10 marzo, 2021

Santos 40 Mártires de Sebaste

 Hoy la Iglesia celebra a los 40 mártires de Sebaste, sostenidos por la fe de una madre

 ¡Oh!, Santos Mártires de Sebaste; vosotros sois
los hijos del Dios de la vida y aquellos que
servíais a terrenas potestades y por propia
voluntad escogisteis poneros al servicio de
Cristo, Dios y Señor Nuestro y abrazaros a su
Cruz, cosa que nada gustó a vuestros verdugos
que os condenaron al martirio y cantabais
todos vosotros alegres y felices el Salmo
Noventa: “Al que se declara en mi favor lo
defenderé, lo glorificaré y con él estaré en
la tribulación”. Entonces, de pronto la cárcel
se ilumino y oísteis que el mismo Cristo
os animaba a sufrir con valentía y coraje
vuestra prueba y uno a uno, todos vosotros
elevados fuisteis al cielo eterno y corona
de luz recibisteis como premio justo, por
vuestro amor incondicional y lealtad suprema;
¡Oh!, Santos Mártires de Sebaste, "vivos
corazones para el Dios de la Vida y del Amor".

 
© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________

10 de Marzo

Santos 40 Mártires de Sebaste

“Por esta noche de hielo conseguiremos el día sin fin de la gloria en la eternidad feliz”, repetían aquellos hombres de Sebaste, convocados al altar del martirio, para animarse unos a otros mientras eran obligados a permanecer dentro de las aguas de un lago congelado.

Hacia el año 320, El emperador Licino emitió un decreto en el que se ordenaba la pena de muerte para todo cristiano que no sea capaz de renegar de su fe. Un grupo de valientes soldados, conversos al cristianismo, hizo saber al gobernador de Sebaste (entonces capital de la provincia de Armenia Menor, en Turquía) que ellos no ofrecerían incienso a ningún ídolo y que se mantendrían fieles a Jesucristo, a quien reconocían como único Dios.

El gobernador, entonces, los tomó prisioneros y los encerró en un calabozo oscuro. Mientras permanecían en sus celdas, un hecho milagroso ocurrió: el lugar, habitualmente oscuro y lúgubre, se iluminó y se escuchó una voz que los animaba a sufrir con valentía. Esa voz era la de Nuestro Señor, manifestándose para darles la fuerza necesaria.

Los hombres del gobernador los ataron y los sacaron de aquel lugar y los condujeron hacia un lago cercano, que por efecto del crudo invierno, lucía una capa gruesa de hielo que lo cubría casi por completo.

Cuando se vieron obligados a desnudarse para entrar en las frías aguas, uno de ellos exclamó: “Al quitarnos las ropas, nos despojamos del hombre viejo; el invierno es duro, pero el paraíso es dulce; el frío es fortísimo, pero la gloria será más agradable”.

Muy cerca del lago había un estanque con agua tibia esperando por aquel que quisiera desanimarse. Resultó que uno de ellos abandonó al grupo y fue conducido al estanque de agua caliente. Aquel hombre murió en el acto cuando tocó las tibias aguas.

La tradición añade que cuarenta ángeles bajaron del cielo, cada uno portando una corona, para colocarlas en las cabezas de los hombres que estaban por entregar la vida. Sin embargo, uno de ellos quedó solo, sin encontrar a quién darle el sagrado premio: era el ángel de la guarda del desertor. En ese momento, un guardia, al ver que los mártires seguían rezando y cantando himnos, gritó: “Yo también creo en Cristo” y se introdujo por sus propios medios en las aguas congeladas. En ese momento, aquel converso pudo ver al ángel del que había desertado que se dirigía hacia él, con la corona del martirio.

Mientras tanto, la soldadesca insistía con el más joven entre los cuarenta para que se desanime. Entre quienes presenciaban la escena estaba la madre de aquel jovencito. Ella lo instó a permanecer fiel y a no perder el ánimo. Al amanecer, los mártires que lograron sobrevivir fueron sacados de las aguas, les rompieron las piernas y los dejaron morir. Entre los sobrevivientes estuvo aquel jovencito, quien terminó muriendo en los brazos de su madre. Cuando todo terminó, el comandante del ejército imperial mandó que los cuerpos fueran quemados.

Los cristianos en Oriente celebran a los cuarenta mártires el 9 de marzo, mientras que en Occidente lo hacemos el día décimo del mes. Esta celebración coincide con los días de Cuaresma, y puede ayudarnos a profundizar en el camino de la fe, que es camino de amor, entrega y sacrificio.

Así como esos mártires, a inicios del S. XX (1915 – 1923), muchos hombres, mujeres y niños padecieron por su fe en las mismas tierras, hoy pertenecientes a Turquía, cuando se produjo el genocidio contra los armenios, pueblo masacrado también por su fe cristiana, a manos del imperio turco (imperio otomano).

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-la-iglesia-celebra-a-los-40-martires-de-sebaste-sostenidos-por-la-fe-de-una-madre-55320)

09 marzo, 2021

Santa Francisca Romana, Patrona de los Conductores

 Santa Francisca Romana, Viuda

 ¡Oh!; Santa Francisca Romana vos, sois la hija del Dios Vivo
y eterno. Esposa, madre, viuda y apóstol seglar, que pronto,
vuestra vida en gran ejemplo se convirtió. Dolor y nostalgia
sentíais por no poder haberos dedicado a la oración y a
la contemplación mucho más seguido. Con vuestra cuñada,
os propusisteis a ser excelentes y buenas madres de familia,
y, a la vez, dedicar todos los tiempos libres a ayudar a los
pobres y enfermos. Por ello, los Hospitales visitabais
e instruíais a los ignorantes y os dabais de sí, a los pobres
para socorrerlos. “Muy buena es la oración, pero la mujer
casada tiene que concederles enorme importancia a sus
deberes caseros”. Decías vos, cuando vuestro marido os
requería. Pero, os dabais maña, para dedicaros a la oración,
la mortificación, a las buenas lecturas, y, a estar siempre
muy ocupada, evitando así, las tentaciones del mal. De
pronto vuestra vida cambio, y literalmente en la calle
quedasteis, pero, nada felizmente cambió en vos y os
dedicasteis a pedir limosnas para vuestros enfermos de
vuestro hospital. Enfermasteis y por años padecisteis en
silencio con ellas, porque sabíais de los premios del
cielo. Sanabais enfermos, alejabais los malos espíritus
y conseguíais poner paz entre las gentes peleadas y así,
lograbais de milagro que empezaran a amarse. Fundasteis
las “Oblatas de María”. Ayunabais a pan y agua muchos
días y os dedicabais horas a la oración y a la meditación.
Y, Dios que os miraba con mucho amor, empezó a concederos
maravillosos éxtasis y visiones. “El ángel del Señor me
manda que lo siga hacia las alturas”, dijisteis por última
vez y quedasteis sin vida. Pero, más parecíais dormida
en una dulce paz. Así, voló, vuestra alma al cielo, para
coronada ser con corona de luz, como justo premio a vuestra
grande entrega de amor. Patrona de todos los conductores;
¡oh!; Santa Francisca Romana, “vivo amor por el Dios Vivo”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_____________________________________

09 de Marzo
Santa Francisca Romana
(año 1440)

Esposa, madre, viuda y apóstol seglar. Francisca nació en Roma en el año 1384. Y en cada año, el 9 de marzo, llegan cantidades de peregrinos a visitar su tumba en el Templo que a ella se le ha consagrado en Roma y a visitar el convento que ella fundó allí mismo y que se llama “Torre de los Espejos”.

Sus padres eran sumamente ricos y muy creyentes (quedarán después en la miseria en una guerra por defender al Sumo Pontífice) y la niña creció en medio de todas las comodidades, pero muy bien instruida en la religión. Desde muy pequeñita su mayor deseo fue ser religiosa, pero los papás no aceptaron esa vocación sino que le consiguieron un novio de una familia muy rica y con él la hicieron casar.

Francisca, aunque amaba inmensamente a su esposo, sentía la nostalgia de no poder dedicar su vida a la oración y a la contemplación, en la vida religiosa. Un día su cuñada, llamada Vannossa, la vio llorando y le preguntó la razón de su tristeza. Francisca le contó que ella sentía una inmensa inclinación hacia la vida religiosa pero que sus padres la habían obligado a formar un hogar. Entonces la cuñada le dijo que a ella le sucedía lo mismo, y le propuso que se dedicaran a las dos vocaciones: ser unas excelentes madres de familia, y a la vez, dedicar todos los ratos libres a ayudar a los pobre y enfermos, como si fueran dos religiosas. Y así lo hicieron. Con el consentimiento de sus esposos, Francisca y Vannossa se dedicaron a visitar hospitales y a instruir gente ignorante y a socorrer pobres. La suegra quería oponerse a todo esto, pero los dos maridos al ver que ellas en el hogar eran tan cuidadosas y tan cariñosas, les permitieron seguir en esta caritativa acción.

Pronto Francisca empezó a ganarse la simpatía de las gentes de Roma por su gran caridad para con los enfermos y los pobres. Ella tuvo siempre la cualidad especialísima de hacerse querer por la gente. Fue un don que le concedió el Espíritu Santo.

En más de 30 años que Francisca vivió con su esposo, observó una conducta verdaderamente edificante. Tuvo tres hijos a los cuales se esmeró por educar muy religiosamente. Dos de ellos murieron muy jóvenes, y al tercero lo guió siempre, aun después de que él se casó, por el camino de todas las virtudes.

A Francisca le agradaba mucho dedicarse a la oración, pero le sucedió muchas veces que estando orando la llamó su marido para que la ayudara en algún oficio, y ella suspendía inmediatamente su oración y se iba a colaborar en lo que era necesario. Veces hubo que tuvo que suspender cinco veces seguidas una oración, y lo hizo prontamente. Ella repetía: “Muy buena es la oración, pero la mujer casada tiene que concederles enorme importancia a sus deberes caseros”.

Dios permitió que a esta santa mujer le llegaran las más desesperantes tentaciones. Y a todas resistió dedicándose a la oración y a la mortificación y a las buenas lecturas, y a estar siempre muy ocupada. Su familia, que había sido sumamente rica, se vio despojada su sus bienes en una terrible guerra civil. Como su esposo era partidario y defensor del Sumo Pontífice, y en la guerra ganaron los enemigos del Papa, su familia fue despojada de sus fincas y palacios. Francisca tuvo que irse a vivir a una casona vieja, y dedicarse a pedir limosna de puerta en puerta para ayudar a los enfermos de su hospital. Y además de todo esto le llegaron muy dolorosas enfermedades que le hicieron padecer por años y años. Ella sabía muy bien que estaba cosechando premios para el cielo.

Su hijo se casó con una muchacha muy bonita pero terriblemente malgeniada y criticona. Esta mujer se dedicó a atormentarle la vida a Francisca y a burlarse de todo lo que la santa hacía y decía. Ella soportaba todo en silencio y con gran paciencia. Pero de pronto la nuera cayó gravemente enferma y entonces Francisca se dedicó a asistirla con una caridad impresionantemente exquisita. La joven se curó de la enfermedad del cuerpo y quedó curada también de la antipatía que sentía hacia su suegra. En adelante fue su gran amiga y admiradora.

Francisca obtenía admirables milagros de Dios con sus oraciones. Curaba enfermos, alejaba malos espíritus, pero sobre todo conseguía poner paz entre gentes que estaban peleadas y lograba que muchos que antes se odiaban, empezaran a amarse como buenos amigos. Por toda Roma se hablaba de los admirables efectos que esta santa mujer conseguía con sus palabras y oraciones. Muchísimas veces veía a su ángel de la guarda y dialogaba con él.

Francisca fundó una comunidad de religiosas seglares dedicadas a atender a los más necesitados. Les puso por nombre “Oblatas de María”, y su casa principal, que existe todavía en Roma, fue un edificio que se llamaba “Torre de los Espejos”. Sus religiosas vestían como señoras respetables. No tenían hábito especial.

Nombró como superiora a una mujer de toda su confianza, pero cuando Francisca quedó viuda entró también ella de religiosa, y por unanimidad las religiosas la eligieron superiora general. En la comunidad tomó por nombre “Francisca Romana”.

Había recibido de Dios la eficacia de la palabra y por eso acudían a ella numerosas personas para pedirle que les ayudara a solucionar los problemas de sus familias. El Espíritu Santo le concedió el don de consejo, por el cual sus palabras guiaban fácilmente a las personas a conseguir la solución de sus dificultades.

Cuando llegaban las epidemias, ella misma llevaba a los enfermos al hospital, lo atendía, les lavaba la ropa y la remendaba, y como en tiempo de contagio era muy difícil conseguir confesores, ella pagaba un sueldo especial a varios sacerdotes para que se dedicaran a atender espiritualmente a los enfermos.

Francisca ayunaba a pan y agua muchos días. Dedicaba horas y horas a la oración y a la meditación, y Dios empezó a concederle éxtasis y visiones. Consultaba todas las dudas de su alma con un director espiritual, y llegó a tal grado de amabilidad en su trato, que bastaba tratar con ella una sola vez para quedar ya amigos para siempre. A las personas que sabía que hablaban mal de ella, les prodigaba mayor amabilidad.

Estaba gravemente enferma, y el 9 de marzo de 1440 su rostro empezó a brillar con una luz admirable. Entonces pronunció sus últimas palabras: “El ángel del Señor me manda que lo siga hacia las alturas”. Luego quedó muerta, pero parecía alegremente dormida.

Tan pronto se supo la noticia de su muerte, corrió hacia el convento una inmensa multitud. Muchísimos pobres iban a demostrar su agradecimiento por los innumerables favores que les había hecho. Muchos llevaban enfermos para que les permitieran acercarlos al cadáver de la santa, y así pedir la curación por su intercesión. Los historiadores dicen que “toda la ciudad de Roma se movilizó”, para asistir a los funerales de Francisca.

Fue sepultada en la iglesia parroquial, y al conocerse la noticia de que junto a su cadáver se estaban obrando milagros, aumentó mucho más la concurrencia a sus funerales. Luego su tumba se volvió tan famosa que aquel templo empezó a llamarse y se le llama aún ahora: La Iglesia de Santa Francisca Romana.

Cada 9 de marzo llegan numerosos peregrinos a pedirle a Santa Francisca unas gracias que nosotros también nos conviene pedir siempre: que nos dediquemos con todas nuestras fuerzas a cumplir cada día los deberes que tenemos en nuestro hogar, y que nos consagremos con toda la generosidad posible a ayudar a los pobres y necesitados y a ser extraordinariamente amables con todos. Santa Francisca: ruégale al buen Dios que así sea.

He aquí la descripción de una mujer admirable. “Que las gentes comenten sus muchas buenas obras” (S. Biblia. Proverbios 31).

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Francisca_Romana.htm)

08 marzo, 2021

San Juan de Dios, Fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios

Biografía de San Juan de Dios - ACI Prensa

 ¡Oh!; San Juan de Dios, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
su amado santo y  fundador de la “Comunidad de los Hermanos
Hospitalarios”, que lleva  vuestro nombre. Pastor y luego
soldado allí, os hicisteis fuerte y resistente para el sufrir. La
divina providencia, siempre de vuestro lado estuvo, tanto que,
Nuestra Señora, os salvó de ahorcado ser. Después de la milicia,
vendedor os hicisteis de estampas y religiosos libros. Y, el buen
Jesús, que nunca os dejó, bajo la apariencia de “niño pobre” os
dijo: “Granada será tu cruz”. Y, así fue. “¡Misericordia Señor,
que soy un pecador!”, gritasteis por las calles, a Dios pidiendo
perdón y os confesasteis con San Juan de Ávila y os propusisteis
penitencia especial hacer: fingiros el “loco” para que la gente
os humillara y os hiciera sufrir. Y, la gente, “loco” os creyó,
tanto que, os lanzaban piedras y os daban de golpes y hasta que,
llevado fuisteis al manicomio, y, en él, azotado, para “calmaros”.
Pero, a vos, no os atormentaban ni disgustaban los azotes que os
daban, sino que, feliz a Dios, los ofrecíais. Durante vuestra
estancia, a los pobres y enfermos visteis y, cómo en él, tratados
eran, y, por ello, fundar decidisteis un hospital donde “sólo amor se
diese y sólo amor, como medicina”. Allí, lego en medicina
como erais, erais más, cuando a curar el alma enseñabais y después,
el cuerpo. “Loco de amor”, toda vuestra santa vida la gastasteis
en ayudar a los enfermos miserables por amor a Cristo Jesús.
De enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre y amigo
hicisteis. Por la noche, limosnas pedíais para vuestros
pobres, diciendo: “¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien!”.
Y, luego, cerca de la medianoche hacíais el aseo del hospital,
y a la madrugada os echabais a dormir un poco debajo de una escalera.
Dios, os daba muestras de que con vos, estaba, salvándoos siempre
de varios peligros. Un día os recogió una rica señora, para
curaros y exclamasteis: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo
para mí que soy tan miserable pecador”. Y, más tarde, sintiendo
que os llegaba la muerte, os arrodillasteis en el suelo
y exclamasteis: “¡Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo!”. Y, así,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor. Santo
Patrono de los que trabajan en los hospitales y de los que
propagan la fe con religiosos libros en todo el orbe de la tierra;
¡oh!; San Juan de Dios; “viva locura de amor por Cristo Jesús”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
____________________________________

8 de Marzo
San Juan de Dios
Fundador de la Comunidad
de Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios
Año 1550

Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad. De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento. En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.

Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

La Santísima Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.

Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel “pobrecito” era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: “Granada será tu cruz”, y desapareció.

Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famoso Padre San Luis de Avila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: “Misericordia Señor, que soy un pecador”, y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.

Se confesó con San Juan de Avila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.

Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.

La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.

Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.

Aquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo.

Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera “locura de amor”: gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.

Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.

Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. El iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.

El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila, y empezó a llamarlo “Juan de Dios”, y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.

Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.

Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.

Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien , y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco.

El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.

Al llegar al la casa de la rica señora, exclamó Juan: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador”. Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.

El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: “Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo”, y quedó muerto, así de rodillas.

Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.

Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.

San Juan de Dios: alcánzanos de Dios un gran amor hacia los enfermos y los pobres.

NOTA: Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.

Todo lo que hicisteis con cada uno de estos mis hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis (Jesucristo Mt. 25,40).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_de_Dios.htm)

07 marzo, 2021

Domingo 3 (B) de Cuaresma

 

 Lectio Divina Dominical XXXII del Tiempo Ordinario Ciclo A |  Cristonautas.com

Domingo 3 (B) de Cuaresma  

Texto del Evangelio (Jn 2,13-25): Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.

Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre.

____________________

«No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)

Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.

¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones…, y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.

-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).

¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).

¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.

-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.

ana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.

¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones…, y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.

-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).

¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).

¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.

-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2021-03-07)

06 marzo, 2021

Santa María de La Providencia; Auxiliadora de las Almas del Purgatorio

 

 Hoy celebramos a Santa María de la Providencia, intercesora de las almas del Purgatorio

¡Oh!, Santa María de la Providencia,
vos sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa, que desde muy temprano,
depositasteis vuestra confianza en
en la Providencia Divina, vuestro
amor por las benditas almas del
purgatorio, y un gran amor a la vida
religiosa y vuestra solidaridad por  
los más desvalidos y pobres del
tiempo vuestro, a quienes, sin mayor
distingo, entregastesis vívamente
vuestro corazón en obras de caridad;
y nosotros en este tiempo, os debemos
agradecer, por haber entregado para 
el mundo, vuestra congregación de las
“Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio”
¡Oh!, Santa María “viva luz para las almas”.  

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado

________________________________

 Santa María de La Providencia fue una religiosa francesa que fundó la Sociedad de las Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio, una congregación religiosa femenina cuyo propósito es salvar las almas del purgatorio a través de obras misericordia espirituales y corporales.

María Eugenia Smet -su nombre antes de incorporarse a la vida religiosa- nació en Francia en 1825. Estudió en un colegio de religiosas donde le inculcaron la devoción a la Divina Providencia, así como el deseo de salvar para Dios a las benditas almas del Purgatorio. María Eugenia tenía una sensibilidad especial por esa parte de la Iglesia que permanece expectante de la plenitud de la redención. Aquella preocupación espiritual marcaría el inicio de su inclinación a la vida religiosa, entendida esta como vida de oración e intercesión por el mundo.

Al terminar sus estudios inició un trabajo solidario con los pobres. Solía cocinar y llevar el alimento a indigentes y enfermos. En 1852 hizo un voto personal de guardar castidad, y en 1855, por consejo del Santo Cura de Ars y de otros sacerdotes, se unió en París a otras jóvenes para fundar la comunidad de las “Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio”.

Con la ayuda de un sacerdote jesuita, redactó las Constituciones de la nueva comunidad, inspiradas en la regla de la Compañía de Jesús, las cuales serían aprobadas en 1859. Ese mismo año, frente al Arzobispo de París, 28 mujeres juraron cumplir a perpetuidad las Reglas de la nueva Congregación.

La fundadora tomó el nombre de Madre María de la Providencia y consagró sus esfuerzos en extender la obra de Dios, fundando nuevas comunidades pertenecientes a la congregación en distintos lugares de Francia y Bélgica. Cuando fue el momento propicio, dado el crecimiento de la Orden, la Madre María de la Providencia envió el primer grupo de misioneras a China en 1867.

A los 45 años se le diagnosticó un cáncer de mama y poco tiempo después falleció, el 7 de febrero de 1871.

Las Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio tienen hoy 119 casas alrededor del mundo y cuentan con mil 100 religiosas.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-santa-maria-de-la-providencia-devota-de-las-almas-del-purgatorio-94429)

05 marzo, 2021

San Adrián de Cesarea

Hoy es la fiesta de San Adrián, Mártir

¡Oh!, San Adrián de Cesarea, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado mártir y santo, que, perseguido por
el cruel Diocleciano, en el día en que solían celebrarse
los festejos de la “Fortuna de los Cesarienses”,  por vuestra
fe radical en Cristo, y por orden del procurador arrojado

fuisteis ante un león y luego degollado a espada. Vos,
y vuestro compañero Eubolo, viajasteis a Cesarea para visitar
a los cristianos, cuestión que respondisteis a los guardias
de la ciudad, siendo luego conducidos ante el gobernador,
quien os mandó azotar y desgarrar vuestro cuerpo con garfios
de hierro, para luego, arrojaros a las fieras, siendo dos
días más tarde y durante las fiestas de la diosa Fortuna,
decapitado vos, luego de haber sido atacado por un león.
Eubolo vuestro compañero y amigo, la misma suerte
que vos corrió, y aunque el juez le prometió la libertad,
con tal de que adorase a los ídolos, el mártir prefirió
la muerte, antes de negar a Cristo Jesús, Dios y Señor
Nuestro. Así, vos, Adrián, y vuestro compañero Eubolo,
a Dios entregaron vuestras almas, que coronadas de luz fueron
como justo premio a vuestras entregas de amor y de fe;
¡Oh!, San Adrián de Cesarea, “vivo siervo del Dios de la Vida.”

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
___________________________________

5 de marzo
San Adriano (Adrián) de Cesarea
Mártir

Martirologio Romano: En Cesarea de Palestina, san Adriano, mártir, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, en el día en que solían celebrarse los festejos de la Fortuna de los Cesarienses, por mandato del procurador y por su fe de Cristo fue arrojado ante un león y después degollado a espada (309).

Etimológicamente: Adriano = Adrián = Aquel que viene del mar, es de origen latino.

En el sexto año de la persecución de Diocleciano, siendo Firmiliano gobernador de Palestina, Adrián y Eubulo (o Eusebio) fueron de Batenea a Cesarea para visitar a los confesores de la fe.

Cuando los guardias de la ciudad les interrogaron sobre el motivo de su viaje, los mártires respondieron sin rodeos que habían ido a visitar a los cristianos.

Inmediatamente fueron conducidos ante el gobernador, quien los mandó azotar y desgarrar las carnes con los garfios de hierro, para ser arrojados después a las fieras.

Dos días más tarde, durante las fiestas de la diosa Fortuna, Adrián fue decapitado, después de haber sido atacado por un león.

Eubolo corrió la misma suerte, uno o dos días después. El juez le había prometido la libertad a este último, con tal de que sacrificara a los ídolos, pero el santo prefirió la muerte.

Autor: Fuente: Oremosjuntos.com

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=35446)

04 marzo, 2021

Beato Giovanni Antonio Farina, “el Obispo del Pueblo”.

 

 Hoy se conmemora al Beato Giovanni Antonio Farina, el “Obispo del pueblo”

 El Beato Giovanni Antonio Farina fue Obispo de las ciudades de Treviso y de Vicenza, en Italia, llegando a ser considerado como uno de los más ilustres pastores del siglo XIX. En vida fue conocido como “el hombre de la caridad” o “el obispo del pueblo”, debido a su predilección por el servicio a los pobres, los abandonados, sufrientes y enfermos.

Fue el fundador de las Hermanas Maestras de Santa Dorotea de Vicenza, Hijas de los Sagrados Corazones, instituto que actualmente tiene presencia en varios países del mundo.

Antonio Farina nació el 11 de enero de 1803, en la ciudad italiana de Vicenza, que luego estaría bajo su cuidado apostólico. A la edad de 15 años ingresó al seminario diocesano de dicha ciudad y seis años más tarde sería designado maestro de la institución.

En 1827 fue ordenado sacerdote y, durante los primeros 18 años de su ministerio, se ocupó de una cátedra del seminario; además, fue capellán de la parroquia de San Pedro de Vicenza a lo largo de una década. Participó en distintos proyectos culturales, espirituales y apoyó innumerables obras caritativas, entre las cuales estuvo la dirección de la escuela pública primaria y superior de Vicenza.

En 1831 inauguró la primera escuela popular femenina y en 1836 fundó el instituto de las Hermanas Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones, institución dedicada a la educación de niñas pobres, sordomudas y ciegas; así como a la asistencia de enfermos y ancianos.

Después de ser nombrado obispo en 1850, Mons. Giovanni organizó asociaciones en cada una de las parroquias que estaban bajo su jurisdicción para la ayuda material y espiritual de los más pobres. Al mismo tiempo, fue un gran impulsor de la práctica de los ejercicios espirituales y de la asistencia a los sacerdotes de escasos recursos, retirados o enfermos. Por otro lado, cuidó de la formación doctrinal y cultural del clero y de los fieles; así como de la instrucción y catequesis para los jóvenes. Mons. Giovanni reunió las cualidades del buen pastor, indispensables para ser un buen obispo.

Convocó a un Sínodo diocesano en Vicenza -evento que no había sido celebrado desde 1689- para promover el fortalecimiento espiritual del clero a través de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María, como también de la piedad a la Eucaristía.

Los últimos años de su vida estuvieron caracterizados por reconocimientos públicos por su labor apostólica y su caridad, pero inevitablemente también por fuertes sufrimientos e injustas acusaciones.

Tras su fallecimiento el 4 de marzo de 1888, debido a un ataque de apoplejía, su fama de santo se extendió tanto en ambientes eclesiásticos como civiles.

En 1978 una religiosa ecuatoriana perteneciente a la congregación que fundó, Sor Inés Torres Córdova, afectada por un grave tumor con metástasis, fue curada milagrosamente después de haber pedido la intercesión del Padre Fundador.

Giovanni Antonio Farina fue beatificado en 2001 por el Papa Juan Pablo II y canonizado en el año 2014 por el Papa Francisco. Su fiesta se celebra el 4 marzo.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-se-conmemora-al-beato-giovanni-antonio-farina-el-obispo-del-pueblo-47704)