26 octubre, 2019

San Darío

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 ¡Oh!, San Darío, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y mártir, que, vuestra vida ofrecisteis
en su santo nombre. Siendo rey, os, inclinasteis ante
Dios, porque, desde siempre supisteis que era Él,
y nadie más el Todopoderoso. Vuestras hazañas, en el
Santo Libro se escriben y cubren hasta la antigua Grecia,
por vuestra vida de santidad sencilla, y a la vez grande
en vuestro obrar diario. Vuestro martirio cristiano,
reconocido es por la Santa Iglesia Católica Apostólica
Romana, la Iglesia Ortodoxa Oriental y la Iglesia Católica
Apostólica Ortodoxa, porque fuisteis víctima de las
persecuciones de Diocleciano, unidas a las de San
Zósimo, San Pablo y San Segundo. Así, entregasteis vuestra
alma para coronada ser, con corona de luz como justo
premio a vuestra entrega de amor. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Darío, “viva confianza en el Dios, de la Vida ”.


© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Octubre
San Darío
Mártir


Etimológicamente significa “represor”. Viene de la lengua griega.
Felipe dice a Jesús: “ Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le dice: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Darío fue un mártir de los primeros siglos. Hoy predomina en el calendario del Santoral, el gran rey de los Persas.

Su sombra aparece incluso en la Biblia y se proyecta en la antigua Grecia. Junto a este personaje hay una santa de nombre Daría, una de las más célebres de la historia de la Iglesia. NO fue mujer de Crisante. Era egipcia, de Alejandría, y su marido era de Atenas. Los dos eran cristianos en su matrimonio vivido en la continencia más absoluta. Los dos murieron en Roma bajo el imperio e Numeriano.

Crisante sufrió el asalto a su castidad por parte de cinco chicas que querían hacerle caer en el pecado sexual. Al contrario de este matrimonio, la vida de san Darío, festejado hoy, es muy sencilla.
Su nombre aparece juntamente con un grupo de mártires. No hay datos seguros de su martirio. Probablemente fue en la ciudad de Nicea, en Bitinia.

“La oportunidad se presenta tarde y se marcha pronto” (Siro).
Más a cerca de Darío:
San Darío (muerto en el siglo IV, en Nicea) es un santo y mártir cristiano reconocido por la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Ortodoxa Oriental y la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa. Su onomástica se celebra el 19 de diciembre. Fue martirizado en el siglo IV en Nicea, víctima de las persecuciones de Diocleciano, junto a San Zósimo, San Pablo y San Segundo.

(http://www.panoramacatolico.com/pc/20111211/martiresiglesia.htm)
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

25 octubre, 2019

San Gaudencio

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¡Oh!, San Gaudencio, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, que vivisteis
a finales de siglo cuarto, y que, después de la muerte
del obispo Filastro, fuisteis elegido obispo
de Brescia por el cariño del pueblo y los buenos
oficios de San Ambrosio. Vos, tuvisteis una gran
gran amistad con el obispo de Milán, siendo
uno de los que fuisteis enviado a Constantinopla
para interceder a favor de San Crisóstomo, durante
la persecución. Además, escribisteis varias obras
de las cuales destacan la tratada sobre Filastro
titulado: “Liber de vita sancti Philatrii”. También
diez sermones y algunas homilías sobre diferentes
pasajes de la Biblia, que pronunciasteis el día
de vuestra consagración. Dupín dice de vos, en su
“Nouvelle bibliothèque”, que vuestro estilo es sencillo
pero descuidado, vuestras alegorías violentas y vuestros
sermones secos y de estilo muy poco atractivo y superficial.
¡Nada más apartado de la verdad! En cambio, Pablo Galearti,
dice que vuestro estilo, aunque sencillo, es elegante, fácil
y ameno. Y digo yo: “Escrita para el pueblo, no para mentes
 doctas”. Y, así, y luego de gastar vuestra vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz eterna, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Gaudenciode Brescia, “viva palabra del Dios Vivo”.


© 2019 Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Octubre
San Gudencio de Brescia
Obispo

San Gaudencio vivió a finales del siglo IV o principios del siglo V ignorándose su patria, la fecha de su nacimiento y aún la historia de sus primeros años. Pero se sabe que después de la muerte del obispo Filastro, ocurrida en el año 387, fue elegido obispo de Brescia y que aunque al principio no quiso aceptar el nombramiento, se vio obligado a ello por el afecto del pueblo y las repetidas instancias de los obispos de la provincia entre los cuales figuraba San Ambrosio.

San Gaudencio mantuvo una gran amistad con el obispo de Milán y fue uno de los latinos enviados a Constantinopla en los años 404 y 405 para interceder a favor de San Crisóstomo durante la persecución.
En la historia de la antigua literatura cristiana ocupa un distinguido lugar San Gaudencio por muchas obras que de él se conservan. Se le deben principalmente las noticias que nos quedan de Filastro, consignadas en un discurso suyo sobre la vida y escritos de este prelado y que suele también titularse Liber de vita sancti Philatrii.
Se conservan también diez sermones y algunas homilías sobre diferentes pasajes de la Biblia entre otras, las que pronunció el día de su consagración, muy interesante para la historia de su vida.
Dupín dice de él en su Nouvelle bibliothèque que su estilo es sencillo pero descuidado, sus alegorías violentas, sus sermones secos, estilo muy poco atractivo y superficial. Pero en cambio, Pablo Galearti afirma que su estilo, aunque sencillo, es elegante, fácil y ameno.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

24 octubre, 2019

San Antonio María Claret

 
 
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¡Oh!, San Antonio María Claret; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo, y el que donó de lleno su vida
al prójimo, y con amor, vívidamente predicó al Dios Vivo.
Como vicepárroco, os disteis a lo que Dios os había dado:
la increíble fuerza para predicar: ora en misiones populares,
ora de noche y de día, predicando hasta diez sermones diarios.
A pie, viajabais siempre, y sin dinero alguno, a imitación
de los apóstoles de Cristo. Imprimíais de por miles, hojas
sencillas con temas religiosos, y, además libros que hicieron
de vuestro apostolado increíble, ejemplar e inolvidable.
Vuestra orden, la de los Claretianos y la de las Claretianas,
cubren hoy, el orbe de la tierra, difundiendo el evangelio
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, saben de vos, todos
aquellos lugares y sus gentes, porque allí; medallas, rosarios,
hojas y libros religiosos regalasteis, al daros cuenta de que,
para que la fe, “viva” estuviera mantenida, se necesitaban
sacerdotes santos, que, al igual que vos, por los campos
y las ciudades enseñasen y predicasen lecturas que animen
a engrosar la grey del Señor. Lo mismo que hizo San Juan Bosco,
en Italia, en ese tiempo a favor de las buenas lecturas,
lo hicisteis vos, en España. Vos, decíais: “Ya veis cuanto
importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará de
males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los
bienes terrenales y eternos. Rezadle el Santo Rosario todos
los días con devoción y fervor y veréis como María Santísima
será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera,
vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús”. Asististeis
al Concilio Vaticano en Roma, y, en el mismo, pronunciasteis un
 famoso discurso. Fueron los monjes cistercienses de Fuente
Fría, quienes os hospedaron por vez última, luego de
haber escrito vuestra autobiografía y, allí os sorprendió la
muerte, volando vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz,
como justo premio a vuestra entrega de amor al Dios de la Vida.
Hoy, nada mejor que imitaros no sólo en la palabra, sino,
también en la acción, propagador y predicador santo de Dios,
“Santo Patrón de los Tejedores de todo el orbe de la tierra”;
¡oh!, San Antonio María Claret, “vivo predicador del Dios Vivo”.



© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de octubre
San Antonio María Claret
Obispo de Santiago de Cuba
Fundador y
Patrón de los tejedores

 

Sus primeros años

San Antonio María Claret nace el 23 de diciembre del 1807 en el pueblo de Sallent, a 51 kilómetros de Barcelona. Para los que no tienen ni idea de esta población, diremos que es una villa trabajadora de unos 2.000 habitantes, esencialmente textil, donde precisamente el padre de Antonio tenía una pequeña fábrica de tejidos. La infancia de “Tonet”, conocido así popularmente por sus amigos, transcurre durante la llamada “Guerra del francés” (1808-1814). Se explica que ante el temor de la llegada de los franceses, el pueblo de Sallent se refugió en las montañas. El abuelo de Antonio, a causa de su estado de salud, no podía seguir aquella fila de vecinos que subían al monte, pero Antonio volvió hacia atrás para acompañar en todo momento a su abuelo.

Ordenación Sacerdotal
Fue luego nombrado vicepárroco y pronto empezó el pueblo a conocer cuál era la cualidad principal que Dios le había dado: era un predicador impresionante, de una eficacia arrolladora. De todas partes lo llamaban a predicar misiones populares, predicando hasta diez sermones en un día. Viajaba siempre a pie y sin dinero.

Durante 15 años predicó incansablemente por el norte de España, y difícilmente otro predicador del siglo pasado logró obtener triunfos tan grandes como los del padre Claret al predicar. En su vida predicó más de 10,000 sermones. Lo que hizo San Juan Bosco en Italia en ese tiempo a favor de las buenas lecturas, lo hizo San Antonio Claret en España. Él se dio cuenta de que una buena lectura puede hacer mayor bien que un sermón y se propuso emplear todo el dinero que conseguía en difundir buenos libros. Mandaba imprimir y regalaba hojas religiosas, por centenares de miles. Ayudó a fundar la Librería religiosa de Barcelona y fue el que más difundió los libros de esa librería. Él mismo redactó más de 200 libros y folletos sencillos para el pueblo, que tuvieron centenares de ediciones. Los regalaba donde quiera que llegaba. En todas partes reglaba medallas, rosarios, hojas y libros religiosos.

La ciudad de La Habana llevaba 14 años sin arzobispo porque eran tiempos de persecuciones contra la Iglesia Católica. Finalmente, a la Reina de España le pareció que el sacerdote mejor preparado para ese cargo era el Padre Claret. Le escribió la Reina al Sumo Pontífice y este lo nombró Arzobispo de La Habana. Él se negaba a aceptar el cargo porque le parecía que no era digno, pero sus amigos sacerdotes le dijeron que en conciencia tenía que aceptarlo porque esa era la voluntad de Dios. Y desde 1889, por espacio de siete años, fue un dulcísimo y extraordinario pastor de la Iglesia en La Habana, y toda Cuba.

En Cuba administró el sacramento de la confirmación a 300,000 cristianos y arregló 30,000 matrimonios. Logró formar con los sacerdotes una verdadera familia de hermanos donde todos se sentían bien atendidos y estimados en la casa del Arzobispo.

En 1857 fue llamado a España como capellán de la reina Isabel. En 1849 al darse cuenta de que para mantener viva la fe del pueblo se necesitan sacerdotes entusiastas que vayan por campos y ciudades predicando y propagando buenas lecturas, se reunió con cinco compañeros y fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María, que hoy se llaman Claretianos. Actualmente son 3,000 en 385 casas en el mundo. Fundó también las Hermanas Claretianas que son 650 en 69 casas. Estas comunidades han hecho inmenso bien con su apostolado en muchos países.

Asistió al Concilio Vaticano en Roma en 1870. En el mismo, pronunció un memorable discurso que fue muy bien recibido, comentado y elogiado. En Francia, los monjes cistercienses del monasterio de Fuente Fría le hospedaron, y allí, después de haber escrito por orden del superior de su comunidad su autobiografía, enfermó. Falleció el 24 de octubre de 1879. Tenía apenas 63 años. Después de su muerte, se le han atribuido numerosos milagros.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Antonio_María_Claret.htm)

23 octubre, 2019

San Juan de Capistrano

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¡Oh!, San Juan de Capistrano; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, que, el don de la predicación
llevasteis a su más alta cumbre entre los pecadores
de vuestro tiempo, y, más aún, cuando de manera solícita
la Cruz de Cristo, Dios y Señor Nuestro, empuñasteis
y bandera hecha, arengasteis a los valerosos soldados
en defensa extraordinaria de nuestra santa religión
diciendo: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra
santa religión”. Y, así, con vuestra palabra maravillosa
lograsteis la ayuda del Dios Altísimo, que convirtió
en grande victoria aquella batalla. Quizás por ello,
aquellos campos, y más, los de la vida, de vuestro
portento y obra gigante saben, tanto que, os recuerdan
en palabras de Juan el Bautista, quien había dicho:
“Raza de víboras: tienen que producir frutos de
conversión. Porque ya está el hacha de la justicia
divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no
produce frutos de obras buenas será cortado y echado
al fuego”. Pocas horas dormíais, y vestíais trajes
pobres. Comíais poco, padecíais de artritis y dolores
de estómago, que os hacían retorceros, pero vos, siempre
e increíblemente alegre estabais. En suma, vuestro
cuerpo débil era, pero, vuestro espíritu fuerte y vivaz.
Vuestras armas: la oración, la penitencia y vuestra
predicación. Jamás empleasteis armas materiales, pues
 las vuestras eran la oración, la penitencia y la fuerza de
 vuestra predicación. Las gentes de vuestro tiempo decían que
los cuarteles más parecían casas de religiosos que campamentos
militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida llena
de virtudes. Muchos soldados se confesaban y comulgaban, y los
militares decían en sus batallones: “Tenemos un capellán santo.
Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige.
Si nos portamos mal, no vamos a conseguir victorias sino derrotas”.
Y, los oficialaes afirmaban: “Este padrecito tiene más autoridad
sobre nuestros soldados que el mismo jefe de la nación”. Mientras
los católicos en Hungría luchaban, el Papa, rezar hacía en todo
el mundo el Angelus, a ellos a diario, y, Nuestra Señora, de Su
Hijo consiguió una gran victoria. En Budapest os levantaron una
gran estatua, porque salvasteis la ciudad de caer en manos
de los menemigos de nuestra santa religión. Con creces
cumplida, vuestra heroica tarea, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser, con justicia con corona de luz, como
premio a vuestra grande e increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Juan de Capistrano, “viva predicación del Cristo Vivo”.




© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Octubre
San Juan de Capistrano
Religioso y predicador
Año 1456

Gran apóstol: alcánzanos de Dios entusiasmo y valor para defender siempre nuestra amada religión católica. Orad y trabajad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).

Es este uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica. Nació en un pueblecito llamado Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado y juez, y gobernador de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad cayó prisionero, y en la cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que en vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor dedicarse a conseguir la santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, y entró de franciscano.

Como era muy vanidoso y le gustaba mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo recorriendo la ciudad cabalgando en un pobre burro, pero montado al revés, mirando hacia atrás, y con un sombrero de papel en el cual había escrito en grandes letras: “Soy un miserable pecador”. La gente le silbó y le lanzaron piedras y basura. Así llegó hasta el convento de los franciscanos a pedir que lo recibieran de religioso.

El Padre maestro de novicios dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si en verdad este hombre de 30 años era capaz de ser religioso humilde y sacrificado. Lo humillaba sin compasión y lo dedicaba a los oficios más cansones y humildes, pero Juan en vez de disgustarse le conservó una profunda gratitud por toda su vida, pues le supo formar un verdadero carácter, y lo preparó para enfrentarse valientemente a las dificultades de la vida. Él recordaba muy bien aquellas palabras de Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, se queda sin producir fruto, pero si muere producirá mucho fruto”(Jn. 12,24).

A los 33 años fue ordenado de sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la penitencia.

Juan tenía que predicar en los campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en las iglesias. Su presencia de predicador era impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y penetrante; un semblante luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma, conmovía hasta a los más indiferentes. La gente lo llamaba “El padre piadoso”, “el santo predicador”. Vibraba en la predicación de las verdades eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba la figura austera de San Juan Bautista predicando conversión en las orillas del río Jordán. Y les repetía las palabras del Bautista: “Raza de víboras: tienen que producir frutos de conversión. Porque ya está el hacha de la justicia divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será cortado y echado al fuego” (Lc. 3,7).

Muchos pedían a gritos la confesión, prometiendo cambiar de vida y estallaban en llanto de arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos e superstición y los libros de brujería y otros juegos y los quemaban en públicas hogueras en la mitad de las plazas. Muchos jóvenes al oírlo predicar se proponían irse de religiosos. En Alemania consiguió 120 jóvenes para las comunidades religiosas y en Polonia 130.

Sus sermones eran de dos y tres horas, pero a los oyentes se les pasaba el tiempo sin darse cuenta. Atacaba sin miedo a los vicios y malas costumbres, y muchísimos, después de escucharle, dejaban sus malas amistades y las borracheras. Después de predicar se iba a visitar enfermos, y con sus oraciones y su bendición sacerdotal obtenía innumerables curaciones.

Juan convertía pecadores no sólo por su predicación tan elocuente y fuerte, sino por su gran espíritu de penitencia. Dormía pocas horas cada noche. Vestía siempre trajes sumamente pobres. Comía muy poco, y siempre alimentos burdos y nunca comidas finas ni especiales. Una artritis muy dolorosa lo hacía cojear y dolores muy fuertes de estómago lo hacían retorcerse, pero su rostro era siempre alegre y jovial. En su cuerpo era débil pero en su espíritu era un gigante.

Después de muerto reunieron los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y suman 17 gruesos volúmenes. La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario General, y aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a conseguir que en toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor.

Muchos se le oponían a sus ideas de reformar y de volver más fervorosos a los religiosos. Y lo que más lo hacía sufrir era que la oposición venía de sus mismos colegas en el apostolado. Se cumplía en él lo que dice el Salmo: “Aquél que comía conmigo el pan en la misma mesa, se ha declarado en contra de mí”. Pero esas incomprensiones le sirvieron para no dedicarse a buscar las alabanzas de las gentes, sino las felicitaciones de Dios. Él repetía la frase de San Pablo: “Si lo que busco es agradar a la gente, ya no seré siervo de Cristo”.

Juan tenía unas dotes nada comunes para la diplomacia. Era sabio, era prudente, y medía muy bien sus juicios y sus palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a las personas. Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas y con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo humilde predicador, pobre y sin títulos honoríficos.

40 años llevaba Juan predicando de ciudad en ciudad y de nación en nación, con enormes frutos espirituales, cuando a la edad de 70 años lo llamó Dios a que le colaborara en la liberación de sus católicos en Hungría. Y fue de la siguiente manera. En 1453 los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a Europa para acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a Hungría.

Las noticias que llegaban de Serbia, nación invadida por los turcos, eran impresionantes. Crueldades salvajes contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo, y destrucción de todo lo que fuera cristiano católico. Entonces Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de creyentes.

Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por el río Danubio, y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los dientes. Los jefes católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en número. Pero fue aquí cuando intervino Juan de Capistrano. El gran misionero salvó a la ciudad de Bucarest de tres modos:
El primero, convenciendo al jefe católico Hunyades a que atacara la flota turca que era mucho más numerosa. Atacaron y salieron vencedores los católicos.

El segundo, fue cuando ya los católicos estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la ciudad y salir huyendo. Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus manos una bandera con una cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los combatientes cristianos se llenaron de valor y resistieron heroicamente.

Y el tercer modo, fue cuando ya Hunyades y sus generales estaban dispuestos a abandonar la ciudad, juzgando la situación insostenible, ante la tremenda desproporción entre las fuerzas católicas y las enemigas, Juan recorrió todos los batallones gritando entusiasmado: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión”. Entonces los católicos dieron el asalto final y derrotaron totalmente a los enemigos que tuvieron que abandonar aquella región.

Jamás empleó armas materiales. Sus armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de su predicación. Las gentes decían que aquellos cuarteles de guerreros más parecían casas de religiosos que campamentos militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida llena de virtudes. Todos los capellanes celebraban cada día la santa misa y predicaban. Muchísimos soldados se confesaban y comulgaban. Y los militares repetían en sus batallones: “Tenemos un capellán santo. Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige. Si nos portamos mal no vamos a conseguir victorias sino derrotas”. Y los oficiales afirmaban: “Este padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la nación”.

Mientras los católicos luchaban con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice hacía rezar en todo el mundo el Angelus (o tres Avemarías diarias) por los guerreros católicos y la Sma. Virgen consiguió de su Hijo una gran victoria. Con razón en Budapest le levantaron una gran estatua a San Juan de Capistrano, porque salvó la ciudad de caer en manos de los más crueles enemigos de nuestra santa religión.

Y sucedió que la cantidad de muertos en aquella descomunal batalla fue tan grande, que los cadáveres dispersados por los campos llenaron el aire de putrefacción y se desató una furiosa epidemia de tifo. San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios su vida con tal de conseguir la victoria contra los enemigos del catolicismo, y Dios le aceptó su oferta. El santo se contagió de tifo, y como estaba tan débil a causa de tantos trabajos y de tantas penitencias, murió el 23 de octubre de 1456.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Capistrano.htm)

22 octubre, 2019

San Juan Pablo II

 
 
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 ¡Oh!, San Juan Pablo, vos, sois el hijo de Dios de la Vida, su
amado Papa, y santo. Erais el más pequeño de los tres hijos
de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska, vuestros padres.
Vuestro hermano Edmund y vuestro padre, fallecieron cuando
vos, vivíais en Wadowice y vuestra hermana Olga, murió
antes de que nacierais vos. Bautizado, con Primera Comunión,
y Confirmado en la fe de Cristo, terminasteis vuestros estudios
en “Marcin Wadowita” de Wadowice, y luego seguisteis en
la “Universidad Jagellónica” de Cracovia, y en una escuela de teatro.
Cuando los nazis la universidad cerraron cerraron, vos, tuvisteis
que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química para
ganaros la vida y evitar, deportado ser a Alemania. En medio de
todo, Dios, os llamó al sacerdocio y, seguisteis formándoos en el
seminario clandestino de Cracovia, y desde allí, hicisteis de promotor
del “Teatro Rapsódico”. Después de la segunda guerra mundial,
continuasteis vuestros estudios, en el “Seminario Mayor de Cracovia”,
en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta
alcanzar vuestra ordenación Sacerdotal y, luego, os enviaron a Roma,
donde os doctorasteis en Teología. En plenas vacaciones, ejercisteis
vuestro ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia,
Bélgica y Holanda. De vuelta a Polonia, fuisteis vicario en diversas
parroquias de Cracovia y Capellán de los universitarios. En Lublin
sustentasteis la tesis titulada “Valoración de la posibilidad de fundar
una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”.
Después, fuisteis profesor de Teología Moral y Ética Social, en Cracovia
y en la facultad de Teología de Lublin. Pío doce, os nombró Obispo
titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia, recibiendo vuestra ordenación
episcopal en la catedral del Wawel. Luego, os nombraron Arzobispo
de Cracovia, por Pablo sexto, quien os hizo cardenal, con el título de
“San Cesareo en Palatio”. Participasteis en el Concilio Vaticano Segundo,
contribuyendo en la elaboración de la constitución “Gaudium et spes”,
y, las cinco Asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a vuestro
pontificado. Los cardenales, previo Cónclave os eligieron Santo Padre,
y tomasteis el nombre de Juan Pablo segundo, como el doscientos
sesentaitrés sucesor del Apóstol Pedro. Os dedicasteis, con vuestro
espíritu misionero y todas vuestras energías, movido por la “Sollicitudo
Omnium Ecclesiarum” a la caridad abierta a toda la humanidad. Por
ello, y más que todos vuestros predecesores os encontrasteis con el
pueblo de Dios y con los jefes de estado de las naciones de todo el
mundo. Vuestro amor a los jóvenes os impulsó a iniciar las Jornadas
Mundiales de la Juventud y vuestra atención hacia la familia, forjó,
los encuentros mundiales de las familias. Promovisteis el diálogo con
los judíos y con las demás religiones, convocándolas a encuentros por
la paz. Bajo vuestra guía, la Iglesia se acercó al milenio tercero, y, así,
celebrasteis el “Gran Jubileo” el año dos mil, con vuestra carta apostólica
“Tertio millennio adveniente” y os asomasteis a la nueva época, tal
y conforme lo habíais escrito en “Novo millennio ineunte”. Con
el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía,
promovisteis la renovación espiritual de la Iglesia. Proclamasteis
a “Santa Teresa del Niño Jesús”, Doctora de la Iglesia. Sor Faustina
fue beatificada y canonizada por vos, y declarasteis el segundo
domingo de Pascua como el “Domingo de la Misericordia Divina”
en el mundo entero y además, establecisteis que el “Domingo de la
Misericordia Divina” sea premiado con la indulgencia plenaria.
Ampliasteis el Colegio cardenalicio y además, convocasteis seis
reuniones plenarias del mismo. Presidisteis las Asambleas del Sínodo
de los obispos. Escribisteis Encíclicas, Exhortaciones apostólicas,
Constituciones apostólicas y Cartas apostólicas. Promulgasteis el
Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación del Concilio
Vaticano segundo. Reformasteis el Código de Derecho Canónico
y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizasteis
la Curia Romana. Publicasteis cinco libros como doctor privado:
“Cruzando el umbral de la esperanza”; “Don y misterio: en el
quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal”; “Tríptico
romano”; “Meditaciones”, libro de poesías; “¡Levantaos! ¡Vamos!”
y “Memoria e identidad”. Y, así, y luego de que atentaron contra vos,
y repuesto luego, voló vuestra alma al cielo para coronada ser, con
justicia plena, con corona eterna de luz, como premio a vuestro amor;
¡oh!, San Juan Pablo II, “El Grande”, “vivo Cristo del Dios de la Vida”.


 
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Octubre
San Juan Pablo II
CCLXIV Papa


Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, Papa, que gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor. († 2005)

Ciudad del Vaticano, 26 abril 2014 (VIS).- Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojty?a y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del “Teatro Rapsódico”, también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada “Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la “sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno “in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: “Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); “Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.
El Santo Padre Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.

Fuente:
(http://www.comunicadorescatolicos.org.mx)

21 octubre, 2019

San Hilarión


 21 de octubre: San Hilarión, el monje del desierto que ayudaba a las familias


21 de octubre San Hilarión El monje del desierto que ayudaba a las familias Redacción ACI Prensa

San Hilarión nació en Palestina por el 291 y en una familia pagana que lo envió a completar sus estudios a Alejandría. Allí se convirtió al cristianismo y se entusiasmó con la vida de los monjes egipcios que lo dejaban todo y se iban al desierto como ofrenda de sacrificio al Señor.

Fue a conocer a San Antonio Abad y se quedó admirado por su bondad, los ayunos y mortificaciones que hacía. Más adelante regresó a su patria donde se enteró de la muerte de sus padres, distribuyó todos sus bienes y se entregó a una vida en soledad con penitencia y oración por amor a Dios, venciendo numerosas tentaciones.

Se cuenta que cuando San Hilarión ya había cumplido 22 años en el desierto y su fama de monje se había difundido por varias ciudades, una mujer que era despreciada por su marido por su esterilidad se presentó ante él y arrojándose a sus pies le dijo:

“Perdona mi atrevimiento, pero considera mi necesidad. ¿Por qué apartas tus ojos? ¿Por qué huyes de la que te suplica? No mires en mí a una mujer, sino a una afligida. Mi sexo engendró al Salvador. No son los sanos los que necesitan del médico, sino los enfermos”.

San Hilarión se volvió hacia ella y le preguntó la razón de sus lágrimas. Cuando le contó que no podía tener hijos, levantó los ojos al cielo y la animó a tener confianza. Luego, con lágrimas en los ojos, la despidió. Pasado un año San Hilarión la volvió a ver con un hijo.

La fama del santo se hizo más célebre cuando una madre de familia, con su marido y sus tres hijos, se detuvo en Gaza después de haber visitado a San Antonio. Ellos contrajeron unas fiebres extrañas y los médicos no podían curarlos. La mujer entonces iba de hijo en hijo, casi muertos, sin saber por quién llorar primero.

La señora, olvidando su rango de dama rica, fue donde San Hilarión y le dijo: “En el nombre de Jesús, nuestro misericordiosísimo Dios, te imploro por su cruz y por su sangre que me devuelvas a mis tres hijos y así sea glorificado el nombre del Señor Salvador en esta ciudad pagana”.

El santo se resistía diciendo que nunca había salido de su celda y que no estaba acostumbrado a entrar en ciudades, pero la madre de familia postrada en tierra repetía: “Hilarión, siervo de Cristo, devuélveme a mis hijos. Antonio los tuvo en brazos en Egipto, sálvalos tú en Siria”.

El monje fue a ver a los enfermos y haciendo la señal de la cruz sobre cada uno, invocó el nombre de Jesús, y de inmediato el sudor de la fiebre brotó de sus cuerpos y probaron alimento. Los hijos, reconociendo a su madre que lloraba, besaron las manos del santo, bendiciendo a Dios.

Tiempo después San Hilarión viajó por diferentes lugares buscando vivir sólo con Dios y para Dios, lejos de la fama de santidad. De esta manera llegó a la isla de Chipre donde, sumergido en la oración y las meditaciones, partió a la Casa del Padre por el año 371. Es conocido como el santo de la abstinencia y del ayuno perpetuo, y se le recuerda cada 21 de octubre.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-se-conmemora-a-san-hilarion-el-monje-del-desierto-que-ayudaba-a-las-familias-17782)

Santa Úrsula

 
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 ¡Oh!; Santa Úrsula, vos, sois la hija del Dios de la Vida,
y su amada santa, y que, a imitación y modelo de virtud
y amor a Cristo, “Rey de la vida”, con admiración y alegría
os veneran las colegialas del mundo, que, desde sus
claustros, oraciones elevan para que vos, intercedáis
por todas y cada una de sus vidas, protegiéndolas
y alejándolas de las acechanzas del maligno. Quiso casaros
Atila con vos, y a vuestras amigas dárselas a su soldadesca
para que las violaran. Pero, el reyezuelo no esperaba
la respuesta de ellas. Cuando se les acercó y les hizo
sus proposiciones, éstas respondieron todas al unísono
que jamás traicionarían a su Amado Esposo: ¡Cristo Jesús
Dios y Señor Nuestro!, y, por ello, os mandó matar
cruelmente. El “Instituto de Angela de Mérici, ursulinas”,
os tomó como patrona de sus obras de apostolado. Y,
¡oh!, maravilla, gracias a un cementerio en Colonia,
encontraron vuestros restos. El culto a vos, y a vuestras
compañeras, extendido está por el mundo, levantándose
iglesias en vuestro honor. La Sorbona, la de Coimbra
y la de Viena, todas ellas universidades, os nombraron
su “Santa Patrona”, y, sois vos, además “Patrona de
las jóvenes y las colegialas del mundo”. Y, en vuestro
honor, hoy, una basílica majestuosa se levanta en Colonia,
que perenniza vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, Santa Úrsula, “vivo amor por el Dios de la Vida”.



© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Octubre
Santa Úrsula
Siglo IV
Mártir


Martirologio Romano: En la ciudad de Colonia, en Germania, conmemoración de las santas vírgenes que entregaron su vida por Cristo, en el lugar de la ciudad donde después se levantó una basílica dedicada a santa Úrsula, virgen inocente, considerada como la principal del grupo (c. s. IV).

Etimología: Úrsula = aquella que es como una osita. Viene de la lengua latina.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

En el siglo IX se descubrió en Colonia, Alemania, en una iglesia del siglo VI, un epígrafe enrollado que comienza así: “Martirio de Ursula y 11.000 vírgenes”.

Es un documento que engloba el martirio de estas vírgenes en el lugar sobre el que se construyó una preciosa iglesia.

En la Pasión teatral inventada para narrar su historia, se puede ver que ellas provenían de Inglaterra con Ursula, hija del rey, escapando de los sajones paganos que estaban invadiendo el país.

Cuando su barco llegó a Colonia, Atila el terrible estaba por entonces allí con los Hunos. Atila, duro, fuerte, de mal carácter y muy pasional quiso casarse con la bella joven Ursula. Las otras se las entregaría a sus soldados para que las violaran o hicieran lo que quisieran con ellas.

Pero el fanfarrón no esperaba la respuesta de estas chicas. Cuando se les acercó y les hizo sus proposiciones, éstas respondieron todas al unísono con la negativa más rotunda que se puede imaginar.

Enfurecido Atila, las mandó matar de la manera más dura posible.
Durante toda la Edad Media corría de pueblo en pueblo un romance en el que se contaba la historia de estas mártires. Tuvo un éxito increíble.

El Instituto de Angela de Mérici, ursulinas, la tomó como patrona de sus obras de apostolado. Gracias a un cementerio descubierto en Colonia, se pudieron ver los restos de estas valientes chicas que prefirieron la muerte antes que ofender al Señor. Sus reliquias abundan en muchos templos.

El culto a santa Ursula y a sus compañeras se extendió muy pronto, y se levantaron muchas iglesia en su honor.
En el siglo
 XIII la Sorbona la adoptó como patrona y lo mismo ocurrió en las universidades de Coimbra y de Viena.