13 julio, 2022

Santa Teresa de Jesús de Los Andes

 


 

¡Oh!, Santa Teresa de Jesús de Los Andes, vos, sois la hija
del Dios de la Vida y su amada santa, que pusisteis ante
nuestros ojos el evangelio vivo de Nuestro Señor Jesucristo.
A los catorce años de edad, inspirada por el Espíritu Santo
de Dios, decidisteis consagraros a Él como religiosa santa
vistiendo los hábitos de carmelita descalza en el monasterio
del Espíritu Santo, en el pueblo de Los Andes. Después de
muchas tribulaciones interiores indecibles e inenarrables
vos, a los seis años atraída por Dios volcasteis vuestra
afectividad totalmente en Él. “Cuando vino el terremoto,
al poco tiempo fue cuando Jesús principió a tomar mi
corazón para sí”. Así, sin más, lo escribisteis en vuestro
diario. Vos, poseísteis una enorme capacidad de amar
 y ser amada junto con una extraordinaria inteligencia. Dios,
os hizo experimentar su presencia, cautivándoos con su
conocimiento y os hizo suya a través de las exigencias
de la cruz, pues conociéndolo, lo amasteis; y amándolo os
entregasteis a Él con radicalidad. Desde niña comprendisteis
que el amor se demuestra con obras más que con palabras.
Os, mirasteis con ojos sinceros y sabios y comprendisteis
que para ser de Dios, necesario era morir a vos misma
y a todo lo que no fuera Él. El Sacramento de la Eucaristía, os
cautivó porque comprendisteis que Dios iba a morar dentro
de vos. Vuestra inclinación natural hacia Dios, desde ese día
se transformó en amistad, en vida de oración continua.
Jesucristo os dijo que os quería carmelita y que vuestra
meta debía ser la santidad. Con la abundante gracia de Dios
os disteis a la oración, a la adquisición de las virtudes
y a la práctica de la vida según el evangelio, llegando
a un alto grado de unión con Dios. Cristo, fue vuestro ideal,
vuestro único ideal y os enamorasteis de Él, y fuisteis
consecuente hasta crucificaros en cada minuto por Él.
Vuestra santidad la demostrasteis en la familia, el colegio,
las amigas y con quienes compartíais vuestras vacaciones
y a quienes catequizasteis y ayudasteis. Vos, fuisteis jovial,
alegre, simpática, atractiva, deportista y comunicativa.
Vuestra vida monacal hasta vuestra muerte fue el último
peldaño de vuestra ascensión a la cumbre de la santidad.
Y, un día, después de muchas tribulaciones interiores
e indecibles padecimientos físicos, causados por un violento
ataque de tifus, voló vuestra alma al cielo, para recibir
corona de eternidad como justo premio a vuestra entrega
de amor, muriendo como novicia carmelita descalza, habiendo
vivido, creído y amado, tal y conforme lo dijo Jesús: “La
obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado”. ¡Aleluya!
¡Oh!, Santa Teresa de Jesús de Los Andes, “Vivo amor de Dios”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
____________________________________________

13 de Julio
SantaTeresa de Jesús de Los Andes
Carmelita Descalza
Virgen (1900-1920)

La joven que hoy es glorificada en la Iglesia con el título de Santa, es un profeta de Dios para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. TERESA DE JESUS DE LOS ANDES, con el ejemplo de su vida, pone ante nuestros ojos el evangelio de Cristo, encarnado y llevado a la práctica hasta las últimas exigencias.

Ella es para la humanidad una prueba indiscutible de que la llamada de Cristo a ser santos, es actual, posible y verdadera. Ella se levanta ante nuestros ojos para demostrar que la radicalidad del seguimiento de Cristo es lo único que vale la pena y lo único que hace feliz al hombre.

Teresa de Los Andes, con el lenguaje de su intensa vida, nos confirma que Dios existe, que Dios es amor y alegría, que El es nuestra plenitud.

Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. En la pila bautismal fue llamada Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones Fernández Solar. Familiarmente se la conocía, y todavía se la conoce hoy, con el nombre de Juanita.

Su niñez se desarrolló normalmente en el seno familiar: sus padres, don Miguel Fernández y Lucía Solar; sus tres hermanos y dos hermanas; el abuelo materno, tíos, tías y primos.

La familia gozaba de muy buena posición económica y conservaba fielmente la fe cristiana, viviéndola con sinceridad y constancia.

Juana recibió su formación escolar en el colegio de las monjas francesas del Sagrado Corazón. Entre la vida estudiantil y la vida familiar se desarrolló su corta e intensa historia. A los catorce años de edad, inspirada por Dios, decidió consagrarse a El como religiosa, en concreto, como carmelita descalza.

Su deseo se realizó el 7 de mayo de 1919, cuando ingresó en el pequeño monasterio del Espíritu Santo en el pueblo de Los Andes, a unos 90 kms. de Santiago.

El 14 de octubre de ese mismo año vistió el hábito de carmelita, iniciando así su noviciado con el nombre de Teresa de Jesús. Sabía desde mucho antes que moriría joven. Más aún, el Señor se lo había revelado, pues ella misma lo comunicó a su confesor un mes antes de su partida.

Asumió esa realidad con alegría, serenidad y confianza. Segura de que continuaría en la eternidad su misión de hacer conocer y amar a Dios.

Después de muchas tribulaciones interiores e indecibles padecimientos físicos, causados por un violento ataque de tifus que acabó con su vida, pasó de este mundo al Padre al atardecer del 12 de abril de 1920. Había recibido con sumo fervor los santos sacramentos de la Iglesia y el 7 de abril había hecho la profesión religiosa en el artículo de la muerte. Aún le faltaban 3 meses para cumplir los 20 años de edad y 6 meses para acabar su noviciado canónico y poder emitir jurídicamente su profesión religiosa. Murió como novicia carmelita descalza.

Esa es toda la trayectoria externa de esta joven santiaguina. Desconcierta, y crece en nosotros el gran interrogante: ¿y qué hizo? Para tal pregunta hay una respuesta igualmente desconcertante: Vivir, creer, amar.

Cuando los discípulos preguntaron a Jesús qué debían hacer para vivir según Dios quiere, El respondió: “La obra de Dios es que creáis en quien El ha enviado” (Jn. 6, 28-29). Por lo tanto, para conocer el valor de la vida de Juanita, es necesario mirar hacia dentro, donde está el Reino de Dios.

Ella despertó a la vida de la gracia siendo todavía muy niñita. Asegura que a los seis años atraída por Dios empezó a volcar su afectividad totalmente en El. “Cuando vino el terremoto de 1906, al poco tiempo fue cuando Jesús principió a tomar mi corazón para sí” (Diario, n. 3, p. 26). Juanita poseyó una enorme capacidad de amar y ser amada junto con una extraordinaria inteligencia. Dios le hizo experimentar su presencia, la cautivó con su conocimiento y la hizo suya a través de las exigencias de la cruz. Conociéndolo, lo amó; y amándolo se entregó a El con radicalidad.

Desde niña comprendió que el amor se demuestra con obras más que con palabras, por eso lo tradujo en todos los actos de su vida, empezando por la raíz. Se miró con ojos sinceros y sabios y comprendió que para ser de Dios era necesario morir a sí misma y a todo lo que no fuera El.
Su naturaleza era totalmente contraria a la exigencia evangélica: orgullosa, egoísta, terca, con todos los defectos que esto supone. Como nos sucede a todos. Pero lo que ella hizo, a diferencia nuestra, fue librar batalla encarnizada contra todo impulso que no naciera del amor.

A los 10 años era una persona nueva. La motivación inmediata fue el Sacramento de la Eucaristía que iba a recibir. Comprendiendo que nada menos que Dios iba a morar dentro de ella, trabajó en adquirir todas las virtudes que la harían menos indigna de esta gracia, consiguiendo en poquísimo tiempo transformar su carácter por completo.

En la celebración de este sacramento recibió de Dios gracias místicas de locuciones interiores que luego se mantuvieron a lo largo de su vida. La inclinación natural hacia Dios, desde ese día se transformó en amistad, en vida de oración.

Cuatro años más tarde recibió interiormente la revelación que determinó la orientación de su vida: Jesucristo le dijo que la quería carmelita y que su meta debía ser la santidad.

Con la abundante gracia de Dios y con la generosidad de joven enamorada se dio a la oración, a la adquisición de las virtudes y a la práctica de la vida según el evangelio, de tal modo que en cortos años llegó a un alto grado de unión con Dios.

Cristo fue su ideal, su único ideal. Se enamoró de El, y fue consecuente hasta crucificarse en cada minuto por El. La invadió el amor esponsal y, por tanto, el deseo de unirse plenamente al que la había cautivado. Por eso a los 15 años hizo el voto de virginidad por 9 días, renovándolo después continuamente.

La santidad de su vida resplandeció en los actos de cada día en los ambientes donde se desarrolló su vida: la familia, el colegio, las amigas, los inquilinos con quienes compartía sus vacaciones y a quienes, con celo apostólico, catequizó y ayudó.

Siendo una joven igual a sus amigas, éstas la sabían distinta. La tomaron por modelo, apoyo y consejera. Juanita sufrió y gozó intensamente, en Dios, todas las penas y alegrías con que se encuentra el hombre.

Jovial, alegre, simpática, atractiva, deportista, comunicativa. En los años de su adolescencia alcanzó el perfecto equilibrio síquico y espiritual, fruto de su ascesis y de su oración. La serenidad de su rostro era reflejo de Aquel que en ella vivía.

Su vida monacal desde el 7 de mayo de 1919 hasta su muerte fue el último peldaño de su ascensión a la cumbre de la santidad. Sólo once meses fueron suficientes para consumar su vida totalmente cristificada.

Muy pronto la comunidad descubrió en ella un paso de Dios por su historia. En el estilo de vida carmelitano-teresiano, la joven encontró plenamente el cauce para derramar más eficazmente el torrente de vida que ella quería dar a la Iglesia de Cristo. Era el estilo de vida que, a su modo, había vivido entre los suyos, y para el cual había nacido. La Orden de la Virgen María del Monte Carmelo colmó los deseos de Juanita al comprobar que la Madre de Dios, a quien amó desde niña, la había traído a formar parte de ella.

Fue beatificada en Santiago de Chile por Su Santidad Juan Pablo II, el día 3 de abril de 1987. Sus restos son venerados en el Santuario de Auco-Rinconada de Los Andes por miles de peregrinos que buscan y encuentran en ella el consuelo, la luz y el camino recto hacia Dios.

SANTA TERESA DE JESÚS DE LOS ANDES es la primera Santa chilena, la primera Santa carmelita descalza fuera de las fronteras de Europa y la cuarta Santa Teresa del Carmelo tras las Santas Teresas de Avila, de Florencia y de Lisieux.

(http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_19930321_teresa-de-jesus_sp.html)

12 julio, 2022

Oración a San Luis Martin y Santa Celia Guérin

 

Dios, Padre nuestro, te damos gracias por habernos dado a Luis Martin y a Celia Guerin. En la unidad y fidelidad del matrimonio nos ofrecieron el testimonio de una vida cristiana ejemplar, cumpliendo las tareas cotidianas según el espíritu del Evangelio. Educando a una familia numerosa, a través de pruebas, muertes y sufrimientos, manifestaron su confianza en Tí y aceptaron   generosamente tu voluntad.

Señor, danos a conocer tus designios respecto a ellos y concédeme la gracia que te pido con la esperanza de que el padre y la madre de Santa Teresita del Niño Jesús puedan, un día, ser propuestos por la Iglesia como ejemplo a las familias de nuestro tiempo. 

Amén.

Luis Martin

Luis Martin nació en Burdeos el 22 de agosto de 1823. Era el segundo de los cinco hijos del matrimonio Pierre-François Martin, capitán del ejército francés, y Marie Anne Fanny Boureau, cristianos de fe viva. La primera formación de Luis estuvo vinculada a la vida militar y se benefició de las facilidades que tenían los hijos de los militares.

Al jubilarse su padre, la familia se trasladó a Alençon (1831) y Luis estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la ciudad. Tanto en la familia como en el colegio recibió una sólida formación religiosa.

Terminados los estudios, no se inclinó hacia la vida militar, sino que quiso aprender el oficio de relojero, primero en Bretaña, luego en Rennes, Estrasburgo, en el Gran San Bernardo (Alpes suizos) y por último en París.

A los veintidós años sintió el deseo de consagrarse a Dios en la vida religiosa. Para ello, se dirigió al monasterio del Gran San Bernardo, con intención de ingresar en esta Orden, pero no fue admitido porque no sabía latín. Con gran valor se dedicó a estudiarlo durante más de un año, con clases particulares; pero, finalmente, renunció a ese proyecto. No se sabe mucho de este período: sólo que su madre en una carta le exhortaba a «ser siempre humilde», y que mostró su valentía y sangre fría salvando de morir ahogado al hijo del amigo de su padre, con el que residía.

En Alençon puso una relojería. Sus padres, tras la muerte de los otros hijos, vivieron siempre con él, incluso después de su matrimonio con Celia Guérin.

Hábil en su oficio, tenía amigos y conocidos con los que le gustaba pescar y jugar al billar, y era apreciado por sus cualidades poco comunes y por su distinción natural, que explica por qué le presentaron un proyecto de matrimonio con una joven de la alta sociedad, al que se negó. 

En 1871 vendió el edificio a un sobrino. El amor al silencio y al retiro lo llevó a comprar una pequeña propiedad con una torre y un jardín. Allí instaló una estatua de la Virgen, que le había regalado la señora Beaudouin; trasladada más tarde a Buissonnets, esta imagen fue conocida en todo el mundo como la Virgen de la Sonrisa.

Al morir su esposa Celia en 1877, Luis se encontró solo para sacar adelante a su familia: La hija mayor tenía 17 años y la más pequeña, Teresa, cuatro y medio. Se trasladó a Lisieux, donde residía el hermano de Celia; de este modo la tía Celina pudo cuidar de las hijas. Entre 1882 y 1887 Luis acompañó a tres de sus hijas al Carmelo. El sacrificio mayor fue separarse de Teresa, que entró en el Carmelo a los 15 años. Luis tenía una enfermedad que lo fue invalidando hasta llegar a la pérdida de sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio de Caen, y murió en julio de 1894.

Celia Guérin

Celia Guérin nació en Gandelain, departamento de Orne (Normandía), el 23 de diciembre de 1831. Era hija de Isidoro Guérin, un militar que a los 39 años decidió casarse con Louise-Jeanne Macè, dieciséis años más joven que él. De esta unión nacieron también Marie Louise, la primogénita (fue monja visitandina), e Isidore, el más pequeño. Para los padres de Celia la vida había sido dura, lo que repercutía en su manera de ser: eran rudos, autoritarios y exigentes, si bien tenían una fe firme. Celia, inteligente y comunicativa por naturaleza, dice en una de sus cartas que su infancia y juventud fueron tristes «como un sudario». A pesar de ello, cuando su padre, viudo y enfermo, manifestó el deseo de ir a habitar con ella, lo acogió y cuidó con devoción hasta que murió en 1868. Afortunadamente encontró en su hermana Marie Louise un alma gemela y una segunda madre.

Cuando se jubiló su padre, la familia se estableció en Alençon en 1844. La señora Guérin abrió un café y una sala de billar, pero su carácter intransigente no favoreció el desarrollo del negocio. La familia salía adelante con dificultad, gracias a la pensión y a los trabajos de carpintería del padre. En pocos años, la situación financiera se hizo muy precaria y no mejoró hasta que las hijas contribuyeron con su trabajo a cuadrar el balance familiar. Esta situación económica influyó en los estudios de las hijas: Celia entró en el internado de las religiosas de la Adoración perpetua; aprendió los primeros rudimentos del punto de Alençon, un encaje de los más famosos de la época; luego, para perfeccionarse, se inscribió en la «Ecole dentellière». Mientras tanto, la hermana mayor se dedicó al bordado, con su madre. No tenemos documentación de este período, pero Celia conservaba un excelente recuerdo de este tiempo.

Se dedicó a la confección de dicho encaje. Deseó formar parte de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, pero no la admitieron. Pidió luz al Señor para conocer su voluntad y el 8 de diciembre de 1851, después de una novena a la Inmaculada Concepción, escuchó interiormente las palabras: «Hacer punto de Alençon». Con la ayuda de su hermana comenzó esta empresa y ya a partir de 1853 era conocida como fabricante del punto de Alençon. En 1858 la casa para la que trabajaba recibió una medalla de plata por la fabricación de este encaje y Celia una mención de alabanza. Poco después, su hermana entró en el monasterio de la Visitación y tomó el nombre de María Dositea.

Un día, al cruzarse con un joven de noble fisonomía, semblante reservado y dignos modales, se sintió fuertemente impresionada y oyó interiormente que ese era el hombre elegido para ella. En poco tiempo los dos jóvenes llegaron a apreciarse y amarse, y el entendimiento fue tan rápido que contrajeron matrimonio el 13 de julio de 1858, tres meses después de su primer encuentro. Llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente, participación en la vida parroquial. De su unión nacieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron prematuramente. Entre las cinco hijas que sobrevivieron, Teresa, la futura santa patrona de las misiones, es una fuente preciosa para comprender la santidad de sus padres: educaban a sus hijas para ser buenas cristianas y ciudadanas honradas. A los 45 años, Celia recibió la noticia de que tenía un tumor en el pecho y pidió a su cuñada que, cuando ella muriera, ayudara a su marido en la educación de los más pequeños: vivió la enfermedad con firme esperanza cristiana hasta la muerte, en agosto de 1877.

(https://www.aciprensa.com/recursos/san-luis-martin-y-santa-celia-guerin-2741)

11 julio, 2022

San Benito, Primer Fundador de Religiosos y Patrono de Europa

 

 ANGEL DORADO ASCENSION JUNTOS A LA MADRE TIERRA GAIA: MENSAJE DE SAN BENITO  ABAD,Canalizado por José Gabriel A… | Oración a san benito, Frases de  oracion, Oraciones

¡Oh!, San Benito, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
 y su amado santo que, honor disteis al significado de vuestro
nombre: “Bendecido”. Sois, “base y roca” de las órdenes
religiosas en las que se inspiraron las demás. Con San
Mauro, San Plácido, y otros amados discípulos fundasteis
los “Benedictinos” en el Monte Casino. Y, vuestros milagros
surgieron incontables y, entre ellos: “El muchacho que
no sabía nadar”, “El edificio que se cae”, “La piedra que
no se movía”, “El disfrazado” y “Los panes que se multiplican”,
prueba son de lo taumaturgo que erais, porque Dios,
jamás os abandonó. Decías en vuestra “Regla Santa”,
que la virtud que un religioso necesita es “la humildad”;
y que, la casa de Dios es para “rezar” y no para “charlar”;
que, todo superior debe esforzarse por amable ser, como
un bondadoso padre; que, el ecónomo no debe jamás humillar
a nadie; que, como único lema debe tener y tiene: “Trabajar
y rezar”; que, cada uno debe esforzarse por ser exquisito
 y agradable en su trato; que, cada comunidad debe ser como
una buena familia donde todos se aman; que, en lo posible
cada ser evite, todo lo que sea rústico y vulgar, porque
“portarse con nobleza es una gran virtud”, tal como lo decía
san Ambrosio, y, que sobre todo “hay que tener un deseo
inmenso de ir al cielo”. Un Jueves Santo, sentisteis morir
y os, apoyasteis en los brazos de dos de vuestros discípulos,
y elevando vuestros ojos hacia el cielo cumplisteis una vez
más lo que tanto recomendabais a los que os escuchaban:
“Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo”, y entonces,
lanzando un suspiro como de quien obtiene aquello que tanto
había anhelado, quedasteis muerto. Otros, dos monjes,
lejos de allí, vieron una luz brillante que subía hacia los cielos
y dijeron: “Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado
a la eternidad”. ¡Y, sí!, era el momento preciso en que vuestra
alma, al cielo volaba, para recibir justo premio y, coronada
ser, con corona de luz, por vuestra increíble entrega de amor y fe.
Vuestro hoy, compañero, San Juan Pablo Segundo, en vida, os
reconoció como “Patrono Santo de todas las Europas y guía”;
y además el  “Primer Fundador de Religiosos” ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Benito, “vivo trabajo y oración, por el Dios de la Vida”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
________________________________________

 

11 de julio
San Benito
Primer Fundador de Religiosos
Año 517

Benito significa: “Bendecido”

En 1980 el Santo Padre Juan Pablo II nombró a San Benito como patrono de toda Europa, en el XV Centenario de su nacimiento, porque ha sido el santo que más influencia ha tenido quizás en ese continente, por medio de la Comunidad religiosa que fundó, y por medio de sus maravillosos escritos y sabias enseñanzas.

Su Vida y Obra

San Benito nació en Nursia (Italia, cerca de Roma) en el año 480. De padres acomodados, fue enviado a Roma a estudiar filosofía y letras, y se nota que aprendió muy bien el idioma nacional (que era el latín) porque sus escritos están redactados en muy buen estilo. Todos los datos de su biografía los tomamos de la Vida de San Benito, escrita por San Gregorio Magno, que fue monje de su comunidad benedictina.

Su primera huida

La ciudad de Roma estaba habitada por una mezcla de cristianos fervorosos, cristianos relajados, paganos, ateos, bárbaros y toda clase de gentes de diversos países y de variadas creencias, y el ambiente, especialmente el de la juventud, era espantosamente relajado. Así que Benito se dio cuenta de que si permanecía allá en medio de esa sociedad tan dañada, iba a llegar a ser un tremendo corrompido. Y sabía muy bien que en la lucha contra el pecado y la corrupción resultan vencedores los que en apariencia son “cobardes”, o sea, los que huyen de las ocasiones y se alejan de las personas malvadas. Por eso huyó de la ciudad y se fue a un pueblecito alejado, a rezar, meditar y hacer penitencia.

Segunda huida

Pero sucedió que en el pueblo a donde llegó, obtuvo un milagro sin quererlo. Vio a una pobre mujer llorando porque se le había partido un precioso jarrón que era ajeno. Benito rezó y le dio la bendición, y el jarrón volvió a quedar como si nada le hubiera pasado. Esto conmovió mucho a las gentes del pueblo y empezaron a venerarlo como un santo. Entonces tuvo que salir huyendo hacia más lejos.

Principios heroicos

Se fue hacia una región totalmente deshabitada y en un sitio llamado “Subiaco”(que significa: debajo del lago, porque había allí cuevas debajo del agua) se retiró a vivir en una roca, rodeada de malezas y de espinos, y a donde era dificilísimo subir. Un monje que vivía por los alrededores lo instruyó acerca de cómo ser un buen religioso y le llevaba un pan cada día, el cual amarraba a un cable, que Benito tiraba desde arriba. Su barba y su cabellera crecieron de tal manera y su piel se volvió tan morena en aquella roca, que un día unos pastores que buscaban unas cabras, al encontrarlo, creyeron que era una fiera. Más luego al oírle hablar, se quedaron maravillados de los buenos consejos que sabía dar. Contaron la noticia y mucha gente empezó a visitarlo para pedirle que les aconsejara y enseñara.

Superior contra su voluntad

Y sucedió que otros hombres, cansados de la corrupción de la ciudad, se fueron a estos sitios deshabitados a rezar y a hacer penitencia, y al darse cuenta de la gran santidad de Benito, aunque él era más joven que los otros, le rogaron que se hiciera superior de todos ellos. El santo no quería porque sabía que varios de ellos eran gente difícil de gobernar y porque personalmente era muy exigente con los que querían llegar a la santidad y sospechaba que no le iban a hacer caso. Pero tanto le rogaron que al fin aceptó el cargo de superior. Con todos ellos fundó allí 12 pequeños conventos de religiosos, cada uno con un superior o abad. El tenía la dirección general de todo.

Primer atentado

Cuando algunos de aquellos hombres se dieron cuenta de que Benito como superior era exigente y no permitía “vivir prendiéndole un vela a Dios y otra al diablo”, que no permitía vivir en esa vida de retiro tan viciosamente como si se viviera en el mundo, dispusieron deshacerse de él y matarlo. Y echaron un fuerte veneno en la copa de vino que él se iba a tomar. Pero el santo dio una bendición a la copa, y esta saltó por los aires hecha mil pedazos. Entonces se dio cuenta de que su vida corría peligro entre aquellos hombres, y renunció a su cargo, se alejó de allí.

Terribles Tentaciones

Al joven Benito le llegaron espantosas tentaciones impuras. A su imaginación se le presentaban escenas más corruptas y le llegaba el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo y sentía toda la fuerza de la pasión. Rezaba y pedía ayudas al cielo, y al fin cuando sintió que ya iba a consentir, se lanzó contra un matorral lleno de punzantes espinas y se revolcó allí hasta que todo su cuerpo quedó herido y lastimado. Así, mediante esas heridas corporales logró curar las heridas de su alma, y la tentación impura se alejó de él.

Su fundación más famosa

Con unos discípulos que le habían sido siempre fieles (San Mauro, San Plácido y otros) se dirigió hacia un monte escarpado, llamado Monte Casino. Allá iba a fundar su famosísima Comunidad de Benedictinos. Su monasterio de Monte Casino ha sido famoso durante muchos siglos.

En el año 530, después de ayunar y rezar por 40 días, empezó la construcción del convento, en la cima del Monte. En ese sitio había un templo pagano, dedicado a Apolo; lo hizo derribar y en su lugar construyó una capilla católica. Luego con sus discípulos fue evangelizando a todos los paganos que vivían en los alrededores, y enseguida empezó a levantar el edificio, del cual por tantos siglos han salido santos misioneros a llevar la santidad a pueblos y naciones.

Milagros a montón

San Gregorio en su biografía de San Benito, narra muchos hechos interesantes de entre los cuales vamos a recordar algunos:

El muchacho que no sabía nadar

El joven Plácido cayó en un profundo lago y se estaba ahogando. San Benito mandó a su discípulo preferido Mauro: “Láncese al agua y sálvelo”. Mauro se lanzó enseguida y logró sacarlo sano y salvo hasta la orilla. Y al salir del profundo lago se acordó de que había logrado atravesar esas aguas sin saber nadar. La obediencia al santo le había permitido hacer aquel salvamento milagroso.

El edificio que se cae

Estando construyendo el monasterio, se vino abajo una enorme pared y sepultó a uno de los discípulos de San Benito. Este se puso a rezar y mandó a los otros monjes que removieran los escombros, y debajo de todo apareció el monje sepultado, sano y sin heridas, como si hubiera simplemente despertado de un sueño.

La piedra que no se movía

Estaban sus religiosos constructores tratando de quitar una inmensa piedra, pero esta no se dejaba ni siquiera mover un centímetro. Entonces el santo le envió una bendición, y enseguida la pudieron mover de allí como si no pesara nada. Por eso desde hace siglos cuando la gente tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar, consigue una medalla de San Benito y le reza con fe, y obtiene prodigios. Es que este varón de Dios tiene mucho influjo ante Nuestro Señor.

El disfrazado

El terrible rey Totila, pagano, estaba invadiendo a Italia, y oyó ponderar la santidad del famoso fundador. Entonces mandó al jefe de su guardia que se vistiera de rey y fuera con los ministros, a presentarse ante el santo, como si él fuera Totila. San Benito, apenas lo vio le dijo: “Quítate esos vestidos de rey que no son los tuyos”. El otro volvió a contarle al rey lo sucedido y este se fue a visitarlo con gran respeto. El venerable anciano le anunció que lograría apoderarse de Roma y de Sicilia, pero que poco después de llegar a esa isla moriría. Y así le sucedió, tal cual.

Panes que se multiplican

Hubo una gran escasez en esa región y San Benito mandó repartir entre los pobres todo el pan que había en el convento. Solamente dejó cinco panes, y los monjes eran muchos. Al verlos aterrados ante este atrevimiento les dijo: “Ya verán que el Señor nos devolverá con la misma generosidad con la que hemos repartido”. A la mañana siguiente, llegaron a las puertas del monasterio 200 bultos de harina, y nunca se supo quién los envió.

Muertes anunciadas

Un día exclamó: “Se murió mi amigo el obispo de Cápua, porque vi que subía al cielo un bello globo luminoso”. Al día siguiente vinieron a traer la noticia de la muerte del obispo. Otro día vio que salía volando hacia el cielo una blanquísima paloma y exclamó: “Seguramente se murió mi hermana Escolástica”. Los monjes fueron a averiguar, y sí, en efecto acababa de morir tan santa mujer. El, que había anunciado la muerte de otros, supo también que se aproximaba su propia muerte y mandó a unos religiosos a excavar en el suelo su sepultura. Duraron seis días haciéndola, y apenas la terminaron, empezó él a sentir las altísimas fiebres, y poco después murió.

Un día en la vida de San Benito

Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas y horas rezando y meditando. Jamás comía carne. Dedicaba bastantes horas al trabajo manual, y logró que sus seguidores se convencieran de que el trabajo no es un rebajarse, sino un ser útil para la sociedad y un modo de imitar a Jesucristo que fue un gran trabajador, y hasta un método muy bueno para alejar tentaciones. Ayunaba cada día, y su desayuno lo tomaba en las horas de la tarde. La mañana la pasaba sin comer ni beber. Atendía a todos los que le iban a hacer consultas espirituales, que eran muchos, y de vez en cuando se iba por los pueblos de los alrededores, con sus monjes a predicar y a tratar de convertir a los pecadores. Su trato con todos era extremadamente amable y bien educado. Su presencia era venerable.

Su famoso reglamento: LA SANTA REGLA

Inspirado por Dios, escribió nuestro santo un Reglamento para sus monjes que llamó “Santa Regla”. Es un documento que se ha hecho famoso en todo el mundo, y en el cual se han basado los Reglamentos de todas las demás Comunidades religiosas en la Iglesia Católica. Allí recomienda ciertos detalles como estos:

La primera virtud que necesita un religioso (después de la caridad) es la humildad.

La casa de Dios es para rezar y no para charlar.

Todo superior debe esforzarse por ser amable como un padre bondadoso.

El ecónomo o el que administra el dinero no debe humillar a nadie.
Nuestro lema debe ser: Trabajar y rezar.

Cada uno debe esforzarse por ser exquisito y agradable en su trato.

Cada comunidad debe ser como una buena familia donde todos se aman.

Evite cada individuo todo lo que sea rústico y vulgar. Recuerde lo que decía San Ambrosio: “Portarse con nobleza es una gran virtud”.

Y los que vivieron con él afirmaban que todo lo bueno que recomienda en su Santa Regla, lo practicaba él en su vida diaria. Con estos principios, su Comunidad de Benedictinos ha hecho inmenso bien en todo el mundo en 15 siglos.

Morir de pie, como los robles

El 21 de marzo del año 543, estaba el santo en la Ceremonia del Jueves Santo, cuando se sintió morir. Se apoyó en los brazos de dos de sus discípulos, y elevando sus ojos hacia el cielo cumplió una vez más lo que tanto recomendaba a los que lo escuchaban: “Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo”, y lanzando un suspiro como de quien obtiene aquello que tanto había anhelado, quedó muerto.

Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: “Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad”. Era el momento preciso en el que moría el santo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Benito.htm)

10 julio, 2022

Domingo XV (C) del tiempo ordinario

 

 

 

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y para poner a prueba a Jesús, le preguntó: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva’.

»¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

______________________

«Un samaritano (…) tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas (…) y, montándole sobre su propia cabalgadura…» Rev. D. Jordi POU i Sabater (Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, nos preguntamos: «Y, ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Cuentan de unos judíos que sentían curiosidad al ver desaparecer su rabino en la vigilia del sábado. Sospecharon que tenía un secreto, quizá con Dios, y confiaron a uno el encargo de seguirlo… Y así lo hizo, lleno de emoción, hasta una barriada miserable, donde vio al rabino cuidando y barriendo la casa de una mujer: era paralítica, y la servía y le preparaba una comida especial para la fiesta. Cuando volvió, le preguntaron al espía: «¿Dónde ha ido?; ¿al cielo, entre las nubes y las estrellas?». Y éste contestó: «¡No!, ha subido mucho más arriba».

Amar a los otros con obras es lo más alto; es donde se manifiesta el amor. ¡No pasar de largo!: «Es el propio Cristo quien alza su voz en los pobres para despertar la caridad de sus discípulos», afirma el Concilio Vaticano II en un documento.

Hacer de buen samaritano significa cambiar los planes («llegó junto a él»), dedicar tiempo («cuidó de él»)… Esto nos lleva a contemplar también la figura del posadero, como dijo san Juan Pablo II: «¡Qué habría podido hacer sin él? De hecho, el posadero, permaneciendo en el anonimato, realizó la mayor parte de la tarea. Todos podemos actuar como él cumpliendo las propias tareas con espíritu de servicio. Toda ocupación ofrece la oportunidad, más o menos directa, de ayudar a quien lo necesita (…). El cumplimiento fiel de los propios deberes profesionales ya es practicar el amor por las personas y la sociedad».

Dejarlo todo para acoger a quien lo necesita (el buen samaritano) y hacer bien el trabajo por amor (el posadero), son las dos formas de amar que nos corresponden: «‘¿Quién (…) te parece que fue prójimo?’. ‘El que practicó la misericordia con él’. Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo’» (Lc 10,36-37).

Acudamos a la Virgen María y Ella —que es modelo— nos ayude a descubrir las necesidades de los otros, materiales y espirituales.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Cuán grande y admirable cosa es la caridad. Roguemos, pues, y supliquémosle que, por su misericordia, nos permita vivir en la caridad» (San Clemente de Roma)
  • «Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que ‘se conmueve’ ante la desgracia del prójimo. Es necesario cultivar esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión hacia el que sufre» (San Juan Pablo II)
  • «Cuando le hacen la pregunta: ‘¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?’ (Mt 22,36), Jesús responde: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas’ (Mt 22,37-40). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.055)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2022-07-10)


09 julio, 2022

Santa Paulina Do Coração Agonizante de Jesús

 

Amabile Lucia Visintainer, hoy Santa Paulina, nació el 16 de diciembre de 1865 en Vígolo Vattaro, provincia de Trento, Italia, en ese tiempo región del Sur del Tirol, bajo el dominio de Austria. En septiembre de 1875 la familia de Napoleone Visintainer emigró con muchos otros tridentinos al Brasil donde fundaron la localidad de Vígolo en el actual municipio de Nueva Trento, en el estado de Santa Catarina.

Amabile, después de la primera comunión, que recibió más o menos a los doce años, comenzó a participar en el apostolado parroquial: Catecismo para los pequeños, visitas a los enfermos, y limpieza de la capilla de Vígolo.

El día 12 de julio de 1890, junto con su amiga, Virginia Rosa Nicolodi, Amabile acogió a una enferma de cáncer en fase terminal, dando inicio a la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción, aprobada por el obispo de Curitiba, Don José de Camargo Barros, el 25 de agosto de 1895.

En diciembre de 1895, Amabile y las dos primeras compañeras (Virginia y Teresa Ana Maule), hicieron los votos religiosos, y Amabile recibió el nombre de Hermana Paulina del Corazón Agonizante de Jesús. La santidad y la vida apostólica de la Madre Paulina y de sus hermanas atrajeron muchas vocaciones, a pesar de la pobreza y de las dificultades en que vivían.

En 1903, la Madre Paulina fue elegida superiora general “ad vitam” y dejó a Nueva Trento para cuidar de los huérfanos, hijos de antiguos esclavos y de los esclavos viejos y abandonados en Ipiranga, en la ciudad de San Pablo.

En 1909, fue depuesta del cargo de superiora general por el arzobispo de San Pablo, Don Duarte Leopoldo e Silva, y enviada a trabajar con los enfermos de la Santa Casa y con los ancianitos del asilo San Vicente de Paulo en Bragança Paulista, sin poder nunca más ocupar ningún otro cargo en su congregación.

Fueron años marcados por la oración, por el trabajo y por el sufrimiento: haciendo y aceptando todo para que la congregación de las Hermanitas siguiera adelante, y “nuestro Señor fuera conocido, amado y adorado por todos en todo el mundo”.

En 1918 fue llamada por la superiora general Madre Vicência Teodora, su sucesora, y con consentimiento de Don Duarte a la Casa Madre en Ipiranga, donde permaneció hasta su muerte, en una vida retirada, de intensa oración, asistiendo a las hermanas enfermas.

Como “Veneranda Madre Fundadora” se la destacó en el Decreto de Honor concedido por la Santa Sede a la congregación de las Hermanitas el 19 de mayo de 1933, y en la celebración del cincuentenario de la fundación, el 12 de julio de 1940, cuando la Madre Paulina hizo su testamento espiritual: “Sed muy humildes. Confiad siempre y mucho en la Divina Providencia; nunca, jamás, os desaniméis, aunque vengan vientos contrarios. Nuevamente os digo: Confiad en Dios y en María Inmaculada; manteneos firmes y !adelante!”.

A partir de 1938 la Madre Paulina comenzó a acusar graves disturbios a causa de la diabetes que padecía. Después de dos cirugías, en las cuales sufrió la amputación del dedo medio y luego del brazo derecho, pasó los últimos días víctima de la ceguera. Murió el 9 de julio de 1942; sus últimas palabras fueron: “Hágase la voluntad de Dios”.

La espiritualidad ignaciana recibida de sus directores espirituales tiene en la Madre Paulina características propias, que señalan a la “Veneranda Madre fundadora” como una religiosa en la cual se pueden admirar sus virtudes teologales, morales y religiosas en grado eminente o heroico. Fe profunda y confianza ilimitada en Dios, amor apasionado a Jesús Eucaristía, devoción tierna y filial a María Inmaculada, devoción y confianza en “nuestro buen padre San José””, y veneración por las autoridades eclesiales y civiles. Caridad sin límites para con Dios, traducida en gestos de servicio a los hermanos más pobres y abandonados.

Toda la vida de la Madre Paulina se puede resumir en el título que le dio el pueblo de Vígolo: “enfermera”, esto es, ser para los otros o “toda de Dios y toda de los hermanos” como rezan hoy sus devotos y sus Hermanitas. Humildad, que llevó a la Madre Paulina hasta el aniquilamiento de sí misma para que la congregación siguiera adelante.

La página más luminosa de la santidad y de la humildad de la Madre Paulina fue escrita por la actitud que manifestó cuando Don Duarte le anunció su destitución: “Se arrodilló… se humilló… respondió que estaba totalmente dispuesta a entregar la congregación… se ofrecía espontáneamente para servir en la congregación como súbdita”.

Terminado el capítulo de agosto de 1909, comenzaba el holocausto doloroso y meritorio de la Madre Paulina, a quien el arzobispo de San Pablo le había decretado: “Viva y muera en la congregación como súbdita”. Y permaneció en la sombra hasta su muerte, en unión con Dios, como lo declaró a su director espiritual, Padre Luiz Maria Rossi, SI: “La presencia de Dios me es tan íntima, que me parece imposible perderla, y esta presencia le da a mi alma una alegría que no puedo explicar”.

El carisma dejado por la Madre Paulina a su congregación se traduce en la sensibilidad para percibir los clamores de la realidad con sus necesidades, y disponibilidad para servir, en la Iglesia, a los más necesitados y a los que se encuentran en mayor situación de injusticia, con simplicidad, humildad y vida interior. Es un servir alimentado por una espiritualidad eucarística y mariana, por la que toda Hermanita hace de Jesús Eucaristía el centro de su vida, alimentada por una tierna devoción a María Inmaculada y al buen padre San José.

La primera santa del Brasil fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1991, en Florianópolis, estado de Santa Catarina. A la Madre Paulina le confiamos el pueblo brasileño, la Iglesia de Brasil y la congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción y todas las personas que han colaborado en su canonización.

Fuente: Vatican.va

(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=742)

08 julio, 2022

San Isaías Profeta, el Mensajero del Señor

 


 

¡Oh!, San Isaías Profeta, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, el Mensajero del Señor y como tal su
«engreído» y amado santo. Vos anunciasteis vívidamente
al «Cordero de Dios», Aquél que quita los pecados
del mundo siete siglos antes, y, por ello; a vos; os
debemos gratitud inmensa por aquella Buena Nueva
hasta hoy y, por los siglos de los siglos. Sois
además héroe nacional para Israel, por lo maravilloso
de vuestro mensaje, la elegancia de vuestro estilo,
la viveza de vuestras imagenes y la belleza literaria
de vuestras profecías que os convirtieron en un clásico
de la literatura de aquél pueblo. Vuestro modo de hablar
y comportaros os presentan como un hombre de cultura
superior. Vos, en el Capítulo seis de vuestras profecías
narráis como Dios os llamo: “Ví al Señor Dios, sentado
en un trono excelso y elevado y miles de serafines
lo alababan cantando: “Santo, Santo es el Señor Dios
de los ejercitos, llenos estan el cielo y la tierra
de Tu Gloria”. Yo me llene de espanto y exclame: “¡Ay
de mí que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio
de un pueblo pecador y mis ojos ven al Dios Todopoderoso!”.
Entonces voló hacía mí uno de los serafines, y tomando
una brasa encendida del altar la colocó sobre mis labios
y dijo: “Ahora has quedado purificado de tus pecados.”
Y oí la voz del Señor que me decía:”¿A quién enviaré?
¿Quién irá de mi parte a llevarles mis mensajes?” Yo le
dije: “¡Aquí estoy Señor, envíame a mí!”. Desde ese momento,
vos, os llevasteis a las a las gentes los mensajes de Dios,
pidiéndoles que se apartarán de su vida de pecado
y empezaran una vida agradable a Dios. Pero, como Dios
dijo: “Teniendo oídos, no querrán escuchar”, la nación
de Israel, fue llevada después presa a un país extraño.
Y, sobre Emmanuel, dijisteis así: “He aquí que la Virgen
concebirá y dará a luz a un niño al cual llamarán Dios
con nosotros”. Así avisasteis siete siglos antes, el nacimiento
de Jesús de María Virgen. También el temible rey de Nínive,
Senaquerib, atacó a Jerusalem y amenazaba con destruirla
y matar a todos, pero vos, animasteis al piadoso rey
Ezequías diciendole: “Prudencia y calma. Confíen en Dios,
que la ciudad no caera en manos de los enemigos”.Y sucedió
que al ejercito invasor le llegó una epidemia de disentería
y murieron miles y miles y el rey Senaquerib invasor, se alejó
salvándose la ciudad. Vuestro libro es el más largo de
los setenta y tres que componen la Bilbia. En él,
hallamos muchos datos de lo que será la vida del Mesías
y es la primera biografía de Jesús, escrita siete siglos
antes de que naciera nuestro Redentor. Vos, sois sin duda
alguna después de Jesucristo y del gran Moisés, el más
grande profeta de todos los siglos. Sois en grado sumo
el profeta de la «Confianza en Dios», porque vos queréis que,
aunque las situaciones de la vida sean terribles, jamás
dejemos de confiar en Dios, que llegará con su gran poder
a ayudarnos y defendernos. El Salvador que anunciasteis
viene de la familia de David, y es portador de paz y de justicia,
cuyo oficio es encender en la tierra el amor hacia Dios.
Fuisteis un genio religioso de portento, que ejercisteis
inacabable influencia en la verdadera religión y cuyos
escritos los leen y meditan hoy en todo el mundo los
que seguimos a Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, así
luego de haber entregado en extraordiria y brillante lid
vuestra profética y santa vida, en manos del impío Manasés,
vólo vuestra alma al cielo para coronada ser con corona de luz;
¡Oh!, San Isaías Profeta, «vivo siervo del Dios de la Vida y del Amor».

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado

__________________________________________

08 de julio
San Isaías
Profeta

Isaías fue el “profeta de la Confianza en Dios”, considerado entre los más grandes profetas porque fue él quien anunció al Mesías, es decir, quien despertó las ansias por recibir al heredero del trono de David, portador de paz y de justicia, camino verdadero para llegar a Dios, Jesús.

En el Antiguo Testamento, Isaías destaca por la riqueza de su lenguaje, expresión del llamado “siglo de oro” de la literatura hebrea; sobre todo por belleza de sus textos que resaltan la importancia de las profecías referidas al pueblo de Israel, los pueblos paganos y a los tiempos mesiánicos y escatológicos.

Isaías, cuyo nombre significa “Dios salva”, nació en Jerusalén en el año 765 A.C. y parece que perteneció a una familia aristócrata. Tanto la manera como se expresa, como la forma como se conduce a la hora de actuar, lo presentan como un hombre de una cultura y sabiduría poco comunes.

Ningún otro profeta describió con tanta claridad la figura de quien habría de ser el Redentor de la humanidad, ni nos proporciona tantos datos sobre lo que sería la vida del Mesías o enviado de Dios. Además, escribió el libro más largo de la Biblia -en las ediciones modernas suele ocupar unas 70 páginas-, y dada la penetración de sus descripciones, es posible afirmar que escribió “la primera biografía de Jesús”, 7 siglos antes de su nacimiento.

El capítulo 53 del libro de Isaías es el retrato dramático y denso de la pasión y muerte del Mesías. El Profeta logra penetrar con sus palabras el núcleo mismo del dolor que habrá de redimir a la humanidad; y cada lector se convierte, por esa profundidad que le viene del Espíritu Santo, en una suerte de testigo ocular de la Pasión y Muerte de Jesús. Los pasajes se suceden dejando en claro que los sufrimientos del Enviado de Dios serán el pago a cuenta por nuestros pecados.

Pero la magnitud de lo relatado allí no puede desvincularse de lo que Isaias expresó en el capítulo 6 de su libro profético. Allí se narra cómo Dios lo llamó -y, por extensión, cómo nos llama a todos nosotros-: “Vi al Señor Dios, sentado en un trono excelso y elevado y miles de serafines lo alababan cantando: ‘Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos, llenos están el cielo y la tierra de Tu Gloria’. Yo me llené de espanto y exclamé: ‘Ay de mí que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo pecador y mis ojos ven al Dios Todopoderoso’. Entonces voló hacia mí uno de los serafines, y tomando una brasa encendida del altar la coloco sobre mis labios y dijo: ‘Ahora has quedado purificado de tus pecados’. Y oí la voz del Señor que me decía: ‘¿A quién enviaré? ¿Quién irá de mi parte a llevarles mis mensajes?’ Yo le dije: ‘Aquí estoy Señor, envíame a mí»’.

Finalmente, según una antigua tradición judía, Isaías murió martirizado por el rey Manasés de Judá.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-san-isaias-el-profeta-que-anuncio-la-venida-de-cristo-52948)

07 julio, 2022

Beata María Romero Meneses

 

 

07 de Julio

Beata María Romero Meneses

La Beata María Romero Meneses fue una religiosa salesiana que dedicó su vida al servicio de los más pobres y que fue canonizada por el Papa San Juan Pablo II. De los 75 años que vivió, cuarenta y seis fueron de arduo trabajo lleno de amor y cuidado por aquellos que sufren, cuyos rostros reflejan a Cristo sufriente.

La vida de la Beata María Romero está llena de ejemplos sencillos de cómo practicar la caridad y de qué manera, quienes somos cristianos, debemos comprometernos en hacer de este mundo, muchas veces injusto, un lugar mejor, un adelanto del Reino de Dios. Para eso, no es necesaria ni la violencia ni avivar rupturas, ni los discursos grandilocuentes, ni las arengas estrepitosas. La sencillez evangélica nos llama a otras cosas.

Sor María nació en Granada, Nicaragua, el 13 de enero de 1902. Fue hija de un político muy reconocido de su país, Félix Romero Arana, quien se desempeñó como ministro de Hacienda en el gobierno de José Santos Zelaya. Su madre fue de origen español, doña Ana Meneses Blandón, mujer de profunda devoción y sensibilidad.

En 1910 llegaron a Nicaragua las misioneras de Don Bosco, Hijas de María Auxiliadora (FMA), congregación que conquistaría su corazón y a la que se vincularía para siempre. Gracias a ellas, María sintonizó inmediatamente con la figura del gran apóstol de la juventud, Don Bosco, en quien encuentra la encarnación de los ideales más profundos de su espíritu.

En 1921 recibió el hábito religioso -hizo el noviciado en El Salvador- y pasó a llamarse Sor María Romero. Sus votos perpetuos los realizó en 1929. Tiempo después, fue enviada a Costa Rica. Allí sirvió como asistente en consultorios médicos, trabajó en internados de jóvenes y en la Asociación de Ayuda a Necesitados. Dicha asociación estaba integrada por familias que alguna vez vivieron en condiciones infrahumanas y que después apoyaban a otras familias en mayor necesidad. Además, Sor María se encargaba de la capacitación de las jóvenes y señoras en estado de abandono, a quienes instruía en las labores domésticas como cocina, costura y otros oficios. También ofrecía, a precios simbólicos o de forma gratuita, prendas de vestir nuevas y usadas que ella misma recolectaba; y repartía canastas con alimentos básicos.

Su ideal fue amar profundamente a Jesús y a la Virgen María, y su alegría más grande, acercar la verdad del Evangelio a los niños, a los pobres, a los que sufren, a los marginados, a todos aquellos a quienes Dios ama con pasión. Su recompensa: ver florecer de nuevo la paz entre los que se hallaban enfrentados y la fe recuperada en quienes tenían una vida “perdida”.

Falleció el 7 de julio de 1977. En el año 2002 fue beatificada por el Papa San Juan Pablo II, al comprobarse el milagro de la niña costarricense María Solís, quien por las oraciones ofrecidas a la Beata por su madre, nació sana, a pesar de que los exámenes practicados durante la gestación indicaban que la pequeña nacería con labio leporino y otras deformaciones. De esa manera, María Romero se convirtió en la segunda mujer nacida en Centroamérica en ser beatificada.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-la-beata-sor-maria-romero-que-vivio-plenamente-la-misericordia-27351)