22 agosto, 2022

Fiesta de María Reina

 


ORACIÓN

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.Reina dignísima del mundo, María Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos.

¡Oh! Santa María Reina,
os celebramos este día
en la octava de Vuestra Asunción
diciendo a los cuatro vientos
que un nexo existe
entre Vuestra realeza
y Vuestra partida a los cielos.
En el medievo os saludaban
como “Reina” a Vuestra Merced
Santa Madre de Dios
invocándoos así:
“Salve, Reina caelorum;
Reina caeli, laetare”.
Vuestro Hijo os ensalzó
como Reina universal,
para que Vos os asemejaseis a Él,
Señor de señores
Vencedor del Pecado y de la Muerte;
¡Oh! Santa María Reina, Santa Madre de nuestro Redentor.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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Santa Madre del Redentor

¡Oh!, Santa Madre del Redentor;
María Virgen Inmaculada
A la gloria celestial
Asunta en cuerpo y alma
Por Cristo ensalzada
Como Reina universal
Con justicia plena
A Vuestro Hijo semejante
¡Rey del universo!
¡Señor de señores!
¡Vencedor del pecado!
¡Vencedor de la muerte!
¡Y Dios de la Vida!
¡Oh!, Santa Madre del Redentor.

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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22 de Agosto
Santa María Reina
Memoria Litúrgica

Por: Tere Fernandez del Castillo

Martirologio Romano: Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina, que engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y que es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de misericordia.

El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.

Un poco de historia

La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.

María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.

María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.

María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.

La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.

La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.

(https://www.es.catholic.net/op/articulos/34667/mara-reina-santa.html#modal)

21 agosto, 2022

Domingo XXI (C) del tiempo ordinario

 

 Traten de entrar por la puerta estrecha" (Lucas 13,22-30) - YouTube

 

Texto del Evangelio (Lc 13,22-30):En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’; y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

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«Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)

Hoy, el evangelio nos sitúa ante el tema de la salvación de las almas. Éste es el núcleo del mensaje de Cristo y la “ley suprema de la Iglesia” (así lo afirma, sin ir más lejos, el mismo Código de Derecho Canónico). La salvación del alma es una realidad en cuanto don de Dios, pero para quienes aún no hemos traspasado las lindes de la muerte es tan solo una posibilidad. ¡Salvarnos o condenarnos!, es decir, aceptar o rechazar la oferta del amor de Dios por toda la eternidad.

Decía san Agustín que «se hizo digno de pena eterna el hombre que aniquiló en sí el bien que pudo ser eterno». En esta vida sólo hay dos posibilidades: o con Dios, o la nada, porque sin Dios nada tiene sentido. Visto así, vida, muerte, alegría, dolor, amor, etc. son conceptos desprovistos de lógica cuando no participan del ser de Dios. El hombre, cuando peca, esquiva la mirada del Creador y la centra sobre sí mismo. Dios mira incesantemente con amor al pecador, y para no forzar su libertad, espera un gesto mínimo de voluntad de retorno.

«Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Cristo no responde a la interpelación. Quedó entonces la pregunta sin respuesta, y también hoy, pues «es un misterio inescrutable entre la santidad de Dios y la conciencia del hombre. El silencio de la Iglesia es, pues, la única posición oportuna del cristiano» (San Juan Pablo II). La Iglesia no se pronuncia sobre quienes habitan el infierno, pero —basándose en las palabras de Jesucristo— sí que lo hace sobre su existencia y el hecho de que habrá condenados en el juicio final. Y todo aquel que niegue esto, sea clérigo o laico, incurre sin más preámbulos en herejía.

Somos libres para tornar la mirada del alma al Salvador, y somos también libres para obstinarnos en su rechazo. La muerte petrificará esa opción por toda la eternidad…

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El cristianismo no es cuestión de persuasión, sino de grandeza» (San Ignacio de Antioquía)
  • «La Iglesia no crece por proselitismo sino “por atracción”» (Francisco)
  • «Se entra en oración como se entra en la liturgia: por la puerta estrecha de la fe. A través de los signos de su presencia, es el rostro del Señor lo que buscamos y deseamos, es su palabra lo que queremos escuchar y guardar» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.656)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2022-08-21)

20 agosto, 2022

San Bernardo Abad, Doctor de la Iglesia y Fundador

 

 

¡Oh!, San Bernardo; vos, sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo y quizás, por lo tanto, preguntarme deba
y preguntaros a vos: ¿Qué carisma habría encerrado
en vos, Aquél que todo lo sabe y lo ve? ¿Con qué fuerza
os sedujo, que un poco más, hacéis de vuestra casa
convento familiar? ¡Sólo Dios! y más nadie, capaz es,
de tamaño milagro. ¿Qué dulzor en vuestro hablar?, que
atraían como abejas al panal celestial a los jóvenes
de vuestro tiempo. No en vano, os llamaban “El cazador
de almas y vocaciones”, y “doctor boca de miel”. Porque,
también de vos, son las palabras a la “Llena de Gracia”
de la salve: “Oh clemente, oh piadosa, oh siempre dulce
Virgen María”, prueba de vuestro grande amor celestial.
“Batallador y valiente”, como el honor que hicisteis
al significado de vuestro santo nombre y, elevando así
vuestro espíritu hasta la misma casa del Padre. Y, así,
y después de haber llegado a ser el más famoso de Europa
en vuestro tiempo y de haber conseguido varios milagros,
como el de hacer hablar a un mudo, el cual muchos pecados
confesó y, el de haber fundado varios monasterios con monjes
llenos de fe, vuestros discípulos os dijeron que pidieseis
a Dios la gracia de seguir viviendo unos cuantos años más
y les dijisteis: “Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar
junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve
a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que
a Él mejor le parezca”. Y, a Dios le pareció que ya habíais
sufrido y trabajado bastante y que merecíais el descanso
eterno y además, el premio que os había preparado para vos:
“ver con vuestros propios ojos al Dios
de la Vida y del Amor”;
¡oh!, San Bernardo; “vivo cazador amoroso de almas del Dios Vivo”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Agosto
San Bernardo, Abad
Doctor de la Iglesia y Fundador
Año 1153

San Bernardo: Gran predicador, enamorado de Cristo y de la Madre Santísima: pídele al buen Dios que nos conceda a nosotros un amor a Dios y al prójimo, semejante al que te concedió a ti. Quiera Dios que así sea.

“NO ERES MÁS SANTO PORQUE NO ERES MÁS DEVOTO DE MARÍA” (San Bernardo).

Bernardo significa: “Batallador y valiente”. (Bern=batallador; Nard=valiente)

En orden cronológico, o sea en cuanto al tiempo, San Bernardo es el último de los llamados Padres de la Iglesia. Pero en importancia es uno de los que más han influido en el pensamiento católico en todo el mundo. Nace en Borgoña, Francia (cerca de Suiza) en el año 1090. Sus padres tuvieron siete hijos y a todos los formaron estrictamente haciéndoles aprender el latín, la literatura y, muy bien aprendida, la religión.

La familia que se fue con Cristo

Esta familia ha sido un caso único en la historia. Cuando Bernardo se fue de religioso, se llevó consigo a sus 4 hermanos varones, y un tío, dejando a su hermana a que cuidará al papá (la mamá ya había muerto) y el hermanito menor para que administrara las posesiones que tenían. Dicen que cuando llamaron al menor para anuanciarle que ellos se iban de religiosos, el muchacho les respondió: “¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí unicamente en la tierra? Esto no lo puedo aceptar”. Y un tiempo después, también él se fue de religioso. Y más tarde llegaron además al convento el papá y el esposo de la hermana (y ella también se fué de monja). Casos como este son más únicos que raros.

La personalidad de Bernardo

Pocos individuos han tenido una personalidad tan impactante y atrayente, como San Bernardo. El poseía todas las ventajas y cualidades que pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva y brillante. Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía de cuantos trataban con él. Esto y su físico lleno de vigor y lozanía era ocasión de graves peligros para su castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano y lo sensual. Pero todo esto lo llenaba de desilusiones. Las amistades mundanas por más atractivas y brillantes que fueran lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más y más desilusionado del mundo y de sus placeres.

A mal grave, remedio terrible

Como sus pasiones sexuales lo atacaban violentamente, una noche se revolcó entre el hielo hasta quedar casi congelado. Y el tremendo remedio le trajo mucha paz.

Una visión cambia su rumbo

Una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado.

Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra

Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que no llegaban religiosos nuevos. Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para irse a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera.

Pero aquí sí que apareció el poder tan sorprendente que este hombre tenía para convencer a los demás e influir en ellos y ganarse su voluntad. Empezó a hablar tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y casi a todos los jóvenes de los alrededores, y junto con 31 compañeros llegó al convento de los Cistercienses a pedir ser admitidos de religiosos. Pero antes en su finca los había preparado a todos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, se fue de religioso al convento.

El papá, el hermano Nirvardo, el cuñado y la hermana, ya irán llegando uno por uno a pedir ser recibidos como religiosos. Formidable poder de atracción. En toda la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a las comunidades religiosas, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo, porque lo mas probable era que se iría de religioso.

En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban “el cazador de almas y vocaciones”. Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.

Fundador de Claraval

En el convento del Císter demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio sumamente árido y lleno de bosques donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle muy claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día.

Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos.

La oratoria de santo

Después de San Juan Crisóstomo y de San Agustín, es difícil encontrar otro orador católico que haya obtenido tantos éxitos en su predicación como San Bernardo. Lo llamaban “El Doctor boca de miel” (doctor melífluo) porque sus palabras en la predicación eran una verdadera golosina llena de sabrosura, para los que la escuchaban.

Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.

Su amor a la Virgen Santísima

Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo, porque entre todos los predicadores católicos quizás ninguno ha hablado con más cariño y emoción acerca de la Virgen Santísima que este gran santo. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: “Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María”. Y repetía la bella oración que dice: “Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir”.

El pueblo vibraba de emoción cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante. “Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial”. Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.

Viajero incansable

El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso, por imprudente, se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le daño la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo fuertemente las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos.

Exclamaba: “A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas”. (ya en las noches pararía luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación).

De carbonero a Pontífice

Un hombre muy bien preparado le pidió que lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas a transportar carbón, y el otro lo hizo de muy buena voluntad. Después llegó a ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Eugenio III. El santo le escribió un famoso libro llamado “De consideratione”, en el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. Y llegó a decirle: “Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación”.

Despedida gozosa

Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por ej. Hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba: “Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca”. Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a su eternidad feliz el 20 de agosto del año 1153. Solamente tenía 63 años pero había trabajado como si tuviera más de cien. El sumo pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bernardo_8_20.htm)

19 agosto, 2022

San Juan Eudes Presbítero y Fundador

San Juan Eudes

 

 ¡Oh!, San Juan Eudes; sois vos, el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y de los “Corazones Sagrados de Jesús y María”,
su Apóstol. Se ha dicho de vos, que un “león”, en la predicación
erais y, en la confesión, un “manso cordero”, al que, unisteis
vuestro amoroso don de escritor y nato fundador. Dijisteis: “Para
ofrecer bien una Eucaristía se necesitan tres eternidades:
una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para
dar gracias”. Tal, vuestro pensar a cerca del Cuerpo y la Sangre
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Vuestro amor a Dios, os
llevó a fundar la “Congregación de Jesús y María”, también
llamada de los Padres “Eudistas”, en honor a vos, mismo; también
insuflado del mismo sentimiento, os disteis tiempo para fundar
la “Comunidad de las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio”,
que más tarde, origen dio a la “Comunidad del Buen Pastor”.
Vuestros escritos, grande bien han hecho, a las gentes de vuestro
tiempo y del nuestro. Os preocupasteis por todos los enfermos
y de especial manera por las mujeres arrepentidas, proveyéndoles
amor, refugio y trabajo. Vos, pensabais que primero teníais
que formar sacerdotes excelentes, para tener fieles similares,
y así lo hicisteis hasta el final de vuestros días. “El predicador
agita las ramas, pero el confesor es el que caza los pájaros”.
Decíais vos, que os inspirabais siempre por el influjo del Espíritu
Santo, que sintetizasteis en vuestro libro: “El Admirable Corazón
de la Santísima Madre de Dios”. Predicasteis vuestra última
misión en Sain-Lö, con un frío invernal y, duró ella, nueve
semanas. A partir de entonces os retirasteis de la vida activa.
Y, así, vuestra tarea cumplida, voló vuestra alma al cielo, para,
coronada ser de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, San Juan Eudes, “viva misericordia del Dios de la Vida y del Amor”.

© 2022 Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Agosto
San Juan Eudes
Presbítero y Fundador

Martirologio Romano: San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas. Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que en Caen, de la región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor (1680).

Fecha de canonización: Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.

Etimología Juan = Dios es misericordia. Viene de la lengua hebrea.

En la segunda mitad del siglo XVI, vivía en Ri, Normandía (Francia), un granjero llamado Isaac Eudes, casado con Marta Corbin. Como no tuviesen hijos al cabo de dos años de matrimonio, ambos esposos fueron en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora. Nueve meses después tuvieron un hijo, al que siguieron otros cinco. El mayor recibió el nombre de Juan y, desde niño, dio muestras de gran inclinación al amor de Dios. Se cuenta que, cuando tenía nueve años, un compañero de juegos le abofeteó; en vez de responder en la misma forma, Juan siguió el consejo evangélico y le presentó la otra mejilla.

A los catorce años, Juan ingresó en el colegio de los jesuitas de Caén. Sus padres deseaban que se casara y siguiera trabajando la granja de la familia. Pero Juan, que había hecho voto de virginidad, recibió las órdenes menores en 1621 y estudió la teología en Caén con la intención de consagrarse a los ministerios parroquiales. Sin embargo, poco después determinó ingresar en la congregación del oratorio, que había sido fundada en 1611 por el futuro cardenal Pedro de Bérulle. Tras de recabar con gran dificultad el permiso paterno, fue recibido en París por el superior general en 1623. Juan había sido hasta entonces un joven ejemplar: su conducta en la congregación no lo fue menos, de suerte que el P. Bérulle le dio permiso de predicar, aunque sólo había recibido las órdenes menores. Al cabo de un año en París, Juan fue enviado a Aubervilliers a estudiar bajo la dirección del P. Carlos de Condren, el cual, según la expresión de Santa Juana Francisca de Chantal, “estaba hecho para educar ángeles”. El fin de la congregación del oratorio consistía en promover la perfección sacerdotal y Juan Eudes tuvo la suerte de ser introducido en ella por dos hombres de la talla de Condren y Bérulle.

Al servicio de los enfermos

Dos años más tarde, se desató en Normandía una violenta epidemia de peste, y Juan se ofreció para asistir a sus compatriotas. Bérulle le envió al obispo de Séez con una carta de presentación, en la que decía: “La caridad exige que emplee sus grandes dones al servicio de la provincia en la que recibió la vida, la gracia y las órdenes sagradas, y que su diócesis sea la primera en gozar de los frutos que se pueden esperar de su habilidad, bondad, prudencia, energía y vida”. El P. Eudes pasó dos meses en la asistencia a los enfermos en lo espiritual y en lo material. Después fue enviado al oratorio de Caén, donde permaneció hasta que una nueva epidemia se desató en esa ciudad, en 1631. Para evitar el peligro de contagiar a sus hermanos, Juan se apartó de ellos y vivió en el campo, donde recibía la comida del convento.

Predicador ungido

Pasó los diez años siguientes en la prédica de misiones al pueblo, preparándose así para la tarea a la que Dios le tenía destinado. En aquella época empezaron a organizarse las misiones populares en su forma actual. San Juan Eudes se distinguió entre todos los misioneros. En cuanto acababa de predicar, se sentaba a oír confesiones, ya que, según él, “el predicador agita las ramas, pero el confesor es el que caza los pájaros”. Mons. Le Camus, amigo de San Francisco de Sales, dijo refiriéndose al P. Eudes: “Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y os aseguro que ninguno de ellos mueve tanto a las gentes como este buen padre”. San Juan Eudes predicó en su vida unas ciento diez misiones.

Confesor: Las gentes decían de él: “En la predicación es un león, y en la confesión un cordero”.

Las mujeres atrapadas en mala vida

Una de las experiencias que adquirió durante sus años de misionero, fue que las mujeres de mala vida que intentaban convertirse, se encontraban en una situación particularmente difícil. Durante algún tiempo, trató de resolver la dificultad alojándolas provisionalmente en las casas de las familias piadosas, pero cayó en la cuenta de que el remedio no era del todo adecuado. Magdalena Lamy, una mujer de humilde origen, que había dado albergue a varias convertidas, dijo un día al santo: “Ahora os vais tranquilamente a una iglesia a rezar con devoción ante las imágenes y con ello creéis cumplir con vuestro deber. No os engañéis, vuestro deber es alojar decentemente a estas pobres mujeres que se pierden porque nadie les tiende la mano”.

Estas palabras produjeron profunda impresión en San Juan Eudes, quien alquiló en 1671, una casa para las mujeres arrepentidas; en la que podían albergarse en tanto que encontraban un empleo decente. Viendo que la obra necesitaba la atención de religiosas, el santo la ofreció a las visitandinas, quienes se apresuraron a aceptarla.

Formación del clero

San Juan Eudes se dio cuenta de que para que el pueblo sea ferviente y llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio.

Después de mucho orar, reflexionar y consultar, San Juan Eudes abandonó la congregación del oratorio en 1643. La experiencia le enseñó que el clero necesitaba reformarse antes que los fieles y que la congregación sólo podría conseguir su fin mediante la fundación de seminarios. El P. Condren, que había sido nombrado superior general, estaba de acuerdo con el santo; pero su sucesor, el P. Bourgoing, se negó a aprobar el proyecto de la fundación de un seminario en Caén.

Entonces el P. Eudes decidió formar una asociación de sacerdotes diocesanos, cuyo fin principal sería la creación de seminarios con miras a la formación de un clero parroquial celoso. La nueva asociación quedó fundada el día de la Anunciación de 1643, en Caén, con el nombre de “Congregación de Jesús y María”. Sus miembros, como los del oratorio, eran sacerdotes diocesanos y no estaban obligados por ningún voto. San Juan Eudes y sus cinco primeros compañeros se consagraron a “la Santísima Trinidad, que es el primer principio y el último fin de la santidad del sacerdocio”. El distintivo de la congregación era el Corazón de Jesús, en el que estaba incluido místicamente el de María; como símbolo del amor eterno de Jesús por los hombres.

La congregación encontró gran oposición, sobre todo por parte de los jansenistas y de los padres del oratorio. En 1646, el P. Eudes envió a Roma al P. Manoury para que recabase la aprobación pontificia para la congregación, pero la oposición era tan fuerte, que la empresa fracasó.

En 1650, el obispo de Coutances pidió a San Juan que fundase un seminario en dicha ciudad. El año siguiente, M. Oliver, que consideraba al santo como “la maravilla de su época”, Ie invitó a predicar una misión de diez semanas en la iglesia de, San Sulpicio de París. Mientras se hallaba en esa misión, el P. Eudes recibió la noticia de que el obispo de Bayeux acababa de aprobar la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, formada por las religiosas que atendían a las mujeres arrepentidas de Caén. En 1653, San Juan fundó en Lisieux un seminario, al que siguió otro en Rouen en 1659. ¡En seguida, el santo se dirigió a Roma a tratar de conseguir la aprobación pontificia para su congregación; pero los santos no siempre tienen éxito, y San Juan Eudes fracasó en Roma.

Un año después, una bula de Alejandro VII aprobó la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio. Ese fue el coronamiento de la obra que el P. Eudes y Magdalena Larny habían emprendido treinta años antes en favor de las pecadoras arrepentidas. San Juan siguió predicando misiones con gran éxito; en 1666, fundó un seminario en Evreux y, en 1670, otro en Rennes.

Al año siguiente, publicó un libro titulado “La Devoción al Adorable Corazón de Jesús”. Ya antes, el santo había instituido en su congregación una fiesta del Santísimo Corazón de María. En su libro incluyó el propio de una misa y un oficio del Sagrado Corazón de Jesús. El 31 de agosto de 1670, se celebró por primera vez dicha fiesta en la capilla del seminario de Rennes y pronto se extendió a otras diócesis. Así pues, aunque San Juan Eudes no haya sido el primer apóstol de la devoción al Sagrado Corazón en su forma actual, fue sin embargo él “quien introdujo el culto del Sagrado Corazón de Jesús y del Santo Corazón de María”´, como lo dijo León XIII en 1903. El decreto de beatificación añadía: “El fue el primero que, por divina inspiración les tributó un culto litúrgico.”

Clemente X publicó seis breves por los que concedía indulgencias a las cofradías de los Sagrados Corazones de Jesús y María, instituidas en los seminarios de San Juan Eudes.

Durante los últimos años de su vida, el santo escribió su tratado sobre “el Admirable Corazón de la Santísima Madre de Dios”; trabajó en la obra mucho tiempo y la terminó un mes antes de morir. Su última misión fue la que predicó en Sain-Lö, en 1675, en plena plaza pública, con un frío glacial. La misión duró nueve semanas. El esfuerzo enorme acabó con su salud y a partir de entonces se retiró prácticamente de la vida activa. Su muerte ocurrió el 19 de agosto de 1680.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

18 agosto, 2022

Beato Martín Martínez Pascual

 

 

18 de Agosto

Beato Martín Martínez Pascual

“Hermano, siervo de Dios, practica… la religión” (cf. 1 Tim 6,11). Haciendo referencia a estas palabras del Evangelio, se dirigía San Juan Pablo II al grupo de sacerdotes mártires de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos que fueron beatificados el 1 de octubre de 1995. Estas palabras encajan a la perfección con el carisma fundado por el Beato Manuel Domingo y Sol, que se encargaba precisamente de esto: formar a futuros sacerdotes y catequizar a todos los necesitados.

Infancia

En el pueblo de Valdealgorfa, provincia de Teruel, nació el día 11 de noviembre de 1910 el niño Martín Martínez Pascual. Sus padres eran un matrimonio muy trabajador y cristiano. Dº Martín Martínez Callao era un conocido carpintero de la localidad y Doña Francisca Pascual Amposta era ama de casa. El matrimonio se esforzó en inculcar muchos y buenos valores a sus tres hijos, los educaron en la Fe cristiana desde una religiosidad sencilla. Al día siguiente de nacer, lo bautizaron en la majestuosa iglesia de Nuestra Señora de la Natividad. Le pusieron el nombre de Martín en honor a su padre.

Como todos los niños en su infancia, era travieso y alegre, le gustaba pasar largas jornadas de juegos con sus amigos, llevaba siempre la iniciativa. En el año 1919, cuando contaba con nueve años de edad, ayudaba como monaguillo en el convento que las Hermanas Clarisas tenían cerca de su casa; con estas religiosas le unió hasta su muerte un gran cariño. Aquí se sintió muy atraído por la adoración al Santísimo Sacramento. Le llamó especialmente la atención cómo estas religiosas se arrodillaban y pasaban largas horas de recogida oración delante de la custodia o el sagrario, adorando a Jesús Sacramentado. Este hecho con toda probabilidad fue el que influyó a la hora de encauzar su vida por el sacerdocio, ya que desde muy joven dijo a sus padres que quería ser sacerdote. Uno de sus amigos de infancia recuerda al Beato Martín de esta forma: “De chico era muy bueno y muy piadoso. Animaba a los demás chicos a ser buenos y rezaba con ellos”, Martín “era un santito”.

Vocación

Como ya hemos dicho, el joven Martín sintió muy pronto la llamada al sacerdocio, casi con toda la seguridad podamos decir que esta vocación maduró día tras día en este convento de las Clarisas. Sus padres tenían mucho interés en que el joven fuese Guardia civil, era una carrera con bastantes salidas en aquella época, aparte de que estaba bien vista por la sociedad. Martín era buen estudiante y sus padres estaban convencidos de que no le supondría mucho esfuerzo sacar esta carrera, pero él dijo que no, que sería sacerdote, y así se lo hizo saber al párroco, Dº Mariano Portolés Piquer. Este sacerdote fue muy querido en Valdealgorfa por encargase de cuidar y dirigir las vocaciones religiosas que surgían en este pueblo- que eran muchas –, a todos los seminaristas y novicias daba muy buenos consejos que acompañarían a éstos a lo largo de sus vidas. Algunos vecinos y compañeros del Beato declararon que la vocación del Beato Martín podría venir del ejemplo de Dº Mariano, ya que era un sacerdote modelo que suscitó muchas vocaciones gracias sus virtudes.

Con inmensa alegría marchó desde su pueblo natal hasta el Seminario menor de Belchite (Zaragoza).

En los primeros años no destacó del resto de seminaristas, era un seminarista más, aplicado en los estudios y obediente en lo que le encargaban sus superiores. En el tiempo libre que tenía con los demás seminaristas no dejó a un lado sus travesuras, le gustaba gastar pequeñas bromas. Esto cambió de alguna forma cuando empezó a estudiar la materia de filosofía, a partir de entonces se esforzó mucho por alcanzar la perfección en todo aquello que emprendía. No podemos confundir su cambio con una especie de misticismo, todo lo contrario, él siguió esforzándose con la misma sencillez y naturalidad de siempre, aunque sí que es cierto que en esto tuvo que ver mucho “Historia de un alma”, libro de Santa Teresita de Niño Jesús (durante ese tiempo, el Beato Martín leyó este libro). La alegría que desbordaba por donde pasaba todos la recuerdan como una de sus mayores virtudes, era una alegría natural que cautivaba a todos con los que trataba.

En esta última etapa del Seminario de Belchite dejó muy buen recuerdo en todos los seminaristas menores. Estos jóvenes lo recuerdan como un hermano mayor muy alegre y simpático, encargado de hacer de mediador en los roces de caracteres que surgían entre ellos. A parte también lo recuerdan por su amor al Santísimo Sacramento, a la Inmaculada Concepción, a San José y a Santa Teresita del Niño Jesús. Sin ni tan siquiera él saberlo, empujaba con su devoto ejemplo a hacer lo mismo a los jóvenes seminaristas, en concreto a visitar al Santísimo y pasar largas jornadas adorándolo. Dº Martín Fuster, paisano suyo y entonces seminarista, lo recuerda de esta manera: “En el Seminario, sobre todo los últimos años, fue ejemplar. En vacaciones era seminarista modelo y apóstol entre nosotros, los seminaristas más pequeños. Ya entonces gozaba de fama, no solamente de bueno, sino de santo”.

En el año 1932 ya estaba cerca el fin de su carrera y con ello pronto sería ordenado sacerdote. El día 12 de noviembre, un día después de haber cumplido veintidós años, recibió la tonsura, un día después los ministerios de ostiario y lector, pocos días más tarde los de exorcista y acólito.

Sacerdote de la Hermandad de los Sacerdotes Operarios Diocesanos

Desde que el Beato Martín leyó los libros de Santa Teresita del Niño Jesús deseaba ser misionero, a medida que pasaba el tiempo está más convencido de serlo. No encontró facilidades para cumplir este deseo, él quería cumplirlo de inmediato y esto conllevaba una serie de “burocracias” que se resolverían a largo plazo, y no a corto plazo como era su deseo.

En el año 1934 solicitó entrar en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, instituto fundado por el Beato Manuel Domingo y Sol. El Director General de la Hermandad era Dº Pedro Ruiz de los Paños (beato y mártir), fue él quien dirigió la solicitud de admisión al arzobispo de Zaragoza, quien finalmente lo admitió. Según él mismo Beato Martín contó en una ocasión, ingresó en la Hermandad de los Sacerdotes Operarios con el celo de preparara sacerdotes santos con espíritu apostólico que llevaran el mensaje del Evangelio por todas partes del mundo. Estaba convencido de que siendo él mismo un santo dentro de la Hermandad, surgirían vocaciones de misioneros santos en todos los seminarios de este instituto. En cambio, su familia no mostraba mucho agrado por la idea de que ingresara en la Hermandad, pensaban que en una parroquia de la diócesis podría estar más comunicado con los padres, que ya eran mayores. Finalmente, vieron con buenos ojos su reciente ingreso.

En 1934, marcha para Tortosa (Tarragona) donde la Hermandad tenía sus principales casas y seminarios. Aquí se prepara con mucha humildad, alegría, confianza e intensa oración para su ordenación. El 4 de noviembre de 1934 fue ordenado subdiácono, el 10 de febrero de 1935 fue ordenado diácono y el 15 de junio de 1935 recibió la ordenación sacerdotal en Tortosa. Cantó la primera misa en la casa de Probación y después marchó hasta su pueblo, Valdealgorfa, para celebrar su segunda misa. Era el día del Corpus Christi y por la tarde sacó al Santísimo Sacramento en procesión por el pueblo.

Formador de sacerdotes en Murcia y última prueba: el martirio

En el curso que comprendía entre los años 1935-36, el Beato Martín fue destinado al colegio de vocaciones de San José en Murcia como formador y también como profesor de latín en el seminario Mayor de San Fulgencio. Era su primer destino como sacerdote y lo desempeñó poniendo todas sus fuerzas e ilusión. En este año su trabajo hizo una gran reforma, fue muy valorado y reconocido por superiores y alumnos. Muchos de sus alumnos dirían: “De no haber sido mártir, habría llegado a ser Santo de todas formas”.

En 1936 el ambiente político ya empezaba a preocupar al joven Dº Martín, no obstante, no se vino abajo por nada de lo que se veía y oía en la ciudad, mostraba siempre su confianza en la Providencia. Si por algo se preocupaba era por los jóvenes seminaristas, por si perdían la vocación en estos difíciles momentos. El 26 de junio de 1936 marchó para Tortosa a unos ejercicios espirituales, donde muchos de los sacerdotes de la Hermandad asistían (de los treinta asistentes a dichos ejercicios, murieron mártires veintidós). Terminados los ejercicios se dirigió a su pueblo natal, ese mismo día unos milicianos de otra localidad venían con órdenes estrictas de persecución a Valdealgorfa. Por esta razón celebró su última misa en público, comulgaron todas las monjas y los sacerdotes concelebrantes con el mayor recogimiento.

Desde este mismo día no le quedó otra opción que vivir oculto y vestir como laico. Estando oculto en la casa de sus padres, los milicianos fueron a buscarlo en varias ocasiones y él huía saltando tapias de una casa a otra, llevando encima el Santísimo Sacramento por si tenía ocasión de visitar por la noche a algún enfermo o moribundo. Después de deambular de casa en casa de sus buenos vecinos, marchó a ocultarse en una cueva a las afueras del pueblo. Aquí permaneció más de veinte días, que fueron su particular Viacrucis. Jesús Sacramentado, que lo acompañaba en esas horas amargas, era su fortaleza, intensificaba la oración y rezaba sin descanso, estaba seguro de que le quedaba poco tiempo para morir mártir.

El día 18 de agosto el comité emitió un bando para que se presentaran todos los sacerdotes del pueblo, al no acudir el Beato Martín, arrestaron a su padre con la amenaza de matarlo. Unos vecinos le hicieron llegar la noticia a la cueva donde se ocultaba y de inmediato corrió sin descanso para llegar al pueblo. Muchos vecinos se lo cruzaron y aseguraban que estaba alegre y sin muestras de miedo. Un miliciano amigo de la familia se acercó y le dijo que a él y a su padre no les pasaría nada, pero Martín le dijo al miliciano que les perdonaba a todos, a continuación le dio un abrazo para sus familiares y le aseguró que perdonaría a sus asesinos. Al poco tiempo fue detenido por confesar que era “Martín Martínez, sacerdote como los demás detenidos”. Sólo permaneció unos minutos encarcelado junto los demás sacerdotes del pueblo, en estos pocos minutos le dio tiempo a compartir las sagradas formas que llevaba ocultas, así pudieron comulgar todos. Seguidamente los montaron en un camión y pasaron a recoger a un grupo de seglares que tenían presos en una ermita, al subir éstos al camión, el Beato Martín dijo en voz alta: “¡Qué lástima no haber sabido yo esto, porque hubieran participado también éstos del banquete celestial!”.

En el momento final, los milicianos le dijeron que si quería decir sus últimas palabras, muy sereno dijo: “Yo no quiero sino daros mi bendición y que Dios no os tome en cuenta la locura que vais a cometer”. Acto seguido le ordenaron que se volviera de espaldas, y se dirigió a los milicianos diciendo: “Moriré de frente porque no he hecho ningún mal”. Al empezar los disparos gritó: “¡Viva Cristo Rey!” y se abrazó al joven Martín Fuster, que apenas había cumplido un mes desde que cantara su primera misa. Esto fue una prueba más de su protección, cariño y unión por las jóvenes vocaciones sacerdotales. Tenía veinticinco años y como vemos en la foto que abre el artículo murió alegre, sereno y amando a la Iglesia.

Beatificación

Después de reconocerse el martirio de este grupo de nueve Sacerdotes Operarios Diocesanos, encabezado por el Beato Pedro Ruiz de los Paños, fueron beatificados por San Juan Pablo II el 1 de octubre de 1995, junto a varios grupos de otros mártires del siglo XX de España. Estos nueve mártires no recibieron juntos el martirio, tampoco el mismo día, ni siquiera en la misma ciudad, pero la H.S.O.D unificó las causas. Actualmente los restos de parte de ellos descansan en el templo de la reparación de Tortosa.

(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=760)

17 agosto, 2022

Santa Clara de la Cruz de Montefalco, Abadesa


 

¡Oh! Santa Clara de la Cruz de Montefalco, vos, sois la hija
del Dios de la Vida, su sierva y amada santa. Vos, movida
a ser ermitaña, escogisteis el hábito franciscano y en
compañía de vuestra hermana Giovanna y sus compañeras entraron
a la vida mosástica para vivirla estrictamente. Vos, hicisteis
vuestros votos de pobreza, castidad y obediencia, y así os
convertisteis en religiosa agustina. Vuestra hermana fue electa
primera abadesa y vuestra ermita fue dedicada como un monasterio.
Al fallecimiento de vuestra hermana Giovanna, os eligieron como
abadesa por imposición de obediencia a vuestro obispo. En la
celebreación de la Epifanía y después de hacer una confesión
general frente a vuestras hijas, entrasteis en éxtasis y os
mantuvisteis asi por varias semanas. Estando imposibilitada de
comer, las religiosas os mantenían dándoos agua azucarada. Y,
vos, os visteis siendo juzgada delante de Dios. Y, también
dijisteis haber visto a Jesús, vestido como un pobre viajero.
Durante una visión arrodillándoos delante de Jesus, tratasteis
de detenerlo y le preguntasteis: «¿Mi Señor a donde vas?»
y Jesús os respondió: «”He buscado en todo el mundo un lugar fuerte
donde plantar esta Cruz firmemente y no lo he encontrado». Luego,
vos, mirasteis la Cruz y haciéndole saber vuestro deseo de ayudar
a cargarla, os respondió Jesús: «Clara, he encontrado el lugar
para mi Cruz aquí. He encontrado finalmente alguien a quien
pueda confiar mi Cruz». Y, Jesús, implantó su Cruz en vuestro
corazón. EL intenso dolor que sentisteis en todo vuestro ser,
cuando recibíais la Cruz de Cristo, vivió en vos, para siempre.
Y, así, el resto de vuestros años los pasasteis en la pena y en
el dolor y aún así, continuasteis sirviendo a vuestras hermanas
con alegría. Vos, servisteis como abadesa, maestra, madre y
directora espiritual de vuestras amadas hijas por largo tiempo.
Y, un día vos enfermasteis gravemente y pedisteis recibir la
Extrema Unción, hicisteis vuestra última confesión y vuestra
alma, voló al cielo luego de haberla gastado en buena lid,
para ser coronada con corona de luz. Os beatificó, el Papa
Clemente Doce, en el Día de la Inmaculada Concepción. El Papa
León Trece, la canonizó en la Basílica de San Pedro en Roma.
Luego de vuestra muerte, vuestro corazón fue extraído de
vuestro cuerpo, y luego de él, se extrajeron un crucifijo, tres
clavos, la corona de espinas y un látigo. Y, entonces noticiado
el obispo viajó a Montefalco, indignado pensando que las
religiosas habían sembrado los símbolos. Investigaron físicos,
juristas y teólogos, los cuales descartaron la posibilidad de
fabricación de aquellas reliquias. El vicario del obispo, quién
vino a Montefalco a castigar al responsable del fraude, se
convenció de la autenticidad de los descubrimientos después
de verificar personalmente que los signos no eran resultado
de trucos. Pero, las dudas persistieron aun en el proceso de
vuestra canonización, hasta quisieron canonizaros como
franciscana y no como agustina ya que vos habíais sido secular
terciaria franciscana. El crucifijo encontrado en vuestro
corazón es del tamaño de un pulgar, la cabeza de Cristo esta
inclinada hacia el lado derecho, su cuerpo es blanco con
excepción de la abertura en el costado derecho que tiene un
rojo intenso. El látigo y la corona de espinas son, formados
por fibras nerviosas y los tres clavos están formados por
una tela de fibras oscuras. Hoy vuestro cuerpo, está incorrupto,
y vuestro corazón es venerado en la iglesia de Santa Clara
en Montefalco, donde vuestro cuerpo, vestida con el hábito
agustino, reposa gloriosamente bajo el altar mayor. ¡Aleluya!
¡Oh! Santa Clara de la Cruz de Montefalco, «vivo amor por Cristo».

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado


17 de Agosto
Santa Clara de la Cruz de Montefalco
Abadesa

Martirologio Romano: En Montefalcone, de la Umbría, santa Clara de la Cruz, virgen de la Orden de los Eremitas de San Agustín, que estuvo al frente del monasterio de la Santa Cruz con un amor ardiente a la pasión de Cristo (1308).

Nació en Montefalco, Umbría (Italia), alrededor de 1268; sus padres fueron Damiano e Iacopa Vengente. Su hermana Giovanna vivía como ermitaña. En 1274, cuando Clara tenía 6 años, el obispo de Spoleto permitió a Giovanna recibir a mas hermanas y fue cuando Clara entra a la Tercera Orden de San Francisco, movida a ser ermitaña adopta el hábito franciscano. En 1278, la comunidad creció lo suficiente que tuvieron que construir una ermita más grande a las afueras del pueblo.

En 1290, Clara, su hermana Giovanna y sus compañeras deciden entrar a la vida mosástica en el mas estricto sentido. Su obispo ubica el monasterio en Montefalco según la regla de San Agustín. Clara hace sus votos de pobreza, castidad y obediencia, y se convierte en religiosa agustina. Su hermana Giovanna fue electa la primera abadesa y su pequeña ermita fue dedicada como un monasterio. El 22 de noviembre de 1291 Giovanna muere, después Clara fue elegida abadesa. Clara, inicialmente, no aceptó la posición, pero después de la intervención del obispo de Spoleto, finalmente aceptó ser abadesa por imposición de obediencia de su obispo.

1294 fue decisivo para la vida espiritual de Clara. En la celebreación de la Epifanía, después de hacer una confesión general frente a sus hijas, sintió un éxtasis y se mantuvo asi por varias semanas. Imposibilitada de comer, las religiosas mantenían a su Madre Abadesa dándole agua azucarada. Durante este tiempo, Clara reportó tener una visión en la cual se vió siendo juzgada delante de Dios.

Clara también comentó tener una visión de Jesús vestido como un pobre viajero. Durante una visión arrodillándose delante de Jesus trató de detenerlo y preguntarle «»Mi Señor a donde vas?»» y Jesús le respondió «”He buscado en todo el mundo un lugar fuerte donde plantar esta Cruz firmemente y no lo he encontrado».» Después, Clara miró la Cruz y haciéndole saber su deseo de ayudar a Jesús a cargarla, le dijo: «»Clara, he encontrado el lugar para mi Cruz aquí. He encontrado finalmente alguien a quien pueda confiar mi Cruz»» y Jesús, implantó su Cruz en el corazón de Clara. EL intenso dolor que sintió en todo su ser cuando recibía la Cruz de Cristo, vivió con ella para siempre. El resto de sus años los pasó en la pena y en el dolor y aún así continuaba sirviendo a sus hermanas con alegría.

En el año de 1303 Clara pudo construir una iglesia en Montefalco la cual no solo sirvió como capilla para las religiosas, sino también para todas las personas de la ciudad. La primera piedra fue bendecida el 24 de junio de 1303 por el obispo de Spoleto y aquel dia la iglesia fue dedicada a la Santa Cruz.

Clara sirvió como abadesa, maestra, madre y directora espiritual de sus amadas hijas por 16 años. Mientras la reputación de santidad y milagros atraían visitantes al monasterio, ella continuaba gobernándolo de manera sabia, cuidadosa y sin romper la armonía de la comunidad.

En agosto de 1308, enfermó grave que la dispuso en cama; el 15 de agosto, pidió recibir la Extrema Unción. Hizo su última confesión el 17 de agosto y al dia siguiente, muere en su convento de Montefalco en 1308.

El proceso de canonización fue iniciado en 1328, pero fue hasta el 13 de abril de 1737 que Clara fue beatificada por el Papa Clemente XII. El 8 de diciembre de 1881, fiesta de la Inmaculada Concepción, el Papa León XIII la canonizó en la Basílica de San Pedro en Roma.

Reliquias
Inmediatamente después de la muerte de Clara, su corazón fue extraído del cuerpo y después de una inspección, se reportó que los instrumentos de la Pasion de Cristo: un crucifijo, 3 clavos, la corona de espinas y un látigo fueron encontrados en su corazón hechos por los tejidos cardiacos. Escuchado estas noticias, el vicario del obispo de Spoleto viajó a Montefalco lleno de indignación sospechando que las religiosas del convento habían plantado los símbolos. Una comisión de físicos, juristas y teólogos se reunieron para llevar a cabo una investigación , la cual descartó la posibilidad de fabricación. El vicario del obispo, quén vino a Montefalco como un inquisidor a castigar al responsable del fraude, se convenció de la autenticidad de los descubrimientos después de verificar personalmente que los signos no eran resultado de trucos. Sin embargo, dudas de la veracidad de los hallazgos persistieron aun en el proceso de canonización, hasta querían canonizarla como franciscana y no como agustina ya que habia sido secular terciaria franciscana.

El crucifijo encontrado en el corazón de santa Clara es del tamaño de un pulgar, la cabeza de Cristo esta inclinada hacia el lado derecho, su cuerpo es blanco con excepción de «la pequeña abertura en el costado derecho que tenia un rojo intenso». El látigo y la corona de espinas son, aparentemente formados por fibras nerviosas y los 3 clavos estan formados por una tela de fibras oscuras.

El cuerpo de Santa Clara permanece incorrupto, sin embargo la piel de sus manos se ha oscurecido con el tiempo. El corazón fue dispuesto para la veneración en la iglesia de Santa Clara en Montefalco, donde su cuerpo, vestida con el hábito agustino, reposa bajo el altar mayor.

(http://es.catholic.net/op/articulos/36613/clara-de-la-cruz-de-montefalco-santa.html)

16 agosto, 2022

San Esteban "El Grande", rey de Hungría

 

 

¡Oh!, San Esteban de Hungría, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y siendo de alta alcurnia
os hicisteis el último de todos a imitación de vuestro
Maestro, Señor y Dios nuestro, Jesucristo. Vuestro poder
al servicio de los desposeídos, menesterosos y pobres
pusisteis, dando de vuestra fortuna “in extenso”, tanto
que, la gente os gritaba: “¡Ahora sí se van a acabar
los pobres!”. “Ellos representan mejor a Jesucristo,
a quien yo quiero atender de manera especial. Una cosa
sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor
si en mí existe la capacidad de hacerlo”, se os escuchaba
a menudo decir. Para mezclaros con los pobres y necesitados
os disfrazabais de albañil y así, salíais por la noche
por todas las calles a repartir ayuda. Pero, en una de ellas
al encontraros con un grupo de aquellos, repartisteis las
monedas que llevabais, tantas que, al final os las quitaron
y os agradieron con palos. Cuando cesó todo, os pusisteis
de rodillas y luego, disteis gracias a Dios por haberos
concedido tal sacrificio. Nuestra fe Católica expandisteis
tanto en su doctrina, como en su obra. La devoción por
Nuestra Señora nunca la dejasteis y, en su honor templos
levantasteis, invocándola a cada instante con amor y fe,
y, con ello, la idolatría y las falsías religiones acabasteis.
Un día perdisteis en una cacería a vuestro amado hijo
a quien habíais formado como vuestro sucesor. Al saberlo
sólo exclamasteis: “El Señor me lo dio, el Señor me lo
quitó. ¡Bendito sea Dios!”. Los últimos años de vuestra
vida, padecisteis enfermedades que os fueron purificando
y santificando cada vez más y más. Y, el día de la Asunción
de Nuestra Señora, fiesta amada por vos, voló vuestra
alma al cielo, así ganando, corona de luz eterna, como
justo premio a vuestra entrega de amor y misericordia.
Santo Patrono y conversor de todo el reino de Hungría;
¡oh!, San Esteban, “vivo Cristo de Amor y Misericordia viva”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de agosto
San Esteban rey de Hungría
Año 1038

Dios todopoderoso, te rogamos que tu Iglesia tenga como glorioso intercesor en el cielo a san Esteban de Hungría, que durante su reinado se consagró a propagarla en este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.

Que nuestro Dios Todopoderoso nos envíe en todo el mundo muchos gobernantes que sepan ser tan buenos católicos y tan generosos con los necesitados como lo fue el santo rey Esteban.

Esteban significa: “coronado” (estebo= corona).

Este santo tiene el honor de haber convertido al catolicismo al reino de Hungría. Fue bautizado por San Adalberto y tuvo la suerte de casarse con Gisela, la hermana de San Enrique de Alemania, la cual influyó mucho en su vida. Valiente guerrero y muy buen organizador, logró derrotar en fuertes batallas a todos los que se querían oponer a que él gobernara la nación, como le correspondía, pues era el hijo del mandatario anterior.

Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos que se habían opuesto a él cuando quiso propagar la religión católica por todo el país y acabar la idolatría y las falsas religiones, y había organizado la nación en varios obispados, envió al obispo principal, San Astrik, a Roma a obtener del Papa Silvestre II la aprobación para los obispados y que le concediera el título de rey. El sumo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envío una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría. Y así en el año 1000 fue coronado solemnemente por el enviado del Papa como primer rey de aquel país.

El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba conventos y los dotaba de todo lo necesario. Ordenó que cada 10 pueblos debían construir un templo, y a cada Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos, libros, cálices y demás objetos necesarios para mantener el personal de religiosos allá. Lo mismo hizo en Roma.

La cantidad de limosnas que este santo rey repartía era tan extraordinaria, que la gente exclamaba: “¡Ahora sí se van a acabar los pobres!”. El personalmente atendía con gran bondad a todas las gentes que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los más pobres, diciendo: “Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial”.

Para conocer mejor la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles a repartir ayudas. Y una noche al encontrarse con un enorme grupo de menesterosos empezó a repartirles las monedas que llevaba. Estos, incapaces de aguardar a que les llegara a cada quien un turno para recibir, se le lanzaron encima, quitándole todo y lo molieron a palos. Cuando se hubieron alejado, el santo se arrodilló y dio gracias a Dios por haberle permitido ofrecer aquel sacrificio. Cuando narró esto en el palacio, sus empleados celebraron aquella aventura, pero le aconsejaron que debía andar con más prudencia para evitar peligros. El les dijo: “Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor. Si en mí existe la capacidad de hacerlo”.

A su hijo lo educó con todo esmero y para él dejó escritos unos bellos consejos, recomendándole huir de toda impureza y del orgullo. Ser paciente, muy generoso con los pobres y en extremo respetuoso con la santa Iglesia Católica. La gente al ver su modo tan admirable de practicar la religión exclamaba: “El rey Esteban convierte más personas con buenos ejemplos, que con sus leyes o palabras”.

Dios, para poderlo hacer llegar a mayor santidad, permitió que en sus últimos años Esteban tuviera que sufrir muchos padecimientos. Y uno de ellos fue que su hijo en quien él tenía puestas todas sus esperanzas y al cual había formado muy bien, muriera en una cacería, quedando el santo rey sin sucesor. El exclamó al saber tan infausta noticia: “El Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito sea Dios”. Pero esto fue para su corazón una pena inmensa.

Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más. El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo invocaran como santo y en su sepulcro se obraron admirables milagros.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Esteban_de_Hungria.htm)