08 marzo, 2021

San Juan de Dios, Fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios

Biografía de San Juan de Dios - ACI Prensa

 ¡Oh!; San Juan de Dios, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y  fundador de la “Comunidad de los Hermanos
Hospitalarios”, que lleva  vuestro nombre. Pastor y luego
soldado allí, os hicisteis fuerte y resistente para el sufrir. La
divina providencia, siempre de vuestro lado estuvo, tanto que,
Nuestra Señora, os salvó de ahorcado ser. Después de la milicia,
vendedor os hicisteis de estampas y religiosos libros. Y, el buen
Jesús, que nunca os dejó, bajo la apariencia de “niño pobre” os
dijo: “Granada será tu cruz”. Y, así fue. “¡Misericordia Señor,
que soy un pecador!”, gritasteis por las calles, a Dios pidiendo
perdón y os confesasteis con San Juan de Ávila y os propusisteis
penitencia especial hacer: fingiros el “loco” para que la gente
os humillara y os hiciera sufrir. Y, la gente, “loco” os creyó,
tanto que, os lanzaban piedras y os daban de golpes y hasta que,
llevado fuisteis al manicomio, y, en él, azotado, para “calmaros”.
Pero, a vos, no os atormentaban ni disgustaban los azotes que os
daban, sino que, feliz a Dios, los ofrecíais. Durante vuestra
estancia, a los pobres y enfermos visteis y, cómo en él, tratados
eran, y, por ello, fundar decidisteis un hospital donde “sólo amor se
diese y sólo amor, como medicina”. Allí, lego en medicina
como erais, erais más, cuando a curar el alma enseñabais y después,
el cuerpo. “Loco de amor”, toda vuestra santa vida la gastasteis
en ayudar a los enfermos miserables por amor a Cristo Jesús.
De enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre y amigo
hicisteis. Por la noche, limosnas pedíais para vuestros
pobres, diciendo: “¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien!”.
Y, luego, cerca de la medianoche hacíais el aseo del hospital,
y a la madrugada os echabais a dormir un poco debajo de una escalera.
Dios, os daba muestras de que con vos, estaba, salvándoos siempre
de varios peligros. Un día os recogió una rica señora, para
curaros y exclamasteis: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo
para mí que soy tan miserable pecador”. Y, más tarde, sintiendo
que os llegaba la muerte, os arrodillasteis en el suelo
y exclamasteis: “¡Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo!”. Y, así,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor. Santo
Patrono de los que trabajan en los hospitales y de los que
propagan la fe con religiosos libros en todo el orbe de la tierra;
¡oh!; San Juan de Dios; “viva locura de amor por Cristo Jesús”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de Marzo
San Juan de Dios
Fundador de la Comunidad
de Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios
Año 1550

Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad. De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento. En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.

Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

La Santísima Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.

Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel “pobrecito” era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: “Granada será tu cruz”, y desapareció.

Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famoso Padre San Luis de Avila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: “Misericordia Señor, que soy un pecador”, y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.

Se confesó con San Juan de Avila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.

Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.

La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.

Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.

Aquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo.

Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera “locura de amor”: gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.

Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.

Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. El iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.

El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila, y empezó a llamarlo “Juan de Dios”, y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.

Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.

Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.

Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien , y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco.

El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.

Al llegar al la casa de la rica señora, exclamó Juan: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador”. Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.

El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: “Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo”, y quedó muerto, así de rodillas.

Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.

Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.

San Juan de Dios: alcánzanos de Dios un gran amor hacia los enfermos y los pobres.

NOTA: Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.

Todo lo que hicisteis con cada uno de estos mis hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis (Jesucristo Mt. 25,40).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_de_Dios.htm)

07 marzo, 2021

Domingo 3 (B) de Cuaresma

 

 Lectio Divina Dominical XXXII del Tiempo Ordinario Ciclo A |  Cristonautas.com

Domingo 3 (B) de Cuaresma  

Texto del Evangelio (Jn 2,13-25): Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.

Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre.

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«No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)

Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.

¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones…, y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.

-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).

¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).

¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.

-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.

ana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.

¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones…, y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.

-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).

¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).

¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.

-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2021-03-07)

06 marzo, 2021

Santa María de La Providencia; Auxiliadora de las Almas del Purgatorio

 

 Hoy celebramos a Santa María de la Providencia, intercesora de las almas del Purgatorio

¡Oh!, Santa María de la Providencia,
vos sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa, que desde muy temprano,
depositasteis vuestra confianza en
en la Providencia Divina, vuestro
amor por las benditas almas del
purgatorio, y un gran amor a la vida
religiosa y vuestra solidaridad por  
los más desvalidos y pobres del
tiempo vuestro, a quienes, sin mayor
distingo, entregastesis vívamente
vuestro corazón en obras de caridad;
y nosotros en este tiempo, os debemos
agradecer, por haber entregado para 
el mundo, vuestra congregación de las
“Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio”
¡Oh!, Santa María “viva luz para las almas”.  

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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 Santa María de La Providencia fue una religiosa francesa que fundó la Sociedad de las Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio, una congregación religiosa femenina cuyo propósito es salvar las almas del purgatorio a través de obras misericordia espirituales y corporales.

María Eugenia Smet -su nombre antes de incorporarse a la vida religiosa- nació en Francia en 1825. Estudió en un colegio de religiosas donde le inculcaron la devoción a la Divina Providencia, así como el deseo de salvar para Dios a las benditas almas del Purgatorio. María Eugenia tenía una sensibilidad especial por esa parte de la Iglesia que permanece expectante de la plenitud de la redención. Aquella preocupación espiritual marcaría el inicio de su inclinación a la vida religiosa, entendida esta como vida de oración e intercesión por el mundo.

Al terminar sus estudios inició un trabajo solidario con los pobres. Solía cocinar y llevar el alimento a indigentes y enfermos. En 1852 hizo un voto personal de guardar castidad, y en 1855, por consejo del Santo Cura de Ars y de otros sacerdotes, se unió en París a otras jóvenes para fundar la comunidad de las “Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio”.

Con la ayuda de un sacerdote jesuita, redactó las Constituciones de la nueva comunidad, inspiradas en la regla de la Compañía de Jesús, las cuales serían aprobadas en 1859. Ese mismo año, frente al Arzobispo de París, 28 mujeres juraron cumplir a perpetuidad las Reglas de la nueva Congregación.

La fundadora tomó el nombre de Madre María de la Providencia y consagró sus esfuerzos en extender la obra de Dios, fundando nuevas comunidades pertenecientes a la congregación en distintos lugares de Francia y Bélgica. Cuando fue el momento propicio, dado el crecimiento de la Orden, la Madre María de la Providencia envió el primer grupo de misioneras a China en 1867.

A los 45 años se le diagnosticó un cáncer de mama y poco tiempo después falleció, el 7 de febrero de 1871.

Las Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio tienen hoy 119 casas alrededor del mundo y cuentan con mil 100 religiosas.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-santa-maria-de-la-providencia-devota-de-las-almas-del-purgatorio-94429)

05 marzo, 2021

San Adrián de Cesarea

Hoy es la fiesta de San Adrián, Mártir

¡Oh!, San Adrián de Cesarea, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado mártir y santo, que, perseguido por
el cruel Diocleciano, en el día en que solían celebrarse
los festejos de la “Fortuna de los Cesarienses”,  por vuestra
fe radical en Cristo, y por orden del procurador arrojado

fuisteis ante un león y luego degollado a espada. Vos,
y vuestro compañero Eubolo, viajasteis a Cesarea para visitar
a los cristianos, cuestión que respondisteis a los guardias
de la ciudad, siendo luego conducidos ante el gobernador,
quien os mandó azotar y desgarrar vuestro cuerpo con garfios
de hierro, para luego, arrojaros a las fieras, siendo dos
días más tarde y durante las fiestas de la diosa Fortuna,
decapitado vos, luego de haber sido atacado por un león.
Eubolo vuestro compañero y amigo, la misma suerte
que vos corrió, y aunque el juez le prometió la libertad,
con tal de que adorase a los ídolos, el mártir prefirió
la muerte, antes de negar a Cristo Jesús, Dios y Señor
Nuestro. Así, vos, Adrián, y vuestro compañero Eubolo,
a Dios entregaron vuestras almas, que coronadas de luz fueron
como justo premio a vuestras entregas de amor y de fe;
¡Oh!, San Adrián de Cesarea, “vivo siervo del Dios de la Vida.”

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de marzo
San Adriano (Adrián) de Cesarea
Mártir

Martirologio Romano: En Cesarea de Palestina, san Adriano, mártir, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, en el día en que solían celebrarse los festejos de la Fortuna de los Cesarienses, por mandato del procurador y por su fe de Cristo fue arrojado ante un león y después degollado a espada (309).

Etimológicamente: Adriano = Adrián = Aquel que viene del mar, es de origen latino.

En el sexto año de la persecución de Diocleciano, siendo Firmiliano gobernador de Palestina, Adrián y Eubulo (o Eusebio) fueron de Batenea a Cesarea para visitar a los confesores de la fe.

Cuando los guardias de la ciudad les interrogaron sobre el motivo de su viaje, los mártires respondieron sin rodeos que habían ido a visitar a los cristianos.

Inmediatamente fueron conducidos ante el gobernador, quien los mandó azotar y desgarrar las carnes con los garfios de hierro, para ser arrojados después a las fieras.

Dos días más tarde, durante las fiestas de la diosa Fortuna, Adrián fue decapitado, después de haber sido atacado por un león.

Eubolo corrió la misma suerte, uno o dos días después. El juez le había prometido la libertad a este último, con tal de que sacrificara a los ídolos, pero el santo prefirió la muerte.

Autor: Fuente: Oremosjuntos.com

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=35446)

04 marzo, 2021

Beato Giovanni Antonio Farina, “el Obispo del Pueblo”.

 

 Hoy se conmemora al Beato Giovanni Antonio Farina, el “Obispo del pueblo”

 El Beato Giovanni Antonio Farina fue Obispo de las ciudades de Treviso y de Vicenza, en Italia, llegando a ser considerado como uno de los más ilustres pastores del siglo XIX. En vida fue conocido como “el hombre de la caridad” o “el obispo del pueblo”, debido a su predilección por el servicio a los pobres, los abandonados, sufrientes y enfermos.

Fue el fundador de las Hermanas Maestras de Santa Dorotea de Vicenza, Hijas de los Sagrados Corazones, instituto que actualmente tiene presencia en varios países del mundo.

Antonio Farina nació el 11 de enero de 1803, en la ciudad italiana de Vicenza, que luego estaría bajo su cuidado apostólico. A la edad de 15 años ingresó al seminario diocesano de dicha ciudad y seis años más tarde sería designado maestro de la institución.

En 1827 fue ordenado sacerdote y, durante los primeros 18 años de su ministerio, se ocupó de una cátedra del seminario; además, fue capellán de la parroquia de San Pedro de Vicenza a lo largo de una década. Participó en distintos proyectos culturales, espirituales y apoyó innumerables obras caritativas, entre las cuales estuvo la dirección de la escuela pública primaria y superior de Vicenza.

En 1831 inauguró la primera escuela popular femenina y en 1836 fundó el instituto de las Hermanas Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones, institución dedicada a la educación de niñas pobres, sordomudas y ciegas; así como a la asistencia de enfermos y ancianos.

Después de ser nombrado obispo en 1850, Mons. Giovanni organizó asociaciones en cada una de las parroquias que estaban bajo su jurisdicción para la ayuda material y espiritual de los más pobres. Al mismo tiempo, fue un gran impulsor de la práctica de los ejercicios espirituales y de la asistencia a los sacerdotes de escasos recursos, retirados o enfermos. Por otro lado, cuidó de la formación doctrinal y cultural del clero y de los fieles; así como de la instrucción y catequesis para los jóvenes. Mons. Giovanni reunió las cualidades del buen pastor, indispensables para ser un buen obispo.

Convocó a un Sínodo diocesano en Vicenza -evento que no había sido celebrado desde 1689- para promover el fortalecimiento espiritual del clero a través de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María, como también de la piedad a la Eucaristía.

Los últimos años de su vida estuvieron caracterizados por reconocimientos públicos por su labor apostólica y su caridad, pero inevitablemente también por fuertes sufrimientos e injustas acusaciones.

Tras su fallecimiento el 4 de marzo de 1888, debido a un ataque de apoplejía, su fama de santo se extendió tanto en ambientes eclesiásticos como civiles.

En 1978 una religiosa ecuatoriana perteneciente a la congregación que fundó, Sor Inés Torres Córdova, afectada por un grave tumor con metástasis, fue curada milagrosamente después de haber pedido la intercesión del Padre Fundador.

Giovanni Antonio Farina fue beatificado en 2001 por el Papa Juan Pablo II y canonizado en el año 2014 por el Papa Francisco. Su fiesta se celebra el 4 marzo.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-se-conmemora-al-beato-giovanni-antonio-farina-el-obispo-del-pueblo-47704)

03 marzo, 2021

Santos Celedonio y Emeterio

 

santos emeterio y celedonio, mártires

¡Oh!, Santos Celedonio y Emeterio, vosotros, sois los hijos
del Dios de la vida, sus amados mártires y santos, que,
sirviendo en la romana milicia, confesasteis que vuestra
luz, era entonces y es, Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
respuesta que, nada gustó, a vuestros impíos captores. La
Iglesia del Salvador, mudo testigo es, de vuestro martirio
glorioso, porque siendo vosotros, hermanos de sangre, habíais
sido galardonados por vuestro valor, arrojo guerrero, y gran
disciplina marcial, y así, renunciasteis a la militar vida,
y elegisteis la eternidad de aquella, donando las vuestras
por Jesucristo. Prisión sufristeis, pero, vuestra soledad
y retiro, os hizo meditar y orar mucho más, de manera tal

que, al César, ya le habíais dado su parte y Dios, paciente
esperaba la suya. Y, por el amor y la fe, decidisteis donar
vuestras vidas a quien os la dio: ¡Dios! En el arenal del río
Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento.
Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven,
asombrados, cómo suben al cielo vuestro anillo Emeterio
y vuestro pañuelo Celedonio, como señal de vuestro triunfo
glorioso ante las absortas miradas de vuestros verdugos.
Cierto es, que acabaron con vuestras vidas físicas, pero
jamás nunca con vuestras almas, que, coronadas de luz,
surcaron el cielo azul, para ser premiadas por vuestro amor.
Santos Patronos de Calahorra, por, vuestro martirio y fe;
¡Oh!, Celedonio y Emeterio, “vivos hermanos en la fe de Cristo”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Marzo
San Emeterio y San Celedonio
Mártires

Martirologio Romano: En Calahorra, en la Hispania Tarraconense, santos Emeterio y Celedonio, los cuales, estando cumpliendo la milicia en los campamentos junto a León, en la provincia de Galicia, por confesar el nombre de Cristo al inicio de la persecución fueron conducidos a Calahorra y allí coronados con el martirio (c. s. IV).

Etimológicamente: Emeterio = Aquel que es defensor, es de origen griego,

En verso recogió por escrito los relatos de su muerte el poeta hispano Prudencio.

Calahorra (La Rioja, España) está unida a estos soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses -antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar «ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el documento histórico denominado “Actas de Tréveris” del siglo VII.

En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador -probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el códice primero del archivo catedralicio.

No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera el incendio.

Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II.

Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.

El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos relatores- que fueron honrados con la condecoración romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar.

Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.

Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos.

Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

02 marzo, 2021

San Simplicio, Papa

 San Simplicio

¡Oh!, San Simplicio, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su Papa y amado santo que, vivisteis en plena herejía y error
que a la Iglesia consumía. Os preocupasteis por el clero
y lo reformasteis y así, el “error” localizasteis y, a la vez,
lo solucionasteis, armado sólo con la verdad en la mano. Por
ello, reprimisteis firmemente las ansias del querer, el poder
y el tener de los miembros del clero. “Quien abusa de su poder
merece perderlo”. Así, le escribisteis a uno de vuestros
obispos. En vuestra diócesis os comportabais con celo y erais
modelo episcopal, entregándoos al cuidado vuestros fieles,
 a los cuales instruíais con fervoroso amor y paciencia. Las
limosnas recogidas entre los pobres distribuías y dictasteis
normas para atender de manera preferente los bautismos. Vuestra
vida fue austera y de oración constante, tanto que, como monje
rezabais y os mortificabais como habitante del desierto. El
primer templo en el occidente lo dedicasteis a San Andrés,
el hermano del apóstol San Pedro, ubicado sobre el monte
Esquilino. Convocasteis un concilio para explicitar la fe

ante los errores que había difundido Eutiques, el cual en la
inteligencia de la verdad se equivocó, pues, admitía en su
monofisismo, sólo la naturaleza divina de Cristo, negando
con ello la Redención del mundo. Y, así, luego de haber
gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma
al cielo, para corona de luz recibir como justo premio
a vuestra entrega grande e increíble de amor y fe. ¡Aleluya!
¡oh!, San Simplicio, “viva verdad del Dios de la Vida y del Amor”


© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Marzo
San Simplicio
Papa

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467. Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.

Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

(http://www.santopedia.com/santos/san-simplicio-papa/)