23 octubre, 2020

San Juan de Capistrano


San Juan de Capistrano

¡Oh!, San Juan de Capistrano; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, que, el don de la predicación
llevasteis a su más alta cumbre entre los pecadores
de vuestro tiempo, y, más aún, cuando de manera solícita
la Cruz de Cristo, Dios y Señor Nuestro, empuñasteis
y bandera hecha, arengasteis a los valerosos soldados
en defensa extraordinaria de nuestra santa religión
diciendo: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra
santa religión”. Y, así, con vuestra palabra maravillosa
lograsteis la ayuda del Dios Altísimo, que convirtió
en grande victoria aquella batalla. Quizás por ello,
aquellos campos, y más, los de la vida, de vuestro
portento y obra gigante saben, tanto que, os recuerdan
en palabras de Juan el Bautista, quien había dicho:
“Raza de víboras: tienen que producir frutos de
conversión. Porque ya está el hacha de la justicia
divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no
produce frutos de obras buenas será cortado y echado
al fuego”. Pocas horas dormíais, y vestíais trajes
pobres. Comíais poco, padecíais de artritis y dolores
de estómago, que os hacían retorceros, pero vos, siempre
e increíblemente alegre estabais. En suma, vuestro
cuerpo débil era, pero, vuestro espíritu fuerte y vivaz.
Vuestras armas: la oración, la penitencia y vuestra
predicación. Jamás empleasteis armas materiales, pues
 las vuestras eran la oración, la penitencia y la fuerza de
 vuestra predicación. Las gentes de vuestro tiempo decían que
los cuarteles más parecían casas de religiosos que campamentos
militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida llena
de virtudes. Muchos soldados se confesaban y comulgaban, y los
militares decían en sus batallones: “Tenemos un capellán santo.
Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige.
Si nos portamos mal, no vamos a conseguir victorias sino derrotas”.
Y, los oficialaes afirmaban: “Este padrecito tiene más autoridad

sobre nuestros soldados que el mismo jefe de la nación”. Mientras
los católicos en Hungría luchaban, el Papa, rezar hacía en todo
el mundo el Angelus a ellos a diario, y, Nuestra Señora, de Su
Hijo consiguió una gran victoria. En Budapest os levantaron una
gran estatua, porque salvasteis la ciudad de caer en manos
de los menemigos de nuestra santa religión. Con creces
cumplida, vuestra heroica tarea, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser, con justicia con corona de luz, como
premio a vuestra grande e increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Juan de Capistrano, “viva predicación del Cristo Vivo”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Octubre
San Juan de Capistrano
Religioso y predicador
Año 1456

Gran apóstol: alcánzanos de Dios entusiasmo y valor para defender siempre nuestra amada religión católica. Orad y trabajad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).

Es este uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica. Nació en un pueblecito llamado Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado y juez, y gobernador de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad cayó prisionero, y en la cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que en vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor dedicarse a conseguir la santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, y entró de franciscano.

Como era muy vanidoso y le gustaba mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo recorriendo la ciudad cabalgando en un pobre burro, pero montado al revés, mirando hacia atrás, y con un sombrero de papel en el cual había escrito en grandes letras: “Soy un miserable pecador”. La gente le silbó y le lanzaron piedras y basura. Así llegó hasta el convento de los franciscanos a pedir que lo recibieran de religioso.

El Padre maestro de novicios dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si en verdad este hombre de 30 años era capaz de ser religioso humilde y sacrificado. Lo humillaba sin compasión y lo dedicaba a los oficios más cansones y humildes, pero Juan en vez de disgustarse le conservó una profunda gratitud por toda su vida, pues le supo formar un verdadero carácter, y lo preparó para enfrentarse valientemente a las dificultades de la vida. Él recordaba muy bien aquellas palabras de Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, se queda sin producir fruto, pero si muere producirá mucho fruto”(Jn. 12,24).

A los 33 años fue ordenado de sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la penitencia.

Juan tenía que predicar en los campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en las iglesias. Su presencia de predicador era impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y penetrante; un semblante luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma, conmovía hasta a los más indiferentes. La gente lo llamaba “El padre piadoso”, “el santo predicador”. Vibraba en la predicación de las verdades eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba la figura austera de San Juan Bautista predicando conversión en las orillas del río Jordán. Y les repetía las palabras del Bautista: “Raza de víboras: tienen que producir frutos de conversión. Porque ya está el hacha de la justicia divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será cortado y echado al fuego” (Lc. 3,7).

Muchos pedían a gritos la confesión, prometiendo cambiar de vida y estallaban en llanto de arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos e superstición y los libros de brujería y otros juegos y los quemaban en públicas hogueras en la mitad de las plazas. Muchos jóvenes al oírlo predicar se proponían irse de religiosos. En Alemania consiguió 120 jóvenes para las comunidades religiosas y en Polonia 130.

Sus sermones eran de dos y tres horas, pero a los oyentes se les pasaba el tiempo sin darse cuenta. Atacaba sin miedo a los vicios y malas costumbres, y muchísimos, después de escucharle, dejaban sus malas amistades y las borracheras. Después de predicar se iba a visitar enfermos, y con sus oraciones y su bendición sacerdotal obtenía innumerables curaciones.

Juan convertía pecadores no sólo por su predicación tan elocuente y fuerte, sino por su gran espíritu de penitencia. Dormía pocas horas cada noche. Vestía siempre trajes sumamente pobres. Comía muy poco, y siempre alimentos burdos y nunca comidas finas ni especiales. Una artritis muy dolorosa lo hacía cojear y dolores muy fuertes de estómago lo hacían retorcerse, pero su rostro era siempre alegre y jovial. En su cuerpo era débil pero en su espíritu era un gigante.

Después de muerto reunieron los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y suman 17 gruesos volúmenes. La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario General, y aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a conseguir que en toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor.

Muchos se le oponían a sus ideas de reformar y de volver más fervorosos a los religiosos. Y lo que más lo hacía sufrir era que la oposición venía de sus mismos colegas en el apostolado. Se cumplía en él lo que dice el Salmo: “Aquél que comía conmigo el pan en la misma mesa, se ha declarado en contra de mí”. Pero esas incomprensiones le sirvieron para no dedicarse a buscar las alabanzas de las gentes, sino las felicitaciones de Dios. Él repetía la frase de San Pablo: “Si lo que busco es agradar a la gente, ya no seré siervo de Cristo”.

Juan tenía unas dotes nada comunes para la diplomacia. Era sabio, era prudente, y medía muy bien sus juicios y sus palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a las personas. Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas y con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo humilde predicador, pobre y sin títulos honoríficos.

40 años llevaba Juan predicando de ciudad en ciudad y de nación en nación, con enormes frutos espirituales, cuando a la edad de 70 años lo llamó Dios a que le colaborara en la liberación de sus católicos en Hungría. Y fue de la siguiente manera. En 1453 los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a Europa para acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a Hungría.

Las noticias que llegaban de Serbia, nación invadida por los turcos, eran impresionantes. Crueldades salvajes contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo, y destrucción de todo lo que fuera cristiano católico. Entonces Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de creyentes.

Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por el río Danubio, y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los dientes. Los jefes católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en número. Pero fue aquí cuando intervino Juan de Capistrano. El gran misionero salvó a la ciudad de Bucarest de tres modos:

El primero, convenciendo al jefe católico Hunyades a que atacara la flota turca que era mucho más numerosa. Atacaron y salieron vencedores los católicos.

El segundo, fue cuando ya los católicos estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la ciudad y salir huyendo. Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus manos una bandera con una cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los combatientes cristianos se llenaron de valor y resistieron heroicamente.

Y el tercer modo, fue cuando ya Hunyades y sus generales estaban dispuestos a abandonar la ciudad, juzgando la situación insostenible, ante la tremenda desproporción entre las fuerzas católicas y las enemigas, Juan recorrió todos los batallones gritando entusiasmado: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión”. Entonces los católicos dieron el asalto final y derrotaron totalmente a los enemigos que tuvieron que abandonar aquella región.

Jamás empleó armas materiales. Sus armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de su predicación. Las gentes decían que aquellos cuarteles de guerreros más parecían casas de religiosos que campamentos militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida llena de virtudes. Todos los capellanes celebraban cada día la santa misa y predicaban. Muchísimos soldados se confesaban y comulgaban. Y los militares repetían en sus batallones: “Tenemos un capellán santo. Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige. Si nos portamos mal no vamos a conseguir victorias sino derrotas”. Y los oficiales afirmaban: “Este padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la nación”.

Mientras los católicos luchaban con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice hacía rezar en todo el mundo el Angelus (o tres Avemarías diarias) por los guerreros católicos y la Sma. Virgen consiguió de su Hijo una gran victoria. Con razón en Budapest le levantaron una gran estatua a San Juan de Capistrano, porque salvó la ciudad de caer en manos de los más crueles enemigos de nuestra santa religión.

Y sucedió que la cantidad de muertos en aquella descomunal batalla fue tan grande, que los cadáveres dispersados por los campos llenaron el aire de putrefacción y se desató una furiosa epidemia de tifo. San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios su vida con tal de conseguir la victoria contra los enemigos del catolicismo, y Dios le aceptó su oferta. El santo se contagió de tifo, y como estaba tan débil a causa de tantos trabajos y de tantas penitencias, murió el 23 de octubre de 1456.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Capistrano.htm)

22 octubre, 2020

San Juan Pablo II

 

San Juan Pablo II / Vida, obra y santidad del Papa y santo

 

¡Oh!, San Juan Pablo II, vos, sois el hijo de Dios de la Vida, su
amado Papa, y santo. Erais el más pequeño de los tres hijos de
Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska, vuestros padres. Vuestro
hermano Edmund y vuestro padre, fallecieron cuando vos, vivíais
en Wadowice y vuestra hermana Olga, murió antes de que nacierais
vos. Bautizado, con Primera Comunión, y Confirmado en la fe de
Cristo, terminasteis vuestros estudios en “Marcin Wadowita” de
Wadowice, y en la “Universidad Jagellónica” de Cracovia, y en
una escuela de teatro. Cuando los nazis la universidad cerraron
cerraron, vos, tuvisteis que trabajar en una cantera y luego en
una fábrica química para ganaros la vida y evitar, deportado ser
a Alemania. En medio de todo, Dios, os llamó al sacerdocio y, os
formasteis en el seminario clandestino de Cracovia, y desde allí,
hicisteis de promotor del “Teatro Rapsódico”. Después de la guerra
continuasteis vuestros estudios en el Seminario Mayor de Cracovia,
la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, logrando
vuestra ordenación Sacerdotal y, os doctorasteis en Teología en
Roma. En plenas vacaciones, ejercisteis vuestro ministerio pastoral
entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda. En
Polonia, fuisteis vicario en varias parroquias de Cracovia y
Capellán de los universitarios. Sustentasteis la tesis titulada:
“Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre
la base del sistema ético de Max Scheler”. Después, fuisteis
profesor de Teología Moral y Ética Social, en Cracovia y en la
facultad de Teología de Lublin. Pío doce, os nombró Obispo titular
de Olmi y Auxiliar de Cracovia, recibiendo vuestra ordenación
episcopal en la catedral del Wawel. Luego, os nombraron Arzobispo
de Cracovia, por Pablo sexto, quien os hizo cardenal, con el título
de “San Cesareo en Palatio”. Participasteis en el Concilio Vaticano
Segundo, contribuyendo en la elaboración de la constitución
“Gaudium et spes”, y, las cinco Asambleas del Sínodo de los Obispos
anteriores a vuestro pontificado. Los cardenales, previo Cónclave
os eligieron Santo Padre, y tomasteis el nombre de Juan Pablo
Segundo, como el doscientos sesentaitrés sucesor del Apóstol Pedro.
Os dedicasteis, con vuestro espíritu misionero y todas vuestras
energías, movido por la “Sollicitudo Omnium Ecclesiarum” a la caridad
abierta a toda la humanidad, y os encontrasteis con el pueblo de
Dios y con los jefes de estado de las naciones de todo el mundo.
Vuestro amor a los jóvenes os impulsó a iniciar las Jornadas Mundiales
de la Juventud y vuestra atención hacia la familia, forjó, los
encuentros mundiales de las familias. Promovisteis el diálogo con
los judíos y con las demás religiones. Bajo vuestra guía, la Iglesia
se acercó al milenio tercero, y, así, celebrasteis el “Gran Jubileo”
el año dos mil, con vuestra carta apostólica “Tertio millennio
adveniente” y os asomasteis a la nueva época, tal y conforme lo
habíais escrito en “Novo millennio ineunte”. Con el Año de la
Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovisteis
la renovación espiritual de la Iglesia. Proclamasteis a “Santa Teresa
del Niño Jesús”, Doctora de la Iglesia. Sor Faustina fue beatificada
y canonizada por vos, y declarasteis el segundo domingo de Pascua
como el “Domingo de la Misericordia Divina” en el mundo entero
y además, establecisteis que el “Domingo de la Misericordia Divina”
sea premiado con la indulgencia plenaria. Ampliasteis el Colegio
cardenalicio y además, convocasteis seis reuniones plenarias del
mismo. Presidisteis las Asambleas del Sínodo de los obispos.
Escribisteis Encíclicas, Exhortaciones apostólicas, Constituciones
apostólicas y Cartas apostólicas. Promulgasteis el Catecismo de la
Iglesia Católica, a la luz de la Revelación del Concilio Vaticano
Segundo. Reformasteis el Código de Derecho Canónico y el Código
de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizasteis la Curia
Romana. Publicasteis cinco libros como doctor privado: “Cruzando
el umbral de la esperanza”; “Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal”; “Tríptico romano”;
“Meditaciones”, libro de poesías; “¡Levantaos! ¡Vamos!” y “Memoria
e identidad”. Y, así, y luego de que atentaron contra vos, y repuesto
luego, voló vuestra alma al cielo para coronada ser, con justicia
plena, con corona eterna de luz, como premio a vuestro grande amor;
¡oh!, San Juan Pablo II, “El Grande”, “vivo Cristo del Dios de la Vida”.

 © 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Octubre
San Juan Pablo II
CCLXIV Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, Papa, que gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor. († 2005)

Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojty?a y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del “Teatro Rapsódico”, también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada “Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.

Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la “sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno “in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: “Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); “Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.
El Santo Padre Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.

Fuente:

(http://www.comunicadorescatolicos.org.mx)

21 octubre, 2020

Santa Úrsula

 

21 de octubre: Santa Úrsula

 ¡Oh!; Santa Úrsula, vos, sois la hija del Dios de la Vida,
y su amada santa, y que, a imitación y modelo de virtud
y amor a Cristo, “Rey de la Vida”, con admiración y alegría
os veneran las colegialas del mundo, que, desde sus
claustros, oraciones elevan para que vos, intercedáis
por todas y cada una de sus vidas, protegiéndolas
y alejándolas de las acechanzas del maligno. Quiso casaros
Atila con vos, y a vuestras amigas dárselas a su soldadesca
para que las violaran. Pero, el reyezuelo no esperaba
la respuesta de ellas. Cuando se les acercó y les hizo
sus proposiciones, éstas respondieron todas al unísono
que jamás traicionarían a su Amado Esposo: ¡Cristo Jesús,
Dios y Señor Nuestro!, y, por ello, os mandó matar
cruelmente. El “Instituto de Angela de Mérici, ursulinas”,
os tomó como patrona de sus obras de apostolado. Y, ¡oh!
maravilla, gracias a un cementerio en Colonia, descubierto
vuestros restos hallaron. El culto a vos, y a vuestras
compañeras, extendido está por el mundo, levantándose
iglesias en vuestro honor. La Sorbona, la de Coimbra
y la de Viena, todas ellas universidades, os nombraron
su “Santa Patrona”, y, sois vos, además “Patrona de
las jóvenes y las colegialas del mundo”. Y, en vuestro
honor, hoy, una basílica majestuosa se levanta en Colonia,
que perenniza vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, Santa Úrsula, “vivo amor por el Dios de la Vida”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Octubre
Santa Úrsula
Siglo IV
Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Colonia, en Germania, conmemoración de las santas vírgenes que entregaron su vida por Cristo, en el lugar de la ciudad donde después se levantó una basílica dedicada a santa Úrsula, virgen inocente, considerada como la principal del grupo (c. s. IV).

Etimología: Úrsula = aquella que es como una osita. Viene de la lengua latina.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

En el siglo IX se descubrió en Colonia, Alemania, en una iglesia del siglo VI, un epígrafe enrollado que comienza así: “Martirio de Ursula y 11.000 vírgenes”.

Es un documento que engloba el martirio de estas vírgenes en el lugar sobre el que se construyó una preciosa iglesia.

En la Pasión teatral inventada para narrar su historia, se puede ver que ellas provenían de Inglaterra con Ursula, hija del rey, escapando de los sajones paganos que estaban invadiendo el país.

Cuando su barco llegó a Colonia, Atila el terrible estaba por entonces allí con los Hunos.

Atila, duro, fuerte, de mal carácter y muy pasional quiso casarse con la bella joven Ursula. Las otras se las entregaría a sus soldados para que las violaran o hicieran lo que quisieran con ellas.

Pero el fanfarrón no esperaba la respuesta de estas chicas. Cuando se les acercó y les hizo sus proposiciones, éstas respondieron todas al unísono con la negativa más rotunda que se puede imaginar.

Enfurecido Atila, las mandó matar de la manera más dura posible.

Durante toda la Edad Media corría de pueblo en pueblo un romance en el que se contaba la historia de estas mártires. Tuvo un éxito increíble.

El Instituto de Angela de Mérici, ursulinas, la tomó como patrona de sus obras de apostolado.

Gracias a un cementerio descubierto en Colonia, se pudieron ver los restos de estas valientes chicas que prefirieron la muerte antes que ofender al Señor. Sus reliquias abundan en muchos templos.

El culto a santa Ursula y a sus compañeras se extendió muy pronto, y se levantaron muchas iglesia en su honor.

En el siglo XIII la Sorbona la adoptó como patrona y lo mismo ocurrió en las universidades de Coimbra y de Viena.

 http://www.es.catholic.net/op/articulos/35145/ursula-y-compaeras-santa.html)


20 octubre, 2020

San Pedro de Alcántara

San Pedro de Alcántara confesando a Santa Teresa - Colección - Museo  Nacional del Prado

¡Oh!, San Pedro de Alcántara; vos, sois, el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y su eterno penitente, que,
de tal forma, vuestro cuerpo mortificasteis tanto que,
de agua y de alimento lo privasteis. Contemplación,
visiones, éxtasis, oración y predicación, vuestras
armas fueron, por las que, llevasteis a la conversión
a los miles de impíos pecadores de vuestro tiempo
y que, resumisteis en los “Alcantarinos”, crisol “vivo”
de fe y de esperanza que nos legasteis hasta nuestro
tiempo y, que, ojala de acicate sirva, para que, os
imitemos tanto en la palabra, como en la acción, y, así,
conduzcan a la mies orante y penitente hacia las dulces
alegrías del eterno cielo. En su autobiografía, Santa
Teresa, escribe de vos así: “Me dijo que en los últimos
años no había dormido sino unas poquísimas horas
cada noche. Que al principio su mayor mortificación
consistía en vencer el sueño, por lo cual tenía que
pasar la noche de rodillas o de pie. Que en estos
cuarenta años jamás se cubrió la cabeza en los viajes
aunque el sol o la lluvia fueran muy fuertes. Siempre iba
descalzo y su único vestido era un túnica de tela
muy ordinaria. Me dijo que cuando el frío era muy
intenso, entonces se quitaba el manto y abría la
puerta y la ventana de su habitación, para que luego
al cerrarlas y ponerse otra vez el manto lograra
sentir un poquito más de calor. Estaba acostumbrado
a comer sólo cada tres días y se extrañó de que yo me
maravillase por eso, pues decía, que eso era cuestión
de acostumbrarse uno a no comer”. Los últimos años
de vuestra vida, ayudasteis a Santa Teresa de Jesús, en
la fundación de la comunidad de “Hermanas Carmelitas”,
y dice, ella, que buena parte de los éxitos que logró,
se debió a vos. Y, así, llegó el tiempo en que, cumplida
vuestra misión en la tierra, voló al cielo vuestra alma,
mientras vos, de rodillas decíais las palabras del Salmo:
“¡Que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!”.
Y, más tarde, Santa Teresa, os vió, y escribió así: “Lo
he visto varias veces en la gloria y me ha conseguido
enormes favores de Dios y me dijo: Felices sufrimientos
y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan
grandes premios en el cielo” ¡He ahí, la clave! Santo
Protector de los celadores y guardias nocturnos;
¡oh!, San Pedro de Alcántara; “viva penitencia del Dios Vivo”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Octubre
San Pedro de Alcántara
Penitente

Año 1562 San Pedro de Alcántara; maravilloso penitente: alcánzanos de Dios la gracia de dominar nuestro cuerpo con las debidas mortificaciones, para que él no esclavice a nuestra alma con pecados y malas inclinaciones. Una palabra amable es tan agradable como un buen regalo (S. Biblia 18,17).

Este es un santo que se hizo famoso por sus terribles penitencias. Nació en 1499 en un pueblo de España llamado Alcántara. Su padre era gobernador de la región y su madre era de muy buena familia. Ambos se distinguían por su gran piedad y su excelente comportamiento. Estando estudiando en la universidad de Salamanca se entusiasmó por la vida de los franciscanos porque le parecían gente muy desprendida de lo material y muy dedicada a lo espiritual. Pidió ser admitido como franciscano y eligió para irse a vivir al convento donde estaban los religiosos más observantes y estrictos de esa comunidad. En el noviciado lo pusieron de portero, hortelano, barrendero y cocinero. Pero en este último oficio sufría frecuentes regaños por ser bastante distraído. Llegó a mortificarse tan ásperamente en el comer y el beber que perdió el sentido del gusto y así todos los alimentos le sabían igual. Dormía sobre un duro cuero en el puro suelo. Pasaba horas y horas de rodillas, y si el cansancio le llegaba, apoyaba la cabeza sobre un clavo en la pared y así dormía unos minutos, arrodillado. Pasaba noches enteritas sin dormir ni un minuto, rezando y meditando. Por eso ha sido elegido protector de los celadores y guardias nocturnos.

Con el tiempo fue disminuyendo estas terribles mortificaciones porque vio que le arruinaban su salud. Fue nombrado superior de varios conventos y siempre era un modelo para todos sus súbditos en cuanto al cumplimiento exacto de los reglamentos de la comunidad. Pero el trabajo en el cual más éxitos obtenía era el de la predicación. Dios le había dado la gracia de conmover a los oyentes, y muchas veces bastaba su sola presencia para que muchos empezaran a dejar su vida llena de vicios y comenzaran una vida virtuosa. Prefería siempre los auditorios de gente pobre, porque le parecía que eran los que más voluntad tenían de convertirse. La gente decía que mientras predicaba parecía estar viendo al invisible.

Deseando San Pedro de Alcántara que los religiosos fueran más mortificados y se dedicaran por más tiempo a la oración y la meditación, fundó una nueva rama de franciscanos, llamados de “estricta observancia” (o “Alcantarinos”). El Sumo Pontífice aprobó dicha congregación y pronto hubo en muchos sitios, conventos dedicados a llevar a la santidad a sus religiosos por medio de una vida de gran penitencia. El santo fue atacado muy fuertemente por esta nueva fundación, pero a pesar de tantos ataques, su nueva comunidad progresó notablemente.

En 1560 San Pedro Alcántara se encontró con Santa Teresa, la cual estaba muy angustiada porque algunas personas le decían que las visiones que ella tenía eran engaños del demonio. Guiado por su propia experiencia en materia de visiones, San Pedro entendió perfectamente el caso de esta santa y le dijo que sus visiones venían de Dios y habló en favor de ella con otros sacerdotes que la dirigían.

Santa Teresa en su autobiografía cuenta así algunos datos que el gran penitente le contó a ella. Dice así: “Me dijo que en los últimos años no había dormido sino unas poquísimas horas cada noche. Que al principio su mayor mortificación consistía en vencer el sueño, por lo cual tenía que pasar la noche de rodillas o de pie. Que en estos 40 años jamás se cubrió la cabeza en los viajes aunque el sol o la lluvia fueran muy fuertes. Siempre iba descalzo y su único vestido era un túnica de tela muy ordinaria. Me dijo que cuando el frío era muy intenso, entonces se quitaba el manto y abría la puerta y la ventana de su habitación, para que luego al cerrarlas y ponerse otra vez el manto lograra sentir un poquito más de calor. Estaba acostumbrado a comer sólo cada tres días y se extrañó de que yo me maravillase por eso, pues decía, que eso era cuestión de acostumbrarse uno a no comer…”.

Un compañero suyo me contó que a veces pasaba una semana sin comer, y esto sucedía cuando le llegaba los éxtasis y los días de oración más profunda pues entonces sus sentidos no se daban cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Cuando yo lo conocí ya era muy viejo y su cuerpo estaba tan flaco que parecía más bien hecho de raíces y de cortezas de árbol, que de carne. Era un hombre muy amable, pero sólo hablaba cuando le preguntaban algo. Respondía con pocas palabras, pero valía la pena oírlo, porque lo que decía hacía mucho bien”… Formidable retrato de un santo hecho por una santa.

Los últimos años de su vida los dedicó San Pedro de Alcántara en gran parte a ayudar a Santa Teresa a la fundación de la comunidad de Hermanas Carmelitas que ella había fundado, y dicen que buena parte de los éxitos que la santa logró en la extensión de su nueva comunidad se debió a que este gran penitente se valió de toda su influencia para ganar amigos en favor de la comunidad de las Carmelitas.

Cuenta Santa Teresa que San Pedro de Alcántara se le apareció a ella después de muerto y le dijo: “Felices sufrimientos y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan grandes premios en el cielo”. Murió de rodillas diciendo aquellas palabras del Salmo: “¡Que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!”. Santa Teresa escribió: “Lo he visto varias veces en la gloria y me ha conseguido enormes favores de Dios”.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pedro_de_Alcántara.htm)

19 octubre, 2020

Beato Timoteo Giaccardo

 

 Beato Timoteo Giaccardo - Hijas de San Pablo

 BITACORA DEL ALMA: Beato Timoteo Giaccardo

 ¡Oh!, Beato Timoteo Giaccardo, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y, su amado santo, que, a vuestros discípulos
de la Pía Sociedad de San Pablo, para anunciar el Evangelio
instruisteis a través de los Medios de Comunicación
Social. Os llamaban el “Señor Maestro”. Y, con ese nombre
os quedasteis hasta el final de vuestra vida. Vos,
fuisteis el primer sacerdote paulino y también su Vicario
General, porque Dios lo quiso así. “Yo, en la Congregación,
no tuve la misión de lanzar nuevas iniciativas, sino de
educar, plantar e integrar nuestra “Sociedad de San Pablo”,
en la Iglesia de Roma, sobre la roca de san Pedro, sobre
la apostolicidad de san Pablo; y he comprobado la paciencia
de Dios en asistirme para llevar a cabo este ministerio”.
Y ello, en vuestro diario así dejasteis constancia, y, como
hijo espiritual transmitisteis y profundizasteis la herencia
“alberoniana”, sin que, jamás, nunca el cansancio y la fatiga
os doblegara. “Me parece ver claro que se define cada vez
más este segundo ministerio: conservar, interpretar, hacer
penetrar y fluir el espíritu y las directrices del Primer
Maestro. Y, yo, acepto con espíritu de humildad este ministerio,
con ánimo dócil, afectuoso, sincero”. Fuisteis, amado, escuchado,
seguido y venerado dentro y fuera, y además el maestro que,
a todos precedía con el ejemplo, que enseñaba de todo, que
aconsejaba a todos, que lo construía todo con su oración
iluminada y ferviente. Así, erais vos, y os volcasteis a
sí mismo, en cada corazón de Sacerdotes, discípulos,”Hijas
de San Pablo”, “Pías Discípulas”, “Pastorcitas”; y de cuantos
os conocieron en vuestras relaciones espirituales, sociales
y económicas. Vos, fuisteis el primer sacerdote que escribisteis
y publicasteis un libro con el título de “María Reina
de los Apóstoles”, dedicado a la Patrona de la Familia Paulina.
“El Divino Maestro debe reinar sobre todo, debe ser dado
“todo” y a “todos” mediante el Apostolado de las Ediciones. El
Apostolado de las Ediciones debe iluminar todos los apostolados,
sostenerlos todos, vivificarlos todos, abarcarlos todos,
ejercerlos todos con sus apóstoles. Y éstos deben ser la
gloria de Cristo, Divino Maestro”. “En servicio de Cristo
Eucaristía, se busca y se elige lo mejor. Así, al servicio
de Cristo hecho “Palabra”, debemos reservarle cuanto de mejor
producen los hombres: el nuestro es un verdadero Ministerio
sagrado”. Decíais vos. Y, así, después de haberos gastado en
buena lid, voló vuestra alma para ser coronada de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡oh!, Beato Timoteo Giaccardo, “viva voz y palabra del Dios Vivo”.

© 2020 Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Octubre
Beato Timoteo Giaccardo
Sacerdote

Martirologio Romano: En Roma, beato Timoteo (José) Giaccardo, presbítero, que instruyó a muchos discípulos en la Pía Sociedad de San Pablo, para anunciar el Evangelio por medio de los instrumentos de comunicación social (1948).

Fecha de beatificación: 22 de octubre de 1989 por el Papa Juan Pablo II.

Nació en Narzole (Cuneo-Italia) el 13 de junio de 1896. Fue bautizado el mismo día, con los nombres de José y Domingo. Jovencito aún, se encontró con el P. Santiago Alberione, quien lo encaminó hacia el seminario diocesano de Alba.

La amistad con el P. Alberione lo hizo sensible a las nuevas necesidades de los tiempos y se abrió a los nuevos medios pastorales de evangelización. En consecuencia, con el consentimiento de su obispo, en el 1917, con 21 años, pasó del seminario diocesano a la naciente Sociedad de San Pablo, siendo encar-gado por el P. Alberione como maestro de los primeros aspirantes a paulinos. Lo llamaban el Señor Maestro, y con ese nombre se quedó.

Las condiciones históricas eran tales que parecía irrealizable se concediera el sacerdocio ministerial a los jóvenes del P. Alberione. La mayoría del clero diocesano veía posible que fueran ordenados los primeros paulinos, llamados por broma “los curas del mono y de la campera”. El mismo clérigo Giaccardo, del seminario diocesano, al presentarse al obispo para pedirle poder integrarse en la Sociedad de San Pablo, escuchó la seca pregunta: “¿Estás dispuesto a renunciar a tu hábito clerical y al sacerdocio?”. Con dolor en el corazón, pero sin titubear, aceptó esas condiciones, y las ofreció a Dios por medio de María con tal de seguir la vocación paulina que él sentía clarísima.

El P. Alberione, firme en su fe y confianza, espera en silencio y en oración que Dios hiciera resonar la hora de la aprobación canónica de la Congregación y de la ordenación sacerdotal para sus jóvenes, llamados al ministerio de la predicación mediante la palabra escrita. Y así, ante la sorpresa y el estupor de todos, pudo ver a su clérigo Giaccardo ordenado sacerdote, en 1919, por su mismo obispo, quien anteriormente le había pedido la renuncia al hábito y al sacerdocio si quería ser paulino. Y además, su ordenación se adelantó a la edad canónicamente requerida, mediante la oportuna dispensa, debido también a una imprevista circuístancia: para que su madre, enferma de gravedad, lo viera ordenado sacerdote antes de morir.

Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario General de la Sociedad de San Pablo. Su vida es un ejemplo actual de cómo se puede conciliar la más alta perfección con la más intensa actividad apostólica. “Modelo para todos los sacerdotes paulinos”, como declaró el Fundador.

Él fue para el Beato Alberione como el “hijo de la promesa”, a semejanza de Isaac para Abrahán. En él podía el Fundador ver su descendencia y reconocer la primera realización de la promesa. Con la ordenación de Giaccardo la Familia Paulina se injertaba en la Iglesia mediante el sacerdocio apostólico, en sintonía con el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y hagan discípulos míos en todas las naciones”.

La ordenación sacerdotal del P. Giaccardo marcó una fecha histórica para la Familia Paulina por otra razón: él era el primer sacerdote paulino ordenado expresamente para un ministerio nuevo en la Iglesia. Así la predicación realizada con los medios de comunicación social quedaba implícitamente considerada como verdadera evangelización. Lo que el Concilio Vaticano II sancionaría medio siglo más tarde en el decreto “Inter mirifica”, era ya anunciado en la ordenación sacerdotal del P. Giaccardo.

El padre Santiago Alberione vio en este hecho una clara respuesta de Dios a su fe en la propia vocación y misión. Comprendió que sería la vocación y misión de una gran Familia fundada sobre el sacerdocio de Cristo, en la línea del Magisterio de la Iglesia y del ministerio apostólico; Familia heredera de la gracia y del apostolado de san Pablo; enviada para anunciar el Evangelio de Cristo a todos los hombres a través de los nuevos medios de comunicación social.

Por otra parte, el P. Giaccardo representa el anillo de enganche entre el Fundador y las nuevas comunidades nacidas de la comunidad madre de Alba: él fue el primero que guió la migración de los dos grupos, masculino y femenino que dieron origen a las comunidades romanas. En enero de 1926, teniendo en cuenta su gran amor al Papa, el Fundador lo envió a Roma para abrir y poner en marcha la primera casa filial de la Congregación.

El Fundador le había dicho: “Te mando a Roma en gracia de tu amor a san Pablo y por tu fidelidad al Papa. Estoy convencido de que al Divino Maestro le agradará tener en Roma, junto a su Vicario que representa el Evangelio “hablado”, también una voz que representa el Evangelio “impreso”. Dicho por inciso: “La Voz” era el título del primer periódico editado por los paulinos en Roma, y que les había cedido la Diócesis.

El beato Giaccardo escribió más tarde en su diario: “Yo, en la Congregación, no tuve la misión de lanzar nuevas iniciativas, sino de educar, plantar, integrar nuestra Sociedad de San Pablo en la Iglesia de Roma, sobre la roca de san Pedro, sobre la apostolicidad de san Pablo; y he comprobado la paciencia de Dios en asistirme para llevar a cabo este ministerio”.

Podemos afirmar así que, mediante el P. Giaccardo, la Familia Paulina se enraíza, incluso visiblemente y localmente, en la herencia de los apóstoles, representada por la sede de Roma.
Como el beato Santiago Alberione fue el “padre” que, en la luz de su misión especial, dio vida a las varias ramas de la Familia Paulina, el beato Timoteo Giaccardo, su primer hijo espiritual, transmitió y profundizó la herencia alberoniana. Sin reflejar nunca el cansancio ni calcular la fatiga, sin concederse un día de vacaciones, compartió durante treinta años con el padre Alberione la solicitud por cada una de las Congregaciones paulinas, en sus difíciles comienzos y en su desarrollo, como “llevándo-las en brazos”.

El padre Giaccardo tuvo plena conciencia de esta su segunda misión. Escribía en su diario: “Me parece ver claro que se define cada vez más este segundo ministerio: conservar, interpretar, hacer penetrar y fluir el espíritu y las directrices del Primer Maestro; y yo acepto con espíritu de humildad este ministerio, con ánimo dócil, afectuoso, sincero”.

El P. Alberione confirmó: “Yo no tengo a ningún otro que comparta tan acertadamente mis sentimientos y mi ánimo; ninguno que tenga cuidado de ustedes con más sincera dedicación”.
Mas tenemos otro testimonio de interés capital, manifestado por el mismo Fundador después de la muerte del padre Giaccardo:

“Desde el 1909 y el 1914, cuando la divina Providencia preparaba la Familia Paulina, él tuvo una clara intuición, aun sin comprenderla del todo. Las luces que recibía de la Eucaristía…, su ferviente devoción mariana, la meditación de los documentos pontificios, le daban luz sobre todas las necesidades de la Iglesia y sobre los modernos medios para hacer el bien.

“Entró en 1917 (todavía clérigo) como maestro de los primeros aspirantes… y le llamaban y se quedó para siempre con el nombre de “Señor Maestro”: amado, escuchado, seguido, venerado dentro y fuera. Fue el maestro que a todos precedía con el ejemplo, que enseñaba de todo, que aconsejaba a todos, que lo construía todo con su oración iluminada y ferviente… Se puede decir que escribió en cada conciencia y se volcó a sí mismo en cada corazón de Sacerdotes, Discípulos, Hijas de San Pablo, Pías Discípulas, Pastorcitas; y de cuantos lo trataron en relaciones espirituales, sociales, económicas…

“Desde el día en que lo conocí y le señalé el Sagrario como luz, fortaleza, salvación, su vida fue una continua y cotidiana ascensión… Él prefería decir con san Pablo: “Hasta la plenitud de la edad de Cristo”.

“Era maestro de oración. ¡Sabía hablar con Dios! Vivía de piedad eucarística, de piedad mariana, de piedad litúrgica; de amor a la Iglesia y al Papa.”

Fue maestro de apostolado. Lo sentía, lo amaba, lo desarrollaba… Era un comunicador de energía, un sostén para los débiles, luz y sal en el sentido evangélico.

El Primer Maestro le debe una inmensa gratitud, y con él todos, pues todos se veían amados por él… Yo me fiaba de él más que de mí mismo; y estoy contento por habérselo demostrado…”.
Como confirmación de este testimonio del beato Alberione (Primer Maestro), reportamos algunas expresiones textuales del mismo beato Giaccardo sobre el sentido de la misión paulina:

“El Divino Maestro debe reinar sobre todo, debe ser dado “todo” a todos… mediante el Apostolado de las Ediciones. El Apostolado de las Ediciones debe iluminar todos los apostolados, sostenerlos todos, vivificarlos todos, abarcarlos todos, ejercerlos todos con sus apóstoles. Y éstos deben ser la gloria de Cristo, Divino Maestro”.

“En servicio de Cristo Eucaristía, se busca y se elige lo mejor… Así, al servicio de Cristo hecho “Palabra”, debemos reservarle cuanto de mejor producen los hombres: el nuestro es un verdadero Ministerio sagrado”.

El beato Giaccardo, después del Fundador, fue el primer sacerdote que escribió y publicó un libro, en 1928, con el título “María Reina de los Apóstoles”, que es la Patrona de la Familia Paulina.

Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario de la Congregación Sociedad de San Pablo.
En 1936 regresó de Roma a Alba como superior de la Casa Madre. Colaborador fidelísimo del P. Alberione, se prodigó sin descanso por las Congregaciones Paulinas que iban naciendo, y que él llevó en sus brazos, conduciéndolas a una profunda vida interior y a los respectivos apostolados modernos.

Ya en edad madura, ofreció su vida por la continuidad de su propia Congregación y para que fuera reconocida en la Iglesia la nueva Congregación paulina de las Pías Discípulas del Divino Maestro. Y el Señor aceptó su ofrenda.

Pasó a la Casa del Padre el 24 de enero de 1948, víspera de la fiesta de la Conversión de San Pablo. Sus restos mortales yacen en la cripta del Santuario de la Reina de los Apóstoles, Roma (los del beato Santiago Alberione, en la subcripta). Santuario que mandó construir el Fundador en el mismo solar donde el Beato Giaccardo había fundado la primera casa paulina fuera de Alba.

ORACIÓN

Jesús Maestro,
camino, verdad y vida,
te doy gracias y bendigo tu corazón
por el gran regalo del evangelio
y por haber llamado al beato Timoteo Giaccardo
a predicarla en todo el mundo
con los medios de comunicación social.
Por intercesión de tu siervo fiel,
haz que todos lo acojan, lo lean y lo escuchen con fe viva,
según el espíritu de la Iglesia,
y que todos los fieles,
siguiendo el ejemplo del beato Timoteo,
lo difundan con el mismo amor con que tú, Señor, lo predicaste. Jesús,
Maestro bueno,
glorifica en tu Iglesia a este sacerdote,
que gastó su vida por tu gloria
y por la salvación de los hombres,
y por su intercesión,
concédeme la gracia que ahora te pido…

Jesús Maestro.
camino, verdad y vida.
ten piedad de nosotros.

Gloria al Padre.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=44817)

18 octubre, 2020

Domingo XXIX (A) del tiempo ordinario

 

 El Periódico de México | Noticias de México | Columnas-VoxDei |  «Hipócritas, ¿por qué me tentáis?»

 

Domingo XXIX (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 22,15-21): En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?». Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo». Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Dícenle: «Del César». Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios».

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«Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios» P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, se nos presenta para nuestra consideración una “famosa” afirmación de Jesucristo: «Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios» (Mt 22,21).

No entenderíamos bien esta frase sin tener en cuenta el contexto en el que Jesús la pronuncia: «los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra» (Mt 22,15), y Jesús advirtió su malicia (cf. v. 18). Así, pues, la respuesta de Jesús está calculada. Al escucharla, los fariseos quedaron sorprendidos, no se la esperaban. Si claramente hubiese ido en contra del César, le habrían podido denunciar; si hubiese ido claramente a favor de pagar el tributo al César, habrían marchado satisfechos de su astucia. Pero Jesucristo, sin hablar en contra del César, lo ha relativizado: hay que dar a Dios lo que es de Dios, y Dios es Señor incluso de los poderes de este mundo.

El César, como todo gobernante, no puede ejercer un poder arbitrario, porque su poder le es dado en “prenda” o garantía; como los siervos de la parábola de los talentos, que han de responder ante el Señor por el uso de los talentos. En el Evangelio de san Juan, Jesús dice a Pilatos: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba» (Jn 19,10). Jesús no quiere presentarse como un agitador político. Sencillamente, pone las cosas en su lugar.

La interpretación que se ha hecho a veces de Mt 22,21 es que la Iglesia no debería “inmiscuirse en política”, sino solamente ocuparse del culto. Pero esta interpretación es totalmente falsa, porque ocuparse de Dios no es sólo ocuparse del culto, sino preocuparse por la justicia, y por los hombres, que son los hijos de Dios. Pretender que la Iglesia permanezca en las sacristías, que se haga la sorda, la ciega y la muda ante los problemas morales y humanos de nuestro tiempo, es quitar a Dios lo que es de Dios. «La tolerancia que sólo admite a Dios como opinión privada, pero que le niega el dominio público (…) no es tolerancia, sino hipocresía» (Benedicto XVI).

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2020-10-18)

17 octubre, 2020

San Ignacio de Antioquía

 San Ignacio de Antioquía. Obispo que Bautizó CATÓLICA a la Iglesia

¡Oh!, San Ignacio de Antioquía, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, y que, honor hicisteis al
significado de vuestro nombre: “lleno de fuego”. Y, sí,
estabais así, “lleno de fuego”, pero, de amor por el Dios
de la Vida. Vos, cuando al martirio, erais llevado, en vez
de miedo sentir, rogabais a vuestros amigos a que os
ayudaran a pedirle a Dios, que las fieras no se marchasen
sin destrozaros, pues, deseabais muerto ser, por vuestro
amor a Cristo Jesús. Y, era Él, quien os inflamaba vuestra
alma y cuerpo. Y, así, os apresaron por negaros a adorar
los falsarios ídolos de Trajano, y le respondisteis a sus
preguntas con valor y fe: “¿Por qué te niegas a adorar
a mis dioses, hombre malvado? ¡No me llames malvado! Más
bien llámame Teóforo, que significa el que lleva a Dios
dentro de sí. ¿Y por qué no aceptas a mis dioses? ¡Porque
ellos no son dioses. No hay sino un solo Dios, el que hizo
el cielo y la tierra. Y a su único Hijo Jesucristo, es a
quien sirvo yo!” Y, sin más, el impío Trajano, mandó que os
llevaran a Roma, para luego, echado ser a las fieras.
“Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas,
mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos
con tal de poder demostrarle mi amor al Señor Jesús”. Así,
les escribisteis a los cristianos en Roma. Y, cuando
llegasteis, os arrodillasteis lleno de paz, y orasteis
con ellos por la Iglesia, por el término de la persecución
y por la paz del mundo. Y, luego las fieras, os dieron
la paz y la alegría que anhelabais: ser coronado con corona
de luz, como justo premio a vuestro ejemplo de amor y fe;
¡oh!, San Ignacio de Antioquía, “vivo fuego del Dios Vivo”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Octubre
San Ignacio de Antioquía
Mártir
Año 107

Ignacio significa: “lleno de fuego” (Ingeus: fuego). Nuestro santo estaba lleno de fuego de amor por Dios.

Antioquía era una ciudad famosa en Asia Menor, en Siria, al norte de Jerusalén. En esa ciudad (que era la tercera en el imperio Romano, después de Roma y Alejandría) fue donde los seguidores de Cristo empezaron a llamarse “cristianos”. De esa ciudad era obispo San Ignacio, el cual se hizo célebre porque cuando era llevado al martirio, en vez de sentir miedo, rogaba a sus amigos que le ayudaran a pedirle a Dios que las fieras no le fueran a dejar sin destrozar, porque deseaba ser muerto por proclamar su amor a Jesucristo.

Dicen que fue un discípulo de San Juan Evangelista. Por 40 años estuvo como obispo ejemplar de Antioquía que, después de Roma, era la ciudad más importante para los cristianos, porque tenía el mayor número de creyentes.

Mandó el emperador Trajano que pusieran presos a todos los que no adoraran a los falsos dioses de los paganos. Como Ignacio se negó a adorar esos ídolos, fue llevado preso y entre el perseguidor y el santo se produjo el siguiente diálogo:

-¿Por qué te niegas a adorar a mis dioses, hombre malvado?
-No me llames malvado. Más bien llámame Teóforo, que significa el que lleva a Dios dentro de sí.
-¿Y por qué no aceptas a mis dioses?
Porque ellos no son dioses. No hay sino un solo Dios, el que hizo el cielo y la tierra. Y a su único Hijo Jesucristo, es a quien sirvo yo.

El emperador ordenó entonces que Ignacio fuera llevado a Roma y echado a las fieras, para diversión del pueblo. Encadenado fue llevado preso en un barco desde Antioquía hasta Roma en un largo y penosísimo viaje, durante el cual el santo escribió siete cartas que se han hecho famosas. Iban dirigidas a las Iglesias de Asia Menor.

En una de esas cartas dice que los soldados que lo llevaban eran feroces como leopardos; que lo trataban como fieras salvajes y que cuanto más amablemente los trataba él, con más furia lo atormentaban.

El barco se detuvo en muchos puertos y en cada una de esas ciudades salían el obispo y todos los cristianos a saludar al santo mártir y a escucharle sus provechosas enseñanzas. De rodillas recibían todos su bendición. Varios se fueron adelante hasta Roma a acompañarlo en su gloriosos martirio.

Con los que se adelantaron a ir a la capital antes que él, envió una carta a los cristianos de Roma diciéndoles: “Por favor: no le vayan a pedir a Dios que las fieras no me hagan nada. Esto no sería para mí un bien sino un mal. Yo quiero ser devorado, molido como trigo, por los dientes de las fieras para así demostrarle a Cristo Jesús el gran amor que le tengo. Y si cuando yo llegue allá me lleno de miedo, no me vayan a hacer caso si digo que ya no quiero morir. Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas, mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos con tal de poder demostrarle mi amor al Señor Jesús”. ¡Admirable ejemplo!.

Al llegar a Roma, salieron a recibirlo miles de cristianos. Y algunos de ellos le ofrecieron hablar con altos dignatarios del gobierno para obtener que no lo martirizaran. Él les rogó que no lo hicieran y se arrodilló y oró con ellos por la Iglesia, por el fin de la persecución y por la paz del mundo. Como al día siguiente era el último y el más concurrido día de las fiestas populares y el pueblo quería ver muchos martirizados en el circo, especialmente que fueran personajes importantes, fue llevado sin más al circo para echarlo a las fieras. Era el año 107.

Ante el inmenso gentío fue presentado en el anfiteatro. Él oró a Dios y en seguida fueron soltados dos leones hambrientos y feroces que lo destrozaron y devoraron, entre el aplauso de aquella multitud ignorante y cruel. Así consiguió Ignacio lo que tanto deseaba: ser martirizado por proclamar su amor a Jesucristo.

Algunos escritores antiguos decían que Ignacio fue aquel niño que Jesús colocó en medio de los apóstoles para decirles: “Quien no se haga como un niño no puede entrar en el reino de los cielos” (Mc. 9,36).

San Ignacio dice en sus cartas que María Santísima fue siempre Virgen. Él es el primero en llamar Católica, a la Iglesia de Cristo (Católica significa: universal).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Ignacio_de_Antioquia.htm)