23 agosto, 2010

San Felipe Benize

Oh, San Felipe Benize; sois
vos el hijo del Dios de la vida,
el mismo a quien la Reina del
cielo, para su orden de los
Siervos de la Madre de Dios,
famosa en vuestro tiempo y hoy,
por el mundo todo esparcida.
Tomasteis por madre a María y
como libro único; a Cristo Jesús,
fielmente “leísteis”, de palmo
a palmo. Por vuestra sabiduría
a todos impresionasteis y con
vuestro don de lenguas convertisteis
a los pecadores y lograsteis
reconciliar a los cismáticos. Al
final de vuestra piadosa e ilustre
vida, decidisteis retiraros a vivir
al más y humilde convento de
vuestra orden, donde pasasteis
vuestros últimos días, orando
y, postrado ante la imagen de
vuestra Madre, hasta el día en
que, a recibir partisteis, el premio
de vuestro amor al eterno Padre,
hecho corona de luz y eternidad;
oh, San Felipe Benize, siervo de luz.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Agosto

San Felipe Benizi

Servita Sacerdote

Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro (1285).

El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia, nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.

Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: “Acércate y sube a este carro”.

Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: “Felipe, acércate y sube a este carro”, tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: “Felipe, acércate y sube a este carro”. Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.

Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.

En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.

En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.

Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

Santa María Virgen Reyna


Oh, Santa María Virgen Reina;
Mujer de sol vestida y de gracia
llena; bendita entre todas las
mujeres y Madre del Cristo nuestro,
porque así lo quiso Dios Padre.
Oh, sublime Señora, que Proveído
le habéis de vuestra humanidad
al Divino Maestro y a quien el
Dios Altísimo, Su Divinidad dio;
a vos Virgen Santa; llena de gozo
y contenta, el alma mía le canta.
Madre Reina; Hijo, Rey de reyes,
oh, Santa María; Virgen Reina.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Santa María Virgen Reina
22 de agosto

“La Virgen Inmaculada … asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte”. (Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59). El pueblo cristiano, movido de un certero instinto sobrenatural, siempre reconoció la regia dignidad de la Madre del “Rey de reyes y Señor de señores”. Padre y Doctores, Papas y teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento y la misma halla sublime expresión en los esplendores del arte y en la elocuente catequesis de la liturgia.

Al ser Madre de Dios, María vióse adornada por Él con todas las gracias, prescas y títulos más nobles. Fue constituida Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosa como Madre cariñosa, asociada como se halla en la obra redentora y a la consiguiente mediación y distribución de las gracias. Quiere la Iglesia que oigamos la voz de María pregonando agradecida a Dios los singulares privilegios de que la colmó.

El Evangelio anuncia el Reino de Cristo, de donde fluye también el reinado universal de María. Esta fiesta litúrgica fue instituida por Pío XII, y se celebra ahora en la octava de la Asunción, para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos.

La piedad del medievo fue la que comenzó en Occidente a saludar con el título de Reina a la Santísima Virgen Madre de Dios, invocándola con las palabras: Salve, Reina caelorum; Reina caeli, laetare. Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Salve Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Tí llamamos los desterrados hijos de Eva; a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro múestranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesuscristo. Amén.

Himno

Reina y Madre, Virgen pura, que sol y cielo pisáis, a vos sola no alcanzó la triste herencia de Adán. ¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo caber igual parte de la culpa original? De toda mancha estáis libre: ¿y quién pudo imaginar que vino a faltar la gracia en donde la gracia está? Si los hijos de sus padres Toman el fuero en que están, ¿cómo pudo ser cautiva quien dio a luz la libertad? Amén.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.Reina dignísima del mundo, María Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén. (http://www.ewtn.com/spanish/Saints/María_Reina.htm) 22 de agosto Catequesis de S.S. Juan Pablo II Audiencia General de los Miércoles 23 de julio de 1997.

1.La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue «elevada (…) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59). En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María el título de Reina.

El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo. Pero ya en un fragmento de una homilía, atribuido a Orígenes, aparece este comentario a las palabras pronunciadas por Isabel en la Visitación: «Soy yo quien debería haber ido a ti, puesto que eres bendita por encima de todas las mujeres tú, la madre de mi Señor, tú mi Señora» (Fragmenta: PG 13, 1.902 D). En este texto se pasa espontáneamente de la expresión «la madre de mi Señor» al apelativo «mi Señora», anticipando lo que declarará más tarde san Juan Damasceno, que atribuye a María el título de «Soberana»: «Cuando se convirtió en madre del Creador, llegó a ser verdaderamente la soberana de todas las criaturas» (De fide orthodoxa, 4, 14: PG 94 1.157).

2. Mi venerado predecesor Pío XII en la encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la redención. La encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (MS 46 [1954] 634). Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano (MS 46 [1954] 635).

En el evangelio según san Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», él instaura su reino, el reino de Dios. Elevada al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo. Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.

3. El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.

Citando la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen: «Teniendo hacia nosotros un afecto materno e interesándose por nuestra salvación ella extiende a todo el género humano su solicitud. Establecida por el Señor como Reina del cielo y de la tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles y de toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza lo que pide con sus súplicas maternal; lo que busca, lo encuentra, y no le puede faltar» (MS 46 [1954] 636-637).

4. Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es madre en el orden de la gracia. Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción. Esto lo destaca muy bien san Germán de Constantinopla, que piensa que ese estado asegura la íntima relación de María con su Hijo, y hace posible su intercesión en nuestro favor. Dirigiéndose a María, añade: Cristo quiso «tener, por decirlo así, la cercanía de tus labios y de tu corazón; de este modo, cumple todos los deseos que le expresas, cuando sufres por tus hijos, y él hace, con su poder divino, todo lo que le pides» (Hom 1: PG 98, 348).

5. Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario. También leemos en san Germán: «Tú moras espiritualmente con nosotros, y la grandeza de tu desvelo por nosotros manifiesta tu comunión de vida con nosotros» (Hom 1: PG 98, 344).

Por tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida. Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/María_Reina_catequesis.htm)

09 agosto, 2010

Santa Otilia

Oh, Santa Otilia; vos sois la
hija del Dios de la vida, que
privada de la visión, al mundo
llegasteis, pero, vuestra alma,
no, y Dios, sorpresa os guardó,
hasta cuando bautizada fuisteis
por las manos de San Erardo,
y pronunciara: “que se os abran
los ojos de vuestro cuerpo, como
se os han abierto los ojos de
vuestra alma”, y ¡milagro patente!,
recobrasteis milagrosamente la
vista y del desprecio primero al
pronto amor; y aquél paterno
regalo, en la cima de la montaña;
vos lo convertisteis en casa de
Dios, y del que, a borbotones brotó
agua; para devolver la vista, al
errante alma y yerta casi, de los
hombres tantos del mundo vuestro
y del nuestro, y porque agotasteis
vuestra preciosa vida, dándoos a
los pobres y miserables, que su
vida ambulaban por los desiertos
de vuestro tiempo. Ciega sí, de
amor puro y divino, hoy, coronada
de luz eterna en la Casa del Padre
alumbráis, santa patrona de Alasacia;
oh Santa Otilia, milagro de Dios.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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9 de agosto
Santa Otilia
Religiosa
Año 720

Otilia: Pídele a Dios que nos abra los ojos de nuestra alma para ver la eternidad que nos espera, y que con nuestras oraciones, limosnas y santas misas consigamos como tú, el descanso para nuestros amados difuntos.

Esta es la santa patrona de Alsacia (una provincia muy famosa de Francia, que tiene como capital a Estrasburgo). En aquellas tierras se ha tenido enorme devoción a Santa Otilia, por más de 1,000 años. Y su historia es bien interesante. El señor feudal que gobernaba Alsacia en el siglo VII era Aldarico; era un pagano recién convertido al catolicismo, y no muy bien convertido aún.

Aldarico deseaba mucho tener un hijo varón, pero he aquí que lo que le nació fue una hija, y ciega. El hombre se llenó de cólera y mandó que su hija fuera expulsada muy lejos de su castillo.

La pobre niña fue llevada a un lejano convento de religiosas, las cuales la educaron lo mejor que pudieron, en la religión de Cristo. La niña crecía ciega pero he aquí que un día llegó al convento el obispo San Erardo, el cual había tenido un sueño en el que se le ordenaba que fuera a esa casa de religiosas y bautizara a una niña. Le presentaron a la cieguita y el santo al bautizarla le puso el nombre de Otilia, que significa: “luz de Dios”. Y al administrarle el sacramento le dijo: “que se te abran los ojos de tu cuerpo, como se te han abierto los ojos de tu alma”, y la niña recobró milagrosamente la vista.

El santo obispo fue donde el papá de Otilia a pedirle que la aceptara en su casa ya que era hija suya, pero el otro no quería de ninguna manera. Afortunadamente el hijo varón y hermano menor de Otilia, Hugo, intercedió ante su padre, y éste aunque de muy mala gana, permitió que la muchacha volviera al castillo, pero más como sirvienta que como hija. Y sucedió que Aldarico empezó a notar que su hija era tan santa, tan caritativa, tan bondadosa con todos, que se encariñó grandemente con ella y la quiso con un amor fraternal que nunca antes había sentido.

Y el papá se propuso casarla con un gran señor alemán para que llegara a ser una princesa muy importante. Él no sabía que Otilia cuando estaba viviendo con las religiosas se había propuesto dedicar su vida entera a la oración y a las obras buenas, y a ser una religiosa. Cuando ella supo que su padre estaba resuelto a obligarla a casarse, se vistió de sirvienta, y así disfrazada huyó del palacio; un barquero la llevó al otro lado del inmenso río y ella siguió huyendo por los campos.

Aldarico envió a sus soldados a buscarla por todas partes y cuando la joven vio que se acercaban ya sus perseguidores pidió a Dios que la protegiera, y vio en una roca una hendidura, y ahí se escondió y nadie logró verla. Entonces su padre, lleno de remordimientos por su actitud, mandó publicar un decreto por medio del cual perdonaba a su hija y le permitía que se hiciera religiosa. Ella al oír tal noticia volvió al castillo y Aldarico le regaló un convento en una alta montaña para que se fuera allá con las demás jóvenes que quisieran ser religiosas. Y allí se fundó el convento de Otilburg.

Otilia y sus compañeras se dedicaron a la oración, a los trabajos manuales y a atender a los centenares de pobres que llegaban a pedir ayuda. Otilia se dedicaba a socorrer a los enfermos más repugnantes y abandonados. Y fundó un hospital para ellos. Al fin, Aldarico al darse cuenta de la gran santidad de su hija dispuso con su anciana esposa vivir los dos como monjes y convirtieron su castillo en un convento, dirigido por Otilia. Y allí murieron piadosamente. La santa se dedicó a ofrecer misas, limosnas y oraciones por el alma de su padre, y tiempo después en una visión le fue dicho que por sus misas y oraciones y obras de caridad, el alma de Aldarico lograba salir del purgatorio.

Después de dedicarse por muchos años a la oración y a prestar ayudas a enfermos y pobres, Otilia descansó en paz en el año 720. En su sepulcro empezaron a obrarse milagros, y toda aquella región de Alsacia la proclamó como patrona. Todos los emperadores alemanes desde Carlo Magno (año 800) le rindieron homenaje. El papa San León IX y el Rey Ricardo I de Inglaterra fueron en peregrinación a visitar su tumba. Todavía se conserva una fuente de agua que la santa hizo brotar con su oración, cuando en el convento no había nada para beber. Y con esa agua se bañan los ojos muchos enfermos de la vista y consiguen admirables curaciones.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Otilia_8_9.htm)

08 agosto, 2010

Santo Domingo de Guzman

Oh, Santo Domingo de Guzmán;
sois vos, el hijo del Dios de la vida,
el asceta de Cristo Señor Nuestro,
por que vos, con vuestra vida, vuestro
amor y entrega, os negasteis a vos
mismo y crecisteis en los desvalidos
y pobres de vuestro tiempo y de aquél
abrazo con San Francisco y sus estigmas,
maravillosas huellas del amor verdadero
dejasteis. “No puede ser que Cristo
sufra hambre en los pobres, mientras
yo guarde en mi casa algo con lo cual
podía socorrerlos”, a menudo vos
decíais. Vuestras armas para convertir,
la oración, la paciencia, la penitencia,
y horas incontables para instruir a los
ignorantes en religión eran, y a vuestros
detractores os decíais: “Inútil es, tratar
de convertir a la gente con la violencia.
La oración hace más efecto que todas
las armas guerreras. No crean que los
oyentes se van a conmover y a volver
mejores por que nos ven muy vestidos
elegantemente. En cambio con la
humildad sí se ganan los corazones”.
¿Cuál pues sería vuestro destino? Sólo
uno: el mismo cielo, porque lo habíais
ganado. “Que todos los ángeles y santos
salgan a recibiros”, decían vuestros
compañeros y vos moribundo añadíais:
“¡Qué hermoso, qué hermoso!” y volasteis
para recibir, justo premio, corona de
luz, “consagrado al Señor”, eternamente,
santo fundador de los Padres Dominicos
oh, Santo Domingo de Guzmán, ¡aleluya!.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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8 de Agosto

Santo Domingo de Guzmán
Fundador
Año 1221

Domingo significa: “Consagrado al Señor”.


El fundador de los Padres Dominicos, que son ahora 6,800 en 680 casas en el mundo, nació en Caleruega, España, en 1171. Su madre, Juana de Aza, era una mujer admirable en virtudes y ha sido declarada Beata. Lo educó en la más estricta formación religiosa.

A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres. Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: “No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos”.

En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.

Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.

Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: “Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones”.

Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III. Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.

Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: “Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios”. Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.

En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.

El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos. Por ejemplo estas:

*Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.

*Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.

La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.

Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.

Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua. Siempre dormía sobre duras tablas.

Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros.

Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra.

Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar.

Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: “la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos”. Y así sucedió en verdad.

Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.

Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: “De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación”. Pasaba noches enteras en oración. Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.

Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave. Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: “Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte”, dijo: “¡Qué hermoso, qué hermoso!” y expiró.

A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: “De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo”.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Domingo_de_Guzmán.htm)

07 agosto, 2010

San Cayetano

Oh, San Cayetano, vos sois el
hijo del Dios de la vida y el
que, con ardor, la conversión
deseabais de los pecadores.
Respeto guardabais por la Misa
Santa y pasabais tiempo largo
en su preparación. “Los Teatinos”
padres, fundasteis, para llevar
santa vida y animar y ejemplo
ser para la feligresía. A menudo
vos decíais: “Me siento sano
del cuerpo pero enfermo del alma,
al ver cómo Cristo espera la
conversión de todos, y son tan
poquitos los que se mueven a
convertirse”. “Veo a mi Cristo
pobre, ¿y yo me atreveré a seguir
viviendo como rico? Veo a mi
Cristo humillado y despreciado,
¿y seguiré deseando que me rindan
honores? Oh, que ganas siento de
llorar al ver que las gentes no
sienten deseos de imitar al Redentor
Crucificado”
. Adorabais mucho a
Nuestro Señor, sobre todo en la
Sagrada Hostia en la Eucaristía
y así, su infancia recordabais
santa. Vos, poco antes de morir
dijisteis: “Mi Salvador murió sobre
una tosca cruz. Por favor permítame
a mí que soy un pobre pecador,
morir sobre unas tablas”
y así,
reposándolo en aquellas tablas,
este mundo abandonasteis, para
alzaros a la gloria del Padre y
justo premio recibir: corona de luz;
oh, San Cayetano, “santo padrecito”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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07 de Agosto
San Cayetano

Fundador
Año 1547

San Cayetano bendito: lo que tú más deseabas la conversión de los que somos tan pecadores, es un favor inmenso que no hemos logrado conseguir, pero que tú con tu intercesión nos puedes obtener. Pídele a Dios que nos logremos convertir.

Dichoso el que Confía en Dios (Salmo 83).

Este santo, muy popular entre los comerciantes y ganaderos porque los protege de muchos males, nació en 1480 en Vicenza, cerca de Venecia, Italia. Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.

Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades. Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.

A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración. En Roma se inscribió en una asociación llamada “Del Amor Divino”, cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.

Viendo que el estado de relaajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV)

San Cayetano le escribía a un amigo: “Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse”. Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.

Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo

En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: “Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo”.

San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: “Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?” Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado”.

En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: “Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto”.

Fundó asociaciones llamadas “Montes de piedad” (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses. Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.

La gente lo llamaba: “El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo”

Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes. Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: “Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer”. Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.

En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: “Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas”. Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas. En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cayetano.htm)

06 agosto, 2010

La Transfiguración del Señor

Oh, Divino Cristo Transfigurado,
vos sois, el Hijo del Dios de la
vida, y que os mostrasteis, de
vuestra Pasión y Muerte antes, y
de testigos, a Pedro, Santiago
y Juan, quienes os Vieron en toda
vuestra gloria; pues mientras
orabais, vuestro cuerpo transfiguró
se y vuestros vestidos volvieron sé,
más blancos que la nieve, y vuestro
rostro, resplandeciente mas que el
sol y en medio aparecieron se, del
Testamento Antiguo Moisés, por la
la Ley; y Elías, en nombre de los
profetas; que alegraron sé, porque
sois Vos, el enviado de Dios eterno
para al mundo salvar y del pecado
librarlo. Y, emocionado Pedro, os
dijo: Señor, si os parece, hacemos
aquí tres campamentos, uno para Vos,
otro para Moisés y otro para Elías
y en seguida, envolvió los una nube
y se oyó, la Voz de Vuestro Padre,
que decía: “Este es mi Hijo muy
amado, escuchadlo” y Su voz, se
oye, eterna en los corazones todos,
oh, Divino Cristo Transfigurado.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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6 de Agosto

La Transfiguración del Señor

Señor Jesús: transfigúranos también a nosotros en nuevas creaturas,
totalmente agradables al Padre Dios.

Narra el santo Evangelio (Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10) que unas semanas antes de su Pasión y Muerte, subió Jesús a un monte a orar, llevando consigo a sus tres discípulos predilectos, Pedro, Santiago y Juan. Y mientras oraba, su cuerpo se transfiguró. Sus vestidos se volvieron más blancos que la nieve,y su rostro más resplandeciente que el sol. Y se aparecieron Moisés y Elías y hablaban con El acerca de lo que le iba a suceder próximamente en Jerusalén.

Pedro, muy emocionado exclamó: -Señor, si te parece, hacemos aquí tres campamentos, uno para Ti, otro para Moisés y otro para Elías. Pero en seguida los envolvió una nube y se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo muy amado, escuchadlo”.

El Señor llevó consigo a los tres apóstoles que más le demostraban su amor y su fidelidad. Pedro que era el que más trabajaba por Jesús; Juan, el que tenía el alma más pura y más sin pecado; Santiago, el más atrevido y arriesgado en declararse amigo del Señor, y que sería el primer apóstol en derramar su sangre por nuestra religión. Jesús no invitó a todos los apóstoles, por no llevar a Judas, que no se merecía esta visión. Los que viven en pecado no reciben muchos favores que Dios concede a los que le permanecen fieles.

Eso sigue sucediendo a las personas que rezan con fervor. La oración les transfigura y embellece el alma y les vuelve mucho más agradables a Dios. Dos personas muy famosas del Antiguo Testamento; Moisés en nombre de la Ley, y Elías en nombre de los profetas, venían a respaldar y felicitar a Jesucristo y a proclamar que El es el enviado de Dios para salvar al mundo.

Es un elogio hermosísimo hecho por el Padre Dios, acerca de Jesucristo. Es su Hijo Unico. Es amadísimo por Dios, y es preferido por El a todos los demás seres que existen. Verdaderamente merece nuestro amor este Redentor tan amado por su Padre que es Dios.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/la_transfiguración__del_señor.htm)

05 agosto, 2010

Señora Nuestra de las Nieves

Oh, Señora Nuestra de las Nieves:
¿Qué es blanco y más, que la misma
nieve que no cega, pero que alegra
el alma, con amor y paz divinos?.

Adivinar no quiere mi alma y es mejor
decir con fe segura, que Sois Vos ¡María!;
Madre del Dios vivo, y Madre mía.

A vos pues, blancura inimaginable,
más blanca y más perfecta; Señora y
Madre mía; os ofrezco esta poesía,
Oh, Señora Nuestra de las Nieves.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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5 de agosto

Nuestra Señora de las Nieves

Esta fiesta de la Santísima Virgen tiene su origen en la leyenda romana que las lecciones del Breviario de hoy nos recuerdan. En tiempo del papa Liberio, segunda mitad del siglo IV, existía en Roma un matrimonio sin hijos. Lo mismo Juan que su esposa pertenecían a la más alta nobleza. Eran excelentes cristianos y contaban con una gran fortuna que las numerosas limosnas a los pobres eran incapaces de agotar. Se hacían ancianos los nobles esposos y, pensando en el mejor modo de emplear su herencia, pedían insistentemente a la Madre de Dios que les iluminase.

He aquí que la Virgen les declara de forma maravillosa sus deseos. A Juan Patricio y a su esposa se les aparece en sueños, y por separado, la Señora para indicarles su voluntad de que se levante en su honor un templo en el lugar que aparezca cubierto de nieve en el monte Esquilino. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más calurosos de la canícula romana. Van los dos esposos a contar su visión al papa Liberio. Este había tenido la misma revelación que ellos. El Sumo Pontífice organiza una procesión hacia el lugar que había señalado la Madre de Dios. Todos se maravillaron al ver un trozo de campo acotado por la nieve fresca y blanca. La Virgen acababa de manifestar de este modo admirable su deseo de que allí se levantase en su honor un templo. Este templo es hoy día la basílica de Santa María la Mayor.

¿Qué valor tiene esta leyenda?

Parece que no tiene ninguna garantía de veracidad. El cardenal Capalti aseguraba a De Rossi que, cuando los canónigos de esta basílica terminaban en coro las lecciones de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves y se disponían a entrar en la sacristía para dejar sus trajes corales, había uno bastante gracioso que solía decir que en toda la leyenda únicamente encontraba verdaderas estas palabras: “en Roma, a 5 de agosto, cuando los calores son más intensos”.

La leyenda no aparece hasta muy tarde. Seguramente en el siglo XI. El caso es que cuajó fácilmente en la devoción popular y un discípulo del Giotto la inmortalizó en unos lienzos que pintó para la misma basílica. En un cuadro aparece el papa Liberio dormido, con la mitra al lado; encima, ángeles y llamas, y, delante, la Virgen que le dirige la palabra. En otro cuadro aparece Juan Patricio, a quien se le aparece también la Virgen. Otra pintura nos presenta a María haciendo descender la nieve sobre el monte Esquilino.

Nuestro Murillo inmortalizó también esta leyenda en uno de sus cuadros. En él aparece el noble y piadoso matrimonio contando la visión al Papa, y en el fondo se contempla la procesión y el campo nevado. Otros artistas reprodujeron en sus cuadros este milagro y los poetas lo cantaron en sus versos. La devoción a la Virgen de las Nieves arraigó fuertemente en el pueblo romano y llegó a extenderse por toda la cristiandad. En su honor se levantan hoy templos por todo el mundo, y son muchas las mujeres cristianas que llevan este bendito nombre de la Santísima Virgen.

Nuestra Señora de las Nieves es lo mismo que Santa María la Mayor, título que lleva una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Las otras tres son: San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán. La basílica de Santa María la Mayor parece ser que fue la primera iglesia que se levantó en Roma en honor de María y podemos decir, lo mismo que se afirma de San Juan de Letrán en un sentido más general, que es la iglesia madre de todas cuantas en el mundo están dedicadas a la excelsa Madre de Dios. Por esto, y por ser una de las iglesias más suntuosas de Roma, mereció el título de la Mayor. Así se la distinguía de las otras sesenta iglesias que tenía la Ciudad Eterna dedicadas a Nuestra Señora.

Esta basílica ha pasado por bastantes vicisitudes a través de los tiempos. Ocupa el Esquilino, una de las siete colinas de Roma. En tiempo de la República era necrópolis y bajo el Imperio de Augusto, paseo público. Allí tenía el opulento Mecenas unos jardines. Allí estaba la torre desde la cual contempló Nerón el incendio de Roma y allí había un templo dedicado a la diosa Juno, al cual acudían las parejas de novios para implorar sus auspicios. Aquí quiso la Reina del Cielo poner su morada. En el corazón de la urbe penetra su planta virginal y los hijos del más glorioso de los antiguos imperios abrirán sus pechos al amor de tan tierna Madre.

La primitiva iglesia no estaba consagrada a María. Se llamaba la basílica Sociniana. En su recinto lucharon los partidarios del papa Dámaso con los secuaces del antipapa Ursino. Esto sucedió a finales del siglo IV. En este tiempo se llamó también basílica Liberiana por su fundador, el papa Liberio. En el siglo V es reconstruida por Sixto III (432-440). Este mismo Papa es el que consagra el templo a la Virgen. Desde este momento el nombre de María se va a hacer inseparable de este templo.

El concilio de Efeso había tenido lugar el año 431. Los padres del tercer concilio ecuménico acababan de proclamar la maternidad divina de María contra el hereje Nestorio. Era el primer gran triunfo de María en la Iglesia y una crecida ola de amor Mariano recorre toda la cristiandad de oriente a occidente. La maternidad divina de María es el más grande de los privilegios de María y la raíz de todas sus grandezas. Roma no podía faltar en esta hora de gloria Mariana. Este templo que renueva Sixto III en honor de la Theotocos es el eco romano de la definición de los padres de Efeso. La ciudad entera se apresta a levantar y hermosear esta basílica. Los pintores ponen sus pinceles bajo la dirección del Sumo Pontífice y las damas se desprenden de sus más vistosas joyas. Ahora es cuando la antigua basílica Sociniana se adorna con pinturas y mosaicos que celebran el misterio de la maternidad divina de María. Se levanta un arco de triunfo y sobre la puerta de entrada se lee una inscripción que empieza con estas palabras:

“A ti, oh Virgen María, Sixto te dedicó este nuevo templo… “

Las pinturas son de tema Mariano y generalmente relacionadas con la maternidad divina de María. Representan a la Anunciación, la Visitación, María con el Niño, la adoración de los Magos, la huida a Egipto y otras escenas de la vida de la Virgen. Las tres amplias naves de la basílica se enriquecieron con los dones de los fieles y los ábsides se adornaron de lámparas y mosaicos. Algunos de éstos son especialmente valiosos.

En el siglo VII una nueva advocación le nace a esta iglesia: Santa María ad praesepe, Santa María del Pesebre. La maternidad de María acaba por llevar la devoción de los fieles al portal de Belén, a Jesús. Como siempre, por María a Jesús. Al lado de la basílica surge una gruta estrecha, obscura y recogida como la de Belén. Allí irán los papas a celebrar la misa del gallo todas las Nochebuenas, y para que la piedad se hiciese más viva se enseñaban los maderos del pesebre en el cual había nacido el Hijo de Dios y trozos de adobes y piedras que los peregrinos habían traído de Tierra Santa.

Esta gruta llega a ser uno de los lugares más venerandos de la Ciudad Eterna. Los Romanos Pontífices la distinguen con sus privilegios. Gregorio III (731-741) puso allí una imagen, de oro y gemas que representaba a la Madre de Dios abrazando a su Hijo. Adriano I (762-795) cubrió el altar con láminas de oro, y León III (795-816) adornó las paredes con velos blancos y tablas de plata acendrada que pesaban ciento veintiocho libras.

Son muchas las gracias que la Santísima Virgen ha concedido a sus devotos en este santo templo. Aquí organizó San Gregorio Magno unas solemnes rogativas con motivo de una terrible peste que asolaba la ciudad. El año 653 ocurrió en esta iglesia un hecho milagroso. Celebraba misa el papa San Martín cuando, al querer matarle o prenderle por orden del emperador Constante, el enarca de Ravena, Olimpo, quedó repentinamente ciego e imposibilitado.

Basten estos hechos para demostrar el gran aprecio que los Sumos Pontífices han tenido para con este templo a través de la historia. Hoy mismo sigue siendo Santa María la Mayor una de las cuatro basílicas patriarcales de Roma cuya visita es necesaria para ganar el jubileo del año santo. De esta forma la Virgen de las Nieves sigue recibiendo el tributo de amor de innumerables peregrinos de todo el orbe católico.

Actualmente es una de las iglesias más ricas y bellas de la ciudad de Roma. Conserva muy bien su carácter de basílica antigua. Tiene por base la forma rectangular, dividida por columnas que forman tres naves, techo artesonado, atrio y ábside. El interior de la basílica es solemne y armonioso. Las tres naves aparecen divididas por columnas jónicas. Contiene notables monumentos y tumbas de los papas.

Tiene dos fachadas: la que mira al Esquilino, que es la posterior, y la que mira a la plaza que lleva el nombre de Santa María la Mayor. Esta, que es la principal, data del siglo VIII, y la posterior del XVII. El campanario, románico, es el más alto de Roma. Fue construido el año 1377. Sobre el altar mayor hay una imagen de María del siglo XIII, atribuida a Lucas el Santo, y en la nave se halla el monumento a la Reina de la Paz, erigido por Benedicto XV al terminar la primera guerra mundial. Su cielo raso está dorado con el primer oro que Colón trajo de América. En la plaza de Santa María la Mayor se yergue una columna estriada de más de catorce metros de altura. En la plaza del Esquilino se alza un obelisco procedente del mausoleo de Augusto.

Santa María de las Nieves. He aquí una de las advocaciones más bellas de la Santísima Virgen. Ella, que es la Madre de Dios, Inmaculada, Asunta al cielo, Virgen de la Salud y del Rocío, es también Nuestra Señora de las Nieves. La nieve es blancura y frescor. Pureza y alma recién estrenada, intacta. Espíritu sin gravedad. ¡Cuán hermosamente tenemos representada aquí la pureza sin mancha de María!

Nieve recién caída en el estío romano. La pureza al lado del calor sofocante de la pasión. Sólo Ella, como aquel trozo milagrosamente marcado por la nieve en la leyenda de Juan Patricio, es preservada del calor fuerte del agosto que es el pecado. Sólo Ella es sin pecado entre todos los hombres. Ella es blancura y candor. Ella refresca nuestros agostos llenos del fuego del pecado y la concupiscencia.

Ni el copo de nieve, ni el ala de cisne, ni la sonrisa de la inocencia, ni la espuma de la ola es más limpia y hermosa que María. Verdaderamente es ésta una fiesta de leyenda y poesía, María es algo de leyenda y poesía. Es la obra de Dios.

MARCOS MARTÍNEZ DE VADILLO

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/08/08-05_Virgen_de_las_nieves.htm)