13 septiembre, 2017

San Juan Crisóstomo

 
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 ¡Oh!, San Juan Crisóstomo, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, llamado “Crisóstomo”,
que significa “boca de oro”, porque, vuestras prédicas,
riquísimo manjar eran. Vuestra casa, la convertisteis
en monasterio dedicándoos al estudio, la oración y
la penitencia. Marchasteis al desierto por seis años,
a la muerte de vuestra madre a continuar orando,
penitencias haciendo y leyendo la Santa Biblia. Y,
de vuelta a la ciudad, continuasteis predicando, bajo
la guía del Santo Espíritu. Escritor prolijo, trece
libros nos legasteis, que prueba son, de vuestra alma
exquisita y espíritu. Aplauso y llanto y viceversa,
en vuestras prédicas recogíais, prueba de abrir el alma
y el espíritu, para luego, en frutos recoger vivas
conversiones. Y, de la trifulca de los impuestos, al
“Discurso de las estatuas”, que, conmovieron a vuestros
fieles, hicieron de vos, famoso predicador del mundo
de aquél entonces. ¿Castigo? No más a la ciudad,
por vuestros ruegos. Vos, aconsejabais diciendo: “sed
pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y
así, buen ejemplo dar, y, con lo que ahorréis, ayudad a
los necesitados”. Con vuestros sermones, atacasteis
toda clase de lujos, en el vestir y en sus mobiliarios y,
cuando obró el mal en vos, dijisteis: “¿Qué me destierran?
¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí
cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me
pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me
matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro
Jesús, y como Él, daré mi vida por mis ovejas”. Ni bien
salisteis, terremoto en Constantinopla y de terror llenos,
los gobernantes os rogaron que volvieseis, para poner
calma. Y, así fue, pues un inmenso gentío salió a recibiros
emocionado. Basilisco Santo, se os apareció en sueños,
y os decía: “ánimo, Juan, mañana estaremos juntos”. Y,
así, fue. Vos, dijisteis antes de morir: “Sea dada la gloria a
Dios por todo”. Y, así, luego de haber gastado vuestra
santa vida, en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser, con corona de luz como premio a vuestra
increíble entrega de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh! Santo Patrono de todos los predicadores de la tierra;
¡oh!, San Juan Crisóstomo, “viva boca del Dios de la Vida”.

 

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Septiembre  
San Juan Crisóstomo  
Patrono de los predicadores  
Año 407


Santo arzobispo de Constantinopla, la gente le puso el apodo de “Crisóstomo” que significa: “boca de oro”, porque sus predicaciones eran enormemente apreciadas por sus oyentes. Es el más famoso orador que ha tenido la Iglesia. Su oratoria no ha sido superada después por ninguno de los demás predicadores.
Nació en Antioquía (Siria) en el año 347. Era hijo único de un gran militar y de una mujer virtuosísima, Antusa, que ha sido declarada santa también.

A los 20 años Antusa quedó viuda y aunque era hermosa renunció a un segundo matrimonio para dedicarse por completo a la educación de su hijo Juan. Desde sus primeros años el jovencito demostró tener admirables cualidades de orador, y en la escuela causaba admiración con sus declamaciones y con las intervenciones en las academias literarias. La mamá lo puso a estudiar bajo la dirección de Libanio, el mejor orador de Antioquía, y pronto hizo tales progresos, que preguntado un día Libanio acerca de quién desearía que fuera su sucesor en el arte de enseñar oratoria, respondió: “Me gustaría que fuera Juan, pero veo que a él le llama más la atención la vida religiosa, que la oratoria en las plazas”.

Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer penitencia.

Cuando su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando, haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era para una salud como la suya.

El llegar otra vez a Antioquía fue ordenado de sacerdote y el anciano Obispo Flaviano le pidió que lo reemplazara en la predicación. Y empezó pronto a deslumbrar con sus maravillosos sermones. La ciudad de Antioquía tenía unos cien mil cristianos, los cuales no eran demasiado fervorosos. Juan empezó a predicar cada domingo. Después cada tres días. Más tarde cada día y luego varias veces al día. Los templos donde predicaba se llenaban de bote en bote. Frecuentemente sus sermones duraban dos horas, pero a los oyentes les parecían unos pocos minutos, por la magia de su oratoria insuperable. La entonación de su voz era impresionante. Sus temas, siempre tomados de la S. Biblia, el libro que él leía día por día, y meditaba por muchas horas. Sus sermones están coleccionados en 13 volúmenes. Son impresionantemente bellos.

Era un verdadero pescador de almas. Empezaba tratando temas elevados y de pronto descendía rápidamente como un águila hacia las realidades de la vida diaria. Se enfrentaba enardecido contra los vicios y los abusos. Fustigaba y atacaba implacablemente al pecado. Tronaba terrible su fuerte voz contra los que malgastaban su dinero en lujos e inutilidades, mientras los pobres tiritaban de frío y agonizaban de hambre.
El pueblo le escuchaba emocionado y de pronto estallaba en calurosos aplausos, o en estrepitoso llanto el cual se volvía colectivo e incontenible. Los frutos de conversión eran visibles.

El emperador Teodosio decretó nuevos impuestos. El pueblo de Antioquía se disgustó y por ello armó una revuelta y en el colmo de la trifulca derribaron las estatuas del emperador y de su esposa y las arrastraron por las calles. La reacción del gobernante fue terrible. Envió su ejército a dominar la ciudad y con la orden de tomar una venganza espantosa. Entre la gente cundió la alarma y a todos los invadió el terror. El Obispo se fue a Constantinopla, la capital, a implorar el perdón del airado emperador y las multitudes llenaron los templos implorando la ayuda de Dios.

Y fue entonces cuando Juan Crisóstomo aprovechó la ocasión para pronunciar ante aquel populacho sus famosísimos “Discursos de las estatuas” que conmovieron enormemente a sus miles de oyentes logrando conversiones. Esos 21 discursos fueron quizás los mejores de toda su vida y lo hicieron famoso en los países de los alrededores. Su fama llegó hasta la capital del imperio. Y el fervor y la conversión a que hizo llegar a sus fieles cristianos, obtuvieron que las oraciones fueran escuchadas por Dios y que el emperador desistiera del castigo a la ciudad.

En el año 398, habiendo muerto el arzobispo de Constantinopla, le pareció al emperador que el mejor candidato para ese puesto era Juan Crisóstomo, pero el santo se sentía totalmente indigno y respondía que había muchos que eran más dignos que él para tan alto cargo. Sin embargo el emperador Arcadio envió a uno de sus ministros con la orden terminante de llevar a Juan a Constantinopla aunque fuera a la fuerza. Así que el enviado oficial invitó al santo a que lo acompañara a las afueras de la ciudad de Antioquía a visitar las tumbas de los mártires, y entonces dio la orden a los oficiales del ejército de que lo llevaran a Constantinopla con la mayor rapidez posible, y en el mayor secreto porque si en Antioquía sabían que les iban a quitar a su predicador se iba a formar un tumulto inmenso. Y así fue que tuvo que aceptar ser arzobispo.

Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.

Pronto, en sus elocuentes sermones empezó a atacar fuertemente el lujo de las gentes en el vestir y en sus mobiliarios y fue obteniendo que con lo que muchos gastaban antes en vestidos costosísimos y en muebles ostentosos, lo empezaran a emplear en ayudar a la gente pobre. El mismo daba ejemplo en esto, y la gente se conmovía ante sus palabras y su modo tan pobre y mortificado de vivir.

En aquellos tiempos había una ley de la Iglesia que ordenaba que cuando una persona se sentía injustamente perseguida podía refugiarse en el templo principal de la ciudad y que allí no podían ir las autoridades a apresarle. Y sucedió que una pobre viuda se sintió injustamente perseguida por la emperatriz Eudoxia y por su primer ministro y se refugió en el templo del Arzobispo. Las autoridades quisieron ir allí a apresarla pero San Juan Crisóstomo se opuso y no lo permitió. Esto disgustó mucho a la emperatriz. Y unos meses más tarde Eudoxia peleó con su primer ministro y se propuso echarlo a la cárcel. Él corrió a refugiarse en el templo del arzobispo y aunque la policía de la emperatriz quiso llevarlo preso, San Juan Crisóstomo no lo permitió. El ministro que antes había querido llevarse prisionera a una pobre mujer y no pudo, porque el arzobispo la defendía, ahora se vio él mismo defendido por el propio santo. Eudoxia ardía de rabia por todo esto y juraba vengarse pero el gran predicador gritaba en sus sermones: “¿Cómo puede pretender una persona que Dios le perdone sus maldades si ella no quiere perdonar a los que le han ofendido?”

Eudoxia se unió con un terrible enemigo que tenía Crisóstomo, y era Teófilo de Alejandría. Este reunió un grupo de los que odiaban al santo y entre todos lo acusaron de un montón de cosas. Por ej. Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías, etc., etc.

Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía: “¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas…”

Ocultamente fue enviado al destierro, pero sobrevino un terremoto en Constantinopla y llenos de terror los gobernantes le rogaron que volviera otra vez a la ciudad, y un inmenso gentío salió a recibirlo en medio de grandes aclamaciones.

Eudoxia, Teófilo y los demás enemigos no se dieron por vencidos. Inventaron nuevas acusaciones contra Juan, y aunque el Papa de Roma y muchos obispos más lo defendían, le enviaron desterrado al Mar Negro. El anciano arzobispo fue tratado brutalmente por algunos de los militares que lo llevaban prisionero, los cuales le hacían caminar kilómetros y kilómetros cada día, con un sol ardiente, lo cual lo debilitó muchísimo. El trece de septiembre, después de caminar diez kilómetros bajo un sol abrasador, se sintió muy agotado. Se durmió y vio en sueños que San Basilisco, un famoso obispo muerto hacía algunos años, se le aparecía y le decía: “Animo, Juan, mañana estaremos juntos”. Se hizo aplicarlos últimos sacramentos; se revistió de los ornamentos de arzobispo y al día siguiente diciendo estas palabras: “Sea dada gloria a Dios por todo”, quedó muerto. Era el 14 de septiembre del año 404.

Eudoxia murió unos días antes que él, en medio de terribles dolores. Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando. El Papa San Pío X nombró a San Juan Crisóstomo como Patrono de todos los predicadores católicos del mundo. Que Dios nos siga enviando muchos predicadores como él. ¿Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros? (San Pablo Rom.8).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Crisostomo.htm)

12 septiembre, 2017

Santísimo Nombre de María


 
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¡Oh!, Santa madre del Redentor, “María”, es vuestro
Santísimo Nombre, y, el Evangelio así, lo dice: “Y el
nombre de la Virgen era María”. Y, Vuestro nombre, “María”
traído del cielo por el mismo Dios, tenía en secreto,
“misión sagrada”, y, regalado ser como nombre a la
Madre del Dios Vivo. Y, así, desde siempre y por siempre,
por todos los siglos, se ha invocado vuestro Santísimo
Nombre con amor, respeto y confianza. Si los nombres
de los personajes bíblicos importantes son, ¿cuánto más
el de Vos, María? Santa Madre del Redentor en el mundo y
en la eternidad. ¡“María”, el dulce y bello de cuantos
nombres que se han pronunciado en esta tierra después
de el de Jesús! San Bernardo, nos dice de Vuestro Nombre
así: “No apartéis vuestra mirada del resplandor de esta
estrella, si no queréis sucumbir entre las olas del mundo.
Cuando soplen vientos de tentaciones y las tribulaciones os
abatan, invocad a María. Cuando olas furiosas de soberbia,
ambición o envidia os amenacen tragaros, mirad a la estrella,
invocad a María. Si la ira, avaricia o impureza quieren
hundir la nave de vuestra alma, mirad a la estrella, llamad
a María. Si, desesperado estáis por la multitud de vuestros
pecados y anegado por vuestras miserias y empezáis a
desconfiar de vuestra salvación, pensad en María. En los
peligros y sufrimientos, en vuestros trabajos y luchas,
pensad en María, invocad a María. Que su nombre no se aleje
de vuestro corazón ni se separe de vuestros labios». Y,
él, mismo en su segunda homilía de la Anunciación dice:
“Siguiéndola a ella, no te desviarás. Rogándole, serás
fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no caerás.
Siendo ella protectora, no temerás. Capitana, no te fatigarás.
Siendo propicia, llegarás”. Por ello y sólo para vuestros
nombres de Jesús y María, la liturgia una fiesta especial
ha establecido, porque vosotros sois “Redentor y Corredentora”;
¡Oh!, Santísimo Nombre de María, “Vivo Amor y del Dios Vivo.

© 2017 Luis Ernesto Chacón Delgado

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“María”


¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.


María, por nombre
sus padres, le pusieron.
Y, María, nombre
hebreo es, y en latín
es Domina; Soberana
o Señora significa.
Y, éso, es Ella, por
la autoridad misma
de su Hijo, soberano
y Señor del universo.
Alegres pues, llamemos
a María, Nuestra
Señora, como a Jesús
llamamos Nuestro Señor;
porque su nombre
pronunciar, afirmar
su poder es, implorar
su ayuda y bajo su
maternal protección,
siempre ponernos.


¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.

© 2012 luis Ernesto Chacón Delgado


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12 de Setiembre
El Santísimo Nombre de María


Por: Padre Tomás Morales, s. j.


MARÍA, EL NOMBRE DE LA VIRGEN

“Y el nombre de la Virgen era María”, nos dirá el Evangelio. En la Sagrada Escritura y en la liturgia el nombre tiene un sentido más profundo que el usual en el lenguaje de nuestros días. Es la expresión de la personalidad del que lo lleva, de la misión que Dios le encomienda al nacer, la razón de ser de su vida.

El nombre de la Madre de Dios no fue escogido al azar. Fue traído del cielo. Todos los siglos han invocado el nombre de María con el mayor respeto, confianza y amor… Si los nombres de personajes bíblicos juegan papel tan importante en el drama de nuestra redención y están llenos de sentido, ¡cuánto más el de María!… Madre del Salvador, tenía que ser el más simbólico y representativo de su tarea en mundo y eternidad. El más dulce y suave, y, al mismo tiempo, el más bello de cuantos nombres se han pronunciado en la tierra después del de Jesús. Sólo para los nombres de María y Jesús ha establecido la liturgia una fiesta especial en su calendario.

España se anticipó en solicitar y obtener de la Santa Sede la celebración de la fiesta del Dulce Nombre de María. Nuestros cruzados, después de ocho siglos de Reconquista, apenas descubierta América, pidieron su celebración en 1513. Cuenca fue la primera diócesis que la solemnizó.

La Virgen en sus distintas advocaciones, coronada de estrellas o atravesada de espadas dolorosas, resume en su culto los amores de la Península Ibérica. Creció bajo su manto, desde las montañas de Covadonga al iniciar la gran cruzada de Occidente, hasta terminarla invocando su nombre en aguas de Lepanto. La carabela de Colón descubriendo América, la prodigiosa de Magallanes dando la primera vuelta al mundo, bordarán también entre los pliegues de sus velas henchidas al viento, el dulce nombre de María, Reina y Auxilio de los cristianos.

Después de la derrota de Lepanto, los turcos se retiran hacia el interior de Persia. Cien años más tarde, con inesperado coraje, reaccionan y ponen sitio a Viena. Alborea límpido y radiante el sol del 12 de septiembre de 1663. El ejército cruzado ‑sólo unos miles de hombres‑ se consagra a María. El rey polaco Juan Sobieski ayuda la misa con brazos en cruz. Sus guerreros le imitan. Después de comulgar, tras breve oración, se levanta y exclama lleno de fe: ¡Marchemos bajo la poderosa protección de la Virgen Santa María!»

Se lanzan al ataque de los sitiadores. Una tormenta de granizo cae inesperada y violenta sobre el campamento turco. Antes de anochecer, el prodigio se ha realizado. La victoria sonríe a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el nombre de María, vencedora en cien batallas. Inocencio XI extiende a toda la iglesia la festividad del dulce y santísimo nombre de María para conmemorar este triunfo de la Virgen.

«Y el nombre de la Virgen era María»… Preguntas: «¿quién eres?»> Con suavidad te responde: «Yo, como una viña, di aroma fragante. Mis flores y frutos son bellos y abundantes. Soy la madre del amor hermoso, del temor, de la santa esperanza. Tengo la gracia del camino y de la verdad. En mí está la esperanza de la vida» (cf. Si 24, 16‑21).

ESTRELLA, LUZ, DULZURA

María, Estrella del mar. En las tormentas de la vida, cuando la galerna ruge y encrespa olas, cuando la navecilla del alma está a punto de naufragar: Dios te salve, María, Estrella del mar.

María, Esperanza. Eso significa también su nombre arco iris de ilusión y anhelo que une el cielo con la tierra. «Feliz el que ama tu santo nombre ‑grita San Buenaventura , pues es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace fecunda en frutos de justicia».

Está llena de luz y transparencia. Sostiene en sus brazos a la luz del mundo (cf. Jn 8, 12). Irradia pureza. El nombre de María indica castidad, apunta Pedro Crisólogo. Azucenas y jazmines, nardos y lirios, embalsaman el ambiente con la fragancia de sus perfumes. Pero María, iluminada y pura, nos embriaga con el aroma de su virginidad incontaminada. Nos invita a todos: ,Venid a mí los que me amáis, saciaos de mis frutos. Mi recuerdo es más dulce que la. miel, mi heredad mejor que los panales» (Si 24, 19‑20).


MIRA A LA ESTRELLA, INVOCA A MARÍA

“Estrella de los mares. Ave, Maris stella”, le canta la Iglesia. La estrella irradia luz sin corromperse. De María nace Jesús sin mancillar su pureza virginal. Ni el rayo de luz disminuye la claridad de la estrella, ni el Hijo de la Virgen marchita su integridad. María es la noble y brillante estrella que baña en su luz todo el orbe. Su resplandor ilumina la tierra. Enardece corazones, florecen virtudes, se amortiguan pasiones y se ahogan los vicios.

Es la estrella bella y hermosa reluciendo en las tinieblas del mundo y marcándonos la ruta del cielo.
San Bernardo nos dice en este día del Santísimo y Dulce Nombre de María:” No apartes tu mirada del resplandor de esta estrella, si no quieres sucumbir entre las olas del mundo. Cuando soplen vientos de tentaciones o te abatan tribulaciones, mira a la estrella, invoca a María. Cuando olas furiosas de soberbia, ambición o envidia amenacen tragarte, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira, avaricia o impureza quieren hundir la nave de tu alma, mira a la estrella, llama a María. Si, desesperado por la multitud de tus pecados, anegado por tus miserias, empiezas a desconfiar de tu salvación, piensa en María. En los peligros, en los sufrimientos, en tus trabajos y luchas, piensa en María, invoca a María. Que su nombre no se aleje de tu corazón ni se separe de tus labios”.

«Dios te salve, María…» Es tu santo, el de todos tus hijos. Recibe nuestra felicitación emocionada, llena de confianza en el poder de tu nombre santísimo. Unámonos a la Iglesia y con ella alegrémonos venerando el nombre de María para merecer llegar a las eternas alegrías del cielo.

El Santísimo y Dulce Nombre de María será para nosotros emblema de victoria. Así ella va delante señalando luminosa el camino… Nos apropiamos las palabras de San Bernardo que continúan su segunda homilía de la Anunciación. “Siguiéndola a ella, no te desviarás. Rogándole, serás fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no caerás. Siendo ella protectora, no temerás. Capitana, no te fatigarás. Siendo propicia, llegarás”.


(http://www.mariologia.org/solemnidaddulcenombredemaria01.htm)

10 septiembre, 2017

Domingo XXIII (A) del tiempo ordinario


  Resultado de imagen para Jesús dijo a sus discípulos: «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano».
Texto del Evangelio (Mt 18,15-20): Jesús dijo a sus discípulos: «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano».

Hoy Jesús nos habla de fraternidad. Nadie debe ir por libre en la vida, menos aun los cristianos. Por eso debemos ayudarnos, incluso teniendo la valentía de corregir suavemente al que se equivoca y/o aceptando que nos corrijan.

—Dicen que “la unión hace la fuerza”. Pues imagínate si, además, «donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo [Jesús]». Teniéndole a Él en el “equipo”, conseguiremos de su Padre todo lo que pidamos.

(http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2017-09-10)

09 septiembre, 2017

San Pedro Claver



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¡Oh! San Pedro Claver, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, que desde niño mostrasteis gran inteligencia
y espíritu, razón suficiente, para que vuestros padres os
pusieran al servicio de la Iglesia, en la Compañía de Jesús.
Aconsejado por San Alfonso Rodríguez, portero del monasterio
decidisteis salir de España y dirigiros a evangelizar las Indias
Occidentales, hoy Colombia. Ordenado sacerdote en Cartagena y
observando el servicio y entrega del P. Alfonso Sandoval
en los esclavos negros provenientes del África, decidisteis
convertiros en “esclavo de los negros para siempre”, y pese a
vuestra timidez y falta de confianza en vos mismo, os disteis
a vuestra misión con valor y entusiasmo. Vuestras labores
empezaban con la visita diaria a las barracas en el puerto,
donde conversabais y predicabais la palabra de Dios, logrando
así, la conversión y el bautismo de miles de vuestros negros.
Allí, atendíais a numerosos enfermos y moribundos, a quienes
llevabais medicinas y alimentos, y a los niños, juguetes y
caramelos. Vuestra obra, se extendió por los valles y haciendas
donde predicabais y velabais por el cuidado de vuestra grey,
venciendo obstáculos que os ponian los hacendados. Vuestra
intensa actividad os deterioró la salud, y luego de bendecir a
vuestro sucesor, un día, voló, vuestra alma al cielo, para
coronada ser con corona de luz como justo premio a vuestra
entrega de amor. Ese día, era el de la Natividad de Nuestra
Señora. ¡Qué grande premio! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Santo Patrono y Esclavo de los negros por siempre jamás;
¡oh!, San Pedro Claver, “vivo esclavo de los negros por Cristo”.


 

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Septiembre
San Pedro Claver

Nació en 1581 en España, y desde niño mostró grandes cualidades de inteligencia y de espíritu, siendo destinado por sus padres al servicio de la Iglesia. Al terminar sus estudios en la universidad de Barcelona, y tras recibir las órdenes menores, el santo fue aceptado por la Compañía de Jesús.

Gracias a la influencia y consejos de San Alfonso Rodríguez -portero del monasterio jesuita donde San Pedro vivía- el santo decidió abandonar España en 1610 para asumir las misiones de evangelización en las Indias Occidentales, específicamente en la colonia de Nueva Granada, hoy república de Colombia.

En 1615 fue ordenado sacerdote en Cartagena, y fue ahí donde el santo, al ver la entrega y servicio del P. Alfonso Sandoval por los miles de esclavos negros provenientes del África, tomó la decición de convertirse en “esclavo de los negros para siempre” y pese a su timidez y falta de confianza en sí mismo, el santo se entregó a aquella misión con tenacidad y mucho entusiasmo. Sus labores empezaban con la visita casi diaria a las barracas en el puerto, donde conversaba y predicaba la palabra de Dios, logrando la conversión y el bautismo de miles de ellos.

Además, atendía a numerosos enfermos y moribundos, a quienes llevaba medicinas y alimentos, y a los niños, algunos dulces y caramelos. Su obra evangelizadora también se extendió por los valles y haciendas donde el santo iba a predicar y velar por el cuidado de sus “negros”, no sin antes vencer dificultades y penurias por parte de los hacendados.

La intensa actividad del santo deterioró su salud, y luego de bendecir a su sucesor en su misión apostólica falleció el 8 de setiembre de 1654, día de la Natividad de Nuestra Señora, y en medio de grandes muestras de amor y cariño popular. Fue canonizado el 1888, al mismo tiempo que su gran amigo San Alfonso Rodríguez.

(http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=270)

08 septiembre, 2017

Natividad de la Santísima Virgen María



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¡Oh!, Santa María, Vos, sois la hija del Dios de la vida y
la Santa Madre de Jesús, Dios y Señor Nuestro, y que, desde
antes de que, el mundo creado fuera, elegida fuisteis por
Dios Padre, porque, quiso Él, que así fuera, y así fue,
para gloria del universo todo. Así, Vos, os convertisteis
a su tiempo, en la depositaria amorosa de la Divinidad
de Cristo, por Dios Padre dada, y, a quien, en vuestro seno
cubristeis con vuestra increíble humanidad de santo amor.
Y, desde siempre sois y seréis la “Kejaritomene”, la “Llena
de gracia”, la “Reina del cielo” y la “Bendita entre todas
las mujeres”. Salve, ¡oh!, vuestra Natividad bendita, Santa
María, Hija amorosa divina y celestial de Santa Ana, y
de San Joaquín, por los siglos de los siglos. San Juan
Damasceno, os saludó Virgen Niña así: “Dios te salve,
Probática, santuario divino de la Madre de Dios ¡Dios te
salve, María, dulcísima hija de Ana!”. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Bienvenida en este día, para traernos al Cristo Amado!
¡Oh!, Santa María, ¡Vivo y amoroso regalo de Dios Padre!.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de Septiembre
Natividad de la Santísima Virgen María


Fuente: Archidiócesis de Madrid

Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana.

La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/31860/natividad-de-la-santsima-virgen.html)

07 septiembre, 2017

Santa Regina

 
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¡Oh!, Santa Regina, vos, sois la hija del Dios de la vida y
su amada santa, y, que, a temprana edad, a Cristo, conocisteis
y le entregasteis vuestro corazón y vuestra virginidad. El
prefecto romano se enamoró de vos, al solo veros, pero vos,
a los cuatro vientos confesasteis vuestra fe, y, por ella,
vuestras dificultades comenzaron, y, de pronto, marchasteis a
la cárcel y con amenazas, de que a la vuelta del impío, vos,
debíais haber cambiado de religión o conoceríais el “amor”
romano. Así y todo, os negasteis a hacer sacrificios a los
ídolos, y os torturaron sin compasión y los hierros arañaron y
cortaron vuestra carne. Pero Dios, que nunca abandona a sus
hijos, sabe Él, como responderos. Entonces, de pronto prodigios
del cielo y, en medio de vuestro martirio, tiembla la tierra,
voces celestiales se oyen, y hasta una blanca paloma se os
acerca para consolaros y daros ánimo y curaros vuestras carnes.
Y, así, la gente que contemplaba vuestro martirio, se convierte
a centenares entre lágrimas y gritos. Y, luego el verdugo hace
su obra degollándoos de un solo tajo. Así, vuela vuestra alma
al cielo, para coronada ser de luz, como premio a vuestro amor;
¡Oh!, Santa Regina, “viva reina, virgen y mártir del Dios Vivo”
.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de Setiembre
Santa Regina
Mártir

Los niños piden -al menos así lo hacían en tiempos pasados- a los mayores que les cuenten un cuento a la hora de dormir. La condescendencia de los que les quieren, procurando su bien dormir, les lleva a ilustrar su imaginación con historias que unas veces son sólo producto del genio humano y otras… adornan la verdad de hechos ocurridos en la ordinariez de la vida con amplificaciones que hacen fantástica, amable y hasta apasionante la historia real. No sé si la historia de Regina servirá para rellenar esos momentos previos al descanso nocturno de los pequeños, pero no me cabe duda de que sí servirán a los adultos para que detengamos un momento nuestro ardoroso caminar.

Regina es palabra latina que se vierte al castellano por Reina. Así se llamaba nuestra protagonista de hoy. Fue una francesita hija de padre romano y de madre gala. Era el tiempo del Imperio. Cuando tenía quince años conoció a Cristo y le entregó su corazón, se bautizó y decidió darle para siempre su virginidad.

Es hermosa en demasía. El prefecto romano se enamoró de ella al verla. En su presencia, Regina confiesa su fe. Desde este momento comienzan las dificultades para la fidelidad. Fue puesta en la cárcel y con una amenaza: al regreso del prefecto, que necesariamente ha de ausentarse, ella debe haber cambiado de religión o conocerá el furor romano.

Sucede a la vuelta del personaje lo previsible con la gracia de Dios. Ella se niega a sacrificar a los ídolos, llegan las torturas, los hierros arañan y cortan su carne. También hay prodigios del Cielo: se producen terremotos, se oyen voces celestiales… hasta una paloma se acerca para consolarla, darle ánimos y curarla.
El ejemplo es tan llamativo que la gente se convierte a centenares. Por fin, es degollada. La candidez de la historia narrada, pletórica de elementos hiperbólicos y de adornos donados por la fantasía, expone un drama común y diario de mucha gente que bien merece la atención y el mimo del poeta, me refiero a todos esos que están dispuestos en serio a dar la vida por la fe que tienen y, llegado el momento, darla.
Fuente: Archidiócesis de Madrid

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/09/09-07_S_regina_martir.htm)

06 septiembre, 2017

San Zacarías, Profeta

 

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¡Oh!, San Zacarías, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado profeta y santo, y, el mismo que, vaticinasteis
la vuelta del pueblo desterrado a la tierra prometida.
Anunciasteis también que, un “pacífico rey”, Cristo Jesús,
Dios y Señor Nuestro, triunfante en la Ciudad Santa entraria.
A vos, os consideran autor del libro, que lleva vuestro
nombre, además del honor que hicisteis a vuestro nombre
que significa: “Yaveh ha Recordado”. Y, Él, “os recordó”,
la vida toda, porque de vos, y de Ageo se valió, para animar
a Zorobabel, al sumo sacerdote Jesúa, y, a los exiliados
vueltos, para la reconstrucción del Templo de Dios, cosa
que así se hizo. Hoy, y desde entonces, corona de luz
lucís, como premio a vuestros proféticos dones, de anunciar
las planes maravillosos de Dios, para toda su feligresía.
Maravilloso y amoroso padre de San Juan “El Bautista”;
¡oh!, San Zacarías, “vivo profeta del Dios de la Vida”.

 

© 2017 Luis Ernesto Chacón Delgado
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6 de Septiembre  
San Zacarías  
Profeta del Antiguo Testamento

Martirologio Romano: Conmemoración de san Zacarías, profeta, vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra de promisión, anunciando al mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, entraría triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento.

Zacarías es uno de los profetas menores, a quien se atribuye el libro que lleva su nombre. Su nombre significa Yaveh Ha Recordado. Zacarías se llama a sí mismo hijo de Berekías hijo de Idó (Zac 1:1,7) pero en otros pasajes se omite el nombre de Berekías. Probablemente nació en algún lugar de Babilonia, puesto que su actividad profética empezó tan solo diecisiete años después del regreso del exilio, y es razonable pensar que para entonces tenía más de diecisiete años, aunque todavía se le consideraba joven.

Yahveh se valió de Zacarías y Ageo para animar a Zorobabel, al sumo sacerdote Jesúa y a los exiliados que habían regresado a terminar la reconstrucción del templo de Yaveh, aun cuando todavía estaba en vigor una prohibición del gobierno persa. La profecía de Zacarías contiene mensajes que pronunció con ese fin durante un período de dos años y un mes.

Una de las profecías que recoge el libro de Zacarías en el capitulo 11 y versículos 12 y 13 hace referencia directa al precio (treinta piezas de plata) que los principales de los sacerdotes ofrecieron a Judas por entregarles a Jesús. Ver el evangelio de San Mateo en el capítulo 26 y versículo 15.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=43404)