloraba frecuentemente al pensar en lo mucho que todos ofendemos cada día a Nuestro Señor. Y de vez en cuando se entraba a una cueva a rezar y allí se le oía gritar: ¡Perdón, Señor piedad. No nos castigues como merecen nuestros pecados. Jesús misericordioso tened compasión de nosotros los pobres pecadores! Las piedras retumbaban con sus gritos al pedir perdón por todos.

El principal don que Dios le concedió fue el ser un gran director espiritual. Al principio de su vida de monje, varios compañeros lo criticaban diciéndole que perdía demasiado tiempo dando consejos a los demás. Que eso era hablar más de la cuenta. Juan creyó que aquello era un caritativo consejo y se impuso la penitencia de estarse un año sin hablar nada ni dar ningún consejo. Pero al final de aquel año se reunieron todos los monjes de la comunidad y le pidieron que por amor a Dios y al prójimo siguiera dando dirección espiritual, porque el gran regalo que Dios le había concedido era el de saber dirigir muy bien las almas. Y empezó de nuevo a aconsejar. Las gentes que lo visitaban en el Monte Sinaí decían de él: “Así como Moisés cuando subió al Monte a orar bajó luego hacia sus compañeros con el rostro totalmente iluminado, así este santo monje después de que va a orar a Dios viene a nosotros lleno de iluminaciones del cielo para dirigirnos hacia la santidad”.

El superior del convento le pidió que pusiera por escrito los remedios que él daba a la gente para obtener la santidad. Y fue entonces cuando escribió el famoso libro del cual le vino luego su apellido: “Clímaco”, o Escalera para subir al cielo. Se compone de 30 capítulos, que enseñan los treinta grados para ir subiendo en santidad hasta llegar a la perfección. El primer peldaño o la primera escalera es cumplir aquello que dijo Jesús: “Quien desea ser mi discípulo tiene que negarse a sí mismo”. El primer escalón es llevarse la contraria a sí mismo, mortificarse en algo cada día. El segundo es tratar de recobrar la blancura del alma pidiendo muchas veces perdón a Dios por pecados cometidos, el tercero es el plan o propósito de enmendarse y cambiar de vida. Los últimos tres, los peldaños superiores, son practicar la Fe, la Esperanza y la Caridad. Todo el libro está ilustrado con muchas frases hermosas y con agradables ejemplos que lo hacen muy agradable.

A San Juan Clímaco le concedió Dios otro gran regalo y fue el de lograr llevar la paz a muchísimas almas angustiadas y llenas de preocupaciones. Llegaban personas desesperadas a causa de terribles tentaciones y él les decía: “Oremos porque los malos espíritus se alejan con la oración”. Y después de dedicarse a rezar por varios minutos en su compañía aquella persona sentía una paz y una tranquilidad que antes no había experimentado nunca. El santo decía a la gente: “Así como los israelitas quizás no habrían logrado atravesar el desierto si no hubieran sido guiados por Moisés, así muchas almas no logran llegar a la santidad si no tienen un director espiritual que los guíe”. Y él fue ese guía providencial para millares de personas por 40 años.

Un joven que era dirigido espiritualmente por San Juan Clímaco, estaba durmiendo junto a una gran roca, a muchos kilómetros del santo, cuando oyó que este lo llamaba y le decía: “Aléjese de ahí”. El otro despertó y salió corriendo, y en ese momento se desplomó la roca, de tal manera que lo habría aplastado si se hubiera quedado allí.

En un año en el que por muchos meses no caía una gota de agua y las cosechas se perdían y los animales se morían de sed, las gentes fueron a donde nuestro santo a rogarle que le pidiera a Dios para que enviara las lluvias. El subió al Monte Sinaí a orar y Dios respondió enviando abundantes lluvias.

Era tal la fama que tenían las oraciones de San Juan Clímaco, que el mismo Papa San Gregorio le escribió pidiéndole que lo encomendara en sus oraciones y le envió colchones y camas para que pudiera hospedar a los peregrinos que iban a pedirle dirección espiritual.

Cuando ya tenía más de 70 años, los monjes lo eligieron Abad o Superior del monasterio del Monte Sinaí y ejerció su cargo con satisfacción y provecho espiritual de todos. Cuando sintió que la muerte se acercaba renunció al cargo de superior y se dedicó por completo a preparar su viaje a la eternidad. Y al cumplir los 80 años murió santamente en su monasterio del Monte Sinaí. Jorge, su discípulo predilecto, le pidió llorando: “Padre, lléveme en su compañía al cielo”. El oró y le dijo: “Tu petición ha sido aceptada”. Y poco después murió Jorge también.

Petición

San Juan Clímaco, pídele a Dios que nos envíe muchos escritores católicos que escriban libros que lleven a la santidad, y que nos envíe muchos santos y sabios directores espirituales como tú, que nos lleven hacia la perfección cristiana. Amen.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Juan_Clímaco.htm)