28 abril, 2016

San Luis María de Monfort

 


¡Oh!, San Luis María de Monfort; vos sois, el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y de multitudes predicador y
conversor. Aquél, al que ni las piedras del camino podían
resistirse, y, del “pecado” quedaban también libres. A vos,
que de Jesús y María os hicisteis su grande y fiel amigo,
devoción y constantes rezos y oración, unida a vuestro
Rosario Santo, en defensa del maligno, ofrecisteis toda
vuestra santa vida. Padre de los pobres, de los huérfanos
defensor y, de los pecadores reconciliador. “¿Aman a Nuestro
Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios?
¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?” Vos, preguntabais a
las gentes de vuestro tiempo que, os escuchaban y os seguían
donde ibais. “Ha nacido en mí una confianza sin límites
en Nuestro Señor y en su Madre Santísima”. Así, decíais,
pues miedo no teníais al ingresar las cantinas, a los sitios
de juego, ni a los lugares de perdición, pues allí, resuelto
ibais, a almas, al diablo quitarle, pues llevabais con vos,
a vuestros amados defensores de toda vuestra vida: Jesús y
María. A Roma, fuisteis a pie y pidiendo limosna y a Dios
rogando la eficacia de la palabra, obteniéndola al instante
y de tal forma, que, al oíros hasta los montes, caminos y
piedras se convertían. Clemente XI Papa, os dio el título
de “Misionero Apostólico”, con permiso de predicar por todas
partes. En cada pueblo, caserío y estancia donde predicabais
dejabais una Cruz, como señal de vuestro paso, y de haber
enseñado amor por los sacramentos, por el rezo del Santo
Rosario, la frecuente confesión y comunión y la devoción a
Nuestra Señora. “Donde la Madre de Dios llega, no hay diablo
que se resista”. Decíais vos. Como huella de vuestro amor,
en este mundo la comunidad de los Padres Monfortianos y
la de las Hermanas de la Sabiduría, dejasteis. Alguien
en vuestra tumba escribió lo que vos significasteis en vida:
“¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a
quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para
todos, Luis María Grignon Monfort. ¿Preguntas por su vida?
No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna
más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente.
¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y
enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro
descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos,
y reconciliador de los pecadores. Su gloriosa muerte fue
semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios,
voló al cielo a los 43 años de edad”. ¡Luz y gloria para vos!;
¡Oh!, San Luis María de Monfort; “vivo Jesús, María y José”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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28 de Abril
San Luis María Grignon de Monfort
Fundador
(1716)


“A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”.
 
San Luis María Grignon de Monfort
El libro de San Luis, Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María, se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. El Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo:

“Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es”.

Su Vida

Es el fundador de los padres Monfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Monfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos. Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.

Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle un vestido y se fue donde el sastre y le dijo: “Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?”. El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre.

El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento. Los psicólogos dicen que si Monfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico, déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y esto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.

Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.

Luis Grignon de Monfort será un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a un Santuario de la Virgen a los que sobresalieran en piedad y estudio. Y Luis se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le atienda rapidito para poder alejarse. El iba a charlar con sus dos grandes amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.

Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.

Monfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto echa fuera muchos malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las gentes: “¿Aman a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?”.

Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito: “Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima”. No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.

A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de “Misionero Apostólico”, con permiso de predicar por todas partes.

En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. 

Esto no se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Monfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: “El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros”. Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.

Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor a la Sma. Virgen, y adelante que “donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista”. Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones.

San Luis de Monfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Monfortianos (a cuya comunidad le puso por nombre “Compañía de María”) y las Hermanas de la Sabiduría.

Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, agotado de tanto trabajar y predicar.

Oración

San Luis Grignon de Monfort, ruega a la Virgen Santísima que nos envíe muchos apóstoles que, como tú, se dediquen a hacer y a amar más y más a Jesús.

Sobre la tumba de San Luis de Monfort dice:

¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María Grignon Monfort.
¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.
Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Luis_Monfort_4_28.htm)

27 abril, 2016

San Toribio de Mogrovejo





¡Oh!; San Toribio de Mogrovejo; vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y amado santo, que, habiendo abrazado la Cruz
de Cristo en el continente viejo, extendisteis vuestro
corazón a la morena América. Y, como si San Pablo, hecho
espíritu en vos, viviese, de palmo a palmo la recorristeis,
expandiendo la palabra del Dios vivo entre la gente toda
de vuestro tiempo. Los historiadores, con justa razón dicen
que vos, fuisteis uno de los regalos valiosos que España
envió a América. Las gentes os llamaban el “nuevo” San
Ambrosio, y Benedicto catorce, Papa, dijo que vos, os
parecíais a San Carlos Borromeo, el muy famoso Arzobispo
de Milán. Y, sabéis vos, que no habrá dicha más grande,
que, la que Dios os concedió al confirmar en la fe de Cristo
Jesús, Dios y Señor Nuestro, a los que hoy, hechos santos
ya, como vos, la gloria de los cielos comparten como Santa
Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres,
llamado “el santo de la escoba”. Tres veces visitasteis
vuestra arquidiócesis a pie y en mula, del calor al frío
pasando y la vida gastándoos por el Dios eterno. Los indios,
y los negros, los preferidos de vuestras visitas, y dentro
de ellos, los enfermos y los pobres e ignorantes. “De gozo s
e llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a la Casa
del Señor. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa
del Señor”. “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Fueron
vuestras últimas palabras. Y, ¿qué premio podríais tener
vos, si vuestra tarea, cumplida fue de tan perfecta manera?
Sin duda alguna, ¡la vida eterna y la corona de luz!, como
muy justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡Oh!; San Toribio de Mogrovejo, “vivo espíritu de San Pablo”.

 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Abril
Santo Toribio de Mogrovejo
Arzobispo de Lima
(año 1606)


Nació en Mayorga, España, en 1538. Los datos acerca de este Arzobispo, personaje excepcional en la historia de Sur América, producen asombro y maravilla.

Los historiadores dicen que Santo Toribio fue uno de los regalos más valiosos que España le envió a América. Las gentes lo llamaban un nuevo San Ambrosio, y el Papa Benedicto XIV dijo de él que era sumamente parecido en sus actuaciones a San Carlos Borromeo, el famoso Arzobispo de Milán.

Toribio era graduado en derecho, y había sido nombrado Presidente del Tribunal de Granada (España) cuando el emperador Felipe II al conocer sus grandes cualidades le propuso al Sumo Pontífice para que lo nombrara Arzobispo de Lima. Roma aceptó y envió en nombramiento, pero Toribio tenía mucho temor a aceptar. Después de tres meses de dudas y vacilaciones aceptó.

El Arzobispo que lo iba a ordenar de sacerdote le propuso darle todas las órdenes menores en un solo día, pero él prefirió que le fueran confiriendo una orden cada semana, para así irse preparando debidamente a recibirlas.
En 1581 llegó Toribio a Lima como Arzobispo. Su arquidiócesis tenía dominio sobre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile y parte de Argentina. Medía cinco mil kilómetros de longitud, y en ella había toda clase de climas y altitudes. Abarcaba más de seis millones de kilómetros cuadrados.

Al llegar a Lima Santo Toribio tenía 42 años y se dedicó con todas sus energías a lograr el progreso espiritual de sus súbditos. La ciudad estaba en una grave situación de decadencia espiritual. Los conquistadores cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a corregirlos. Muchos para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que esa era la costumbre. El arzobispo les respondió que Cristo es verdad y no costumbre. Y empezó a atacar fuertemente todos los vicios y escándalos. A los pecadores públicos los reprendía fuertemente, aunque estuvieran en altísimos puestos.

Las medidas enérgica que tomó contra los abusos que se cometían, le atrajeron muchos persecuciones y atroces calumnias. El callaba y ofrecía todo por amor a Dios, exclamando, “Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor”.

Tres veces visitó completamente su inmensa arquidiócesis de Lima. En la primera vez gastó siete años recorriéndola. En la segunda vez duró cinco años y en la tercera empleó cuatro años. La mayor parte del recorrido era a pie. A veces en mula, por caminos casi intransitables, pasando de climas terriblemente fríos a climas ardientes. Eran viajes para destruir la salud del más fuerte. Muchísimas noches tuvo que pasar a la intemperie o en ranchos miserabilísmos, durmiendo en el puro suelo. Los preferidos de sus visitas eran los indios y los negros, especialmente los más pobres, los más ignorantes y los enfermos.

Logró la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de visita pastoral viajaba siempre rezando. Al llegar a cualquier sitio su primera visita era al templo. Reunía a los indios y les hablaba por horas y horas en el idioma de ellos que se había preocupado por aprender muy bien. Aunque en la mayor parte de los sitios que visitaba no había ni siquiera las más elementales comodidades, en cada pueblo se quedaba varios días instruyendo a los nativos, bautizando y confirmando.

Celebraba la misa con gran fervor, y varias veces vieron los acompañantes que mientras rezaba se le llenaba el rostro de resplandores.

Santo Toribio recorrió unos 40,000 kilómetros visitando y ayudando a sus fieles. Pasó por caminos jamás transitados, llegando hasta tribus que nunca habían visto un hombre blanco.

Al final de su vida envió una relación al rey contándole que había administrado el sacramento de la confirmación a más de 800,000 personas.

Una vez una tribu muy guerrera salió a su encuentro en son de batalla, pero al ver al arzobispo tan venerable y tan amable cayeron todos de rodillas ante él y le atendieron con gran respeto las enseñanzas que les daba.

Santo Toribio se propuso reunir a los sacerdotes y obispos de América en Sínodos o reuniones generales para dar leyes acerca del comportamiento que deben tener los católicos. Cada dos años reunía a todo el clero de la diócesis para un Sínodo y cada siete años a los de las diócesis vecinas. Y en estas reuniones se daban leyes severas y a diferencia de otras veces en que se hacían leyes pero no se cumplían, en los Sínodos dirigidos por Santo Toribio, las leyes se hacían y se cumplían, porque él estaba siempre vigilante para hacerlas cumplir.

Nuestro santo era un gran trabajador. Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía frecuentemente: “Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo”.

Fundó el primer seminario de América. Insistió y obtuvo que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Casi duplicó el número de parroquias o centros de evangelización en su arquidiócesis. Cuando él llegó había 150 y cuando murió ya existían 250 parroquias en su territorio.

Su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le recomendó: “Váyase rapidito, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se lleve la ropa que tengo para cambiarme”.

Cuando llegó una terrible epidemia gastó sus bienes en socorrer a los enfermos, y él mismo recorrió las calles acompañado de una gran multitud llevando en sus manos un gran crucifijo y rezándole con los ojos fijos en la cruz, pidiendo a Dios misericordia y salud para todos.

El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una capillita de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y confirmando a los indígenas.

Estaba a 440 kilómetros de Lima. Cuando se sintió enfermo prometió a sus acompañantes que le daría un premio al primero que le trajera la noticia de que ya se iba a morir. Y repetía aquellas palabras de San Pablo: “Deseo verme libre de las ataduras de este cuerpo y quedar en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo”.

Ya moribundo pidió a los que rodeaban su lecho que entonaran el salmo que dice: “De gozo se llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a la Casa del Señor. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor”.

Las últimas palabras que dijo antes de morir fueron las del salmo 30: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
Su cuerpo, cuando fue llevado a Lima, un año después de su muerte, todavía se hallaba incorrupto, como si estuviera recién muerto.

Después de su muerte se consiguieron muchos milagros por su intercesión. Santo Toribio tuvo el gusto de administrarle el sacramento de la confirmación a tres santos: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres.

El Papa Benedicto XIII lo declaró santo en 1726.

Y toda América del Sur espera que este gran santo e infatigable apóstol, quizás el más grande obispo que ha vivido en este continente, siga rogando para que nuestra santa religión se mantenga fervorosa y creciente en todos estos países.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Toribio_de_Mogrovejo.htm)

26 abril, 2016

San Isidoro de Sevilla





¡Oh!, San Isidoro de Sevilla, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo y, quiso Él, que, de “santos”,
vuestra familia fuera. Y, bastó ello, para convertiros
en hombre sabio y prudente, y, que, ensalzasteis al Dios
eterno con exégetas escritos sobre cada uno de los Libros
de la Sagrada Biblia, cuya lectura os encantaba, amabais
y recomendabais su lectura a los fieles del tiempo vuestro.
Las viejas calles de Sevilla, saben de vos y del amor a
los pobres, que en sí, sustento vuestro era, el tiempo
todo. Sin duda alguna, vos, el “verdadero puente” fuisteis
entre la Edad Antigua y la Edad Media. Vos, aunque fuisteis
el obispo más sabio de vuestro tiempo, ello no os quitó
el sueño y os dedicasteis a amar a Dios con toda vuestra
fuerza. Dueño de la mejor biblioteca de la nación, varios
libros escribisteis, entre ellos “Las Etimologías”, conocido
como el “Primer Diccionario” que en Europa se hizo. También
escribisteis “La Historia de los Visigodos” y biografías
de hombres ilustres. San Ildefonso, dice de vos así: “la
facilidad de palabra era tan admirable en San Isidoro, que
las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos
quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que
se obtenía al oír sus enseñanzas”. Cuando sentisteis que
abandonaríais este mundo, pedisteis perdón públicamente
por todas las faltas de vuestra vida pasada y suplicasteis
al pueblo, que rogara por vos, a Dios. Y, así, cuando todo
fue hecho, y vos, habíais gastado vuestra en vida, en buena
lid, Dios, os recogió para cubrir vuestra alma de gloria y
eternidad, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Isidoro de Sevilla; “vivo regalo del Dios de la Vida”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de abril en Perú
San Isidoro de Sevilla
Arzobispo
(año 636)


Isidoro significa: “Regalo de la divinidad (Isis: divinidad. Doro: regalo)”. Nació en Sevilla en el año 556. Era el menor de cuatro hermanos, todos los cuales fueron santos y tres de ellos obispos. San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina se llamaron sus hermanos.
Su hermano mayor, San Leandro, que era obispo de Sevilla, se encargó de su educación obteniendo que Isidoro adquiriera el hábito o costumbre de dedicar mucho tiempo a estudiar y leer, lo cual le fue de gran provecho para toda la vida.

Al morir Leandro, lo reemplazó Isidoro como obispo de Sevilla, y duró 38 años ejerciendo aquel cargo, con gran brillo y notables éxitos.

Isidoro fue el obispo más sabio de su tiempo en España. Poseía la mejor biblioteca de la nación. Escribió varios libros que se hicieron famosos y fueron muy leídos por varios siglos como por ej. Las Etimologías, que se pueden llamar el Primer Diccionario que se hizo en Europa. También escribió La Historia de los Visigodos y biografías de hombres ilustres.

San Isidoro es como un puente entre la Edad Antigua que se acababa y la Edad Media que empezaba. Su influencia fue muy grande en toda Europa y especialísimamente en España, y su ejemplo llevó a muchos a dedicar sus tiempos libres al estudio y a las buenas lecturas.

Fue la figura principal en el Concilio de Toledo (año 633) del cual salieron leyes importantísimas para toda la Iglesia de España y que contribuyeron muy fuertemente a mantener firme la religiosidad en el país.

Se preocupaba mucho porque el clero fuera muy bien instruido y para eso se esforzó porque en cada diócesis hubiera un colegio para preparar a los futuros sacerdotes, lo cual fue como una preparación a los seminarios que siglos más tarde se iban a fundar en todas partes. Dice San Ildefonso que “la facilidad de palabra era tan admirable en San Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas”.

Su amor a los pobres era inmenso, y como sus limosnas eran tan generosas, su palacio se veía continuamente visitado por gentes necesitadas que llegaban a pedir y recibir ayudas.

De todas las ciencias la que más le agradaba y más recomendaba era el estudio de la Sagrada Biblia, y escribió unos comentarios acerca de cada uno de los libros de la S. Biblia. Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón públicamente por todas las faltas de su vida pasada y suplicó al pueblo que rogara por él a Dios. A los 80 años de edad murió, el 4 de abril del año 636.
La Santa Sede de Roma lo declaró “Doctor de la Iglesia”.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Isidoro.htm)

25 abril, 2016

San Marcos, Evangelista

 


¡Oh!, San Marcos, Evangelista, vos sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo, evangelista, intérprete de Pedro
y primo de Bernabé. Nunca a Jesús oísteis predicar, pero,
conocisteis a sus discípulos, sin llegar a ser uno de ellos.
Acompañasteis a Pablo y Bernabé, a Chipre y Perges, de donde
volvisteis sin causa alguna. Bernabé, quiso llevaros nuevamente,
pero Pablo, no lo quiso. Pero, vos, seguisteis a Bernabé
una vez más hasta Chipre, pero cosas de Dios, aparecisteis
junto a Pablo en Roma. Fuisteis discípulo de Pedro, pues él,
os llamó “hijo” suyo en su primera carta. Vuestro evangelio,
parecido es, al libro de los “Hechos de los Apóstoles”, y,
la segunda carta a Timoteo os señala como compañero suyo.
Fundasteis la Iglesia de Alejandría, y poco o nada se sabe
de vuestros últimos años y tampoco del lugar de vuestra muerte.
Vuestro Evangelio posee un espíritu observador y ágil. Sólo
vos, resaltais el verdor de la hierba sobre la que Jesús,
hizo sentar a la muchedumbre, antes de multiplicar los panes y
los peces. Vuestro escrito, profundo es y demuestra singular
valía teológica, pues vos, presentais a Jesús, siendo recibido
con alegría por la gente, pero, también decepción de la masa
por sus reivindicaciones y, narra, cuando el Señor se retira
de Galilea, para dedicarse a la instrucción de sus discípulos,
quienes por boca de Pedro confiesan la divinidad de su Maestro,
y que más tarde, es humillado por la maldad y la ignorancia
de los hombres que él había venido a rescatar y luego exaltado
por Dios, como ha de serlo todo el que, a él de corazón
se le una y lo siga en el camino. Por todo ello, hoy, lucís
corona de luz, como premio a vuestra grande entrega de amor;
¡oh!, San Marcos Eangelista, “vivo evangelio de eternidad y luz”.

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Abril
San Marcos
Evangelista


Según tradición eclesiástica, Marcos, llamado también Juan Marcos o simplemente Juan, es el autor de un evangelio y el intérprete que traducía a Pedro en sus predicaciones frente a auditorios de habla griega. Era hijo de una cierta María, cuya casa de Jerusalén estaba abierta a la primitiva comunidad Cristiana. Primo de Bernabé, probablemente fuera como él de estirpe sacerdotal.

Afirma por una parte la tradición que Marcos nunca habría oído personalmente la predicación del Señor, pero por otra muchos han querido descubrirlo en aquel muchacho que huyó desnudo en el huerto de Getsemaní, episodio que sólo el evangelio a él atribuido refiere. Tal vez haya conocido al grupo de seguidores sin llegar a ser propiamente discípulo.

Al comenzar la expansión del evangelio, Pablo y Bernabé salieron de Jerusalén hacia Antioquía llevando con ellos a Marcos; éste los acompañó en sus primeras empresas misionales, a Chipre y Perges, de donde regresó por causas desconocidas.

Bernabé, deseoso de llevar nuevamente a Marcos con ellos cuando el apóstol planeaba su segundo viaje, encontró la oposición de Pablo, que partió solo. Marcos siguió, pues, a Bernabé una vez más hasta Chipre. Sin embargo, Marcos reaparece junto a Pablo en Roma, pero es creencia que fue más bien discípulo de Pedro, quien confirma esta suposición al llamarlo “hijo” suyo en su primera carta. El evangelio que se le atribuye, además, sigue muy de cerca el esquema de los discursos de Pedro que nos ha conservado el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Nada sabemos de su existencia posterior. La segunda carta a Timoteo lo señala entre los compañeros de este discípulo de Pablo; conforme a un dato que recoge el historiador Eusebio de Cesarea (a comienzos del siglo IV), la Iglesia de Alejandría lo habría tenido por fundador. Sus últimos años y el lugar de su muerte nos son desconocidos.

El breve relato que lleva su nombre descubre un espíritu observador y ágil. Sólo Marcos, por ejemplo, destaca el verdor de la hierba sobre la que Jesús hizo sentar a la muchedumbre hambrienta antes de multiplicar los panes y los pescados por primera vez.

Las grandes líneas de su evangelio, en tanto, trasuntan una profunda credibilidad histórica y demuestran singular valor teológico. Marcos comienza por presentar a Jesús bien recibido por la gente, pero pronto su humilde mesianismo, tan alejado de las reivindicatorias expectativas populares de los judíos, ocasiona la decepción de la masa; apagado el entusiasmo primerizo, el Señor se retira de Galilea para dedicarse de lleno a la instrucción de los discípulos, quienes por boca de Pedro confiesan la divinidad de su Maestro. A partir de este reconocimiento de Cesarea, todo el relato se orienta a Jerusalén; en la ciudad santa, finalmente, la oposición crece y culmina en el juicio inicuo y la pasión, que alcanza su victoriosa respuesta cuando Cristo abandona su tumba, de acuerdo con lo que había profetizado de si mismo.

El secreto mesiánico, del que Marcos hace un tema central, da así todo su fruto: Jesús, siervo humillado por la maldad y la ignorancia de los hombres que él había venido a rescatar, es exaltado por Dios, como ha de serlo todo el que a él se una de corazón y lo siga en el camino, el único que permite comprender esa “Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” que Marcos nos ha trasmitido en un lenguaje popular, muchas veces incorrecto en la forma, pero vivaz y lleno de encanto.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Marcos_evangelista.htm)

24 abril, 2016

Santa Salomé



¡Oh!, Santa Salomé, vos, sois la hija del Dios de la vida y
su amada santa, además, madre de los Apóstoles Santiago y
Juan,  y, que  con María de Cleofás y María Magdalena, 
al amanecer del día de Pascua, se dirigieron al sepulcro
del Señor para ungir su cuerpo y allí recibieron el primer
anuncio de la Resurrección. Vos, fuisteis  una de las primeras
cristianas, que os sentisteis fascinada por la revolución
que trajo Cristo al mundo, a la sazón erais esposa del Zebedeo,
marinero conocido de Betsaida,  en Israel. Y, algo maravilloso
erais madre de dos de los primeros discípulos que el Señor
eligió para su ministerio: Santiago y Juan. A vos, no os encantaba
admirar a Jesús, y os involucraseis hasta el mismo sepulcro
de Dios de la vida. Lo seguías por todas partes y, además,
prestabais un servicio a todos los seguidores de Nuestro Señor.
Vos, quisisteis que vuestros hijos, estuvieran uno a la derecha y
el otro a la izquierda de Jesús, porque aún no habíais comprendido
la escencia del reino que Él, vino a implantar en la tierra. Vos,
soñabais con un Mesías poderoso, aguerrido y triunfador, pero,
después os disteis cuenta de todo lo contrario. En el día
de la Pasión, vos, estabais al pie mismo de la Cruz, y lo poco
o mucho de dinero que teníais, lo empleasteis con amor
para comprar aromas para embalsamar el cuerpo de Jesús.
Y, como premio, fuisteis la mujer que quedasteis impresionada
cuando el domingo de Resurrección, encontrasteis vacía
la tumba. Aquella dulce mañana, en que el Dios de la vida
resucitó, tuvisteis la suerte de ver mucho antes que otros que
lo que había dicho el Señor se había cumplido tal y como lo dijo.
¡Oh!, Santa Salomé, “viva fe por la gracia de Nuestro Señor Jesús”.

 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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24 de abril
Santa Salomé  
Madre de los Apóstoles Santiago y Juan
Santa del Nuevo Testamento


Por: P. Felipe Santos |


Martirologio Romano: En Jerusalén, conmemoración de las santas mujeres María de Cleofás y Salomé, que junto con María Magdalena, al amanecer del día de Pascua, se dirigieron al sepulcro del Señor para ungir su cuerpo y allí recibieron el primer anuncio de la Resurrección. († s.I)

Etimológicamente: Salomé = Paz, viene de la lengua hebrea

Breve Biografía


Un cristiano que pone su confianza en el hombre, no llega a ningún puerto con seguridad y mucho menos al corazón de Dios, el primero al que debemos amar y el primero en el que hay que confiar.


Salomé fue una cristiana de las primeras que se sintió fascinada por la revolución que trajo Cristo al mundo. Pertenece al siglo I.


Era la esposa del Zebedeo, uno de los marineros más conocidos de Betsaida, Israel.

Era también la madre de dos de los primeros discípulos que el Señor eligió para el ministerio, Santiago y Juan.


Esta mujer no se contentaba con admirar a Jesús simplemente. Se mojó en todo el sentido pleno de la palabra.


Lo seguía por todas partes y, además, prestaba un servicio estimable a todos los seguidores de Cristo el Señor.


Ella, como toda madre, quería que sus dos hijos estuvieran uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús.

No había comprendido todavía nada del reino que Jesús vino a predicar e implantar en la tierra.


Ella soñaba con un Mesías poderosos, aguerrido y triunfador. Después se daría cuenta de todo lo contrario.

En el día de la Pasión, ella estaba al pie mismo de la Cruz.

Igualmente, lo poco que tuviera de dinero, lo empleó para comprar aromas para embalsamar el cuerpo de Jesús.


Fue también la mujer que se quedó impactada cuando el domingo de Resurrección, al ir a la tumba, la encontró vacía.


En el alba de la preciosa mañana en que Cristo resucitó, tuvo la suerte de ver mucho antes que otros que lo que había dicho el Señor se había cumplido tal y como lo dijo.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/35153/salom-santa.html)

23 abril, 2016

San Jorge




¡Oh!, San Jorge, bendito, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo, y aquél que, al dragón
vencisteis, y, luego de éxtasis lleno, a Jesucristo
entre las multitudes aclamasteis, animándolas de corazón
a cristianos ser. Diocleciano, emperador, enterado,
enfureció y mandó que todos adorasen a sus falsarios
dioses, prohibiendo con el Dios de la vida hacerlo. Y,
vos, por negaros, obligado fuisteis a aquella traición,
pero, os negasteis y ratificasteis como seguidor fiel
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, así y todo,
ellos os llevaron en frente de sus falsarias estatuas
albergando que os arrepentiríais, y tan solo ante
vuestra presencia, aquellas cayeron y se despedazaron.
Y, bastó ello y condenado al martirio y la muerte
fuisteis por el infame emperador. Entonces, vuestra
alma, a Dios os encomendasteis, diciendo: “Señor, en
tus manos encomiendo mi alma”. ¿Mataron vuestro cuerpo?
Sí, pero, no, vuestra alma, que, presta, a la Celeste
Patria marchó, para cubriros, con corona de luz, como
premio a vuestro grande amor y entrega de vida y fe;
Patrono Santo de Inglaterra y de los Boys Scouts;
¡Oh!; San Jorge, “vivo agricultor del Dios de la vida”.


© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Abril
San Jorge
Mártir (303)


Que Dios nos conceda valor como a San Jorge para luchar contra el dragón infernal y vencerlo y no permitirle que nos esclavice con sus tentaciones. Los que siembran entre pesares, cosechan entre cantares. (S. Biblia Salmos).
Jorge significa: el agricultor.

Biografía

Nacido en Lydda, Palestina, la tierra de Jesús, era hijo de un agricultor muy estimado. Entró al ejército y llegó a ser capitán. Se hizo famoso porque al llegar a una ciudad de Oriente se encontró con que un terrible caimán (o dragón o tiburón) devoraba a mucha gente y nadie se atrevía a acercársele. San Jorge lo atacó valientemente y acabó con tan feroz animal. Y reuniendo a todos los vecinos que estaban llenos de admiración y de emoción, les habló muy hermosamente de Jesucristo y obtuvo que muchos de ellos se hicieran cristianos.

Pero el emperador Diocleciano mandó que todos tenían que adorar ídolos o dioses falsos y prohibió adorar a Jesucristo. El capitán Jorge declaró que él nunca dejaría de adorar a Cristo y que jamás adoraría ídolos. Entonces el emperador declaró pena de muerte contra él. De paso para el sitio del martirio lo llevaron al templo de los ídolos para ver si los adoraba, pero en su presencia varias de esas estatuas cayeron derribadas por el suelo y se despedazaron.

A Jorge lo martirizaron y mientras lo azotaban, él se acordaba de los azotes que le dieron a Jesús, y no abría la boca, y sufría todo por Nuestro Señor sin gritar ni llorar. Muchos al verlo exclamaban: “Es valiente. En verdad que vale la pena ser seguidor de Cristo”. Cuando lo iban a matar decía: “Señor, en tus manos encomiendo mi alma”. El siempre rezaba y Dios siempre lo escuchaba. Al oír la noticia de que ya le iban a cortar la cabeza se puso muy contento, porque él tenía muchos deseos de ir al cielo a estar junto a Nuestro Señor Jesucristo.

San Jorge mártir es el Patrono de Inglaterra y de los Boys Scouts

Su culto alcanzó gran celebridad desde muy antiguos tiempos en la Iglesia. La Iglesia de Oriente lo llama “El gran mártir”.

En tiempos de Las Cruzadas, el rey Ricardo Corazón de León se convenció en Tierra Santa de que San Jorge tenía un gran poder de intercesión en favor de los que lo invocaban y llevó su devoción a Europa, especialmente a Inglaterra.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Jorge_4_23.htm)

22 abril, 2016

San Lucio





¡Oh!; San Lucio, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y el primero de los reyes Ingleses
que abrazasteis el cristianismo, en tiempos de Eleuterio
Papa, gracias a los santos Fugacio y Damián, misioneros
apostólicos, que la fe de Cristo os hicieron conocer y os
convirtieron. Además, fue la causa de vuestra conversión
el milagro de la legión fulminante, donde la Melitina
legión, toda de cristianos, salvó a vuestro ejército de morir
de sed, atrayendo sobre vosotros una providencial lluvia,
al mismo tiempo que, sobre vuestros enemigos una granizada
caía y una tormenta de rayos que los derrotó. Lograsteis
buenas relaciones con el romano imperio, a quien debíais
el poder. Y, así, os dirigisteis a Roma, para conocer
la iglesia del Dios de la vida. Más tarde, os encontramos
en Coira, en un monte y en una cueva que vuestro nombre
lleva, pues vos, vivisteis retirado del mundanal ruido
antes de ofrendar vuestra santa vida, con vuestro martirio,
luego de estar preso y ser decapitado en la fortaleza
de Martiola. Desde allí, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser con corona de luz, como justo premio a
vuestra entrega de amor, fe y esperanza. Vuestras
reliquias, se conservan en Augsburgo, para plena alegría
de quienes intentamos seguiros desde este valle de lágrimas;
¡oh!, San Lucio, “viva esperanza de Cristo, hecha fe y luz”.

© 2016 Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Abril
San Lucio
Rey


San Lucio es, según una antiquísima tradición, el primero de los reyes de Inglaterra que abrazó el cristianismo, en tiempos del papa Eleuterio (170-185). El martirologio romano y el Liber Pontificalis concuerdan en ello y designan a los santos Fugacio y Damián como los misioneros apostólicos que llevaron la fe de Cristo a Inglaterra y convirtieron a Lucio. La versión histórica nos dice que Lucio era el jefe militar de uno de los pequeños Estados en que estaba dividida entonces Gran Bretaña.

La tradición señala como causa de su conversión, el milagro de la legión fulminante, la misma que relata que la legión Melitina, en tiempo de Marco Aurelio, compuesta toda ella de cristianos, en su expedición contra los sármatas salvó al ejército de morir de sed, atrayendo sobre ellos una lluvia providencial, al tiempo que caía sobre los enemigos una granizada y una tormenta de rayos que los derrotó.

Aprovechando Lucio las relaciones políticas con el imperio romano, al que debía su familia el poder, se dirigió a Roma para conocer la floreciente iglesia cristiana de la capital. Vuelve la tradición a completar su vida,situándolo en Coira (Suiza), donde hay un monte y una cueva dedicados a su nombre porque se cree que allí vivió retirado algún tiempo. Su vida terminó con el martirio: fue preso y decapitado en la fortaleza de Martiola. Sus reliquias se conservan en Augsburgo.

(http://www.elalmanaque.com/santoral/abril/22-4-lucio.htm)