¡Oh!, San Raimundo de Peñafort, vos, sois el hijo
del Dios de la Vida y su amado santo que, de Él,
“la eficacia de la palabra” recibisteis y, con
ella, a propios y extraños conquistasteis con
ardor de corazón, cuando os oían hablar en favor
de la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo. Con
vuestra pluma, constancia dejasteis de cómo, los
antiguos respondían respecto de la fe, en vuestros
libros “Summa” y los “Decretales”, para saber qué
ordenaron y qué prohibieron los Santos Pontífices,
en los concilios del tiempo antiguo. Con San Pedro
Nolasco, la Orden de los “Mercedarios” fundasteis,
dedicada al rescate de los secuestrados cristianos
en manos de los musulmanes. Y, además convertisteis
miles de aquellos a la doctrina de Vuestro Maestro.
Y, así, con la vida longeva que Dios os dio, marchó
vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz de luz eterna, padre santo del “Buen Consejo”.
¡oh!, San Raimundo de Peñafort, “vivo consejo de Dios”.
© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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“Contemplad al autor y mantenedor de la fe, a Jesús, quien,
siendo inocente, padeció por obra de los suyos”, escribió una vez San
Raimundo de Peñafort, santo dominico que humildemente ocupó cargos
importantes, escribió libros que se hicieron famosos y hasta viajó por
el mar en una barca hecha con su túnica. Es patrono de los juristas
católicos y su fiesta se celebra cada 7 de enero.
Raimundo, cuyo nombre significa “buen consejo”, nació por el año 1175
en Peñafort, cerca de Barcelona en España. Poseía una inteligencia
extraordinaria y a los 20 años fue profesor de filosofía en Barcelona.
A los 30 años estudió en la Universidad de Bolognia, Italia, con la
finalidad de perfeccionar su conocimiento de derecho civil y canónico.
Luego se doctoró y trabajó como docente. Más adelante sirvió como
archidiácono de la Diócesis de Barcelona.
En 1222 ingresó a la Orden de Predicadores (Dominicos). El Santo
pidió que le impusieran penitencias severas y oficios humillantes. Él
consideraba que el orgullo era un peligro para el alma. Sin embargo, los
superiores le encomendaron la labor de investigar cómo responder a las
difíciles preguntas sobre moral que los fieles presentaban.
Como resultado se obtuvo el libro “Summa de casibus
paenitentialibus”, la primera obra en su género y que se volvió muy
famosa, sirviendo de gran provecho para confesores y moralistas.
Trabajaba arduamente en la predicación, instrucción y confesión. En
1230 el Papa Gregorio IX lo llamó a Roma y lo nombró su confesor. Además
le encomendó reunir el Corpus canónico de los decretos de los
Pontífices y concilios que no estuvieran ya en la colección que Graciano
había hecho en 1150.
De esta labor se publicó su famoso libro, en 5 volúmenes, titulado
“Decretales”. Esta compilación fue considerada como la mejor colección
de derecho canónico hasta la compilación del “Codex Juris Canonici” en
1917.
A pesar de las súplicas del Santo, el Papa lo nombró Obispo de
Tarragona, pero poco después San Raimundo enfermó gravemente y el
Pontífice lo liberó, pidiéndole que propusiera un candidato apto para el
cargo.
Regresó a Barcelona, su tierra natal, para recuperarse de la
enfermedad y tanto la Santa Sede como el rey le encomendaron trabajos
importantes. De los escritos de San Raimundo destacó la “Summa casuum”,
sobre la administración genuina y provechosa del Sacramento de la
Penitencia.
En 1238 los diputados del Capítulo General de la Orden Dominica
fueron a Barcelona para anunciarle a San Raimundo que había sido elegido
como superior general. Por obediencia, el Santo aceptó y visitó a pie
todas las casas de la Orden, inculcando el amor a la vida entregada en
regularidad, al estudio y los misterios espirituales.
Más adelante obtuvo que se aprobara una medida que aceptara la
dimisión voluntaria del superior cuando éste tuviera razones justas. De
esta manera pudo renunciar al cargo fundamentándose en su edad, al haber
cumplido 65 años.
Los siguientes años los empleó en la evangelización, esclareciendo la
doctrina ante herejías y buscando la conversión de todos, incluidos
judíos y musulmanes.
Cierta ocasión se encontraba acompañando al rey Jaime a Mayorca, un
soberano mujeriego que había prometido enmendarse, pero que no cumplió
su promesa. En vista de ello, San Raimundo pidió licencia para ir a
Barcelona, pero el rey se lo negó y amenazó de muerte a quien se
atreviera a sacarlo de la isla.
Ante esto, el Santo dijo: «Los reyes de la tierra pueden impedirnos
la huida, pero el Rey del cielo nos dará los medios para ello». Luego se
fue al mar, extendió su túnica sobre el agua, ató un extremo de ella a
un palo para que sirviera de vela, hizo la señal de la cruz y subió
sobre la “barca”.
Milagrosamente la “nave” llegó a Barcelona y San Raimundo fue
recibido con aclamaciones por la gente que lo vio llegar. El Santo, sin
inmutarse, recogió su túnica, que estaba seca, la puso en sus hombros y
se fue a su monasterio. En el sitio que desembarcó se construyeron una
capilla y una torre.
Durante su última enfermedad fue visitado por los reyes Alfonso de
Castilla y Jaime de Aragón. San Raimundo partió a la Casa del Padre el 6
de enero de 1275 con 100 años de edad. Sus restos mortales reposan en
la catedral de Barcelona, España.
(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-la-iglesia-celebra-a-san-raimundo-de-penafort-dominico-sabio-y-humilde-20678)