05 enero, 2013

San Telésforo





Oh, San Telésforo, vos sois
el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y mártir. Por
San Ireneo, sabemos que vos,
sufristeis glorioso martirio,
y que, hicisteis honor al
significado de vuestro nombre:
“el que cumple”. Y, vos así
lo hicisteis, hasta el final
de vuestra vida, a la Iglesia
y a los pobres, donándoos en
cuerpo y alma, por vuestra fe
en Cristo, y por no renegar
de creer en un solo Dios. Vos,
valiente siempre fuisteis y
predicabais la Palabra de Dios
ante cualquiera, bajo pena de
sufrir prisión o pena de muerte.
Por ello y por mucho más, Dios
os premió, con corona de luz;
como justo premio a vuestra
entrega de amor y ejemplo;
oh, San Telésforo, "dulce mártir".


© 2013 Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Enero
San Telésforo
VIII Papa y mártir



Martirologio Romano: En Roma, muerte de san Telesforo, papa, que, según recuerda san Ireneo, siendo el séptimo sucesor de los apóstoles, sufrió un glorioso martirio (c. 136).

Etimológicamente significa “el que cumple”. Viene de la lengua griega.

Estamos hoy luchando contra una cultura pagana que exalta la violencia y el sexo, entre otras cosas. Pues bien, Telesforo, que murió el año 136, nació en Grecia y por razones de estudios y de su gran valía personal, se marchó a Roma en donde se ordenó de sacerdote para prestar un servicio mucho más abnegado a la Iglesia y a los pobres.

De los 14 obispos que siguieron a san Pedro en al papado hasta el fin del siglo II, cada uno de ellos está anotado en la lista de los mártires que dieron su vida por la fe en Cristo, y por no renegar de lo que Dios les había concedido.

El era un cristiano de proa. Su valentía era tan grande que no temía predicar la Palabra de Dios ante cualquiera, so pena de caer en sus garras mortíferas.

No cabe duda de que le hubiera sido muy fácil renegar de sus principios y así quedar bien con el emperador y, de este modo, salvar la vida de muchos cristianos.

Pero estoy seguro de que los mismos creyentes – de haberle hecho caso al emperador – se hubieran vuelto contra él.

Siempre hizo honor a su nombre. Cuando tuvo que suceder al Papa anterior, Sixto I, no se lo pensó dos veces. Lo guiaba su amor a Dios y su afán de extender su palabra por todas partes. ¡Ojalá que hubiera tenido – como hoy – páginas web en internet para poder comunicarse con todo el mundo! Como lo hacen hoy todas la diócesis sensibilizadas con el mensaje de Cristo Salvador.


San Irineo, un padre inteligente de la primitiva Iglesia, dice que Telesforo sufrió un glorioso martirio. Y tan es así que en todo el Oriente y en Occidente hay iglesias que lo honran y lo veneran después de tantos siglos. El emperador que reinaba en su tiempo era Adrián

En el arte se le representa como un Papa con un cáliz con tres Hostias.


“Ha triunfado quien unió lo útil a lo agradable” (Horacio).

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

04 enero, 2013

Beata Angela de Foligno




Oh, Beata Angela de Foligno, vos, sois la
hija del Dios de la vida y su amada beata.
Aquella mujer que, de Dios mismo recibisteis
el consejo sabio, de que, el camino mejor
para la santidad alcanzar, estudiar la vida
de Cristo es, y tratar de imitarlo, cuestión
que vos, hicisteis de singular manera. “Yo,
Angela de Foligno, tuve que atravesar muchas
etapas en el camino de la penitencia o
conversión. La primera fue convencerme
de lo grave y dañoso que es el pecado.
La segunda el sentir arrepentimiento y
Vergüenza de haber ofendido al buen Dios.
La tercera hacer confesión de todos mis
pecados. La cuarta convencerme de la gran
misericordia que Dios tiene para con el
pecador que quiere ser perdonado. La quinta
el ir adquiriendo un gran amor y estimación
por todo lo que Cristo sufrió por nosotros.
La sexta adquirir un amor por Jesús Eucaristía.
La séptima aprender a orar, especialmente
recitar con amor y atención el Padrenuestro.
La octava tratar de vivir en continua y afectuosa
comunicación con Dios”. Palabras de vuestra
autobiografía, que reflejan vuestro amor
con Dios Padre y Cristo Jesús, Dios y Señor
Nuestro. Así, en vos obró, Dios la Divina
Providencia, y os brindó una nueva vida,
hasta convertiros en alguien que la vida de
contemplación amasteis y la comunicación
con Dios; habiendo a tal nivel llegado, de
santidad que, en la Misa, a Jesucristo veíais,
en la Santa Hostia muchas veces. Hoy ya
no lo contempláis de cuando en vez, sino,
por la eternidad, porque, corona de luz tenéis
y vivís a su lado brillando santamente, como
premio a vuestro amor, fidelidad y luz;
oh, Santa Angela de Foligno, “luz y vida ”.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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04 de Enero
Santa Angela de Foligno


Señor: Tu que le dijiste en una visión a Santa Angela:
“el mejor camino para llegar a la santidad es estudiar la vida de Cristo en el Evangelio y tratar de imitarlo”. Haz que nosotros estudiemos la vida de Jesús y la imitemos siempre. Amén.

Murió el 4 de enero de 1309 en Foligno, Italia, donde había nacido en 1248. Iglesia

Es una de las místicas más famosas que ha tenido la Católica (se llama mística a la persona que se dedica a la vida de contemplación y de comunicación con Dios).

En los primeros años de su vida fue una pecadora: orgullosa, vanidosa, poco piadosa y dedicada a la vida mundana. Se casó muy joven y tuvo varios hijos. Poseía riquezas, castillos, lujos, joyas y fincas, pero nada de esto la hacía feliz.

En 1283, cuando ella tenía 35 años de edad, mueren sucesivamente su madre, su esposo y sus hijos. En medio de la inmensa pena, Angela va al templo y oye predicar a un franciscano, el Padre Arnoldo, y durante el sermón se da cuenta de lo equivocadamente que ha vivido. Hace una confesión general de toda su vida. Se hace terciaria franciscana. Va en peregrinación a Asís, y San Francisco en una visión le dice que es necesario hacer dos cosas muy importantes: vender todo lo que tiene, darlo a los pobres, y… dedicarse a meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Así lo hace. Lo vende todo, menos un castillo o palacio que estima muchísimo. Hasta que en una visión oye decir a Cristo crucificado: “¿Y por amor a tu Redentor no serás capaz de sacrificar también tu palacio preferido?”. Lo vende también y todo el dinero recogido lo distribuye entre los pobres. Vende todas sus joyas y lujos, reparte el dinero entre los más necesitados, y se dedica a la vida de contemplación y meditación en la Vida, Pasión y Muerte del Señor.

Ha sido llamada la Mística de la Pasión de Cristo. Y fue tan grande el amor que adquirió hacia la Pasión y Muerte del Señor, que le bastaba mirar una imagen de Jesús doliente u oír hablar de su Santísima Pasión para que se enrojeciera su rostro y quedara como en éxtasis. En visiones se la puede comparar a Santa Teresa y a Santa Catalina.

Al Padre Arnoldo le dictó su Autobiografía. En ella dice lo siguiente: “Yo, Angela de Foligno, tuve que atravesar muchas etapas en el camino de la penitencia o conversión. La primera fue convencerme de lo grave y dañoso que es el pecado. La segunda el sentir arrepentimiento y vergüenza de haber ofendido al buen Dios. La tercera hacer confesión de todos mis pecados. La cuarta convencerme de la gran misericordia que Dios tiene para con el pecador que quiere ser perdonado. La quinta el ir adquiriendo un gran amor y estimación por todo lo que Cristo sufrió por nosotros. La sexta adquirir un amor por Jesús Eucaristía. La séptima aprender a orar, especialmente recitar con amor y atención el Padrenuestro. La octava tratar de vivir en continua y afectuosa comunicación con Dios”.

En la Santa Misa veía muchas veces a Jesucristo en la Santa Hostia. A su alrededor se reunía frecuentemente un selecto grupo de hombres y mujeres, terciarios franciscanos, a los cuales fue bendiciendo uno por uno como una madre cariñosa, la tarde del 4 de enero de 1309, y luego santamente y en gran paz, su alma voló a la eternidad.
Sobre su sepulcro se han obrado innumerables milagros.

03 enero, 2013

Santísimo Nombre de Jesús





Oh, Santísimo Nombre de “Jesús”;
¿quien más sino Vos, para llevar ese
nombre? Maravilloso nombre es el
Vuestro y lo honramos, porque Vos,
lo llevais por designio divino de Dios,
Vuestro amado Padre, y, para vivo
recuerdo, de todas las bendiciones
que recibimos de Vos, a cada nada;
Oh, Santísimo Nombre de “Jesús”.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Santísimo Nombre de Jesús
Fiesta, 3 enero



Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor. Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, “De festo SS. Nominis”, ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: “En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones”. El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

* Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: “En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).

* Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.

* Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.

* En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: “lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.” (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: “Por Jesucristo Nuestro Señor”, etc.

Así se cumple la palabra de San Pablo: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos.” (Fil 2, 10).

Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano. Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. 

Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad. Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, “Key to the Spiritual Treasures”, 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre. Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de “Jesús Hominum Salvator” (Jesús Salvador de los Hombres). 

Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una “V”, y que el monograma significaba “In Hoc Signo Vinces” (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312).

También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, “Psal. Christi et Mariae”, i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, “Quodlibet”, v; Colvenerius, “De festo SS. Nominis”, x). Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: “Jesús Christus” (ventris tui, Jesús Christus). Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria:

“¡Bendito sea el Nombre del Señor!” con la respuesta “Ahora y por siempre”, o “Amén”. En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte. Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de setiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María (“¡Jesu!”, “Maria”!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904. Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=34534)

02 enero, 2013

San Basilio y San Gregorio de Nacianzo





Oh, San Basilio, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo.
Asceta del desierto, que, en vuestro
libro “Constituciones”, las reglas
volcasteis, más elevadas para, la
santidad alcanzar en la vida religiosa.
Amado como erais por cristianos,
judíos y paganos, haciendo carne el
amor de Dios y, diciendo a los cuatro
vientos: “Óyeme cristiano que no ayudas
al pobre: tú eres un verdadero ladrón.
El pan que no necesitas le pertenece
al hambriento. Los vestidos que ya
no usas le pertenecen al necesitado.
El calzado que ya no empleas le
pertenece al descalzo. El dinero
que gastas en lo que no es necesario
es un robo que le estás haciendo
al que no tiene con que comprar lo
que necesita. Si pudiendo ayudar no
ayudas, eres un verdadero ladrón”.
Y, bien dicho, porque hay de todo en
la viña del Señor, pero vos, santo
como sois, brilláis con corona de luz,
como premio a vuestro amor y fidelidad;
Oh, San Basilio, “rey” de la fe y  luz.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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2 de Enero

San Basilio 
San Gregorio de Nacianzo

San Basilio


Perteneció a una familia de santos. Su abuelo murió mártir en la persecución. La abuela fue Santa Macrina. La mamá: Santa Amelia. La hermana también fue santa. Sus hermanos San Pedro obispo de Sebaste y San Gregorio Niceno. Su mejor amigo San Gregorio Nacianceno (el otro santo que se celebra este día).

Basilio significa: “Rey”. Nació en Cesarea de Turquía el año 329. Estudió en Atenas y Constantinopla.
Al ver que su hermana Santa Macrina había fundado un monasterio de monjas y que éstas progresaban mucho en santidad, Basilio se fue a Egipto a aprender de los monjes del desierto el modo de vivir como monje, en soledad; y al volver de allá se hizo monje y redactó sus famosas “Constituciones” que son la primera Regla de vida que se escribió para los religiosos. En ellas enseña cómo vivir en oración, estudio, buenas lecturas y trabajos manuales en un monasterio y cómo hacerse santo en la vida religiosa. En esas “Constituciones” se han basado los más famosos fundadores de Comunidades para redactar los Reglamentos de sus Congregaciones.

Basilio fue elegido Arzobispo de Cesarea, y el delegado del gobierno quiso hacerle renegar de la fe. Varios habían renegado por miedo. Pero nuestro santo le respondió: ¿Qué me vas a poder quitar si no tengo casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré ni un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Que me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento… El gobernador le respondió admirado: “Jamás nadie me había contestado así”. Y Basilio añadió: “Es que jamás te habías encontrado con un obispo”. El gobernante no se atrevió a castigarlo porque le pareció que era un gran santo, y porque todo el pueblo lo veneraba inmensamente.

Por su oratoria maravillosa, por sus admirables escritos y por las muchísimas obras que hizo en favor del pueblo, fue llamado “Basilio el Grande”. Era amado por cristianos, judíos y paganos. San Gregorio decía: “Cada vez que leo un escrito de Basilio, siento que el Espíritu Santo transforma mi alma”. Sus escritos tienen lo que se llama “Unción”, o sea la cualidad especial de que conmueven al que los lee.

Además de su arrebatadora elocuencia, Basilio tenía una asombrosa actividad en favor de los necesitados. Fue al primero que se le ocurrió fundar por allí un Hospital para pobres y un ancianato. Todo, todo lo que llegaba lo regalaba a los necesitados.

Estudió mucho la Biblia y sus sermones están llenos de frases de la Sagrada Escritura. Y era especializado en filosofía y en literatura y así sus escritos están redactados de una manera muy sabia y agradable.
Se conservan unas 365 cartas suyas, muy hermosas y de provechosa lectura para el alma.

Su pensamiento dominante después del amor a Dios, era ayudar y hacer que otros ayudaran a los pobres. De San Basilio son aquellas famosas palabras: “Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con que comprar lo que necesita. Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero ladrón”.

Trabajaba y escribía sin cesar. La gente decía: “El obispo Basilio predica a todas horas: en las misas, en las reuniones, en las catequesis, y cuando no está hablando con sus labios, está predicando con las buenas obras que hace en favor de los demás”.

Y eso a pesar de la salud tan débil que tenía. Sufría de hepatitis, la cual no le permitía casi alimentarse, hasta tal punto que su piel llegó a tocar sus huesos.

Murió el 1o. De Enero del año 379 cuando sólo tenía 49 años y fue sepultado el 2 de enero, en medio de un gentío tan grande y unos lloros tan impresionantes como nunca se habían presenciado en aquella ciudad capital.

Todos sus escritos y sus sermones tiene por fin hacer que la gente ame más a Dios y se vuelva más santa. Por eso es considerado como el primer escritor ascético del oriente (ascética es la ciencia que enseña a dominarse a sí mismo y a ser santo).

San Gregorio Niacianceno, Arzobispo de Constantinopla, dijo en su discurso el día del entierro: “Basilio santo, nació entre los santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio, hijo de mártires sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”.

San Basilio el Grande: ¡Ruega por nosotros!
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San Gregorio de Nacianzo (329 – 390).

Oh, San Gregorio de Nacianzo; vos,
sois el hijo del Dios de la vida y su
amado santo. Sois también, el que,
de especial manera, la divinidad
tratasteis, del Santo Espíritu y
la dignidad de Nuestra Señora, como
Madre de Dios, promoviendo entre la
gente de vuestro tiempo, una profunda
fe y vida religiosa. De vos, hasta hoy,
tenemos de vuestro trajín espiritual,
la producción de vuestra poética
vena y vuestros sermones y emotivos
escritos; vívidos tesoros teologales
de vuestro tiempo, en la lucha surgidos
y el casi caos de aquella época. Y,
así, cumplisteis vos, con lo que la
Providencia Divina os dictó y, como
premio de ello, corona de luz recibisteis,
y que, lucís, ahora mismo, junto a la
gloria misma, de Dios Padre Todopoderoso;
oh, San Gregorio, “poeta de la luz”.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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San Gregorio de Nacianzo (329 – 390).


Nace el año 329 de padres piadosos, en Capadocia. Su padre fue elegido obispo de la ciudad de Nacianzo y tuvo cuidado de que su hijo fuese educado en las mejores escuelas y academias de la antigüedad.

Casi diez años pasó Gregorio en Atenas como estudiante y allí cultivó una fiel amistad con Basilio y desarrolló, a la vez, su capacidad para la poesía, literatura y retórica. No cedió a la tentación de vivir entre la vanidad de oradores y filósofos, sino que promovió una profunda vida religiosa, junto con su amigo Basilio.
Al regresar a Nacianzo recibió el Bautismo de manos de su propio padre y, algo más tarde, el Orden sacerdotal para poder ayudarle en la pastoral de la diócesis. Como estaba vacante una diócesis en Asia Menor, su amigo Basilio, ya obispo lo promovió a la dignidad episcopal de esta sede. Gregorio no cumplió con este compromiso y huyó a la soledad de la vida de ermitaño.

Por su gran erudición teológica y sus claros conocimientos en la discutida cristología de los primeros siglos, fue escogido por el Concilio de Constantinopla del año 381 como obispo de esa metrópoli.
Su carácter, demasiado sensible, no soportó las dificultades de la administración de una diócesis. Por segunda vez, renunció a su cargo episcopal y se retiró a Arianz, donde se dedicó a la meditación de los misterios de Dios.

Cuando murió, en el año 390, nos dejó 44 sermones y 244 cartas, que tratan, en especial, sobre la verdadera divinidad del Espíritu Santo y la dignidad de la Virgen como Madre de Dios.
Su inspiración poética nos regaló unos cuatrocientos poemas. Sus sermones y escritos dejaron un tesoro de testimonio ortodoxo, en un tiempo de mucha confusión y lucha.

Con Basilio y el hermano menor de Basilio, que se llama Gregorio de Nisa, los tres recibieron el título de los “Tres capadocios”.

( http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Basilio.htm)

01 enero, 2013

A propósito del Año Nuevo






Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue donde estaba Jesús de noche y le dijo: “Maestro, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tu realizas si Dios no está con él. Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo, el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios. Nicodemo le dice: ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y volver a nacer? Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo, el que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios. El nacido de la carne es carne, el nacido del espíritu es espíritu, no te asombres de que te haya dicho tienes que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de donde viene ni a donde va. Así es todo el que nace del Espíritu”.( Juan 3, 1 – 8).
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Nicodemo

Galaxias
Nebulosas
Estrellas
Nuestro sol
Los planetas
Nuestra tierra
¿Año Nuevo?
¿Año Viejo?
¿Tiempo nuevo?
¿Tiempo viejo?
¿Nueva era?
¿Vieja Era?
¿Sueño Nuevo?
¿Sueño viejo?
¿Anhelo Nuevo?
¿Anhelo Viejo?
¿Vida Nueva?
¿Vida Vieja?
¿Hombre Nuevo?
¿Hombre Viejo?
¿Espíritu Nuevo?
¿Espíritu Viejo?
Cómo fuéramos
Como Nicodemo
Que preguntó
Hace más de dos mil años
Cómo “nacer” del espíritu
Está el Año Nuevo
A la vuelta de la esquina
Y el hombre
Necio en su pensar
Desea que todo cambie
Y sea todo nuevo
En su alrededor
Pero nada con él
Cábalas
Pócimas
Colores
Olores
Sabores
Cenas
Ritos
Sortilegios
Suertes
Baile
Danza
¡Está en ti!
Nacer de nuevo
Está en ti!
Ser de nuevo
¡Está en tí!
En nadie más
Y sólo en Dios
Y en nadie más
¿Año Nuevo?
Cambia
Tú también
Cambia para el amor

¡Porque Dios es amor!.

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Finalmente, agradecer vuestras visitas, comentarios y generosa amistad, y desearles de manera especial, un “Feliz y Venturoso Año Nuevo 2013”, extensivo a todas vuestras familias, y que, en su discurrir, vuestras vidas sean colmadas de amor, paz y trabajo, plasmándose todos vuestros sueños y anhelos, siempre bajo la atenta mirada de Dios de la vida, principio y final de todo.
Con un fuerte abrazo;
Luis Ernesto Chacón Delgado.


Santa María Madre de Dios



¡Oh! Señora Nuestra
Vos Sois
Madre de Dios
Madre de Cristo
Madre del perdón
Madre de la esperanza
Madre de la alegría
Madre de la gracia.


¡Oh! Señora Nuestra
A vos entregamos
Con total confianza
Y humildad plena
Los sueños y anhelos
De este Nuevo Año
Para que Vos
Con maternal amor
Realidad los hagáis.


¡Oh! Señora Nuestra
Vos que Sois
Madre de Dios
Madre de Cristo
Madre del perdón
Madre de la esperanza
Madre de la alegría
Madre de la gracia
La ¡Kejaritomene!.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1° de Enero
Santa María Madre de Dios


La Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de “María Madre de Dios”. Ya en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: “María, Madre de Dios”.

Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.

Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios. Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: “La Madre de Dios es también madre mía”. Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: “He ahí a tu madre”, ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?

Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.Cuando en el año 431 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.


El título “Madre de Dios” es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene. Los santos muy antiguos dicen que en Oriente y Occidente, el nombre más generalizado con el que los cristianos llamaban a la Virgen era el de “María, Madre de Dios”.
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(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Maria_Madre_de_Dios.htm)

31 diciembre, 2012

San Silvestre, Papa I




Oh; San Silvestre, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo.
Aquél que, nuevos tiempos respiró,
porque, la persecución cesó, contra
los cristianos y Constantino, por la
pila bautismal pasó, y puso su lanza
a los pies de la Cruz de Cristo, como
su nueva Luz. Así, las palabras del
Dios eterno, realidad cobraron: ”que
no habría rodilla alguna sobre la
faz de la tierra, que no se doblase”
ante Aquél que todo lo ve. Y, a vos,
tocó la dicha de poder construir la
antigua Basílica de San Pedro, en el
Vaticano, y la primera Basílica de
Letrán y además, el regalarnos nuestro
“Credo Niceno”, fruto del Concilio
de Nicea, así, por vos llamado. Una
pregunta hay en el medio, que urge
el hacerla: ¿Dónde estaréis ahora?
¿Dónde? Y, una sola respuesta hay: ¡en
la eternidad de la gloria de Cristo!;
corona de luz eterna luciendo, como
justo premio a vuestra entrega de amor;
oh, San Silvestre, Papa I, “fe y luz”.


© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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31 de Diciembre
San Silvestre I Papa
( † 355)


San Silvestre, con ese aire de despedida del año viejo, tiene una significación especial en la historia de la Iglesia, no ya sólo por sus virtudes, sino también por la época difícil y maravillosa, a su vez, que le tocó vivir.

Debido a esta circunstancia, no es extraño que su venerable figura haya ido recogiendo a través de los siglos una multitud de leyendas piadosas, haciendo difícil distinguir entre ellas lo que pueda haber de falso o de verdadero. De San Silvestre nos hablan, casi por encima, los primeros historiadores cristianos: Eusebio de Cesarea, Sócrates y Sozomeno. Más noticias encontramos en la relación de los papas que trae el Catalogo Liberiano y, sobre todo, en la multitud de detalles con que adorna su vida el famoso Pontifical Romano. Fue compuesta esta obra en diversos tiempos y por diversos autores, y en lo que toca a San Silvestre, recoge de lleno sus célebres actas, elaboradas durante el siglo v, y que, a pesar de ser admitidas por algunos Padres antiguos, fueron siempre consideradas como espúreas por la Iglesia de Roma.

El hecho de mezclar lo verídico con lo fabuloso, dieron a las actas de San Silvestre un gran predicamento durante toda la Edad Media, aunque pronto fueron cayendo en desuso, teniendo en cuenta, sobre todo, los dos hechos principales que en ellas se mencionan: la curación y conversión de Constantino y la donación que el emperador hace al papa Silvestre, no ya sólo de Roma, sino también de Italia y, como algunos llegaron a suponer, de todo ei Imperio de Occidente. Baronio, el autor de los Anales eclesiásticos, supone la autenticidad de las mismas y recurre al testimonio del papa Adriano I, que en el siglo Vlll las tiene como tales en una carta a los emperadores Constantino e Irene, cuando la lucha por las imágenes. Son citadas a su vez en la primera decretal del concilio II de Nicea, y autores no muy lejanos de la época, como San Gregorio de Tours y el obispo Hincmaro, traen a colación el bautismo de Constantino cuando narran el no menos famoso de Clodoveo.

La leyenda del bautismo parece estar tomada de una vida romanceado de San Silvestre, cuya fecha y patria se desconocen, pero que bien pudieran ser de la segunda mitad del siglo v. Duchesne la hace venir de Oriente, por el camino que trajeron todas las que se referían a la invención de la santa cruz, a Santa Elena y al mismo Constantino. Para otros, sin embargo, toda la leyenda tiene un carácter netamente romano.
Eusebio, el nada escrupuloso panegirista del emperador, nos dice con toda sencillez que Constantino fue bautizado al fin de su vida en Helenópolis de Bitinia, y nada menos que por un obispo arriano, Eusebio de Nicomedia. De ser cierto lo de las actas, no lo hubiera pasado por alto de ninguna de las maneras, pues vendría muy bien para exaltar la figura de aquel emperador, a quien hace lo posible por presentar como un príncipe simpatizante en todos sus hechos con el cristianismo. La costumbre, sin embargo, de aquellos tiempos, y, sobre todo, las disposiciones en que se encontraba el mismo Constantino, parecen convencer en seguida de lo contrario. Es verdad que manifiesta una verdadera simpatía por la nueva religión, pero no por eso deja de vivir en su juventud el paganismo depurado de su padre, Constancio Cloro. Cuando se proclama emperador en el año 306, adopta con la diadema el culto a la tetrarquía romana, y especialmente el de Júpiter y Hércules. Su contacto con los cristianos le lleva a un monoteísmo especial, que se concreta en el culto del sol invictus. Mas tarde, cuando vence a su rival Majencio en el 312, Constantino aparece identificado del todo con el cristianismo; pero este es supersticioso y con gran reminiscencia pagana. De hecho, nunca abandona las atribuciones de pontífice máximo, concibe el cristianismo como una religión imperial, semejante a la anterior, y en su misma vida no ofrece nunca las características de un auténtico convencido.

Algo semejante ocurre en lo que se refiere a la “Donación Constantiniana”. Ya el emperador Otón III, por el siglo Xl, afirmaba que, a pesar de ser tan popular, habia de tenerse el documento como falso. Esto lo demuestra con buenas razones el humanista del siglo xv Lorenzo Valla, y hoy aparece claro cómo la noticia se inventó entre los siglos Vlll y IX con el fin de justificar en Roma la donación que de las tierras conquistadas a los lombardos hacen a diversos papas Pipino el Breve y Carlomagno.
Sólo teniendo en cuenta estas apreciaciones podemos conocer lo que de verdad hay sobre San Silvestre, sin temor a desvirtuar por ello su recia personalidad.

Nace San Silvestre alrededor del año 270, en época de relativa paz para la Iglesia. Su padre, Rufino, le pone desde niño bajo la dirección del prudente y piadoso presbitero romano Cirino, y en seguida se empieza a distinguir por una abnegada caridad, ofreciendo su casa a todos los peregrinos que acudían a visitar la tumba de los apostoles. En una ocasión llama a su puerta Timoteo de Antioquía, gran apóstol de la palabra y de santa vida. Pronto se dan cuenta de ello los paganos, y una noche, cuando vuelve cansado a la casa de Silvestre. es apresado por las turbas y condenado a morir entre los más horribles tormentos. Silvestre no se atemoriza ante el peligro, y poco después, aprovechando las sombras de la noche, se apodera de las reliquias y les da honrosa sepultura.

Sospechando el prefecto de Roma, Tarquinio Perpena de aquel celoso muchacho, y creyendo que acaso guardaba las riquezas que suponia tener Timoteo le manda llamar a su presencia, y entre ambos se entabla este diálogo, que nos han conservado las actas:

—Adora al instante a nuestros dioses—le dice el prefecto—-y deposita en sus altares los tesoros de Timoteo, si es que quieres salvar tu vida.
Silvestre no titubea, y más sabiendo la pobreza en que había vivido el mártir de Cristo.
—¡Insensato!—le dice—, yerras si piensas ejecutar tus amenazas, porque esta misma noche te será arrancada el alma, y así reconocerás que el único verdadero Dios es el que tú persigues; el mismo que adoramos los cristianos.
Tarquinio se enfurece y manda encerrar al joven; pero en la misma noche una espina que se le atraviesa en la garganta pone fin a su vida, y con ello Silvestre es puesto en libertad.

Sea lo que fuere del hecho, la verdad es que Silvestre era apreciado en la Roma de entonces por su humildad y apostolado, y muy pronto, a los treinta años, es ordenado sacerdote por el papa San Marcelino. Horas difíciles eran aquellas para la Iglesia. Desde el año 286, el emperador Diocleciano había asociado al Imperio al nada escrupuloso Maximiano Hercúleo, y poco más tarde ambos augustos adoptan como césares a Constancio Cloro para las Galias y Bretaña y al cruel Galerio para el Oriente. A qué obedeció la nueva postura de Diocleciano, se desconoce en parte; pero pronto se iba a organizar en su reinado una terrible persecución, que llevaba el intento de deshacer desde sus cimientos toda la Iglesia.

Por otra parte, no faltaban disensiones entre los mismos fieles, y sobre todo se hacia más acuciante el peligro de una nueva secta, el donatismo, que iba teniendo grandes prosélitos entre los cristianos de Africa. Silvestre toma parte por la ortodoxia, creándose pronto enemigos, pero esto no impide para que la Iglesia de Roma tenga puestos sus ojos en aquel varón de Dios, “puro, de piedad ferviente, mortificado y humilde”, como le retratan las actas, y a quien había de designar para suceder al papa San Melquiades en la silla de San Pedro.
San Silvestre es elegido papa el 31 de enero del año 314, siendo cónsules Constantino y Volusiano y en el año noveno del imperio de Constantino. Largo va a ser su pontificado—veintitrés años, diez meses y once días—y lleno de grandes acontecimientos. Un año antes, en febrero del 313, había sido decretada la libertad de la Iglesia por el edicto de Milán, y desde entonces cuenta con el apoyo decidido del emperador y con la simpatía de los numerosos prosélitos que se presentan cada dia.

El paganismo, sin embargo, no podía acomodarse al nuevo sesgo que tomaban las cosas. Y de ser cierto lo del bautismo de Constantino que nos cuentan las actas, habríamos de encajarlo precisamente en estos primeros años del nuevo papa. Parece ser que, en una de las ausencias del emperador, los magistrados de Roma se aprovecharon para iniciar de nuevo la persecución. Silvestre mismo tiene que salir de la ciudad, y se refugia con sus sacerdotes en el monte Soracte o Syraptim, llamado después de San Silvestre, y que dista unas siete leguas de Roma. Cuando vuelve Constantino, se encuentra de manos con una tragedia dentro de su misma familia, pues nada menos que a Crispo, su hijo y heredero, se le acusaba de haber cometido adulterio con su segunda mujer, Fausta. Llevado de la cólera, el emperador manda darle muerte: pero es castigado de improviso con una repugnante lepra, que le cubre todo el cuerpo. En seguida acuden a palacio los médicos más renombrados, que se ven impotentes en procurarle remedio, y como última solución, y para aplacar la ira de los dioses, le proponen bañe su cuerpo en la sangre todavía caliente de una multitud de niños sacrificados con este fin. Cuando se van a hacer los preparativos y ya el cortejo imperial iba a subir las gradas del Capitolio, Constantino se conmueve ante los gemidos de las madres de los inocentes, que piden misericordia, y ordena se retire inmediatamente el sacrificio. Aquella misma noche se le aparecen en sueños dos venerables ancianos, Pedro y Pablo, que le recomiendan busque al obispo Silvestre, que está escondido, el cual les mostrará el verdadero baño de salvación que le curaría.

A la mañana siguiente aparece por las calles de Roma, y conducido con toda pompa por la guardia pretoriana, Silvestre, el perseguido. El encuentro con el emperador es benévolo. Entablan un diálogo de pura formación cristiana, y al fin el Pontífice le increpa con toda solemnidad: “Si así es, ¡oh príncipe!, humillaos en la ceniza y en las lágrimas, y durante ocho días deponed la corona imperial, y en el retiro de vuestro palacio confesad vuestros pecados, mandad que cesen los sacrificios de los ídolos, devolved la libertad a los cristianos que gimen en los calabozos y en las minas, repartid abundantes limosnas, y veréis cumplidos vuestros deseos”.

Constantino lo promete todo, se fija el día para el bautismo, y, llegados por fin ante el baptisterio de San Juan de Letrán, se despoja el emperador de todas sus vestiduras, entra en la piscina, es bautizado por San Silvestre, y cuando sale, ante la expectación de todos, aparece completamente curado. De ahora en adelante, dicen las actas, Constantino será el gran favorecedor de los cristianos, y, no contento con eso, va a dejar al Papa su sede de Roma, retirándose con toda su corte a Constantinopla.

Toda esta historia nos indica, al menos, la gran preponderancia que iba tomando la Iglesia frente al Estado. De ello se ha de aprovechar San Silvestre para reconstruir iglesias devastadas y enmendar las corrompidas costumbres. Entre las nuevas leyes que bajo la égida del Pontífice iba a dar el emperador, sobresalen: la validez de la emancipación de esclavos realizada ante la Iglesia, el descanso dominical, contra los sodomitas; la educación de los hijos, revocación del destierro a que estaban condenados los cristianos, restitución de sus bienes, revocación de las leyes Julia y Popea contra el celibato, reconociendo de este modo la posibilidad de un celibato santo dentro del cristianismo: varios decretos asegurando el foro judicial de los clérigos, prohibición de los agoreros, de los juegos en que iban mezclada la inmoralidad y el engaño, etc., etc. Roma iba, de este modo, muriendo a su tradición pagana, para renacer poco a poco a la nueva Roma cristiana.

La gran labor pastoral en que se ve encuadrado el pontificado de San Silvestre ofrece unas facetas características, primicias todas ellas de la Iglesia, que se abre a nuevos horizontes, libre ya de trabas y de postergaciones.

Es su tiempo, la era de los grandes concilios, donde se fijan en detalle los cánones de la fe, el culto divino adquiere una grandeza insospechada, se establece una disciplina eclesiástica cuna de nuestro Derecho, y se extiende cada vez más la supremacía de la Iglesia de Roma. En el mismo año en que es elegido Papa, manda San Silvestre sus legados al concilio de Arlés, donde se resuelve la cuestión de los donatistas, que habían apelado otra vez en la causa de Ceciliano. Este concilio, juntamente con el primero ecumenico de Nicea (a. 325), son los dos puntales del esfuerzo dogmático de tiempos de San Silvestre. Mucho se ha discutido sobre la participación que en ellos tuvo el Pontífice de Roma, ya que tanto uno como otro fueron convocados a instancias del emperador Constantino: pero, a través de lo que en ellos se determina, no ofrece duda la presencia moral del Papa en las decisiones consulares. En Nicea, junto al presidente del concilio, Osio de Córdoba, se sientan los legados pontificios Vito y Vicente, y, de ser cierto el documento que recoge el Líber Pontiticalis, todos los obispos, al final de la asamblea, escriben una carta a Silvestre, donde le dan cuenta de las decisiones adoptadas.

Más claro y conmovedor es el testimonio de los Padres del concilio de Arlés. En esta asamblea, como en todas las que celebra Constantino, se ve, es cierto, una sumisión del episcopado al poder civil; pero al mismo tiempo un afecto y una gran sumisión al Papa. Es éste el que ha de dar su última palabra sobre los donatistas, quien ha de comunicar a las iglesias lo establecido en el concilio, y el que, en fin, ha de hacer poner en práctica sus acuerdos, sobre todo el que se refiere a la celebración de la Pascua. Dicen así en la segunda carta que le envían: “Al amadisimo papa Silvestre, Marino, Agnecio… Unidos en el común vínculo de caridad y de unidad de la madre Iglesia católica y reunídos en la ciudad de Arlés por la voluntad del piisimo emperador, te saludamos a ti, gloriosisimo Papa, con toda nuestra reverencia”,

Y añaden: “Ojalá, hermano dilectísimo, hubierais estado presente a este gran espectáculo, pues creemos que contra ellos (los donatistas ) se hubiera dado una sentencia más severa, y de ese modo, uniéndote tú mismo a nuestro juicio, nuestra asamblea hubiera exultado con mayor alegria. Pero, como no pudiste separarte de aquellas tierras en las cuales se asientan también los apóstoles, y cuya sangre testifica sin intermisión la gloria de Dios, por eso te mandamos…”

Esta presencia del Papa se extendió a su vez en la serie de concilios y sínodos que se fueron celebrando en su tiempo: sínodo de Roma (a. 315), concilios de Alejandría, Palestina, segundo de Alejandría, de Laodicea, Ancira, Nicomedia, Cartago, Cesarea de Palestina, etc.

En todos ellos y en otros decretos del mismo Papa se fue creando una liturgia nueva, que, unida a los cánones disciplinares, sirvieron de base a la reorganización interior de la Iglesia. Acaso se pueda rechazar como inventada posteriormente la famosa Constitución de San Silvestre, donde se encuentran una serie de prescripciones sobre los clérigos; pero no podemos dar de lado otras muchas, que sin duda se debieron al celo pastoral de nuestro santo. Citemos algunas:

Solamente el obispo puede preparar el santo crisma y servirse de él para confirmar a los bautizados.
Los diáconos usen dalmática y manipulo en el servicio del altar.
Queda prohibido el uso de la seda o paño de color para el santo sacrificio de la misa. Deben emplearse telas de lino, o sea corporales, que representen la sindone en que fue envuelto el cuerpo de Cristo.
Ningún laico tenga la osadía de presentarse como acusador contra un clérigo.
Ningun clérigo puede ser citado ante un tribunal laico para ser juzgado.

Los días de semana, menos el sábado y el domingo, se llaman ‘ferias”. En cuanto a la recepción de las órdenes sagradas, determina el tiempo que ha de transcurrir entre una y otra: veinte años para el lectorado, treinta días para el exorcistado, cinco años para el acolitado, otros cinco para el subdiaconado, diez para el de custodio de los mártires, siete para el diaconado y tres, por fin, para el sacerdocio. Normas precisas da también respecto a la vida de los clérigos. Deben ser castos y han de procurar el grado sin ambición y sin ansia de lucro, y solamente pueden ser nombrados aquellos que sean elegidos en unanimidad por el pueblo y la clerecía. Los presbíteros han de tener una reputación bien probada, de modo que, aun los que están fuera de la Iglesia, puedan dar fiel testimonio de ellos. Otras prescripciones abundan; v. gr., sobre el ayuno, los réditos de la Iglesia, que han de dividirse en cuatro apartados; el culto divino, etc.

Y como detalle, esta nota disciplinar en el trato con los pecadores, que nos dice mucho de la delicadeza y caridad de San Silvestre: ‘En primer lugar—dice—se les ha de llamar paternalmente y se les ha de esperar siete dias, sin que se les prohiba nada de las cosas de la Iglesia. A este compás de espera se le deben añadir otros siete días, vedándoseles ya todo acceso a los divinos oficios. Siguen otros dos días, en los cuales, si no se arrepintieran, se les separa de la paz y comunión de la santa Iglesia. Otros dos días más, y, por fin, añadiendo todavía uno, y viendo que ya su caso es desesperado, se le debe condenar con el anatema”.

En cuanto se refiere al culto divino, nunca conoció Roma, podemos decir, fuera del tiempo del Renacimiento, otra época de tanto esplendor y grandeza. El Pontifical Romano nombra en primer lugar una iglesia del título de Equitio, que mandó construir San Silvestre junto a las termas de Trajano, hoy llamada de los Santos Silvestre y Martín, y que fue como su primera sede y el sitio donde hacía las ordenaciones. Seis veces ordenó en el mes de diciembre, y de aquí salieron 40 presbíteros, 26 diáconos y 65 obispos, que se fueron repartiendo por diversas tierras.

En seguida empiezan las famosas fundaciones constantinianas de San Juan de Letrán, en el monte Cello—in aedibus Laterani—, de San Pedro, en el Vaticano, San Pablo, en la vía Ostiense, y Santa Cruz de Jerusalén, situada en el atrio Sessoriano, muy cerca del templo de Venus y Cupido, como réplica, dice Baronio, a la estatua de Venus que mandó poner Adriano en la cumbre del Calvario. En la misma Roma se levantan a su vez la basílica de Santa Inés, a instancias de la hija de Constantino: la de San Lorenzo, en el campo Verano; la de San Pedro y Marcelino, en la vía Labicana, y otras más en otras ciudades de Italia, como Ostia, Capua y Nápoles.

El papa San Dámaso, cuando termina de dar sus noticias sobre San Silvestre, acaba con esta sencilla frase: Qui catholicus et confessor quievit.
Católico, porque supo mantener la luz de su fe en un tiempo de fuertes herejías. Ecuménico, porque lleva su acción de Arlés a Nicea, de Cartago a Viena del Delfinado. Y, a la vez, confesor, es decir, santo, tomando la palabra en el sentido que se le daba entonces.

Y esta gran confesión o santidad la supo llevar, sobre todo, con una caridad y mansedumbre que fue puesta a prueba muchas veces por aquel que se decía favorecedor del cristianismo. Es sabido cómo a Constantino le aquejaba el prurito de quererse inmiscuir en todos los problemas interiores y exteriores de la Iglesia. Por su mandato se reúnen los obispos en Arlés, convoca el concilio de Nicea, reúne sínodos, lleva a su tribunal la causa de los donatistas e interviene con toda su autoridad en la condena de los arrianos. Alguien ha querido ver cierta timidez en San Silvestre frente al emperador; pero creemos que es desconocer todo lo delicado de aquellos primeros años del cristianismo libre cuando se le atribuye tal especie. San Siivestre asiste a un renacer de la Iglesia, demasiado frágil todavía en lo que a efectos civiles se refiere, y, por otra parte, Constantino sigue siendo el hombre de carácter fogoso, con muchos matices paganos, que a veces le llevan hasta el crimen. La persecución no se habia superado del todo, ya que hasta el 324, con la muerte de Licinio, aún se sigue martirizando en el Oriente y aún en las tierras de Constantino brotan de vez en cuando gritos de rebeldía pagana.

Por otra parte, la solución de aquellos primeros conflictos politico-religiosos de las primeras herejías dependía casi siempre del emperador, pues solían convertirse en verdaderas luchas intestinas, con gran peligro para la tranquilidad del Imperio. No es extraño, por tanto, que San Silvestre, aun consciente de su autoridad, tuviera que ceder muchas veces para no convertir en desfavorables unas posiciones que eran en gran manera ventajosas para la Iglesia. En eso precisamente estuvo su santidad: en saber sufrir los excesos del despotismo por bien de la comunidad, pasando muchas veces al segundo lugar, aunque en lo que tocaba a su ministerio siempre se mantuviera decisivo.

Ni las actas ni la leyenda nos dicen más de su vida. Pero bastante dice ya aquella floración de vida cristiana en que empieza a vivir Roma; el culto divino, que se engrandece con las basílicas; la nueva disciplina eclesiástica y el ejemplo de aquel varón venerable, que iba señalando a todos el nuevo sendero que se abria.

San Silvestre muere el 31 de diciembre del año 337. Fue sepultado en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria, en una basílica donde estaba enterrado el papa San Marcelo, y que desde entonces se llamó de San Silvestre. Por el año 1890 se creyó identificar sus ruinas en el transcurso de unas excavaciones, y por fin lo logra en 1907 el arqueólogo Marucchi. Reconstruida una iglesia sobre los primitivos cimientos, fue inaugurada el 31 de diciembre del mismo año, reinando en la Iglesia el santo Pio X.

La Iglesia, por su parte, le ha venerado ya desde antiguo, incluyendo su nombre, juntamente con el de San Gregorio Magno, en la letania de los Santos, y desde tiempos de San Pío V se ha venido celebrando su fiesta con rito doble aun dentro de la octava de Navidad.

Francisco Martín 

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/12/12-31_S_silvestre.htm)