28 marzo, 2017

San Hilarión de Bitinia o Pelecete, Abad



 
 
 
¡Oh!, San Hilarión de Bitinia, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, que siendo Abad, luchasteis
valerosamente en defensa del culto de las santas imágenes.
A, vos, os decían “ho neós”, que significa “el joven”, para
distinguiros de otros santos del mismo nombre y que
también fueron monjes: San Hilarión de Gaza, y San
San Hilarión, abad y presbítero, con quien es más fácil
confundiros porque pertenece al mismo contexto histórico:
el de la persecución iconoclasta. De vos, tenemos solo
datos litúrgicos: antífonas, lecturas del sinaxario, y sobre
todo un largo poema escrito por san José el Himnógrafo,
quien fue también víctima de la persecución iconoclasta,
que lleva en sus letras la palabra “hilaris”, por lo que
san José, aprovecha para aludir a vuestro nombre santo.
El contenido del poema, así como de las antífonas y noticias
de los sinaxarios, es panegírico más que biográfico; e insisten
en la pureza de vuestra vida, pues vos, desde joven ingresasteis
la vida monástica y crecisteis en la lucha cuerpo a cuerpo
contra las tentaciones; cargando sobre vuestros hombros
la cruz de Cristo, haciéndoos así, siervo santo de Dios, y, quien
os dotó con el don de curaciones, y de la expulsión de demonios.
Así, con las gracias de Dios, disteis vista a un ciego, el andar
a un cojo, la fortaleza a un hombre débil, y realizasteis muchos
milagros semejantes, siendo por ello, estimado por vuestro
pueblo. Vivisteis en tiempos de León el Isáurico, y a pesar
de las persecuciones a las que eran sometidos los monjes que
veneraban imágenes en aquellos tiempos; las vejaciones
preferisteis antes de renegar de vuestra fe. Y, así, habiendo
gastado vuestra santa vida en buena lid, donasteis vuestra
alma al cielo, para corona de luz recibir, como justo premio
a vuestra entrega increíble de amor a Cristo. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh!, San Hilarión de Bitinia, “vivo y fidelísimo siervo de Dios”.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Marzo
San Hilarión de Bitinia o Pelecete  
Abad
†: s. VIII – país: Turquía
Canonización: pre-congregación

Cerca del monte Olimpo, en Bitinia, san Hilarión, abad del monasterio de Pelecete, que luchó valerosamente en defensa del culto de las santas imágenes.

El santo Hilarión que conmemoramos hoy es llamado «ho neós», «el joven», para distinguirlo de otros santos del mismo nombre que también han sido monjes: San Hilarión de Gaza, abad, al que celebramos el 21 de octubre, y San Hilarión, abad y presbítero, del 6 de junio, con quien es más fácil confundirlo, porque pertenece al mismo contexto histórico, el de la persecusión iconoclasta.

De este Hilarión no ha quedado la narración de una «Vita», sino que prácticamente todos los testimonios que tenemos acerca de él son litúrgicos: antífonas, lecturas del sinaxario, y sobre todo un largo poema escrito por san José el Himnógrafo, a quien celebramos el 3 de abril, y que, aunque vivió un siglo después, fue también víctima de la persecusión iconoclasta.

El poema tiene la curiosidad de que es un acrostico, donde cada estrofa (de cuatro versos), en griego, comienza con una de las letras de la frase: «Cantaré tus gozosas costumbres, Padre – José»; en griego como en latín, «gozosas» se puede decir con la palabra “hilaris”, por lo que el himnógrafo aprovecha para aludir al nombre del santo.

El contenido del poema, así como de las antífonas y noticias de los sinaxarios, es panegírico más que biográfico; insisten en la pureza de vida de Hilario, que desde joven ingresó a la vida monástica y fue creciendo en la lucha cuerpo a cuerpo contra las tentaciones; cargó sobre sus hombros la cruz de Cristo, y de tal modo se hizo acepto a Dios, que este lo dotó con el don de curaciones, y de expulsar al demonio. Dio la vista a un ciego, el andar a un cojo, fortaleza a un hombre débil, y realizó muchos milagros semejantes, de tal modo que era estimado por el pueblo.

Posiblemente su vida se desarrolló a mediados del siglo VIII, en tiempo de León el Isáurico, y a pesar de las persecusiones a las que eran sometidos los monjes que veneraban imágenes en aquellos tiempos, prefirió la vejaciones a renegar de la fe.

No sabemos más detalles concretos de su cornología, y ni siquiera la ubicación exacta del monasterio de Pelecete, al que perteneció.

(http://vidas-santas.blogspot.pe/2013/03/san-hilarion-de-pelecete-abad.html)

27 marzo, 2017

San Ruperto

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¡Oh!,San Ruperto, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y aquél que, honor hicisteis al significado
de vuestro nombre: “hombre de fama brillante”. Baviera y
el Danubio, saben de vos, y muy bien, y además, la gente
de la realeza a quienes lograsteis cristianos hacer. Santa
Erentrudes, hermana vuestra, fundó un convento y con ello
os ayudó en vuestra tarea evangelizadora, para gloria de Cristo,
Dios y Señor Nuestro. Y, así, y, para gloria del Dios Vivo,
de pronto, paganos templos se convirtieron en cristianos
y, en medio de ellos, los milagros se sucedían y, vuestros
sermones, posible hicieron cientos de conversiones
maravillosas. No sólo disteis, saber espiritual, sino que,
también os preocupasteis por su material abundancia. Alemania,
Austria e Irlanda, hasta hoy os veneran, por vuestro carisma
de evangelizador misericordioso y piadoso. Vuestros amados
compañeros, también fueron declarados santos por la Iglesia
Católica. Pero, sabido es que, nada es para siempre en este
mundo. Y, llegó el día en que, vuestra alma, voló al cielo
para coronada ser, con corona de luz como justo premio a
a vuestra entrega grande de amor. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Ruperto, “vivo evangelizador para la gloria de Cristo”.



© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Marzo San Ruperto Obispo, misionero (año 710)

Ruperto significa (en alemán) “hombre de fama brillante”.
Fue el gran misionero que evangelizó el sur de Alemania, la región de Baviera. Era obispo de la ciudad de Worm.
Acompañado de un buen número de misioneros llegó a Baviera en el año 697 y se presentó al duque Teodo, que era pagano, y le pidió permiso para evangelizar en esa región.

Como llevaba recomendaciones del rey Childeberto, el duque le concedió el permiso de predicar. Una hermana del duque era cristiana y logró convencerlo para que fuera a escuchar los sermones de San Ruperto, y tanto le agradaron que al poco tiempo se hizo cristiano, y junto con gran número de los empleados de su palacio y de su gobierno se hizo bautizar. Esto facilitó mucho la obra de evangelización de San Ruperto y sus compañeros, porque ya en el gobierno no había oposición a la predicación.

El pueblo de Baviera demostró muy buenas disposiciones para aceptar el cristianismo. Y pronto los templos paganos se fueron transformando en templos cristianos y apoyados por las curaciones milagrosas que hacía, los sermones de San Ruperto lograron un gran número de conversiones.

Junto con sus misioneros fueron recorriendo las orillas del río Danubio predicando y convirtiendo a miles de personas. Llegando a la ciudad de Jerusalén obtuvo del gobierno el permiso de reconstruirla y cambiarle de nombre. Le puso el nombre de Salzburgo (nombre que se ha hecho después mundialmente famoso porque en esa ciudad nació y murió el célebre músico Mozart). En aquella ciudad construyó ocho edificios para obras religiosas y varios templos. Se fue a su tierra Irlanda y se trajo doce nuevos misioneros y convenció a su hermana Santa Erentrudes a que fundara un convento de religiosas allí, y ella y sus monjas contribuyeron mucho a propagar la religión por toda esa región. Los compañeros de San Ruperto eran tan fervorosos que tres de ellos han sido declarados santos por la Iglesia Católica.

El santo no sólo se preocupaba por la instrucción religiosa de su pueblo sino por su progreso material. En los alrededores de Salzburgo había unas fuentes de agua salada y las hizo explotar técnicamente obteniendo sal para todas las gentes de los alrededores.

En Alemania, Austria e Irlanda se levantaron después numerosos templos en honor de este gran misionero y evangelizador, como agradecimiento por sus grandes obras.

Señor: envíanos muchos santos misioneros que despierten la fe de nuestros pueblos y los hagan progresar, material y espiritualmente.

Encomienda a Dios tus afanes y se te cumplirán tus buenos deseos.
(Salmo 54).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Ruperto.htm)

26 marzo, 2017

Domingo IV (A) de Cuaresma


 

Texto del Evangelio (Jn 9,1-41): Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?». Y había disensión entre ellos.

Hoy contemplamos un milagro que, por culpa nuestra, acaba en polémica. Algunos dicen que el ciego es un pecador. ¡Qué tontería! Para desmontar ese prejuicio, Jesús va y, directamente, lo cura… Le pide que se lave el barro. El hombre obedece y ¡queda curado! ¡Era sábado! Más discusiones: antes el ciego, ahora Jesús…
—Estaría bien criticar y juzgar menos, para rezar más. ¡Veríamos más milagros!

(http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2017-03-26)

25 marzo, 2017

La Anunciación del Ángel a la Virgen María



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¡Oh!, María,
Maravillosa
Cuando
Respondisteis a la
Pregunta del ángel:
“He aquí la esclava del Señor;
Hágase en mí según tu palabra”.
Y, bastó ese momento
En la eternidad del universo
Para que Vos, os
Convirtierais en
“Mater Christi”
“Mater Ecclesiae”
“Mater Universalis”
¡Oh!, María Santísima.

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Marzo
La Anunciación del Ángel a la Virgen María Solemnidad Litúrgica
Por: n/a | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Solemnidad Litúrgica

Martirologio Romano: Solemnidad de la Anunciación del Señor, cuando, en la ciudad de Nazaret, el ángel del Señor anunció a María: Concebirás y darás a luz un hijo, y se llamará Hijo del Altísimo. María contestó: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y así, llegada la plenitud de los tiempos, el que era antes de los siglos el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se encarnó por obra del Espíritu Santo de María, la Virgen, y se hizo hombre.

Breve Reseña

La última fase de toda la apoteosis salvadora comenzó en Nazaret. Hubo intervenciones angélicas y sencillez asombrosa. Era la virgen o pártenos del Isaías viejo la destinataria del mensaje. Todo acabó en consuelo esperanzador para la humanidad que seguía en sus despistes crónicos e incurables. Los anawin tuvieron razones para hacer fiesta y dejarse por un día de ayunos; se había entrado en la recta final.


La iconografía de la Anunciación es, por copiosa, innumerable: Tanto pintores del Renacimiento como el veneciano Pennacchi la ponen en silla de oro y vestida de seda y brocado, dejando al pueblo en difusa lontananza. Gabriel suele aparecer con alas extendidas y también con frecuencia está presente el búcaro con azucenas, símbolo de pureza. Devotas y finas quedaron las pinturas del Giotto y Fra Angélico, de Leonardo da Vinci, de fray Lippi, de Cosa, de Sandro Botticelli, de Ferrer Bassa, de Van Eyck, de Matthias Grünewald, y de tantos más.


Pero probablemente sólo había gallinas picoteando al sol y grito de chiquillos juguetones, estancia oscura o patio quizá con un brocal de pozo; quizá, ajenos a la escena, estaba un perro tumbado a la sombra o un gato disfrutaba con su aseo individual; sólo dice el texto bíblico que “el ángel entró donde ella estaba”.


Debió narrar la escena la misma María a san Lucas, el evangelista que la refiere en momento de intimidad.


Así fue como lo dijo Gabriel: “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo”. Aquel doncel refulgente, hecho de claridad celeste, debió conmoverla; por eso intervino “No temas, María, porque has hallado gracia ante de Dios; concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo a quien pon-drás por nombre Jesús. Éste será grande: se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por los siglos sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin”. La objeción la puso María con toda claridad: “¿Cómo será esto, pues no conozco varón?” No hacía falta que se entendiera todo; sólo era precisa la disposición interior. “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado santo, Hijo de Dios”.


Luego vino la comunicación del milagro operado en la anciana y estéril Isabel que gesta en su sexto mes, porque “para Dios ninguna cosa es imposible”.


Fiesta de Jesús que se encarnó -que no es ponerse rojo, sino que tomó carne y alma de hombre-; el Verbo eterno entró en ese momento histórico y en ese lugar geográfico determinado, ocultando su inmensidad.

Fiesta de la Virgen, que fue la que dijo “Hágase en mí según tu palabra”. El “sí” de Santa María al irrepetible prodigio trascendental que depende de su aceptación, porque Dios no quiere hacerse hombre sin que su madre humana acepte libremente la maternidad.


Fiesta de los hombres por la solución del problema mayor. La humanidad, tan habituada a la larguísima serie de claudicaciones, cobardías, blasfemias, suciedad, idolatría, pecado y lodo donde se suelen revolcar los hombres, esperaba anhelante el aplastamiento de la cabeza de la serpiente.


Los retazos esperanzados de los profetas en la lenta y secular espera habían dejado de ser promesa y olían ya a cumplimiento al concebir del Espíritu Santo, justo nueve meses antes de la Navidad.


¡Cómo no! Cada uno puede poner imaginación en la escena narrada y contemplarla a su gusto; así lo hicieron los artistas que las plasmaron con arte, según les pareció.

(http://es.catholic.net/op/articulos/32009/la-anunciacin-del-ngel-a-la-virgen-mara.html)

24 marzo, 2017

Santa Catalina de Suecia



 
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¡Oh!, Santa Catalina de Suecia, vos, sois la hija
del Dios de la vida, y, a pesar de casada estar,
en castidad vivisteis para admiración de extraños y
propios. Brígida, vuestra madre, de la revelación os
habló y, que, Dios, le había confiado, fundar la Orden
del Santísimo Salvador, cuyo fin era la de loar al Señor
y a Nuestra Señora, además, las ofensas reparar y
la oración contemplativa, la pasión, la muerte y
la resurrección, vivir como norma, para la salvación
de las almas, conseguir. Y, así, vos, y vuestra
amada madre se sumergieron en oración constante,
mortificación y pobreza, hasta que Dios Padre, os
respondió, obrando maravillosos milagros. Vos,
tuvisteis grandes revelaciones y predicciones
sobrenaturales, por vuestra exquisitez de alma,
que forjasteis con la confesión diaria, durante
veinticinco años, consiguiebdo así, la arrepentida
confesión de impenitentes cerca de la muerte.
Vuestra madre y vos, sois hoy, con justicia
habitantes del cielo, porque Dios, así lo quiso,
y por ello, os premió con coronas de luz eterna,
como premio a vuestra entrega de amor a Cristo;
Santa Patrona de todas las virgenes del orbe;
¡oh!, Santa Catalina de Suecia, “vivo amor por Dios”.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Marzo Santa Catalina de Suecia Virgen

Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año 1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.
Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren con quien acordó vivir su matrimonio en castidad; ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas.
Brígida, su madre, ha tenido la revelación de fundar la Orden del Santísimo Salvador que tenga como fin alabar al Señor y a la Santísima Virgen según la liturgia de la Iglesia, reparar por las ofensas que recibe de los hombres, propagar la oración contemplativa -preferentemente de la Pasión- para la salvación de las almas.
Madre e hija se encuentran juntas en Roma. Cuando Catalina tiene planes de regresar a su casa junto al esposo, Brígida comunica a su hija otra revelación sobrenatural de Dios: ha muerto su yerno. Esto va a determinar el rumbo de la vida de Catalina desde entonces. Ante el lógico dolor y la depresión anímica que sufre, es sacada de la situación por la Virgen. Es en estas circunstancias cuando muestra ante su madre la firme disposición interna a pasar toda suerte de penalidades y sufrimientos por Jesucristo. Las dos juntas y emprenden una época de oración intensa, de mortificación y pobreza extrema; sus cuerpos no conocen sino el suelo duro para dormir; visitan iglesias y hacen caridad. La joven viuda rechaza proposiciones matrimoniales que surgen frecuentes, llegando algunas hasta la impertinencia y el acoso. Peregrinan a los santuarios famosos y organizan una visita a Tierra Santa para empaparse de amor a Dios en los lugares donde padeció y murió el Redentor.
En el año 1373 han regresado, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.
Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre.
Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.
También se habla de luces que rodean el cuerpo inerte después de su muerte, de una estrella que pudo verse por un tiempo señalando el lugar del reposo y de luminosidades que refulgían junto al sarcófago. No es extraño que la leyenda haya querido dejar su huella intentando hacer que los sentidos descubran la magnanimidad de su alma que sólo es perceptible por lo externo. Por eso dijeron que nunca mamó la leche de la nodriza mundana mientras buscaba el pecho de su madre santa y de otras mujeres honestas. Igualmente contaron que libró a Roma de inundación entrando sus pies en el Tiber y hablaron de la liberación de una posesa.
De todos modos, los santos de ayer y de hoy, siempre han sido puntos de inflexión de la gracia para el bien de todos los hombres.
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Hoy, también celebramos a Santa Elba.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

23 marzo, 2017

Santo Toribio de Mogrovejo


 

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¡Oh; Santo Toribio de Mogrovejo; vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo, y, aunque
abrazasteis la Cruz de Cristo en el continente viejo;
vuestro corazón extendisteis a la América morena,
y como, si el espíritu de San Pablo, en vos viviese,
de palmo a palmo la recorristeis, diseminando la
palabra del Dios vivo, entre la gente de vuestro
tiempo. Vos, sabéis que no habrá dicha más grande,
que, la Dios os concedió: confirmar en la fe de Nuestro
Señor Jesús a los que hoy, santos ya, como vos, la gloria
de los cielos comparten: Santa Rosa de Lima, San
Francisco Solano y el santo de la “escoba”, San Martín
de Porres. Celebrabais la misa con gran fervor, y
varias veces os vieron que mientras rezabais se os
llenaba el rostro de resplandores. Vos, recorristeis
unos cuarenta mil kilómetros visitando y ayudando
a vuestros fieles y, enviasteis al final de vuestra
vida, una relación al rey, contándole que habías
administrado el sacramento de la confirmación a
más de ochocientos mil personas. Os propusisteis
también, reunir a los sacerdotes y obispos de América
en Sínodos para dar leyes acerca del comportamiento
que deben tener los católicos. Vos, os levantabais
muy temprano y decíais: “Nuestro gran tesoro
es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo
para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios
nos tomará estricta cuenta del modo como hemos
empleado nuestro tiempo”. Fundasteis el primer
seminario de América e insistíais en que vuestros
religiosos aceptaran parroquias en sitios pobres.
Duplicasteis el número de parroquias en vuestro
territorio. Vuestra generosidad os llevaba a repartir a
los pobres todo lo que poseíais. Cuando la epidemia
llegó, gastasteis vuestros bienes en socorrer a los
enfermos, y vos, mismo recorristeis las calles
acompañado de una gran multitud, llevando en
vuestras manos un gran crucifijo y rezándole a Dios
por misericordia y salud para todos. Y, así, un día,
luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo mientras estabais
predicando y confirmando a los indígenas. Antes
de morir repetíais la palabras de San Pablo: “Deseo
verme libre de las ataduras de este cuerpo y quedar
en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo”.
Ya moribundo pedisteis a los que os rodeaban vuestro
lecho que entonaran el salmo que dice: “De gozo se
llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a
la Casa del Señor. Que alegría cuando me dijeron:
vamos a la Casa del Señor”. Y, luego dijisteis las palabras
de salmo 30: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
¿Qué premio podríais tener vos, si la tarea vuestra,
fue hecha perfecta? ¡Corona de luz eterna recibir!
Y, es la misma que lucís hoy, y cuya brillantez alumbra y
guía a los fieles, hombres y mujeres de nuestro tiempo,

Santo Patrono del Episcopado Latinoamericano;
¡Oh!; Santo Toribio de Mogrovejo “vivo Jesucristo”.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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23 de Marzo
Santo Toribio de Mogrovejo
Arzobispo de Lima
(año 1606)

 
Nació en Mayorga, España, en 1538. Los datos acerca de este Arzobispo, personaje excepcional en la historia de Sur América, producen asombro y maravilla.
Los historiadores dicen que Santo Toribio fue uno de los regalos más valiosos que España le envió a América. Las gentes lo llamaban un nuevo San Ambrosio, y el Papa Benedicto XIV dijo de él que era sumamente parecido en sus actuaciones a San Carlos Borromeo, el famoso Arzobispo de Milán.
Toribio era graduado en derecho, y había sido nombrado Presidente del Tribunal de Granada (España) cuando el emperador Felipe II al conocer sus grandes cualidades le propuso al Sumo Pontífice para que lo nombrara Arzobispo de Lima. Roma aceptó y envió en nombramiento, pero Toribio tenía mucho temor a aceptar. Después de tres meses de dudas y vacilaciones aceptó.
El Arzobispo que lo iba a ordenar de sacerdote le propuso darle todas las órdenes menores en un solo día, pero él prefirió que le fueran confiriendo una orden cada semana, para así irse preparando debidamente a recibirlas.
En 1581 llegó Toribio a Lima como Arzobispo. Su arquidiócesis tenía dominio sobre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile y parte de Argentina. Medía cinco mil kilómetros de longitud, y en ella había toda clase de climas y altitudes. Abarcaba más de seis millones de kilómetros cuadrados.
Al llegar a Lima Santo Toribio tenía 42 años y se dedicó con todas sus energías a lograr el progreso espiritual de sus súbditos. La ciudad estaba en una grave situación de decadencia espiritual. Los conquistadores cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a corregirlos. Muchos para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que esa era la costumbre. El arzobispo les respondió que Cristo es verdad y no costumbre. Y empezó a atacar fuertemente todos los vicios y escándalos. A los pecadores públicos los reprendía fuertemente, aunque estuvieran en altísimos puestos.
Las medidas enérgica que tomó contra los abusos que se cometían, le atrajeron muchos persecuciones y atroces calumnias. El callaba y ofrecía todo por amor a Dios, exclamando, “Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor”.
Tres veces visitó completamente su inmensa arquidiócesis de Lima. En la primera vez gastó siete años recorriéndola. En la segunda vez duró cinco años y en la tercera empleó cuatro años. La mayor parte del recorrido era a pie. A veces en mula, por caminos casi intransitables, pasando de climas terriblemente fríos a climas ardientes. Eran viajes para destruir la salud del más fuerte. Muchísimas noches tuvo que pasar a la intemperie o en ranchos miserabilísmos, durmiendo en el puro suelo. Los preferidos de sus visitas eran los indios y los negros, especialmente los más pobres, los más ignorantes y los enfermos.
Logró la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de visita pastoral viajaba siempre rezando. Al llegar a cualquier sitio su primera visita era al templo. Reunía a los indios y les hablaba por horas y horas en el idioma de ellos que se había preocupado por aprender muy bien. Aunque en la mayor parte de los sitios que visitaba no había ni siquiera las más elementales comodidades, en cada pueblo se quedaba varios días instruyendo a los nativos, bautizando y confirmando.
Celebraba la misa con gran fervor, y varias veces vieron los acompañantes que mientras rezaba se le llenaba el rostro de resplandores.
Santo Toribio recorrió unos 40,000 kilómetros visitando y ayudando a sus fieles. Pasó por caminos jamás transitados, llegando hasta tribus que nunca habían visto un hombre blanco.
Al final de su vida envió una relación al rey contándole que había administrado el sacramento de la confirmación a más de 800,000 personas.
Una vez una tribu muy guerrera salió a su encuentro en son de batalla, pero al ver al arzobispo tan venerable y tan amable cayeron todos de rodillas ante él y le atendieron con gran respeto las enseñanzas que les daba.
Santo Toribio se propuso reunir a los sacerdotes y obispos de América en Sínodos o reuniones generales para dar leyes acerca del comportamiento que deben tener los católicos. Cada dos años reunía a todo el clero de la diócesis para un Sínodo y cada siete años a los de las diócesis vecinas. Y en estas reuniones se daban leyes severas y a diferencia de otras veces en que se hacían leyes pero no se cumplían, en los Sínodos dirigidos por Santo Toribio, las leyes se hacían y se cumplían, porque él estaba siempre vigilante para hacerlas cumplir.
Nuestro santo era un gran trabajador. Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía frecuentemente: “Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo”.
Fundó el primer seminario de América. Insistió y obtuvo que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Casi duplicó el número de parroquias o centros de evangelización en su arquidiócesis. Cuando él llegó había 150 y cuando murió ya existían 250 parroquias en su territorio.
Su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le recomendó: “Váyase rapidito, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se lleve la ropa que tengo para cambiarme”.
Cuando llegó una terrible epidemia gastó sus bienes en socorrer a los enfermos, y él mismo recorrió las calles acompañado de una gran multitud llevando en sus manos un gran crucifijo y rezándole con los ojos fijos en la cruz, pidiendo a Dios misericordia y salud para todos.
El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una capillita de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y confirmando a los indígenas.
Estaba a 440 kilómetros de Lima. Cuando se sintió enfermo prometió a sus acompañantes que le daría un premio al primero que le trajera la noticia de que ya se iba a morir. Y repetía aquellas palabras de San Pablo: “Deseo verme libre de las ataduras de este cuerpo y quedar en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo”.
Ya moribundo pidió a los que rodeaban su lecho que entonaran el salmo que dice: “De gozo se llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a la Casa del Señor. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor”.
Las últimas palabras que dijo antes de morir fueron las del salmo 30: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
Su cuerpo, cuando fue llevado a Lima, un año después de su muerte, todavía se hallaba incorrupto, como si estuviera recién muerto.
Después de su muerte se consiguieron muchos milagros por su intercesión. Santo Toribio tuvo el gusto de administrarle el sacramento de la confirmación a tres santos: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres.
El Papa Benedicto XIII lo declaró santo en 1726.
Y toda América del Sur espera que este gran santo e infatigable apóstol, quizás el más grande obispo que ha vivido en este continente, siga rogando para que nuestra santa religión se mantenga fervorosa y creciente en todos estos países.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Toribio_de_Mogrovejo.htm)

22 marzo, 2017

Santa Lea


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¡Oh!, Santa Lea, vos, sois la hija del Dios de la vida,
su amada santa y, que, en aquellos tiempos por San
Jerónimo, considerada fuisteis “santísima”, porque,
viuda quedando, renunciasteis al mundo e ingresasteis
a un monasterio, dentro del cual, a ser su superiora
llegasteis. Y, el mismísimo San Jerónimo, de vos,
escribió así: “De un modo tan completo se convirtió a
Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre
de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras,
mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches
en oración y enseñaba a sus compañeras más con el
ejemplo que con sus palabras. Fue tan grande su humildad
y sumisión, que la que había sido señora de tantos
criados parecía ahora criada de todos; aunque tanto
más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por
señora de hombres. Su vestido era pobre y sin ningún
esmero, comía cualquier cosa, llevaba los cabellos
sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en
todo la ostentación”. ¡Qué maravilla! Un santo describe
a otra santa. Y, así, un día de vuestro tiempo, voló
vuestra alma al cielo, para corona de luz recibir,
como justo premio a vuestra entrega increible de amor;
¡oh!, Santa Lea, “viva excelsitud del amor de Dios”.


 
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Marzo Santa Lea Abadesa

De “la santísima Lea”, como la llama san Jerónimo, sólo sabemos lo que él mismo nos dice en una especie de elogio fúnebre que incluyó en una de sus cartas. Era una matrona romana que al enviudar – quizá joven aún – renunció al mundo para ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando siempre una vida ejemplarísima.

Estas son las palabras insustituibles de san Jerónimo: «De un modo tan completo se convirtió a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus palabras».

Estas son las palabras insustituibles de san Jerónimo: «De un modo tan completo se convirtió a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus palabras».

«Fue tan grande su humildad y sumisión, que la que había sido señora de tantos criados parecía ahora criada de todos; aunque tanto más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por señora de hombres. Su vestido era pobre y sin ningún esmero, comía cualquier cosa, llevaba los cabellos sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en todo la ostentación».

No sabemos más de esta dama penitente, cuyo recuerdo sólo pervive en las frases que hemos citado de san Jerónimo. La Roma en la que fue una rica señora de alcurnia no tardaría en desaparecer asolada por los bárbaros, y Lea, «cuya vida era tenida por todos como un desatino», llega hasta nosotros con su áspero perfume de santidad que desafía al tiempo.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)