13 diciembre, 2015
Tercer Domingo de Adviento
Tercer Domingo de Adviento
Han llegado los tiempos mesiánicos
« Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca. » (Antífona de Entrada, Flp 4, 4.5)
« Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad – fiesta de gozo y salvación – y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor. » (Oración Colecta)
Comienzo de la Celebración en tornoa la Corona de Adviento
Guía:
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
Guía:
Ven Espíritu Santo,
Todos:
Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Guía:
Envía tu Espíritu creador.
Todos:
Y renovarás la faz de la tierra.
Guía:
¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo!, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Bienvenida
Guía:
Una vez más nos reunimos, atentos al anuncio de la llegada de Dios nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en cada uno de nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro Salvador reuniéndonos en torno a esta corona.
Se enciende la Tercera vela
Lectura de la Palabra de Dios
Guía:
Escuchemos la Palabra de Dios.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 1, 6-8.19-28)
En medio de vosotros está uno a quien no conocèis
« Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz, y este fue el testimonio de Juan, a que le preguntaran: ‘¿Tú quién eres?’ Él confesó sin reservas: ‘Yo no soy el Mesías.’ Le preguntaron: ‘¿Entonces qué? ¿Eres tú Elías?’ Él dijo: ‘No los soy.’ ‘¿Eres tú el Profeta?’ Respondió: ‘No.’ Y le dijeron: ‘¿Quién eres?’ Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ‘¿qué dices de ti mismo?’ Él contestó: ‘Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Allanad el camino del Señor’ (como dijo el Profeta Isaías.’ Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: ‘Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?’ Juan les respondió: ‘Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.’ Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.»
Lector:
Palabra de Dios.
Rezo del Credo
Creo en un solo DIOS, PADRE todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, JESUCRISTO,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz.
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres
y por nuestra salvación, bajó del cielo;
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el ESPÍRITU SANTO,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo,
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo la iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.
Reflexión
Guía:
Él ha venido como el médico que cura las más profundas enfermedades del hombre. Por esto, la peor de nuestras enfermedades, el pecado, en esta visión de la gran misericordia del Señor, es simplemente un obstáculo porque el Salvador divino ha venido a socorrernos.
Diálogo
(Después de unos momentos de silencio, el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)
Compromiso
Guía:
Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:
Señor, ayúdanos a permanecer en vela guardando la venida de tu Hijo, con la lámpara de la fe encendida y con una gran dosis de humildad. ¿Tiene aceite mi lámpara? ¿Por cuánto tiempo?
(Reflexión en silencio)
Despedida
Guía:
Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Guía:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
(Se puede continuar la celebración poesías, villancicos y juegos)
(https://www.ewtn.com/spanish/adviento/Tercer_Domingo_de_Adviento.htm)
Publicadas por
luisernestochacondelgado@gmail.com
a la/s
12/13/2015 09:54:00 a.m.
No hay comentarios.:


12 diciembre, 2015
Nuestra Señora de Guadalupe
El Tepeyac de testigo mudo y Vos
Santa Madre de Dios a Juan Diego
Diciendo: “Juanito, Juan Dieguito”
El mas pequeño de mis hijos hijito
Mío” Señora Nuestra vestida de sol.
¡Oh! Señora Nuestra de Gudalupe
Rosas de Castilla en pleno invierno y
En el manto aquél, plasmada quedó
Vuestra figura, para toda la eternidad
Señora Nuestra, Madre del Dios vivo
Porque Dios Padre así, así lo quizo.
¡Oh!, Santa Reyna de la Paz
¡Oh!, Celestial Patrona del mundo
¡Oh!, Emperatriz de América
¡Oh!, Señora Nuestra de Guadalupe
¡Oh!, Señora Amada del Cielo
¡Oh!, Santa Madre del Dios Vivo.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________
2 de Diciembre
Nuestra Señora de Guadalupe
“Virgen María de Guadalupe, dulce Señora y Madre nuestra, nos
volvemos a ti para agradecerte de todo corazón que hayas querido que la
canonización de tu fiel servidor, Juan Diego, “el más pequeño de tus
hijos”, haya sido aquí, en tu “casita sagrada” del Tepeyac.
“Madre, te pedimos fervientemente que esta canonización sirva para
para impulsar la Nueva Evangelización en toda América y en el mundo
entero. Que Juan Diego, a quien podemos ya venerar como santo, sea un
verdadero modelo de vida cristiana para “todos los moradores de estas
tierras y demás amadores tuyos que invocan tu nombre”.
Súplica a la Virgen de Guadalupe, pronunciada por el Santo Padre Juan Pablo II; durante la Misa de Canonización de San Juan Diego
el 31 de julio, 2002
el 31 de julio, 2002
EL NICAN MOPOHUA
Es el relato de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe al
Beato Juan Diego, indígena azteca, ocurridas del 9 al 12 de diciembre de
1531. Escrito originalmente en la lengua náhuatl, todavía en uso en
varias regiones de México. Las dos palabras iniciales Nican Mopohua se
han usado por antonomasia para identificar este relato, aunque muchos
documentos indígenas comienzan igual. El título completo es: “Aquí se
cuenta se ordena como hace poco milagrosamente se apareció la Perfecta
Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en el Tepeyac, de
renombre Guadalupe”. Es la principal fuente de nuestro conocimiento del
Mensaje de la Sma. Virgen al Beato Juan Diego, a México y al Mundo. La
copia más antigua se halla en la Biblioteca Pública de Nueva York Rare
Books and Manuscripts Department. The New York Public Library, Astor,
Lenox and Tilden Foundation.
EL AUTOR
Se atribuye a Don Antonio Valeriano (1520?-1605?) sabio indígena
aventajado discípulo de Fr. Bernardino de Sahagún. Don Antonio recibió
la historia de labios del vidente, muerto en 1548.
EL ARGUMENTO
Se narra la Evangelización de una cultura por la intervención de Dios
y de la Santísima Virgen. Leyendo entre líneas y más, desde la óptica
náhuatl, se percata uno de cómo esta Evangelización empapó hasta las más
íntimas fibras de la cultura pre-hispánica.
Se lleva a cabo la unión de dos pueblos irreconciliables. En la
plenitud de los tiempos para América aparece María Santísima portadora
de Cristo. Hay una identificación de lo esencial de la Biblia: Cristo,
centro de la Historia- (Juan 3,14-16) con lo esencial del Nican Mopohua
(vv.26-27) y con lo esencial del mensaje glífico de la Imagen de Nuestra
Señora de Guadalupe: el Niño Sol que lleva en su vientre Santísimo.
LOS PROTAGONISTAS
La Virgen que pide un templo para manifestar a su Hijo. El Beato Juan
Diego, vidente y confidente de la Sma. Virgen. El Obispo Fr. Juan de
Zumárraga a cuya Autoridad se confía el asunto. El Tío del Beato Juan
Diego, sanado milagrosamente. Los criados del Obispo que siguen al Beato
Juan Diego. Lo espían. La ciudad entera que reconoce lo sobrenatural de
la imagen y entrega su corazón a la Sma. Virgen.
LAS APARICIONES
Relato de las apariciones de acuerdo al Nican Mopohua, el escrito más
antiguo que existe sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe.
Primera Aparición
Era sábado muy de madrugada cuando Juan Diego venía en pos del culto divino y de sus mandatos a Tlatilolco.
Al llegar junto al cerrito llamado Tepeyacac, amanecía; y oyó cantar
arriba del cerro; semejaba canto de varios pájaros; callaban a ratos las
voces de los cantores; y parecía que el monte les respondía. Su canto,
muy suave y deleitoso, sobrepasaba al del coyoltótotl y del tzinizcan y
de otros pájaros lindos que cantan.
Se paró Juan Diego para ver y dijo para sí: “¿Por ventura soy digno
de lo que oigo?, ¿Quizás sueño?, ¿Me levanto de dormir?, ¡Dónde estoy?,
¿Acaso en el paraíso terrenal, que dejaron dicho los viejos, nuestros
mayores?, ¿Acaso ya en el cielo?”
Estaba viendo hacia el oriente, arriba del cerrillo, de donde
procedía el precioso canto celestial. Y así que cesó repentinamente y se
hizo el silencio, oyó que le llamaban de arriba del cerrito y le
decían: “Juanito, Juan Dieguito.”
Luego se atrevió a ir a donde le llamaban. No se sobresaltó un punto,
al contrario, muy contento, fue subiendo el cerrillo, a ver de dónde le
llamaban.
Cuando llegó a la cumbre vio a una señora, que estaba allí de pie y
que le dijo que se acercara. Llegado a su presencia, se maravilló mucho
de su sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como el sol; el
risco en que posaba su planta, flechado por los resplandores, semejaba
una ajorca de piedras preciosas; y relumbraba la tierra como el arco
iris. Los mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que allí se
suelen dar parecían de esmeralda; su follaje, finas turquesas; y sus
ramas y espinas brillaban como el oro.
Se inclinó delante de ella y oyó su palabra, muy suave y cortés, cual
de quien atrae y estima mucho. Ella le dijo: “¿Juanito, el mas pequeño
de mis hijos, dónde vas?”
El respondió: “Señora y Niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlatilolco, a seguir las cosas divinas, que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de Nuestro Señor”. Ella luego le habló y le descubrió su santa voluntad. Le dijo: “Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive: del Creador cabe quien está todo: Señor del cielo y de la tierra.
Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y
dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra
piadosa madre, a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta
tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mi confíen; oír
allí sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores.
Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del
Obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que
deseo, que aquí me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto
has visto y admirado, y lo que has oído. Ten por seguro que te lo
agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que
yo recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te
encomiendo. Mira que ya has oído mi mandato hijo mío el mas pequeño,
anda y pon todo tu esfuerzo.”
Juan Diego contestó: “Señora mía, ya voy a cumplir tu mandato; por ahora me despido de ti, yo tu humilde siervo.”
Luego bajó, para ir a hacer su mandato; y salió a la calzada que viene en línea recta a México.”
Segunda Aparición
Habiendo entrado sin delación en la ciudad, Juan Diego se fue en
derechura al palacio del obispo que era el prelado que muy poco antes
había venido y se llamaba Fray Juan de Zumárraga, religioso de San
Francisco. Apenas llegó trató de verle; rogó a sus criados que fueran a
anunciarle. Y pasado un buen rato, vinieron a llamarle, que había
mandado el señor Obispo que entrara.
Luego que entró, en seguida le dio el recado de la Señora del Cielo; y
también le dijo cuanto admiró, vio y oyó. Después de oír toda su
plática y su recado, pareció no darle crédito. El Obispo le respondió;
“Otra vez vendrás, hijo mío, y te oiré más despacio; lo veré muy desde
el principio y pensaré en la voluntad y deseo con que has venido.” Juan
Diego salió y se vino triste, porque de ninguna manera se realizó su
mensaje.
En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del cerrito, y
acertó con la Señora del Cielo, que le estaba aguardando, allí mismo
donde le vio la primera vez: “Señora, la mas pequeña de mis hijas. Niña
mía, fui a donde me enviaste a cumplir tu mandato, le vi y le expuse tu
mensaje, así como me advertiste; me recibió benignamente y me oyó con
atención; pero en cuanto me respondió, apareció que no lo tuvo por
cierto. Me dijo: Otra vez vendrás, te oiré mas despacio, veré muy desde
el principio el deseo y voluntad con que has venido. Comprendí
perfectamente en la manera que me respondió que piensa que es quizás
invención mía que tú quieres que aquí te hagan un templo y que acaso no
es de orden tuya; por lo cual te ruego encarecidamente, Señora y Niña
mía, que a alguno de los principales, conocido y respetado y estimado,
le encargues que lleve tu mensaje, para que le crean; porque yo soy solo
un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola,
soy hoja, soy gente menuda, y tú, Niña mía, la mas pequeña de mis
hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y donde no paro.
Perdóname que te cause pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña
mía.”
Le respondió la Santísima Virgen: “Oye, hijo mío el mas pequeño, ten
entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo
encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo
punto preciso que tu mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se
cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el mas pequeño, y con rigor
te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Dale parte en mi
nombre y hazle saber por entero mi voluntad: que tiene que poner por
obra el templo que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la
siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, te envía.”
Respondió Juan Diego: “Señora y Niña mía, no te cause yo aflicción;
de muy buena gana iré a cumplir tu mandato; de ninguna manera dejaré de
hacerlo ni tengo por penoso el camino. Iré a hacer tu voluntad, pero
acaso no seré oído con agrado; o si fuese oído, quizás no me creerá.
Mañana en la tarde cuando se ponga el sol vendré a dar razón de tu
mensaje, con lo que responda el prelado. ya me despido, Hija mía, la mas
pequeña, mi Niña y Señora. Descansa entretanto”. Luego se fue él a
descansar a su casa.
Tercera Aparición
Al día siguiente, domingo muy de madrugada, salió de su casa y se
vino derecho a Tlatilolco a instruirse de las cosas divinas y estar
presente en la cuenta para ver en seguida al prelado. casi a las diez,
se aprestó, después de que se oyó Misa y se hizo la cuenta y se dispersó
el gentío. Al punto se fue Juan Diego al palacio del señor Obispo.
Apenas llegó, hizo todo empeño para verle: otra vez con mucha dificultad
le vio; se arrodilló a sus pies; se entristeció y lloró al exponerle el
mandato de la Señora del Cielo, que ojalá que creyera su mensaje y la
voluntad de la Inmaculada de erigirle su templo donde manifestó que lo
quería. El señor Obispo, para cerciorarse le preguntó muchas cosas,
donde la vio y cómo era; y el refirió todo perfectamente al señor
Obispo. Más aunque explicó con precisión la figura de ella y cuanto
había visto y admirado, que en todo se descubría ser ella la siempre
Virgen Santísima Madre del Salvador Nuestro Señor Jesucristo; sin
embargo, el (Obispo) no le dio crédito y dijo que no solamente por su
plática y solicitud se había de hacer lo que pedía; que, además, era muy
necesaria alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la
misma Señora del cielo. Así que lo oyó dijo Juan Diego al Obispo:
“Señor, mira cual ha de ser la señal que pides; que luego iré a
pedírsela a la Señora del Cielo que me envió acá.” Viendo el Obispo que
ratificaba todo sin dudar ni retractar nada, le despidió. Mandó
inmediatamente unas gentes de su casa, en quienes podía confiar, que le
vinieran siguiendo y vigilando mucho a dónde iba y a quién veía y
hablaba. Así se hizo. Juan Diego se vino derecho y caminó la calzada;
los que venían tras él, donde pasa la barranca, cerca del puente del
Tepeyacac, le perdieron; y aunque más buscaran por todas partes, en
ninguna le vieron.
Así es que se regresaron, no solamente porque se fastidiaron, sino
también porque les estorbó su intento y les dio enojo. Eso fueron a
informar al señor Obispo, inclinándose a que no le creyera: le dijeron
que nomás le engañaba; que nomás forjaba lo que venía a decir, o que
únicamente soñaba lo que decía y pedía; y en suma discurrieron que si
otra vez volvía le habían de coger y castigar con dureza, para que nunca
más mintiera y engañara. Entre tanto, Juan Diego estaba con la
Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del señor Obispo; la
que oída por la Señora le dijo: “Bien está hijito mío, volverás aquí
mañana para que lleves al Obispo la señal que te ha pedido; con esto te
creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará; y sábete,
hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por
mí has emprendido; ea, vete ahora, que mañana aquí te aguardo.”
Cuarta Aparición
Al día siguiente, lunes, cuando tenía que llevar Juan Diego alguna
señal para ser creído, ya no volvió. Porque cuando llegó a su casa, a un
tío que tenía, llamado Juan Bernardino, le había dado enfermedad, y
estaba muy grave. Primero fue a llamar a un médico y le auxilió; pero ya
no era tiempo, ya estaba muy grave. Por la noche, le rogó su tío que de
madrugada saliera y viniera a Tlatilolco a llamar a un sacerdote, que
fuera a confesarle y disponerle, porque estaba muy cierto de que era
tiempo de morir y que ya no se levantaría ni sanaría.
El martes, muy de madrugada, se vino Juan Diego de su casa a
Tlatilolco a llamar al sacerdote; y cuando venía llegando al camino que
sale junto a la ladera del cerrillo del Tepeyacac, hacia el poniente por
donde tenía costumbre de pasar, dijo: “Si me voy derecho, no sea que me
vaya a ver la Señora, y en todo caso me detenga, para que lleve la
señal al prelado, según me previno; que primero nuestra aflicción nos
deje y primero llame yo de prisa al sacerdote; el pobre de mi tío lo
está ciertamente aguardando.” Luego dio vuelta al cerro; subió por entre
él y pasó al otro lado, hacia el oriente, para llegar pronto a México y
que no le detuviera la Señora del Cielo. Pensó que por donde dió la
vuelta no podía verle la que está mirando bien a todas partes. La vio
bajar de la cumbre del cerrillo y que estuvo mirando hacia donde antes
él la veía. Salió a su encuentro a un lado del cerro y le dijo: “¿Que
hay, hijo mío el más pequeño?, ¿a dónde vas?”. Se apenó él un poco, o
tuvo verguenza, o se asustó. Se inclinó delante de ella y la saludó,
diciendo: “Niña mía, la mas pequeña de mis hijas. Señora, ojalá estés
contenta. ¿Como has amanecido?, ¿Estás bien de salud, Señora y Niña mía?
Voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre
siervo tuyo, mi tío: le ha dado la peste, y está para morir. Ahora voy
presuroso a tu casa de México a llamar a uno de los sacerdotes amados de
Nuestro Señor, que vaya a confesarle y disponerle; porque desde que
nacimos vinimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. Pero sí voy a
hacerlo, volveré luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje.
Señora y Niña mía, perdóname, tenme por ahora paciencia; no te engaño.
Hija mía la mas pequeña, mañana vendré a toda prisa.”
Después de oír la plática de Juan Diego, respondió la piadosísima
Virgen: “Oye y ten entendido hijo mío el mas pequeño, que es nada lo que
te asusta y aflije; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad, ni
otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí?, ¿No soy tu
Madre?, ¿No estás bajo mi sombra?, ¿No soy yo tu salud?, ¿No estás por
ventura en mi regazo?, ¿Qué mas has menester?. No te apene ni te
inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá
ahora de ella; está seguro de que sanó.” (Y entonces sanó su tío, según
después se supo). Cuando Juan Diego oyó estas palabras de la Señora del
Cielo consoló mucho; quedó contento. Le rogó que cuanto antes se
despachara a ver al señor Obispo, a llevarle alguna señal y prueba, a
fin de que creyera.
La Señora del Cielo le ordenó luego que subiera a la cumbre del
cerrito, donde antes la veía. Le dijo: “Sube, hijo mío el mas pequeño, a
la cumbre del cerrito; allí donde me viste y te di órdenes, hallarás
que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida
baja y tráelas a mi presencia.” Al punto subió Juan Diego al cerrillo. Y
cuando llegó a la cumbre, se asombró mucho de que hubieran brotado
tantas varias exquisitas rosas de Castilla, antes del tiempo en que se
dan, porque a la sazón se encrudecía el hielo. Estaban muy fragantes y
llenas del rocío de la noche, que semejaba perlas preciosas. Luego
empezó a cortarlas; las juntó todas y las hecho en su regazo.
La cumbre del cerrito no era lugar en que se dieran ningunas flores,
porque tenía muchos riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites; y si
se solían dar hierbecillas, entonces era el mes de diciembre, en que
todo lo come y echa a perder el hielo. Bajó inmediatamente y trajo a la
Señora del Cielo las diferentes flores que fue a cortar; la que, así
como las vio, las cogió con su mano y otra vez se las echó en el regazo,
diciéndole: “Hijo mío el mas pequeño, esta diversidad de flores es la
prueba y señal que llevarás al Obispo. Le dirás en mi nombre que vea en
ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy
digno de confianza.
Rigurosamente te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu
manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo; dirás que te mandé
subir a la cumbre del cerrito, que fueras a cortar flores, y todo lo que
viste y admiraste, para que puedas inducir al prelado a que dé su
ayuda, con objeto de que se haga y erija el templo que he pedido.”
Después que la Señora del Cielo le dio su consejo, se puso en camino por
la calzada que viene derecho a México; ya contento y seguro de salir
bien, trayendo con mucho cuidado lo que portaba en su regazo, no fuera
que algo se le soltara de las manos, gozándose en la fragancia de las
variadas hermosas flores.
EL MILAGRO DE LA IMAGEN
Al llegar Juan Diego al palacio del Obispo salieron a su encuentro el
mayordomo y otros criados del prelado. Les rogó que le dijeran que
deseaba verle; pero ninguno de ellos quiso, haciendo como que no le
oían, sea porque era muy temprano, sea porque ya le conocían, que solo
los molestaba, porque les era inoportuno; además ya les habían informado
sus compañeros que le perdieron de vista, cuando habían ido en su
seguimiento. Largo rato estuvo esperando Juan Diego. Como vieron que
hacía mucho que estaba allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada,
decidieron llamarlo por si acaso; además, al parecer traía algo que
portaba en su regazo, por lo que se acercaron a él, para ver lo que
traía y satisfacerse. Viendo Juan Diego que no les podía ocultar lo que
traía, y que por eso le habían de molestar, empujar y aporrear,
descubrió un poco que eran flores; y al ver que todas eran diferentes, y
que no era entonces el tiempo en que se daban, se asombraron muchísimo
de ello, lo mismo de que estuvieran muy frescas, y tan abiertas, tan
fragantes y tan preciosas. Quisieron coger y sacarle algunas; pero no
tuvieron suerte las tres veces que se atrevieron a tomarlas; porque
cuando iban a cogerlas ya no se veían verdaderas flores, sino que les
parecían pintadas o labradas o cosidas en la manta. Fueron luego a
decirle al señor Obispo lo que habían visto y que pretendía verle el
indito que tantas veces había venido; el cual hacía mucho que por eso
aguardaba, queriendo verle.
Cayó, al oírlo, el señor Obispo en la cuenta de que aquello era la
prueba, para que se certificara y cumpliera lo que solicitaba el indito.
En seguida mandó que entrara a verle. Luego que entró, se humilló
delante de él, así como antes lo hiciera, y contó de nuevo todo lo que
había visto y admirado, y también su mensaje. (Juan Diego) le dijo:
“Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, la Señora
del Cielo, Santa María preciosa Madre de Dios, que pedías una señal para
poder creerme que le has de hacer el templo donde ella te pide que lo
erijas; y además le dije que yo te había dado mi palabra de traerte
alguna señal y prueba, que me encargaste, de su voluntad. Condescendió a
tu recado y acogió benignamente lo que pides, alguna señal y prueba
para que se cumpla su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez
viniera a verte; le pedí la señal para que me creyeras, según me había
dicho que me la daría; y al punto lo cumplió; me despachó a la cumbre
del cerrillo, donde antes ya la viera, a que fuese a cortar varias
flores. Después que fui a cortarlas las traje abajo; las cogió con su
mano y de nuevo las echó en mi regazo, para que te las trajera y a ti en
persona te las diera. Aunque yo sabía bien que la cumbre del cerrillo
no es lugar para que se den flores, porque solo hay muchos riscos,
abrojos, espinas, nopales y mezquites, no por eso dudé. Cuando fui
llegando a la cumbre del cerrillo vi que estaba en el paraíso, donde
había juntas todas las varias y exquisitas rosas de castilla, brillantes
de rocío, que luego fui a cortar. Ella me dijo por qué te las había de
entregar; y así lo hago, para que en ellas veas la señal que me pides y
cumplas su voluntad; y también para que aparezca la verdad de mi palabra
y de mi mensaje. Hélas aquí: recíbelas.”
Desenvolvió luego su manta, pues tenía en su regazo las flores; y así
que se esparcieron por el suelo todas las diferentes flores, se dibujó
en ella de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María,
Madre de Dios, de la manera que está y se guarda hoy en su templo del
Tepeyacac, que se nombra Guadalupe. Luego que la vio el señor Obispo, él
y todos los que allí estaban, se arrodillaron; mucho la admiraron; se
levantaron a verla, se entristecieron y acongojaron, mostrando que la
contemplaron con el corazón y el pensamiento. El señor Obispo con
lágrimas de tristeza oró y le pidió perdón de no haber puesto en obra su
voluntad y su mandato. Cuando se puso de pie desató del cuello de Juan
Diego, del que estaba atada, la manta en que se dibujó y apareció la
Señora del Cielo. Luego la llevó y fue a ponerla en su oratorio. Un día
mas permaneció Juan Diego en la casa del Obispo, que aún le detuvo. Al
día siguiente le dijo: “Ea, a mostrar dónde es voluntad de la Señora del
Cielo que le erijan su templo.” Inmediatamente se invitó a todos para
hacerlo.
EL MISTERIO DE LOS OJOS DE LA VIRGEN
El 27 de marzo de 1956. En lo que constituye el primer reporte
emitido por un médico sobre los ojos de la imagen, él certifica la
presencia del triple reflejo (Efecto de Samson-Purkinje) característico
de todo ojo humano normal vivo y afirma que las imágenes resultantes se
ubican exactamente donde deberían estar según el citado efecto, y
también que la distorsión de las imágenes concuerda perfectamente con la
curvatura de la córnea. Ese mismo año otro oftalmólogo, el Dr. Rafael
Torrija Lavoignet, examinó los ojos de la imagen ya con mas detenimiento
y con la utilización de un oftalmoscopio.
El Dr. Lavoignet reporta la aparente figura humana en las córneas de
ambos ojos, con la ubicación y distorsión propias de un ojo humano
normal, notando además una inexplicable apariencia “viva” de los ojos al
ser examinados. Varias otras inspecciones de los ojos han sido
realizadas por médicos oftalmólogos luego de éstas iniciales. Con
mayores o menores detalles todas concuerdan en general con las dos
primeras aquí expuestas. en 1979, por el Dr. José Aste Tonsmann, un
graduado de la Universidad de Cornell trabajando para IBM en
procesamiento digital de imágenes, al digitalizar éste a altas
resoluciones una muy buena fotografía de la cara de la Virgen tomada
directamente de la tilma original. Luego de procesar las imágenes de los
ojos por diversos métodos para eliminar “ruidos” y destacar detalles el
Dr. Tonsmann realizó lo que serían increíbles descubrimientos: no
solamente era claramente visible en ambos ojos el “busto humano”, sino
también por lo menos otras cuatro figuras humanas eran también visibles
en ambos ojos.
El Dr. Aste Tonsmann publicará en unos meses mas sus últimos estudios
efectuados sobre los ojos en la tilma, con completos detalles y
fotografías. Quizás uno de los aspectos mas fascinantes de su trabajo es
su opinión de que Nuestra Señora no solo nos dejara su imagen impresa
como prueba de su aparición sino también ciertos mensajes que
permanecieron escondidos en sus ojos para ser revelados cuando la
tecnología permitiese descubrirlos y en el tiempo en que fueran mas
necesarios.
APARICIÓN A JUAN BERNARDINO
No bien señaló Juan Diego dónde había mandado la Señora del Cielo que
se levantara su templo, pidió licencia de irse. Quería ahora ir a su
casa a ver a su tío Juan Bernardino; el cual estaba muy grave cuando le
dejó y vino a Tlatilolco a llamar un sacerdote, que fuera a confesarle y
disponerle, y le dijo la Señora del Cielo que ya había sanado. Pero no
le dejaron ir solo, sino que le acompañaron a su casa. Al llegar vieron a
su tío que estaba muy contento y que nada le dolía. Se asombró mucho de
que llegara acompañado y muy honrado su sobrino; a quien preguntó la
causa de que así lo hicieran y que le honraran mucho. Le respondió su
sobrino que, cuando partió a llamar al sacerdote que le confesara y
dispusiera, se le apareció en el Tepeyacac la Señora del Cielo; la que,
diciéndole que no se afligiera que ya su tío estaba bueno, con mucho se
consoló, le despachó a México, a ver al señor Obispo, para que le
edificara una casa en el Tepeyacac. Manifestó su tío ser cierto que
entonces le sanó y que la vio del mismo modo en que se aparecía a su
sobrino; sabiendo por Ella que le había enviado a México a ver al
Obispo. También entonces le dijo la Señora de cuando él fuera a ver al
Obispo, le revelara lo que vio y de que manera milagrosa le había
sanado; y que bien le nombraría, así como bien había de nombrarse su
bendita imagen, la siempre Virgen Santa María de Guadalupe.
Trajeron luego a Juan Bernardino a presencia del señor obispo; a que
viniera a informarle y atestiguar delante de él. A ambos, a él y a su
sobrino, los hospedó el Obispo en su casa algunos días, hasta que se
erigió el templo de la Reina en el Tepeyacac, donde la vio Juan Diego.
El señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada
Señora del Cielo: la sacó del oratorio de su palacio donde estaba, para
que toda la gente viera y admirara su imagen.
SAN JUAN DIEGO: “Juanito, Juan Dieguito”, le llamó la Virgen, “el mas pequeño de mis hijos… hijito mío.”
Página dedicada a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
EL CULTO GUADALUPANO
Su culto, localizado en un principio en el valle de México, más tarde
se extendió por todo el vasto territorio de la Nueva España y aún más
allá, y por todas partes dejó muy vivas manifestaciones de su presencia.
De una devoción circunscrita, en sus inicios, a los naturales, pasó a
ser la de los mestizos y los criollos, y pronto se universalizó. Todo
ello testimoniado por las muchas reproducciones de su imagen, por los
templos y altares que se le levantaron, por las obras devotas,
teológicas, históricas y literarias que a Ella se dedicaron.
SIGNIFICADO DEL GUADALUPANISMO
La virgen de Guadalupe, con gran regocijo popular, fue reconocida por
el papado y la monarquía española como la patrona de Nueva España. El
nuevo culto proporcionó fundamento espiritual autónomo para la iglesia
Mexicana, pues a partir de entonces se afirmó la idea de que la
cristiandad Americana surgió, gracias a la intervención de la virgen de
Guadalupe. Los criollos, los indígenas y las castas se unieron en la
veneración de la Guadalupana, que representaba a la patria criolla. Esta
veneración se convirtió en factor de unidad nacional. La imagen sería
invocada y expuesta como un remedio contra las sequías, las inundaciones
y las epidemias y, mas tarde, los insurgentes la adoptaron como
estandarte político. De este modo surgió un símbolo nacional, reconocido
por la inmensa mayoría de habitantes de Nueva España, símbolo que
liberó a los criollos de su origen español, los desligó de España y les
permitió identificarse con la tierra donde vivían.
LAS ESTRELLAS DEL MANTO
En el manto de la Virgen de Guadalupe se encuentra representado con
mucha fidelidad, el cielo del solsticio de invierno de 1531 que tuvo
lugar a las 10:40 del martes 12 de diciembre, hora de la ciudad de
México. Están representadas todas las constelaciones, que se extienden
en el cielo visible a la hora de la salida del sol, y en el momento en
que Juan Diego enseña su tilma (capa azteca) al obispo Zumárraga. En la
parte derecha del manto se encuentran las principales constelaciones del
cielo del Norte.
En el lado izquierdo las del Sur, visibles en la madrugada del
invierno desde el Tepeyac. El Este se ubica arriba y el Oeste en la
porción inferior. Como el manto está abierto, hay otros agrupamientos
estelares que no están señalados en la imagen, pero se encuentran
presentes en el cielo.
Así la Corona Boreal, se ubica en la cabeza de la Virgen, Virgo en su
pecho, a la altura de las manos, Leo en su vientre, justo sobre el
signo del Nahui Ollin, con su principal astro denominado Régulo, el
pequeño rey. Gemini, los gemelos, se encuentran a la altura de las
rodillas, y Orión, donde está el Ángel. En resumen, en el manto de la
Guadalupana se pueden identificar las principales estrellas de las
constelaciones de invierno. Todas ellas en su lugar, con muy pequeñas
modificaciones.
LA IMAGEN DESDE EL PUNTO DE VISTA ESTÉTICO
Con respecto a un análisis de la pintura de la Virgen de Guadalupe,
puede decirse que se trata de un cuadro de belleza extraordinaria. De
acuerdo con Alberti, en una pintura debe observarse en términos
generales el color, la línea y la composición. Con respecto a esta
última, se define como la unión armónica de las partes para formar un
todo, constituyendo unidad en la diversidad de los objetos. Una de las
formas más bellas de lograrla, es por medio de la llamada proporción
dorada, áurea o divina. Está formada por un cuadrado al que se le agrega
un rectángulo, para formar un espacio donde el lado menor corresponde
al mayor en una relación de 1 a 1.6181… denominada número áureo”.
Partiendo de la costura central de la Tilma de Juan Diego, la
proporción dorada se identifica con evidente claridad en la imagen de la
Virgen de Guadalupe. Ella le confiere una especial belleza y además, al
coincidir en su desarrollo, con prácticamente todos los elementos de la
figura, refuerza su integridad y refuta de manera contundente, la
extraña idea de que se le han hecho añadidos. Es también un importante
argumento, para demostrar el gran valor estético de la imagen, a la que
no se le puede añadir ni quitar de su lugar ningún elemento, sin
deteriorar su belleza. Hace también improbable, desde el punto de vista
estadístico, que se encuentren en la pintura tantas señales de
diferentes disciplinas, y que hayan sido fruto de la casualidad.
TEOLOGÍA DEL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO
La palabra Teología da idea de experiencias y comunicaciones en torno
a Dios. El Acontecimiento Guadalupano es una compleja y rica irrupción
de Dios en nuestro mundo. María de Guadalupe se presenta como la Madre
de Dios, con los nombres con que es conocido por los mexicas, aztecas
habitantes del Valle de México. Se da a conocer como Madre de “In huel
nelli Teotl” -Verdadero Dios que es Raíz de Todo-, de “Ipalnemohuani”
-Aquel por Quien Vivimos y Todo se Mueve-, de “Teyocoyani” -Creador de
las Personas-, de “Tloque Nahuaque” -Creador del Cerca y del Junto-, de
“Ilhuicahua in tlacticpaque” -Señor del Cielo y de la Tierra. Es
importantísimo descubrir la manifestación de Dios a través de todo el
Evento Guadalupano. Los colores, los números, los nombres, los símbolos,
los procedimientos, los resultados… Es decir, a la luz de la cultura y
religión mexica.
El Evento Guadalupano es un verdadero Evangelio. Esta palabra,
proveniente del griego, quiere decir “Buenas Noticias”. Y en verdad el
Acontecimiento encierra diferentes Buenas Nuevas, y no solo una. La
Virgen de Guadalupe -Tlecuauhtlapcopeuh- es “La que Procede de la Región
de la Luz como Aguila de Fuego”-. Y el Fuego que la transforma en Sol
es el Niño-Sol que lleva en su seno. Es la Noticia portadora de Alegría.
Es Buena Noticia porque Guadalupe reivindica a Juan Diego en su
dignidad de persona, de protagonista responsable, capaz de llevar una
encomienda a su culminación exitosa.
Su Buena Noticia es una palabra eficaz. Cura sin duda al tío
Bernardino que ya agoniza a causa de una enfermedad mortal. Juan
Bernardino personifica al Pueblo Mexicano conquistado, abatido,
contagiado. Pero Guadalupe transforma al Tepeyacac en un jardín de
raras, exquisitas, frescas, aromáticas y significativas rosas. No era
tiempo ni el lugar apropiado para que las hubiera. Nuestra Señora
transforma también el corazón de quien se ubicaba en el Centro Religioso
Fray Juan de Zumárraga, para aceptar las indicaciones que vienen desde
la periferia. Tlatelolco reconocería la fuerza de lo verdadero que
emerge del mundo de los conquistados. De todos ellos se hará Eco y Voz
Santa María de Guadalupe desde el TEPEYAC.
LA FIESTA
Para los mexicanos la fiesta de la Virgen de Guadalupe es la más
importante a nivel nacional. Un gran número de personas desde diferentes
puntos del país acuden en peregrinación hasta el santuario o Basílica
de Guadalupe utilizando diferentes medios de transporte, ya que estos
van desde el ir en automóvil, autobús, bicicleta o simplemente a pie, lo
hacen con la finalidad de dar gracias por los favores recibidos, para
solicitarle ayuda o simplemente por tradición.
En la explanada de afuera del templo puedes ver danzas prehispánicos,
de la época colonial o bien un tanto modernos, si bien todos los
asistentes coinciden en una cosa, el gran amor que le profesan a la
“morenita”; la noche previa al gran día la virgencita recibe en su casa
“mañanitas” de parte de un gran número de personas, todas ellas
dispuestas a manifestar ese gran amor que sienten por ella por medio de
cantos (ahí puedes ver a gran número de artistas y grupos de famosos
cantándole a su reina y madre del cielo).
El pasado 12 de Diciembre de 1998, la Basílica de Nuestra Señora de
Guadalupe recibió la visita de aproximadamente 6 millones de fieles. Pío
X en 1910, la declaró “Celestial Patrona de América Latina” y Pío XII
la llamó en 1945, Emperatriz de las Américas.
Publicadas por
luisernestochacondelgado@gmail.com
a la/s
12/12/2015 09:34:00 a.m.
No hay comentarios.:


11 diciembre, 2015
San Dámaso I, Pontífice
¡Oh!, San Dámaso vos sois, el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y que, a San Jerónimo, como secretario
tuvisteis. Humilde como erais, os sentisteis maravillado
por el obrar de tantos santos y mártires, que sus vidas
dieron por la causa de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro.
Quizás por ello, vos mismo, sus epitafios redactasteis
en cada una de sus tumbas, para que, sus vidas, conocidas
fueran por siempre, en los cientos de miles de hombres
que clamaron y claman hoy, y por siempre, sus intercesiones.
Para vos, más y mayor manjar, no existió nunca jamás,
que, la lectura de la Biblia, donde sabiduría bebisteis y
que, la diseminasteis en cada palabra que, de vuestro
corazón salía en cada evangelizador sermón. A vos también
os pertenecen la santa oración que dice: “Gloria al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio,
ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”. Y,
también aquella bellísima reflexión que dice: “Yo, Dámaso,
hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los
santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo.
Espero que Jesús, que resucitó a Lázaro, me resucite
también a mí en el último día”. Santas palabras, que
brillaron y brillan por siempre, en la fe del hombre que
ama a Dios. Por todo ello, y después de haber gastado
vuestra santa vida en buena lid, corona de luz recibisteis,
como justo premio a vuestra grande entrega de amor y fe;
¡oh!, San Dámaso; “escriba de los santos del Dios vivo”.
© 2015by Luis Ernesto Chacón Delgado
___________________________________
11 de Diciembre
San Dámaso I Pontífice
Año 384
Que San Dámaso y su secretario San Jerónimo nos consigan del buen Dios la gracia de amar, meditar y hacer amar y meditar mucho a Jesucristo.
Este Pontífice se hizo famoso por haber redactado y hecho grabar los epitafios o lápidas en los sepulcros de muchos famosos mártires de las catacumbas de Roma.
Era de familia española. Fue secretario de los Pontífices, San Liberio y San Félix, y al ser elegido Papa, en el año 366, hizo honor a su nombre, que significa “domador”, porque tuvo que sofocar una sangrienta rebelión que en Roma se levantó contra él.
Tuvo como secretario al gran San Jerónimo, al cual le encargó que tradujera la S. Biblia al idioma popular, y esta traducción llamada “La Vulgata”, fue la que empleó la Iglesia Católica durante 15 siglos.
San Jerónimo dice de él: “era un hombre puro, que fue elegido para dirigir a una Iglesia que debe ser pura”. Sus epitafios sobre las tumbas de los mártires en las catacumbas (o subterráneos de Roma) se han conservado muy bien, y de varios santos lo único que sabemos se debe a lo que él escribió sobre sus tumbas. Así por ej. de San Tarcisio, el mártir de la Eucaristía, etc. Era excelente poeta.
San Dámaso redactó su propio epitafio así: “Yo, Dámaso, hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo. Espero que Jesucristo que resucitó a Lázaro, me resucite también a mí en el último día”.
Desde muy joven, su lectura preferida fue la S. Biblia, y decía que el manjar más exquisito que había encontrado en toda su vida era la Palabra de Dios.
Dicen que él fue el que introdujo en las oraciones de los católicos el “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”.
Durante todo su pontificado se preocupó por obtener que los obispos de todas las naciones reconocieran al Pontífice de Roma como el obispo más importante del mundo.
A la edad de ochenta años murió el 11 de diciembre del año 384 y fue sepultado en la tumba que él mismo se había preparado humildemente, alejado de las tumbas de los santos famosos de Roma. Después construyeron sobre su sepulcro la basílica llamada San Dámaso.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Damaso.htm)
Publicadas por
luisernestochacondelgado@gmail.com
a la/s
12/11/2015 07:59:00 a.m.
No hay comentarios.:


10 diciembre, 2015
Nuestra Señora de Loreto
¡Oh!, Nuestra Señora de Loreto, Vos, sois la Santa Madre
del Redentor, y que, desde Tierra Santa, a haceros
de las europas vinisteis. Ante Vos, San Carlos Borromeo,
San Luis Gonzaga, Santa Teresita, San José Cupertino,
San Juan Bosco, y los Santos Papas Juan XXIII, Pablo
VI y Juan Pablo II, se postraron, porque, a los cruzados
bravos gracias, en vuestra tierra se sentían y más
cerca de Vuestro amor. Y, fueron los cruzados bravos,
quienes Jerusalén tomaron y, a Italia, materiales llevaron
para construir vuestra casita, donde Vos, vivisteis
con Vuestro Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo
y San José, vuestro fidelísimo esposo. Así, vuestra “Casa
de Loreto”, desde Nazaret llegó por los aires, llevada
por los ángeles, “volando”. Total que más da. ¿Acaso no
sois Vos, la Madre de Dios? ¡Qué duda cabe! Él lo quiso
y así fue. Porque para Dios nada imposible hay, ni habrá
jamás. ¡Oh!, Bendita entre todas las mujeres ¡oh!, Sin
Pecado Concebida. ¡Oh!, Santa Patrona de los aviadores;
¡oh!, Señora Nuestra de Loreto, “vivo Amor por los hombres”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
del Redentor, y que, desde Tierra Santa, a haceros
de las europas vinisteis. Ante Vos, San Carlos Borromeo,
San Luis Gonzaga, Santa Teresita, San José Cupertino,
San Juan Bosco, y los Santos Papas Juan XXIII, Pablo
VI y Juan Pablo II, se postraron, porque, a los cruzados
bravos gracias, en vuestra tierra se sentían y más
cerca de Vuestro amor. Y, fueron los cruzados bravos,
quienes Jerusalén tomaron y, a Italia, materiales llevaron
para construir vuestra casita, donde Vos, vivisteis
con Vuestro Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo
y San José, vuestro fidelísimo esposo. Así, vuestra “Casa
de Loreto”, desde Nazaret llegó por los aires, llevada
por los ángeles, “volando”. Total que más da. ¿Acaso no
sois Vos, la Madre de Dios? ¡Qué duda cabe! Él lo quiso
y así fue. Porque para Dios nada imposible hay, ni habrá
jamás. ¡Oh!, Bendita entre todas las mujeres ¡oh!, Sin
Pecado Concebida. ¡Oh!, Santa Patrona de los aviadores;
¡oh!, Señora Nuestra de Loreto, “vivo Amor por los hombres”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_____________________________________
10 de Diciembre
Nuestra Señora de Loreto
Patrona de los aviadores
Nuestra Señora de Loreto
Patrona de los aviadores
Loreto significa: rodeado de árboles de laurel.
En el norte de Italia hay un santuario mariano sumamente famoso, visitado continuamente por millares de peregrinos. Se llama la Casita de Nazaret en Loreto.
En el norte de Italia hay un santuario mariano sumamente famoso, visitado continuamente por millares de peregrinos. Se llama la Casita de Nazaret en Loreto.
A este santuario han ido en peregrinación famosos santos. Por ej. San
Carlos Borromeo, San Luis Gonzaga, Santa Teresita, San José Cupettino,
San Juan Bosco, los Pontífices Juan XXIII, Pablo VI, y Juan Pablo II, y
muchos más. Es un templo muy amado por los católicos de Europa.
Empezó a existir este santuario cuando los Cruzados tomaron a
Jerusalén y hacia el año 1200 empezaron a llevar a Italia materiales de
la Tierra Santa para construir una réplica o imitación de lo que pudo
ser la casita de Jesús, José y María de Nazaret. Cuando después de
muchos viajes portando materiales lograron hacer una edificación
parecida a la que pudo habitar la Sagrada Familia, comenzaron a invitar a
los devotos a visitar aquel lugar sagrado y a honrar en él a la Madre
de Dios.
Y, como sucede en los santuarios de todo el mundo, comenzaron a
obrarse allí admirables milagros. Los santuarios son precisamente
lugares donde Dios, misteriosamente, sin saber por qué, concede
impresionantes favores a los que van allí a pedirle su ayuda. Quizás
porque la fe del peregrino es muy viva y se aumenta con el contagio del
fervor de los demás orantes en ese lugar, en cada santuario se consiguen
gracias que en otras partes no se habían logrado obtener. Y esto sucede
en Loreto continuamente.
Algunos, para darle más poesía a la existencia de la Casa de Loreto,
llegaron a afirmar que esa construcción había sido llevada por los
ángeles, volando por los aires, desde Nazaret. Por eso la Virgen de
Loreto es Patrona de los aviadores. Esa narración es sólo una bella
leyenda, pero a la gente le gustó y algunos hasta la creyeron.
Nosotros al recordar hoy en esta fiesta la Vida de María, José y el Divino Niño en Nazaret, nos alegramos de ser amigos y devotos de tan santas y amables personas, y pedimos a Jesús, José y María que sigan bendiciendo cada día más y más a nuestras familias y a nuestras casas. Quiera Dios que cada uno de nuestros hogares sea una réplica o imitación fiel del santo Hogar de Nazaret.
Jesús, José y María: Bendecid nuestros hogares.
Publicadas por
luisernestochacondelgado@gmail.com
a la/s
12/10/2015 10:37:00 a.m.
No hay comentarios.:


09 diciembre, 2015
San Juan Diego Vidente de la Virgen de Guadalupe
¡Oh!, San Juan Diego, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, y aquél, al que, la Santa Madre de Dios,
se reveló en toda su majestad, poder y esplendor. Humildad,
sencillez; obediencia y paciencia, los signos de vuestra
santa vida fueron, y los que, vuestro amor y fe forjaron,
de esperanza y caridad llenos. Hoy, en el cielo estáis, y
el Tepeyac, testigo mudo, en la tierra, habla de las “rosas
de Castilla” y, en vuestro ayate, la viva imagen de Santa
María, la “Reina del Cielo”, la “Guadalupana”, la Santa
Madre del Redentor. Alegraos pues, los hombres todos
de la América nuestra y también del orbe todo, que, en vos,
Juan Diego, se dio aquello que se dice, se siente y se
escucha, de que: “estamos todos llamados a ser santos”.
Porque, lo quiere así Dios, y así, lo espera Él, y así,
la también muy bien llamada “Gudalupana”, que lo desea
por siempre así. Y, en el “Nican motecpana”, se lee así,
de vos: “A diario se ocupaba en cosas espirituales y
barría el templo. Se postraba delante de la Señora del
Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba,
comulgaba, ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba,
se ceñía cilicio de malla y escondía en la sombra para
poder entregarse a solas a la oración y estar invocando
a la Señora del cielo”. El Padre Luis Becerra Tanco,
decía de vos: “el indio Juan Diego y su mujer María
Lucía, guardaron castidad desde que recibieron el agua
del Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros
ministros evangélicos muchos encomios de la pureza y
castidad y lo que ama nuestro Señor a las vírgenes, y
esta fama fue constante a los que conocieron y comunicaron
mucho tiempo estos dos casados”. Y un día, después de haber
sido guardián de la Reina del cielo, entregasteis vuestra
alma a Dios, y Él, en su amor insondable, os coronó
con corona de luz, como justo premio a vuestro amor y fe;
¡oh!, San Juan Diego, “vivo amor de la gloria de María”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
9 de Diciembre San Juan Diego Vidente de la Virgen de Guadalupe
P. Dr. Eduardo Chávez Sánchez
Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que
habla como águila), un indio humilde, de la etnia indígena de los
chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en ese
tiempo pertenecía al reino de Texcoco. Juan Diego fue bautizado por los
primeros franciscanos, aproximadamente en 1524.
En 1531, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de
edad; edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se
acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y
súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del
cielo, todo se le concedía”.
Juan Diego fue un hombre virtuoso, las semillas de estas virtudes
habían sido inculcadas, cuidadas y protegidas por su ancestral cultura y
educación, pero recibieron plenitud cuando Juan Diego tuvo el gran
privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de
Guadalupe, siendo encomendado a portar a la cabeza de la Iglesia y al
mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los
hombres; fue precisamente este encuentro y esta maravillosa misión lo
que dio plenitud a cada una de las hermosas virtudes que estaban en el
corazón de este humilde hombre y fueron convertidas en modelo de
virtudes cristianas; Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo,
obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran
caridad.
Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones
de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al
servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y
oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo
quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario
para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los
indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de
Mendieta: “A los templos y a todas las cosas consagradas a Dios tienen
mucha reverencia, y se precian los viejos, por muy principales que sean,
de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus pasados en
tiempos de su gentilidad, que en barrer los templos mostraban su
devoción (aun los mismos señores).”
Juan Diego se acercó a suplicarle al señor Obispo que lo dejara estar
en cualquier parte que fuera, junto a las paredes de la Ermita para
poder así servir todo el tiempo posible a la Señora del Cielo. El
Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y
permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita. Viendo su
tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a
su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; “pero Juan Diego
no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para
conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron”.
Juan Diego manifestó la gran nobleza de corazón y su ferviente
caridad cuando su tío estuvo gravemente enfermo; asimismo Juan Diego
manifestó su fe al estar con el corazón alegre, ante las palabras que le
dirigió Santa María de Guadalupe, quien le aseguró que su tío estaba
completamente sano; fue un indio de una fuerza religiosa que envolvía
toda su vida; que dejó sus casas y tierras para ir a vivir a una pobre
choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del
templo de su amada Niña del Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe,
quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor
maternal a todos lo hombres y mujeres.
Juan Diego tenía “sus ratos de oración en aquel modo que sabe Dios
dar a entender a los que le aman y conforme a la capacidad de cada uno,
ejercitándose en obras de virtud y mortificación.” También se nos
refiriere en el Nican motecpana: “A diario se ocupaba en cosas
espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del
Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba,
ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla y
escondía en la sombra para poder entregarse a solas a la oración y estar
invocando a la Señora del cielo.”
Toda persona que se acercaba a Juan Diego tuvo la oportunidad de
conocer de viva voz los pormenores del Acontecimiento Guadalupano, la
manera en que había ocurrido este encuentro maravilloso y el privilegio
de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe; como lo indicó el
indio Martín de San Luis cuando rindió su testimonio en 1666: “Todo lo
cual lo contó el dicho Diego de Torres Bullón a este testigo con mucha
distinción y claridad, que se lo había dicho y contado el mismo Indio
Juan Diego, porque lo comunicaba.” Juan Diego se constituyó en un
verdadero misionero.
Cuando Juan Diego se casó con María Lucía, quien había muerto dos
años antes de las Apariciones, habían escuchado un sermón a fray Toribio
de Benavente en el P. Luis Becerra Tanco: “el indio Juan Diego y su
mujer María Lucía, guardaron castidad desde que recibieron el agua del
Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros ministros
evangélicos muchos encomios de la pureza y castidad y lo que ama nuestro
Señor a las vírgenes, y esta fama fue constante a los que conocieron y
comunicaron mucho tiempo estos dos casados”donde se exaltaba la
castidad, que era agradable a Dios y a la Virgen Santísima, por lo que
los dos decidieron vivirla; se nos refiere: “Era viudo: dos años antes
de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba
María Lucía. Ambos vivían castamente.” Como también lo testificó. Aunque
esto no obsta de que Juan Diego haya tenido descendencia, sea antes del
bautismo, sea por la línea de algún otro familiar; ya que, por fuentes
históricas sabemos que Juan Diego efectivamente tuvo descendencia; sobre
esto, uno de los principales documentos se conserva en el Archivo del
Convento de Corpus Christi en la Ciudad de México, en el cual se
declara: “Sor Gertrudis del Señor San José, sus padres caciques [indios
nobles] Dn. Diego de Torres Vázquez y Da. María del la Ascención de la
región di Xochiatlan […] y tenida por descendiente del dichoso Juan
Diego.”
Lo importante también es el hecho de que Juan Diego inspiró la
búsqueda de la santidad y de la perfección de vida, incluso en medio de
los miembros de su propia familia, ya que su tío, como ya veíamos, al
constatar como Juan Diego se había entregado muy bien al servicio de la
Virgen María de Guadalupe y de Dios, quiso seguirlo, aunque Juan Diego
le convino que era preferible que se quedara en su casa; y ahora tenemos
también este ejemplo de Sor Gertrudis del Señor San José, descendiente
de Juan Diego, quien ingresó a un monasterio, a consagrar su vida al
servicio de Dios, buscando esa perfección de vida, buscando la Santidad.
Es un hecho que Juan Diego siempre edificó a los demás con su
testimonio y su palabra; constantemente se acercaban a él para que
intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya
“que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía”.
El indio Gabriel Xuárez, quien tenía entre 112 y 115 años cuando dio
su testimonio en las Informaciones Jurídicas de 1666; declaró cómo Juan
Diego era un verdadero intercesor de su pueblo, decía: “que la dicha
Santa Imagen le dijo al dicho Juan Diego la parte y lugar, donde se le
había de hacer la dicha Ermita que fue donde se le apareció, que la ha
visto hecha y la vio empezar este testigo, como lleva dicho donde son
muchos los hombres y mujeres que van a verla y visitarla como este
testigo ha ido una y muchas veces a pedirle remedio, y del dicho indio
Juan para que como su pueblo, interceda por él.”
El anciano indio Gabriel Xuárez también señaló detalles importantes
sobre la personalidad de Juan Diego y la gran confianza que le tenía el
pueblo para que intercediera en sus necesidades: “el dicho Juan Diego,
–decía Gabriel Xuárez– respecto de ser natural de él y del barrio de
Tlayacac, era un Indio buen cristiano, temeroso de Dios, y de su
conciencia, y que siempre le vieron vivir quieta y honestamente, sin dar
nota, ni escándalo de su persona, que siempre le veían ocupado en
ministerios del servicio de Dios Nuestro Señor, acudiendo muy
puntualmente a la doctrina y divinos oficios, ejercitándose en ello muy
ordinariamente porque a todos los Indios de aquel tiempo oía este
testigo, decirles era varón santo, y que le llamaban el peregrino,
porque siempre lo veían andar solo y solo se iba a la doctrina de la
iglesia de Tlatelulco, y después que se le apareció al dicho Juan Diego
la Virgen de Guadalupe, y dejó su pueblo, casas y tierras, dejándolas a
su tío suyo, porque ya su mujer era muerta; se fue a vivir a una casa
Juan Diego que se le hizo pegada a la dicha Ermita, y allá iban muy de
ordinario los naturales de este dicho pueblo a verlo a dicho paraje y a
pedirle intercediese con la Virgen Santísima les diese buenos temporales
en sus milpas, porque en dicho tiempo todos lo tenían por Varón Santo.”
La india doña Juana de la Concepción que también dio su testimonio en
estas Informaciones, confirmó que Juan Diego, efectivamente, era un
hombre santo, pues había visto a la Virgen: “todos los Indios e Indias
–declaraba– de este dicho pueblo le iban a ver a la dicha Ermita,
teniéndole siempre por un santo varón, y esta testigo no sólo lo oía
decir a los dichos sus padres, sino a otras muchas personas”. Mientras
que el indio Pablo Xuárez recordaba lo que había escuchado sobre el
humilde indio mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe, decía que para
el pueblo, Juan Diego era tan virtuoso y santo que era un verdadero
modelo a seguir, declaraba el testigo que Juan Diego era “amigo de que
todos viviesen bien, porque como lleva referido decía la dicha su abuela
que era un varón santo, y que pluguiese a Dios, que sus hijos y nietos
fuesen como él, pues fue tan venturoso que hablaba con la Virgen, por
cuya causa le tuvo siempre esta opinión y todos los de este pueblo.” El
indio don Martín de San Luis incluso declaró que la gente del pueblo:
“le veía hacer al dicho Juan Diego grandes penitencias y que en aquel
tiempo le decían varón santísimo.”
Como decíamos, Juan Diego murió en 1548, un poco después de su tío
Juan Bernardino, el cual falleció el 15 de mayo de 1544; ambos fueron
enterrados en el Santuario que tanto amaron. Se nos refiere en el Nican
motecpana: “Después de diez y seis años de servir allí Juan Diego a la
Señora del cielo, murió en el año de mil y quinientos y cuarenta y ocho,
a la sazón que murió el señor obispo. A su tiempo le consoló mucho la
Señora del cielo, quien le vio y le dijo que ya era hora de que fuese a
conseguir y gozar en el cielo, cuanto le había prometido. También fue
sepultado en el templo. Andaba en los setenta y cuatro años.” En el
Nican motecpana se exaltó su santidad ejemplar: “¡Ojalá que así nosotros
le sirvamos y que nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de
este mundo, para que también podamos alcanzar los eternos gozos del
cielo!”
(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/12/12-09_S_juan_diego.htm)
Publicadas por
luisernestochacondelgado@gmail.com
a la/s
12/09/2015 03:10:00 p.m.
No hay comentarios.:


08 diciembre, 2015
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María
¡Oh; Señora Nuestra Inmaculada!
¡Ave María Virgen!
¿Quién, si no Vos,
La nueva Eva
La llena de gracia
La Esclava del Señor?:
¡Sólo vos y nadie más!.
Oh; ¡Nuestra Señora Inmaculada!
¡María Ave Virgen!
Eva ayer
La oscuridad
Y Vos hoy
Perfecta luz
La Kejaritomene
¡oh, Santa Madre del Redentor!.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________
8 de Diciembre
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María
Ya en el siglo II saludaba san Ireneo en la Madre de Jesús a la nueva Eva. Pero fue dentro del segundo milenio cuando poco a poco fue apercibiéndose la Iglesia del depósito revelado referente a la Inmaculada Concepción de María. El Papa Pío IX la proclamó solemnemente el 8 de diciembre de 1854. Hacía casi cuatro siglos que el papa Sixto IV había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente (1483).
Himno
I
De Adán el primer pecado
No vino en vos a caer;
Que quiso Dios preservaros
Limpia como para él.
De vos el Verbo encarnado
Recibió humano ser,
Y quiere todapureza
Quien todopuro es también.
Si Dios autor de las leyes
Que rigen la humana grey,
Para engendrar a su madre
¿no pudo cambiar la ley?
Decir que pudo y no quiso
Parece cosa cruel,
Y, si es todopoderoso,
¿con vos no lo habrá de ser?
Que honrar al hijo en la madre
Derecho de todos es,
Y ese derecho tan justo,
¿Dios no lo debe tener?
Porque es justo, porque os ama,
Porque vais su madre a ser,
Os hizo Dios tan purísima
Como Dios merece y es. Amén.
II
Eva nos vistió de luto,
De Dios también nos privó
E hizo mortales;
Mas de vos salió tal fruto
Que puso en paz y quitó
Tantos males.
Por Eva la maldición
Cayó en el género humano
Y el castigo;
Mas por vos la bendición
fue, y a todos dio la mano
Dios amigo.
Un solo Dios trino y uno
A vos hizo sola y una:
Más perfecta
Después de Dios no hay ninguna,
Ni es a Dios persona alguna
Más acepta.
¡Oh cuánto la tierra os debe!
Pues que por vos Dios volvió
La noche en día,
Por vos, más blanca que nieve,
El pecador alcanzó
Paz y alegría. Amén.
III
Ninguno del ser humano
Como vos se pudo ver;
Que a otros les dejan caer
Y después les dan la mano.
Mas vos, Virgen, no caíste
Como los otros cayeron,
Que siempre la mano os dieron
Con que preservada fuiste.
Yo, cien mil veces caído;
Os suplico que me deis
La vuestra y me levantéis
Porque no quede perdido.
Y por vuestra concepción,
Que fue de tan gran pureza,
Conserva en mí la limpieza
Del alma y del corazón,
Para que de esta manera
Suba con voz a gozar
Del que solo puede dar
Vida y gloria verdadera. Amén.
Oración I
Padre, la boca se nos llena de cantares y el corazón rebosa de alegría, porque se acerca el nacimiento de tu Hijo, que levantó del sueño a los pastores y sobresaltó a los poderosos. Pero sobretodo llenó de gozo a su Madre María, que había vivido un adviento de nueve meses. Ella, sencilla como la luz, clara como el agua, pura como la nieve y dócil como una esclava concibió en su seno la Palabra. Concédenos que, a imitación suya, seamos siempre dóciles al evangelio de Jesús y así celebremos en verdad de fe la Pascua de su nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oración II
Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo.
( http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Inmaculada_Concepci%C3%B3n.htm)
(http://www.youtube.com/watch?v=dlYAbjsRVdI)
Publicadas por
luisernestochacondelgado@gmail.com
a la/s
12/08/2015 09:01:00 a.m.
No hay comentarios.:


07 diciembre, 2015
San Ambrosio
¡Oh!, San Ambrosio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y que, honor hicisteis al significado
de vuestro nombre: inmortal. Huérfano de padre, quedó
vuestra madre para daros una exquisita educación moral,
intelectual, artística y religiosa. Excelso poeta, hablabais
muy bien, y os dedicasteis a la abogacía. Y, con ella, a
los inocentes ante los romanos defendisteis con valor
tanto que, su alcalde, os nombró su secretario y ayudante.
A los treinta años, nombrado gobernador de todo
el norte de Italia. Un padre para todos y no negabais
favores a nadie en Milán. Y, una voz, de pronto se oyó
que gritó: “¡Ambrosio obispo!¡Ambrosio obispo!”. Y,
fuisteis Obispo y de inmediato os disteis a estudiar
la Santa Biblia, hasta comprenderla de maravillosa forma.
no dejasteis de lado a los sabios de vuestro tiempo, y
leísteis a San Basilio y San Gregorio Nacianceno. Y,
una vez, ordenado sacerdote y consagrado obispo, os
disteis a instruir a vuestro pueblo. Y, vuestros sermones
a San Agustín impresionaron, aún falto de conversión y,
vos, lo bautizáis. Os oponíais, a los gobernantes injustos,
corregíais a los emperadores y a las altas autoridades,
el tiempo todo. Un día, valentino emperador, os decía
en una carta: “Nos agrada la valentía con que sabe
decirnos las cosas. No deje de corregirnos, sus palabras
nos hacen mucho bien”. Y, cuando la emperatriz quitarles
quiso, un templo a los católicos, para dárselo a los herejes,
vos, os encerrasteis, con todo el pueblo en la iglesia, y
no dejasteis entrar allí, a los invasores, hasta lograr
vuestro cometido. Cierta vez, Teodosio, emperador creyente
católico, gran guerrero, por un empleado suyo muerto,
mató siete mil personas en venganza. Y, vos, le dijisteis:
“Eres humano y te has dejado vencer por la tentación.
Ahora tienes que hacer penitencia por este gran pecado”.
El emperador os escribió diciéndoos: “Dios perdonó a
David; luego a mí también me perdonará”. Y, contestasteis
así: “Ya que has imitado a David en cometer un gran pecado,
imítalo ahora haciendo una gran penitencia, como la que
hizo él”. Aceptó Teodosio, pidió perdón e hizo grandes
penitencias. En la Navidad de aquél año, lo recibisteis
como arrepentido pecador y más tarde, aquél hombre,
murió en vuestros santos brazos, y en la oración fúnebre
dijisteis: “Siendo la primera autoridad civil y militar,
aceptó hacer penitencia como cualquier otro pecador,
y lloró su falta toda la vida. No se avergonzó de pedir
perdón a Dios y a la Santa Iglesia, y seguramente
que ha conseguido el perdón”. Compusisteis cantos
hermosos y los enseñabais al pueblo y escribisteis bellos
libros, explicando la Santa Biblia, aconsejando métodos,
para adelantar en la santidad. Con vuestro tratado, sobre
la virginidad y la pureza, hicisteis ver los beneficios
de ambas, para el logro de la santidad. Cuando vuestro
fin llegó, expirasteis exclamando: “He tratado de vivir
de tal manera que no tenga que sentir miedo al presentarme
ante el Divino Juez”. Y, Dios, recibió vuestra alma,
para coronado ser, con corona de luz y de gloria, como
justo premio a vuestra entrega de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Ambrosio, “palabra viva e inmortal de Cristo".
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
7 de Diciembre
San Ambrosio
Arzobispo de Milán y
Doctor de la Iglesia
Año 397
su amado santo y que, honor hicisteis al significado
de vuestro nombre: inmortal. Huérfano de padre, quedó
vuestra madre para daros una exquisita educación moral,
intelectual, artística y religiosa. Excelso poeta, hablabais
muy bien, y os dedicasteis a la abogacía. Y, con ella, a
los inocentes ante los romanos defendisteis con valor
tanto que, su alcalde, os nombró su secretario y ayudante.
A los treinta años, nombrado gobernador de todo
el norte de Italia. Un padre para todos y no negabais
favores a nadie en Milán. Y, una voz, de pronto se oyó
que gritó: “¡Ambrosio obispo!¡Ambrosio obispo!”. Y,
fuisteis Obispo y de inmediato os disteis a estudiar
la Santa Biblia, hasta comprenderla de maravillosa forma.
no dejasteis de lado a los sabios de vuestro tiempo, y
leísteis a San Basilio y San Gregorio Nacianceno. Y,
una vez, ordenado sacerdote y consagrado obispo, os
disteis a instruir a vuestro pueblo. Y, vuestros sermones
a San Agustín impresionaron, aún falto de conversión y,
vos, lo bautizáis. Os oponíais, a los gobernantes injustos,
corregíais a los emperadores y a las altas autoridades,
el tiempo todo. Un día, valentino emperador, os decía
en una carta: “Nos agrada la valentía con que sabe
decirnos las cosas. No deje de corregirnos, sus palabras
nos hacen mucho bien”. Y, cuando la emperatriz quitarles
quiso, un templo a los católicos, para dárselo a los herejes,
vos, os encerrasteis, con todo el pueblo en la iglesia, y
no dejasteis entrar allí, a los invasores, hasta lograr
vuestro cometido. Cierta vez, Teodosio, emperador creyente
católico, gran guerrero, por un empleado suyo muerto,
mató siete mil personas en venganza. Y, vos, le dijisteis:
“Eres humano y te has dejado vencer por la tentación.
Ahora tienes que hacer penitencia por este gran pecado”.
El emperador os escribió diciéndoos: “Dios perdonó a
David; luego a mí también me perdonará”. Y, contestasteis
así: “Ya que has imitado a David en cometer un gran pecado,
imítalo ahora haciendo una gran penitencia, como la que
hizo él”. Aceptó Teodosio, pidió perdón e hizo grandes
penitencias. En la Navidad de aquél año, lo recibisteis
como arrepentido pecador y más tarde, aquél hombre,
murió en vuestros santos brazos, y en la oración fúnebre
dijisteis: “Siendo la primera autoridad civil y militar,
aceptó hacer penitencia como cualquier otro pecador,
y lloró su falta toda la vida. No se avergonzó de pedir
perdón a Dios y a la Santa Iglesia, y seguramente
que ha conseguido el perdón”. Compusisteis cantos
hermosos y los enseñabais al pueblo y escribisteis bellos
libros, explicando la Santa Biblia, aconsejando métodos,
para adelantar en la santidad. Con vuestro tratado, sobre
la virginidad y la pureza, hicisteis ver los beneficios
de ambas, para el logro de la santidad. Cuando vuestro
fin llegó, expirasteis exclamando: “He tratado de vivir
de tal manera que no tenga que sentir miedo al presentarme
ante el Divino Juez”. Y, Dios, recibió vuestra alma,
para coronado ser, con corona de luz y de gloria, como
justo premio a vuestra entrega de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Ambrosio, “palabra viva e inmortal de Cristo".
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
7 de Diciembre
San Ambrosio
Arzobispo de Milán y
Doctor de la Iglesia
Año 397
San Ambrosio: que así como tu palacio de Arzobispo estaba siempre
abierto para que entraran todos los necesitados de ayudas materiales o
espirituales, que así también cada uno de nosotros estemos siempre
disponibles para hacer todo el mayor bien posible a los demás.
Ambrosio significa “Inmortal”. Este santo es uno de los más famosos
doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad (junto con
San Agustín, San Jerónimo y San León).
Nació en Tréveris (sur de Alemania) en el año 340. Su padre que era
romano y gobernador del sur de Francia, murió cuando Ambrosio era
todavía muy niño, y la madre volvió a Roma y se dedicó a darle al hijo
la más exquisita educación moral, intelectual, artística y religiosa. El
joven aprendió griego, llegó a ser un buen poeta, se especializó en
hablar muy bien en público y se dedicó a la abogacía.
Las defensas que hacía de los inocentes ante las autoridades romanas
eran tan brillantes, que el alcalde de Roma lo nombró su secretario y
ayudante principal. Y cuando apenas tenía 30 años fue nombrado
gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán. Cuando
su formador en Roma lo despidió para que fuera a posesionarse de su alto
cargo dijo: “Trate de gobernar más como un obispo que como un
gobernador”. Y así lo hizo.
En la gran ciudad de Milán, Ambrosio se ganó muy pronto la simpatía
del pueblo. Más que un gobernante era un padre para todos, y no negaba
un favor cuando en sus manos estaba el poder hacerlo. Y sucedió que
murió el Arzobispo de Milán, y cuando se trató de nombrarle sucesor, el
pueblo se dividió en dos bandos, unos por un candidato y otros por el
otro. Ambrosio temeroso de que pudiera resultar un tumulto y producirse
violencia se fue a la catedral donde estaban reunidos y empezó a
recomendarles que procedieran con calma y en paz. Y de pronto una voz
entre el pueblo gritó: “Ambrosio obispo, Ambrosio obispo”.
Inmediatamente todo aquel gentío empezó a gritar lo mismo: “Ambrosio
obispo”. Los demás obispos que estaban allí reunidos y también los
sacerdotes lo aclamaron como nuevo obispo de la ciudad. Él se negaba a
aceptar (pues no era ni siquiera sacerdote), pero se hicieron memoriales
y el emperador mandó un decreto diciendo que Ambrosio debía aceptar ese
cargo.
Desde entonces no piensa sino en instruirse lo más posible para
llegar a ser un excelente obispo. Se dedica por horas y días a estudiar
la S. Biblia, hasta llegar a comprenderla maravillosamente. Lee los
escritos de los más sabios escritores religiosos, especialmente San
Basilio y San Gregorio Nacianceno, y una vez ordenado sacerdote y
consagrado obispo, empieza su gran tarea: instruir al pueblo en su
religión.
Sus sermones comienzan a volverse muy populares. Entre sus oyentes
hay uno que no le pierde palabra: es San Agustín (que todavía no se ha
convertido). Éste se queda profundamente impresionado por la
personalidad venerable y tan amable que tiene el obispo Ambrosio. Y al
fin se hace bautizar por él y empieza una vida santa.
Nuestro santo era prácticamente el único que se atrevía a oponerse a
los altos gobernantes cuando estos cometían injusticias. Escribía al
emperador y a las altas autoridades corrigiéndoles sus errores. El
emperador Valentino le decía en una carta: “Nos agrada la valentía con
que sabe decirnos las cosas. No deje de corregirnos, sus palabras nos
hacen mucho bien”. Cuando la emperatriz quiso quitarles un templo a los
católicos para dárselo a los herejes, Ambrosio se encerró con todo el
pueblo en la iglesia, y no dejó entrar allí a los invasores oficiales.
El emperador de ese tiempo era Teodosio, un creyente católico, gran
guerrero, pero que se dejaba llevar por sus arrebatos de cólera. Un día
los habitantes de la ciudad de Tesalónica mataron a un empleado del
emperador, y éste envió a su ejército y mató a siete mil personas. Esta
noticia conmovió a todos. San Ambrosio se apresuró a escribirle una
fuerte carta al mandatario diciéndole: “Eres humano y te has dejado
vencer por la tentación. Ahora tienes que hacer penitencia por este gran
pecado”. El emperador le escribió diciéndole: “Dios perdonó a David;
luego a mí también me perdonará”. Y nuestro santo le contestó: “Ya que
has imitado a David en cometer un gran pecado, imítalo ahora haciendo
una gran penitencia, como la que hizo él”.
Teodosio aceptó. Pidió perdón. Hizo grandes penitencias, y en el día
de Navidad del año 390, San Ambrosio lo recibió en la puerta de la
Catedral de Milán, como pecador arrepentido. Después ese gran general
murió en brazos de nuestro santo, el cual en su oración fúnebre exclamó:
“siendo la primera autoridad civil y militar, aceptó hacer penitencia
como cualquier otro pecador, y lloró su falta toda la vida. No se
avergonzó de pedir perdón a Dios y a la Santa Iglesia, y seguramente que
ha conseguido el perdón”.
San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo.
Cuando tuvo que estarse encerrado con todos sus fieles durante toda una
semana en un templo para no dejar que se lo regalaran a los herejes,
aprovechó esas largas horas para enseñarles muchas canciones religiosas
compuestas por él mismo. Después los herejes lo acusaban de que les
quitaba toda la clientela de sus iglesias, porque con sus bellos cantos
se los llevaba a todos para la catedral de Milán. Sabía ejercitar su
arte para conseguirle más amigos a Dios.
Este gran sabio compuso muy bellos libros explicando la S. Biblia, y
aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad.
Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la
virginidad y de la pureza. Las mamás tenían miedo de que sus hijas
charlaran con este gran santo porque las convencía de que era mejor
conservarse vírgenes y dedicarse a la vida religiosa (Él exclamaba: “en
toda mi vida nunca he visto que un hombre haya tenido que quedarse
soltero porque no encontró una mujer con la cual casarse”). Pero además
de su sabiduría para escribir, tenía el don de poner las paces entre los
enemistados. Así que muchísimas veces lo llamaron del alto gobierno
para que les sirviera como embajador para obtener la paz con los que
deseaban la guerra, y conseguía muy provechosos armisticios o tratados
de paz.
El viernes santo del año 397, a la edad de 57 años, murió
plácidamente exclamando: “He tratado de vivir de tal manera que no tenga
que sentir miedo al presentarme ante el Divino Juez” (San Agustín decía
que le parecía admirable esta exclamación).
Publicadas por
luisernestochacondelgado@gmail.com
a la/s
12/07/2015 11:32:00 a.m.
No hay comentarios.:


Suscribirse a:
Entradas (Atom)