12 marzo, 2012

San Luis Orione



Oh, San Luis Orione, vos sois el hijo del
Dios de la vida, y alumno de San Juan 
Bosco, de quien recibisteis lecciones de
solidaridad y fe. Y, por ello, sus pasos
seguisteis, colegios fundando para los
pobres y desposeídos. Instituisteis, un
especial voto: “fidelidad al Papa”, que,
todos ellos os dan las gracias eternamente.
Vuestro sueño, alcanzar la unión de
todas las Iglesias separadas era, y que,
ojala, pronto así sea. La libertad, la unidad
de la Iglesia, la “cuestión romana”, el
modernismo, el socialismo y, la cristianización
del mundo obrero, fueron problemas
de los que os interesasteis, con sublime
esperanza. En medio de devastadores
terremotos, la mano tendisteis a vuestros
hermanos de aquél tiempo y, sin más
duda, la Congregación de las Pequeñas
Hermanas Misioneras de la Caridad, las
Hermanas Adoratrices Sacramentinas
Invidentes y las Contemplativas de Jesús
Crucificado, para gloria de Dios Padre
fundasteis. Los “Pequeños Cottolengos”,
para los que sufren y los abandonados,
fueron los “nuevos púlpitos” para, de
Cristo hablar y de la Iglesia. América y
Europa saben de vos, y, de vuestra entrega 

de amor, y más, Nuestra Señora a quien
os encomendabais vuestro trabajo y la
paz del mundo. Vos, decíais: “no es entre
las palmeras donde deseo vivir y morir,
sino entre los pobres que son Jesucristo”.
Y, así, vuestra alma, abandonó este mundo
suspirando: “!Jesús! !Jesús! Voy”. Y, Dios
Padre, os recibió, para coronaros de luz;
oh, San Luis Orione, “solidaridad y amor”

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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12 de Marzo
San Luis Orione
Sacerdote italiano
Fundador de la Pequeña
Obra de la Divina Providencia
y de laCongregación de las
Pequeñas Religiosas Misioneras
de la Caridad



Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.

El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino.

El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.

Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa».En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».

Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.


Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.

A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.

Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.
Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».

El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.

Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.

En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».

Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fue puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó el 16 de Mayo de 2004.

Reproducido con autorización de Vatican.va


11 marzo, 2012

San Eulogio de Córdoba




Oh, San Eulogio de Córdova; vos, sois,
el hijo del Dios de la vida y el que
instasteis, con la palabra y el ejemplo
a los fieles de vuestro tiempo, a no
su fe abandonar en Cristo Jesús. Vos,
decías: “Miedo tengo, a mis malas obras.
Mis pecados me atormentan. Veo su
monstruosidad. Frecuentemente medito
en el juicio que me espera, y me siento
merecedor de fuertes castigos. Apenas
me atrevo a mirar el cielo, abrumado
por el peso de mi conciencia”. Gracias
a vos, y a vuestro escrito: “Memorial
de los mártires”, sabemos hoy, de su
valerosa existencia y entrega sublime,
que, de ejemplo valeroso sirvieron y 
sirven a las generaciones de todos los
tiempos. Renovasteis el fervor por la
religión católica, casi extinto en medio 
de un extranjero gobierno, no solo en 
vuestra ciudad, sino, que se expandió 
más allá de sus fronteras. Respondisteis 
a vuestro verdugo, con ardoroso corazón: 
“Ah, si supieses los inmensos premios 
que nos esperan  a los que proclamamos 
nuestra fe en Cristo, no sólo no me dirías 
que debo dejar mi religión, sino que tu 
dejarías a Mahoma y empezarías a creer en  
Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que 
hasta el último momento quiero ser amador 
y adorador de Nuestro Señor Jesucristo”.
Y, aunque la vida perdisteis, Dios, os 
escuchó y os premió con justicia, corona
de luz ciñéndoos, que no marchita jamás;
oh, San Eulogio de Córdova, “luz y valor”.

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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11 de Marzo
San Eulogio de Córdoba
Arzobispo
(año 859)

Eulogio significa: el que habla bien (Eu = bien, logios = hablar).  Dicen que San Eulogio es la mayor gloria de España en el siglo noveno. Vivió en la ciudad de Córdoba, que estaba ocupada por los musulmanes o mahometanos, los cuales solamente permitían ira misa a los que pagaban un impuesto especial por cada vez que fueran al templo, y castigaban con pena de muerte al que hablara en público de Jesucristo, fuera del templo.

Nació el año 800 de una familia que se conservaba fervientemente católica en medio de la apostasía general cuando la mayoría de los católicos había abandonado la fe por miedo al gobierno musulmán. Este santo será el que logrará renovar el fervor por la religión católica en su ciudad y los alrededores.

Su abuelo, que se llamaba también Eulogio, lo enseñó desde pequeño a que cada vez que el reloj de la torre daba las horas, dijera una pequeña oración, por ejemplo: “Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven a prisa a socorrerme”.

Tuvo por maestro a uno de los más grandes sabios de su tiempo, al famoso Esperaindeo, el cual lo formó muy bien en filosofía y otras ciencias. Como compañeros de estudios tuvo a Pablo Alvarez, el cual fue siempre su gran amigo y escribió más tarde la vida de San Eulogio con todos los detalles que logró ir coleccionado.

Su biógrafo lo describe así en su juventud: “Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la Ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los Reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España”.

Ordenado de sacerdote se fue a trabajar con un grupo de sacerdotes y pronto empezó a sobresalir por su gran elocuencia al predicar, y por el buen ejemplo de su santa conducta. Dice su biógrafo: “Su mayor afán era tratar de agradar cada día más y más a Dios y dominar las pasiones de su cuerpo”. Decía confidencialmente: “Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia”.

Eulogio era un gran lector y por todas partes iba buscando y consiguiendo nuevos libros para leer él y prestar a sus amigos. Logró obtener las obras de San Agustín y de varios otros grandes sabios de la antigüedad (cosa que era dificilísimo en esos tiempos en que los libros se copiaban a mano, y casi nadie sabía leer ni escribir) y nunca se guardaba para él solo los conocimientos que adquiría. Trataba de hacerlos llegar al mayor número posible de amigos y discípulos. Todos los creyentes de Córdoba, especialmente sacerdotes y religiosos se fueron reuniendo alrededor de Eulogio.

En el año 850 estalló la persecución contra los católicos de Córdoba. El gobierno musulmán mandó asesinar a un sacerdote y luego a un comerciante católico. Los creyentes más fervorosos se presentaron ante el alcalde de la ciudad para protestar por estas injusticias, y declarar que reconocían como jefe de su religión a Jesucristo y no a Mahoma. Enseguida los mandaron torturar y los hicieron degollar. Murieron jóvenes y viejos, en gran número. Algunos católicos que en otro tiempo habían renegado de la fe por temor, ahora repararon su falta de valor y se presentaron ante los perseguidores y murieron mártires.

Algunos más flojos decían que no había que proclamar en público las creencias, pero San Eulogio se puso al frente de los más fervorosos y escribió un libro titulado “Memorial de los mártires”, en el cual narra y elogia con entusiasmo el martirio de los que murieron por proclamar su fe en Jesucristo.

A dos jóvenes católicas las llevaron a la cárcel y las amenazaron con terribles deshonras si no renegaban de su fe. Las dos estaban muy desanimadas. Lo supo San Eulogio y compuso para ellas un precioso librito: “Documento martirial”, y les aseguró que el Espíritu Santo les concedería un valor que ellas nunca habían imaginado tener y que no les permitiría perder su honor. Las dos jóvenes proclamaron valientemente su fe en Jesucristo y le escribieron al santo que en el cielo rogarían por él y por los católicos de Córdoba para que no desmayaran de su fe. Fueron martirizada y pasaron gloriosamente de esta vida a la eternidad feliz.

El gobierno musulmán mandó a Eulogio a la cárcel y él aprovechó esos meses para dedicarse a meditar, rezar y estudiar. Al fin logra salir de la cárcel, pero encuentra que el gobierno ha destruido los templos, ha acabado con la escuela donde él enseñaba y que sigue persiguiendo a los que creen en Jesús.

Eulogio tiene que pasar diez años huyendo de sitio en sitio, por la ciudad y por los campos. Pero va recogiendo los datos de los cristianos que van siendo martirizados y los va publicando, en su “Memorial de los mártires”.

En el año 858 murió el Arzobispo de Toledo y los sacerdotes y los fieles eligieron a Eulogio para ser el nuevo Arzobispo. Pero el gobierno se opuso. Algo más glorioso le esperaba en seguida: el martirio.

Había en Córdoba una joven llamada Lucrecia, hija de mahometanos, que deseaba vivir como católica, pero la ley se lo prohibía y quería hacerla vivir como musulmana. Entonces ella huyó de su casa y ayudada por Eulogio se refugió en casa de católicos. Pero la policía descubrió dónde estaba y el juez decretó pena de muerte para ella y para Eulogio.

Llevado nuestro santo al más alto tribunal de la ciudad, uno de los fiscales le dijo: “Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero Tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ira sí a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida”. A lo cual Eulogio respondió: “Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no sólo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo”.

Un soldado le abofeteó la mejilla derecha y nuestro santo le presentó la mejilla izquierda y fue nuevamente abofeteado. Luego lo llevaron al lugar de suplicio y le cortaron la cabeza. Poco después martirizaron también a Santa Lucrecia.


San Eulogio: ¡Consíguenos un gran entusiasmo por nuestra religión!. Dichosos vosotros cuando os persigan y os traten mal por causa de la religión. Alegraos porque grande será vuestro premio en el reino de los cielos (Jesucristo Mt. 5).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Eulogio_de_Córdoba.htm)





10 marzo, 2012

San Macario de Jerusalén




Oh, San Macario de Jerusalén, vos,
sois el hijo del Dios de la vida, y
vuestra oposición a la arriana herejía,
y que, junto con Eustaquio de Antioquía,
redactasteis el Credo de Nicea y con
ardor de corazón, defendisteis a los
infiernos el Descendimiento de Cristo
Jesús. Vuestro nombre, el lugar primero
ocupa, de los obispos de Palestina,
que rubricaron de Nicea el Concilio,
y también, sobre vos, recayó también
la tarea ardua, de buscar y encontrar
los santos lugares de la Resurrección,
la Pasión y la Cruz Verdadera. Y, parte
grande, a vos os debemos la construcción
de las Iglesias de la Natividad y de la
Ascensión de Nuestro señor Jesucristo;
oh, San Macario de Jerusalén, santo.



2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 Marzo
San Macario
Obispo de Jerusalén (312-34)



La fecha en la que Macario fue consagrado Obispo se encuentra en la versión de San Jerónimo de las “Crónicas” de Eusebio. Su muerte debe haber acaecido antes del Concilio de Tiro, en el año 335, en el que su sucesor, Máximo, fue aparentemente uno de los obispos participantes.

Macario fue uno de los obispos a quienes San Alejandro de Alejandría escribiera previniéndolos contra Ario. El vigor de su oposición a la nueva herejía se evidencia en la manera abusiva en la que Ario se refiere a él en su carta a Eusebio de Nicomedia.

Asistió al Concilio de Nicea, y vale mencionar aquí dos conjeturas relacionadas con el papel que desempeñó en dicho concilio. La primera es que hubo un forcejeo entre él y su obispo metropolitano Eusebio de Cesarea, en cuanto a los derechos de sus respectivas sedes. El séptimo canon del concilio (“Debido a que la costumbre y la tradición antigua muestran que el obispo de Elia [Jerusalén] debe ser honrado y debe tener precedencia; sin que esto perjudique, sin embargo, la dignidad que corresponde al obispo de la Metrópolis”), por su vaguedad sugiere que fue el resultado de una prolongada batalla.

La segunda conjetura es que Macario, junto con Eustaquio de Antioquía, tuvo mucho que ver con la redacción del Credo adoptado finalmente por el Concilio de Nicea. Para mayores datos sobre la base de esta conjetura (expresiones que aparecen en el Credo y que recuerdan las de Jerusalén y Antioquía) el lector puede consultar a Hort, “Two Dissertations”, etc., 58 sqq.; Harnack, “Dogmengesch.”, II (3a edición), 231; Kattenbusch, “Das Apost. Symbol.” (Ver el índice del volumen II.).

De las conjeturas podemos pasar a la ficción. En la “Historia del Concilio de Nicea” atribuida a Gelasio de Cícico hay varias discusiones imaginarias entre los Padres del Concilio y los filósofos al servicio de Ario.
En una de esas discusiones, en donde Macario actúa como vocero de los obispos, éste defiende el Descendimiento a los infiernos. Este hecho, consecuencia de la incertidumbre de si el Descenso a los infiernos se encontraba en el Credo de Jerusalén, es interesante, sobre todo si se tiene en cuenta que, en otros aspectos, el lenguaje de Macario aparece más conforme al del Credo.

El nombre de Macario ocupa el primer lugar los de los obispos de Palestina que suscribieron el Concilio de Nicea; el de Eusebio aparece en quinto lugar. San Atanasio, en su encíclica a los obispos de Egipto y Libia, incluye el nombre de Macario (quien había muerto ya hacía mucho tiempo) entre los de los obispos reconocidos por su ortodoxia.

San Teofano en su “Cronografía” indica que Constantino, al finalizar el concilio de Nicea, ordenó a Macario buscar los sitios de la Resurrección y de la Pasión y la Verdadera Cruz.
Es muy probable que esto haya sido así, ya que las excavaciones comenzaron muy poco tiempo después del concilio y se realizaron, aparentemente, bajo la superintendencia de Macario.

El gran montículo y las bases de piedra coronadas por el templo de Venus, que se habían construido sobre el Santo Sepulcro en la época de Adriano, se demolieron y “cuando de inmediato apareció la superficie original del suelo, contrario a todas las expectativas, se descubrió el Santo Monumento de la Resurrección de nuestro Salvador”.

Al oír la noticia, Constantino escribió a Macario dándole órdenes y detalladas para la construcción de una Iglesia en ese lugar. Más tarde escribió otra carta “A Macario y a los demás Obispos de Palestina” ordenando la construcción de una Iglesia en Mambré, que también había sido profanada por un templo pagano. Eusebio, tal vez pensando en su dignidad como Obispo Metropolitano, aunque relata lo antes descrito, se refiere a la carta como “dirigida a mí”. También se construyeron iglesias en los lugares e la Natividad y la Ascensión.


09 marzo, 2012

San Simplicio, Papa






Oh, San Simplicio, vos, sois el
hijo del Dios de la vida, y santo
varón que, vivisteis difíciles
tiempos, que, por la herejía y
el error, la Iglesia consumía. Por
ello, a atender de preferente
manera al clero os disteis, y su
reforma procurasteis,  el error
localizando y a la vez, la solución
proponiendo, con la verdad clara
y justa. Firme perseverancia,
para reprimir las ansias del
querer, el poder y el tener, de
los miembros del clero. “Quien
abusa de su poder merece perderlo”.
Así, le escribes a uno de vuestros
obispos. En vuestra diócesis os
comportabais como modelo episcopal,
entregándoos al cuidado vuestros
fieles, a quienes instruíais con
fervoroso amor. Distribuías las
limosnas entre los más pobres
y dictabais normas para atender
los bautismos. Vuestra vida, fue
austera, y de oración constante,
tanto que, como monje rezabais y
os mortificabais como habitante del
desierto. Vuestra vida gastasteis y
Dios, os premió coronándoos de luz;
oh, San Simplicio, “justicia y verdad”.



© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Marzo
San Simplicio Papa

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.
Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

08 marzo, 2012

San Juan de Dios




Oh, San Juan de Dios, vos, sois
el hijo del Dios de la vida y aquél
siervo, que fundó la Comunidad
de los Hermanos Hospitalarios,
que lleva vuestro nombre. Pastor
y soldado fuisteis, y allí, os hicisteis 
fuerte, resistente y sufrido. La divina
providencia, siempre de vuestro
lado estuvo, tanto que, Nuestra
Señora, os salvó de ser ahorcado.
Después de la milicia, os hicisteis
vendedor ambulante de estampas
y religiosos libros. Jesús, bajo la
apariencia, de “niño pobre” os
dijo: “Granada será tu cruz”, y así
fue. “Misericordia Señor, que soy un
pecador”, dijisteis y gritando por las
calles, pedisteis perdón a Dios. Os
confesasteis con San Juan de Avila y
os propusisteis penitencia especial:
el loco haceros, para que la gente os
humillara y os hiciera sufrir. La  gente,
loco os creyó y os lanzaban piedras
y os daban de golpes y más en el
manicomio, donde fuisteis azotado,
para calmaros. Pero, vos, no os
atormentabais, ni disgustaban los
los azotes que os daban, sino que,
los ofrecíais a Dios. Visteis, como a
los pobres y enfermos, trataban en
el manicomio y decidisteis fundar
un hospital. Allí, lego como erais en
médicas cuestiones, erais más, cuando
enseñabais a curar el alma y después
el cuerpo. Loco de amor, gastasteis
toda vuestra vida, en ayudar a los
enfermos más miserables por amor a
Cristo Jesús. Hicisteis de enfermero,
cocinero, barrendero, mandadero, padre,
amigo y hermano de todos. Por la noche,
limosnas pedíais  para vuestros pobres,
diciendo: ¡Haced el bien hermanos, para
vuestro bien!. “Jesús, Jesús, en tus manos
me encomiendo”, fueron vuestras últimas
palabras. Y, voló, vuestra alma, a la gloria
eterna, para coronado ser con corona de luz.
Patrono de los que trabajan en hospitales
y de los que propagan libros religiosos
oh, San Juan de Dios; “fe, esperanza y amor”.



© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de Marzo
San Juan de Dios
Fundador de la Comunidad
de Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios

Año 1550




Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad.
De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento.


En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.
Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

La Sma. Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.
Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel “pobrecito” era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: “Granada será tu cruz”, y desapareció.

Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famoso Padre San Luis de Avila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: “Misericordia Señor, que soy un pecador”, y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.

Se confesó con San Juan de Avila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.
Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.

La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.
Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.

Aquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo.

Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera “locura de amor”: gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.

Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.

Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. El iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.

El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila ,y empezó a llamarlo “Juan de Dios”, y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.

Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.

Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.

Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien , y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco.

El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.
Al llegar al la casa de la rica señora, exclamó Juan: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador”. Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.

El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: “Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo”, y quedó muerto, así de rodillas.
Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.

Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
San Juan de Dios: alcánzanos de Dios un gran amor hacia los enfermos y los pobres.

NOTA: Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.

Todo lo que hicisteis con cada uno de estos mis hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis (Jesucristo Mt. 25,40).

07 marzo, 2012

Santas Perpetua y Felicidad












Oh, Santas Perpetua y Felicidad; vosotras 
sois las hijas del Dios de la vida, y aquellas
santas mujeres y jóvenes madres, que,
entregasteis vuestro abierto corazón,  a
Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro, en
tiempos de idolatría y paganismo. “Yo lo
que más le pedía a Dios era que nos
concediera un gran valor para ser capaces
de sufrir y luchar por nuestra santa
religión”. Y, os escuchó nuestros ruegos
y escribisteis así: “Desde que tuve a mi
pequeñín junto a mí, ya aquello no me
parecía una cárcel sino un palacio, y me
sentía llena de alegría. Y el niño también
recobró su alegría y su vigor”. “Y, yo que
soy cristiana, no me puedo llamar pagana,
ni de ninguna otra religión, porque soy
cristiana y lo quiero ser para siempre”.
Respondisteis a vuestro padre, que os
rogaba volveros pagana. Vuestros verdugos
os decían: “Ahora se queja por los dolores
de dar a luz. ¿Y cuando le lleguen los dolores
del martirio qué hará? Y, vos respondisteis:
“Ahora soy débil porque la que sufre es mi
pobre naturaleza. Pero cuando llegue el
martirio me acompañará la gracia de Dios,
que me llenará de fortaleza”. Y,  de pronto
vuestra hora llegó, y envolviéndoos en una
red, una furiosa vaca que os corneó casi hasta
morir y saliendo airosas, dijisteis Perpetua:
¿Y dónde está esa tal vaca que nos iba a
cornear? Y, la masa casi al unísono pidió
que os cortaran la cabeza, que así fue y Dios,
abrió sus brazos y os recibió, para coronaros
con sendas coronas de luz y eternidad;
oh, Santas Perpetua y Felicidad, “mártires”.



© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de Marzo

Santas Perpetua y Felicidad
Mártires
(año 203)


Estas dos santas murieron martirizadas en Cartago (África) el 7 de marzo del año 203.
Perpetua era una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses. Pertenecía a una familia rica y muy estimada por toda la población. Mientras estaba en prisión, por petición de sus compañeros mártires, fue escribiendo el diario de todo lo que le iba sucediendo.
Felicidad era una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a luz una niña, que después los cristianos se encargaron de criar muy bien.

Las acompañaron en su martirio unos esclavos que fueron apresados junto a ellas, y su catequista, el diácono Sáturo, que las había instruido en la religión y las había preparado para el bautismo. A Sáturo no lo habían apresado, pero él se presentó voluntariamente.

Los antiguos documentos que narran el martirio de estas dos santas, eran inmensamente estimados en la antigüedad, y San Agustín dice que se leían en las iglesias con gran provecho para los oyentes. Esos documentos narran lo siguiente:

El año 202 el emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran adorar a los falsos dioses tenían que morir.

Perpetua estaba celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago cuando llegó la policía del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad y los esclavos Revocato, Saturnino y Segundo.

Dice Perpetua en su diario: “Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión”.

Afortunadamente al día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los carceleros para que pasaran a los presos a otra habitación menos sofocante y oscura que la anterior, y fueron llevados a una sala a donde por lo menos entraba la luz del sol,y no quedaban tan apretujados e incómodos. Y permitieron que le llevaran al niño a Perpetua, el cual se estaba secando de pena y acabamiento. Ella dice en su diario: “Desde que tuve a mi pequeñín junto a mí, ya aquello no me parecía una cárcel sino un palacio, y me sentía llena de alegría. Y el niño también recobró su alegría y su vigor”. Las tías y la abuelita se encargaron después de su crianza y de su educación.

El jefe del gobierno de Cartago llamó a juicio a Perpetua y a sus servidores. La noche anterior Perpetua tuvo una visión en la cual le fue dicho que tendrían que subir por una escalera muy llena de sufrimientos, pero que al final de tan dolorosa pendiente, estaba un Paraíso Eterno que les esperaba. Ella narró a sus compañeros la visión que había tenido y todos se entusiasmaron y se propusieron permanecer fieles en la fe hasta el fin.

Primero pasaron los esclavos y el díacono. Todos proclamaron ante las autoridades que ellos eran cristianos y que preferían morir antes que adorar a los falsos dioses.

Luego llamaron a Perpetua. El juez le rogaba que dejara la religión de Cristo y que se pasara a la religión pagana y que así salvaría su vida. Y le recordaba que ella era una mujer muy joven y de familia rica. Pero Perpetua proclamó que estaba resuelta a ser fiel hasta la muerte, a la religión de Cristo Jesús. Entonces llegó su padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le rogaba y le suplicaba que no persistiera en llamarse cristiana. Que aceptara la religión del emperador. Que lo hiciera por amor a su padre y a su hijito. Ella se conmovía intensamente pero terminó diciéndole: ¿Padre, cómo se llama esa vasija que hay ahí en frente? “Una bandeja”, respondió él. Pues bien: “A esa vasija hay que llamarla bandeja, y no pocillo ni cuchara, porque es una bandeja. Y yo que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna otra religión, porque soy cristiana y lo quiero ser para siempre”.
Y añade el diario escrito por Perpetua: “Mi padre era el único de mi familia que no se alegraba porque nosotros íbamos a ser mártires por Cristo”.

El juez decretó que los tres hombres serían llevados al circo y allí delante de la muchedumbre serían destrozados por las fieras el día de la fiesta del emperador, y que las dos mujeres serían echadas amarradas ante una vaca furiosa para que las destrozara. Pero había un inconveniente: que Felicidad iba a ser madre, y la ley prohibía matar a la que ya iba a dar a luz. Y ella sí deseaba ser martirizada por amor a Cristo. Entonces los cristianos oraron con fe, y Felicidad dio a luz una linda niña, la cual le fue confiada a cristianas fervorosas, y así ella pudo sufrir el martirio. Un carcelero se burlaba diciéndole: “Ahora se queja por los dolores de dar a luz. ¿Y cuando le lleguen los dolores del martirio qué hará? Ella le respondió: “Ahora soy débil porque la que sufre es mi pobre naturaleza. Pero cuando llegue el martirio me acompañará la gracia de Dios, que me llenará de fortaleza”.
A los condenados a muerte se les permitía hacer una Cena de Despedida. Perpetua y sus compañeros convirtieron su cena final en una Cena Eucarística. Dos santos diáconos les llevaron la comunión, y después de orar y de animarse unos a otros se abrazaron y se despidieron con el beso de la paz. Todos estaban a cual de animosos, alegremente dispuestos a entregar la vida por proclamar su fe en Jesucristo.

A los esclavos los echaron a las fieras que los destrozaron y ellos derramaron así valientemente su sangre por nuestra religión. Antes de llevarlos a la plaza los soldados querían que los hombres entraran vestidos de sacerdotes de los falsos dioses y las mujeres vestidas de sacerdotisas de las diosas de los paganos. Pero Perpetua se opuso fuertemente y ninguno quiso colocarse vestidos de religiones falsas.

El diácono Sáturo había logrado convertir al cristianismo a uno de los carceleros, llamado Pudente, y le dijo: “Para que veas que Cristo sí es Dios, te anuncio que a mí me echarán a un oso feroz, y esa fiera no me hará ningún daño”. Y así sucedió: lo amarraron y lo acercaron a la jaula de un oso muy agresivo. El feroz animal no le quiso hacer ningún daño, y en cambio sí le dio un tremendo mordisco al domador que trataba de hacer que se lanzara contra el santo diácono. Entonces soltaron a un leopardo y éste de una dentellada destrozó a Sáturo. Cuando el diácono estaba moribundo, untó con su sangre un anillo y lo colocó en el dedo de Pudente y este aceptó definitivamente volverse cristiano.

A Perpetua y Felicidad las envolvieron dentro de una malla y las colocaron en la mitad de la plaza, y soltaron una vaca bravísima, la cual las corneó sin misericordia. Perpetua únicamente se preocupaba por irse arreglando los vestidos de manera que no diera escándalo a nadie por parecer poco cubierta. Y se arreglaba también los cabellos para no aparecer despeinada como una llorona pagana. La gente emocionada al ver la valentía de estas dos jóvenes madres, pidió que las sacaran por la puerta por donde llevaban a los gladiadores victoriosos. Perpetua, como volviendo de un éxtasis, preguntó: ¿Y dónde está esa tal vaca que nos iba a cornear?

Pero luego ese pueblo cruel pidió que las volvieran a traer y que les cortaran la cabeza allí delante de todos. Al saber esta noticia, las dos jóvenes valientes se abrazaron emocionadas, y volvieron a la plaza. A Felicidad le cortaron la cabeza de un machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy nervioso y equivocó el golpe. Ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza sobre el cepo y le indicó al verdugo con la mano, el sitio preciso de su cuello donde debía darle el machetazo. Así esta mujer valerosa hasta el último momento demostró que si moría mártir era por su propia voluntad y con toda generosidad.

Estas dos mujeres, la una rica e instruida y la otra humilde y sencilla sirvienta, jóvenes esposas y madres, que en la flor de la vida prefirieron renunciar a los goces de un hogar, con tal de permanecer fieles a la religión de Jesucristo, ¿qué nos enseñarán a nosotros? Ellas sacrificaron un medio siglo que les podía quedar de vida en esta tierra y llevan más de 17 siglos gozando en el Paraíso eterno. ¿Qué renuncias nos cuesta nuestra religión? ¿En verdad, ser amigos de Cristo nos cuesta alguna renuncia? Cristo sabe pagar muy bien lo que hacemos y renunciamos por El.

06 marzo, 2012

Santa Rosa de Viterbo




Oh, Santa Rosa de Viterbo, vos,  
sois la hija del Dios de la vida, y
que, en vuestros padres, oro
en polvo tuvisteis, pues ellos
abrazaron sé, a la cruz de Cristo
y por ende, vos, misma, tanto
que, a los tres años, resucitasteis
a vuestra tía, ante la mirada
absorta de paganos y cristianos.
Convertisteis vuestra casa en
claustro y fuisteis penitencia y
oración, tanto, que, os afectaron
vuestra salud y María, Madre de
Dios y Señora Nuestra, os curó
de milagro, y os pidió que el
hábito, tomarais de la  Tercera
Orden de San Francisco y las
puertas de San Damián, hasta
por dos veces tocasteis y no os
abrieron, quizás por niña ser y
pobre. Y, aunque, erais piadosa,
caritativa, devota, elocuente,
sabia, obediente y de profundo
amor por lo divino, hicisteis de
perpetua castidad votos. Con
vuestra paciencia, mansedumbre
y compasión, maravillabais a las
gentes de vuestro tiempo. En
vuestros éxtasis, veíais la Gloria
maravillosa de Dios. Celebrasteis
esponsales con Cristo, y exhortabais
a las gentes de vuestro tiempo a
enmendarse y arrepentirse de sus
pecados. "No me admitís viva, pero
tiempo vendrá en que me admitiréis
muerta", dijisteis, a las Damiantinas,
que más tarde, perplejas quedaron,
por que así fue, cuando ya no existíais.
¿Dónde estáis ahora? ¿Dónde? En
el mismo cielo, coronada de luz;
Oh, Santa Rosa de Viterbo, "luz".



© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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6 de Marzo
Santa Rosa de Viterbo
Virgen



Nació en la ciudad de Viterbo, a 13 leguas de Roma, Italia, en el año de 1234. Sus padres Juan y Catalina la bautizaron en la parroquia de Santa María del Podio, con el nombre de Rosa.

Virtudes

Adornaban a Rosa, aparte de su santidad, la piedad, caridad, devoción, belleza de su rostro, elocuencia, gracia y donaire de sus acciones y movimientos, infusa sabiduría, obediencia, amor por lo divino. A los 3 años  hizo votos de perpetua castidad, paciencia, mansedumbre, compasión y otros.

A los 3 años Resucita a su tía

Viendo Rosa tanta aflicción por el fallecimiento de la hermana de su madre; en momentos que iban a sepultarla, tras breve oración, levantó sus ojos al cielo, ante quien es dueño de la Vida y de la Muerte; tocó el frío rostro de su tía llamándola por su nombre; ella, al momento se reincorporó, haciéndose más tarde pregonera de las virtudes de su sobrina. Estos prodigios causaron en Viterbo enconadas opiniones entre católicos e Imperiales, herejes, cismáticos y seguidores del impío Federico II. De parte de los católicos, el sumo Pontífice envió un regimiento al mando del Cardenal Rainero Capoci, quien con ayuda del pueblo ferviente de Viterbo redujo al Gobernador el Conde Simión, éste a su vez dio aviso a Federico II, quien no tardó en mandas un ejército bien pertrechado, trabándose en fieros combates, de cuyas lides salieron victoriosos los católicos, retirándose los Imperiales con falsos pretextos.

Su retiro

Después de estos sucesos, la Santa Niña reconoció en las alabanzas y aplausos, aquel peligro que hace zozobrar la virtud y, cautelando su temor decidió por el retiro. Tratando de vestir el hábito de las Damianitas se dirigió al Convento de Santa María de las Rosas, donde fue rechazada pretextándosele minoría de edad. Así lo quizo Dios, le tenía deparada mayores empresas que cumplir en la Tierra en favor de la Divinidad. Buscó la soledad del retiro en su misma casa al lado de sus padres; durante 3 años vivió en continuas oraciones, ayunos, mortificaciones y penitencias; visitada solo por sus padres, su confesor el cura del Convento de Santa María del Podio y su tía quien fuera resucitada. El Señor la dotó de ciencias sobrenaturales, erudición sagrada, revelándole los Misterios de la Sagrada Escritura.

Padece de grave enfermedad a los 9 años


Los rigores de su retiro penitente hicieron que cayera enferma de fiebre maligna durante una año. En su éxtasis visualizaba la perfección de la Gloria maravillosa de Dios y decía de su Madre, que no había fuerza en el corazón humano para contener los impulsos del amor Divino. Cuando la creían ya sin esperanzas de vida, la Santísima Virgen la visitó, la reconfortó y le ordenó que la día siguiente visitase las Iglesias de San Francisco de Asis, la de Juan Bautista y de Santa María del Podio; vistiese el humilde hábito de San Francisco, celebrase dichosos desposorios con su dulcísimo Hijo y, saliese a las calles de Viterbo a exhortar a los pobladores a enmendarse y arrepentirse de sus corrompidas costumbres; que no la acobardasen las persecuciones, que tendría su apoyo en todo momento, dicho esto la bendijo y desapareció.



Viste el hábito de la Tercera Orden de San Francisco y celebra dichosos Desposorios con Cristo


Rosa que había estado tan grave, se encuentra ahora en perfecta salud, debido a la protección de la Santísima Virgen María, cuyas órdenes comunicó a su Madre; disponiendo que una piadosa matrona noble de nombre Sita, oficiara de Madrina de Bodas. La vistieron con bonitas galas, adornos y joyas con el hábito talar de paño áspero que no fue previsto; que sin embargo, Rosa hizo aparecer debajo de la almohada, bien doblado y a su medida, vio como cordón el cabestro de jumentillo. Así salió de su casa, seguida de la gente devota, visitó las Iglesias enunciadas, su confesor ofició una misa en donde recibió en su corazón al Inmaculado Cordero celestial, al final de la misma dio gracias a su Divino Esposo por haberla elegido. Se despojó de todas la joyas y galas, ya de rodillas, su madrina le cortó su dorada cabellera y, con el crucifijo en la mano hizo los tres votos simples de Obediencia, Pobreza y Castidad.

Su padre cambia de actitud 

Su Padre, por obra del demonio muy furioso castigó a Rosa, por las frecuentes prédicas y exposiciones en plazas y calles de Viterbo, con el consiguiente peligro sedicioso a que se exponía, más ella contestó: “Mucho temo que un vano temor turbe la luz de tu entendimiento y que más pueda las ilusiones del miedo que las evidencias de tanta maravillas como has visto a favor de mi celo.” En su Padre obró un cambio, que pidió perdón a su hija de 10 años de vida.

El Señor, atendiendo los amorosos deseos de Rosa, se le aparece en la Cruz vertiendo sangre y desfigurado su rostro, diciéndole que así, el amor a los hombres lo llevó hacia la afrentosa Cruz. Visión que le causó honda pena; mas queriendo consolarla se le aparece nuevamente pero esta vez con el rostro dulce, benigno y hermoso.


Bendiciones y aliento del Señor


Era maravilloso, Rosa de 10 años, que jamás manejó libros, poseyera sabiduría del más erudito, gracia de Dios con la que convertía masivamente a la fe, así: “Mientras Rosa predicaba en la Plaza principal de Viterbo, un pervertido hereje, lleno de furia diabólica pasando en medio de los oyentes, lastimó a la Niña en un brazo, ella, serenamente le dijo que sería castigado por Dios; en efecto, al tercer día se le cayó toda la barba y la cabellera, hecho que causó revuelo en Viterbo. En la Plaza principal en otra ocasión, subida ella sobre una piedra, se le perdía el Sermón, por su baja estatura, por lo que nuestro Señor hico que se levantara la piedra con ella, a una altura tal, que todos pudieron verla y escucharla suspensa hasta terminar la maravillosa exposición, descendiendo luego lentamente hasta su lugar de origen. Así el Altísimo bendecía y alentaba el corazón de Rosa.

Su destierro

Las masivas conversiones de herejes y cismáticos en Viterbo eran frecuentes y numerosas. El Gobernador del lugar cautelosamente arrestó a la Niña y a sus padres, temeroso de que se repitiese la sublevación anterior por parte de los creyentes. Imponiéndose ante la Niña y sus padres les dijo que depusieran su actitud, al no conseguirlo, estuvo a punto de ordenar su ejecución, mas, sus acusadores disuadieron al tirano proponiéndole ocultarla. De todas maneras se ordenó su prisión, dictaminando finalmente el Juez su perpetuo destierro y la confiscación de bienes. Fue así, que una tarde helada de invierno fue sacada con su padres en dirección de la ciudad de Soriano; la Santa Niña disimulando su dolor por no afligir más a sus ancianos padres, pues consolándolos les decía: “Ahora sí se conoce lo que Dios nos ama, porque estas penas son momentáneas, en cambio el premio es eterno”, palabras que atenuaron en parte sus tribulaciones y de no ser por la protección Divina, habrían muerto de frío aquella noche en medio de la tempestad, porque iban escasos de abrigo y la Niña descalza. Así, tras una larga peregrinación llegaron a la ciudad de Soriano donde tuvieron un feliz recibimiento.

Triunfos en la ciudad de Soriano

Esta ciudad estaba infestada de herejes y cismáticos, Rosa llevando las maravillas de su erudición acerca del Evangelio logró convertirlos a la fe. En esta ciudad anunció el fallecimiento de Federico II, cruel Emperador perseguidor de la Santa Iglesia y desobediente al Sumo Pontífice; en efecto, días más tarde, en el año 1250, murió ahogado con una almohada por manos de su propio hijo poseído por la codicia y la ambición de ocupar el trono. Este anuncio maravilló a toda la ciudad.

Rosa predica en la ciudad de Vitorchianio

De Soriano prosigue a Vitorchiano. Aquí los pocos católicos que habían, estaban sojuzgados y oprimidos por una hechicera llamada Maliarda, instrumento del demonio, a quien Rosa opacó con sus sabias y elocuentes prédicas sobre el Evangelio. Con sólo sus 13 años de edad alcanzó gran número de conversiones; pero la finalidad de Rosa era convertir a la hechicera, antes que despreciarla por el mal que había ocasionado en este pueblo.

Rosa convierte a Maliarda

Rosa cura a una niña llamada Delicada de una ceguera congénita, imponiendo sus manos, toca los párpados con sus dedos y pronuncia en voz alta: “Delicada, en nombre del Dulcísimo Jesús, te doy la vista” y luego de hacer la señal de la Cruz, se abrieron sus ojos, como dos bellas estrellas. Este milagro en presencia de tanta gente fue un pregón clamoroso. Como decíamos, Rosa quería ganar para Dios el alma de la hechicera Maliarda y dejar burlada la astucia del demonio. Así que tanto a católicos como a cismáticos les pareció forzoso una contienda de Rosa contra Maliarda en el Templo Principal de la ciudad; pues, luego de una elocución nada convincente de Maliarda, Rosa contestó… que ella predicaba las enseñanzas del Salvador escritas en el Sagrado Evangelio y que Dios la había puesto a vista de todos para alumbrar tanta ceguedad. 

Al día siguiente entraría dentro de una pira encendida, para que todo el que viere las llamas y luces dé testimonio de la verdad; la Santa Niña, luego de orar y encomendarse, subió y entró a la hoguera encendida, cuyos resplandores publicaron la grandeza del Creador y descubrieron la hermosura de Rosa como cuando el oro sale del crisol. Este estupendo prodigio corrió los vicios y errores a todos los habitantes de Vitorchiano y permitió que se sujetaran a la obediencia del Sumo Pontífice y la Santa Iglesia.

Solemne Bula de Inocencio IV

El papa Inocencio IV informado de los servicio de Rosa a favor de la Iglesia, resolvió expedir una solemne Bula dirigida al Prior de Santo Domingo y al Archipiestre de San Sixto de Viterbo, para que se hiciera exacta y jurídica averiguación de las virtudes, obras y milagros de rosa. Esta Bula, es sin duda uno de los más esclarecidos elogios, que se pueden hacer de Santa rosa de Viterbo.

Rosa solicita vestir el hábito de las Damianitas y se la niegan

A Rosa le pareció que ya convenía tomar otro modo de vida más apropiado a su sexo y vocación. Al haber observado notoria mejoría en el estado espiritual de la ciudad de Viterbo, con menos herejes y cismáticos, pues tampoco el encierro en su casa cumplía los objetivos, dado que, sus paisanos la obligaban a dejar el retiro así que, determinó pedir el hábito de las Damianitas en el Convento de Santa María de las Rosas, donde su petición fue denegada por segunda vez; ya no con la excusa de su minoría de edad, sino por falta de vacancia. Conoció en pero, que la causa de no ser admitida era otra y respondió: “No me admitís viva, pero tiempo vendrá en que me admitiréis muerta”, lo cual se cumplió tal y conforme lo había anunciado. Resolvió entonces no predicar más y vivir en soledad, sepultando el silencia las voces de su fama.

Su muerte

Rosa, envuelta en su amada soledad se prepara para morir. avisada y revelada por luz del Cielo, días antes, previno a sus padres con gran discreción, consolándolos. Su acentuada debilidad, producto de sus fervorosas penitencias, dio lugar a su fallecimiento el 06 de Marzo de 1252, antes que cumpliera sus 18 años. Su cadáver quedó hermosísimo como si sólo durmiese. Su confesor, que la había asistido con la Santa Unción, estimó prudente dar secreta sepultura en el Templo de Santa María del Podio, su parroquia. La numerosa feligresía procedente de todos los estados concurría acongojada y muy afligida por su sentida muerte.

Nota: El presente documento es una trascripción del original suscrito por Don Hugo Mosquera Díaz (Sec. Adm. Sec.), quien lo presentó con motivo del 102 Aniversario del plantel el año de 1988. A él nuestro agradecimiento y reconocimiento a su encomiable labor.