11 octubre, 2019

San Juan XXIII

 
 Hoy celebramos a San Juan XXIII, el Papa bueno
 
 
¡Oh!; San Juan XXIII, vos, sois, el hijo del Dios de la vida,
su Papa y amado santo, que, desde siempre el llamado de Dios
sentisteis, tanto que, abrazasteis jubiloso la “Regla de la
Orden franciscana seglar”, como vuestro camino, que, aunque
no del todo fácil, al cielo os dirigió inexorablemente. La
gente, os conoció como el “Papa bueno”. Vuestro “Diario del
alma”, un dulce y amoroso testimonio de vuestra reflexión
espiritual, donde reflejáis el sustento de San Carlos Borromeo,
San Francisco de Sales y San Gregorio Barbarigo. Vuestro lema
“Obediencia y paz”, marcó todo vuestro magisterio y vida, a la
par de vuestras humanas dotes humanas de solicitud y caridad.
Y, Jesús, nunca os dejó y por el contrario, os fortalecía
y os daba cada día confianza plena en SU Cruz. Ortodoxos
y musulmanes, os admiran hasta hoy, por vuestra tolerancia.
En plena guerra, noticias dabais sobre los prisioneros
y vuestras manos salvaron a cientos de judíos perseguidos.
Buscasteis siempre la sencillez evangélica, animado por una
piedad sincera y dedicado todos los días a la oración y a la
meditación. Pastor sabio y resuelto, siempre a imitación
de los santos, a quienes venerabais, reflejo siendo de nuestro
“Buen Pastor”. Manso y atento; emprendedor y valiente; sencillo
y cordial. Nunca de practicar dejasteis de lado las obras
de misericordia, tanto corporales, como espirituales, visitando
a los encarcelados y a los enfermos. Recibíais a hombres
de todas las naciones y creencias, y cultivabais un especial
sentimiento de paternidad hacia todos. Vuestro magisterio,
con vuestras encíclicas “Pacem in terris” y “Mater et magistra”,
son un legado eterno de vuestro corazón y amor por la humanidad.
Por todo ello, Dios os coronó con corona de luz y eternidad,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡oh!; San Juan XXIII, “viva obediencia y paz del Cristo vivo”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 Octubre
San Juan XXIII
CCLXI Papa

Nació en el seno de una numerosa familia campesina, de profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote, trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de la Santa Sede. En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas le valieron el nombre de “papa bueno”. Juan Pablo II lo beatificó el año 2000 y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre.

Nació el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el nombre de Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá él mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, fueron la primera y fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía espiritual de Ángelo Roncalli.

Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales, que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos en el «Diario del alma». El 1 de marzo de 1896 el director espiritual del seminario de Bérgamo lo admitió en la Orden franciscana seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897.

De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio seminario romano, gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo. En este tiempo hizo, además, un año de servicio militar. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Roma. En 1905 fue nombrado secretario del nuevo obispo de Bérgamo, Mons. Giácomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al obispo en las visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas apostólicas: sínodo, redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el seminario, asistente de la Acción católica femenina, colaborador en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia elegante, profunda y eficaz.

En aquellos años, además, ahondó en el estudio de tres grandes pastores: san Carlos Borromeo (de quien publicó las Actas de la visita apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575), san Francisco de Sales y el entonces beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de Mons. Radini Tedeschi, en 1914, don Ángelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la docencia en el seminario y al apostolado, sobre todo entre los miembros de las asociaciones católicas.

En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra abrió la «Casa del estudiante» y trabajó en la pastoral de estudiantes. En 1919 fue nombrado director espiritual del seminario.

En 1921 empezó la segunda parte de la vida de don Ángelo Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede. Llamado a Roma por Benedicto XV como presidente para Italia del Consejo central de las Obras pontificias para la Propagación de la fe, recorrió muchas diócesis de Italia organizando círculos de misiones. En 1925 Pío XI lo nombró visitador apostólico para Bulgaria y lo elevó al episcopado asignándole la sede titular de Areópoli. Su lema episcopal, programa que lo acompañó durante toda la vida, era: «Obediencia y paz».

Tras su consagración episcopal, que tuvo lugar el 19 de marzo de 1925 en Roma, inició su ministerio en Bulgaria, donde permaneció hasta 1935. Visitó las comunidades católicas y cultivó relaciones respetuosas con las demás comunidades cristianas. Actuó con gran solicitud y caridad, aliviando los sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en silencio las incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la táctica pastoral de pequeños pasos. Afianzó su confianza en Jesús crucificado y su entrega a él.

En 1935 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La Iglesia católica tenía una presencia activa en muchos ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y organizando. Mons. Roncalli trabajó con intensidad al servicio de los católicos y destacó por su diálogo y talante respetuoso con los ortodoxos y con los musulmanes. Cuando estalló la segunda guerra mundial se hallaba en Grecia, que quedó devastada por los combates. Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a muchos judíos con el «visado de tránsito» de la delegación apostólica. En diciembre de 1944 Pío XII lo nombró nuncio apostólico en París.

Durante los últimos meses del conflicto mundial, y una vez restablecida la paz, ayudó a los prisioneros de guerra y trabajó en la normalización de la vida eclesiástica en Francia. Visitó los grandes santuarios franceses y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez evangélica, incluso en los asuntos diplomáticos más intrincados. Procuró actuar como sacerdote en todas las situaciones. Animado por una piedad sincera, dedicaba todos los días largo tiempo a la oración y la meditación.

En 1953 fue creado cardenal y enviado a Venecia como patriarca. Fue un pastor sabio y resuelto, a ejemplo de los santos a quienes siempre había venerado, como san Lorenzo Giustiniani, primer patriarca de Venecia.

Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y cordial, practicó cristianamente las obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y creencias, y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et magistra», fue muy apreciado.

Convocó el Sínodo romano, instituyó una Comisión para la revisión del Código de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y lo llamó «el Papa de la bondad». Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció la tarde del 3 de junio de 1963.

Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre del año 2000, y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre, recordando así que Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=13262)

10 octubre, 2019

Ssn Daniel Comboni



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10 de Octubfre San Daniel Comboni Fundador de los Misioneros Combonianos Santo Obispo

Martirologio Romano: En Khartum, en Sudán, san Daniel Comboni, obispo, que fundó el Instituto para las Misiones en África (Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús), y tras ser elegido obispo en ese continente, se entregó sin reservas y predicó el Evangelio por aquellas regiones, trabajando también por hacer respetar la dignidad humana. († 1881)

Daniel Comboni, hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de Africa Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia.

La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas.

Hijo único: padres santos
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.

Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».

En el corazón de Africa: con Africa en el corazón
Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa».
Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «Africa o muerte!».

Cuando regresa a Italia, el recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de Africa», un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar Africa por medio de Africa», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.

Un Obispo misionero original
En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.

Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.

Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).

El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.

Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.

La cruz como «amiga y esposa»
En 1880 Comboni vuelve a Africa por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».

Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.

Fechas más importantes
— Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831.
— Consagra su vida a Africa en 1849, realizando un proyecto que lo lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez a Africa.
— El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento.

— En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de « salvar Africa por medio de Africa », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia evangelización (Plan de 1864).

— Fiel a su consigna « Africa o muerte », no obstante las dificultades sigue con su Plan fundando, en 1867, el Instituto de los Misioneros Combonianos.

— Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha llegado la hora de evangelizar a los pueblos de Africa. No teme presentarse, como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la conversión de Africa (Postulatum, 1870).

— Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que también las religiosas participen directamente en la misión de Africa Central, siendo el primero en tomar tal iniciativa. En 1872, funda un Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las Hermanas Misioneras Combonianas.

— Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para que sea abolida la esclavitud.
— En 1877, es consagrado Obispo nombrado Vicario Apostólico de Africa Central.
— Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche del 10 de octubre de 1881.
— El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes.
— El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su intercesión en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de Oliveira Paixão.
— El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
— El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado por su intercesión en une madre musulmana del Sudan, Lubna Abdel Aziz.
— El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
Autor: Vaticano | Fuente: Vatican.va

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=33297)
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09 octubre, 2019

San Dionisio de París y compañeros Rústico y Eleuterio; Mártires

 
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¡Oh!, San Dionisio de París, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado Santo y mártir, y que, con audacia y valor, os
decidisteis evangelizar las galias, siendo su primer obispo,
apóstol y mártir. Fundasteis iglesias y diseminasteis
la palabra de Dios, y, uno de aquellos días, martirizado
junto a Rústico y Eleuterio, durante la persecución del
impío Valeriano. Pero, el Dios de la Vida, no os abandonó
jamás y, para admiración de las gentes de vuestro tiempo
y tras ser decapitado, anduvisteis durante seis kilómetros
con vuestra cabeza en manos, por el camino llamado hasta
hoy, con el nombre de “Calle de los Mártires”, al término
del mismo, entregasteis vuestra cabeza a Casulla, noble
dama romana y luego os desplomasteis; volando vuestra alma
así, al cielo, para coronada ser de luz como justo premio
a vuestro increíble amor y fe. Allí mismo, en Saint-Denisse,
una basílica en vuestro honor se edificó, para honraros
por los siglos de los siglos. Mártir y Patrono de toda Francia;
¡oh!, San Dionisio de París, “Vivo Apóstol del Dios de la Vida”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Octubre
San Dionisio de París
Primer obispo de París

Por: Xavier Villalta A. | Fuente: Catholic.net

Martirologio Romano: San Dionisio, obispo, y compañeros, mártires, de los cuales la tradición quiere que el primero, enviado por el Romano Pontífice a la Galia, fuese el primer obispo de París, y que junto con el presbítero Rústico y el diácono Eleuterio, padeciesen en las afueras de la ciudad (s. III).

Etimologicamente: Dionisio = Aquel que mantiene la fe en Dios, viene del griego

Breve Biografía
Dionisio legó a Francia hacia el 250 ó 270 desde Italia con seis compañeros con el fin de evangelizarla. Fue el primer obispo de París, y apóstol de las Galias.

Dionisio fundó en Francia muchas iglesias y fue martirizado en el 272, junto con Rústico y Eleuterio, durante la persecución de Valeriano. Según creen algunos es en Montmartre (mons Martyrum), o en el sur de la Isla de la Cité, según otros, donde se eleva, en la actualidad, la ciudad de Saint-Denis lugar en el que fueron condenados a muerte.

Según las Vidas de San Dionisio, escritas en la época carolingia, tras ser decapitado, Dionisio anduvo durante seis kilómetros con su cabeza bajo el brazo, atravesando Montmartre, por el camino que, más tarde, sería conocido como calle de los Mártires. Al término de su trayecto, entregó su cabeza a una piadosa mujer descendiente de la nobleza romana, llamada Casulla, y después se desplomó. En ese punto exacto se edificó una basílica en su honor. La ciudad se llama actualmente Saint-Denis.

La tradición del culto a San Dionisio de París, fue creciendo poco a poco, dándole a conocer, llegando a confundirlo con Dionisio Areopagita (obispo de Atenas) o con Dionisio el Místico. Esta confusión proviene del siglo XII cuando el abad Suger falsificó unos documentos por razones políticas, haciendo creer que San Dionisio había asistido a los sermones de Pablo de Tarso.

(http://es.catholic.net/op/articulos/31850/dionisio-de-pars-santo.html)

08 octubre, 2019

San Evodio de Brana

 
 
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¡Oh!, San Evodio de Brana, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que, en Rouen, en la Galia
Lugdunense, fuisteis, por amor a Cristo, Dios y Señor
Nuestro, erigido en su santo Obispo, pues, desde joven
os entregasteis al servicio de su causa y de su amor,
recibiendo las órdenes sagradas de manos de san Victricio,
que, os valió para arribar al cargo de arzobispo de
Rouen, y así, reunir poder en torno a Cristo, vuestro
Amado Maestro, a su Santa Iglesia, liberada recién
de perseguida por el martirio y la muerte ser. Vuestra
vida, la oración, el ayuno, el amor a los pobres,
y la evangelización fue. Santo Patrón de la colegiata
de Saint Yved de Braine, hoy, estáis, todo coronado,
con corona de luz, como premio a vuestro grande amor;
¡Oh!, San Evodio de Brana, “vivo mártir del Dios vivo”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de Octubre
San Evodio de Brana
Obispo

Martirologio Romano: En Rouen, en la Galia Lugdunense, san Evodio, obispo. 550.
Formado desde muy joven al servicio de la catedral de Rouen, su ciudad natal, recibió las órdenes sagradas de manos del obispo san Victricio. Fue elegido arzobispo de Rouen.

Su labor como obispo fue consolidar la iglesia de su diócesis recién salida de las persecuciones. Patrón de la colegiata de Saint Yved de Braine, cerca de Soissons, donde trasladaron sus reliquias.

(http://vidas-santas.blogspot.com/2013/10/san-evodio-de-brana-obispo.html)

06 octubre, 2019

Domingo XXVII (C) del tiempo ordinario


 Resultado de imagen para En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor; «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido.  »¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».

Día litúrgico: Domingo XXVII (C) del tiempo ordinario Ver 1ª Lectura y Salmo

Texto del Evangelio (Lc 17,5-10): En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor; «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido.

»¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».
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«Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer»
+ Rev. D. Josep VALL i Mundó (Barcelona, España)

Hoy, Cristo nos habla nuevamente de servicio. El Evangelio insiste siempre en el espíritu de servicio. Nos ayuda a ello la contemplación del Verbo de Dios encarnado —el siervo de Yavé, de Isaías— que «se anonadó y tomó la condición de esclavo» (Flp 2,2-7). Cristo afirma también: «Yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lc 22,27), pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). En una ocasión, el ejemplo de Jesús se concretó realizando el trabajo de un esclavo al lavar los pies de sus discípulos. Quería dejar así bien claro, con este gesto, que sus seguidores debían servir, ayudar y amarse unos a otros, como hermanos y servidores de todos, tal como propone la parábola del buen samaritano.

Debemos vivir toda la vida cristiana con sentido de servicio sin creer que estamos haciendo algo extraordinario. Toda la vida familiar, profesional y social —en el mundo político, económico, etc.— ha de estar impregnada de este espíritu. «Para servir, servir», afirmaba san Josemaría Escrivá; él quería dar a entender que para “ser útil” es preciso vivir una vida de servicio generoso sin buscar honores, glorias humanas o aplausos.

Los antiguos afirmaban el “nolentes quaerimus” —«buscamos para los cargos de gobierno a quienes no los ambicionan; a quienes no desean figurar»— cuando había que hacer nombramientos jerárquicos. Ésta es la intencionalidad propia de los buenos pastores dispuestos a servir a la Iglesia como ella quiere ser servida: asumir la condición de siervos como Cristo. Recordemos, según las conocidas palabras de san Agustín, cómo debe ejercerse una función eclesial: «Non tam praeesse quam prodesse»; no tanto con el mando o la presidencia sino, más bien, con la utilidad y el servicio.

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2019-10-06)

05 octubre, 2019

Santa Faustina Kowalska

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¡Oh!; Santa Faustina Kowalska, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y apóstol de la Divina Misericordia,
que desde pequeña, sentíais amor por la oración, el trabajo,
la obediencia y gran sensibilidad ante la miseria y pobreza
humanas. Vuestra educación escolar duró tres años y al cumplir
dieciséis años os fuisteis de la casa familiar para trabajar
como doméstica y, a los veinte, entrasteis en la “Congregación
de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia”.
Ya como Sor María Faustina, vivisteis trece años cumpliendo
deberes de cocinera, jardinera y portera, pero, unida a Dios
de manera extraordinaria. Desde niña deseasteis ser una gran
santa y, colaborasteis con Jesús en la obra de a las almas
perdidas salvar, hasta ofreceros vos misma, como sacrificio
por los pecadores. Vuestra vida conventual maracada estuvo
por el sufrimiento y las extraordinarias gracias místicas que
Dios os regalaba. Vuestra misión eran tres tareas, la primera:
“proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura
sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona”; la segunda:
“alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero y practicar
las nuevas formas de culto para la Divina Misericordia por
el Señor Jesús presentadas: la imagen de la Divina Misericordia
con la inscripción: “Jesús, en ti confío”, la fiesta de la
Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua
de Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la
oración a la hora de la Misericordia”; y la tercera: inspirar
un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha
de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo
y aspirar a la perfección cristiana siguiendo vuestro camino
trazado. Vuestra misión, está en el Diario que os mandó escribir
el Señor Jesús, registrando con fidelidad todo lo que Jesús os
pidió y describiendo los encuentros de vuestra alma con Él.
“Secretaria de mi más profundo misterio tu misión es la de
escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para
el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán
en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a mí”;
os encargó Jesús. Y, luego de haber gastado vuestra santa
vida en buen lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega
de amor y fe. Juan Pablo Segundo, Papa, os beatificó y canonizó
en Roma, porque él, llevó vuestro proceso arquidiocesano,
cuando Arzobispo de Cracovia era. !Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!; Santa Faustina Kowalska, “vivo amor de la Misericordia de Dios”.

© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Octubre
Santa Faustina Kowalska
Apóstol de la Divina Misericordia


Sor Faustina nació en el año 1905 en la aldea de Glogowiec, cerca de Lodz, como la tercera de diez hermanos en la familia de Kowalski. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, laboriosidad, obediencia y sensibilidad ante la pobreza humana. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para trabajar de empleada doméstica en casas de familias acomodadas. A los 20 años entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, donde ­ como Sor María Faustina vivió 13 años cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios.

Desde niña había deseado ser una gran santa y, en consecuencia, caminó hacia este fin colaborando con Jesús en la obra de salvar a las almas perdidas, hasta ofrecerse como sacrificio por los pecadores. Los años de su vida conventual estuvieron marcados, pues, por el estigma del sufrimiento y las extraordinarias gracias místicas.

La misión de sor Faustina consiste en 3 tareas:
1. Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona.

2. Alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y especialmente para los pecadores, por ejemplo a través de la práctica de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia, presentadas por el Señor Jesús: la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: Jesús, en ti confío, la fiesta de la Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (las tres de la tarde). A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la Divina Misericordia el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.

3. Inspirar un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo el camino trazado por la beata sor María Faustina. Este camino es la actitud de confianza de niño hacia Dios que se expresa en cumplir su voluntad y la postura de caridad hacia el prójimo.

Actualmente este movimiento dentro de la Iglesia abarca a millones de personas en el mundo entero: congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina Misericordia y personas no congregadas que se comprometen a cumplir las tareas que el Señor Jesús transmitió por sor María Faustina.
Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por mandato del Señor Jesús y de los confesores

Registró en él con fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de su alma con Él. Secretaria de mi más profundo misterio ‹dijo el Señor Jesús a sor María Faustina‹ tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a mí (Diario 1693). Esta obra acerca de modo extraordinario el misterio de la misericordia Divina. Atrae no solamente a la gente sencilla sino también a científicos que descubren en ella un frente más para sus investigaciones. El Diario ha sido traducido a muchos idiomas,por citar algunos: inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.

El 18 de abril de 1993 el Papa Juan Pablo II beatificó a nuestra Sor Faustina Kowalska en la Basílica de San Pedro en Roma. Fue en el primer domingo de Pascua, en el cual, según el pedido expreso de Jesús a Sor Faustina, debía celebrarse la Fiesta de la Misericordia. Y la beatificó precisamente Juan Pablo II, quien siendo aún arzobispo de Cracovia, llevó adelante el proceso arquidiocesano como paso previo a los procesos romanos. El 30 de abril de 2000, el Santo Padre Juan Pablo II, canonizó a Sor Faustina, en la Basílica de San Pedro, frente a 200.000 devotos de la Divina Misericordia.

ORACIÓN PARA ALCANZAR GRACIAS POR MEDIO DE LA SANTA SOR FAUSTINA
Oh Jesús, que hiciste de la beata Faustina, una gran devota de tu infinita misericordia, concédeme por su intercesión, si fuere esto conforme a tu santísima voluntad, la gracia de …………………………, que te pido. Yo, pecador/a, no soy digno/a de tu misericordia, pero dígnate mirar el espíritu de entrega y sacrificio de Sor Faustina y recompensa sus virtudes atendiendo las súplicas que a través de ella te presento confiando en tí.
Padre nuestro…
Ave María…
Gloria…
Santa Faustina, ruega por nosotros.
También vea:
*La página de Divina Misericordia
*Corazones.org
*El sitIo de Santa Faustina
Este día también se festeja a San Plácido, San Simón y San Flroilan
(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=2791)

04 octubre, 2019

San Francisco de Asís

 
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¡Oh!; San Francisco de Asís, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, que, recibisteis los estigmas de Nuestro Señor
Jesucristo, y ser declarado “santo” mucho antes, de que el Papa,
así lo hiciera. Cuando vos, teníais veinte años, surgió una guerra
entre Asís y Perugia, y salisteis a combatir por vuestra ciudad,
cayendo preso, meditasteis en vuestra vida. Terminada vuestra
prisión os incorporasteis otra vez en el ejército, y con lujosa
armadura y costoso caballo os fuisteis a batalla. Por el camino
se os presentó un pobre militar a quien le obsequiasteis todo vuestro
equipo militar. Esa noche en sueños os presentaron a cambio de lo
vos regalasteis, “otras armaduras” para enfrentaros a los enemigos
del espíritu: Dios, os dijo: “¿Por qué dedicarse a servir a los
jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?”.
Y, volvisteis a vuestro pueblo y todos os miraban cambiado
 y decíais: “Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura
y santificadora que existe”: ¡Os habíais enamorado de la pobreza o
o sea del mismo Cristo! Luego, vendisteis todos vuestros bienes
y,  los disteis a los pobres. Y, de aquél beso al leproso, Dios, os dio
gran fuerza para vuestros instintos dominar y poder sacrificaros
en favor de los demás. “Francisco, tienes que reparar mi casa,
porque está en ruinas”. Y, vos, creísteis que Jesús, os mandaba
arreglar las paredes de la iglesia. Y, así, comenzó, vuestro caminar
de gloria. “Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De
hoy en adelante podré decir: Padre Nuestro que estás en los cielos”.
Le dijisteis a vuestro padre, y con Cristo os marchasteis. Fundasteis
vuestra orden de los “Franciscanos” y más tarde, con Clara, la bella
y santa de Asís, fundasteis las “Damas Pobres” o “Clarisas”, cuyos
conventos esparcidos están hoy en todo el mundo entero. A vos,
las avecillas del campo, os seguían todas felices y formaban
una cruz por donde predicabais. Y del “regalo” de Cristo, en vuestro
cuerpo, a vos, se os formaron las mismas heridas en las manos,
en los pies y en el costado. “El Amor no es amado”. Decíais, para
que, la gente amara, a Jesucristo aún más. Os aventurasteis a viajar
a Egipto, y a Tierra Santa, visitando los lugares Santos, donde Jesús
nació, vivió, murió y resucitó. Y, por ello, hasta hoy, son vuestros
hermanos los que los custodian por los tiempos de los tiempos
y con devoción viva, aquellos “vivos” lugares de la Tierra Santa. Vos,
poeta como erais, le cantabais himnos a todas las criaturas a Dios
alabando: ¡A el sol, la luna, la tierra, las estrellas, el fuego, el
viento, el agua, la flora y la fauna que felices se sentían al oiros!
“Alabado sea mi Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por
los que saben perdonar”, cantabais. Y, cómo olvidar vuestro saludo:
“Paz y bien”, porque, con él, ganasteis de Dios la gloria lleno
de alegría, de paz y de Su amor, que se hacen visibles cada día
y noche del ayer, del hoy, y por siempre del mañana. Además, fuisteis
vos, quien dejó la costumbre de los “Pesebres de Navidad”, por
vuestro amor por el Dios de la vida. Y, el día que tanto habíais
ansiado, para ver el rostro de vuestro Creador, os llegó y acostado
en el duro suelo, cubierto con un hábito que os prestaron de limosna,
y pidiendo a vuestros seguidores que se amaran siempre, como Cristo
los amó, entregasteis vuestra santísima alma a Dios, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestro increíble amor;
¡oh!, San Francisco de Asís, “vivo Jesucristo, Dios y Señor Nuestro”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Oración Por La Paz
Oh, Señor, haz de mí un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
Ser comprendido, sino comprender;
Ser amado, como amar.
Porque es dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.
Amén.


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4 de Octubre
San Francisco de Asís
Fundador
Su Vida


Dicen que a San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor, y que si se hace una votación entre los cristianos (aún entre los protestantes) todos están de acuerdo en declarar que es un verdadero santo. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo estiman.

Nació en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue sumamente estimada por él durante toda su vida. Su padre era Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia, por la cual le puso el nombre de Francisco, que significa: “el pequeño francesito”. Cuando joven a Francisco lo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores almacenes de ropa en la ciudad, y al muchacho le sobraba el dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo.

Tenía veinte años cuando hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida. Al salir de la prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido, le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le presentaban en cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los enemigos del espíritu.

Francisco no llegó al campo de batalla porque se enfermó y en plena enfermedad oyó que una voz del cielo le decía: “¿Por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?”. Entonces se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear sino a meditar en serio acerca de su futuro. La gente al verlo tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco probablemente estaba enamorado. Él comentaba: “Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora que existe”. Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más parecida posible al modo totalmente pobre como vivió Jesús. Y se fue convenciendo de que debía vender todos sus bienes y darlos a los pobres.

Paseando un día por el campo encontró a un leproso lleno de llagas y sintió un gran asco hacia él. Pero sintió también una inspiración divina que le decía que si no obramos contra nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al leproso, y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las llagas. Desde que hizo ese acto heroico logró conseguir de Dios una gran fuerza para dominar sus instintos y poder sacrificarse siempre a favor de los demás. Desde aquel día empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los pobres. Y les regalaba cuanto llevaba consigo.

Un día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, le pareció oír que Cristo le decía tres veces: “Francisco, tienes que reparar mi casa, porque está en ruinas”. Él creyó que Jesús le mandaba arreglar las paredes de la iglesia de San Damián, que estaban muy deterioradas, y se fue a su casa y vendió su caballo y una buena cantidad de telas del almacén de su padre y le trajo dinero al Padre Capellán de San Damián, pidiéndole que lo dejara quedarse allí ayudándole a reparar esa construcción que estaba en ruinas. El sacerdote le dijo que le aceptaba el quedarse allí, pero que el dinero no se lo aceptaba (le tenía temor a la dura reacción que iba a tener su padre, Pedro Bernardone) Francisco dejó el dinero en una ventana, y al saber que su padre enfurecido venía a castigarlo, se escondió prudentemente.

Pedro Bernardone demandó a su hijo Francisco ante el obispo declarando que lo desheredaba y que tenía que devolverle el dinero conseguido con las telas que había vendido. El prelado devolvió el dinero al airado papá, y Francisco, despojándose de su camisa, de su saco y de su manto, los entregó a su padre diciéndole: “Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: Padrenuestro que estás en los cielos”. El Sr. Obispo le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza, sobre su nueva túnica, y con ésta vestirá y pasará el resto de su vida. Ese será el hábito de sus religiosos después: el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero.

Se fué por los campos orando y cantando. Unos guerrilleros lo encontraron y le dijeron: “¿Usted quién es? – Él respondió: – Yo soy el heraldo o mensajero del gran Rey”. Los otros no entendieron qué les quería decir con esto y en cambio de su respuesta le dieron una paliza. Él siguió lo mismo de contento, cantando y rezando a Dios. Después volvió a Asís a dedicarse a levantar y reconstruir la iglesita de San Damián. Y para ello empezó a recorrer las calles pidiendo limosna. La gente que antes lo había visto rico y elegante y ahora lo encontraba pidiendo limosna y vestido tan pobremente, se burlaba de él. Pero consiguió con qué reconstruir el pequeño templo.

La Porciúncula
Este nombre es queridísimo para los franciscanos de todo el mundo, porque en la capilla llamada así fue donde Fracisco empezó su comunidad. Porciúncula significa “pequeño terreno”. Era una finquita chiquita con una capillita en ruinas. Estaba a 4 kilómetros de Asís. Los padres Benedictinos le dieron permiso de irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba el sitio por lo pacífico y solitario y porque la capilla estaba dedicada a la Sma. Virgen

En la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el cielo le mostró lo que esperaba de él. Y fue por medio del evangelio de ese día, que es el programa que Cristo dio a sus apóstoles cuando los envió a predicar. Dice así: “Vayan a proclamar que el Reino de los cielos está cerca. No lleven dinero ni sandalias, ni doble vestido para cambiarse. Gratis han recibido, den también gratuitamente”. Francisco tomó esto a la letra y se propuso dedicarse al apostolado, pero en medio de la pobreza más estricta. Cuenta San Buenaventura que se encontró con el santo un hombre a quien un cáncer le había desfigurado horriblemente la cara. El otro intentó arrodillarse a sus pies, pero Francisco se lo impidió y le dio un beso en la cara, y el enfermo quedó instantáneamente curado. Y la gente decía: “No se sabe qué admirar más, si el beso o el milagro”.

El primero que se le unió en su vida de apostolado fue Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís, el cual invitaba con frecuencia a Francisco a su casa y por la noche se hacía el dormido y veía que el santo se levantaba y empleaba muchas horas dedicado a la oración repitiendo: “mi Dios y mi todo”. Le pidió que lo admitiera como su discípulo, vendió todos sus bienes y los dio a los pobres y se fue a acompañarlo a la Porciúncula. El segundo compañero fue Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís. El tercero, fue Fray Gil, célebre por su sencillez. Cuando ya Francisco tenía 12 compañeros se fueron a Roma a pedirle al Papa que aprobara su comunidad. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.

En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin un cardenal dijo: “No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio”. Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula. Dicen que Inocencio III vio en sueños que la Iglesia de Roma estaba a punto de derrumbarse y que aparecían dos hombres a ponerle el hombro e impedir que se derrumbara. El uno era San Francisco, fundador de los franciscanos, y el otro, Santo Domingo, fundador de los dominicos. Desde entonces el Papa se propuso aprobar estas comunidades.

A Francisco lo atacaban a veces terribles tentaciones impuras. Para vencer las pasiones de su cuerpo, tuvo alguna vez que revolcarse entre espinas. Él podía repetir lo del santo antiguo: “trato duramente a mi cuerpo, porque él trata muy duramente a mi alma”. Clara, una joven muy santa de Asís, se entusiasmó por esa vida de pobreza, oración y santa alegría que llevaban los seguidores de Francisco, y abandonando su familia huyó a hacerse monja según su sabia dirección. Con santa Clara fundó él las Damas Pobres o Clarisas, que tienen hoy conventos en todo el mundo.

Francisco tenía la rara cualidad de hacerse querer de los animales. Las golondrinas le seguían en bandadas y formaban una cruz, por encima de donde él predicaba. Cuando estaba solo en el monte una mirla venía a despertarlo con su canto cuando era la hora de la oración de la medianoche. Pero si el santo estaba enfermo, el animalillo no lo despertaba. Un conejito lo siguió por algún tiempo, con gran cariño. Dicen que un lobo feroz le obedeció cuando el santo le pidió que dejara de atacar a la gente.

Francisco se retiró por 40 días al Monte Alvernia a meditar, y tanto pensó en las heridas de Cristo, que a él también se le formaron las mismas heridas en las manos, en los pies y en el costado. Los seguidores de San Francisco llegaron a ser tan numerosos, que en el año 1219, en una reunión general llamado “El Capítulo de las esteras”, se reunieron en Asís más de cinco mil franciscanos. Al santo le emocionaba mucho ver que en todas partes aparecían vocaciones y que de las más diversas regiones le pedían que les enviara sus discípulos tan fervorosos a que predicaran. Él les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo que manda el santo evangelio.

Francisco recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: “El Amor no es amado”. Las gentes le escuchaban con especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su religión. Dispuso ir a Egipto a evangelizar al sultán y a los mahometanos. Pero ni el jefe musulmán ni sus fanáticos seguidores quisieron aceptar sus mensajes. Entonces se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa. Por no cuidarse bien de las calientísimas arenas del desierto de Egipto se enfermó de los ojos y cuando murió estaba casi completamente ciego. Un sufrimiento más que el Señor le permitía para que ganara más premios para el cielo.

San Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer los campos cantando bellas canciones, compuso un himno a las criaturas, en el cual alaba a Dios por el sol, y la luna, la tierra y las estrellas, el fuego y el viento, el agua y la vegetación. “Alabado sea mi Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por los que saben perdonar”, etc. Le agradaba mucho cantarlo y hacerlo aprender a los demás y poco antes de morir hizo que sus amigos lo cantaran en su presencia. Su saludo era “Paz y bien”.

Cuando sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la hora de partir a la eternidad. Dejaba fundada la comunidad de Franciscanos, y la de hermanas Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la religión de Cristo por todos los países del mundo. Los seguidores de San Francisco (Franciscanos, Capuchinos, Clarisas, etc.) son el grupo religioso más numeroso que existe en la Iglesia Católica. El 3 de octubre de 1226, acostado en el duro suelo, cubierto con un hábito que le habían prestado de limosna, y pidiendo a sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha amado, murió como había vivido: lleno de alegría, de paz y de amor a Dios.

Cuando apenas habían transcurrido dos años después de su muerte, el Sumo Pontífice lo declaró santo y en todos los países de la tierra se venera y se admira a este hombre sencillo y bueno que pasó por el mundo enseñando a amar la naturaleza y a vivir desprendido de los bienes materiales y enamorados de nuestro buen Dios. Fue él quien popularizó la costumbre de hacer pesebres para Navidad.

(http://www.ewtn.com/padrepio/sp/franciscan/st_francis.htm)