20 diciembre, 2017

Feria privilegiada de Adviento: Miércoles III de adviento

Feria privilegiada de Adviento: Miércoles III de adviento

20 de Diciembre: Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer (…) será llamado Hijo de Dios».
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Hoy admiramos la obediencia de María. Ante el Arcángel presenta una duda: ¿cómo puedo ser madre si no conozco varón? ¡Cierto!: Ella y José estaban prometidos, pero no casados. Dios es Padre y podemos presentarle nuestras dudas. El Arcángel respondió a la pregunta de María y ella no lo “mareó” con más preguntas o pidiéndole demostraciones…

—Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

(http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2017-12-20)

19 diciembre, 2017

Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento

19 de Diciembre Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento

Texto del Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías (…), casado con una mujer (…) que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios (…). No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

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Hoy leemos la historia de Zacarías e Isabel, padres de Juan Bautista. El arcángel San Gabriel se apareció a Zacarías en el templo de Jerusalén y le anunció que tendría un hijo, que sería el precursor del Mesías.
—Zacarías, quizá por el susto, dudó y pidió una demostración. Y la tuvo: se quedó mudo… ¡Tú confía siempre en Dios!

(http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2017-12-19)

18 diciembre, 2017

Feria privilegiada de Adviento

18 de Diciembre Feria privilegiada de Adviento
Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): El Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús».

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Hoy vemos que María ya lleva en su vientre a Jesús. Cristo ha sido engendrado en Ella por Dios Espíritu Santo. San José tiene dudas: si se queda con María los hombres pensarán que Jesús es hijo suyo y no de Dios; pero dejarla sola era muy duro…

—Dios quiso que Jesús tuviese un papá y una mamá: José y María.

(http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2017-12-18)

17 diciembre, 2017

Domingo III (B) de Adviento

Domingo III (B) de Adviento

Texto del Evangelio (Jn 1,6-8.19-28): Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él.

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Hoy el Evangelio nos presenta a Juan Bautista: ¡un hombre enviado por Dios para preparar la llegada del Hijo de Dios! Juan decía: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí». El que viene detrás de Juan es Jesús. ¡Ya está llegando!

—«Yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia», decía Juan. Humildad: hazte pequeño ante el “Dios pequeño”.

(http://evangeli.net/evangelio-family/dia/2017-12-17)

16 diciembre, 2017

Santa Adelaida

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¡Oh!, Santa Adelaida, vos, sois la hija del Dios de la vida, y
su amada santa. Y, que, emperatriz de Italia siendo, supisteis
“testigo” ser de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Cuando
falleció vuestro primer esposo, teníais dieciocho años y, vos,
erias reina, madre y viuda. Vuestro segundo matrimonio, os
relaciona con la historia de los tres primeros Otones: vuestro
marido, hijo y nieto. Vuestra vida, envuelta en política y disputas
militares estuvo: cárcel, destierro, intrigas de la Corte, envidias,
traiciones y falsedades. Así, soportasteis la incomprensión
de propios y extraños, porque la ambición se había instaurado
en vuestra casa. Y, en contra de ello, os dedicasteis a hacer
el bien. Protegíais, socorríais y consolabais a los necesitados.
Considerabais el poder, una carga para vos, pero, un servicio
para el bien de vuestro pueblo. No erais injusta, ni vengativa
contra quienes os injuriaron en el ayer. Eficacia y esmero
en las tareas de gobierno mostrasteis, para ello, rezabais, os
mortificabais y expiabais, por los pecados de vuestro pueblo.
Así, gastando vuestra santa vida, en buena lid, un día, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega grande de amor y fe,
Santa Patrona de las novias, esposas y viudas del mundo;
¡Oh!, Santa Adelaida, “viva emperatriz de la luz de Cristo”.

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Diciembre 16
Santa Alicia
Emperatriz de Italia

Sesenta y ocho años llenos de agitación en los que una mujer de las importantes quiso y supo ser “testigo” de Cristo. Esta fue Adelaida o Alicia, emperatriz en Italia.

Casada muy joven con el rey de Italia Lotario, se le prometía una vida feliz con su recién nacida hija Emma y probablemente el matrimonio deseaba terminar sus días “comiendo perdices”, como se pone fin a los cuentos de princesas y príncipes que probablemente también en su época se contaban. Pero a veces los planes de la Providencia no coinciden con los de los hombres; se complican, van y vienen por tortuosos senderos, en muchas ocasiones imprevistos y en otras muy dolorosos, de los que el Señor sabe sacar mayores bienes. Así pasó.

En realidad toda su vida estuvo envuelta en las turbulencias políticas y militares propias del tiempo. Cuando murió su primer marido sólo tiene dieciocho años y, tan joven, ya es reina, madre y viuda. Otro matrimonio, el segundo, la va a relacionar con la historia de los tres primeros Otones: su marido, hijo y nieto. En su vida están presentes los sufrimientos por cárcel y destierro. También entendió mucho de intrigas de la Corte, de confabulación, de envidias, de traiciones y de falsedades. Inculpablemente tuvo que soportar la incomprensión de propios y extraños porque la ambición y el poder ciega los ojos de los que no son buenos.

Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Magdeburgo es ejemplo de que propicia el resurgir de los templos.

Tenida por santa, muere en Salces, en la Alsacia, en el 999.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

14 diciembre, 2017

San Juan de la Cruz

 
 
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¡Oh!, San Juan de la Cruz, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo, y que, con Teresa Santa,
ambos, del Carmelo reformadores. Vos, a vuestros
religiosos, inspirar supisteis la soledad del espíritu,
la humildad y la mortificación. Así, mucho antes, vuestro
corazón, por Dios, purificado fue de toda debilidad y
apego humano, con pruebas exteriores e interiores, gozando
a priori, de las delicias de la vida contemplativa. Y,
de pronto, os visteis de toda devoción privado y en vos,
una sequía espiritual nació. Escrúpulos y hastío en vos,
se instalaron, por los constantes espirituales ejercicios,
que luego, describisteis como aquél terrible estado
de desolación interior como “la noche oscura del alma”.
Noche de sufrimiento del espíritu y del alma y del pulular
de las tentaciones, tanto que, sentíais que, abandonado
habíais sido por Dios. Pero, Aquél que todo lo ve, y juzga
y, que os amaba y ama, no os había abandonado jamás, y os
sedujo luego, con su manto de luz y amor divinos. Y, vos,
así, como habíais vivido la oscuridad, de pronto, os
abrazasteis con fervor inusitado, a la antigua tradición,
que llama al hombre, a alcanzar fiel, la “perfección
de la caridad y elevarse a la dignidad del Hijo de Dios
por el amor”. “No hay trabajo mejor ni más necesario que
el amor”. “Hemos sido hechos para el amor”. Decíais
vos, palabras que, escritas dejasteis en vuestros cantos y
poemas, tales como: “Subida al monte Carmelo”; la “Noche
oscura del Alma”; la “Llama viva de amor” y el “Cántico
Espiritual”. Vos, en extremo cumplisteis, con aquello que
a Dios, prometisteis, y hoy, lucís corona de luz, como justo
premio a vuestra grande e increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Juan de la Cruz, “viva luz de Cristo en la noche”.

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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San Juan de la Cruz

¡Oh!, San Juan de la Cruz;
Sois vos el navegante
De la noche
El marinero del sol
Cruz y Cáliz hasta el cielo
Maestro del silencio
Luz en las tinieblas
Vida del Dios de la vida
¡Oh!, San Juan de la Cruz.

 © 2006 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Diciembre
San Juan de la Cruz
Doctor de la Iglesia (1542-1591)


 

(Con Santa Teresa, reformador del Carmelo).
Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Ubeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.

Vida de Pobreza
Gonzalo de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó con una joven de clase “inferior”, fue desheredado por sus padres y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina Alvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Jitan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542. Asistió a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales. A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones (permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos. San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.

Conoce a Santa Teresa
Santa Teresa fundaba por entonces los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu religioso y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden de Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres y que él debía ser su primer instrumento en esa gran empresa.

La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y San Juan no fue con intención de cambiar la orden o “modernizarla” sino mas bien para restaurar y revitalizar su cometido original el cual se había mitigado mucho. Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza a los carmelitas que ha sido recogida en sus escritos y en el ejemplo de sus vidas y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad. Poco después, se llevó a cabo la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes.

Los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz. Fue una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de ese oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar al poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector. Con su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos el espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias.

La prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y la desolación interior, que el santo describe en “La Noche Oscura del Alma”. A esto siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que San Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia con que la había soportado el siervo de Dios. En cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente a San Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante, Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste estado. El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo le había dado el apodo de “Roberto el diablo”.

Glorias para Dios
En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora en el convento no reformado de la Encarnación de Avila y llamó a su lado , San Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su confesor. La santa escribió a su hermana: “Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre.”

Tanto los religiosos como los laicos buscaban a San Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros evidentes. Entre tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a Santa Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos carecían de tacto y exageraban sus poderes y derechos. Como si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó a San Juan que retornase al convento de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había sido destinado a Avila por el nuncio del Papa. Entonces el provincial envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Avila y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Avila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo. Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo.

Sufrimiento y unión con Dios
La celda de San Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho. La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer e1 oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte. Lo que sufrió entonces San Juan coincide exactamente con las penas que describe Santa Teresa en la “Sexta Morada”: insultos, calumnias, dolores físicos, angustia espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: “No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo”.

Los primeros poemas de San Juan que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de ánimo: En dónde te escondiste,Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,habiéndome herido;salí tras ti clamando, y eras ido. El prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la debilidad le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar. “Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?”, le dijo Maldonado. “Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran felicidad poder celebrar la misa”, replicó Juan. “No lo haréis mientras yo sea superior”, repuso Maldonado. En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su afligido siervo, y le dijo: “Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba.” Algunos días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión, una ventana que daba sobre el Tajo: “Por ahí saldrás y yo te ayudaré.” En efecto, a los nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta. Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un milagro.

Gran guía y director espiritual
El santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura y después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada. Aunque era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron con el establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que han hecho de él un doctor de teología mística en la Iglesia.

La doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua
El fin del hombre en la tierra es alcanzar “Perfección de la caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor”; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está ordenado. “No hay trabajo mejor ni mas necesario que el amor”, dice el santo. “Hemos sido hechos para el amor.”

El único instrumento del que Dios se sirve es el amor.” “Así como el Padre y el Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios”. El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como que amor es producto de la fe, que es el único puente que puede salvar el abismo separa a nuestra inteligencia de la infinitud de Dios, la fe ardiente y vívida el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso y sus ardientes palabras.

Las verdades que enseñó no deben empañarse por las prácticas que puedan ser exageradas. Al mismo tiempo se ha de tener cuidado en discernir que es exageración. ¿Cual es nuestro punto de referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo exagerado, aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien que nosotros no sabemos amar hasta el extremo?. Dios no pide lo mismo a todos. El sabe la capacidad y el corazón de cada uno. El amor expande el corazón y las capacidades de entrega. Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.

Con su confianza en Dios (llamaba a la Divina Providencia el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que debía hacerse violencia para atender los asuntos temporales. Su amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de un consumado maestro en materia de discreción de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo procedía de Dios. Juan dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento.

Pruebas y más pruebas
Después de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso, pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la orden. El P. Nicolás fue elegido provincial y el capítulo general nombró a Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó oposición contra él.

San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores. La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el vicario general.

Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas. El P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos y le envió como simple fraile al remoto convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses entregado a la meditación y la oración en las montañas, “porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los hombres.” Pero no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes y había restringido sus licencias de salir a predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron pero un consultor de la congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los frailes prefirieron seguir la corriente adversa a Juan que decir la verdad que hace justicia. Algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia. En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda. El primero de esos conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un amigo del santo. En el otro era superior el P. Francisco, a quien San Juan había corregido junto con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió.

La fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente, prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño, sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y reprendió tan severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió.

Santo y Doctor de la Iglesia Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591. En su muerte no se había disipado todavía la tempestad que la ambición del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían provocado contra él en la congregación de la que había sido cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar. La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas y se viese su vida auténtica para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.

Su canonización en 1726
Santa Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la “Subida al Monte Carmelo”, la “Noche Oscura del Alma”, la “Llama Viva de Amor” y el “Cántico Espiritual”, con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus obras Místicas. La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: “Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor.” San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, fue “libre, como libre es el espíritu de Dios”. Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. “Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado”. Fuente Bibliográfica:-Butler, Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.-Oficio Divino I, p. 1031

(http://www.corazones.org/santos/juan_dela_cruz.htm)

13 diciembre, 2017

Santa Lucía

  
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¡Oh!, Santa Lucía, vos, sois la hija del Dios de la vida
y su amada santa, que honor hicisteis al significado
de vuestro nombre: “la que lleva luz”. De niña, votos
hicisteis a Dios, para permanecer pura y virgen, y,
cuando os llegó la juventud, quiso vuestra santa madre,
casaros con un pagano joven, pero, santa Águeda os libró
del matrimonio y curó a vuestra querida madre. Y, obró
entonces, el despecho en aquél triste pagano que os
denunció por ser cristiana. “Es inútil que insista.
Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo”.
Le dijisteis al obstinado juez. Y, él, preguntándoos siguió:
“Y si la sometemos a torturas, será capaz de resistir?”.
Y, vos, le respondisteis llena de fe: “Sí, porque los que
creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura
tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da
fuerza, inteligencia y valor”. El impío juez, os amenazó
con llevaros a una casa de citas, y vos, le dijisteis:
“Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha
si no acepta ni consiente el mal”. Mientras esto pasaba,
vos, arengabais a todos los presentes, a permanecer fieles
a Cristo. Y, luego éste, de “luz falto”, ordenó, que os
cortaran la cabeza. Y, sí, vuestro cuerpo murió, pero,
vuestra santa alma, al cielo voló, para coronada ser con
corona de luz, como justo premio a vuestro grande amor;
¡Oh!, Santa Lucía, “viva portadora de la luz de Cristo”.


© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Diciembre
Santa Lucía
Mártir
Año 304


Santa Lucía bendita: concédenos desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre lo que debemos hacer, decir y evitar, y hacerlo, decirlo y evitarlo siempre.

Lucía significa: “la que lleva luz”. A esta santa la pintan con una bandeja con dos ojos, porque antiguas tradiciones narraban que a ella le habían sacado los ojos por proclamar su fe en Jesucristo.
Nació y murió en Siracusa (ciudad de Italia), en la cual se ha encontrado una lápida del año 380 que dice: “N. N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes”. En Roma ya en el siglo VI era muy honrada y el Papa San Gregorio le puso el nombre de esta santa a dos conventos femeninos que él fundó (en el año 590).

Dicen que cuando era muy niña hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo: “Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme”. La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.

Pero el joven que se iba a casar con ella, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que ella era cristiana, lo cual estaba totalmente prohibido en esos tiempos de persecución. Y Lucía fue llamada a juicio.

El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trataba de convencerla para que dejara de ser cristiana. Ella le respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo”.
El juez le preguntó: “Y si la sometemos a torturas, será capaz de resistir?”.

La jovencita respondió:
“Si, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor”.

El juez la amenazó con hacerla llevar a una casa de prostitución para ser irrespetada. Ella le respondió: “Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal” (Santo Tomás de Aquino, el gran sabio, admiraba mucho esta respuesta de Santa Lucía)

Trataron de llevarla a una casa de maldad, pero ella se quedó inmóvil en el sitio donde estaba y entre varios hombres no fueron capaces de moverla de allí, la atormentaron, y de un golpe de espalda le cortaron la cabeza.

Mientras la atormentaban, animaba a los presentes a permanecer fieles a la religión de Jesucristo hasta la muerte.

Por siglos ha sido muy invocada para curarse de enfermedades en los ojos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Lucía.htm)