10 agosto, 2021

San Lorenzo, Mártir

 

 Hoy es la fiesta de San Lorenzo, diácono mártir

 

¡Oh!, San Lorenzo, sois vos; el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, que disteis honor al significado de vuestro
nombre: “coronado de laurel” y, a quien servisteis hasta
el mismo martirio con singular fe y valor. Vuestra vida
narrada fue por San Ambrosio, San Agustín, y Prudencio, “el
poeta”. “Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia.
Le aseguro que son más valiosos que los que posee el
emperador”. Así, le respondisteis al alcalde, y luego
le mostrasteis vuestro “oro”, hecho pobres, lisiados,
mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos
y leprosos a los que vos, ayudabais a diario. Y, Valeriano,
impío emperador y perseguidor de cristianos que había
ordenado dar muerte a San Sixto Papa, y a sus diáconos
cuatro días después lo hizo contra vos, enviándoos verdugos
a quienes os enfrentasteis con valor y firmeza, lidiando
en suplicio pleno, tanto que, ardiendo, vivabais a Jesús,
Dios y Señor Nuestro, en la misma cara de los paganos
senadores que, absortos contemplaban el gran poder
de la luz, y, en el acto se convertían, llenos de asombro.
“¡Ya estoy asado por un lado! Ahora que me vuelvan hacia
el otro lado para quedar asado por completo”. “¡La carne
ya está lista, pueden comer!”. Decíais, en increíble paz
y calma. Luego, y con tranquilidad increíble, orasteis
por la conversión de Roma y la expansión de la religión
cristiana. Y, así, vuestra alma en paz, al cielo voló para
recibir corona eterna de luz, como premio a vuestra
entrega de amor, pero, no en vano pues, ésta, sirvió
para la conversión de Roma toda y el fin de su idolatría
obstinada y terca. Prudencio, “el poeta”, así lo afirma.
San Agustín, cuenta que Dios obró muchos milagros
en Roma, en favor de los que se encomendaban a vos.
El Papa de aquél tiempo, os mandó construiros una
una Basílica en Roma, bautizándola con vuestro santo
nombre: “Basílica de San Lorenzo”, que hasta hoy os
recuerda vívidamente, como testigo de vuestro amor a Cristo;
¡oh!, San Lorenzo, “viva Misericordia y Amor por el Dios Vivo”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Agosto
San Lorenzo
Mártir
Año 258

Señor Dios: Tú le concediste a este mártir un valor impresionante para soportar sufrimientos por tu amor, y una generosidad total en favor de los necesitados. Haz que esas dos cualidades las sigamos teniendo todos en tu Santa Iglesia: generosidad inmensa para repartir nuestros bienes entre los pobres, y constancia heroica para soportar los males y dolores que tú permites que nos lleguen.

Su nombre significa: “coronado de laurel”.

Los datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio. Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres. En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.

La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: “Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?” y San Sixto le respondió: “Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás”. Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios. Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.

El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: “Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar”.

Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: “Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador”.

Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: “¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!” .El alcalde lleno de rabia le dijo: “Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente”.

Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura. Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.

Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: “Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo”. El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: “La carne ya está lista, pueden comer”. Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.

El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en la ciudad. San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo. El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Lorenzo_8_10.htm)

09 agosto, 2021

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Mártir y Co-Patrona de Europa

Hoy es fiesta de Santa Edith Stein, judía conversa y víctima de los nazis

 

¡Oh!, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, y su amada santa, que, siendo judía de nacimiento, os
abrazasteis a la Cruz de Cristo, hasta convertiros en católica. Vos,
que, proveníais de profundas raíces ateas nunca escatimasteis
esfuerzo alguno en la verdad buscar. Y, la verdad se os presentó
vistiendo la “Orden de las Carmelitas Descalzas”. Siempre, resaltabais
la unidad entre el judaísmo y la fe católica, ambas unidas al valor
del sufrimiento. Servisteis en la Cruz Roja como enfermera y decíais:
“Ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio
del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo
todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que
están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, por qué he de
ser yo una privilegiada?”. “¡Ésta es la verdad¡”, exclamasteis,
después de leer a vuestra fundadora, Santa Teresa de Jesús. Y, así
la fenomenología ante la gracia se rindió para siempre. “Hay un
estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad
espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman
decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo
el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente
al destino”. Y, vos, os entregasteis en cuerpo y alma diciendo: “Seré
Católica”. ¡Y, así fue! Y, os bautizasteis para siempre. Y, entonces
escribisteis: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como
una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre
y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a Él, eres como el
omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los
lugares de aflicción”. En “Ciencia de la Cruz”, escribisteis: “que ella,
es el camino interior seguro de inmolación y victimazgo en imitación
al Cordero Inmolado”. “Yo hablaba con el Salvador y le decía que sabía
que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío.
La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían
echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el
retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el
Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido
para mí”. “Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar
apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito
a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de
toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como
a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad
de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me
ha tentado en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en
el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante
mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de
tu indigna sierva”. Y, vos, os hicisteis mártir, para la salvación
de las almas, por la liberación de vuestro pueblo y por la conversión de
Alemania, repitiendo como vuestra madre fundadora: “No me arrepiento
de haberme entregado al Amor”. “No se puede adquirir la ciencia de
la Cruz más que Sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde
el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he
dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, Oh Cruz, mi única esperanza”.
Y, así sucedió, voló vuestra alma al cielo, para, coronada ser con
corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor increíble y fe;
fuisteis canonizada como mártir por Juan Pablo II, y os dio el titulo
de “Mártir de Amor” y luego os declararon Co-Patrona de Europa;
¡oh!, Santa Teresa de la Cruz, “viva mártir del Amor del Dios Vivo”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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9 de Agosto
Santa Teresa Benedicta de la Cruz
Mártir y Co-Patrona de Europa

(Edith Stein) Ver también sus escritos: Cartas y documentos
-Ed. Monte Carmelo – “El Misterio de la Navidad”
-Edith Stein- “Cruz: única esperanza”

Judía de nacimiento, abraza la fe católica ya siendo profesora de universidad y reconocida filósofa. Entra en las Carmelitas descalzas y muere víctima de los nazis en Aushwitz. Canonizada por Juan Pablo II el 11 de Octubre, 1998 Consideró su conversión a la fe católica como una conversión también hacia una mas profunda identificación con su identidad judía. Su testimonio ilustra dos temas inseparables: La unidad entre el judaísmo y la fe católica y el valor del sufrimiento. “Sta. Edith Stein vio en el holocausto un aspecto del sufrimiento expiatorio… un valor redentivo para todo el mundo (y) un vínculo específico entre su sacrificio y la gracia especial necesaria para propiciar la conversión de los judíos” Salvation is from the Jews, de Roy Schoeman. La santa murió con un grupo compuesto casi enteramente de judíos bautizados.

Nació el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).

Ella era la menor de los 11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y su madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus hijos. Edith escribió de sí misma que de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los problemas que la rodean. En plena adolescencia deja la escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la vida. Surgen sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del hombre en general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia su búsqueda, motivada por un sólo principio: “estamos en el mundo para servir a la humanidad”.

Fue una brillante estudiante de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) para ser su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo. Siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento existencial. Fue así que decidió enlistarse en la Cruz Roja como enfermera durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: “ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?” Todo esto revela la búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero que, sin embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria.

En 1915 recibe la “medalla al valor”. Otras características humanas de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba preparando su alma para un día reinar en ella.

El Momento de la Conversión

En el año 1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la viuda, Hedwig Conrad, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacia sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes vacíos y lagunas. Edith buscaba más. Fue por tanto de gran impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino que tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente de esta paz y de esta fe.

Mientras estaba en casa de la viuda Conrad, Edith tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió a la gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón femenino: “ésta es la verdad”. La fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis a las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente “los fenómenos” que se van sucediendo en su alma, se apasiona por “explicar” qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma.

Ella misma escribe: “hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al “destino”. Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica. Unos pocos meses más tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa Misa, busca al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para recibir el sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente: ‘Haga la prueba.” El día 1 de enero de 1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de inmensas gracias.

Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad como Judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones. Después de su bautismo emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa. Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: “Un cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno? Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la obediencia”. Es difícil a una mujer tan acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.

Vida Apostólica

Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante. Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida. Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo. También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas. Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron.

Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden benedictina. En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa.

La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado. “¡Una verdadera locura!” ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada “Filósofa del siglo XX” si no se hubiese retirado… Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época. Su Familia En este momento, sería oportuno destacar lo que significa todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su mamá. Más que su profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue la incomprensión de su mamá, lo que le causó un verdadero martirio interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y se niega a escuchar sus explicaciones. Edith abraza este profundo sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios, costara lo que costara.

Entrada al Convento de Colonia

El 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas. Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de aflicción.” Y también: “Hay una vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo.

Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención.” El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne. Es durante estos años que concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: “Ser Finito y Eterno”. En esta obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía. Una vez mas, la situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del Carmelo de Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, –junto con su hermana Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había convertido al Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al Convento Carmelita de Holanda.

Es aquí donde Edith empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: “La Ciencia de la Cruz”. Hecha por obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del horror de la guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la situación del pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la oportunidad de responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del sufrimiento. Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.” El pueblo sufría y la Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el amado.”

Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima: “Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.” Como Católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.

Ella escribe: “Y es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.” En 1942 empiezan las deportaciones de judíos. Luteranos, calvinistas y católicos acuerdan leer el mismo día un texto conjunto de protesta en sus servicios religiosos. La Gestapo amenaza a todas las autoridades cristianas de Holanda con extender la orden de deportación a los judíos conversos a sus credos. Los calvinistas y los luteranos dan marcha atrás, pero Pío XII se mantiene firme. El texto de condena se lee en todas las iglesias católicas de Holanda. La venganza se cumple unos días mas tarde. Las SS invaden el convento del Carmelo de Echt y se llevan a dos monjas judías conversas: Edith y Rosa Stein. No era la primera vez que la Iglesia protestaba y sufría. Ya el día de la Pascua de 1939, la encíclica de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había leído desde todos los púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y católicos comprometidos habían sufrido graves consecuencias. Esta condena ocurrió antes que Francia e Inglaterra se decidieran contra Hitler. Esta vez las fuerzas Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones de los obispos católicos de Holanda en contra de las deportaciones de los judíos, declaran a todos los católicos-judíos “apartidas”. A la vista de los graves peligros que corren en Holanda, la comunidad del Carmelo comienza los trámites para que Edith y Rosa puedan emigrar a Suiza, pero los intentos no dan resultado.

El 2 de agosto del año 1942, miembros de la SS se presentan en el convento y apresan a la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas al campo de concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana Teresa cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo: “¡Ven, hagámoslo por nuestro pueblo!” Estas palabras eran eco de unas que había escrito mucho antes pero con la misma dedicación y determinación: “Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”

En la Cima de la Cruz

Al ser tomadas del Convento de Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de concentración de Mersforrt.

A empujones y golpes de culata las metieron en barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible situación, una gran paz emanaba de Edith Stein. En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork. Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith.

Algunos de los sobreviventes dan testimonio de la paz interior de la santa: “Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.” Otro dice: “Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande”.

En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?” Y finalmente otro: “Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, –por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo–, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.” Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania.

Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas pleno a su vida, entregándose por todos, por amor… Sin duda podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida, la Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa de Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.” Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.

Su último testamento El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración: “No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza”.

Sta. Teresa Benedicta de la Cruz… Ruega por nosotros!

De los escritos espirituales de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein Weke, II. Band, Verborgenes Leben ‘Vida Escondida’ Freiburg-Basel-Wien 1987, S. 124-126) Ave Crux, spes unica “Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.

El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida. Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido obediente hasta la muerte de Cruz. Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios.

Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión terrena. Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado; Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.

El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz, incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo. Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a lo alto, hasta el seno de la Trinidad. El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta los confines de la tierra. Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.

El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote. ¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza! RESPONSORIO 1Co 1, 24b R. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; * Pero para los llamados, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. V. El deseo de mi corazón y mi plegaria pidiendo su salvación suban hasta el Señor. * Pero para los llamados.

(http://www.corazones.org/santos/edith_stein.htm)

08 agosto, 2021

Domingo 19 (B) del tiempo ordinario

 

 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo (Jn 6,41-51)


Domingo 19 (B) del tiempo ordinario Texto del Evangelio (Jn 6,41-51): En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo». Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?». Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: ‘Serán todos enseñados por Dios’. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.

»En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

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«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae» Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, el Evangelio presenta el desconcierto en el que los connacionales de Jesús vivían en su presencia: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?» (Jn 6,42). La vida de Jesús entre los suyos había sido tan normal que, el comenzar la proclamación del Reino, quienes le conocían se escandalizaban de lo que entonces les decía.

¿De qué Padre les hablaba Jesús, que nadie había visto? ¿Quién era este pan bajado del cielo que quienes lo comen vivirán para siempre? Él negaba que fuera el maná del desierto porque, quienes lo comieran, morirían. «El pan que yo (…) voy a dar, es mi carne por la vida del mundo» (Jn 6,51). ¿Su carne podía ser un alimento para nosotros? El desconcierto que sembraba Jesús entre los judíos podía extenderse entre nosotros si no respondemos a una pregunta central para nuestra vida cristiana: ¿Quién es Jesús?

Muchos hombres y mujeres antes que nosotros se han hecho esta pregunta, la han respondido personalmente, han ido a Jesús, lo han seguido y ahora gozan de una vida sin fin y llena de amor. Y a los que vayan a Jesús, Él los resucitará el último día (cf. Jn 6,44). Juan Casiano exhortaba a sus monjes diciéndoles: «‘Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros’, porque ‘nadie puede ir a Jesús si el Padre que lo ha enviado no lo atrae’ (…). En el Evangelio escuchamos al Señor que nos invita para que vayamos hacia Él: ‘Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré reposar’». Acojamos la Palabra del Evangelio que nos acerca a Jesús cada día; acojamos la invitación del mismo Evangelio a entrar en comunión con Él comiendo su carne, porque «éste es el verdadero alimento, la carne de Cristo, el cual, siendo la Palabra, se ha hecho carne para nosotros» (Orígenes).

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2021-08-08)

07 agosto, 2021

San Cayetano, Patrono del pan y del trabajo

 Hoy la Iglesia celebra a San Cayetano, patrono del pan y del trabajo

07 de Agosto
San Cayetano
Año 1547

San Cayetano bendito: lo que tú más deseabas: la conversión de los que somos tan pecadores, es un favor inmenso que no hemos logrado conseguir, pero que tú con tu intercesión nos puedes obtener. Pídele a Dios que nos logremos convertir.

 Dichoso el que Confía en Dios (Salmo 83).

Este santo, muy popular entre los comerciantes y ganaderos porque los protege de muchos males, nació en 1480 en Vicenza, cerca de Venecia, Italia. Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.

Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades. Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.

A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración. En Roma se inscribió en una asociación llamada “Del Amor Divino”, cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.

Viendo que el estado de relaajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV)

San Cayetano le escribía a un amigo: “Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse”. Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.

Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo

En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: “Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo”.

San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: “Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?” Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado”.

En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: “Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto”.

Fundó asociaciones llamadas “Montes de piedad” (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses. Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.

La gente lo llamaba: “El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo”

Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes. Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: “Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer”. Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.

En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: “Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas”. Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas. En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cayetano.htm)

06 agosto, 2021

La Transfiguración del Señor

Transfiguración de Jesús - Wikipedia, la enciclopedia libre

 ¡Oh!, Transfiguración gloriosa de Vos, nuestro Señor Jesucristo;
Vos, Dios de la Vida, os llevasteis a Pedro, Juan y Santiago,
y subisteis al monte a orar. Y, sucedió que, mientras orabais,
el aspecto de Vuestro rostro cambió, y Vuestros vestidos
tomaron una blancura fulgurante, y conversabais con Moisés
y Elías, ambos aparecían en gloria, y hablaban de Vuestra
partida que se cumpliría en Jerusalén. Pedro y sus compañeros
cargados estaban de sueño, pero permanecían despiertos
y vieron Vuestra gloria y a los dos hombres que estaban con Vos.
Y os dijo Pedro: “Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a
hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías”. Y vino una voz desde la nube, que decía: “Este
es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle”. Y, cuando la voz hubo
terminado, os encontrasteis solo. Ellos callaron y, por
aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
Ojala que el Espíritu Santo, nos haga saber que la maravilla
del amor de Dios, su rostro transfigurado, se muestra a cada instante
en aquellas personas que saben decir siempre “sí” ante los retos
actuales del cristianismo: los pobres, necesitados y desterrados.
¡oh!, Divino Cristo Transfigurado, “Vivo Dios de la Vida y del  Amor”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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06 de Agosto
La Transfiguración del Señor
Por: Rafael Santos Varela
Fuente: Catholic.net

La maravilla del amor de Dios lo vemos en su rostro transfigurado.

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 28-36

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle. Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

Reflexión

No hay duda, todos somos capaces de distinguir la belleza de la creación, quedamos maravillados, deslumbrados ante un cielo estrellado, un atardecer.

De la misma manera nos impacta el testimonio de una buena obra, de un hombre santo, de un acto de heroísmo.

También es cierto que cuando algo sobrepasa nuestras capacidades quedamos atónitos, sin poder explicarlo o manifestarlo verbalmente, y, si lo hacemos, lo hacemos “más o menos”.

Sin embargo, el mundo se ha malacostumbrado a pedir milagros que pasen – según él- las líneas de lo meramente natural; quiere lo espectacular, quiere actos de magia, un atardecer o una noche estrellada ya no le dice nada.

Cuándo seremos capaces de saber que la maravilla del amor de Dios, su rostro transfigurado, se muestra en esas personas que saben decir siempre sí ante los retos actuales del cristianismo.

Ahora mismo debo hacerme la pregunta de si realmente contemplando lo maravilloso del rostro de Cristo, me puedo quedar con una actitud sólo de contemplación o de mero espectador, queriendo hacer “mi tiendita” para sentirme solamente “bien” y no ver lo que significa el contemplar el rostro de Cristo y querer el compromiso de llevarle a los demás.

(http://es.catholic.net/op/articulos/4997/la-transfiguracin.html)

05 agosto, 2021

Nuestra Señora de las Nieves

Hoy es la fiesta de la Virgen de las Nieves y el milagro que regaló a unos esposos

 ¡Oh!, Señora Nuestra de las Nieves:
¿Qué es blanco y más, que la misma
nieve que no cega, pero que alegra
el alma, con amor y paz divinos?.

Adivinar no quiere mi alma y es mejor
decir con fe segura, que Sois Vos, ¡María!;
Madre del Dios vivo, y Madre mía.

A vos pues, blancura inimaginable,
más blanca y más perfecta; Señora
y Madre mía; os ofrezco esta poesía,
¡Oh!, Señora Nuestra de las Nieves.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de agosto

Nuestra Señora de las Nieves

Esta fiesta de la Santísima Virgen tiene su origen en la leyenda romana que las lecciones del Breviario de hoy nos recuerdan. En tiempo del papa Liberio, segunda mitad del siglo IV, existía en Roma un matrimonio sin hijos. Lo mismo Juan que su esposa pertenecían a la más alta nobleza. Eran excelentes cristianos y contaban con una gran fortuna que las numerosas limosnas a los pobres eran incapaces de agotar. Se hacían ancianos los nobles esposos y, pensando en el mejor modo de emplear su herencia, pedían insistentemente a la Madre de Dios que les iluminase.

He aquí que la Virgen les declara de forma maravillosa sus deseos. A Juan Patricio y a su esposa se les aparece en sueños, y por separado, la Señora para indicarles su voluntad de que se levante en su honor un templo en el lugar que aparezca cubierto de nieve en el monte Esquilino. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más calurosos de la canícula romana. Van los dos esposos a contar su visión al papa Liberio. Este había tenido la misma revelación que ellos. El Sumo Pontífice organiza una procesión hacia el lugar que había señalado la Madre de Dios. Todos se maravillaron al ver un trozo de campo acotado por la nieve fresca y blanca. La Virgen acababa de manifestar de este modo admirable su deseo de que allí se levantase en su honor un templo. Este templo es hoy día la basílica de Santa María la Mayor.

¿Qué valor tiene esta leyenda?

Parece que no tiene ninguna garantía de veracidad. El cardenal Capalti aseguraba a De Rossi que, cuando los canónigos de esta basílica terminaban en coro las lecciones de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves y se disponían a entrar en la sacristía para dejar sus trajes corales, había uno bastante gracioso que solía decir que en toda la leyenda únicamente encontraba verdaderas estas palabras: “en Roma, a 5 de agosto, cuando los calores son más intensos”.

La leyenda no aparece hasta muy tarde. Seguramente en el siglo XI. El caso es que cuajó fácilmente en la devoción popular y un discípulo del Giotto la inmortalizó en unos lienzos que pintó para la misma basílica. En un cuadro aparece el papa Liberio dormido, con la mitra al lado; encima, ángeles y llamas, y, delante, la Virgen que le dirige la palabra. En otro cuadro aparece Juan Patricio, a quien se le aparece también la Virgen. Otra pintura nos presenta a María haciendo descender la nieve sobre el monte Esquilino.

Nuestro Murillo inmortalizó también esta leyenda en uno de sus cuadros. En él aparece el noble y piadoso matrimonio contando la visión al Papa, y en el fondo se contempla la procesión y el campo nevado. Otros artistas reprodujeron en sus cuadros este milagro y los poetas lo cantaron en sus versos. La devoción a la Virgen de las Nieves arraigó fuertemente en el pueblo romano y llegó a extenderse por toda la cristiandad. En su honor se levantan hoy templos por todo el mundo, y son muchas las mujeres cristianas que llevan este bendito nombre de la Santísima Virgen.

Nuestra Señora de las Nieves es lo mismo que Santa María la Mayor, título que lleva una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Las otras tres son: San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán. La basílica de Santa María la Mayor parece ser que fue la primera iglesia que se levantó en Roma en honor de María y podemos decir, lo mismo que se afirma de San Juan de Letrán en un sentido más general, que es la iglesia madre de todas cuantas en el mundo están dedicadas a la excelsa Madre de Dios. Por esto, y por ser una de las iglesias más suntuosas de Roma, mereció el título de la Mayor. Así se la distinguía de las otras sesenta iglesias que tenía la Ciudad Eterna dedicadas a Nuestra Señora.

Esta basílica ha pasado por bastantes vicisitudes a través de los tiempos. Ocupa el Esquilino, una de las siete colinas de Roma. En tiempo de la República era necrópolis y bajo el Imperio de Augusto, paseo público. Allí tenía el opulento Mecenas unos jardines. Allí estaba la torre desde la cual contempló Nerón el incendio de Roma y allí había un templo dedicado a la diosa Juno, al cual acudían las parejas de novios para implorar sus auspicios. Aquí quiso la Reina del Cielo poner su morada. En el corazón de la urbe penetra su planta virginal y los hijos del más glorioso de los antiguos imperios abrirán sus pechos al amor de tan tierna Madre.

La primitiva iglesia no estaba consagrada a María. Se llamaba la basílica Sociniana. En su recinto lucharon los partidarios del papa Dámaso con los secuaces del antipapa Ursino. Esto sucedió a finales del siglo IV. En este tiempo se llamó también basílica Liberiana por su fundador, el papa Liberio. En el siglo V es reconstruida por Sixto III (432-440). Este mismo Papa es el que consagra el templo a la Virgen. Desde este momento el nombre de María se va a hacer inseparable de este templo.

El concilio de Efeso había tenido lugar el año 431. Los padres del tercer concilio ecuménico acababan de proclamar la maternidad divina de María contra el hereje Nestorio. Era el primer gran triunfo de María en la Iglesia y una crecida ola de amor Mariano recorre toda la cristiandad de oriente a occidente. La maternidad divina de María es el más grande de los privilegios de María y la raíz de todas sus grandezas. Roma no podía faltar en esta hora de gloria Mariana. Este templo que renueva Sixto III en honor de la Theotocos es el eco romano de la definición de los padres de Efeso. La ciudad entera se apresta a levantar y hermosear esta basílica. Los pintores ponen sus pinceles bajo la dirección del Sumo Pontífice y las damas se desprenden de sus más vistosas joyas. Ahora es cuando la antigua basílica Sociniana se adorna con pinturas y mosaicos que celebran el misterio de la maternidad divina de María. Se levanta un arco de triunfo y sobre la puerta de entrada se lee una inscripción que empieza con estas palabras:

“A ti, oh Virgen María, Sixto te dedicó este nuevo templo… “

Las pinturas son de tema Mariano y generalmente relacionadas con la maternidad divina de María. Representan a la Anunciación, la Visitación, María con el Niño, la adoración de los Magos, la huida a Egipto y otras escenas de la vida de la Virgen. Las tres amplias naves de la basílica se enriquecieron con los dones de los fieles y los ábsides se adornaron de lámparas y mosaicos. Algunos de éstos son especialmente valiosos.

En el siglo VII una nueva advocación le nace a esta iglesia: Santa María ad praesepe, Santa María del Pesebre. La maternidad de María acaba por llevar la devoción de los fieles al portal de Belén, a Jesús. Como siempre, por María a Jesús. Al lado de la basílica surge una gruta estrecha, obscura y recogida como la de Belén. Allí irán los papas a celebrar la misa del gallo todas las Nochebuenas, y para que la piedad se hiciese más viva se enseñaban los maderos del pesebre en el cual había nacido el Hijo de Dios y trozos de adobes y piedras que los peregrinos habían traído de Tierra Santa.

Esta gruta llega a ser uno de los lugares más venerandos de la Ciudad Eterna. Los Romanos Pontífices la distinguen con sus privilegios. Gregorio III (731-741) puso allí una imagen, de oro y gemas que representaba a la Madre de Dios abrazando a su Hijo. Adriano I (762-795) cubrió el altar con láminas de oro, y León III (795-816) adornó las paredes con velos blancos y tablas de plata acendrada que pesaban ciento veintiocho libras.

Son muchas las gracias que la Santísima Virgen ha concedido a sus devotos en este santo templo. Aquí organizó San Gregorio Magno unas solemnes rogativas con motivo de una terrible peste que asolaba la ciudad. El año 653 ocurrió en esta iglesia un hecho milagroso. Celebraba misa el papa San Martín cuando, al querer matarle o prenderle por orden del emperador Constante, el enarca de Ravena, Olimpo, quedó repentinamente ciego e imposibilitado.

Basten estos hechos para demostrar el gran aprecio que los Sumos Pontífices han tenido para con este templo a través de la historia. Hoy mismo sigue siendo Santa María la Mayor una de las cuatro basílicas patriarcales de Roma cuya visita es necesaria para ganar el jubileo del año santo. De esta forma la Virgen de las Nieves sigue recibiendo el tributo de amor de innumerables peregrinos de todo el orbe católico.

Actualmente es una de las iglesias más ricas y bellas de la ciudad de Roma. Conserva muy bien su carácter de basílica antigua. Tiene por base la forma rectangular, dividida por columnas que forman tres naves, techo artesonado, atrio y ábside. El interior de la basílica es solemne y armonioso. Las tres naves aparecen divididas por columnas jónicas. Contiene notables monumentos y tumbas de los papas.

Tiene dos fachadas: la que mira al Esquilino, que es la posterior, y la que mira a la plaza que lleva el nombre de Santa María la Mayor. Esta, que es la principal, data del siglo VIII, y la posterior del XVII. El campanario, románico, es el más alto de Roma. Fue construido el año 1377. Sobre el altar mayor hay una imagen de María del siglo XIII, atribuida a Lucas el Santo, y en la nave se halla el monumento a la Reina de la Paz, erigido por Benedicto XV al terminar la primera guerra mundial. Su cielo raso está dorado con el primer oro que Colón trajo de América. En la plaza de Santa María la Mayor se yergue una columna estriada de más de catorce metros de altura. En la plaza del Esquilino se alza un obelisco procedente del mausoleo de Augusto.

Santa María de las Nieves. He aquí una de las advocaciones más bellas de la Santísima Virgen. Ella, que es la Madre de Dios, Inmaculada, Asunta al cielo, Virgen de la Salud y del Rocío, es también Nuestra Señora de las Nieves. La nieve es blancura y frescor. Pureza y alma recién estrenada, intacta. Espíritu sin gravedad. ¡Cuán hermosamente tenemos representada aquí la pureza sin mancha de María!

Nieve recién caída en el estío romano. La pureza al lado del calor sofocante de la pasión. Sólo Ella, como aquel trozo milagrosamente marcado por la nieve en la leyenda de Juan Patricio, es preservada del calor fuerte del agosto que es el pecado. Sólo Ella es sin pecado entre todos los hombres. Ella es blancura y candor. Ella refresca nuestros agostos llenos del fuego del pecado y la concupiscencia.

Ni el copo de nieve, ni el ala de cisne, ni la sonrisa de la inocencia, ni la espuma de la ola es más limpia y hermosa que María. Verdaderamente es ésta una fiesta de leyenda y poesía, María es algo de leyenda y poesía. Es la obra de Dios.

MARCOS MARTÍNEZ DE VADILLO

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/08/08-05_Virgen_de_las_nieves.htm)

04 agosto, 2021

San Juan María Vianney, Patrono de los Sacerdotes

 

4 de agosto: San Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes

 

¡Oh!, San Juan María Vianney, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, llamado “el santo Cura
de Ars”, pues en vos, se ha cumplido, lo que San Pablo
dijo: “Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del
mundo, para confundir a los grandes”. Vuestra primera
comunión la hicisteis a los trece años de noche en un
pajar. Siempre anhelabais desde pequeño sacerdote ser,
pero a vuestro padre no le interesaba que lo fuerais.
Vos, intentasteis estudiar en el seminario y vuestros
maestros decían de vos: “Es muy buena persona, pero no
sirve para estudiante. No se le queda nada”. Y, claro,
os echaron, y vos, os fuisteis en peregrinaje a la tumba
de San Francisco Regis, para pedirle su ayuda. Y, al
fin os recibió el Padre Balley en su seminario nuevo.
Allí, demostrasteis buena conducta, criterio y voluntad
admirables que el Padre, se dispuso a haceros sacerdote
y os preparó por tres años con clases todos los días
pero, vuestros exámenes no fueron los más satisfactorios.
En cierta oportunidad el Obispo de vuestra diócesis
preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta? Y
respondieron: “Es excelente persona. Es un modelo de
comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el
más santo”. Y, el prelado dijo: “Pues si así es, que sea
ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia,
con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás”.
Y, así, os ordenaron de sacerdote y os sentisteis muy feliz.
Algunos colegas llenos de envidia dijeron de vos: “El
Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va
a encantar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, para que
haga un buen papel?”. Y, os enviaron a una parroquia
pobre e infeliz: ¡Ars!, de mala fama y lleno de cantinas.
Y, allí estuvisteis de párroco durante cuarenta y un años.
Vuestro método: Rezar mucho, sacrificarse lo más posible
y hablar fuerte y duro. Así, os dedicasteis horas y horas
a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar
y realizasteis increíbles penitencias para convertirlos,
enfocando vuestros sermones contra los vicios de vuestros
feligreses. Un día el Obispo, un visitador envió a oír
vuestros sermones. De vuelta, el prelado preguntó:
“¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianney?
– Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy
largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero,
siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios,
la muerte, el juicio, el infierno y el cielo”. – ¿Y tienen
también alguna cualidad estos sermones? – pregunta
Monseñor-. “Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes
se conmueven, se convierten y empiezan una vida más
santa de la que llevaban antes”. “Por esa última cualidad
se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres
defectos”. Concluyó el Obispo. Leíais y estudiabais, más
de tres horas para el sermón del Domingo, escribíais,
durante otras tres o más horas. Paseabais por el campo
recitándole vuestro sermón a los árboles y al ganado,
para tratar de memorizarlo. Luego os arrodillabais por
horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar
encomendando lo que ibais a decir al pueblo. Y, el diablo
os atacaba sin compasión. Os derribaba de la cama y hasta
trataba de quemar vuestra habitación. Os despertaba con
espantosos ruidos. Una vez os gritó: “¡Faldinegro odiado.
Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me
lo habría llevado al abismo!”. Vos decíais: “Con el patas
hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos
compinches”. Y, vos, no dejabais de quitarle almas y más
almas a Satanás. El confesionario se convirtió en vuestra
celda diaria, pues pasabais allí, entre seis y diez horas. Para
confesarse con vos, se separaba turno con tres días
de anticipación. A las doce de la noche os levantabais,
luego hacíais sonar la campana de la torre, abríais
la iglesia y empezabais a confesar. Confesabais hombres
hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis
rezabais los salmos de vuestro devocionario y a prepararos
a la Santa Misa. A las siete celebrabais el Santo Oficio.
De ocho a once confesabais mujeres. A las once, una clase
de catecismo para todas las personas que estuvieran
en el templo. A las doce ibais a serviros un ligerísimo
almuerzo. Os bañabais, afeitabais, y os ibais a visitar
un instituto para jóvenes pobres que vos, costeabais
con las limosnas. Desde la una y media hasta las seis
seguíais confesando y vuestros consejos en la confesión
eran breves. Leíais los pecados en su mente y les decíais
los pecados que se les habían quedado sin decir. Erais
fuerte en combatir la borrachera y otros vicios. En el
confesionario sufríais mareos y a ratos parecíais que
os ibais a congelaros de frío en el invierno y en el
verano sudabais mucho. Decíais vos: “El confesionario
es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo”.
Por la noche leíais un rato, y a las ocho os acostabais,
para de nuevo levantaros a las doce de la noche a seguir
confesando. Cuando llegasteis a Ars, la gente trabajaba
el domingo y cosechaba poco, pero con vos, lograsteis
poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos
y las cosechas se volvieron mucho mejores. Siempre os
creíais un miserable pecador. Jamás hablabais de vuestras
obras o éxitos obtenidos. A un hombre que os insultó
en la calle le escribisteis una carta perdón pidiéndole
por todo, como si vos, hubierais sido el ofensor. El
obispo os envió un distintivo elegante de canónigo
y nunca os lo quisisteis poner. El gobierno nacional os
concedió una condecoración y vos, no os la colocasteis.
Decíais con humor: “Es el colmo: el gobierno condecorando
a un cobarde que desertó del ejército”. Y, Dios os premió
vuestra humildad con admirables milagros. Y, así,
y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh! San Juan María Vianney, “vivo Cristo de Amor y de Luz”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Agosto
San Juan María Vianney
El Santo Cura de Ars
Patrono de los sacerdotes del mundo

Año 1859

Santo Cura de Ars: Pide a Dios que nos envíe siempre buenos párrocos como tú.

Uno de los santos más populares en los últimos tiempos ha sido San Juan Vianey, llamado el santo Cura de Ars. En él se ha cumplido lo que dijo San Pablo: “Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir a los grandes”.

Era un campesino de mente rústica, nacido en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que persiguió ferozmente a la religión católica. Así que él y su familia, para poder asistir a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas, donde los agentes del gobierno no se dieran cuenta, porque había pena de muerte para los que se atrevieran a practicar en público su religión.

La primera comunión la hizo Juan María a los 13 años, en una celebración nocturna, a escondidas, en un pajar, a donde los campesinos llegaban con bultos de pasto, simulando que iban a alimentar sus ganados, pero el objeto de su viaje era asistir a la Santa Misa que celebraba un sacerdote, con grave peligro de muerte, si los sorprendían las autoridades.

Juan María deseaba ser sacerdote, pero a su padre no le interesaba perder este buen obrero que le cuidaba sus ovejas y le trabajaba en el campo. Además no era fácil conseguir seminarios en esos tiempos tan difíciles. Y como estaban en guerra, Napoléon mandó reclutar todos los muchachos mayores de 17 años y llevarlos al ejército. Y uno de los reclutados fue nuestro biografiado. Se lo llevaron para el cuartel, pero por el camino, por entrar a una iglesia a rezar, se perdió del grupo. Volvió a presentarse, pero en el viaje se enfermó y lo llevaron una noche al hospital y cuando al día siguiente se repuso ya los demás se habían ido. Las autoridades le ordenaron que se fuera por su cuenta a alcanzar a los otros, pero se encontró con un hombre que le dijo. “Sígame, que yo lo llevaré a donde debe ir”. Lo siguió y después de mucho caminar se dio cuenta de que el otro era un desertor que huía del ejército, y que se encontraban totalmente lejos del batallón.

Y al llegar a un pueblo, Juan María se fue a donde el alcalde a contarle su caso. La ley ordenaba pena de muerte a quien desertara del ejército. Pero el alcalde que era muy bondadoso escondió al joven en su casa, y lo puso a dormir en un pajar, y así estuvo trabajando escondido por bastante tiempo, cambiándose de nombre, y escondiéndose muy hondo entre el pasto seco, cada vez que pasaban por allí grupos del ejército. Al fin en 1810, cuando Juan llevaba 14 meses de desertor el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la culpa a todos los que se habían fugado del ejército, y Vianey pudo volver otra vez a su hogar.

Trató de ir a estudiar al seminario pero su intelecto era romo y duro, y no lograba aprender nada. Los profesores exclamaban: “Es muy buena persona, pero no sirve para estudiante No se le queda nada”. Y lo echaron. Se fue en peregrinación de muchos días hasta la tumba de San Francisco Regis, viajando de limosna, para pedirle a ese santo su ayuda para poder estudiar. Con la peregrinación no logró volverse más inteligente, pero adquirió valor para no dejarse desanimar por las dificultades.

El Padre Balley había fundado por su cuenta un pequeño seminario y allí recibió a Vianey. Al principio el sacerdote se desanimaba al ver que a este pobre muchacho no se le quedaba nada de lo que él le enseñaba Pero su conducta era tan excelente, y su criterio y su buena voluntad tan admirables que el buen Padre Balley dispuso hacer lo posible y lo imposible por hacerlo llegar al sacerdocio.

Después de prepararlo por tres años, dándole clases todos los días, el Padre Balley lo presentó a exámenes en el seminario. Fracaso total. No fue capaz de responder a las preguntas que esos profesores tan sabios le iban haciendo. Resultado: negativa total a que fuera ordenado de sacerdote. Su gran benefactor, el Padre Balley, lo siguió instruyendo y lo llevó a donde sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este joven estaba preparado para ser un buen sacerdote. Ellos se dieron cuenta de que tenía buen criterio, que sabía resolver problemas de conciencia, y que era seguro en sus apreciaciones en lo moral, y varios de ellos se fueron a recomendarlo al Sr. Obispo. El prelado al oír todas estas cosas les preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta? – Ellos le repondieron: “Es excelente persona. Es un modelo de comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el más santo” “Pues si así es – añadió el prelado – que sea ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia, con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás”.

Y así el 12 de agosto de 1815, fue ordenado sacerdote, este joven que parecía tener menos inteligencia de la necesaria para este oficio, y que luego llegó a ser el más famoso párroco de su siglo (4 días después de su ordenación, nació San Juan Bosco). Los primeros tres años los pasó como vicepárroco del Padre Balley, su gran amigo y admirador.

Unos curitas muy sabios habían dicho por burla: “El Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va a encantar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, para que haga un buen papel?”. Y el 9 de febrero de 1818 fue envaido a la parroquia más pobre e infeliz. Se llamaba Ars. Tenía 370 habitantes. A misa los domingos no asistían sino un hombre y algunas mujeres. Su antecesor dejó escrito: “Las gentes de esta parroquia en lo único en que se diferecian de los ancianos, es en que … están bautizadas”. El pueblucho estaba lleno de cantinas y de bailaderos. Allí estará Juan Vianey de párroco durante 41 años, hasta su muerte, y lo transformará todo.

El nuevo Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para cambiar a las gentes de su desarrapada parroquia:

-Rezar mucho.

-Sacrificarse lo más posible, y

-Hablar fuerte y duro.

¿Qué en Ars casi nadie iba a la Misa? Pues él reemplazaba esa falta de asistencia, dedicando horas y más horas a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar. ¿Qué el pueblo estaba lleno de cantinas y bailaderos? Pues el párroco se dedicó a las más impresionantes penitencias para convertirlos. Durante años solamente se alimentará cada día con unas pocas papas cocinadas.

Los lunes cocina una docena y media de papas, que le duran hasta el jueves. Y en ese día hará otro cocinado igual con lo cual se alimentará hasta el domingo. Es verdad que por las noches las cantinas y los bailaderos están repletos de gentes de su parroquia, pero también es verdad que él pasa muchas horas de cada noche rezando por ellos. ¿Y sus sermones? Ah, ahí si que enfoca toda la artillería de sus palabras contra los vicios de sus feligreses, y va demoliendo sin compasión todas las trampas con las que el diablo quiere perderlos.

Cuando el Padre Vianey empieza a volverse famoso muchas gentes se dedican a criticarlo. El Sr. Obispo envía un visitador a que oiga sus sermones, y le diga que cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado vuelve trayendo noticias malas y buenas. El prelado le pregunta: “¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianey? – Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo”. – ¿Y tienen también alguna cualidad estos sermones? – pregunta Monseñor-. “Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes se conmueven, se convierten y empiezan una vida más santa de la que llevaban antes”.

El Obispo satisfecho y sonriente exclamó: “Por esa última cualidad se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres defectos”. Los primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando, para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante otras tres o más horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y al ganado, para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar, encomendándo al Señor lo que iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.

Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianey. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuantas almas le quitaba este curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación . Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez le gritó: “Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al abismo”.

Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jovenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianey. El párroco los invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar la noche el famoso padrecito. Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver a entrar al dormitorio ni a volver a burlarse del santo cura. Pero él lo tomaba con toda calma y con humor y decía: “Con el patas hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches”. Pero no dejaba de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.

Cuando concedieron el permiso para que lo ordenaran sacerdote, escribieron: “Que sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene ciencia para ese oficio”. Pues bien: ese fue su oficio durante toda la vida, y lo hizo mejor que los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque en esto lo que vale son las iluminaciones del Espíritu Santo, y no nuestra vana ciencia que nos infla y nos llena de tonto orgullo.

Tenía que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes. Desde 1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars, de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianey. El último año de su vida los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la casa cural había varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse.

A las 12 de la noche se levantaba el santo sacerdote. Luego hacía sonar la campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A esa hora ya la fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba hombres hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis empezaba a rezar los salmos de su devocionario y a prepararse a la Santa Misa. A las siete celebraba el santo oficio. En los últimos años el Obispo logró que a las ocho de la mañana se tomara una taza de leche.

De ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una clase de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían inmenso bien a los oyentes. A las doce iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con las limosnas que la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le hacían consultas.

De una y media hasta las seis seguía confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento y les decía los pecados que se les habían quedado sin decir. Era fuerte en combatir la borrachera y otros vicios. En el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a congelar de frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera sufriendo. Decía: “El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo”. Pero ahí era donde conseguía sus grandes triunfos en favor de las almas.

Por la noche leía un rato, y a las ocho se acostaba, para de nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir confesando. Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos.

En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco tan santo. Cuando él llegó a esa parroquia la gente trabajaba en domingo y cosechaba poco. Logró poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos y las cosechas se volvieron mucho mejores. Siempre se creía un miserable pecador. Jamás hablaba de sus obras o éxitos obtenidos. A un hombre que lo insultó en la calle le escribió una carta humildísima pidiendole perdón por todo, como si el hubiera sido quién hubiera ofendido al otro. El obispo le envió un distintivo elegante de canónigo y nunca se lo quiso poner. El gobierno nacional le concedió una condecoración y él no se la quiso colocar. Decía con humor: “Es el colmo: el gobierno condecorando a un cobarde que desertó del ejército”. Y Dios premió su humildad con admirables milagros. El 4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/juan_vianey_8_4.htm)