18 junio, 2014

San Gregorio Barbarigo

 
 
Oh, San Gregorio Barbarigo, vos, sois
el hijo del Dios de la vida y su amado
santo. Huérfano como fuisteis, vuestro
padre, os formó de manera increíble y
os hizo conocer el campo de la guerra
la ciencia y la diplomacia, pero a vos,
os atraía más, el cielo y sus santos
frutos: tener una relación con Dios y
la salvación de las almas. Os encantaba
la astronomía y admirabais la gran obra
de Dios. Y, así, un día, ordenado
fuisteis sacerdote y os confiaron muchos
puestos, entre otros, el de presidente
ser, de la comisión para atender a los
enfermos de tifo. Y vos, allí, mostrasteis
cuánto de Dios, teníais, pues visitabais
enfermos, enterrabais muertos, ayudabais
viudas y huérfanos y consolabais hogares
que en la orfandad habían quedado. Vos,
vendisteis vuestros bienes y los disteis
a los pobres. Y, así, os propusisteis
imitar en todo, a San Carlos Borromeo.
Propagasteis libros religiosos y leer
a San Francisco de Sales. Cuando saliais
a evangelizar, os hospedabais en casas
de vuestros pobres y con ellos comíais.
De día, enseñabais catecismo y a la gente
pobre atendíais. La noche en oración
la pasabais. Con el cargo de Cardenal
os mostrabais como un sencillo sacerdote.
Fundasteis imprentas y propagasteis libros
religiosos, y os esmerasteis para formar
seminaristas que fuesen excelentes
sacerdotes. La gente decía de vos:
“Monseñor es misericordioso con todos.
Con el único con el cual es severo
es consigo mismo”. Vos repetíais: “para
el cuerpo basta poco alimento y ordinario,
pero para el alma son necesarias muchas
lecturas y que sean bien espirituales”.
Y así, luego de haber gastado vuestra
vida, en buena lid, voló vuestra alma
al cielo, para coronada ser, con corona
de luz, como premio a vuestro inmenso amor;
Oh, San Gregorio Barbarigo, “luz de Dios”.
 
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Junio
San Gregorio Barbarigo
Obispo
Año 1697
 
Dios nos mande muchos Gregorios más, así de santos y generosos. Quien generosamente da, generosamente recibirá. Prv. 11.
 
Este simpático santo nació en Venecia (Italia) en 1632, de familia rica e influyente. La madre murió de peste de tifo negro, cuando el niño tenía solamente dos años. Pero su padre, un excelente católico, se propuso darle la mejor formación posible. El papá lo instruyó en el arte de la guerra y en las ciencias, y lo hizo recibir un curso de diplomacia, pero al joven Gregorio lo que le llamaba la atención era todo lo que tuviera relación con Dios y con la salvación de las almas.
 
Estudiando astronomía admiraba cada día más el gran poder de Dios, al contemplar tan admirables astros y estrellas en el firmamento. Deseaba ser religioso, pero su director espiritual le aconsejó que más bien se hiciera sacerdote de una diócesis, porque tenía especiales cualidades para párroco. Y a los 30 años fue ordenado sacerdote.
 
Un amigo suyo y de su familia, el Cardenal Chigi, había sido elegido Sumo Pontífice con el nombre de Alejandro VII, y lo mandó llamar a Roma. Allá le concedió un nombramiento en el Palacio Pontificio y le confió varios cargos de especial responsabilidad.
 
Y en ese tiempo llegó a Roma la terrible peste de tifo negro (la que había causado la muerte a su santa madre) y el Santo Padre, conociendo la gran caridad de Gregorio, lo nombró presidente de la comisión encargada de atender a los enfermos de tifo. Desde ese momento Gregorio se dedica por muchas horas cada día a visitar enfermos, enterrar muertos, ayudar viudas y huérfanos y a consolar hogares que habrían quedado en la orfandad.
 
Acabada la peste, el Sumo Pontífice le ofrece nombrarlo obispo de una diócesis muy importante, Bérgamo. El Padre Gregorio le pide que lo deje antes celebrar una misa para saber si Dios quiere que acepte ese cargo. Durante la misa oye un mensaje celestial que le aconseja aceptar el nombramiento. Y le comunica su aceptación al Santo Padre.
 
Llega a Bérgamo como un sencillo caminante, y a los que proponen hacerle una gran fiesta de recibimiento, les dice que eso que se iba a gastar en fiestas, hay que emplearlo en ayudar a los pobres. Luego él mismo vende todos sus bienes y los reparte entre los necesitados y se propone imitar en todo al gran arzobispo San Carlos Borromeo que vivía dedicado a las almas y a las gentes más abandonadas. En Bérgamo jamás deja de ayudar a quien le pide, y los pobres saben que su generosidad es inmensa.
 
Propaga libros religiosos entre el pueblo y recomienda mucho los escritos de San Francisco de Sales. En sus viajes misioneros se hospeda en casas de gente muy pobre y come con ellos, sin despreciar a nadie. Después de pasar el día enseñando catecismo y atendiendo gentes muy necesitadas, pasa largas horas de la noche en oración. El portero del palacio tiene orden de llamarlo a cualquier hora de la noche, si algún enfermo lo necesita. Y aun entre lluvias y lodazales, a altas horas de la noche se va a atender moribundos que lo mandan llamar. Y es obispo.
 
El médico le aconseja que no se desgaste tanto visitando enfermos, pero él le responde: “ese es mi deber, y ¡no puedo obrar de otra manera!”. El Sumo Pontífice lo nombra obispo de una ciudad que está necesitando mucho un obispo santo. Es Padua. Los habitantes de Bérgamo decían: “Los de Milán tuvieron un obispo santo, que fue San Carlos Borromeo. Nosotros también tuvimos un obispo muy santo, Mr. Gregorio. Que gran lástima que se lo lleven de aquí”. En Padua se encuentra con que los muchachos no saben el catecismo y los mayores no van a Misa los domingos. Se dedica él personalmente a organizar las clases de catecismo y a invitar a todos a la S. Misa. Recorrió personalmente las 320 parroquias de la diócesis. Organizó a los párrocos y formó gran número de catequistas. Aun a las regiones más difíciles de llegar, las visitó, con grandes sacrificios y peligros. En pocos años la diócesis de Padua era otra totalmente distinta. La había transformado su santo obispo.
 
El nuevo Pontífice Inocencio XI nombró Cardenal a Monseñor Gregorio Barbarigo, como premio a sus incansables labores de apostolado. El siguió trabajando como si fuera un sencillo sacerdote. Fundó imprentas para propagar los libros religiosos, y se esmeró con todas sus fuerzas por formar lo mejor posible a los seminaristas para que llegaran a ser excelentes sacerdotes. Todos estaban de acuerdo en que su conducta era ejemplar en todos los aspectos y en que su generosidad con los pobres era no sólo generosa sino casi exagerada.
 
La gente decía: “Monseñor es misericordioso con todos. Con el único con el cual es severo es consigo mismo”. Su seminario llegó a tener fama de ser uno de los mejores de Europa, y su imprenta divulgó por todas partes las publicaciones religiosas. El andaba repitiendo: “para el cuerpo basta poco alimento y ordinario, pero para el alma son necesarias muchas lecturas y que sean bien espirituales”. San Gregorio murió santamente el 17 de junio del año 1697.
 
 

17 junio, 2014

San Ismael



Oh, San Ismael, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que, con vuestros
hermanos Manuel y Savelio, de lleno se dieron
a evangelizar, pues habían recibido sólida
formación cristiana, y con ello, querían
que, Juliano llamado “el Apóstata” y el rey
de Persia acordasen que la paz, a sus súbditos
llegara. Vuestra vida, y testimonio os llevó,
sin querer, a veros envuelto en persecuciones
que lugar tuvieron que en aquél tiempo. El
templo de Apolo ardió, y no hallaron culpable
mejor, que achacaros a vos, y por ello, más
tarde, luego de falsos interrogatorios,
fuisteis entregados al martirio y luego
decapitado con vuestros hermanos. Y, así,
vuestras almas volaron al cielo, para coronadas
ser de luz, como recompensa de Dios Padre;
oh, San Ismael, “mártir del amor a Dios”.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Junio
San Ismael
¿? – † 326


Personaje bíblico, hijo mayor del patriarca Abraham y de su esclava egipcia Agar. Ismael y dos hermanos, Manuel y Savelio, quisieron humanizar a los pueblos. En el hogar, habían recibido una densa y práctica formación cristiana, al mismo tiempo que una amplia cultura, gracias a su preceptor Eunoico. Eran muy conocidos en Calcedonia y Bitinia porque querían que Juliano el Apóstata y el rey de Persia llegaran a un acuerdo para que reinase la paz entre los súbditos.
 
El testimonio de sus vidas les llevó, sin querer, a verse envueltos en un acontecimiento que dio lugar a otra de las duras persecuciones que tuvieron. El templo de Apolo se incendió. Y, naturalmente, les echaron la culpa a ellos.
 
Vinieron una serie de interrogatorios postizos, una pura farsa. Al final de los mismos, se les entregó al martirio tal día como hoy del año 326 en el que fueron decapitados.
 
De las brasas de su martirio por la fe en Cristo, su testimonio continuó ardiendo por siglos y siglos. Juliano el Apóstata no respetó los tratados de paz, y le hizo la vida imposible a los persas.
 
En su vida Ismael tuvo doce hijos, y sus descendientes, o ismaelitas, se establecieron en el gran contorno que se extiende entre la frontera de Egipto y el golfo Pérsico. Muchas son las tribus, especialmente las de Arabia del Norte, que han pretendido descender de Ismael, y el mismo Mahoma lo reconoció al colocarlo a la cabeza de su genealogía, como padre del pueblo árabe. Así, según el islamismo ayudó a Abraham en la construcción del templo de La Meca.
 
Los que llevan este nombre celebran su onomástica el 17 de junio, fecha en que se conmemora San Ismael mártir. Aunque es precisamente el Ismael bíblico el que les sirve de modelo y referente. Un estímulo para superar todas las dificultades por grandes que éstas sean, un ejemplo de confianza en sí mismo, de capacidad de positivar cualquier situación y de encontrar nuevos caminos a pesar de que las circunstancias sean adversas.

(http://www.familiario.com/santoral/Ismael.htm)

16 junio, 2014

San Juan Francisco de Regis



Oh, San Juan Francisco de Regis; vos, sois
el hijo del Dios de la vida y su amado santo
y el mismo que, lenguaje sencillo usasteis
para conocer hacer el mensaje de Nuestro
Señor, y así, hicisteis que marchasen a
su conversión, sin importaros la elegancia
del sermón. Uno de vuestros compañeros
dijo de vos: “Juan Francisco se humilla
él mismo hasta el extremo, pero demuestra
por los demás un aprecio admirable”. Confesar
y predicar sin dejar de repartir vuestro
amor a los pobres y recuperar las perdidas
ovejas para el Reino de los cielos ganar
fue vuestra vida. Pío XII Papa, de vos dijo:
“Un predicador que merece muy bien llamado
ser Patrono de las misiones populares”.
Entre católicos y herejes vuestra tarea
desplegasteis: gente corrompida y buena;
pobres y ricos; sabios e ignorantes que
frutos abundantes dio y sus antiguas y malas
vidas abandonaron. Poco antes de morir
dijisteis vos: “veo a Nuestro Señor y a
su Santísima Madre, que preparan un sitio
en el cielo para mí”. Y diciendo: “Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu”,
sus amorosos brazos recibieron vuestra
alma, que coronada fue con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega de amor.
Y, más tarde, el joven San Juan Vianey,
ante vuestra santa tumba, ser sacerdote,
se propuso a toda costa, y lo fue y qué
sacerdote: ¡Qué amor! ¡Qué fe! ¡Qué dones!
oh, San Juan Francisco Regis; “fe y luz”.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de junio
San Juan Francisco Regis
Predicador y Misionero
Año 1640


Cuando un sacerdote o un apóstol muere desgastado de tanto trabajar por extender el reino de Dios, ese día la Iglesia ha conseguido un gran triunfo para la eternidad.(San Juan Bosco).

El Papa Pío XII llegó a exclamar: “Un predicador que merece muy bien ser llamado Patrono de las misiones populares es San Francisco Regis”. Francisco nace en 1597 de familia acaudalada en Narbona, Francia y a los 19 años empieza a no sentirse a gusto en la vida mundana. Siente aversión por los placeres mundanales. Y súbitamente cae en la cuenta de que la santidad no será conseguida por él, sigue viviendo entre las gentes mundanas. Cerca de su ciudad había una abadía de monjes que lo estimaban, pero a él le atraía más la Compañía de Jesús, porque los Jesuitas se dedicaban más al apostolado entre el pueblo. Pidió ser admitido entre los jesuitas y en su noviciado demostraba tal fervor que uno de sus compañeros llegó a declarar: “Juan Francisco se humilla él mismo hasta el extremo, pero demuestra por los demás un aprecio admirable”.
 
Siendo estudiante, el compañero de habitación lo acusó ante el superior diciéndole que Regis en vez de dormir lo suficiente pasaba muchas horas rezando en la capilla. El Padre Rector le respondió: “No le impidas sus devociones. No te opongas a sus comunicaciones con Dios. a mi me parece que este joven es un santo y que un día nuestra Comunidad celebrará una fiesta en su honor”. Y esta respuesta resultó profética. A los 33 años fue ordenado de sacerdote y al año siguiente lo destinaron a un trabajo que estaba muy de acuerdo con sus aspiraciones y con su fuerte constitución física: dedicarse a predicar misiones entre el pueblo. Y se dedicó a este trabajo con tal energía que sus compañeros exclamaban: “Juan Francisco hace el oficio de 5 misioneros”.
 
En 43 años de vida, 24 como religioso, diez como sacerdote y 9 como misionero popular, logró inmensos éxitos y tuvo el mismo calificativo en todos los sitios donde estuvo predicando: “el santo”. A diferencia del estilo muy elegante y rebuscado que se usaba entonces para predicar, el padre Juan Francisco se dedicó a predicar de manera extremadamente sencilla, con estilo directo, a veces hasta rayando en demasiado ordinariote, pero que iba directamente al alma y con una elocuencia y un fervor, que los pecadores no eran capaces de no conmoverse al escucharle. Sus sermones atraían a las multitudes formadas por católicos y herejes, gente buena y gente corrompida, pobres y ricos, sabios e ignorantes.
 
Le encantaba predicar a los pobres, pero decía que con sus sermones había logrado convertir también a muchos ricos. Los oyentes comentaban: “Este padre no dice solamente lo que sabe, sino que parece que lo que está diciendo lo estuviera viendo”. Al escucharle se conmovían aun los corazones más indiferentes. Un predicador de fama fue a escucharle, y después decía a sus colegas: “El Padre Juan Francisco predica con extrema sencillez y convierte pecadores por millares y nosotros que predicamos con tanta elegancia, ¿a quién logramos convertir?”.
 
Otro testigo afirmaba: “Lo que a mí me admira es que un hombre de tan pobre presencia, con su sotana llena de remiendos, diciendo lo que todos dicen, sin adornos en su lenguaje, siendo a veces tan duro en su hablar, tiene tan grande inspiración divina que uno no es capaz de escucharle y seguir en paz con sus pecados”. Algunos doctores se dirigieron al superior de los jesuitas diciéndole que el Padre Regis predicaba muy burdamente. Que un modo de predicar así era un deshonrar la altísima dignidad de predicador. Entonces el superior provincial se fue con su secretario a escuchar un sermón del santo, mezclados entre el pueblo. El superior quedó tan profundamente impresionado por su predicación, que les dijo a los acusadores: “Ojalá quisiera Dios que todos los misioneros predicaran con toda unción como este sacerdote. El dedo de Dios está aquí. Si yo viviera en esta región, no me perdería ni un solo sermón de este padre”.
 
Un párroco afirmaba: “En mi parroquia, después de una misión predicada por el Padre Juan Francisco, mis parroquianos cambiaron de tal manera, que a mí me parecía que eran otras personas”. El Sr. Obispo lo envió a misionar a una región que durante 40 años había sido invadida por los calvinistas, y en la cual la corrupción de costumbres era espantosa y el anticatolicismo era tan feroz que el mismo Sr. Obispo no podía nunca aparecer por allí. Y el poder de convicción del Padre Regis fue tan arrollador que las conversiones se obraron por montones.
 
Una de las más terribles calvinistas, al oír que el santo sacerdote le preguntaba: “¿Y Ud. cuándo es que se va a convertir?”, sintió una fuerza de la gracia de Dios tan avasalladora, que le respondió: “Pues, ¡me quiero convertir ahora mismo!”, y en verdad que dejó su mala vida pasada y empezó a vivir como una buena católica. Como con sus predicaciones acababa con muchos vicios, aquellos que vieron afectados con esto sus malos negocios, lo acusaron con calumnias ante el Sr. Obispo y hasta en Roma. El padre sufrió mucho con esto, pero afortunadamente Dios hizo que el secretario del obispo se diera cuenta de las mentiras que le estaban inventando y le defendió ante Monseñor, el cual escribió a Roma, hablando muy bien del gran misionero.
 
Mientras tanto el santo seguía misionando por las regiones más apartadas y de más difícil acceso. Y las multitudes lo seguían. Los campesinos se encontraban y el saludo que se daban era: “Vamos a escuchar al santo”. Y en las ciudades, los templos se llenaban hasta más no poder, y los feligreses repetían: – Vayamos a oír al santo. A muchísimas mujeres las sacó de la vida corrompida y las encaminó hacia una vida virtuosa. Los vicios que convirtió fueron incontables. A las tres de la madrugada estaba levantado. Pasaba la mañana confesando y predicando y la tarde consiguiendo ayuda para los pobres. Muchas veces se olvidaba de comer.
 
A dos ciegos les hizo recobrar la vista. Con la imposición de las manos curó a muchos enfermos. Su despensa daba y daba a los pobres y no se agotaba y el milagro más grande que conseguía era convertir a los pecadores de su mala vida. Se fue a predicar una misión a una región terriblemente fría y apartada. Por el camino lo sorprendió una tempestad de nieve que le impidió continuar el viaje y tuvo que pasar la noche en medio de terrible ventarrón y en plena nieve. Y le sobrevino una pulmonía. Sin embargo así de enfermo pronunció tres sermones el primer día de la misión y dos el segundo día. Toda la mañana de este día la pasó confesando. En ayunas celebró la misa a las dos de la tarde, y cuando se dirigió a su confesionario para seguir su labor heroica, cayó desmayado.
 
Lo llevaron a la casa cural y poco antes de morir exclamó: “Veo a Nuestro Señor y a su Santísima Madre que preparan un sitio en el cielo para mí”. Y luego exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, y murió. Era el año 1640. Al visitar el sepulcro de San Juan Francisco Regis, se propuso después el joven San Juan Vianey, ser sacerdote, costara lo que costara. Es que los ejemplos de su vida son admirables.
 
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Juan_Francisco_Regis_6_14.htm)

15 junio, 2014

Santísima Trinidad



¡Oh!, Bendito Dogma de la Santísima Trinidad,
que conformada estáis por Dios Padre Creador, Dios
Hijo Redentor y Dios Espíritu Santo, Santificador.


¡Oh!, Trinidad Santa, un solo Dios, misterio divino
inescrutable y que cada vez que el Credo rezamos,
afirmamos en fe en un solo y único Dios Trino creer.


¡Oh!, dicha plena la nuestra, de entendido haber
la revelación de Jesús, de que Dios, uno es en Tres
Personas, y así, adoraros a Vos, Trinidad Santa.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Domingo 15
La Santísima Trinidad


En el evangelio Jesús nos revela el misterio más grande que existe, es un dogma de fe, es decir, una verdad que debemos creer, si nos llamamos cristianos. Cada vez que rezamos el Credo, decimos creer en un solo y único Dios, que es Padre Creador, que es Hijo Redentor y que es Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida y Santificador.
 
El misterio de la Santísima Trinidad, es uno de los “misterios escondidos en Dios, -que como dice el Concilio Vaticano II-, si no son revelados, no pueden ser conocidos” Y, aun después de la Revelación, es el misterio más profundo de la fe, que el entendimiento por sí solo no puede comprender ni penetrar.
 
En cambio, el mismo entendimiento, iluminado por la fe, puede en cierto modo, aferrar y explicar el significado del dogma, para acercar al hombre al misterio de la vida íntima del Dios Uno y Trino.
Toda la Sagrada Escritura revela esta verdad: “Dios es Amor en la vida interior de una única Divinidad, como una inefable comunión de personas”. Son Tres Personas distintas en un sólo Dios, como aprendimos en el catecismo.
 
El misterio de la Santísima Trinidad es la revelación más grande hecha por Jesucristo. Los judíos adoran la unicidad de Dios y desconocen la pluralidad de personas en la unicidad de la sustancia. Los demás pueblos adoran la multiplicidad de los dioses. El cristianismo es la única religión que ha descubierto, en la revelación de Jesús, que Dios es uno en tres personas. Ante esta revelación divina de su íntima esencia, no nos queda otra cosa que agradecerle esta confianza y adorar a las Tres Personas Divinas.
 
¿En qué consiste el Misterio?
 
Sabemos que hay UN SOLO DIOS, en tres personas distintas entre sí, no por su naturaleza -que es la divinidad misma- sí por su obrar en la historia de la salvación. Así decimos que:
 
DIOS PADRE, es el “Principio-sin principio”; no fue creado ni engendrado; es por sí sólo el Principio de Vida; es la vida misma, que posee en absoluta comunión con el Hijo y con el Espíritu Santo.
 
DIOS HIJO, es engendrado -no creado- por el Padre; Jesús es Hijo eterno y consustancial (de la misma naturaleza o sustancia); Dios es al mismo tiempo Padre, como el que engendra, e Hijo como el que es engendrado.
 
DIOS ESPÍRITU SANTO, procede del Padre y del Hijo; es como una “espiración”, soplo del Amor consustancial entre el Padre y el Hijo; se puede decir que Dios en su vida íntima es amor, que se personaliza en el Espíritu Santo.

 Diferentes “misiones”
 
Si quisiéramos identificar a la Santísima Trinidad por sus “misiones” en el tiempo, o atribuciones, diríamos que:
EL PADRE es el Principio de Vida, de quien todo procede. Se le atribuye la Creación.

 EL HIJO procede eternamente del Padre, como engendrado por Él, y asumió en el tiempo una naturaleza humana por nuestra salvación. Se le atribuye la Redención.
 
EL ESPÍRITU SANTO es enviado por el Padre y el Hijo, como también procede de ellos, por vía de voluntad, a modo de amor; se manifestó primero en el Bautismo y en la Transfiguración de Jesús y luego el día de Pentecostés sobre los discípulos; habita en los corazones de los fieles con el don de la caridad (Cf. Ef 4,30). Se le atribuye la Santificación.
 
Porque el entendimiento humano no es capaz de comprender la esencia divina, no puede penetrar en el misterio de la vida íntima de Dios, sólo puede conocer lo que Dios revela y asumirlo con la fe; se puede aplicar aquí la frase de San Agustín: “Si lo comprendes, no es Dios”.
 
“Que todos sean uno…”
 
“Te preguntarás: ¿si no lo podemos comprender, para qué entonces quiso Dios revelarnos el gran misterio de la Santísima Trinidad?

 En el evangelio de San Juan, Jesús ruega al Padre por lo que es su gran deseo:
“Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mi y Yo en Ti. Sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tú me has enviado”. (Jn 17, 21).

 Cuando revela el misterio de la Santísima Trinidad, deja ver también las relaciones que hay entre las tres Divinas Personas; aunque esas relaciones son distintas, tampoco dividen la misma y única esencia de Dios.
 
ª El Padre es pura Paternidad.
ª El Hijo es pura Filiación.
ª El Espíritu Santo es puro Nexo de Amor.
 
Son relaciones “subsistentes”, que en virtud de su impulso vital salen al encuentro una de la otra en una comunión, en la cual la totalidad de la Persona es apertura a la otra.

 Es esto, el paradigma supremo de la sinceridad y libertad espiritual a la que deben tender las relaciones interpersonales humanas, siempre tan lejanas a este modelo trascendente.
 
“El Señor Jesús, cuando ruega al Padre que ‘todos sean uno, como nosotros también somos uno’ abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”
(Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 24).
 
Compromiso cristiano
 
“Conocer el misterio de la Santísima Trinidad, nos involucra y compromete para adquirir ciertas actitudes en las relaciones humanas:
 
“la perfectísima unidad de las tres Personas divinas, es el vértice trascendente que ilumina toda forma de auténtica relación y comunión entre nosotros, seres humanos”(Juan Pablo II, “Creo en Dios Padre”, p.170)
 
No se trata de que queramos entender el Misterio de la Santísima Trinidad, esto es imposible. Jesús nos reveló ese Misterio para mostrarnos el modelo de lo que deben ser las relaciones humanas de los cristianos.
 
La Iglesia universal nos invita a “glorificar a la Santísima Trinidad”, como manifestación de la celebración del Jubileo. No hay mejor forma de hacerlo que revisando las relaciones con nuestros hermanos, para mejorarlas y así vivir la unidad querida por Jesús “que todos sean uno”.

( http://www.rosario.org.mx/biblioteca/trinidad.htm#1)

14 junio, 2014

San Eliseo, Profeta

 
 
Oh, San Eliseo, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su Profeta amado y santo que,
al significado de vuestro nombre: “Dios es
mi salvación”, honor le hicisteis, heredando,
de Elías, vuestro padre espiritual, su “doble
espíritu”. Y así, Dios, os eligió de especial
manera, para que, lo siguierais a Él. Y, vos,
a vuestro “maestro” por la cantidad de vuestros
milagros superasteis, porque vos, “maestro
y padre” de las gentes de vuestro tiempo, erais.
Vuestro mensaje, a través de los tiempos todos
resplandece, y se oye vuestra voz aún, a todas
las gentes exhortando de la tierra, para “que
estemos dispuestos a dejarlo todo por seguir
la llamada. Que, procuremos encarnar el doble
espíritu: oración y apostolado. Que seamos fieles
a nuestro Maestro. Que procuremos el bien
de todos nuestros hermanos”. El Monte Carmelo,
de vos, sabe y, vuestro ejemplo surge en medio
del mundo de hoy, donde el relativismo, reinar
quiere, porque saber de Dios, ya no quiere.
Precursor carmelitano, gozáis hoy, de las alegrías
del cielo, como justo premio, a vuestra entrega
de amor y de fe, luciendo, corona de luz eterna;
oh, San Eliseo, Profeta, “Dios es mi salvación”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de junio
San Eliseo Profeta
Año 850 a. de C.
 
Omnipotente y sempiterno Dios, que te manifiestas admirablemente en la elección de los profetas; concédenos, te rogamos, que, así como el espíritu de Elías lo duplicaste en Eliseo, así también te dignes duplicar en nosotros la gracia del Espíritu Santo, para que podamos realizar obras virtuosas. Amén.
 
Biografía
 
Eliseo (”Dios es mi salvación”) es una figura dominante del siglo IX antes de Cristo. Conocemos el nombre de su padre, Safat, originario de Abel Meholah, al sur de Bewt-Shan, y sabemos que su familia era acomodada (1 Re 19, 16-19). El Carmelo desde siempre consideró a este discípulo de San Elías, de quien heredó su doble espíritu, como su segundo padre espiritual.
 
Dios le elige directa y especialmente (1 Re 19,16) para que vaya en seguimiento de Elías (1 Re 19,l9ss), al cual sucederá después de la misteriosa desaparición de éste, heredando su espíritu en la medida establecida por la Ley para los primogénitos: el doble que los otros herederos [2 Re 2,1-15]. Su condición de “hombre de Dios” se revela principalmente en los prodigios de todo género con que está entretejida su vida. Los obra por si mismo, para personas particulares y para comunidades enteras. Vivió hacia 850-800, sucesor de san Elias, al que supera ciertamente por el número y lo llamativo de sus milagros, pero no por su personalidad y su influencia religiosa. Así, Elías es mencionado en el Nuevo Testamento, significativamente, 30 veces; Eliseo sólo una vez (Lc 4,27).
 
Su historia, casi legendaria y a veces plagiada de la de Elías, fue recogida en 1 y 2 Re (1 Re 19, 19-21,2 Re, 13-8, 15,9,1-15,13, 14,-21). Con la unción de Yehú provocó la caída de la dinastía de Ajab. Gozaba de gran estimación entre los reyes Yosafat (2 Re 3,12) y Yoás (2 Re 13,14-19). Parece que incluso sus propios huesos obraban milagros (2 Re 13,20s). Eliseo aparece en la Biblia cuando Elías es arrebatado y su carisma pasa a Eliseo (2 Re 1), y concluye con el milagro que tuvo lugar con el cadáver del profeta ya enterrado (2Re 13,21).
 
La mayoría de las narraciones, que semejan hermosas “florecillas”, muestran a Eliseo rodeado de unos grupos que reciben el nombre de “discípulos (o hijos) de los profetas”.
 
¿Los carmelitas sucesores de “los hijos de los Profetas”?
 
Esta es una cuestión ya superada, pero quizá sea bueno recordar aquí quiénes eran estos “hijos de los Profetas” a los que muchos autores de dentro y fuera de la Orden señalaron durante siglos como predecesores de los actuales carmelitas, que tienen su verdadero origen a finales del siglo XII. San Eliseo era el Maestro y Padre de todos estos grupos, a quien acudían y obedecían: 2 Re 4,38;6, 1-2,12-21…
 
Quizá no nos equivoquemos si consideráramos a esas confraternidades de profetas como los últimos portadores de una fe en Yahvé, pura y sin mezcla; ni tampoco nos equivoquemos, si estimamos en alto grado su importancia en orden a la pervivencia de la fe en Yahvé, y en especial para el sello característico que tendrá en adelante. En último término, éste es el punto del que partió aquella inaudita radicación de la fe yahvista y del derecho divino que nos encontramos en los profetas más tardíos.
 
Los sorprendentes descubrimientos en las grutas situadas al noroeste del mar Muerto, no solamente nos proporcionan noticia de un establecimiento de esenios de estricta observancia, un siglo antes y un siglo después del nacimiento de Cristo, sino que nos proporcionan también una visión exacta de las ordenanzas rigurosas de su vida comunitaria dirigida autoritativamente (todo ello gracias al documento llamado “Reglas de la secta”), muestran bajo nueva luz los relatos referentes a las fraternidades de profetas de la época de Eliseo.
 
Su mensaje
 
Que estemos dispuestos a dejarlo todo por seguir la llamada.
Que procuremos encarnar el doble espíritu: oración y apostolado.
Que seamos fieles a nuestro Maestro.
Que procuremos el bien de todos nuestros hermanos.
 
 

13 junio, 2014

San Antonio de Padua

 
 
 
 
¡Oh! San Antonio de Padua, vos, sois el hijo
del Dios de la vida, y su amado santo, y
el mismo al que llamaba León XIII Papa,
“el santo de todo el mundo”, porque vuestra
imagen y devoción esparcidas por todo el orbe
de la tierra están. “Doctor Evangélico”, pues
sermones vívidos escribisteis para las fiestas
todas del año y, muy a menudo decíais vos:
“El gran peligro del cristiano es predicar y
no practicar; creer, pero no vivir de acuerdo
con lo que se cree”. Vos, “erais poderoso
en obras y en palabras y que, vuestro cuerpo
habitaba esta tierra, pero vuestra alma vivía
en el cielo”, decía un biógrafo vuestro. De
las mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles,
panaderos y papeleros, santo Patrón. A vos,
también os invocamos, por los perdidos objetos
o para pedir un buen esposo o esposa. Vuestras
armas: el Santísimo Sacramento y los rezos a
Nuestra Señora, a quien, encomendasteis vuestra
vuestra pureza. Y, con vuestra prodigiosa
memoria, en tiempo breve, bebisteis la verdad
y la luz del Sagrado Libro, logrando de los herejes
conversión total, “Arca de los Testamentos”.
Alguna vez, los herejes de Rímini le impedían
al pueblo acudir a vuestros sermones, y vos,
fuisteis a la orilla del mar y a gritar empezó:
“Oigan la palabra de Dios, Uds. los pececillos
del mar, ya que los pecadores de la tierra
no la quieren escuchar”. Y, a vuestro llamado
miles y miles de peces acudieron y, sacudían
sus cabezas en señal de aprobación, de manera
milagrosa. Antes de que, vuestra alma al cielo
volara, un canto entonasteis a Nuestra Señora, y,
con celestial sonrisa dijisteis: “Venir veo, a
Nuestro Señor”. Y, luego, marchó para coronada
ser, con corona de luz, como justo premio a
vuestra entrega de increíble de amor y de fe;
Oh, San Antonio de Padua, “defensor de la verdad”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de junio
San Antonio de Padua
Fraile franciscano
Doctor de la Iglesia
(1195-1231)
 
Adaptado de la Vida de los Santos de Butler
Etim: Antonio: “Defensor de la Verdad”
 
BIOGRAFÍA
 
San Antonio nació en Portugal, pero adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde murió y donde todavía se veneran sus reliquias. León XIII lo llamó “el santo de todo el mundo”, porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes. Llamado “Doctor Evangélico”. Escribió sermones para todas las fiestas del año. “El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree” -San Antonio.
 
“Era poderoso en obras y en palabras. Su cuerpo habitaba esta tierra pero su alma vivía en el cielo” -un biógrafo de ese tiempo. Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y para pedir un buen esposo/a. Es verdaderamente extraordinaria su intercesión.
 
Vino al mundo en el año 1195 y se llamó Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores, por la devoción al gran patriarca de los monjes y patrones titulares de la capilla en que recibió el hábito franciscano. Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades.
 
No le faltaron las pruebas. En la juventud fue atacado duramente por las pasiones sensuales. Pero no se dejó vencer y con la ayuda de Dios las dominó. El se fortalecía visitando al Stmo. Sacramento. Además desde niño se había consagrado a la Stma. Virgen y a Ella encomendaba su pureza.
 
Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos y trajo consigo las reliquias de los santos frailes-franciscanos que, poco tiempo antes habían obtenido allá un glorioso martirio. Fernando que por entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a la vista de aquellas reliquias y nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de dar la vida por Cristo.
 
Poco después, algunos frailes franciscanos llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando; éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principio de 1221, se le admitió en la orden. Casi inmediatamente después, se le autorizó para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros.
 
Pero no bien llegó a aquellas tierras donde pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad (hidropesía),que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó, empujada por fuertes vientos, se desvió y fue a parar en Messina, la capital de Sicilia. Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde, según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un capítulo general.
 
Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden; estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y San Francisco, sentado a sus pies, estaba presente. Indudablemente que aquella reunión impresionó hondamente al joven fraile portugués. Tras la clausura, los hermanos regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli.
Hasta ahora se discute el punto de si, por aquel entonces, Antonio era o no sacerdote; pero lo cierto es que nadie ha puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y cacharros, después del almuerzo comunal.
 
Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar la acostumbrada alocución durante la ceremonia y, como ninguno de los franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a San Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el orador.
 
En cuanto el ministro provincial tuvo noticias sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a su solitaria ermita y lo envió a predicar a varias partes de la Romagna, una región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía. En un momento, Antonio pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras.
 
En una ocasión, cuando los herejes de Rímini le impedían al pueblo acudir a sus sermones, San Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar: “Oigan la palabra de Dios, Uds. los pececillos del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar”. A su llamado acudieron miles y miles de peces que sacudían la cabeza en señal de aprobación. Aquel milagro se conoció y conmovió a la ciudad, por lo que los herejes tuvieron que ceder.
 
A pesar de estar muy enfermo de hidropesía, San Antonio predicaba los 40 días de cuaresma. La gente presionaba para tocarlo y le arrancaban pedazos del hábito, hasta el punto que hacía falta designar un grupo de hombres para protegerlo después de los sermones. Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos. Aquella fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función. En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a San Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: “Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de acuerdo con nuestra regla”.
 
Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el púlpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión.
 
Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del púlpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados.
 
Poco después de la muerte de San Francisco, el hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los historiadores modernos no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general de 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó “el Arca de los Testamentos”, por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.
 
Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio. Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta.
 
Las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de San Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores.
 
Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.
 
Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de San Antonio comenzó a ceder y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero. Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos. Entonó un canto a la Stma. Virgen y sonriendo dijo: “Veo venir a Nuestro Señor” y murió. Era el 13 de junio de 1231.
 
La gente recorría las calles diciendo: “¡Ha muerto un santo! ¡Ha muerto un santo!.Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad. Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de la honda veneración que se le tenía. Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado. San Antonio fue canonizado antes de que hubiese transcurrido un año de su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona “O doctor optime” en su honor y, de esta manera, se anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró a San Antonio “Doctor de la Iglesia”.
 
Se le llama el “Milagroso San Antonio” por ser interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte. Uno de los milagros mas famosos de su vida es el de la mula: Quiso uno retarle a San Antonio a que probase con un milagro que Jesús está en la Santa Hostia. El hombre dejó a su mula tres días sin comer, y luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó un bulto de pasto fresco y al otro lado a San Antonio con una Santa Hostia. La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia y se arrodilló.
 
Iconografía
 
Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a San Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando San Antonio estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos. En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece San Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras. En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real.
 
San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión, se llama “pan de San Antonio”; esta tradición comenzó a practicarse en 1890. No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la “Chronica XXIV Generalium” (No. 21): un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba San Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que lo obligó a regresar al convento y devolver el libro. En Padua hay una magnífica basílica donde se veneran sus restos mortales.
 
BIBLIOGRAFÍA
 
Butler, Vida de los Santos.
Salesman, P. Eliécer, Vidas de los Santos.
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini – Un Santo Para Cada Día
 
Oraciones
Novena a San Antonio
 
San Antonio obtenme de la Misericordia de Dios esta gracia que deseo (mencione el favor que pide).
Como tú eres tan bondadoso con los pobres pecadores, no mires mi falta de virtud antes bien considera la Gloria de Dios que será una vez más ensalzada por ti al concederme la petición que yo ahora encarecidamente hago.
 
Glorioso San Antonio de los milagros, padre de los pobres y consuelo de los afligidos, te pido ayuda.
Has venido a mi auxilio con tan amable solicitud y me has aliviado tan generosamente que me siento agradecido de corazón.
 
Acepta esta ofrenda de mi devoción y amor.
 
Renuevo la seria promesa de vivir siempre amando a Dios y al prójimo.
 
Continúa defendiéndome benignamente con tu protección y obtenme la gracia de poder un día entrar el Reino de los Cielos, donde cantaré enteramente las misericordias del Señor. Amén.
 
Oración de liberación de San Antonio de Padua
 
Haciendo la señal de la cruz dirás con mucho fervor
He aquí la Cruz del Señor,+
Huid, potestades enemigas:+
El león Judá, descendiente de David,+
Ha vencido. Aleluya.
 
Este exorcismo usado frecuentemente por San Antonio es muy eficaz contra las tentaciones del demonio, como lo prueban muchísimos ejemplos. Constituyen esas palabras el breve o carta de San Antonio que él mismo escribió y entregó a una devota suya para librarla de una fuerte y tenaz tentación.
 
Oración
 
A ti, Antonio, dechado de amor a Dios y a los hombres que tuviste la dicha de estrechar entre tus brazos al Niño-Dios, a ti lleno de confianza, recurro en la presente tribulación que me acongoja: “_________________________”
 
Te pido también por mis hermanos más necesitados, por los que sufren, por los oprimidos, por los marginados, por los que hoy más necesiten de tu protección.
 
Haz que nos amemos todos como hermanos, que en el mundo haya amor y no odios. Ayúdanos a vivir el mensaje cristiano.
 
Tú, en presencia ya del Señor, no ceses de interceder por El, con El, y en El, a favor nuestro ante El Padre. Amén.
 
TRECE MARTES EN HONOR DEL GLORIOSO SAN ANTONIO DE PADUA
 
Os ruego bendito San Antonio, que me hagáis partícipe de las incontables misericordias que concedéis a cuantos os invocan con devoción y confianza.
 
Martes 1.- Amoroso San Antonio, que despreciasteis las vanidades del mundo, haced que ame a Dios y me dedique a las cosas de su servicio. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 2.-Angélico San Antonio, lirio de incontable pureza, logradme del Señor que venza todas las tentaciones. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 3.- Bendito San Antonio, amigo de la penitencia, alcanzadme que con voluntarios sacrificios, satisfaga por mis faltas. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 4.- Admirable San Antonio, espejo de obediencia, obtenedme que sepa conformarme a la voluntad de Dios. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 5.- Serenísimo San Antonio, joya de pobreza, atended por amor de Jesús y de Maria a mí y a los necesitados.(Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 6.- Compasivo San Antonio, ejemplo de humildad, alcanzadme la firme sujeción a la iglesia y a todo superior. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 7.- Amable San Antonio, consolador de los afligidos, rogad por cuantos sufren para que se vean libres de sus males o se resignen en su desgracia. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 8.- Celoso San Antonio, defensor de la inocencia y castigador del vicio, alcanzadme que os sea agradable. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 9.- Amantísimo San Antonio, horno de ardiente caridad, alcanzadme vivas ansias de trabajar por la gloria del Señor. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 10.- Incomparable San Antonio, lumbrera que ilumina a los pecadores, obtenedme que jamás ofenda a Dios. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 11.- Inocente San Antonio, celador de la justicia, libradme de las asechanzas del demonio, y de todo mal. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 12.- Perfectísimo San Antonio, que haceis hallar las cosas perdidas, obtenedme que lleve mi cruz y gane el cielo. (Padre Nuestro y Avemaría).
Martes 13.- Santísimo y muy generosísimo San Antonio. Sembrador de milagros, pretejedme con vuestra intercesión en todo el curso de mi vida. (Padre Nuestro y Avemaría).
 
Oración final para todos los martes
 
Caritativo protector de los que a vos acuden, ya que habéis recibido el don de hacer milagros, trabajad en el de mi conversión, alejad de mí y de todos los que me son queridos, las enfermedades, las adversidades, y las desgracias, y por la virtud de vuestras oraciones, atraed sobre mí y todos los míos las bendiciones del cielo. Amén.
 
Letanía de San Antonio (como devoción privada)
 
Señor ten piedad.
Cristo ten piedad.
Señor ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Santa María, ruega por nosotros.
San Francisco, San Antonio de Padua gloria de la orden de frailes menores, mártir en el deseo de morir por Cristo, Columna de la Iglesia, Digno sacerdote de Dios, Predicador apostólico, Maestro de la verdad, Vencedor de herejes, Terror de los demonios,
Consuelo de los afligidos,
Auxilio de los necesitados,
Guía de los extraviados,
Restaurador de las cosas perdidas,
Intercesor escogido,
Constante obrador de milagros,
Sé propicio, perdónanos, Señor,
Sé propicio, escúchanos, Señor,
De todo mal, líbranos, Señor,
De todo pecado,
De todo peligro de alma y cuerpo,
De los lazos del demonio,
De la peste, hambre y guerra,
De la muerte eterna,
Por los méritos de San Antonio,
Por su celo en la conversión de los pecadores,
Por su deseo de la corona del martirio,
Por sus fatigas y trabajos,
Por su predicación y doctrina,
Por sus lagrimas de penitencia,
Por su paciencia y humildad,
Por su gloriosa muerte,
Por sus numerosos prodigios,
En el día del juicio, Nosotros pecadores, te rogamos, óyenos,
Que nos guíes por caminos de verdadera penitencia,
Que nos concedas paciencia en los sufrimientos,
Que nos asistas en las necesidades,
Que oigas nuestras oraciones y peticiones,
Que enciendas en nosotros el fuego de tu amor,
Que nos concedas la protección y la intercesión de San Antonio, Hijo de Dios,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
 
V. Ruega por nosotros oh bienaventurado San Antonio,

 R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo. Oremos: Dios Todopoderoso y eterno, Glorificaste a tu fiel confesor Antonio con el don constante de hacer milagros. Concédenos que cuanto pedimos confiadamente por sus méritos estemos ciertos de recibirlo por su intercesión. Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.R. Amen.
 

12 junio, 2014

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

 
 
¡Oh!, Jesucristo Mío, Vos sois verdadero
Sumo y Eterno Sacerdote, el Salvador
del mundo y sois también, mi Salvador.
Nuestro corazón herido está por el pecado
y, nuestra mente dispersa en vanidades
efímeras vive y nuestra voluntad, entre
el bien y el mal; y el egoísmo y el amor.
¿Quién nos salvará? ¿Quién del pecado
y de la muerte nos apartará? Y la respuesta
como trueno llega a nosotros: ¡Sólo Dios!.
Por ello, acudid hermanos a Él para Su
misericordia y perdón pedir. Haced, pues
realidad aquella cita: “¿quién subirá
al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar
en su recinto santo?”: Sólo alguien bueno,
sólo alguien santo: “El de manos limpias
y puro corazón, el que a la vanidad
no lleva su alma, ni con engaño jura”.
Pero, Vos Dios mío, sois tan lleno de amor
y misericordioso que sabéis quién es el que
las manos limpias tiene, quién es el que
un corazón puro tiene, y quién rezar puede
por nosotros: ¡Jesucristo! Hijo ¡Vuestro!.
Pues es Él, quien puede presentarse ante
Vos Dios mío, y suplicaros por sus hermanos
los pecadores hombres. Pues Vos, sois
el verdadero, el único, el “Sumo Sacerdote
según el orden de Melquisedec”. Vos, en
suma, Sois, el auténtico “mediador entre
Dios y los hombres”. Cristo, único Salvador
del mundo y sois también, mi Salvador.

El pecado queda borrado, el mal ha sido
vencido, porque Vos, Señor mío Jesucristo
vuestra vida entregasteis para salvar a los que
vivían en tinieblas y en sombras de muerte.
Vayamos pues hermanos, al monte del Señor,
y acerquémonos al altar de Dios, participar
en el Banquete y sentir a nuestro Salvador;
¡Oh!, Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
 
© 2014 Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Junio
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
 
Cristo es verdadero Sumo Sacerdote, el Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador. 
 
Nuestro corazón está herido por el pecado, nuestra mente vive dispersa en mil distracciones vanas, nuestra voluntad flaquea entre el bien y el mal, entre el egoísmo y el amor.
 
¿Quién nos salvará? ¿Quién nos apartará del pecado y de la muerte? Sólo Dios. Por eso necesitamos acercarnos a Él para pedir perdón.
 
Pero, entonces, “¿quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?” Sólo alguien bueno, sólo alguien santo: “El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura” (Sal 24,3-4).
 
Sabemos quién es el que tiene las manos limpias, quién es el que tiene un corazón puro, quién puede rezar por nosotros: Jesucristo.
 
Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el “Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hb 5,10; 6,20). Es el auténtico “mediador entre Dios y los hombres” (1Tm 2,5), como explica el “Catecismo de la Iglesia Católica” (nn. 1544-1545).
 
Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.
 
Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos llena de alegría. El altar recibe la Sangre del Cordero. El Sacerdote que ofrece, que se ofrece como Víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.
 
El pecado queda borrado, el mal ha sido vencido, porque el Hijo entregó su vida para salvar a los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79).
 
Podemos, entonces, subir al monte del Señor, acercarnos al altar de Dios, participar en el Banquete, tocar al Salvador.
 
Como en la Última Cena, Jesús nos dará su Cuerpo y su Sangre. Como a los Apóstoles, lavará nuestros pies, y nos pedirá que le imitemos: “Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13,15).
 
Ese es nuestro Sumo Sacerdote, el Cordero que salva, el Hijo amado del Padre. A Él acudimos, cada día, con confianza: “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.
 
Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hb 4,15-16).