05 agosto, 2022

Nuestra Señora de las Nieves


 

¡Oh!, Señora Nuestra de las Nieves:
¿Qué es blanco y más, que la misma
nieve que no cega, pero que alegra
el alma, con amor y paz divinos?

Adivinar no quiere mi alma y es mejor
decir con fe segura, que Sois Vos, ¡María!;
Madre del Dios Vivo, y Madre mía.

A vos pues, blancura inimaginable,
más blanca y más perfecta; Señora
y Madre mía; os ofrezco esta poesía,
¡Oh!, Señora Nuestra de las Nieves.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_________________________________

5 de agosto

Nuestra Señora de las Nieves

Esta fiesta de la Santísima Virgen tiene su origen en la leyenda romana que las lecciones del Breviario de hoy nos recuerdan. En tiempo del papa Liberio, segunda mitad del siglo IV, existía en Roma un matrimonio sin hijos. Lo mismo Juan que su esposa pertenecían a la más alta nobleza. Eran excelentes cristianos y contaban con una gran fortuna que las numerosas limosnas a los pobres eran incapaces de agotar. Se hacían ancianos los nobles esposos y, pensando en el mejor modo de emplear su herencia, pedían insistentemente a la Madre de Dios que les iluminase.

He aquí que la Virgen les declara de forma maravillosa sus deseos. A Juan Patricio y a su esposa se les aparece en sueños, y por separado, la Señora para indicarles su voluntad de que se levante en su honor un templo en el lugar que aparezca cubierto de nieve en el monte Esquilino. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más calurosos de la canícula romana.Van los dos esposos a contar su visión al papa Liberio. Este había tenido la misma revelación que ellos. El Sumo Pontífice organiza una procesión hacia el lugar que había señalado la Madre de Dios. Todos se maravillaron al ver un trozo de campo acotado por la nieve fresca y blanca. La Virgen acababa de manifestar de este modo admirable su deseo de que allí se levantase en su honor un templo. Este templo es hoy día la basílica de Santa María la Mayor.

¿Qué valor tiene esta leyenda?

Parece que no tiene ninguna garantía de veracidad. El cardenal Capalti aseguraba a De Rossi que, cuando los canónigos de esta basílica terminaban en coro las lecciones de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves y se disponían a entrar en la sacristía para dejar sus trajes corales, había uno bastante gracioso que solía decir que en toda la leyenda únicamente encontraba verdaderas estas palabras: “en Roma, a 5 de agosto, cuando los calores son más intensos”.

La leyenda no aparece hasta muy tarde. Seguramente en el siglo XI. El caso es que cuajó fácilmente en la devoción popular y un discípulo del Giotto la inmortalizó en unos lienzos que pintó para la misma basílica. En un cuadro aparece el papa Liberio dormido, con la mitra al lado; encima, ángeles y llamas, y, delante, la Virgen que le dirige la palabra. En otro cuadro aparece Juan Patricio, a quien se le aparece también la Virgen. Otra pintura nos presenta a María haciendo descender la nieve sobre el monte Esquilino.

Nuestro Murillo inmortalizó también esta leyenda en uno de sus cuadros. En él aparece el noble y piadoso matrimonio contando la visión al Papa, y en el fondo se contempla la procesión y el campo nevado. Otros artistas reprodujeron en sus cuadros este milagro y los poetas lo cantaron en sus versos. La devoción a la Virgen de las Nieves arraigó fuertemente en el pueblo romano y llegó a extenderse por toda la cristiandad. En su honor se levantan hoy templos por todo el mundo, y son muchas las mujeres cristianas que llevan este bendito nombre de la Santísima Virgen.

Nuestra Señora de las Nieves es lo mismo que Santa María la Mayor, título que lleva una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Las otras tres son: San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán. La basílica de Santa María la Mayor parece ser que fue la primera iglesia que se levantó en Roma en honor de María y podemos decir, lo mismo que se afirma de San Juan de Letrán en un sentido más general, que es la iglesia madre de todas cuantas en el mundo están dedicadas a la excelsa Madre de Dios. Por esto, y por ser una de las iglesias más suntuosas de Roma, mereció el título de la Mayor. Así se la distinguía de las otras sesenta iglesias que tenía la Ciudad Eterna dedicadas a Nuestra Señora.

Esta basílica ha pasado por bastantes vicisitudes a través de los tiempos. Ocupa el Esquilino, una de las siete colinas de Roma. En tiempo de la República era necrópolis y bajo el Imperio de Augusto, paseo público. Allí tenía el opulento Mecenas unos jardines. Allí estaba la torre desde la cual contempló Nerón el incendio de Roma y allí había un templo dedicado a la diosa Juno, al cual acudían las parejas de novios para implorar sus auspicios. Aquí quiso la Reina del Cielo poner su morada. En el corazón de la urbe penetra su planta virginal y los hijos del más glorioso de los antiguos imperios abrirán sus pechos al amor de tan tierna Madre.

La primitiva iglesia no estaba consagrada a María. Se llamaba la basílica Sociniana. En su recinto lucharon los partidarios del papa Dámaso con los secuaces del antipapa Ursino. Esto sucedió a finales del siglo IV. En este tiempo se llamó también basílica Liberiana por su fundador, el papa Liberio. En el siglo V es reconstruida por Sixto III (432-440). Este mismo Papa es el que consagra el templo a la Virgen. Desde este momento el nombre de María se va a hacer inseparable de este templo.

El concilio de Efeso había tenido lugar el año 431. Los padres del tercer concilio ecuménico acababan de proclamar la maternidad divina de María contra el hereje Nestorio. Era el primer gran triunfo de María en la Iglesia y una crecida ola de amor Mariano recorre toda la cristiandad de oriente a occidente. La maternidad divina de María es el más grande de los privilegios de María y la raíz de todas sus grandezas. Roma no podía faltar en esta hora de gloria Mariana. Este templo que renueva Sixto III en honor de la Theotocos es el eco romano de la definición de los padres de Efeso. La ciudad entera se apresta a levantar y hermosear esta basílica. Los pintores ponen sus pinceles bajo la dirección del Sumo Pontífice y las damas se desprenden de sus más vistosas joyas. Ahora es cuando la antigua basílica Sociniana se adorna con pinturas y mosaicos que celebran el misterio de la maternidad divina de María. Se levanta un arco de triunfo y sobre la puerta de entrada se lee una inscripción que empieza con estas palabras:

“A ti, oh Virgen María, Sixto te dedicó este nuevo templo… “

Las pinturas son de tema Mariano y generalmente relacionadas con la maternidad divina de María. Representan a la Anunciación, la Visitación, María con el Niño, la adoración de los Magos, la huida a Egipto y otras escenas de la vida de la Virgen. Las tres amplias naves de la basílica se enriquecieron con los dones de los fieles y los ábsides se adornaron de lámparas y mosaicos. Algunos de éstos son especialmente valiosos.

En el siglo VII una nueva advocación le nace a esta iglesia:Santa María ad praesepe, Santa María del Pesebre. La maternidad de María acaba por llevar la devoción de los fieles al portal de Belén, a Jesús. Como siempre, por María a Jesús. Al lado de la basílica surge una gruta estrecha, obscura y recogida como la de Belén. Allí irán los papas a celebrar la misa del gallo todas las Nochebuenas, y para que la piedad se hiciese más viva se enseñaban los maderos del pesebre en el cual había nacido el Hijo de Dios y trozos de adobes y piedras que los peregrinos habían traído de Tierra Santa.

Esta gruta llega a ser uno de los lugares más venerandos de la Ciudad Eterna. Los Romanos Pontífices la distinguen con sus privilegios. Gregorio III (731-741) puso allí una imagen, de oro y gemas que representaba a la Madre de Dios abrazando a su Hijo. Adriano I (762-795) cubrió el altar con láminas de oro, y León III (795-816) adornó las paredes con velos blancos y tablas de plata acendrada que pesaban ciento veintiocho libras.

Son muchas las gracias que la Santísima Virgen ha concedido a sus devotos en este santo templo. Aquí organizó San Gregorio Magno unas solemnes rogativas con motivo de una terrible peste que asolaba la ciudad. El año 653 ocurrió en esta iglesia un hecho milagroso. Celebraba misa el papa San Martín cuando, al querer matarle o prenderle por orden del emperador Constante, el enarca de Ravena, Olimpo, quedó repentinamente ciego e imposibilitado.

Basten estos hechos para demostrar el gran aprecio que los Sumos Pontífices han tenido para con este templo a través de la historia. Hoy mismo sigue siendo Santa María la Mayor una de las cuatro basílicas patriarcales de Roma cuya visita es necesaria para ganar el jubileo del año santo. De esta forma la Virgen de las Nieves sigue recibiendo el tributo de amor de innumerables peregrinos de todo el orbe católico.

Actualmente es una de las iglesias más ricas y bellas de la ciudad de Roma. Conserva muy bien su carácter de basílica antigua. Tiene por base la forma rectangular, dividida por columnas que forman tres naves, techo artesonado, atrio y ábside. El interior de la basílica es solemne y armonioso. Las tres naves aparecen divididas por columnas jónicas. Contiene notables monumentos y tumbas de los papas.

Tiene dos fachadas: la que mira al Esquilino, que es la posterior, y la que mira a la plaza que lleva el nombre de Santa María la Mayor. Esta, que es la principal, data del siglo VIII, y la posterior del XVII. El campanario, románico, es el más alto de Roma. Fue construido el año 1377. Sobre el altar mayor hay una imagen de María del siglo XIII, atribuida a Lucas el Santo, y en la nave se halla el monumento a la Reina de la Paz, erigido por Benedicto XV al terminar la primera guerra mundial. Su cielo raso está dorado con el primer oro que Colón trajo de América. En la plaza de Santa María la Mayor se yergue una columna estriada de más de catorce metros de altura. En la plaza del Esquilino se alza un obelisco procedente del mausoleo de Augusto.

Santa María de las Nieves. He aquí una de las advocaciones más bellas de la Santísima Virgen. Ella, que es la Madre de Dios, Inmaculada, Asunta al cielo, Virgen de la Salud y del Rocío, es también Nuestra Señora de las Nieves. La nieve es blancura y frescor. Pureza y alma recién estrenada, intacta. Espíritu sin gravedad. ¡Cuán hermosamente tenemos representada aquí la pureza sin mancha de María!

Nieve recién caída en el estío romano. La pureza al lado del calor sofocante de la pasión. Sólo Ella, como aquel trozo milagrosamente marcado por la nieve en la leyenda de Juan Patricio, es preservada del calor fuerte del agosto que es el pecado. Sólo Ella es sin pecado entre todos los hombres. Ella es blancura y candor. Ella refresca nuestros agostos llenos del fuego del pecado y la concupiscencia.

Ni el copo de nieve, ni el ala de cisne, ni la sonrisa de la inocencia, ni la espuma de la ola es más limpia y hermosa que María. Verdaderamente es ésta una fiesta de leyenda y poesía, María es algo de leyenda y poesía. Es la obra de Dios.

MARCOS MARTÍNEZ DE VADILLO

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/08/08-05_Virgen_de_las_nieves.htm)

04 agosto, 2022

San Juan María Vianney, "El Santo Cura de Ars", Patrono de los sacerdotes del mundo

 


 

¡Oh!, San Juan María Vianney, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, llamado “el santo Cura
de Ars”, pues en vos, se ha cumplido, lo que San Pablo
dijo: “Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del
mundo, para confundir a los grandes”. Vuestra primera
comunión la hicisteis a los trece años de noche en un
pajar. Siempre anhelabais desde pequeño sacerdote ser,
pero a vuestro padre no le interesaba que lo fuerais.
Vos, intentasteis estudiar en el seminario y vuestros
maestros decían de vos: “Es muy buena persona, pero no
sirve para estudiante. No se le queda nada”. Y, claro,
os echaron, y vos, os fuisteis en peregrinaje a la tumba
de San Francisco Regis, para pedirle su ayuda. Y, al
fin os recibió el Padre Balley en su seminario nuevo.
Allí, demostrasteis buena conducta, criterio y voluntad
admirables que el Padre, se dispuso a haceros sacerdote
y os preparó por tres años con clases todos los días
pero, vuestros exámenes no fueron los más satisfactorios.
En cierta oportunidad el Obispo de vuestra diócesis
preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta? Y
respondieron: “Es excelente persona. Es un modelo de
comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el
más santo”. Y, el prelado dijo: “Pues si así es, que sea
ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia,
con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás”.
Y, así, os ordenaron de sacerdote y os sentisteis muy feliz.
Algunos colegas llenos de envidia dijeron de vos: “El
Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va
a encantar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, para que
haga un buen papel?”. Y, os enviaron a una parroquia
pobre e infeliz: ¡Ars!, de mala fama y lleno de cantinas.
Y, allí estuvisteis de párroco durante cuarenta y un años.
Vuestro método: Rezar mucho, sacrificarse lo más posible
y hablar fuerte y duro. Así, os dedicasteis horas y horas
a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar
y realizasteis increíbles penitencias para convertirlos,
enfocando vuestros sermones contra los vicios de vuestros
feligreses. Un día el Obispo, un visitador envió a oír
vuestros sermones. De vuelta, el prelado preguntó:
“¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianney?
– Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy
largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero,
siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios,
la muerte, el juicio, el infierno y el cielo”. – ¿Y tienen
también alguna cualidad estos sermones? – pregunta
Monseñor-. “Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes
se conmueven, se convierten y empiezan una vida más
santa de la que llevaban antes”. “Por esa última cualidad
se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres
defectos”. Concluyó el Obispo. Leíais y estudiabais, más
de tres horas para el sermón del Domingo, escribíais,
durante otras tres o más horas. Paseabais por el campo
recitándole vuestro sermón a los árboles y al ganado,
para tratar de memorizarlo. Luego os arrodillabais por
horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar
encomendando lo que ibais a decir al pueblo. Y, el diablo
os atacaba sin compasión. Os derribaba de la cama y hasta
trataba de quemar vuestra habitación. Os despertaba con
espantosos ruidos. Una vez os gritó: “¡Faldinegro odiado.
Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me
lo habría llevado al abismo!”. Vos decíais: “Con el patas
hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos
compinches”. Y, vos, no dejabais de quitarle almas y más
almas a Satanás. El confesionario se convirtió en vuestra
celda diaria, pues pasabais allí, entre seis y diez horas. Para
confesarse con vos, se separaba turno con tres días
de anticipación. A las doce de la noche os levantabais,
luego hacíais sonar la campana de la torre, abríais
la iglesia y empezabais a confesar. Confesabais hombres
hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis
rezabais los salmos de vuestro devocionario y a prepararos
a la Santa Misa. A las siete celebrabais el Santo Oficio.
De ocho a once confesabais mujeres. A las once, una clase
de catecismo para todas las personas que estuvieran
en el templo. A las doce ibais a serviros un ligerísimo
almuerzo. Os bañabais, afeitabais, y os ibais a visitar
un instituto para jóvenes pobres que vos, costeabais
con las limosnas. Desde la una y media hasta las seis
seguíais confesando y vuestros consejos en la confesión
eran breves. Leíais los pecados en su mente y les decíais
los pecados que se les habían quedado sin decir. Erais
fuerte en combatir la borrachera y otros vicios. En el
confesionario sufríais mareos y a ratos parecíais que
os ibais a congelaros de frío en el invierno y en el
verano sudabais mucho. Decíais vos: “El confesionario
es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo”.
Por la noche leíais un rato, y a las ocho os acostabais,
para de nuevo levantaros a las doce de la noche a seguir
confesando. Cuando llegasteis a Ars, la gente trabajaba
el domingo y cosechaba poco, pero con vos, lograsteis
poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos
y las cosechas se volvieron mucho mejores. Siempre os
creíais un miserable pecador. Jamás hablabais de vuestras
obras o éxitos obtenidos. A un hombre que os insultó
en la calle le escribisteis una carta perdón pidiéndole
por todo, como si vos, hubierais sido el ofensor. El
obispo os envió un distintivo elegante de canónigo
y nunca os lo quisisteis poner. El gobierno nacional os
concedió una condecoración y vos, no os la colocasteis.
Decíais con humor: “Es el colmo: el gobierno condecorando
a un cobarde que desertó del ejército”. Y, Dios os premió
vuestra humildad con admirables milagros. Y, así,
y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh! San Juan María Vianney, “vivo Cristo de Amor y de Luz”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
___________________________________________

4 de Agosto
San Juan María Vianney
El Santo Cura de Ars
Patrono de los sacerdotes del mundo

Año 1859

Santo Cura de Ars: Pide a Dios que nos envíe siempre buenos párrocos como tú.

Uno de los santos más populares en los últimos tiempos ha sido San Juan Vianey, llamado el santo Cura de Ars. En él se ha cumplido lo que dijo San Pablo: “Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir a los grandes”.

Era un campesino de mente rústica, nacido en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que persiguió ferozmente a la religión católica. Así que él y su familia, para poder asistir a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas, donde los agentes del gobierno no se dieran cuenta, porque había pena de muerte para los que se atrevieran a practicar en público su religión.

La primera comunión la hizo Juan María a los 13 años, en una celebración nocturna, a escondidas, en un pajar, a donde los campesinos llegaban con bultos de pasto, simulando que iban a alimentar sus ganados, pero el objeto de su viaje era asistir a la Santa Misa que celebraba un sacerdote, con grave peligro de muerte, si los sorprendían las autoridades.

Juan María deseaba ser sacerdote, pero a su padre no le interesaba perder este buen obrero que le cuidaba sus ovejas y le trabajaba en el campo. Además no era fácil conseguir seminarios en esos tiempos tan difíciles. Y como estaban en guerra, Napoléon mandó reclutar todos los muchachos mayores de 17 años y llevarlos al ejército. Y uno de los reclutados fue nuestro biografiado. Se lo llevaron para el cuartel, pero por el camino, por entrar a una iglesia a rezar, se perdió del grupo. Volvió a presentarse, pero en el viaje se enfermó y lo llevaron una noche al hospital y cuando al día siguiente se repuso ya los demás se habían ido. Las autoridades le ordenaron que se fuera por su cuenta a alcanzar a los otros, pero se encontró con un hombre que le dijo. “Sígame, que yo lo llevaré a donde debe ir”. Lo siguió y después de mucho caminar se dio cuenta de que el otro era un desertor que huía del ejército, y que se encontraban totalmente lejos del batallón.

Y al llegar a un pueblo, Juan María se fue a donde el alcalde a contarle su caso. La ley ordenaba pena de muerte a quien desertara del ejército. Pero el alcalde que era muy bondadoso escondió al joven en su casa, y lo puso a dormir en un pajar, y así estuvo trabajando escondido por bastante tiempo, cambiándose de nombre, y escondiéndose muy hondo entre el pasto seco, cada vez que pasaban por allí grupos del ejército. Al fin en 1810, cuando Juan llevaba 14 meses de desertor el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la culpa a todos los que se habían fugado del ejército, y Vianey pudo volver otra vez a su hogar.

Trató de ir a estudiar al seminario pero su intelecto era romo y duro, y no lograba aprender nada. Los profesores exclamaban: “Es muy buena persona, pero no sirve para estudiante No se le queda nada”. Y lo echaron. Se fue en peregrinación de muchos días hasta la tumba de San Francisco Regis, viajando de limosna, para pedirle a ese santo su ayuda para poder estudiar. Con la peregrinación no logró volverse más inteligente, pero adquirió valor para no dejarse desanimar por las dificultades.

El Padre Balley había fundado por su cuenta un pequeño seminario y allí recibió a Vianey. Al principio el sacerdote se desanimaba al ver que a este pobre muchacho no se le quedaba nada de lo que él le enseñaba Pero su conducta era tan excelente, y su criterio y su buena voluntad tan admirables que el buen Padre Balley dispuso hacer lo posible y lo imposible por hacerlo llegar al sacerdocio.

Después de prepararlo por tres años, dándole clases todos los días, el Padre Balley lo presentó a exámenes en el seminario. Fracaso total. No fue capaz de responder a las preguntas que esos profesores tan sabios le iban haciendo. Resultado: negativa total a que fuera ordenado de sacerdote. Su gran benefactor, el Padre Balley, lo siguió instruyendo y lo llevó a donde sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este joven estaba preparado para ser un buen sacerdote. Ellos se dieron cuenta de que tenía buen criterio, que sabía resolver problemas de conciencia, y que era seguro en sus apreciaciones en lo moral, y varios de ellos se fueron a recomendarlo al Sr. Obispo. El prelado al oír todas estas cosas les preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta? – Ellos le repondieron: “Es excelente persona. Es un modelo de comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el más santo” “Pues si así es – añadió el prelado – que sea ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia, con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás”.

Y así el 12 de agosto de 1815, fue ordenado sacerdote, este joven que parecía tener menos inteligencia de la necesaria para este oficio, y que luego llegó a ser el más famoso párroco de su siglo (4 días después de su ordenación, nació San Juan Bosco). Los primeros tres años los pasó como vicepárroco del Padre Balley, su gran amigo y admirador.

Unos curitas muy sabios habían dicho por burla: “El Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va a encantar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, para que haga un buen papel?”. Y el 9 de febrero de 1818 fue envaido a la parroquia más pobre e infeliz. Se llamaba Ars. Tenía 370 habitantes. A misa los domingos no asistían sino un hombre y algunas mujeres. Su antecesor dejó escrito: “Las gentes de esta parroquia en lo único en que se diferecian de los ancianos, es en que … están bautizadas”. El pueblucho estaba lleno de cantinas y de bailaderos. Allí estará Juan Vianey de párroco durante 41 años, hasta su muerte, y lo transformará todo.

El nuevo Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para cambiar a las gentes de su desarrapada parroquia:

-Rezar mucho.

-Sacrificarse lo más posible, y

-Hablar fuerte y duro.

¿Qué en Ars casi nadie iba a la Misa? Pues él reemplazaba esa falta de asistencia, dedicando horas y más horas a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar. ¿Qué el pueblo estaba lleno de cantinas y bailaderos? Pues el párroco se dedicó a las más impresionantes penitencias para convertirlos. Durante años solamente se alimentará cada día con unas pocas papas cocinadas.

Los lunes cocina una docena y media de papas, que le duran hasta el jueves. Y en ese día hará otro cocinado igual con lo cual se alimentará hasta el domingo. Es verdad que por las noches las cantinas y los bailaderos están repletos de gentes de su parroquia, pero también es verdad que él pasa muchas horas de cada noche rezando por ellos. ¿Y sus sermones? Ah, ahí si que enfoca toda la artillería de sus palabras contra los vicios de sus feligreses, y va demoliendo sin compasión todas las trampas con las que el diablo quiere perderlos.

Cuando el Padre Vianey empieza a volverse famoso muchas gentes se dedican a criticarlo. El Sr. Obispo envía un visitador a que oiga sus sermones, y le diga que cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado vuelve trayendo noticias malas y buenas. El prelado le pregunta: “¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianey? – Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo”. – ¿Y tienen también alguna cualidad estos sermones? – pregunta Monseñor-. “Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes se conmueven, se convierten y empiezan una vida más santa de la que llevaban antes”.

El Obispo satisfecho y sonriente exclamó: “Por esa última cualidad se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres defectos”. Los primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando, para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante otras tres o más horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y al ganado, para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar, encomendándo al Señor lo que iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.

Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianey. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuantas almas le quitaba este curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación . Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez le gritó: “Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al abismo”.

Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jovenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianey. El párroco los invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar la noche el famoso padrecito. Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver a entrar al dormitorio ni a volver a burlarse del santo cura. Pero él lo tomaba con toda calma y con humor y decía: “Con el patas hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches”. Pero no dejaba de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.

Cuando concedieron el permiso para que lo ordenaran sacerdote, escribieron: “Que sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene ciencia para ese oficio”. Pues bien: ese fue su oficio durante toda la vida, y lo hizo mejor que los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque en esto lo que vale son las iluminaciones del Espíritu Santo, y no nuestra vana ciencia que nos infla y nos llena de tonto orgullo.

Tenía que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes. Desde 1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars, de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianey. El último año de su vida los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la casa cural había varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse.

A las 12 de la noche se levantaba el santo sacerdote. Luego hacía sonar la campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A esa hora ya la fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba hombres hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis empezaba a rezar los salmos de su devocionario y a prepararse a la Santa Misa. A las siete celebraba el santo oficio. En los últimos años el Obispo logró que a las ocho de la mañana se tomara una taza de leche.

De ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una clase de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían inmenso bien a los oyentes. A las doce iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con las limosnas que la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le hacían consultas.

De una y media hasta las seis seguía confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento y les decía los pecados que se les habían quedado sin decir. Era fuerte en combatir la borrachera y otros vicios. En el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a congelar de frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera sufriendo. Decía: “El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo”. Pero ahí era donde conseguía sus grandes triunfos en favor de las almas.

Por la noche leía un rato, y a las ocho se acostaba, para de nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir confesando. Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos.

En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco tan santo. Cuando él llegó a esa parroquia la gente trabajaba en domingo y cosechaba poco. Logró poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos y las cosechas se volvieron mucho mejores. Siempre se creía un miserable pecador. Jamás hablaba de sus obras o éxitos obtenidos. A un hombre que lo insultó en la calle le escribió una carta humildísima pidiendole perdón por todo, como si el hubiera sido quién hubiera ofendido al otro. El obispo le envió un distintivo elegante de canónigo y nunca se lo quiso poner. El gobierno nacional le concedió una condecoración y él no se la quiso colocar. Decía con humor: “Es el colmo: el gobierno condecorando a un cobarde que desertó del ejército”. Y Dios premió su humildad con admirables milagros. El 4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/juan_vianey_8_4.htm)

03 agosto, 2022

Beato Agustín Kazotic

 

El Beato Agustín Kazotic fue un obispo dominico nacido en Trogir, Dalmacia, Croacia en 1260. Ingresó muy joven a la Orden de Predicadores (dominicos), estudiando primero en Spalato, su región natal, y posteriormente en la Universidad de París, Francia, hacia 1286. Acabados sus estudios viajó a Hungría, donde entabló una profunda amistad con el cardenal Nicolás Boccasini, quien más tarde se convertiría en el Papa Benedicto XI.

En 1303, el Cardenal Boccasini consagró a Agustín como Obispo de Zagreb, capital de Croacia. Por aquel entonces, Zagreb era un territorio caracterizado por las pugnas entre facciones aspirantes al trono. La nobleza estaba dividida y la diócesis padecía los estragos producidos por la inestabilidad política y social. En ese contexto, el Obispo Agustín se convirtió en propulsor de la virtud y la paz entre los ciudadanos, destacando por su prudencia y tenacidad. Tuvo que aguardar cerca de 20 años para que aquellos enfrentamientos desaparecieran.

Luego, en 1318, Agustín tuvo que entrevistarse con el Papa Juan XXII -uno de los Papas del periodo de Aviñón- para solicitar su intervención en la solución del conflicto entre el rey de Croacia y el rey de Hungría, Carlos I. Por fortuna, aquella gestión dio los frutos esperados y Croacia pudo mantenerse en paz. Durante su estadía en Avignon escribió un tratado pastoral en el que condenaba la adivinación, la superstición y la brujería, pero recomendaba educar al pueblo en torno a estos problemas y no simplemente castigarlo.

Algunos años después, en 1322, el mismo Papa Juan XXII lo trasladó a la diócesis de Lucera, Puglia, Italia, donde desarrolló una gran obra en favor de los pobres y necesitados, así como en el fortalecimiento de la vida religiosa. Fundó varios conventos, algunos regentados por miembros de su Orden, los dominicos. Lucera era una ciudad que había sido el hogar de miles de musulmanes sarracenos deportados desde Sicilia.

Al Obispo Agustín Kazotic se le dio la tarea de reconstruir la presencia cristiana en dicho lugar. Bastó un año para que sus esfuerzos empezasen a dar fruto, lo que le acarreó enemistades entre los líderes de la población musulmana de la ciudad. Fue, precisamente, un sarraceno quien atentó contra su vida, golpeándolo y dejándolo mal herido. Falleció a causa de dicho ataque, el 3 de agosto de 1323.

Sus reliquias se encuentran en la Basílica de Santa María de la Asunción en Lucera, Italia. Su fiesta se celebra el 3 de agosto.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-san-agustin-kazotic-obispo-de-lucera-19086)

02 agosto, 2022

Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de la Indulgencia de la Porciúncula y Patrona de Costa Rica

 

Rastreando los orígenes

Existen basílicas en el mundo dedicadas a esta advocación mariana, especialmente en Italia donde se encuentran tres de las más importantes. La principal está ubicada en la ciudad de Asís, donde la Virgen se le apareció a San Francisco en 1208, año en el que “recibió su vocación”.

En el año 1216, en una visión, San Francisco le pidió al Señor, que se encontraba al lado de la Virgen y sus ángeles, que le concediera una indulgencia a cuantos visitasen la Iglesia dedicada a la Virgen bajo la advocación de María de los Ángeles.

El Señor aceptó y le ordenó que se dirigiese a Perugia, para obtener del Papa el favor deseado. Esta indulgencia es conocida como «la indulgencia de la Porciúncula» o «el Perdón de Asís», y fue aprobada por el Papa Honorio III en el s. XIII.

Cada 2 de agosto se celebra a Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de Costa Rica. Esta es una una advocación mariana originaria de Europa y que llegó a América en tiempos de la Conquista. Su arraigo -especialmente para la hermosa nación centroamericana- ha sido tal que el Congreso de la República la declaró oficialmente “Patrona de Costa Rica” en 1824.

Nuestra Señora de los Ángeles ha sido ratificada por el mismo Congreso como Patrona hasta en dos oportunidades: 1924 y 2002. El Papa Pio XI le otorgó la Coronación Pontificia en 1926.

En el año 2016 se celebró el 380 aniversario del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora en la ciudad costarricense de Cartago.

La imagen

La imagen original de la Patrona de Costa Rica es pequeña y está hecha de roca volcánica, grafito y jade. La Virgen es de color negro y por eso sus devotos la llaman cariñosamente «la negrita».

Relato de una devoción

De acuerdo a la tradición, el 2 de agosto de 1635, una mujer de nombre Juana Pereira encontró sobre una roca una imagen de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos. El lugar se llamaba «Puebla de los Pardos», donde se construiría después la Basílica de Cartago.

Se dice que aquella mujer trasladó la imagen a varios lugares, incluyendo una parroquia cercana, a pedido de un sacerdote. Sin embargo, la imagen solía desaparecer del lugar donde estaba y aparecer de nuevo sobre la roca donde fue hallada por primera vez. Esto fue interpretado como el deseo de la Madre de Dios de que se construyera un templo en aquel lugar.

Primero se construyó una ermita y posteriormente la Basílica. En el transcurso de esos años la veneración a la santa imagen se fue extendiendo entre los pobladores. La gente la llamaba Nuestra Señora de los Ángeles, por haberse aparecido el día en que la Iglesia celebra a la Virgen bajo esta advocación.

En el alma de Costa Rica

Desde finales del siglo XIX, miles de personas peregrinan una vez al año a la Basílica. Los fieles acompañan el traslado de la imagen desde la Basílica de los Ángeles hasta la Catedral Nuestra Señora del Carmen, donde permanece hasta inicios de septiembre, cuando es devuelta a la basílica en una nueva romería.

En una carta enviada a los católicos de Costa Rica con motivo de la clausura del Año Jubilar 2011 en honor a Nuestra Señora de los Ángeles, el Papa Emérito Benedicto XVI afirmó que esta devoción mariana “es un signo sagrado de la religión cristiana y la fe en Latinoamérica”.

Según informó Radio Vaticana, el Papa recordó en aquella oportunidad que «existen innumerables signos sagrados capaces de difundir la religión cristiana sobre la tierra y de acrecentar la devoción de los fieles», y entre estos testimonios «está también la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles conservada en la Basílica de Cartago».


(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-nuestra-senora-de-los-angeles-patrona-de-costa-rica-81894)

01 agosto, 2022

San Alfonso M. de Ligorio Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor o Padres Redentoristas

 


 

¡Oh!, San Alfonso María de Ligorio, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, que honrrasteis vuestro nombre
que significa: ¡“listo para el combate”! Y, así lo estuvisteis
siempre, desde el día aquél en que, siendo aún niño os visitó
San Francisco Jerónimo, quien os bendijo y anunció: “Este
chiquitín vivirá noventa años, será obispo y hará mucho bien”.
Doctor os nombraron a temprana edad, conservando pura vuestra
alma. Frecuentemente a Jesús Sacramentado visitabais y con
devoción a Nuestra Señora orabais. Dijisteis alguna vez:
“Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no te serviré ni
un minuto más”. Y, seguidamente preguntasteis a nuestro Señor:
“Señor, ¿qué queréis que yo haga?”. Y, Jesús os dijo muy
amorosamente: “Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo
a servirme a mí”. Y, luego, a los pies de Nuestra Señora de
la Merced y el Sagrario, al mundo renunciasteis, dejasteis
vuestra espada y, fundasteis “La Congregación del Santísimo
Redentor”. Y, a imitación de Jesús, por la ciudad y el campo
marchasteis, el evangelio predicando y sabe Él, cómo, os
disteis tiempo para confesar, preparar misiones y escribir
vuestros ciento once libros, opúsculos impresos y dos mil
manuscritos y, de ellos, vuestro famoso libro: “Las Glorias
de María”. Dios, os probó con enfermedades y fuisteis perdiendo
la vista y el oído. “Soy medio sordo y medio ciego, pero,
si Dios quiere que lo sea más y más, lo acepto con gusto”.
Os placía, pasar muchas horas junto al Santísimo Sacramento.
A veces os acercabais al sagrario y decíais: “¿Jesús, me oyes?”.
Y, claro ¡Él os escuchaba! Os encantaba que os leyeran Vidas de
Santos y luego preguntabais: “¿Ya rezamos el rosario? ¡Porque
del Rosario depende mi salvación!”. “Traedme, a Jesucristo”,
decíais, pidiendo la comunión. Y, así, habiendo gastado
vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser con corona de luz, como premio justo
a vuestra entrega increíble de amor. “Santo Patrón de los
Confesores y Moralistas” de todo el orbe de la tierra. ¡Aleluya!
¡oh!, San Antonio María, “vivo soldado del Dios de la Vida y del Amor”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
____________________________________________

1ro. de Agosto
San Alfonso M. de Ligorio
Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor o Padres Redentoristas
(1696 – 1787)

Alfonso significa: “listo para el combate”.

Nació cerca de Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Sus padres fueron Don José, Marqués de Ligorio y Capitán de la Armada naval, y Doña Ana Cabalieri. Nuestro santo fue el primogénito de siete hermanos, cuatro varones y tres niñas. Siendo aún niño fue visitado por San Francisco Jerónimo el cual lo bendijo y anunció: “Este chiquitín vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien”.

A los 16 años, caso excepcional obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios.Para conservar la pureza de su alma escogió un director espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía como de la peste de todos los que tuvieran malas conversaciones.

Su padre, que deseaba hacer de él un brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de la vida caballeresca. Y en su profesión de abogado iba obteniendo resaltantes triunfos. Pero todo esto no lo dejaba satisfecho, por el gran peligro que en el mundo existe de ofender a Dios.

A sus compañeros les repetía: “Amigos, en el mundo corremos peligro de condenarnos”. Más tarde escribiría: “Las vanidades del mundo están llenas de amargura y desengaños. Lo sé por propia y amarga experiencia”. Su padre quería casarlo con alguna joven de familia muy distinguida para que formara un hogar de alta clase social. Pero cada vez que le preparaban algún noviazgo, la novia tenía que exclamar: “Muy noble, muy culto, muy atento, pero… ¡Vive más en lo espiritual que en lo material!.

Hubo un pleito famoso entre el Doctor Orsini y el gran duque de Toscana. El Dr. Alfonso defendía al de Orsini. Su exposición fue maravillosa, brillante. Sumamente aplaudida. Creía haber obtenido el triunfo para su defendido. Pero apenas terminada su intervención, se le acerca el jefe de la parte contraria, le alarga un papel y le dice: “Todo lo que nos ha dicho con tanta elocuencia cae de su base ante este documento”.

Alfonso lo lee, y exclama: “Señores, me he equivocado”, y sale de la sala diciendo en su interior: “Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no te serviré ni un minuto más”. Se encierra en su cuarto y está tres días sin comer. No hace sino rezar y llorar. Después se dedica a visitar enfermos, y un día en un hospital de incurables le parece que Jesús le dice: “Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme a mí”. Emocionado le responde: “Señor, ¿qué queréis que yo haga?”.

Y se dirige luego a la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced y ante el sagrario hace voto de dejar el mundo. Y como señal de compromiso deja su espada ante el altar de la Sma. Virgen. Pero tuvo que sostener una gran lucha espiritual para convencer a su padre, el cual cifraba en este hijo suyo, brillantísimo abogado, toda la esperanza del futuro de su familia. “Fonso mío – le decía llorando – ¿Cómo vas a dejar tu familia? – y él respondía: Padre, el único negocio que ahora me interesa es el de salvar almas”.

Al fin, a los 30 años de edad logra ser ordenado sacerdote. Desde entonces se dedica trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades. Reúne a los niños y a la gente humilde, al aire libre y les enseña catecismo. Su padre que gozaba oyendo sus discursos de abogado, ahora no quiere ir a escuchar sus sencillos sermones sacerdotales. Pero un día entra por curiosidad a escucharle una de sus pláticas, y sin poderse contener exclama emocionado: “Este hijo mío me ha hecho conocer a Dios”. Y esto lo repetirá después muchas veces.

Se le reunieron otros sacerdotes y con ellos, el 9 de noviembre de 1752, fundó la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas). Y a imitación de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio. Su lema era el de Jesús: “Soy enviado para evangelizar a los pobres”.

Durante 30 años, con su equipo de misioneros, recorre campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente. La gente al ver su gran espíritu de sacrificio, corría a su confesionario a pedirle perdón de sus pecados. Solía decir que el predicador siembra y el confesor recoge la cosecha.

Es admirable como a San Alfonso le alcanzaba el tiempo para hacer tantas cosas. Predicaba, confesaba, preparaba misiones y escribía. Hay una explicación: Había hecho votos de no perder ni un minuto de su tiempo. Y aprovechaba este tesoro hasta lo máximo. Al morir deja 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras.

Su obra ha sido traducida a 70 lenguas, y ya en vida llegó a ver más de 40 traducciones de sus escritos. Para su libro más famoso, “Las Glorias de María”, empezó San Alfonso a recoger materiales cuando tenía 38 años de edad, y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750. Su redacción le gastó 16 años. Sus obras las escribió en sus últimos 35 años, que fueron años de terribles sufrimientos.

En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Agueda. Quedó aterrado y dijo que renunciaba a ese honor.Pero el Papa no le aceptó la renuncia. “Cúmplase la Voluntad de Dios. Este sufrimiento por mis pecados” – exclamó – y aceptó. Tenía 66 años.

Estuvo 13 años de obispo. Visitó cada dos años los pueblos. En cada pueblo de su diócesis hizo predicar misiones, y él predicaba el sermón de la Virgen o el de la despedida. Vino el hambre y vendió todos sus utensilios, hasta su sombrero y anillo y la mula y el carro del obispo para dar de comer a los hambrientos. Cuando le aceptaron su renuncia de obispo exclamó: Bendito sea Dios que me ha quitado una montaña de mis hombros.

Dios lo probó con enfermedades. Fue perdiendo la vista y el oído. “Soy medio sordo y medio ciego – decía – pero si Dios quiere que lo sea más y más, lo acepto con gusto”. Su delicia era pasar las horas junto al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba al sagrario, tocaba a la puertecilla y decía: “¿Jesús, me oyes?”

Le encantaba que le leyeran Vidas de Santos. Un hermano tras otro pasaban a leerle por horas y horas. Preguntaba: ¿Ya rezamos el rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación . “Traedme, a Jesucristo”, decía, pidiendo la comunión.

San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, (Tenía 90 años). El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875. Para un devoto de la Virgen ninguna lectura más provechosa que “Las Glorias de María” de San Alfonso. No hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar. (San Alfonso)

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Alfonso_M_Ligorio.htm)

31 julio, 2022

Domingo XVIII (C) del tiempo ordinario

 


 

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21):En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre!, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

…………………………………………………….

«La vida de uno no está asegurada por sus bienes» Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)

Hoy, Jesús nos sitúa cara a cara con aquello que es fundamental para nuestra vida cristiana, nuestra vida de relación con Dios: hacerse rico delante de Él. Es decir, llenar nuestras manos y nuestro corazón con todo tipo de bienes sobrenaturales, espirituales, de gracia, y no de cosas materiales.

Por eso, a la luz del Evangelio de hoy, nos podemos preguntar: ¿de qué llenamos nuestro corazón? El hombre de la parábola lo tenía claro: «Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19). Pero esto no es lo que Dios espera de un buen hijo suyo. El Señor no ha puesto nuestra felicidad en herencias, buenas comidas, coches último modelo, vacaciones a los lugares más exóticos, fincas, el sofá, la cerveza o el dinero. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero en sí mismas no pueden saciar las ansias de plenitud de nuestra alma, y, por tanto, hay que usarlas bien, como medios que son.

Es la experiencia de san Ignacio de Loyola, cuya celebración tenemos tan cercana. Así lo reconocía en su propia autobiografía: «Cuando pensaba en cosas mundanas, se deleitaba, pero, cuando, ya aburrido lo dejaba, se sentía triste y seco; en cambio, cuando pensaba en las penitencias que observaba en los hombres santos, ahí sentía consuelo, no solamente entonces, sino que incluso después se sentía contento y alegre». También puede ser la experiencia de cada uno de nosotros.

Y es que las cosas materiales, terrenales, son caducas y pasan; por contraste, las cosas espirituales son eternas, inmortales, duran para siempre, y son las únicas que pueden llenar nuestro corazón y dar sentido pleno a nuestra vida humana y cristiana.

Jesús lo dice muy claro: «¡Necio!» (Lc 12,20), así califica al que sólo tiene metas materiales, terrenales, egoístas. Que en cualquier momento de nuestra existencia nos podamos presentar ante Dios con las manos y el corazón llenos de esfuerzo por buscar al Señor y aquello que a Él le gusta, que es lo único que nos llevará al Cielo.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo» (San Juan Mª Vianney)
  • «¡Tú eres importante! Y Dios cuenta contigo por lo que eres, no por lo que tienes: ante Él, nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que utilizas; no le importa si vas a la moda, le importas tú, tal como eres. A sus ojos, vales, y lo que vales no tiene precio» (Francisco)
  • «El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.536)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2022-07-31)

30 julio, 2022

Santa María de Jesús Sacramentado Venegas

 

 30 de Julio

Santa María de Jesús Sacramentado Venegas

Nació en Zapotlanejo, Jalisco el 8 de setiembre de 1868. Hija de un matrimonio muy numeroso -ella fue la doceava hija- desarrolló durante su juventud un estilo de vida que la acercó a la plena consagración al Señor. En noviembre de 1905 asistió, en Guadalajara, a una jornada de ejercicios espirituales donde aceptó dócilmente ser sierva del Señor, ingresando luego a un instituto religioso que recién se había creado, las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, fundada por el canónigo Atenógenes Silva para atender a los enfermos abandonados y a los menesterosos.

El 25 de enero de 1921 se realizaron las primeras elecciones canónicas de la congregación, siendo entonces electa superiora general; este nombramiento aumentó su fidelidad al deber. De 1926 a 1929, durante la crudelísima persecución religiosa, mantuvo con firmeza la vida espiritual y la disciplina del instituto a ella confiado y redactó las constituciones de su congregación, aprobadas por el arzobispo de Guadalajara, Mons. Francisco Orozco y Jiménez.

El 8 de setiembre de 1930, fiesta de la Natividad de María, ella y las hermanas elegidas, formularon sus votos perpetuos; su nombre, Natividad, lo cambió por el de María de Jesús Sacramentado. Durante 33 años, hasta 1954, fecha en que dejó la dirección a ella confiada, fundó dieciséis casas para atender enfermos y ancianos desvalidos. Durante su vida prodigó cuidados verdaderamente maternales a los enfermos y a las religiosas puestas bajo su tutela; su fortaleza la atribuía a la recepción cotidiana de la Sagrada Eucaristía.

Los últimos años de su vida, marcados por la enfermedad y decrepitud, dio ejemplo de abnegación y entereza. Murió en Guadalajara el 30 de julio de 1959, cuando contaba con 91 años de edad en el hospital del Sagrado Corazón de Guadalajara donde se guardan sus restos.

(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=754)