04 octubre, 2010

San Francisco de Asís


Oh, San Francisco de Asís; sois
vos, el predilecto hijo del Dios
de la vida y el eterno Cristo de
ayer,de hoy y de siempre, porque
Él, en vos vio, que el evangelio
de Su Amado Hijo, a reinar volvió
sobre la faz de la tierra nuestra;
como en los tiempos aquellos, todo
de humildad lleno, de ejemplar
pobreza, y entrañable y grande amor
por Cristo, que en vos dejara sus
llagas santas, respuesta de su amor.

¿Decidme hermano sol, hermana
luna, si no era Francisco, quien os
arrullaba como a criaturas, con
dulces versos, aquellos días y
aquellas noches, en que aullaba
el hermano lobo? ¡Claro que sí!.
Negarlo no podéis, pues entre la
luz y el aullido, por la eternidad
se perfila vuestro espíritu, en las
órdenes vuestras, que diseminadas
por el orbe de la tierra; dan fe,
de vuestro inmenso legado de amor;
oh, San Francisco de Asís, paz y bien.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Oración Por La Paz De San Francisco

Oh, Señor, haz de mí un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
Ser comprendido, sino comprender;
Ser amado, como amar.
Porque es dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.
Amén.

04 de Octubre
San Francisco de Asís
Fundador de los Franciscanos


Su Vida

Dicen que a San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor, y que si se hace una votación entre los cristianos (aún entre los protestantes) todos están de acuerdo en declarar que es un verdadero santo. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo estiman.

Nació en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue sumamente estimada por él durante toda su vida. Su padre era Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia, por la cual le puso el nombre de Francisco, que significa: “el pequeño francesito”. Cuando joven a Francisco lo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores almacenes de ropa en la ciudad, y al muchacho le sobraba el dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo.

Tenía veinte años cuando hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida. Al salir de la prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido, le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le presentaban en cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los enemigos del espíritu.

Francisco no llegó al campo de batalla porque se enfermó y en plena enfermedad oyó que una voz del cielo le decía: “¿Por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?”. Entonces se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear sino a meditar en serio acerca de su futuro. La gente al verlo tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco probablemente estaba enamorado. Él comentaba: “Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora que existe”. Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más parecida posible al modo totalmente pobre como vivió Jesús. Y se fue convenciendo de que debía vender todos sus bienes y darlos a los pobres.

Paseando un día por el campo encontró a un leproso lleno de llagas y sintió un gran asco hacia él. Pero sintió también una inspiración divina que le decía que si no obramos contra nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al leproso, y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las llagas. Desde que hizo ese acto heroico logró conseguir de Dios una gran fuerza para dominar sus instintos y poder sacrificarse siempre a favor de los demás. Desde aquel día empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los pobres. Y les regalaba cuanto llevaba consigo.

Un día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, le pareció oír que Cristo le decía tres veces: “Francisco, tienes que reparar mi casa, porque está en ruinas”. Él creyó que Jesús le mandaba arreglar las paredes de la iglesia de San Damián, que estaban muy deterioradas, y se fue a su casa y vendió su caballo y una buena cantidad de telas del almacén de su padre y le trajo dinero al Padre Capellán de San Damián, pidiéndole que lo dejara quedarse allí ayudándole a reparar esa construcción que estaba en ruinas. El sacerdote le dijo que le aceptaba el quedarse allí, pero que el dinero no se lo aceptaba (le tenía temor a la dura reacción que iba a tener su padre, Pedro Bernardone) Francisco dejó el dinero en una ventana, y al saber que su padre enfurecido venía a castigarlo, se escondió prudentemente.

Pedro Bernardone demandó a su hijo Francisco ante el obispo declarando que lo desheredaba y que tenía que devolverle el dinero conseguido con las telas que había vendido. El prelado devolvió el dinero al airado papá, y Francisco, despojándose de su camisa, de su saco y de su manto, los entregó a su padre diciéndole: “Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: Padrenuestro que estás en los cielos”. El Sr. Obispo le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza, sobre su nueva túnica, y con ésta vestirá y pasará el resto de su vida. Ese será el hábito de sus religiosos después: el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero.

Se fué por los campos orando y cantando. Unos guerrilleros lo encontraron y le dijeron: “¿Usted quién es? – Él respondió: – Yo soy el heraldo o mensajero del gran Rey”. Los otros no entendieron qué les quería decir con esto y en cambio de su respuesta le dieron una paliza. Él siguió lo mismo de contento, cantando y rezando a Dios. Después volvió a Asís a dedicarse a levantar y reconstruir la iglesita de San Damián. Y para ello empezó a recorrer las calles pidiendo limosna. La gente que antes lo había visto rico y elegante y ahora lo encontraba pidiendo limosna y vestido tan pobremente, se burlaba de él. Pero consiguió con qué reconstruir el pequeño templo.

La Porciúncula

Este nombre es queridísimo para los franciscanos de todo el mundo, porque en la capilla llamada así fue donde Fracisco empezó su comunidad. Porciúncula significa “pequeño terreno”. Era una finquita chiquita con una capillita en ruinas. Estaba a 4 kilómetros de Asís. Los padres Benedictinos le dieron permiso de irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba el sitio por lo pacífico y solitario y porque la capilla estaba dedicada a la Sma. Virgen

En la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el cielo le mostró lo que esperaba de él. Y fue por medio del evangelio de ese día, que es el programa que Cristo dio a sus apóstoles cuando los envió a predicar. Dice así: “Vayan a proclamar que el Reino de los cielos está cerca. No lleven dinero ni sandalias, ni doble vestido para cambiarse. Gratis han recibido, den también gratuitamente”. Francisco tomó esto a la letra y se propuso dedicarse al apostolado, pero en medio de la pobreza más estricta. Cuenta San Buenaventura que se encontró con el santo un hombre a quien un cáncer le había desfigurado horriblemente la cara. El otro intentó arrodillarse a sus pies, pero Francisco se lo impidió y le dio un beso en la cara, y el enfermo quedó instantáneamente curado. Y la gente decía: “No se sabe qué admirar más, si el beso o el milagro”.

El primero que se le unió en su vida de apostolado fue Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís, el cual invitaba con frecuencia a Francisco a su casa y por la noche se hacía el dormido y veía que el santo se levantaba y empleaba muchas horas dedicado a la oración repitiendo: “mi Dios y mi todo”. Le pidió que lo admitiera como su discípulo, vendió todos sus bienes y los dio a los pobres y se fue a acompañarlo a la Porciúncula. El segundo compañero fue Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís. El tercero, fue Fray Gil, célebre por su sencillez. Cuando ya Francisco tenía 12 compañeros se fueron a Roma a pedirle al Papa que aprobara su comunidad. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.

En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin un cardenal dijo: “No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio”. Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula. Dicen que Inocencio III vio en sueños que la Iglesia de Roma estaba a punto de derrumbarse y que aparecían dos hombres a ponerle el hombro e impedir que se derrumbara. El uno era San Francisco, fundador de los franciscanos, y el otro, Santo Domingo, fundador de los dominicos. Desde entonces el Papa se propuso aprobar estas comunidades.

A Francisco lo atacaban a veces terribles tentaciones impuras. Para vencer las pasiones de su cuerpo, tuvo alguna vez que revolcarse entre espinas. Él podía repetir lo del santo antiguo: “trato duramente a mi cuerpo, porque él trata muy duramente a mi alma”. Clara, una joven muy santa de Asís, se entusiasmó por esa vida de pobreza, oración y santa alegría que llevaban los seguidores de Francisco, y abandonando su familia huyó a hacerse monja según su sabia dirección. Con santa Clara fundó él las Damas Pobres o Clarisas, que tienen hoy conventos en todo el mundo.

Francisco tenía la rara cualidad de hacerse querer de los animales. Las golondrinas le seguían en bandadas y formaban una cruz, por encima de donde él predicaba. Cuando estaba solo en el monte una mirla venía a despertarlo con su canto cuando era la hora de la oración de la medianoche. Pero si el santo estaba enfermo, el animalillo no lo despertaba. Un conejito lo siguió por algún tiempo, con gran cariño. Dicen que un lobo feroz le obedeció cuando el santo le pidió que dejara de atacar a la gente.

Francisco se retiró por 40 días al Monte Alvernia a meditar, y tanto pensó en las heridas de Cristo, que a él también se le formaron las mismas heridas en las manos, en los pies y en el costado. Los seguidores de San Francisco llegaron a ser tan numerosos, que en el año 1219, en una reunión general llamado “El Capítulo de las esteras”, se reunieron en Asís más de cinco mil franciscanos. Al santo le emocionaba mucho ver que en todas partes aparecían vocaciones y que de las más diversas regiones le pedían que les enviara sus discípulos tan fervorosos a que predicaran. Él les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo que manda el santo evangelio.

Francisco recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: “El Amor no es amado”. Las gentes le escuchaban con especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su religión. Dispuso ir a Egipto a evangelizar al sultán y a los mahometanos. Pero ni el jefe musulmán ni sus fanáticos seguidores quisieron aceptar sus mensajes. Entonces se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa. Por no cuidarse bien de las clientísimas arenas del desierto de Egipto se enfermó de los ojos y cuando murió estaba casi completamente ciego. Un sufrimiento más que el Señor le permitía para que ganara más premios para el cielo.

San Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer los campos cantando bellas canciones, compuso un himno a las criaturas, en el cual alaba a Dios por el sol, y la luna, la tierra y las estrellas, el fuego y el viento, el agua y la vegetación. “Alabado sea mi Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por los que saben perdonar”, etc. Le agradaba mucho cantarlo y hacerlo aprender a los demás y poco antes de morir hizo que sus amigos lo cantaran en su presencia. Su saludo era “Paz y bien”.

Cuando sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la hora de partir a la eternidad. Dejaba fundada la comunidad de Franciscanos, y la de hermanas Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la religión de Cristo por todos los países del mundo. Los seguidores de San Francisco (Franciscanos, Capuchinos, Clarisas, etc.) son el grupo religioso más numeroso que existe en la Iglesia Católica. El 3 de octubre de 1226, acostado en el duro suelo, cubierto con un hábito que le habían prestado de limosna, y pidiendo a sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha amado, murió como había vivido: lleno de alegría, de paz y de amor a Dios.

Cuando apenas habían transcurrido dos años después de su muerte, el Sumo Pontífice lo declaró santo y en todos los países de la tierra se venera y se admira a este hombre sencillo y bueno que pasó por el mundo enseñando a amar la naturaleza y a vivir desprendido de los bienes materiales y enamorados de nuestra buen Dios. Fue él quien popularizó la costumbre de hacer pesebres para Navidad.

(http://www.ewtn.com/padrepio/sp/franciscan/st_francis.htm)

03 octubre, 2010

San Francisco Borja

Oh, San Francisco Borja;
sois vos el hijo del Dios
de la vida, el mismo que
poseyéndolo todo de la vida
de mundo, renunciasteis a
ella, para del Rey de reyes
a su servicio poneros, Aquél
que vive y reina por los
siglos de los siglos y que,
por designios divinos, las
riendas tomasteis de la Orden
Jesuita, sus fronteras al
mundo expandiendo de vuestro
tiempo y, por ello, con razón
y justicia toda, os decían
cofundador. Ojala, los de este
tiempo, hombres hayan, de
vocación, os imiten en vuestro
actuar. ¿Dónde os hallaremos
hoy? En el único lugar, donde
sólo vos podéis estar: en el
cielo, que lo habéis ganado,
como galardón y premio, por
Dios brindado, y desde allí,
brilláis, con corona de luz;
oh, San Francisco de Borja.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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03 de Octubre

San Francisco de Borja
Año 1572

Señor: que como tu amigo Francisco de Borja sepamos dominar el cuerpo y el orgullo y dedicarnos con todas nuestras fuerzas y cualidades a obtener que las gentes te amen más y te sirvan mejor. Amén. Domino mi cuerpo para no ser descalificado en el día final (San Pablo).

La familia española Borja o Borgia se hizo célebre cuando Alfonso Borgia fue elegido papa con el nombre de Calixto III y luego cuando otro Borgia fue nombrado Pontífice y se llamó Alejandro VI. Este Borgia antes de ser Pontífice había tenido cuatro hijos, y uno de ellos fue el padre de nuestro santo. Francisco de Borja era nieto del Papa Alejandro VI por parte del padre; nieto del rey Fernando de Aragón por parte de la madre, primo del emperador Carlos Quinto e hijo del Duque de Gandía.

En su familia se preocuparon porque el joven recibiera la mejor educación posible y fue enviado a la corte del emperador para que allí aprendiera el arte de gobernar. Esto le fue de gran utilidad para los cargos que tuvo que desempeñar más tarde. Contrajo matrimonio con Leonor de Castro, una joven de la corte del emperador y tuvo seis hijos. Su matrimonio duró 17 años y fue un modelo de armonía y de fidelidad.

El emperador Carlos V lo nombró virrey de Cataluña (con capital Barcelona) región que estaba en gran desorden y con muchas pandillas de asaltantes. Francisco puso orden prontamente y demostró tener grandes cualidades para gobernar. Más tarde cuando sea Superior General de los jesuitas dirá: “El haber sido gobernador de Cataluña me fue muy útil porque allá aprendí a tomar decisiones importantes, a hacer de mediador entre los que se atacan, y a ver los asuntos desde los dos puntos de vista, el del que ataca y el del que es atacado”.

La reina de España era especialmente hermosa, pero murió en plena juventud, y Francisco fue encargado de hacer llevar su cadáver hasta la ciudad donde iba a ser sepultada. Este viaje duró varios días, y al llegar al sitio de su destino, abrieron el ataúd para constatar que sí era ese el cadáver de la reina. Pero en aquel momento el rostro de la difunta apareció tan descompuesto y maloliente, por la putrefacción que Francisco se conmovió hasta el fondo de su alma, y se propuso firmemente: “Ya nunca más me dedicaré a servir a jefes que se me van a morir”. En adelante se propone dedicarse a servir únicamente a Cristo Jesús que vive para siempre.

La gente empezó a notar que la vida y el comportamiento del virrey Francisco cambiaban de manera sorprendente. Ya no le interesaban las fiestas mundanas, sino los actos religiosos. Ya no iba a cacerías y a bailes, sino a visitar pobres y a charlar con religiosos y sacerdotes. Un obispo escribía de él en ese tiempo: “Don Francisco es modelo de gobernantes y un caballero admirable. Es un hombre verdaderamente humilde y sumamente bondadoso. Un hombre de Dios en todo el sentido de la palabra. Educa a sus hijos con un esmero extraordinario y se preocupa mucho por el bienestar de sus empleados. Nada le agrada tanto como la compañía de sacerdotes y religiosos”. Algunos criticaban diciendo que un gobernador no debería ser tan piadoso, pero la mayor parte de las personas estaban muy contentas al verlo tan fervoroso y lleno de sus virtudes.

En 1546 murió su santa esposa, la señora Leonor. Desde entonces ya Francisco no pensó sino en hacerse religioso y sacerdote. Escribió a San Ignacio de Loyola pidiéndole que lo admitiera como jesuita. El santo le respondió que sí lo admitiría, pero que antes se dedicara a terminar la educación de sus hijos y que aprovechara este tiempo para asistir a la universidad y obtener el grado en teología. Así lo hizo puntualmente (San Ignacio le escribió recomendándole que no le contara a la gente semejante noticia tan inesperada, “porque el mundo no tiene orejas para oír tal estruendo”).

En 1551, después de dejar a sus hijos en buenas posiciones y herederos de sus muchos bienes, fue ordenado como sacerdote, religioso jesuita. Esa fue “la noticia del año” y de la época, que el Duque de Gandía y gobernador de Barcelona lo dejaba todo, y se iba de religioso, y era ordenado sacerdote. El gentío que asistió a su primera misa fue tan extraordinario que tuvo que celebrarla en una plaza.

En 1554 fue nombrado por San Ignacio como superior de los jesuitas en España. Dicen que él fue propiamente el propagador de dicha comunidad en esas tierras. Con sus cualidades de mando organizó muy sabiamente a sus religiosos y empezó a enviar misioneros a América. El número de casas de su congregación creció admirablemente.

Lo primero que se propuso fue dominar su cuerpo por medio de fuertes sacrificios en el comer y beber y en el descanso. Era gordo y robusto y llegó a adelgazar de manera impresionante. Al final de su vida dirá que al principio de su vida religiosa y de su sacerdocio exageró demasiado sus mortificaciones y que llegaron a debilitar su salud.

Otro de sus grandes sacrificios consistió en dominar su orgullo. Los primeros años de su vida religiosa los superiores lo humillaron más de lo ordinario, para probar si en verdad tenía vocación. A él, que había sido Duque y gobernador, le asignaron en la comunidad el oficio de ayudante del cocinero, y su oficio consistía en acarrear el agua y la leña, en encender la estufa y barrer la cocina. Cuando se le partía algún plato o cometía algún error al servir en el comedor, tenía que pedir perdón públicamente de rodillas, delante de todos. Y jamás se le oyó una voz de queja o protesta. Sabía que si no dominaba su orgullo nunca llegaría a la santidad.

Una vez el médico le dijo al hacerle una curación dolorosa: “Lo que siento es que a su excelencia esto le va a doler”. Y él respondió: “Lo que yo siento es que usted le diga excelencia a semejante pecador”. Cuando la gente lo aplaudía o hablaba muy bien de él, se estremecía de temor. Un día afirmaba: “Soy tan pecador, que el único sitio que me merezco es el infierno”. A otro le decía: “Busqué un puesto propio para mí en la Biblia, y vi que el único que me atrevería a ocupar sería a los pies de Judas el traidor. Pero no lo pude ocupar, porque allí estaba Jesús lavándole los pies”. Así de humildes son los santos.

Al morir San Ignacio lo reemplazó el Padre Laínez. Y al morir éste, los jesuitas nombraron como Superior General a San Francisco de Borja. Durante los siete años que ocupó este altísimo cargo se dedicó con tan grande actividad a su oficio, que ha sido llamado por algunos, “el segundo fundador de los jesuitas”. Por todas partes aparecieron casas y obras de su comunidad, y mandó misioneros a los más diversos países del mundo. El Papa y los Cardenales lo querían muchísimo y sentían por él una gran admiración. Organizó muy sabiamente los noviciados para sus religiosos y con su experiencia de gobernante dio a la Compañía de Jesús una organización admirable.

El Sumo Pontífice envió un embajador a España y Portugal a arreglar asuntos muy difíciles y mandó a San Francisco que lo acompañara. La embajada fue un fracaso, pero por todas partes las gentes lo aclamaron como “el santo Duque” y sus sermones producían muchas conversiones. Al volver a Roma se sintió muy debilitado. Se había esforzado casi en exceso por cumplir sus deberes y se había desgastado totalmente. Y el 30 de septiembre de 1572 entregó su alma al Creador. Uno de los que trataron con él exclamó al saber la noticia de su muerte: “Este fue uno de los hombres más buenos, más amables y más notables que han pisado nuestro pobre mundo”.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Francisco_de_Borja.htm)

02 octubre, 2010

Santos Ángeles de la Guarda


Oh, Santos Ángeles de la Guarda;
sois vosotros los espíritus purísimos
del Dios de la vida, que estáis a su lado
para adorarlo, sus mensajes llevar y
sus santas órdenes, dar cumplimiento.

De pequeño aprendí, de boca de mi
piadosa madre, aquél maravilloso
rezo que mis días acompaña: “Ángel
de mi guarda, dulce compañía, no me
desampares ni de noche ni de día No
me dejes sólo, que sin ti, me perdería”.

Os rogamos pues, oh, Ángeles Custodios,
que continuéis con esa maravillosa tarea
de amor; y recibid con estos humildes
versos las gracias por vuestra compañía;
Oh, Santos Ángeles de la Guarda.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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2 de Octubre

Los Santos Ángeles de la Guarda


Angel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que me pongas en los brazos de Jesús, José y María.

En la S. Biblia la palabra Ángel significa “Mensajero”. Un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos. Ya en el siglo II el gran sabio Orígenes decía: “Los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja”.

Y se basa esta creencia en la frase del Salmo 90: “A sus ángeles ha dado órdenes Dios, para que te guarden en tus caminos”. Y en aquella otra frase tan famosa de Jesús: “Cuidad de no escandalizar a ninguno de estos pequeñuelos, porque sus ángeles están siempre contemplando el rostro de mi Padre Celestial”. Y Judit en la Biblia al ser recibida como libertadora de Betulia exclamaba: “El ángel del Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía allá , y en el viaje de venida”.

En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: “Será su ángel” (Hechos 12, 15).

Ya en el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: “Ángel del Señor, que por orden de su piadosa providencia eres mi guardián, custodiame en este día (o en esta noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás ofenda a Dios Señor. Amen”.

En el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre. Consejos de un santo: San Bernardo en el año 1010 hizo un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases: Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar). Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).

San Juan Bosco narra que el día de la fiesta del Ángel de la Guarda, un dos de octubre, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio y que en esa semana dos jóvenes obreros estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo oído y exclamó: “Ángel de mi guarda!”. Cayeron sin sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron muerto, y cuando levantaron al segundo, al que había invocado al Ángel Custodio, este recobró el sentido y subió corriendo la escalera del andamio como si nada le hubiera pasado. Preguntado luego exclamó: “Cuando vi que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y sentí como si me pusieran por debajo una sábana y me bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo más”. Así lo narra el santo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Angeles_de_la_Guarda.htm)

01 octubre, 2010

Santa Teresita del Niño Jesús


Oh Santa Teresita del Niño Jesús, vos
sois la hija del Dios de la vida, y la que
decía: “Lo que me impulsa a ir al Cielo
es el pensamiento de poder encender
en amor de Dios una multitud de almas
que le alabarán eternamente”, y a Dios
gracias, nos dejasteis en “La Historia
de un Alma”, vuestra autobiografía, por
la que cientos de miles de gentes, han
conocido, vuestras virtudes y dones.
“Entrarás si es la voluntad de Dios”, os
dijo el Papa León XIII, y vos ya lo sabíais,
e ingresasteis al Carmelo. “Soy un alma
muy pequeña, que sólo puede ofrecer
cosas muy pequeñas a Nuestro Señor,
pero quiero buscar un camino nuevo
hacia el cielo, muy corto, muy recto, un
pequeño sendero. Estamos en la era de
los inventos. Me gustaría encontrar un
elevador para ascender hasta Jesús, pues
soy demasiado pequeña para subir los
empinados escalones de la perfección”.
Poco antes de morir dijisteis: “Nunca he
dado a Dios más que amor, y Él me pagará
con amor. Después de mi muerte dejaré
caer una lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo
haciendo bien sobre la tierra.” “Mi caminito
es el camino de la infancia espiritual, el
camino de la confianza y de la entrega
absoluta”.Y llovieron, llueven y lloverán
todos los milagros sobre la faz de la tierra,
para todos que os imploran, Patrona celestial
de todas las Misiones Extranjeras del orbe,
oh, Santa Teresita del Niño Jesús, amor de Dios.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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Fiesta: 1ro de octubre

Santa Teresita del Niño Jesús, Virgen

Niño Jesús se ha esparcido de una manera impresionante a través de toda la Iglesia. Durante su corta vida, Teresita no sobresalió por encima de las otras monjas del convento de carmelitas en Lisieux. Pero inmediatamente después de su muerte, muchos milagros y favores fueron concedidos a través de su intercesión. La santa cumplió la promesa de hacer caer una lluvia de rosas después de su muerte, es decir, una lluvia de beneficios hacia todos los que la invocan. “Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente”, decía Teresita. Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrazador.

Por medio de sus cartas, los testimonios de aquellos que la conocieron, y especialmente su autobiografía, “La Historia de un Alma”, millones han llegado a conocer sus grandes dones y virtudes. Incontables peregrinos visitan el convento carmelita de Lisieux, donde, el 9 de abril de 1888, María Francisca Teresa Martín, la hija menor del relojero Luis Martín, se convirtió en la novicia más joven. Tenía sólo quince años. Estaban ya allí dos de sus hermanas: María, la mayor, se había ido cuando Teresita tenía nueve años, y Paulina, que había cuidado de la familia después de morir su madre, entró cuando Teresita tenía catorce años. Impaciente por seguirlas, fue a Roma en una peregrinación con su padre, y rompiendo la regla del silencio en presencia del Papa, le pidió permiso de entrar al Carmelo a los quince años. “Entrarás si es la voluntad de Dios”, le contestó el Papa León XIII, y Teresita terminó la peregrinación con el espíritu lleno de esperanza. Al terminar el año, el permiso que anteriormente la había sido negado, le fue concedido por el obispo y Teresita entró al Carmelo.

Teresa había sido la hija preferida de su padre; era tan alegre, atractiva y amable, que los dos sufrieron intensamente cuando llegó el momento de la separación. Pero no le cabía la menor duda de que ésa era su vocación y desde el principio se determinó a ser santa. Aunque la salud de Teresita era muy delicada, no deseó ninguna dispensa de la austera regla y no le fue dada ninguna. Sufría intensamente por el frío y por el cansancio de cumplir con algunas de las penitencias físicas y exteriores que la Regla acostumbraba. “Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer cosas muy pequeñas a Nuestro Señor,” dijo en una ocasión, “pero quiero buscar un camino nuevo hacia el cielo, muy corto, muy recto, un pequeño sendero. Estamos en la era de los inventos. Me gustaría encontrar un elevador para ascender hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir los empinados escalones de la perfección…”.

“Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente.” Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrazador.

“La Florecita”, como muchos la llaman, encontró su elevador, que la llevó velozmente por entre períodos oscuros de sufrimiento espiritual, por entre largas noches de dolor corporal, hacia arriba, siempre arriba, hasta que al fin estuvo segura en brazos de su amado Jesús. Antes de morir, terminó su autobiografía, L’Histoire d’un Alme (La Historia de un Alma), escrita a petición de su Superiora. Ha sido traducida a muchos diferentes idiomas, y está llena de belleza, sabiduría y valor, y por ella podemos saber algo de la santidad de Teresita, pues explica cómo hizo de sí misma un juguete de Cristo. Hiciera lo que hiciera, estaba segura de su amor.

La hermana Teresita de Lisieux murió el 30 de Septiembre de 1897. En junio de ese año había sido llevada a la enfermería del convento, padeciendo fuertes hemorragias, y no volvió a salir de allí. Tres de sus declaraciones, pronunciadas por ese tiempo, le han dado la vuelta al mundo y ningún comentario sobre la Florecita, por breve que fuera, estaría completo sin ellas: “Nunca he dado a Dios más que amor, y Él me pagará con amor. Después de mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas.” “Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra.” “Mi caminito es el camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”

Casi inmediatamente después de su muerte, fueron tan numerosos los milagros obtenidos por su intercesión, que la Santa Sede dispensó los acostumbrados cincuenta años que normalmente deben transcurrir antes que se inicie el proceso de canonización. En 1922 fue solemnemente beatificada por el Papa Pío XI, y dos años más tarde fue canonizada Teresa de Lisieux.

Como una de las principales obligaciones de las carmelitas es pedir por las misiones, no es extraño que, en 1927, Santa Teresita fuera nombrada Patrona celestial de todas las Misiones Extranjeras, junto con San Francisco Javier. Dijo Teresita: “Quisiera ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones.”

(La mayor parte de esta pequeña biografía ha sido extraída de “Nuestra Herencia Católica” tomo III, publicada por La Prensa Católica, México, 1973). “Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta.”

La Iglesia reconoce la enseñanza profunda y valiosa del “caminito” de Santa Teresita, lo cual conlleva el aceptar nuestras propias limitaciones, y el dar de todo corazón lo que tengamos, no importa lo pequeña que sea la ofrenda.

(http://www.ewtn.com/therese/spanish/sp_there.htm)


30 septiembre, 2010

San Jerónimo - Traductor de la Biblia


oh, San Jerónimo, vos sois el hijo
del Dios, de la vida y el que amó
de intensa manera la Sagrada Biblia,
la estudió y practicó la Palabra
de Dios, honor al significado de
vuestro nombre haciendo. Pasabais
todo el tiempo, leyendo y de memoria
aprendiendo a Cicerón, Virgilio,
Horacio y Tácito y a Homero y Platón.
Vos, luego de aquél sueño que conocéis
exclamasteis: “Nunca más me volveré
a trasnochar por leer libros paganos”,
y al desierto marchasteis, a hacer
penitencia por vuestros pecados, y
la Sagrada Biblia tradujisteis para
el pueblo y brilló la Vulgata por
quince siglos, en la Iglesia Católica.
Vivisteis vuestros últimos en la tierra
de Jesús, y Belén, penitencia haciendo
levantasteis conventos, para seguir
prestando vuestro apoyo espiritual.
“Jerónimo ¿qué me vais a regalar en mi
cumpleaños?” os preguntó el Niño Jesús
y vos respondisteis: “Señor os regalo mi
salud, mi fama, mi honor, para que
dispongas de todo como mejor te parezca”
y el Niño Jesús añadió: “¿Y ya no me
regalas nada más?”. Oh mi amado Salvador,
exclamasteis, por Vos, repartí ya mis
bienes entre los pobres. Por Vos he
dedicado mi tiempo a estudiar las
Sagradas Escrituras… ¿qué más os puedo
regalar? Si quisieras, os daría mi
cuerpo para que lo quemaras en una
hoguera y así poder desgastarme todo
por Vos” y el Divino Niño os dijo:
“Jerónimo: regaladme vuestros pecados
para perdonároslos” y vos llorasteis
de emoción y exclamasteis: “¡Loco debéis
estar de amor, cuando me pedís esto!”.
Y os disteis cuenta que lo que más desea
Dios, es que le ofrezcamos los pecadores,
un corazón arrepentido y humillado.
Patrono de todos los que enseñan a
comprender y entender las escrituras
al cielo volasteis, la palabra de Dios
dejándonos con nosotros y así, vuestra
alma a Dios, entregasteis para que Él, os
coronase con corona de luz y eternidad;
oh, San jerónimo, “sagrado nombre”, santo.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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30 de Septiembre

San Jerónimo Doctor de la Iglesia
Traductor de la Biblia

Año 420

Jerónimo bendito: pídele a Dios que a nosotros se nos prenda o contagie ese amor tuyo tan inmenso por la Sagrada Biblia, por estudiar, amar y practicar la Palabra de Dios. Bendice a todos los que en el mundo entero se dedican a dar a conocer y amar el Libro Santo.

Jerónimo quiere decir: el que tiene un nombre sagrado. (Jero = sagrado. Nomos = nombre). Dicen que este santo ha sido el hombre que en la antigüedad estudió más y mejor la S. Biblia. Nació San Jerónimo en Dalmacia (Yugoslavia) en el año 342. Sus padres tenían buena posición económica, y así pudieron enviarlo a estudiar a Roma. En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, el cual hablaba el latín a la perfección, pero era pagano. Esta instrucción recibida de un hombre muy instruido pero no creyente, llevó a Jerónimo a llegar a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero no dedicaba tiempo a leer libros religiosos que lo pudieran volver más espiritual.

En una carta que escribió a Santa Eustaquia, San Jerónimo le cuenta el diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba: “¿A qué religión pertenece? Él le respondió: “Soy cristiano – católico”, y Jesús le dijo: “No es verdad”. Que borren su nombre de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras”. Se despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados, y exclamará emocionado: “Nunca más me volveré a trasnochar por leer libros paganos”. A veces dan ganas de que a ciertos católicos les sucediera una aparición como la que tuvo Jerónimo, para ver si dejan de dedicar tanto tiempo a lecturas paganas e inútiles (revistas, novelas) y dedican unos minutos más a leer el libro que los va a salvar, la Sagrada Biblia.

Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá aunque rezaba mucho y ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz. Se dio cuenta de que su temperamento no era para vivir en la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie. El mismo en una carta cuenta cómo fueron las tentaciones que sufrió en el desierto (y esta experiencia puede servirnos de consuelo a nosotros cuando nos vengan horas de violentos ataques de los enemigos del alma).

San Francisco de Sales recomendaba leer esta página de nuestro santo porque es bellísima y provechosa. Dice así: “En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol tan despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la vida, mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas mundanas de Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida, y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que al fin, sintiéndome impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante Jesús crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que tuviera compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia, pude resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma. Y yo me pregunto: si esto sucedió a uno que estaba totalmente dedicado a la oración y a la penitencia, ¿qué no les sucederá a quienes viven dedicados a comer, beber, bailar y darle a su carne todos los gustos sensuales que pide?”.

Vuelto a la ciudad, sucedió que los obispos de Italia tenían una gran reunión o Concilio con el Papa, y habían nombrado como secretario a San Ambrosio. Pero este se enfermó, y entonces se les ocurrió nombrar a Jerónimo. Y allí se dieron cuenta de que era un gran sabio que hablaba perfectamente el latín, el griego y varios idiomas más. El Papa San Dámaso, que era poeta y literato, lo nombró entonces como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y algo más tarde le encomendó un oficio importantísimo: hacer la traducción de la S. Biblia.

Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la S. Biblia, y esa traducción llamada “Vulgata” (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos. Unicamente en los últimos años ha sido reemplazada por traducciones más modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y otras.

Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado de sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres manos: la derecha, la izquierda y una mano de pintura… y que a las familias adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos, como marranos gordos…). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual le consiguió muchos enemigos. Con razón el Papa Sixto V cuando vio un cuadro donde pintan a San Jerónimo dándose golpes de pecho con una piedra, exclamó: “¡Menos mal que te golpeaste duramente y bien arrepentido, porque si no hubiera sido por esos golpes y por ese arrepentimiento, la Iglesia nunca te habría declarado santo, porque eras muy duro en tu modo de corregir!”.

Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el modo fuerte que él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que antes habían sido fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían penitentes y dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se fue a la Tierra Santa donde nació Jesús.

Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los peregrinos que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.

Allí, haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y semanas y años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos llenos de sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo. Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de nuestra santa religión. Muchas veces se extralimitaba en sus ataques a los enemigos de la verdadera fe, pero después se arrepentía humildemente.

La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la S. Biblia. Por eso ha sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras. El Papa Clemente VIII decía que el Espíritu Santo le dio a este gran sabio unas luces muy especiales para poder comprender mejor el Libro Santo. Y el vivir durante 35 años en el país donde Jesús y los grandes personajes de la S. Biblia vivieron, enseñaron y murieron, le dio mayores luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.

Se cuenta que una noche de Navidad, después de que los fieles se fueron de la gruta de Belén, el santo se quedó allí solo rezando y le pareció que el Niño Jesús le decía: “Jerónimo ¿qué me vas a regalar en mi cumpleaños?”. Él respondió: “Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca”. El Niño Jesús añadió: “¿Y ya no me regalas nada más?”. Oh mi amado Salvador, exclamó el anciano, por Ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por Ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras… ¿qué más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti”. El Divino Niño le dijo: “Jerónimo: regálame tus pecados para perdonártelos”. El santo al oír esto se echó a llorar de emoción y exclamaba: “¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!”. Y se dio cuenta de que lo que más deseaba Dios que le ofrezcamos los pecadores es un corazón humillado y arrepentido, que le pide perdón por las faltas cometidas.

El 30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por tantos trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, y Jerónimo parecía más una sombra que un ser viviente, entregó su alma a Dios para ir a recibir el premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había dedicado a la santidad.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Jerónimo.htm)

29 septiembre, 2010

Santos Arcángeles Miguel,Gabriel y Rafael


Oh, Santos Arcángeles Miguel,
Gabriel y Rafael: ¿Quien soy
yo, para poderos siquiera
imaginar? ¡Nadie soy!, eternos
custodios del Dios de la vida,
que os entregáis a su exclusivo
servicio y eterna adoración.

Sois vosotros, los que acompañáis
a Dios, desde el momento mismo
de la creación y los pasos seguís
del hombre por Él, creado ¿Cuántos
mensajes de Él, para su pueblo? :
A cada instante y a cada nada.
¡El tiempo todo! y el más grande
de todos ellos, el de María Santa.

¿Quién como Dios?,
San Miguel Arcángel.
Dios es mi protector,
San Gabriel Arcángel.
Medicina de Dios,
San Rafael Arcángel.

Oh, tres Guardianes Santos
San Miguel Arcángel
San Gabriel Arcángel
San Rafael Arcángel
¡Abrid los corazones de los hombres!
Oh, Santos Custodios Arcángeles.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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29 de Septiembre

San Miguel, San Gabriel y San Rafael Arcángeles

Hoy celebramos la fiesta de los tres Arcángeles que nombra la Sagrada Escritura. La palabra Arcángel proviene de dos palabras. Arc = el principal. Y ángel. O sea “principal entre los ángeles. Arcángel es como un jefe de los ángeles.

San Miguel

Este nombre significa: “¿Quién como Dios? O: “Nadie es como Dios”.

A San Miguel lo nombre tres veces la S. Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel a donde se dice: “Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno”.

En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente: “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo”.

En la Carta de San Judas Tadeo se dice: “El Arcángel San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’”. Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente infernal. La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

San Gabriel

Su nombre significa: “Dios es mi protector”.

A este Arcángel se le nombra varias veces en la S. Biblia. Él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el profeta: “Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490 años) aparecerá el Santo de los Santos” (Dan. 9). Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad. Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta: “Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios” (Luc. 1, 19).


San Lucas dice: “Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella, le dijo: ‘Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’”.


San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

San Rafael

Su nombre significa: “Medicina de Dios”.

Fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa esposa. Su interesante historia está narrada en el día 7 de febrero. San Rafael es muy invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Miguel_Gabiel_Rafael.htm)

28 septiembre, 2010

San Wenceslao de Bohemia


Oh, San Wenceslao de Bohemia;
vos sois el hijo del Dios de la
vida, y estaría jamás nunca,
demás preguntarse pues: ¿A qué
gloria podrá aspirar hombre
alguno, sino; el de morir por
la causa de la fe, en el Dios
de la vida? Ninguna habrá, que
ose compararse con tal gloria,
de amor y de fe llenas. Vos,
terreno rey, como fuisteis,
marchasteis a la muerte, para
ceñiros, en la patria celeste,
cetro y corona, llenas de luz
refulgente e inmortalidad.¿Habrán
en la tierra nuestra, como vos;
gobernantes que os imiten, y
sean no permisibles al oscuro
yugo del relativismo? ¿Habrán?
¡Claro que habrán! Y ojala se
incrementen y borren de la faz
de la tierra, el relativismo
nefasto, que prescinde de Dios;
oh, San Wenceslao, santo y mártir.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de septiembre

San Wenceslao de Bohemia
Mártir

Dios nuestro, que impulsaste al santo mártir Wenceslao a anteponer el reino de los cielos a un reino terrenal, concédenos, por su intercesión, que tengamos valor para dejar lo que nos impida unirnos a ti de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Hijo del rey de Bohemia, Ratislav, el joven príncipe nació en el 907 cerca de Praga. Su abuela, Santa Ludimila, se encargó de la educación de su nieto, inculcándole siempre el amor y servicio al Padre Celestial. Cuando era todavía muy joven, el santo perdió a su padre en una de las batallas contra los magiares; su madre asumió el poder e instauró -bajo la influencia de la nobleza pagana- una política anticristiana y secularista, que convirtió al pueblo en un caos total. Ante esta terrible situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono para salvarguardia del cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.

Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.

Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones. Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Wenceslao.htm)