16 enero, 2018

San Marcelo I, Papa

 
 
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¡Oh!, San Marcelo, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, que, honor hicisteis al significado de vuestro
nombre: “guerrero”, porque valerosamente enfrentasteis a
Diocleciano y su persecución impía y cruel, animando a
los fieles a permanecer fieles al cristianismo, aunque
los martirizaran, porque Dios, en la hora justa, premiaría a
sus hijos con la eternidad de la vida. Reorganizasteis a
la iglesia y, aunque Magencio emperador os desterró, vos,
seguisteis a Dios, celebrando clandestinamente en casa
de Lucina, vuestra fiel sierva. San Dámaso, Papa; escribió
vuestro epitafio diciendo, que expulsado fuisteis por haber
sido acusado injustamente. Por ello, el “Libro Pontifical”,
afirma que en vez de iros al destierro, vos, os escondisteis
en la casa de una dama noble, llamada Lucina, y que, desde
allí siguisteis dirigiendo a los cristianos. Un Martirologio
redactado en el siglo quinto, dice que el emperador os
descubrió dónde estabais escondido e hizo trasladar sus mulas y
caballos y os obligó a asearlos y que, en plena faena, voló
vuestra alma a Dios, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestro amor y fidelidad. Quedan de vos,
como vivo recuerdo la “casa de Lucina”, convertida en Templo
que vuestro santo y fidelísimo nombre lleva por siempre;
¡oh!, San Marcelo, Papa, “vivo guerrero de la luz de Cristo”.

 

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Enero
San Marcelo I, Papa
 

En la serie de los Pontífices (que hasta 1994 ya eran 265) el Papa Marcelo ocupa el puesto número 30. Fue Pontífice por un año: del 308 al 309. El nombre “Marcelo” significa: “Guerrero”. Era uno de los más valientes sacerdotes de Roma en la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305.

Animaba a todos a permanecer fieles al cristianismo aunque los martirizaran. Elegido Sumo Pontífice se dedicó a reorganizar la Iglesia que estaba muy desorganizada porque ya hacía 4 años que había muerto el último Pontífice, San Marcelino. Era un hombre de carácter enérgico, aunque moderado, y se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la anterior persecución.

Dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un Presbítero (o párroco). Construyó un nuevo cementerio que llegó a ser muy famoso y se llamó “Cementerio del Papa Marcelo”. Muchos cristianos habían renegado de la fe, por miedo en la última persecución, pero deseaban volver otra vez a pertenecer a la Iglesia.

Unos (los rigoristas) decían que nunca más se les debía volver a aceptar. Otros (los manguianchos) decían que había que admitirlos sin más ni más otra vez a la religión. Pero el Papa Marcelo, apoyado por los mejores sabios de la Iglesia, decretó que había que seguir un término medio: sí aceptarlos otra vez en la religión si pedían ser aceptados, pero no admitirlos sin más ni más, sino exigirles antes que hicieran algunas penitencias por haber renegado de la fe, por miedo, en la persecución.

Muchos aceptaron la decisión del Pontífice, pero algunos, los más perezosos para hacer penitencias, promovieron tumultos contra él. Y uno de ellos, apóstata y renegado, lo acusó ante el emperador Majencio, el cual, abusando de su poder que no le permitía inmiscuirse en los asuntos internos de la religión, decretó que Marcelo quedaba expulsado de Roma. Era una expulsión injusta porque él no estaba siendo demasiado riguroso sino que estaba manteniendo en la Iglesia la necesaria disciplina, porque si al que a la primera persecución ya reniega de la fe se le admite sin más ni más, se llega a convertir la religión en un juego de niños.

El Papa San Dámaso escribió medio siglo después el epitafio del Papa Marcelo y dice allí que fue expulsado por haber sido acusado injustamente por un renegado. El “Libro Pontifical”, un libro sumamente antiguo, afirma que en vez de irse al destierro, Marcelo se escondió en la casa de una señora muy noble, llamada Lucina, y que desde allí siguió dirigiendo a los cristianos y que así aquella casa se convirtió en un verdadero templo, porque allí celebraba el Pontífice cada día.

Un Martirologio (o libro que narra historias de mártires) redactado en el siglo quinto, dice que el emperador descubrió dónde estaba escondido Marcelo e hizo trasladar allá sus mulas y caballos y lo obligó a dedicarse a asear esa enorme pesebrera, y que agotado de tan duros trabajos falleció el Pontífice en el año 309. La casa de Lucina fue convertida después en “Templo de San Marcelo” y es uno de los templos de Roma que tiene por titular a un Cardenal.

Señor Dios: concédenos la gracia de no renegar jamás de nuestras creencias cristianas, y haz que te ofrezcamos las debidas penitencias por nuestros pecados. Amen.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Marcelo_papa.htm)

15 enero, 2018

San Mauro

 
 
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¡Oh!, San Mauro, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo y, que tuvisteis la dicha de educado
ser por San Benito, a quien os unisteis a través
de su santa orden, llegando a ser Abad y fundar muchos
monasterios en Francia. Con justa razón os llamaban
“el taumaturgo” por haber recibido de Dios, la gracia
de “hacer milagros”, prueba de ello, están ahí,
la anécdota del estanque con el niño Plácido; la
curación de los menesterosos y vuestras relaciones
con el conde Gaidulfo, enemigo de los monjes franceses.
Desde siempre, ansiasteis estar al aldo de Dios, y
vuestro espíritu humilde de penitencia a imitación
de vuestro mentor, y el amor a Jesucristo, Dios y
Señor Nuestro, os impulsó a retiraros para bien morir.
Y, así fue. Luego de haberos gastado en buena lid, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona
luz, como justo premio, a vuestra entrega de amor.
Y, aunque no haya constancia en el tiempo, de vuestras
reliquias, a vos, ya os veneraban desde antiguo,
por ello, el Sínodo diocesano de mil quinientos uno,
así, se expresa de vos: “Y, así mismo, mandamos que
en el lugar de Almendral se denuncie por fiesta de guardar
el día de santo Mauro, por cuanto allí está el cuerpo”.
¡oh!, San Mauro, “vivo taumaturgo del Dios de la vida”.

  

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Enero
San Mauro
Abad


Martirologio Romano: En Glanfeuil, junto al río Loire, en el territorio de Anjou, de la Galia (hoy Francia), san Mauro, abad (s. VI/VII).


Etimología: Aquel que procede de Mauritania, es de origien latino.

Nació en Roma de una familia lustre el año 511. Se educa desde su adolescencia bajo la dirección de S. Benito, llegando a ingresar en su orden donde llega a ser Abad y fundador de muchos monasterios en Francia.

Taumaturgo por el episodio del estanque con el niño Plácido, la curación de los menesterosos y sus relaciones con el conde Gaidulfo, enemigo funesto de los monjes franceses. Su gran espíritu de penitencia le impulsa a retirarse a bien morir. Entrega su alma a Dios el 15 de enero del 583.

Al no constar el tiempo en que llegaron sus reliquias a Extremadura, sólo se puede afirmar ser muy antigua su veneración. El Sínodo diocesano de 1501 se expresa en estos términos: “Y así mismo, mandamos que en el lugar de Almendral se denuncie por fiesta de guardar el día de santo Mauro, por cuanto allí está el cuerpo”. El Arcipreste de Santa Justa en Toledo, Julián Pérez llega a firmar que en 1130 ya se celebraba su memoria en Almendral según costumbres de muchos años antes, que en opinión de Solano de Figueroa sería a final de la monarquía goda, opinión no compartida hoy.

Cuando él es visitador general del Obispado en 1658 indaga sobre el asunto y recoge la tradición de que los benedictinos fueron sus portadores, aunque no hay papeles de bulas pontificias que lo acrediten debido a la desaparición de documentos por un incendio.

Fueron trasladadas dichas reliquias a la Catedral por el Obispo benedictino de Badajoz D. Fray José de la Zerda el 1643, continuando parte en Almendral, como lo fuera en Fosano, Montecasino y Marsella. La guerra con Portugal, que comenzó el 1640, obligó a dicho traslado por los motivos de seguridad. El 8 de Abril de 1668 ordena al cabildo entregar el cuerpo de San Mauro a la villa de Almendral. La entrega la hacen el 29 del mismo mes, los capitulares Juan Rebolero y Pedro Lepe. Quedó una reliquia en la Seo de la catedral, encargándosele a Solano de Figueroa la depositara en el relicario.

La Iglesia y obispado de Badajoz celebraba el 15 de Enero al Santo Abad.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=647)

14 enero, 2018

Día litúrgico: Domingo II (B) del tiempo ordinario

Día litúrgico: Domingo II (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

«Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?»

Resultado de imagen para Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios».

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)

Hoy vemos a Jesús que venía por la ribera del Jordán: ¡es Cristo que pasa! Debían ser las cuatro de la tarde cuando, viendo que dos chicos le seguían, se ha girado para preguntarles: «Qué buscáis?» (Jn 1,38). Y ellos, sorprendidos por la pregunta, han respondido: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives? (…) ‘Venid y lo veréis’» (Jn 1,39).

También yo sigo a Jesús, pero… ¿qué quiero?, ¿qué busco? Es Él quien me lo pregunta: «De verdad, ¿qué quieres?». ¡Oh!, si fuera suficientemente audaz para decirle: «Te busco a ti, Jesús», seguro que le habría encontrado, «porque todo el que busca encuentra» (Mt 7,8). Pero soy demasiado cobarde y le respondo con palabras que no me comprometen demasiado: «¿Dónde vives?». Jesús no se conforma con mi respuesta, sabe demasiado bien que no es un montón de palabras lo que necesito, sino un amigo, el Amigo: Él. Por esto me dice: «Ven y lo verás», «venid y lo veréis».

Juan y Andrés, los dos mozos pescadores, fueron con Él, «vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día» (Jn 1,39). Entusiasmado por el encuentro, Juan podrá escribir: «La gracia y la verdad se han hecho realidad por Jesucristo» (Jn 1,17b). ¿Y Andrés? Correrá a buscar a su hermano para hacerle saber: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). «Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’, que quiere decir “Piedra”» (Jn 1,42).

¡Piedra!, ¿Simón, una piedra? Ninguno de ellos está preparado para comprender estas palabras. No saben que Jesús ha venido a levantar su Iglesia con piedras vivas. Él tiene ya escogidos los dos primeros sillares, Juan y Andrés, y ha dispuesto que Simón sea la roca en la que se apoye todo el edificio.

Y, antes de subir al Padre, nos dará respuesta a la pregunta: «Rabbí, ¿dónde vives?». Bendiciendo a su Iglesia dirá: «Yo estaré con vosotros cada día hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-01-14)

13 enero, 2018

San Hilario de Poitiers

 
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 ¡Oh!, San Hilario, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y defensor de la fe en vuestro tiempo,
que, con vuestro verbo lúcido, esclarecer lograsteis
los cimientos de luz, que reposaban gracias a vos, más
fuertes por los siglos de los siglos, todo por la gloria
de Aquél que todo lo ve y juzga: ¡El Dios eterno! Vos,
sosteníais la unidad de las Tres Personas distintas y,
un solo Dios, y que, el Verbo, Hombre se había hecho,
para nuestra salvación, igual en todo a nosotros, menos
en el pecado. Pero, sucedió que, Constancio emperador,
parte tomó de la arriana herejía, y os desterró a Frigia y
desde allí, decíais asi: “Permanezcamos siempre en el
destierro, con tal que se predique la verdad”. El “Tratado
de los Sínodos” y los doce libros Sobre la Trinidad, nos
legasteis como prueba viva de vuestro amor a Dios. Pero,
todo mal, su fin tiene, y volvisteis a Poitiers, y os
recibieron los católicos y pronto estuvisteis listo para
realizar vuestra labor de exégesis. Compusisteis también
himnos y con justicia os atribuyen el “Gloria in excelsis”,
y además fuisteis el primero en introducir los cánticos
en las iglesias de Occidente. Y, por vuestro profundo amor
a ella, y su defensa, os llaman el “Atanasio de Occidente”.
Además, tuvisteis numerosos discípulos y el más ilustre
de todos ellos fue San Martín de Tours. Hoy, corona de luz
lucís, como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Hilario de Poitiers, “vivo defensor de la fe”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de enero
San Hilario de Poitiers
Obispo y doctor de la Iglesia



Su nombre significa “sonriente”, nació en Poitiers, Francia, hacia el año 315. Sus padres eran nobles, pero gentiles. Ávido de saber, cultivó las letras y la filosofía. Después dio con los libros sagrados, y el Evangelio de San Juan iluminó su espíritu. En el año 345 recibió el bautismo. Desde entonces vivió con tanta honestidad y virtud que, al fallecer el obispo de Poitiers, fue escogido para ocupar aquella sede. Era el año 350.

El siglo en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios. Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo recibiesen. Los seguidores de Arrio consiguieron que el emperador Constancio, inficionado de la herejía, desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, situada en la extremidad del Imperio. Hacia allí se dirigió a fines del 356.

Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo. “Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique la verdad”. Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba su mejor obra.
Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como Anticristo. Considerado como un agitador e intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para echarlo de Oriente.

Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios, sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el “Gloria in excelsis”.

Según Isidoro de Savella, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias de Occidente. Vuelve a la lucha. En Milán está el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la discordia en la Iglesia de esa ciudad.

Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió. Murió el 13 de enero del año 368. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes. Se le ha dado el título de Atanasio de Occidente.

San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe. Por la profunda influencia que ejerció como escritor, el papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario doctor de la Iglesia.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Hilario.htm)

11 enero, 2018

San Higinio, Papa



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¡Oh!, San Higinio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado Papa y santo. A vos, os debemos, que hayáis
determinado las atribuciones del clero y que, definierais
los grados de la jerarquía eclesiástica e instituyerais
el padrino y la madrina en el bautismo de los recién
nacidos, para, en la vida cristiana guiarlos y además,
que las iglesias viviesen siempre consagradas. Se os
consideró como filósofo y como tal os comportasteis
durante vuestro pontificado luchando contra los gnósticos
con arador de corazón. Erais hombre de superior ingenio,
de eminente sabiduría, de extraordinaria grandeza de alma,
de inflexible tesón, y de inacabable intrepidez, que
mirasteis con desprecio los mayores peligros, tanto que,
parecíais buscar la corona del martirio, y que, hallándola
al fin, vuestra prístina alma, al cielo voló, luego
de haber gastado vuestra santa vida en buena lid
por Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro, para coronado
ser con corona eterna de luz, como premio, a vuestra
grande entrega de amor increíble. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh!, San Higinio, “vivo amor por el Dios de la Vida”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Enero
San Higinio Papa
Grecia 136-140
Mártir Ateniense

 
Elegido en 136, murió en el 140. Determinó varias atribuciones del clero y definió los grados de la jerarquía eclesiástica. Instituyó el padrino y la madrina en el bautismo de los recién nacidos para guiarlos en la vida cristiana y decretó que las iglesias viniesen consagradas.

S. HIGINIO (136-140) Nació en Atenas. Se le consideró un filósofo y como tal se comportó duran-te su pontificado, sobre todo en la lucha contra los gnósticos. Tuvo que encararse en particular a Cerdón, quien negaba la validez del Antiguo Testamento y de parte del Evangelio de S. Lucas.

Dictó algunas disposiciones destinadas a reglamentar una jerarquía de sacerdotes que iba formándose; medida que se hizo necesaria si se considera la creciente expansión de las comunidades cristianas.

Dispuso la presencia de un padrino o de una madrina en el bautizo de los niños, con el fin de guiarles y aleccionarles en la vida cristiana. Prescribió que las iglesias fueran dedicadas.

La suya fue una época de persecuciones. En una de éstas probablemente fue martirizado. Fue enterrado cerca de la tumba de S. Pedro.

San Higinio fue griego de nación, natural de Atenas, hijo de un filósofo, cuyo nombre y genealogía se ignora, quien por su eminente y recomendables prendas ascendió a la cátedra apostólica por muerte de San Telésforo, hacia la mitad del siglo II, en el reinado del emperador Antonino Pío.

En tiempo de su pontificado fueron muchas y graves las calamidades del mundo, y con especialidad del Imperio romano; y atribuyendo los gentiles estos males y castigos a la divina Justicia, a los vicios y delitos de los cristianos; enemigos de sus dioses, con esta falsa preocupación los perseguían de muerte, con el fin de aplacar el enojo de sus ídolos, a quienes suponían gravemente ofendidos.

No menos cruel que la persecución de los paganos fue la que sobrevino a la Iglesia en la época de este Papa por la malignidad de los herejes, que no perdonaban medio alguno para corromper la pureza de la fe y la santidad de las costumbres. Casi todos los enemigos declarados de Jesucristo habían concurrido a Roma con la perversa intención de envenenar la fuente de matriz de la doctrina evangélica, con singular atractivo y cultos modales hacía grandes progresos en su secta, engañando al vulgo con su doctrina afectación de reforma y una muy bien estudiada exterioridad de virtud.

Marción, otro famoso heresiarca, separado de la Iglesia por su mismo padre, obispo después de viudo, no pudiendo conseguir en Roma ser admitido a la comunión de los fieles, por más que se cubrió con la máscara de virtud y austeridad, precipitado por la herejía de Cerdon, añadiendo muchas impiedades a las de aquel perverso maestro, engañó a muchos sencillos y simples con las apariencias de arrepentido y devoto. Contra estos y otros herejes tuvo que luchar Higinio; y como era un hombre de superior ingenio, de eminente sabiduría, de extraordinaria grandeza de alma, de inflexible tesón, y de tanta intrepidez, que miraba con desprecio los mayores peligros, les persiguió hasta exterminarles, y no perdonó diligencia alguna para precaver a su rebaño de la ponzoña con el antídoto oportuno.

Mucho sirvió para la consecución de progresos tan felices San Justino Mártir, luz brillante de su siglo, y después mártir de Jesucristo, quien por aquel tiempo compuso su doctísima Apología en favor de los cristianos, capaz de confundir vergonzosamente a todos los enemigos del Evangelio, teniéndose por dichoso en contribuír a las empresas de tan gran Pontífice, a cuya vigilancia y celo se debió el fervor que en su tiempo acreditaron los fieles a pesar de las persecuciones de los gentiles y esfuerzos de los herejes.

Conseguidos tan recomendables triunfos, aplicó a la reforma del clero en los grados de su jerarquía; porque aunque ésta se hallaba ya establecida desde el tiempo apostólico con varios reglamentos posteriores de disciplina, confundidos unos, y relajados otros con motivo de las persecuciones de Trajano y Adriano, según escribe Baronio, los restituyó y perfeccionó Higinio, ordenando en cada uno de los grados eclesiásticos el modo y forma de ejercer sus respectivas funciones. También estableció muchos decretos útiles, entre ellos varios ritos y ceremonias para la celebración del Santo Sacrificio.

Señaló asimismo que fuese uno el padrino o madrina en el Bautismo, por haberse introducido mayor número, con inhibición de que lo fuese en el sacramento de la Confirmación el del Bautismo. Igualmente mandó que en la consagración de los templos se celebrase el Santo Sacrificio de la Misa, y que las Iglesias no se erigiesen o demoliesen sin licencia de los obispos, prohibiendo que lo cedido para el culto divino sirviese en usos profanos. Tres veces hizo órdenes en el mes de diciembre, en las que creó quince presbíteros, cinco diáconos, y siete obispos para diferentes Iglesias.

Hacía mucho tiempo que suspiraba nuestro Santo por la corona del martirio. Aquel ardiente celo que mostraba en todas sus acciones y providencias por dilatar el reino de Jesucristo, y consevar en su pureza el Sagrado Depósito de la Fe, le hacía acreedor a este favor del cielo; el cual alcanzó en efecto con la persecución de Antonio Pío, el 11 de enero del año 140, después de haber gobernado la nave de la Iglesia cuatro años, tres meses y ocho días, sufriendo infinitos trabajos y fatigas por la defensa de la religión cristiana.

Legado de San Higinio: Jerarquizó los grados del clero eclesiástico, permitió en el sacramento del bautismo el padrino y la madrina.

(http://www.oremosjuntos.com/Papa/SanHiginio.html)

10 enero, 2018

Beata Ana de los Ángeles Monteagudo


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10 de Enero Beata Ana de los Ángeles Monteagudo Orden de los Predicadores Fuente: ACI Prensa

Martirologio Romano: En la ciudad de Arequipa, en Perú, beata Ana de los Ángeles Monteagudo, virgen de la Orden de Predicadores, que con sus dones de consejo y profecía se dedicó a promover el bien de toda la ciudad (1686).

Fecha de beatificación: 2 de febrero de 1985 por el Papa Juan Pablo II.
Nació en Arequipa el 26 de julio de 1602, hija del español Sebastián Monteagudo de la Jara y de la arequipeña Francisca Ponce de León.

Conforme a costumbres de la época, Ana fue internada por sus padres en el monasterio de Santa Catalina.

Vuelta al hogar por decisión de sus padres, no le satisfacieron los halagos del mundo ni las perspectivas de un ventajoso matrimonio.

Deseaba hacerse religiosa y lo puso en práctica ante la indignada reacción de sus padres.
Soportó con paciencia y ánimo invicto las contrariedades y emprendió la senda de la perfección.
En 1618 inicia el noviciado y añade a su nombre el apelativo “de los Ángeles”.

La aspereza de la vida conventual no la arredra. Vive con entusiasmo el ideal de Domingo de Guzmán y de Catalina de Siena.

Con el tiempo llega a ser Maestra de novicias y Priora (1647).

Acomete con energía la reforma del monasterio. Amonesta y corrige, anima y promueve. Además de las profesas, habitaban por esa época en el monasterio cerca de 300 personas, no todas imbuidas del deseo de perfección.

La obra de Ana de los Ángeles chocó con oposiciones tenaces. Sor Ana atendió asimismo, abnegada y heroicamente, a las víctimas de una peste que azotó Arequipa.

Tuvo altísima oración, esmerada perfección en las virtudes propias de la vida religiosa, serenidad y paciencia en los sufrimientos. Falleció el 10 de enero de 1686. Beatificada en Arequipa por Juan Pablo II en 1985.

(http://es.catholic.net/op/articulos/35810/ana-de-los-ngeles-monteagudo-beata.html)

09 enero, 2018

San Julián

 
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 ¡Oh!, San Julián, vos, sois el hijo del Dios de la vida, y
su amado santo, y, que, os negasteis a vivir en común
con vuestra novia, porque Dios, os permitió ver, en una
visión las maravillas que guarda Él, para quienes puros
se conservan. Y, vuestra novia aceptó, y luego, al desierto
marchasteis e hicisteis casas de oración en su honor. Desde
entonces, invitasteis a los jóvenes a seguidros e imitaros
en la pureza y, en vuestra santa cuaresma de ayuno,
oración, abstinencia y meditación los días todos de vuestra
santa vida. Y, de pronto, estalló la persecución en Antioquía, y
os apresaron y a todos vuestros monjes. Y, en pleno martirio
defendisteis con valor a Cristo, negándoos a adorar falsos
dioses. Cuando os llegó vuestro turno, le dijisteis a vuestro
perseguidor: “Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios
del cielo. Mi jefe a quien adoro y obedezco es Nuestro Señor
Jesucristo. Él, ya resucitó y está sentado a la derecha de Dios
Padre. Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús,
que es muchísimo más importante y poderoso que el
emperador, me dará las fuerzas y el valor para soportar
los tormentos. Mis padres me están observando desde el cielo
y se sienten muy contentos y muy honrados de que yo proclame
mi fe en Cristo y derrame por Él mi sangre”. Seguidamente
empezaron a daros latigazos, y uno de los verdugos se hiere
de un ojo, y escuchando sus terribles gritos vos, lo curasteis,
para asombro de todos los presentes; luego, os cortan vuestra
cabeza y Celso, hijo del cruel Marciano, al veros con qué valentía y
alegría marchabais a la muerte por Cristo, os imita, declarándose
también, seguidor de Él, haciéndose cristiano. Y, así, feliz
entregasteis, vuestra santa vida. Y, cada quien se preguntará
¿Dónde estaréis ahora? ¿Dónde? Y, la respuesta, esperar no
se deja: ¡En el mismo cielo! Y todo coronado de luz eterna
como premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡oh!, San Julián; “vivo mártir del amor y la luz de Cristo”.



© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Enero
San Julián Mártir Año 304

Nació San Julián en la ciudad de Antioquía (en Siria), de una familia que se preocupó por darle una muy buena formación religiosa. Los papás querían que se casara con una joven muy virtuosa y de familia muy rica, pero Julián tuvo una visión en la cual vio algunos de los premios que Dios reserva para quienes conservan su virginidad y narró su visión a la novia. Y entonces los dos, de común acuerdo, hicieron voto de castidad o sea un juramento de conservarse siempre puros.

Los papás creían que ellos formarían un hogar, pero los novios se habían comprometido a conservar para siempre su virginidad. Y poco tiempo después murieron los padres de los dos jóvenes, y entonces Julián y su prometida se fueron cada uno a un desierto a orar, y a hacer penitencia y cada cual fundó un monasterio. Julián un monasterio para hombres y ella uno para mujeres.

Muchos hombres deseosos de conseguir la santidad se fueron a acompañar a Julián en su vida de religioso y lo nombraron superior. El los dirigió con especial cariño y con gran prudencia. Era el que más duro trabajaba, el que mayores favores hacía a todos y el más fervoroso en la oración. Y dedicaba muchas horas a la lectura de libros religiosos y a la meditación.

Su vida fue una continua Cuaresma, o sea un ayunar y guardar abstinencia y orar y meditar, todos los días, sin cansarse. A los súbditos nunca los reprendía con altanería ni con malos modos o delante de los demás, sino en privado, con frases amables, comprensivas y animadoras, que les demostraban el gran aprecio y amor que les tenía, y que llegaban al fondo del alma y obtenían verdaderas conversiones.

Los religiosos decían que Julián era muy exigente y duro para sí mismo, pero admirablemente comprensivo y amable para con los demás, y que gobernaba con tal prudencia y caridad a los monjes que éstos se sentían en aquél desierto más felices que si estuvieran en el más cómodo convento de la ciudad.

La persecución

Y sucedió que estalló en Antioquía la persecución contra los cristianos, y el gobernador Marciano ordenó apresar a Julián y a todos sus monjes. Centenares de cristianos fueron siendo quemados por proclamar su amor a Jesucristo, y cuando le llegó el turno a nuestro santo, se produjo el siguiente diálogo entre el perseguidor y Julián:

– Le ordenamos que adore la estatua de nuestro emperador.
– Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios del cielo.
– Su Dios y emperador es el Cesar de Roma.
– Mi jefe a quien adoro y obedezco es Nuestro Señor Jesucristo.
– ¿Cómo se le ocurre creer en uno que fue crucificado?
– Es que el crucificado ya resucitó y está sentado a la derecha de Dios Padre.
– ¿Te ríes de nuestros dioses y del emperador? Pues ahora que te atormenten te arrepentirás de haber procedido así.

– Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús, que es muchísimo más importante y poderoso que el emperador, me dará las fuerzas y el valor para soportar los tormentos.
El perseguidor, viendo que con amenazas no lo conmueve, se propone cambiar de táctica y ofrecerle a Julián grandes premios si deja la santa religión:

– Tus padres eran personas muy importantes en esta ciudad. Si dejas de ser cristiano y adoras a nuestros dioses, te concederemos puestos de primera clase.

– Mis padres me están observando desde el cielo y se sienten muy contentos y muy honrados de que yo proclame mi fe en Cristo y derrame por El mi sangre.

Empiezan a darle a Julián terribles latigazos, con fuetes que tienen pedacitos de hierro en los extremos, pero uno de los verdugos al retirar rápidamente el fuete, es herido gravemente en un ojo por la punta de hierro del látigo. Julián oye el grito de dolor y llamando al verdugo le coloca sus manos sobre el ojo destrozado y se obtiene inmediatamente la curación.

Los verdugos le cortan la cabeza al santo, pero en ese momento el joven Celso, hijo del perseguidor Marciano, al ver con qué gran valentía y alegría ha ido a la muerte este amigo de Cristo, se declara él también seguidor de Jesús y se hace cristiano. Esta conversión fue considerada como un verdadero milagro espiritual obtenido por el martirio de Julián.

Y los amigos de Jesús queremos proclamar siempre y en todas partes nuestra fe, y preferir mil muertes y diez mil tormentos, antes que dejar nuestra santísima religión por irnos a religiones falsas que ni dan felicidad en esta vida ni consiguen salvación eterna.

San Julián: pídele a Cristo que nosotros logremos perseverar fieles a nuestra santa religión hasta la muerte.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Julian.htm)