16 noviembre, 2015

Santa Margarita de Escocia





¡Oh!, Santa Margarita de Escocia; sois vos, la hija
del Dios de la vida y su amada santa, y, que, desde
siempre comprendisteis, que el amor a Dios, no es
la simpleza de decir “yo amo a Dios”, sino, “viva”
hacerla en cada prójimo, en cada pobre y en cada
desvalido; porque, sabíais, -como lo sabe todo el
mundo, pero no lo lleva a cabo-, que, en cada uno
de ellos, mora el Dios de la vida y está Cristo, y su
mismo Santo Espíritu. La pérdida, al saber de vuestro
esposo e hijo, en batalla, dijisteis: “Te doy gracias Dios
mío, porque al mandarme tan dolorosas noticias me
purificas de mis pecados”. Vuestros compatriotas,
tienen hoy, el orgullo, de haber tenido, en vida una
mujer muy virtuosa que, dejando de lado su condición
de reina, prevalecer hizo, la de ser una cristiana
convicta y confesa, y, que quizás con ello, muestras
disteis de aquellos, a la que Dios, llamó “los pobres
de espíritu”. Y, así, más tarde, vuestra alma santa
de esposa y de madre entregasteis a Dios, para,
premiada ser, por quien os la dio, y a quien imitado
habíais, la toda vida: Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
como justo premio a vuestra entrega de amor santo.
Santa Patrona de Escocia, por la voluntad de Dios;
¡oh¡ Santa Margarita, “vivo amor de Cristo Jesús”. 

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Noviembre
Santa Margarita de Escocia
Reina

De estirpe regia y de santos. Por parte de padre emparenta con la realeza inglesa y por parte de madre con la de Hungría. Los santos son, por parte de padre, san Eduardo —llamado el “Confesor”— que era su bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de Hungría.

Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con fecha difícil de determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al ser llamado por la nobleza inglesa para ello, resulta que el normando Guillermo el Conquistador invade sus tierras, se corona rey e impone el juramento de fidelidad; al poco tiempo murió Eduardo de muerte natural.

Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina de Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto que la familia regresara al continente al quedarse viuda tras la muerte de su esposo y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades, bien por la confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el caso es que atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon III de Margarita y se casó con ella.

Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se la conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones de esposa; esmerada en la educación de los hijos, les dedica todo el tiempo que cada uno necesita; sabe estar en el sitio que como a reina le corresponde en el trato con la nobleza y asume responsabilidades cristianas que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las continuas preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente a familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes propios y de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros Santos, los medita y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de rezos, un precioso códice decorado con primor —milagrosamente recuperado sin sufrir daño del lecho del río en que cayó— se conserva en la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).

También se ocupó de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la edificación de la abadía de Dunferline.

Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían en materia religiosa y se esforzó en poner fin a las abundantes supersticiones; para ello, convocó concilios con la intención de que los obispos determinaran el modo práctico de exponer todo y sólo lo que manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.

“Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas desgracias juntas”. Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de su esposo y de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando marcharon a recuperar el castillo de Aluwick, en Northumberland, del que se había apoderado el usurpador Guillermo. Ella soportaba en aquellos momentos la larga y penosísima enfermedad que le llevó a la muerte el año 1093, en Edimburgo.

Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que tenían los antiguos de desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo —que perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no salieron muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar cuando lo pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se sabe que se trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un sepulcro en El Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.

Aunque les duela esa carencia de reliquias a los escoceses, tienen sin embargo el orgullo de disfrutar en su historia de las grandes virtudes de una mujer que supo primar su condición cristiana a su condición de reina. O mejor, que ser reina no fue dificultad para vivir hasta lo más hondo su responsabilidad de cristiana. O aún más, supo desde la posición más alta ser testigo de Cristo. Y eso es mucho en cualquier momento de la Historia. ¿No será la gente como ella los que se llaman pobres de espíritu?

Fuente: Archidiócesis de Madrid

15 noviembre, 2015

San Alberto Magno

 


¡Oh!, San Alberto Magno; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Y, que, fuisteis además,
el hombre más sabio y amoroso de vuestro tiempo, porque,
confiando en Nuestra Señora, vuestra cerviz reclinasteis
y sabiduría le pedisteis y, ella, os fue en el acto
concedida de manera maravillosa, cuando ella misma os
dijo: “Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio,
no me rezas a Mí que soy “Trono de la Sabiduría?”. Y,
así, ya con ella, en vuestro corazón, la compartisteis
con el mundo todo de vuestro tiempo, y en blanco y
negro plasmasteis el saber todo de Dios, en temas
de Teología, Filosofía, Geografía, Química, Astronomía
y muchos otros saberes más. No en vano, llamado erais
“El Magno”, “el grande” y “Doctor Universal”, porque,
de todo sabíais, cuando erais consultado. Vos, que
habiendo sido de familia pudiente, y de alta alcurnia,
recorristeis Alemania toda, predicando, y viajando
de limosna y, hospedándoos como un simple limosnero,
con el sólo afán, de aumentar vuestra humildad. Y,
así, un día, os llegó la hora de entregar vuestra alma
a Dios, para coronada ser con corona de luz y de gloria,
como justo premio a vuestra entrega de amor, pues,
vuestra santa vida, llevar fue, a todas las almas
hacia Dios, pues, es Él, “vida verdadera y caridad”;
¡oh!, San Alberto Magno; “el vivo amor del Dios vivo”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Noviembre
San Alberto Magno
Doctor de la Iglesia
Año 1280

La Virgen Santísima nos conceda como a su buen devoto San Alberto, el don de la sabiduría, para hacer mucho bien. El primer paso para adquirir sabiduría es tener un gran deseo de instruirse. (S. Biblia. Proverbios).

Alberto significa: “de buena familia” (Al = familia. Bert = buena). Ya en su tiempo la gente lo llamaba “El Magno”, el grande, el magnífico, por la sabiduría tan admirable que había logrado conseguir. Lo llamaban también “El Doctor Universal” porque sabía de todo: de ciencias religiosas, de ciencias naturales, de filosofía, etc. Era geógrafo, astrónomo, físico, químico y teólogo. La gente decía “Sabe todo lo que se puede saber” y le daba el título de “milagro de la época”, “maravilla de conocimientos” y otros más. Tuvo el honor San Alberto de haber sido el maestro del más grande sabio que ha tenido la Iglesia Católica, Santo Tomás de Aquino, y esto le aumentó su celebridad. El descubrió el genio que había en el joven Tomás.

Nació en Alemania en 1206. Era de familia rica y de importancia en el gobierno y en la alta sociedad. Su padre era Conde, o sea gobernador de la región. Estudió en la Universidad de Padua. Allí se encontró con el más grande pescador de vocaciones, el beato Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo, y aunque el papá de Alberto se oponía a que su hijo se hiciera religioso, sin embargo la personalidad de Jordán fue tan impresionante para él, que dejó todo su futuro de hacendado, político y hombre de mundo, y entró de religioso con los Padres Dominicos.
Él mismo contaba que de joven le costaban los estudios y por eso una noche dispuso huir del colegio donde estudiaba. Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, en la parte de arriba, le pareció ver a Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: “Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a Mí que soy ‘Trono de la Sabiduría?”.

Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías”. Y así sucedió. Y al final de su vida, un día en un sermón se le olvidó todo lo que sabía, y dijo: “Es señal de que ya me voy a morir, porque así me lo anunció la Virgen Santísima”. Y se retiró de sus labores y se dedicó a orar y a prepararse para morir, y a los pocos meses murió.

En Colonia, en París y en varias otras universidades fue profesor brillantísimo y de muchas naciones iban estudiantes a escuchar sus clases. Él tuvo el mérito de haber separado la teología de la filosofía, y de haber descubierto que el filósofo Aristóteles tiene un gran parecido con las ideas cristianas (lo cual perfeccionará luego su discípulo Santo Tomás).

Escribió 38 volúmenes, de todos los temas. Teología, filosofía, geografía, química, astronomía, etc. Era una verdadera enciclopedia viviente. Fue nombrado superior provincial de su comunidad de Dominicos. Y el Sumo Pontífice lo nombró Arzobispo de Ratisbona, pero a los dos años renunció a ese cargo para dedicarse a dar clases y escribir, que eran sus oficios preferidos.

Habiendo sido de familia muy rica y de alta posición social, recorrió Alemania predicando, y viajando de limosna y hospedándose donde le dieran posada como a un limosnero. Era una buena práctica para aumentar la virtud de la humildad.

El 15 de noviembre de 1280, mientras charlaba tranquilamente con unos religiosos de su comunidad, quedó muerto plácidamente. Tenía 74 años. Dejaba fama de haber sido más sabio que todos los sabios de su tiempo. Todas las enseñanzas tenían por fin llevar el alma hacia Dios que es amor.

14 noviembre, 2015

San Rufo

 ¡Oh!, San Rufo, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, y que, considerado como el primero,
al frente de la comunidad cristiana de Aviñón, que
tanto amabais, como su Primer obispo. Sólo, Dios y
vos, sabéis, si fuisteis hijo de San Simón “el Cireneo”,
y que, en compañía de Santa María Magdalena, San Lázaro
de Betania y sus hermanas a Marsella llegasteis, donde
con mucho amor el evangelio predicasteis. Al fin y
al cabo, os canto, porque sois santo. Y, así, vos,
un día, habiendo gastado vuestra santa vida, en favor
de Cristo Jesús, entregasteis vuestra alma a Dios,
quien os coronó, con corona de luz, por vuestro amor;
¡Oh!, San Rufo de Aviñón, “con Cristo en el corazón”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Noviembre 14
San Rufo de Aviñón
Obispo


Martirologio Romano: En Aviñón, de la Provenza, san Rufo, considerado como el primero que estuvo al frente de la comunidad cristiana de esta ciudad. c. 200.

Primer obispo de Aviñón. Su existencia es cierta pero las biografías que se han escrito sobre él no tienen valor histórico, ya que se dice que era hijo de san Simón el Cireneo, y que expulsado de Palestina, desembarcó en Marsella con santa María Magdalena, san Lázaro de Betania y sus hermanas. Predicó el evangelio en Aviñón.

Después habría fundado la diócesis de Tortosa, regresando a Francia, donde en el año 70 habría sido elegido primer obispo de Aviñón

(http://vidas-santas.blogspot.com/2013/11/san-rufo-de-avinon-obispo.html)

13 noviembre, 2015

San Leandro

  

¡Oh!, San Leandro; vos sois el hijo del Dios de la vida
y aquél que convertisteis a Hermenegildo, de arriano
que era, a Católico fervoroso, y con él, la doctrina
de Cristo expandisteis, y con la fuerza de vuestra fe
y el poder de vuestra oración, lograsteis que Leovigildo,
casi moribundo, se arrepintiera del destierro que
obró contra vos, y os pidió, que educaras a su hijo
Recaredo, en la doctrina de Cristo, cosa que hicisteis
Y, convertido éste, en valiente Católico, todo el pueblo
con él lo hizo. En el rezo del Credo, cada Domingo y
todos los días, estáis vos, porque a vos os lo debemos,
pues para recordarle a la gente que Jesucristo es Dios
como el Padre y el Espíritu Santo, mandasteis que
en la Santa Misa se recitara el Credo que ahora se dice
en las Misas de los domingos, costumbre que después
hasta hoy sigue, en todo el mundo católico. Vos,
sufristeis de muchas enfermedades con gran admirable
paciencia, y la gota, que os atormentó las piernas
motivo fue para que San Gregorio, Papa, os escribiera
porque también ese mismo mal sufría y os escribió
diciéndoos: “Dichosa enfermedad que nos hace ganar
méritos para el cielo y al obligarnos a estar quietos nos
brinda la ocasión de dedicarnos más al estudio y a la oración”.
Y, así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma el cielo, para coronada ser con
corona de luz y eternidad, como justo premio a vuestra
entrega grande e increíble de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Leandro; “ejemplo para los gobernantes de hoy”. 


   by Luis Ernesto Chacón Delgado

13 de Noviembre
San Leandro
Obispo


Nació en Cartagena, hacia el año 540. Pertenecía a una familia de santos: sus hermanos Isidoro (que le sucedería como Obispo de Sevilla), Fulgencio (Obispo de Écija) y Florentina, le acompañan en el santoral.

Elegido Obispo de Sevilla, creó una escuela, en la que se enseñaban no sólo las ciencias sagradas, sino también todas las artes conocidas en aquel tiempo. Entre los alumnos, se encontraban Hermenegildo y Recaredo, hijos del rey visigodo Leovigildo. Allí comenzó el proceso de conversión de Hermenegildo, que lo llevaría a abandonar el arrianismo y a abrazar la fe católica. Y, también, el enfrentamiento con su padre, que desembocaría en una guerra. A consecuencia de esta guerra, a Leandro le tocó ir al destierro.

Cuando mejoró la situación, pudo volver a Sevilla. Hermenegildo había sido ajusticiado por orden de su padre. Pero este, en los últimos años de su vida, influenciado, sin duda, por el testimonio del hijo mártir, aconsejó bien a su otro hijo, Recaredo, que le sucedería en el trono. El nuevo rey, aconsejado por Leandro, convocó el Concilio III de Toledo, en el que rechazó la herejía arriana y abrazó la fe católica.

A Leandro le debemos no sólo la conversión del rey, sino también el haber contribuido al resurgir de la vida cristiana por todos los rincones de la Península: se fundaron monasterios, se establecieron parroquias por pueblos y ciudades, nuevos Concilios de Toledo dieron sabias legislaciones en materias religiosas y civiles.

Se ha dicho que Leandro fue un verdadero estadista y un gran santo. Y es verdad. Porque, al mismo tiempo que desarrollaba esa vasta labor como hombre de Estado, nunca olvidaba que, como obispo, su ministerio le exigía una profunda vida religiosa y una dedicación pastoral intensa a su pueblo. Predicaba sermones, escribía tratados teológicos, dedicaba largos ratos a la oración, a la penitencia y al ayuno.

Murió el Obispo Leandro, en Sevilla, hacia el año 601. Su fiesta se celebra el 13 de noviembre.

12 noviembre, 2015

San Josafat de Lituania

 

  ¡Oh!, San Josafat de Lituania; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Y, aquél, a quien vuestra
madre, os enseñó a mirar en el crucifijo, al Crucificado
y en ella, el misterio de la vida y del amor hacia los demás.
Y, por ello, vuestra mortificación aquella, en la que,
soportabais a los ásperos e incomprensivos, con especial
dulzor, del cielo caído, y, con paciencia y amor, convertíais
sus corazones a la “luz de la fe”. “Sé que ustedes quieren
matarme y que me atacan por todas partes. En las calles,
en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas
partes me han insultado. Yo, no he venido en son de guerra
sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las
almas. Pero, me considero verdaderamente feliz de poder
dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé, que estoy a
punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de
todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice”.
Así, respondisteis a vuestros agresores. Y, cuando fuisteis
capturado así: “Por favor, hijos míos, no golpeen a mis
ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy
yo para sufrir en vez de ellos”. Al oír esto los jefes
de la sedición gritaron: “¡Que muera el amigo del Papa!”
y se os lanzaron contra vos. Os atravesaron de un lanzazo,
os pegaron un balazo, y os arrastraron por las calles
de la ciudad y os echaron al río Divna. Lo maravilloso
de ésto, es que, después los verdugos se convirtieron a
la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.
Felizmente, “Dios es mi juez”, vuestro nombre significa,
y, en verdad, así fue, y juzgado fuisteis y Él, viendo
vuestro martirio de gloria lleno, os ciñó, corona de luz,
como premio a vuestra entrega de amor. Santo Patrono,
de los que trabajan por la unión de todos los cristianos;
¡oh!, San Josafat de Lituania, “Juzgado por el Amor a Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado ____________________________________

12 de Noviembre
San Josafat de Lituania
Mártir
Año 1623

La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano).

Josafat es una palabra hebrea que significa “Dios es mi juez”. La nación de Lituania es ahora de gran mayoría católica. Pero en un tiempo en ese país la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice. Y la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que derramar su sangre, para conseguir que sus paisanos aceptaran el catolicismo.

Nació en 1580, de padres católicos fervorosos. Su madre le enseñó a mirar de vez en cuando el crucifijo y pensar en lo que Jesucristo sufrió por nosotros, y esto le emocionaba mucho y le invitaba a dedicar su vida por hacer amar más a Nuestro Salvador.

De joven entró de ayudante de un vendedor de telas, y en los ratos libres se dedicaba a leer libros religiosos. Esto le disgustaba mucho al principio al dueño del almacén, pero después, viendo que el joven se dedicaba con tanto esmero a los oficios que tenía que hacer, se dio cuenta de que las lecturas piadosas lo llevaban a ser más bueno y mejor cumplidor de su deber. Y tanto se encariñó aquel negociante con Josafat, que le hizo dos ofertas: permitirle casarse con su hija y dejarlo como heredero de todos sus bienes. El joven le agradeció sus ofrecimientos, pero le dijo que había determinado conseguir más bien otra herencia: el cielo eterno. Y que para ello se iba a dedicar a la vida religiosa.

Para su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que lo fueron guiando en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la Sma. Trinidad en Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso, dirigido por los monjes basilianos en 1604. Al monasterio lo siguió un gran amigo suyo y personaje muy sabio, Benjamín Rutsky, que será en adelante su eficaz colaborador en todo.

En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica. Pero le iba a costar hasta su propia sangre.

Josafat fue ordenado de sacerdote, pero su vida siguió siendo como la del monje más mortificado. Muchas horas cada día y cada noche dedicadas a la oración y a la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras y de los libros escritos por los santos. Como penitencias aguantaba los terribles fríos del invierno y los calores bochornosos del verano sin quejarse ni buscar refrescantes.

Cuando lo sorprendía una espantosa tormenta de lluvias, truenos y rayos en pleno viaje, lo ofrecía todo por sus pecados. Cuando los pobres estaban en grave necesidad se iba de casa en casa pidiendo limosnas para ellos, y la humillación de estar pidiendo la ofrecía por sus pecados y por los de los demás pecadores. Pero su especial mortificación era soportar las gentes ásperas e incomprensivas, sin demostrar jamás disgusto ni resentimiento.

Fue nombrado superior del monasterio, en Vilma, pero varios de los monjes que allí vivían eran ortodoxos y antirromanos. Con gran paciencia, mucha prudencia y caridad llena de finura y de santa diplomacia, se los fue ganando a todos. Ellos se dieron cuenta de que Josafat tenía el don de consejo, y le iban a consultar sus problemas e inquietudes y sus respuestas los dejaban muy consolados y llenos de paz.

Con sus sabias conferencias los fue convenciendo poco a poco de que la verdadera Iglesia es la católica y que el sucesor de San Pedro es el Sumo Pontífice y que a él hay que obedecer.

Con razón los enemigos de la religión lo llamaban “ladrón de almas”. Como jefe de los monasterios tenía el deber de visitar las casas que pertenecían a la religión. Una vez fue a visitar oficialmente una casa donde vivían unos 200 hombres que decían que se dedicaban a la religión, pero que en verdad no llevaban una vida demasiado santa. El jefe de esa casa salió furioso a recibirlo con unos perros bravísimos, anunciándole que si se atrevía a entrar allí sería destrozado por esas fieras. Pero el santo no se acobardó. Les habló de buenas maneras y los logró apaciguar. Ellos habían determinado echarlo al río, pero después de escucharlo y al darse cuenta de que era un hombre de Dios, santo y amable, aceptaron su visita, se hicieron sus amigos y aceptaron sus recomendaciones. Las gentes decían: “Ahora sí que se repitió el milagro antiguo: Daniel fue al foso de los leones y estos no le hicieron nada”.

En 1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, y se encontró con que su arzobispado estaba en el más completo abandono. Se dedicó a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e instruir a los ignorantes. Las gentes lo consideraban un gran santo. Algunos decían que mientras celebraba misa se veían resplandores a su alrededor. En 1620 ya su arzobispado era otra cosa totalmente diferente.

Pero sucedió que un tal Melecio se hizo proclamar de arzobispo en vez de Josafat (mientras este visitaba Polonia) y algunos revoltosos empezaron a recorrer los pueblos atizando una revuelta contra el santo, diciendo que no querían obedecer al Papa de Roma. Muchos relajados se sentían molestos porque san Josafat atacaba a los vicios y a las malas costumbres.

En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara una escolta militar. Él no admitió esto y exclamó: “Si Dios me juzga digno de morir mártir, no temo morir“. El recibimiento fue feroz. Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó insultándolo, él les dijo:

“Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan por todas partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas partes me han insultado. Yo no he venido en son de guerra sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las almas. Pero me considero verdaderamente feliz de poder dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice”.

Los enemigos se propusieron poner una trampa al santo para poderlo matar. Le enviaron un individuo que todos los días llegaba a su casa, mañana y tarde a insultarlo. Al fin uno de los secretarios del arzobispo detuvo al insultante para que no faltara más al respeto al prelado, y esta era la señal que los asesinos buscaban. Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la ciudad, reunieron la chusma y se lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de San Josafat.

Cuando él vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los atacantes: “Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en vez de ellos”.

Al oír esto los jefes de la sedición gritaron: “¡Que muera el amigo del Papa!” y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de 1623. Meses después los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.


El Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos.

11 noviembre, 2015

San Martín de Tours


 


¡Oh!, San Martín de Tours; sois vos, el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, y, el hombre al que llamaban el de la “media
capa”, aquella, que, con amor compartisteis con Aquél “pobre”,
que resultó siendo el mismo Jesús. Y, desde entonces, y, por
siempre, con sumo amor y cuidado os ganasteis a cuanto hombre
se os cruzó con vos, para convertirlos a la “Buena Nueva” de la
vida. “Batallador”, como significa vuestro nombre, grande honor
le hicisteis pues, vuestra huella, desde el alto cielo, ilumina el camino
de los hombres, que os imitan. “Con la espada podía vencer a los
enemigos materiales. Con la cruz, estoy derrotando a los enemigos
espirituales”. “fui soldado por obligación y por deber, y monje por
inclinación y para salvar mi alma”. Así, respondisteis, lleno de fe
y pleno de valor, a quien osó, preguntaros sobre el por qué, el
ejército habíais abandonado, para, abrazaros, a la cruz de Cristo.
“Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en
adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión”. Así, os
dirigisteis a vuestro general jefe, y él, quiso daros varios premios
pero vos, respondisteis: “Estos regalos repártelos entre los que van
a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército
de Jesucristo, y mis premios serán espirituales”. Vuestros discípulos
os suplicaban llorando, cuando os ibais a morir diciendo: “¿Te alejas
padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?”.
Y, vos, respondisteis así: “Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no
Rehúso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras
mandar”. Y, así, luego de haberos gastado para Él, voló vuestra alma,
al cielo, para coronada ser, con corona de luz eterna, como premio
justo a vuestra gran entrega increíble de amor, fe, y esperanza;
¡oh!, San Martín de Tours, “Vivo Cristo batallador del amor y la luz”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Noviembre
San Martín de Tours
Obispo
Año 397

Que el simpático San Martín nos obtenga de Dios la gracia de recordar siempre que todo favor que hacemos al prójimo lo recibe y lo paga Jesucristo, como si se lo hubiéramos hecho a Él en persona. Si tenéis fe, nada será imposible para vosotros. (Jesucristo. Mt. 17,20).

Martín significa: “el batallador”. (De Mart = batalla). San Martín es un gran santo queridísimo para los franceses, y muy popular en todo el mundo. Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar.

Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”.

Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: “Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión”. El general quiso darle varios premios pero él le dijo: “Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales”.

En seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo. Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: “fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma”.

Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar.

En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las conversiones al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran paganos.

Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: “Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales”.

Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia. Dice su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos.

Un día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó primero a un sacerdote y después al emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué: “Es que el emperador tiene potestad sobre lo material, pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo espiritual”. Al emperador le agradó aquella explicación.

En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar: “Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?”.

Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.

Supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: “¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?”. El santo respondió con una frase que se ha hecho famosa: “Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehuso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar”.

Pero Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra. El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir “medio manto” se dice “capilla”, la gente decía: “Vamos a orar donde está la capilla”. Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.

10 noviembre, 2015

San León Magno, Pontífice




¡Oh!, San León Magno; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo y aquél, que, se entregó
de íntegra manera, al servicio de Dios, tanto que,
las huestes del mal, por doquier aparecieron, para
atacar y destruir la cristiana doctrina de Cristo,
Señor y Dios Nuestro. Pero, vos, fiel a vuestras
convicciones, con todas acabasteis, una a una, tanto
que, hasta el cruel Atila, de vos huyó. Con vuestras
obras de amor y de fe; y, con vos la santidad llevando
como coraza, a los hombres exhortabais en aquellas
navideñas noches, con esta maravillosa reflexión:
“Reconoce oh, cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios,
se vino del cielo, por salvar tu alma”. Vuestro papado
muestras dio de poseer grandes cualidades para ese
santo oficio. Predicabais al pueblo en todas las fiestas
y, prueba de ello, que de vos, se conservan noventa y
seis bellísimos sermones. A los que estaban lejos, los
instruíais por medio de cartas, llenas de Dios y de su
amor. Vuestra fama de sabio, muy grande era, tanto que,
en el Concilio de Calcedonia, vuestros enviados leyeron
la carta que vos, enviasteis y, los seiscientos obispos,
os ovacionaron, y de pie exclamaron: “San Pedro ha hablado
por boca de León”. Y después de Atila, otro vil enemigo:
Genserico, jefe de los vándalos, saqueó Roma, pero no
logró incendiarla. Así, durante los veintiún años que
duró vuestro pastoreo, enfrentasteis tanto a enemigos
internos como a los externos y que osaron destruir Roma
y aquellos, que con sus herejías engatuzar a los católicos
deseaban. Y, así, luego de haber gastado vuestra santa
vida, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser de
de luz, como justo premio a vuestro gran amor y sabiduría;
¡Oh!, San León Magno; “santidad y viva obra del amor de Dios”.

© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Noviembre
San León Magno
Pontífice
Año 461

Bendito sea Dios que ha enviado a su Santa Iglesia, jefes tan santos y tan sabios. Que no deje nunca el Señor de enviarnos pastores como San León Magno.

Lo llaman “Magno”, porque fue grande en obras y en santidad. Es el Pontífice más importante de su siglo. Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos: los externos que querían invadir y destruir a Roma, y los internos que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.

Nació en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional que era el latín. Llegó a ser Secretario del Papa San Celestino, y de Sixto III, y fue enviado por éste como embajador a Francia a tratar de evitar una guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos generales. Estando por allá le llegó la noticia de que había sido nombrado Sumo Pontífice, el año 440.

Desde el principio de su pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades para ese oficio. Predicaba al pueblo en todas las fiestas y de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina. A los que estaban lejos los instruía por medio de cartas. Se conservan 144 cartas escritas por San León Magno.
Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron: “San Pedro ha hablado por boca de León”.

En el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la yerba. El Papa San León salió a su encuentro y logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra, de Hungría.

En el año 455 llegó otro enemigo feroz, Genserico, jefe de los vándalos. Con este no logró San León que no entrara en Roma a saquearla, pero sí obtuvo que no incendiara la ciudad ni matara a sus habitantes. Roma quedó más empobrecida pero se volvió más espiritual.

San León tuvo que enfrentarse en los 21 años de su pontificado a tremendos enemigos externos que trataron de destruir la ciudad de Roma, y a peligrosos enemigos interiores que con sus herejías querían engañar a los católicos. Pero su inmensa confianza en Dios lo hizo salir triunfante de tan grandes peligros. Las gentes de Roma sentían por él una gran veneración, y desde entonces los obispos de todos los países empezaron a considerar que el Papa era el obispo más importante del mundo.

Una frase suya de un sermón de Navidad se ha hecho famosa. Dice así: “Reconoce oh cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios se vino del cielo por salvar tu alma”. Murió el 10 de noviembre del año 461.