16 septiembre, 2022

San Cornelio, Papa y San Cipriano, Obispo, Mártires

 


 

!Oh! San Cornelio y San Cipriano, vosotros sois los hijos del
Dios de la Vida y del Amor, y sus amados mártires. Vos Cornelio
Papa y Mártir, honor hicisteis al significado de vuestro nombre:
“fuerte como un cuerno”. A vos os martirizaron en la persecución
del emperador Decio. Un hereje, llamado Novaciano proclamaba
que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados
y que, el que alguna vez hubiera renegado de su fe, no más podía
ser admitido en la Iglesia. También decía que los pecados como
la fornicación y el adulterio, no podían ser perdonados jamás.
Cornelio Papa, se opuso y respondió que si un pecador de verdad
se arrepiente y desea, una nueva vida de conversión, la Iglesia
puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez
entre los fieles. A vos, Cornelio os apoyaron San Cipriano desde
Africa y los demás obispos de occidente. El gobierno de Decio
os desterró de Roma y a causa de vuestros sufrimientos y malos
entregasteis vuestra vida en el destierro, como mártir. Y, vos,
Cipriano, que fuisteis el más brillante de los obispos del áfrica,
antes de que apareciera San Agustín, os dedicasteis a la tarea
de educador, conferencista y orador público, poseíais inteligencia
de privilegio, gran habilidad para hablar en público, y personalidad
impactante sobre los demás. Os bautizasteis y permanecisteis
casto siempre, y no contrajisteis matrimonio. Renunciasteis a
vuestros literatos mundanos. Dijisteis vos: “Me parece que Dios
ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de
la aclamación de los sacerdotes”. Y llegasteis a ser el más
importante de los obispos de Cartago. Un escritor escribió de vos
así: “Era majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera
vista y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él.
Tenía una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera
que los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo
o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor amor”.
A Decio, le interesó acabar con los obispos y destruir los
libros sagrados e invita a todos los que quieren renegar de la
religión a quemar en incienso ante los dioses, acto con el cual
quedaban perdonados. Muchos caen con esta trampa con tal de no
perder sobretodo sus vidas. Vos Cipriano, huísteis y os escondisteis
y desde allí, enviaviais cartas a los creyentes invitándolos
a no abandonar la religión por nada. Entonces los paganos recorren
las calles gritando: “Pedimos que Cipriano sea echado a los
leones”. Pero, no lo logran su cometido demoníaco. Volvió la paz
y vos, volvisteis a vuestro cargo. Y a todo renegado que quiso
volver a la Iglesia les exigisteis que hiciera penitencia. Sucedió
que, luego vinieron después espantosas persecuciones y los
cristianos prefirieron la muerte antes que quemar incienso a dioses
falsarios y, así fueron mártires gloriosos. En plena peste os
dedicasteis a repartir ayudas vendiendo lo más más valioso de la
casa episcopal. Os dedicasteis a pronunciar bellos sermones
acerca de la limosna. El impío Decio, dicta pena de destierro
para todo creyente que asistiera a un acto de culto cristiano,
y pena de muerte para cualquier obispo o sacerdote que se atreva
a celebrar una ceremonia religiosa. Y a vos, Cipriano os dictan
pena de destierro, pero vos, seguís cumpliendo con vuestras
tareas y celebrais ceremonias religiosas, y entonces os dictan la pena
de muerte. «Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún
otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y
la tierra. A Él, rezamos cada día los cristianos». «Lo que le han
ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes
mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar. El juez Valerio
consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta
sentencia: “Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador
Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable
de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano;
queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada”.
Vos, al oír la sentencia, exclamasteis: ¡Gracias sean dadas a Dios!
La multitud gritaba: “Que nos maten también a nosotros, junto
con él”. Entonces, vos ordenasteis regalarle veinticinco monedas
de oro al verdugo que os mataría y os vendasteis los ojos y os
arrodillasteis y el verdugo os cortó la cabeza con un golpe
de espada. Y, así, en olor a multitud volaron al cielo, vuestras
almas, para coronadas ser de luz y eternidad como justo premio
a vuestras vidas que profesaron amor y fidelidad al Dios Vivo».
Más tarde murieron Valerio y Valeriano, juez y emperador.¡Aleluya!

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado


16 de Septiembre

San Cornelio y San Cipriano
Mártires

San Cornelio Papa y Mártir año 253.

Cornelio significa: “fuerte como un cuerno”.Este Pontífice fue martirizado en la persecución del emperador Decio en el año 253. Su Pontificado se vió amargado por la rebelión de un hereje llamado Novaciano que proclamaba que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados y que por lo tanto el que alguna vez hubiera renegado de su fe, nunca más podía ser admitido en la Santa Iglesia.

El hereje afirmaba también que ciertos pecados como la fornicación e impureza y el adulterio, no podían ser perdonados jamás. El Papa Cornelio se le opuso y declaró que si un pecador se arrepiente en verdad y quiere empezar una vida nueva de conversión, la Santa Iglesia puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez entre los fieles. A San Cornelio lo apoyaron San Cipriano desde Africa y todos los demás obispos de occidente.

El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir.

San Cipriano Obispo de Cartago y Mártir año 258

A San Cipriano le rogamos que ruegue a Dios para que los que somos seguidores de Cristo, no sintamos nunca vergüenza de ser cristianos, y proclamemos siempre y en todas partes con palabras y buenas obras nuestra santa religión. Este fue el Santo más importante del Africa y el más brillante de los obispos de este continente, antes de que apareciera San Agustín.

Había nacido en el año 200 en Cartago (norte de Africa) y se dedicó a la labor de educador, conferencista y orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para hablar en público, y una personalidad brillante y simpática que le conseguía un impresionante ascendiente sobre los demás.

Llegado a la mayoría de edad se convirtió al cristianismo por el ejemplo y las palabras de un santo sacerdote llamado Cecilio. Se hizo bautizar y una vez bautizado hizo el juramento de permanecer siempre casto, y de no contraer matrimonio (celibato se llama a este modo de vivir). A las gentes les llenó de admiración el tal voto o juramento, porque esto no se acostumbraba en aquellos tiempos.

Desde su conversión, descubrió Cipriano que la S. Biblia contiene tesoros maravillosos de buenas enseñanzas y se dedicó con toda su brillante inteligencia a estudiar este Libro Santo y a leer los comentarios que los antiguos santos habían escrito, respecto de la Sagrada Escritura. Hizo el sacrificio de renunciar a sus literatos mundanos que tanto le agradaban antes, y en adelante ya nunca citará ni siquiera una frase de un autor que no sea cristiano católico. Escribió un comentario acerca del Padrenuestro, tan bello, que hasta ahora no ha sido superado por otro autor.

Fue ordenado sacerdote, y en el año 248 al morir el obispo de Cartago, el pueblo y los sacerdotes aclamaron a Cipriano como el más digno para ser el nuevo obispo de la ciudad. El se resistía y quería huir o esconderse, pero al fin se dio cuenta de que era inútil oponerse al querer popular y aceptó tan importante cargo, diciendo: “Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes”. Y llegó a ser el más importante de todos los obispos que tuvo Cartago.

Un escritor de ese tiempo dejó este retrato de la bondad y venerabilidad de Cipriano: “Era majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera que los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor amor”.

En el año 251 el emperador Decio decreta una terrible persecución contra los cristianos. Le interesaba sobre todo acabar con los obispos y destruir los libros sagrados. Y para que el mal a la religión sea mayor invita a todos los que quieren renegar de la religión cristiana a que quemen incienso ante los dioses y ya con eso quedan perdonados. Muchísimos caen en esta trampa, y con tal de no perder sus bienes, su libertad y su vida misma, queman incienso ante las imágenes de los ídolos paganos, y reniegan de la santa religión.

El mal es inmenso

Cipriano, con gran prudencia, viendo que lo que primero buscan es acabar con todos los jefes de la Iglesia, huye y se esconde, pero desde su escondite envía continuas cartas a los creyentes invitándolos a no abandonar la religión por nada en la vida. Los paganos recorren las calles de Cartago gritando: “Pedimos que Cipriano sea echado a los leones”. Pero no lo lograron encontrar para echarlo a las fieras.

Hubo un corto período de paz y Cipriano volvió a su cargo de obispo. Pero encontró que algunos aceptaban sin más en la Iglesia a los que habían apostatado de la religión, sin exigirles hacer penitencia de ninguna clase. Se opuso a esta relajación y en adelante a todo renegado que quiso volver a la Iglesia le exigió que hiciera antes cierto tiempo de penitencia.

Así preparaba a los creyentes para que en las próximas persecuciones no se dejaran dominar por el miedo y no renegaran tan fácilmente de sus creencias. Muchos se oponían a esta severidad, pero era necesaria para prevenir el peligro de apostatías en la próxima persecución que ya se avecinaba. Y sucedió que cuando vinieron después las más espantables persecuciones, los cristianos prefirieron morir antes que quemar incienso a los dioses de los paganos. Y fueron mártires gloriosos.

El año 252, llega la peste de tifo negro a Cartago y empiezan a morir cristianos por centanares y quedan miles de huérfanos. El obispo Cipriano se dedica a repartir ayudas a los que han quedado en la miseria. Vende todo lo más valioso que hay en su casa episcopal, y pronuncia unos de los sermones más bellos que se han compuesto en la Iglesia Católica acerca de la limosna. Todavía hoy al leer tan emocionantes sermones, siente uno un deseo inmenso de dedicarse a ayudar a los necesitados. Sus oyentes se conmovieron al escucharle tan impresionantes enseñanzas y fueron generosísimos en auxiliar a las víctimas de la epidemia.

El año 257 el emperador Valeriano decretó una violentísima persecución contra los cristianos. Pena de destierro para todo creyente que asistiera a un acto de culto cristiano, y pena de muerte para cualquier obispo o sacerdote que se atreviera a celebrar una ceremonia religiosa. A Cipriano le decretan en el año 157 pena de destierro, pero como donde quiera que vaya sigue celebrando ceremonias religiosas, en el año 258 le decretan pena de muerte. Se conservan las actas de la última audiencia que los jueces le hicieron para condenarlo al martirio. Son muy interesantes. Dicen así:

El juez: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?

Cipriano: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos.

El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó al mártir: “¿Es usted el responsable de toda esta gente?

Cipriano: Si, lo soy.

El juez: El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.

Cipriano: No lo haré nunca.

El juez: Píenselo bien.

Cipriano: Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar.

El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: “Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano; queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada”.

Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: ¡Gracias sean dadas a Dios!

Toda la inmensa multitud gritaba: “Que nos maten también a nosotros, junto con él”, y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio. Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.

El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.

A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.

 (http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cornelio_y_San_Cipriano.htm)

15 septiembre, 2022

Nuestra Señora, Virgen de los Dolores

 Hoy celebramos a Nuestra Señora de los Dolores

 ¡Oh!, Nuestra Señora, Virgen de los Dolores,
siete vuestros dolores, los que os acompañaron
hasta el pie de la Cruz: la profecía de Simeón,
vuestra huida a Egipto, los tres días en que Jesús,
Vuestro Amado Hijo, perdido estuvo, más tarde,
el encuentro con Él, la Cruz llevando, su Muerte
en el Calvario, su Descendimiento y la colocación
de su cuerpo en el sepulcro. ¿Qué valor para
superar aquél dolor? Soldadesca, gritos, escupitajos,
insultos, vinagre en vez de agua, lanza en su
costado y Vuestro Amado Hijo, sin chistar nada.
Y, Vos, igual; hecha toda lágrimas de sangre.
Permitidnos, pues; Corredentora nuestra, marchar
junto a Vos, compartiendo vuestro sufrir y en
cada palpitar suplicaros que intercedáis por la
humanidad toda, para que, al veros, vuestra fe y
valor, se apoderen de todos nosotros y juntos,
comprender podamos el amor infinito e inescrutable
de Vuestro Hijo, Jesucristo que, siendo Dios,
humano se hizo para convivir entre nosotros como
uno más, igual en todo, jamás, en el pecado, y
a quien Vos, le disteis vuestra humanidad y Dios
Padre, su maravillosa e inescrutable divinidad;
¡Oh!, Señora Nuestra, «¡viva! Virgen de los Dolores».

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de septiembre
Nuestra Señora, Virgen de los Dolores

Los siete dolores de la Santísima Virgen que han suscitado mayor devoción son: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, los tres días que Jesús estuvo perdido, el encuentro con Jesús llevando la Cruz, su Muerte en el Calvario, el Descendimiento, la colocación en el sepulcro.

Simeón había anunciado previamente a la Madre la oposición que iba a suscitar su Hijo, el Redentor. Cuando ella, a los cuarenta días de nacido ofreció a su Hijo a Dios en el Templo, dijo Simeón: “Este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravesará el alma” (Lc 2,34).

El dolor de María en el Calvario fue más agudo que ningún otro en el mundo, pues no ha habido madre que haya tenido un corazón an tierno como el de la Madre de Dios. Cómo no ha habido amor igual al suyo. Ella lo sufrió todo por nosotros para que disfrutemos de la gracia de la Redención. Sufrió voluntariamente para demostrarnos su amor, pues el amor se prueba con el sacrificio.

No por ser la Madre de Dios pudo María sobrellevar sus dolores sino por ver las cosas desde el plan de Dios y no del de sí misma, o mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios. Nosotros debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos echará una mano para ayudarnos.

La devoción a los Dolores de María es fuente de gracias sin número porque llega a lo profundo del Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia en los falsos placeres de este mundo abrazaríamos con paciencia los dolores y sufrimientos de la vida. Nos traspasaría el dolor de los pecados.

La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reservas al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz acompañados de la Madre Dolorosa. Ella quiere de verdad ayudarnos a llevar nuestras cruces diarias, porque fue en le calvario que el Hijo moribundo nos confió el cuidado de su Madre. Fue su última voluntad que amemos a su Madre como la amó Él.

La Palabra de Dios

“Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.

Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.

“Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.” Lc 2, 34-45

“Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.” Lc 2, 48 “Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta,” Lam 1, 12

Oración propia de la Novena

¡Santísima y muy afligida Madre, Virgen de los Dolores y Reina de los Mártires! Estuviste de pie, inmóvil, bajo la Cruz, mientras moría tu Hijo. Por la espada de dolor que te traspasó entonces, por el incesante sufrimiento de tu vida dolorosa y el gozo con que ahora eres recompensada de tus pruebas y aflicción, mírame con ternura Madre, ten compasión de mí que vengo a tu presencia para venerar tus dolores. Deposito mi petición con infantil confianza en el santuario de tu Corazón herido.

Te suplico que presentes a Jesucristo, en unión con los méritos infinitos de su Pasión y Muerte, lo que sufriste junto a la Cruz, y por vuestros méritos me sea concedida esta petición (Mencione el favor que desea). ¿A quién acudiré yo en mis necesidades y sufrimientos sino a ti, Madre de misericordia? Tan hondo bebiste del cáliz de tu Hijo que puedes compadecerte de los sufrimientos de quienes están todavía en este valle de lágrimas.

Ofrece a nuestro divino Salvador lo que Él sufrió en la Cruz para que su recuerdo le mueva a compadecerse de mí, pecador. Refugio de pecadores y esperanza de la humanidad, acepta mi petición y escúchala favorablemente, si es conforme a la voluntad de Dios. Señor Jesucristo, te ofrezco los méritos de María, Madre tuya y nuestra, que ganó bajo la Cruz. Por su amable intercesión pueda yo obtener los deliciosos frutos de tu Pasión y Muerte.

Ofrecimiento

María, Virgen Santísima y Reina de los Mártires, acepta el sincero homenaje de mi amor infantil. Recibe mi pobre alma dentro de tu corazón, traspasado por tantas espadas. Tómala por compañera de tus dolores al pie de la Cruz, donde Jesús murió para redimir al mundo.

Contigo, Virgen de los Dolores, quiero sufrir gustosamente todas las pruebas, sufrimientos y aflicciones que Dios se complazca en mandarme. Los ofrezco en memoria de tus dolores. Haz que todos mis pensamientos y latidos del corazón sean un acto de compasión y amor por ti.

Madre amadísima ten compasión de mí, reconcíliame con Jesús, tu divino Hijo, manténme en su gracia y asísteme en mi última agonía, para que pueda yo encontrarte en el Cielo juntamente con el Hijo.

Himno – Stabat Mater

Ante el hórrido Madero Del Calvario lastimero, Junto al Hijo de tu amor, ¡Pobre Madre entristecida! Traspasó tu alma abatida Una espada de dolor.

¡Cuan penoso, cuán doliente Ver en tosca Cruz pendiente Al Amado de tu ser! Viendo a Cristo en el tormento, Tú sentías el sufrimiento De su amargo padecer.

¿Quien hay que no lloraría Contemplando la agonía De María ante la Pasión? ¿Habrá un corazón humano Que no compartiese hermano Tan profunda transfixión? Golpeado, escarnecido, Vio a su Cristo tan querido Sufrir tortura tan cruel, Por el peso del pecado De su pueblo desalmado Rindió su espíritu El.

Dulce Madre, amante fuente, Haz mi espíritu ferviente Y haz mi corazón igual Al tuyo tan fervoroso Que al buen Jesús piadoso Rinda su amor fraternal.

Oh Madre Santa, en mi vida Haz renacer cada herida De mi amado Salvador, Contigo sentir su pena, Sufrir su mortal condena Y su morir redentor.

A tu llanto unir el mío, Llorar por mi Rey tan pío Cada día de mi existir: Contigo honrar su Calvario, Hacer mi alma su santuario, Madre, te quiero pedir.

Virgen Bienaventurada, De todas predestinada, Partícipe en tu pesar Quiero ser mi vida entera, De Jesús la muerte austera Quiero en mi pecho llevar.

Sus llagas en mi imprimidas, Con Sangre de sus heridas Satura mi corazón Y líbrame del suplicio, Oh Madre en el día del juicio No halle yo condenación.

Jesús, que al llegar mi hora, Sea María mi defensora, Tu Cruz mi palma triunfal, Y mientras mi cuerpo acabe Mi alma tu bondad alabe En tu reino celestial. Amén, Aleluya.

Oración

Padre, Tu quisiste que la madre de tu Hijo, llena de compasión, estuviese junto a la Cruz donde Él fue glorificado. Concede a tu Iglesia, que comparte la Pasión de Cristo, participar de su Resurrección. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

(http://www.ewtn.com/spanish/prayers/novena_dolorosa.htm)

EL BESO DE DIOS: PELÍCULA SOBRE EL AMOR A LA MISA LLEGA A LOS CINES DE AMÉRICA

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EL BESO DE DIOS: PELÍCULA SOBRE EL AMOR A LA MISA LLEGA A LOS CINES DE AMÉRICA

La fundadora del Festival Internacional de Cine Católico, Gaby Jacoba, anunció el estreno de la película el “Beso de Dios”, sobre el amor a la Misa, en los cines de América.

La película documental es dirigida por Pietro Ditano y uno de los actores protagónicos es Pietro Sarubbi, que representó a Barrabás en la película «La Pasión de Cristo» de Mel Guibson.

Además, el productor y actor católico Eduardo Verástegui se encarga de la narración de la película y se incluirá como parte de la banda sonora temas del tenor Andrea Bocelli.

En declaraciones a EWTN Noticias, Jacoba dijo que Ditano realizó la película, “después de un proceso de conversión”.

“El Señor lo llamó a realizar esta obra de arte”, añadió.

Además, dijo que la actuación de Sarubbi en el documental es realmente “increíble”.

Señaló que el objetivo de la película es ayudar a los fieles a enamorarse de la Misa y la Eucaristía. Explicó que la película muestra el proceso y “toda la profundidad que tiene la Santa Misa”, y resalta la importancia de cada “momento litúrgico”.

Además, dijo que participan “personalidades muy importantes” que hablan sobre “los misterios de la profundidad mística de cada momento de la Santa Misa, sobre todo el culmen, que es la Santa Eucaristía”.

“Así que yo creo que esta película va a mover muy fuerte el corazón”, subrayó.

Jacoba recordó a los fieles que “la Santa Misa es el centro de nuestra fe, es el centro de nuestra vida espiritual por la Santa Eucaristía”.

Sin embargo, afirmó que “a veces [los católicos] no conocemos la profundidad de lo que se vive, desde el inicio hasta el final”.

En ese sentido, dijo que este nuevo documental puede ayudar no solo a conocer más sobre la Misa y sus partes, sino a “amar y vivir más profundamente la Misa”.

Precisó que la película puede ser de especial ayuda para los catequistas, pues puede usarse como “un instrumento” que ayude a los niños, jóvenes e incluso, a los adultos, a “entender y reconocer el tesoro que tenemos en cada Santa Misa”.

Jacoba dijo que la película se estrenará durante todo septiembre en diversos países de Latinoamérica y Centroamérica.

Explicó que la cinta ya se estrenó en España hace dos meses y en Colombia, la semana pasada, y que en este último país tuvo “un éxito increíble”. “La gente que va, sale muy tocada del corazón. La están recomendando”, añadió.

La película podrá ser vista en Perú el 15 de septiembre en los cines de Cinemark.

Su estreno en México y Ecuador es el 22 de septiembre; y en Costa Rica, Panamá, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Uruguay se estrena el 29 de septiembre.

“Vamos a poder disfrutar todo septiembre de esta película increíble en la mayoría de países de Latinoamérica […] Vivan esta película, porque va a ser una experiencia extraordinaria e inolvidable”, concluyó.

(https://www.aciprensa.com/noticias/el-beso-de-dios-pelicula-sobre-el-amor-a-la-misa-llega-a-los-cines-de-america-92761)

14 septiembre, 2022

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

 


 

¡Exaltación!

¡Oh¡ Santo Día de la Exaltación
De la Santa Cruz!
Dulce madero
Vuelto a Casa
Cautivo de los persas
Heraclio emperador
Os rescató
Para Tierra Santa y el mundo todo
¡Por los Siglos de los Siglos!
¡Amén!

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Santa Cruz

¡Oh!, Exaltación de la Santa Cruz, os recordamos hoy,
porque recuperada fuisteis por el emperador Heraclio,
quien os logró rescatar de los Persas, impíos ladrones,
que os hurtaron de Jerusalén. Y, él mismo, con gran
pompa y lujo, planeó vuestro arribo y, ya de pronto
en plena procesión se dio cuenta de que, capaz no era
de avanzar. Entonces Zacarías, Arzobispo de Jerusalén
os dijo: “Es que todo ese lujo de vestidos que lleva,
están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso
de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles”.
Entonces el emperador dejó lujo y realeza de lado
y descalzo empezó a caminar. Y, así, recién recorrer
las calles pudo en piadosa procesión. Y, para evitar
que os la robasen de nuevo, partida fuisteis en pedazos.
Uno para Roma, otro para Constantinopla, uno tercero
en cofre de plata para Jerusalén. Otro tanto, se partió
en pequeñísimas astillas para las iglesias de todo mundo.
Y, así, Vuestro Madero Santo llamado “Veracruz”,”Verdadera
Cruz”, alumbra la tierra toda con el mensaje de Vuestro Amor;
¡Oh Cruz Bendita de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro!
¡Oh, Gloriosísima y Viva Exaltación de la Santa Cruz!

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Septiembre
La Exaltación de la Santa Cruz

La fiesta del Triunfo de la Santa Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Santa Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de Jerusalén.

Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido con todos los lujosos ornamentos reales, y de pronto se dió cuenta de que no era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: “Es que todo ese lujo de vestidos que lleva, están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles”.

Entonces el emperador se despojó de su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión. La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron “Veracruz”(verdadera cruz).

Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció, pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.

De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: “Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio”. Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: “La tristeza no produce ningún fruto bueno”. Y le aconsejó: “Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz”. La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.

Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.

Mire a la gente cuando pasa por frente a una iglesia. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo la haremos de hoy en adelante? Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, quiero hacer con más devoción y más despacio mi señal de la Cruz.

( http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Exaltación_de_la_Santa_Cruz.htm)

13 septiembre, 2022

San Juan Crisóstomo, Patrono de los predicadores

 


 

¡Oh!, San Juan Crisóstomo, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, llamado “Crisóstomo”
que significa “boca de oro” porque, vuestras prédicas
riquísimo manjar eran. Vuestra casa la convertisteis
en monasterio dedicándoos al estudio, la oración
y la penitencia. Marchasteis al desierto por seis años
a la muerte de vuestra madre a continuar orando,
penitencias haciendo y leyendo la Santa Biblia.
Y, de vuelta a la ciudad, continuasteis predicando bajo
la guía del Santo Espíritu. Escritor prolijo, trece
libros nos legasteis que prueba son, de vuestra alma
exquisita y espíritu. Aplauso y llanto y viceversa,
en vuestras prédicas recogíais, prueba de abrir el alma
y el espíritu, para luego en frutos, recoger vivas
conversiones. Y, de la trifulca de los impuestos al
“Discurso de las estatuas”, que, conmovieron a vuestros
fieles e hicieron de vos, famoso predicador del mundo
de aquél entonces. ¿Castigo? No más a la ciudad
por vuestros ruegos. Vos, aconsejabais diciendo: “sed
pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario,
y así, buen ejemplo dar y, con lo que ahorréis ayudad
a los necesitados”. Con vuestros sermones atacasteis
toda clase de lujos, en el vestir y en sus mobiliarios
y cuando obró el mal en vos, dijisteis: “¿Qué me destierran?
¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí
cuidando de mí? ¿Qué, me quitan mis bienes? ¿Qué, me
pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué, me
matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro
Jesús, y cómo Él, daré mi vida por mis ovejas”. Ni bien
salisteis, terremoto en Constantinopla y de terror llenos
los gobernantes os rogaron que volvieseis, para poner
calma. Y, así fue, pues un inmenso gentío salió a recibiros
emocionado. Pero luego, vuestros enemigos os desterraron
al mar Negro y os trataron brutalmente haciendoos caminar
más de diez kilómetros con un sol ardiente lo cual os debilitó
mucho y os sentisteis muy agotado y quedasteis dormido.
Entonces, Basilisco Santo, se os apareció en sueños
y os decía: “ánimo, Juan, mañana estaremos juntos”.
¡Y, así, fue! Vos, dijisteis antes de morir: “Sea dada la gloria
a Dios por todo”. Y, luego de haber gastado vuestra
santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser con corona de luz, como premio a vuestra
increíble entrega de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh! Santo Patrono de todos los predicadores de la tierra;
¡oh!, San Juan Crisóstomo, “viva boca del Dios de la Vida”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Septiembre
San Juan Crisóstomo
Patrono de los predicadores
Año 407

A este santo arzobispo de Constantinopla, la gente le puso el apodo de “Crisóstomo” que significa: “boca de oro”, porque sus predicaciones eran enormemente apreciadas por sus oyentes. Es el más famoso orador que ha tenido la Iglesia. Su oratoria no ha sido superada después por ninguno de los demás predicadores.

Nació en Antioquía (Siria) en el año 347. Era hijo único de un gran militar y de una mujer virtuosísima, Antusa, que ha sido declarada santa también.

A los 20 años Antusa quedó viuda y aunque era hermosa renunció a un segundo matrimonio para dedicarse por completo a la educación de su hijo Juan. Desde sus primeros años el jovencito demostró tener admirables cualidades de orador, y en la escuela causaba admiración con sus declamaciones y con las intervenciones en las academias literarias. La mamá lo puso a estudiar bajo la dirección de Libanio, el mejor orador de Antioquía, y pronto hizo tales progresos, que preguntado un día Libanio acerca de quién desearía que fuera su sucesor en el arte de enseñar oratoria, respondió: “Me gustaría que fuera Juan, pero veo que a él le llama más la atención la vida religiosa, que la oratoria en las plazas”.

Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer penitencia.

Cuando su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando, haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era para una salud como la suya.

El llegar otra vez a Antioquía fue ordenado de sacerdote y el anciano Obispo Flaviano le pidió que lo reemplazara en la predicación. Y empezó pronto a deslumbrar con sus maravillosos sermones. La ciudad de Antioquía tenía unos cien mil cristianos, los cuales no eran demasiado fervorosos. Juan empezó a predicar cada domingo. Después cada tres días. Más tarde cada día y luego varias veces al día. Los templos donde predicaba se llenaban de bote en bote. Frecuentemente sus sermones duraban dos horas, pero a los oyentes les parecían unos pocos minutos, por la magia de su oratoria insuperable. La entonación de su voz era impresionante. Sus temas, siempre tomados de la S. Biblia, el libro que él leía día por día, y meditaba por muchas horas. Sus sermones están coleccionados en 13 volúmenes. Son impresionantemente bellos.

Era un verdadero pescador de almas. Empezaba tratando temas elevados y de pronto descendía rápidamente como un águila hacia las realidades de la vida diaria. Se enfrentaba enardecido contra los vicios y los abusos. Fustigaba y atacaba implacablemente al pecado. Tronaba terrible su fuerte voz contra los que malgastaban su dinero en lujos e inutilidades, mientras los pobres tiritaban de frío y agonizaban de hambre.

El pueblo le escuchaba emocionado y de pronto estallaba en calurosos aplausos, o en estrepitoso llanto el cual se volvía colectivo e incontenible. Los frutos de conversión eran visibles.

El emperador Teodosio decretó nuevos impuestos. El pueblo de Antioquía se disgustó y por ello armó una revuelta y en el colmo de la trifulca derribaron las estatuas del emperador y de su esposa y las arrastraron por las calles. La reacción del gobernante fue terrible. Envió su ejército a dominar la ciudad y con la orden de tomar una venganza espantosa. Entre la gente cundió la alarma y a todos los invadió el terror. El Obispo se fue a Constantinopla, la capital, a implorar el perdón del airado emperador y las multitudes llenaron los templos implorando la ayuda de Dios.

Y fue entonces cuando Juan Crisóstomo aprovechó la ocasión para pronunciar ante aquel populacho sus famosísimos “Discursos de las estatuas” que conmovieron enormemente a sus miles de oyentes logrando conversiones. Esos 21 discursos fueron quizás los mejores de toda su vida y lo hicieron famoso en los países de los alrededores. Su fama llegó hasta la capital del imperio. Y el fervor y la conversión a que hizo llegar a sus fieles cristianos, obtuvieron que las oraciones fueran escuchadas por Dios y que el emperador desistiera del castigo a la ciudad.

En el año 398, habiendo muerto el arzobispo de Constantinopla, le pareció al emperador que el mejor candidato para ese puesto era Juan Crisóstomo, pero el santo se sentía totalmente indigno y respondía que había muchos que eran más dignos que él para tan alto cargo. Sin embargo el emperador Arcadio envió a uno de sus ministros con la orden terminante de llevar a Juan a Constantinopla aunque fuera a la fuerza. Así que el enviado oficial invitó al santo a que lo acompañara a las afueras de la ciudad de Antioquía a visitar las tumbas de los mártires, y entonces dio la orden a los oficiales del ejército de que lo llevaran a Constantinopla con la mayor rapidez posible, y en el mayor secreto porque si en Antioquía sabían que les iban a quitar a su predicador se iba a formar un tumulto inmenso. Y así fue que tuvo que aceptar ser arzobispo.

Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.

Pronto, en sus elocuentes sermones empezó a atacar fuertemente el lujo de las gentes en el vestir y en sus mobiliarios y fue obteniendo que con lo que muchos gastaban antes en vestidos costosísimos y en muebles ostentosos, lo empezaran a emplear en ayudar a la gente pobre. El mismo daba ejemplo en esto, y la gente se conmovía ante sus palabras y su modo tan pobre y mortificado de vivir.

En aquellos tiempos había una ley de la Iglesia que ordenaba que cuando una persona se sentía injustamente perseguida podía refugiarse en el templo principal de la ciudad y que allí no podían ir las autoridades a apresarle. Y sucedió que una pobre viuda se sintió injustamente perseguida por la emperatriz Eudoxia y por su primer ministro y se refugió en el templo del Arzobispo. Las autoridades quisieron ir allí a apresarla pero San Juan Crisóstomo se opuso y no lo permitió. Esto disgustó mucho a la emperatriz. Y unos meses más tarde Eudoxia peleó con su primer ministro y se propuso echarlo a la cárcel. Él corrió a refugiarse en el templo del arzobispo y aunque la policía de la emperatriz quiso llevarlo preso, San Juan Crisóstomo no lo permitió. El ministro que antes había querido llevarse prisionera a una pobre mujer y no pudo, porque el arzobispo la defendía, ahora se vio él mismo defendido por el propio santo. Eudoxia ardía de rabia por todo esto y juraba vengarse pero el gran predicador gritaba en sus sermones: “¿Cómo puede pretender una persona que Dios le perdone sus maldades si ella no quiere perdonar a los que le han ofendido?”

Eudoxia se unió con un terrible enemigo que tenía Crisóstomo, y era Teófilo de Alejandría. Este reunió un grupo de los que odiaban al santo y entre todos lo acusaron de un montón de cosas. Por ej. Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías, etc., etc.

Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía: “¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas…”

Ocultamente fue enviado al destierro, pero sobrevino un terremoto en Constantinopla y llenos de terror los gobernantes le rogaron que volviera otra vez a la ciudad, y un inmenso gentío salió a recibirlo en medio de grandes aclamaciones.

Eudoxia, Teófilo y los demás enemigos no se dieron por vencidos. Inventaron nuevas acusaciones contra Juan, y aunque el Papa de Roma y muchos obispos más lo defendían, le enviaron desterrado al Mar Negro. El anciano arzobispo fue tratado brutalmente por algunos de los militares que lo llevaban prisionero, los cuales le hacían caminar kilómetros y kilómetros cada día, con un sol ardiente, lo cual lo debilitó muchísimo. El trece de septiembre, después de caminar diez kilómetros bajo un sol abrasador, se sintió muy agotado. Se durmió y vio en sueños que San Basilisco, un famoso obispo muerto hacía algunos años, se le aparecía y le decía: “Animo, Juan, mañana estaremos juntos”. Se hizo aplicarlos últimos sacramentos; se revistió de los ornamentos de arzobispo y al día siguiente diciendo estas palabras: “Sea dada gloria a Dios por todo”, quedó muerto. Era el 14 de septiembre del año 404.

Eudoxia murió unos días antes que él, en medio de terribles dolores. Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando. El Papa San Pío X nombró a San Juan Crisóstomo como Patrono de todos los predicadores católicos del mundo. Que Dios nos siga enviando muchos predicadores como él. ¿Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros? (San Pablo Rom.8).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Crisostomo.htm)

12 septiembre, 2022

El Santísimo Nombre de María


  “María”, es vuestro Santísimo Nombre

¡Oh!, Santa Madre del Redentor, “María”, es vuestro
Santísimo Nombre y, el Evangelio así, lo dice: “Y el
nombre de la Virgen era María”. Y, Vuestro nombre,
traído del cielo por el mismo Dios, tenía en secreto,
“misión sagrada”, y, regalado ser como nombre a la
“Madre del Dios Vivo”. Y, así, desde siempre y por siempre,
por todos los siglos, se ha invocado Vuestro Santísimo
Nombre con amor, respeto y confianza. Si los nombres
de los personajes bíblicos importantes son, ¿cuánto más
el de Vos, María? Santa Madre del Redentor en el mundo
y en la eternidad “¡María!”, el dulce y bello de cuantos
nombres que se han pronunciado en esta tierra después
de el de Jesús! San Bernardo, dice de Vuestro Nombre
así: “No apartéis vuestra mirada del resplandor de esta
estrella, si no queréis sucumbir entre las olas del mundo.
Cuando soplen vientos de tentaciones y las tribulaciones os
abatan, invocad a María. Cuando las furiosas olas de soberbia,
ambición o envidia os amenacen tragaros, mirad a la estrella,
invocad a María. Si la ira, avaricia o impureza quieren
hundir la nave de vuestra alma, mirad a la estrella, llamad
a María. Si, desesperado estáis por la multitud de vuestros
pecados y anegado por vuestras miserias y empezáis
a desconfiar de vuestra salvación, pensad en María. En los
peligros y sufrimientos, en vuestros trabajos y luchas,
pensad en María, invocad a María. Que su nombre no se aleje
de vuestro corazón ni se separe de vuestros labios». Y, el
mismo muy amoroso, en su segunda homilía de la Anunciación
dice: “Siguiéndola a ella, no te desviarás. Rogándole, serás
fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no caerás.
Siendo ella protectora, no temerás. Capitana, no te fatigarás.
Siendo propicia, llegarás”. Por ello y sólo para Vuestros
nombres el de “Jesús y María”, la liturgia una fiesta especial
ha establecido, porque vosotros sois “Redentor y Corredentora”.
¡Unidos a la Iglesia y con ella, alegrémonos venerando felices el
nombre de María, para merecer llegar a las eternas alegrías del cielo!
¡Oh!, Santísimo Nombre de María, “Vivo Amor del Dios Vivo.

© 2022 Luis Ernesto Chacón Delgado
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“María”

¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.

María, por nombre
sus padres, le pusieron.
Y, María, nombre
hebreo es, y en latín
es «Domina»; «Soberana«
o «Señora» significa.
Y, éso, es Ella, por
la autoridad misma
de su Hijo, soberano
y Señor del universo.
Alegres pues, llamemos
a María, Nuestra
Señora, como a Jesús
llamamos Nuestro Señor;
porque su nombre
pronunciado, afirmar
su poder es, implorar
su ayuda y bajo su
maternal protección,
siempre ponernos.

¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.

© 2012 luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Setiembre
El Santísimo Nombre de María

Por: Padre Tomás Morales, s. j.

MARÍA, EL NOMBRE DE LA VIRGEN

“Y el nombre de la Virgen era María”, nos dirá el Evangelio. En la Sagrada Escritura y en la liturgia el nombre tiene un sentido más profundo que el usual en el lenguaje de nuestros días. Es la expresión de la personalidad del que lo lleva, de la misión que Dios le encomienda al nacer, la razón de ser de su vida.

El nombre de la Madre de Dios no fue escogido al azar. Fue traído del cielo. Todos los siglos han invocado el nombre de María con el mayor respeto, confianza y amor… Si los nombres de personajes bíblicos juegan papel tan importante en el drama de nuestra redención y están llenos de sentido, ¡cuánto más el de María!… Madre del Salvador, tenía que ser el más simbólico y representativo de su tarea en mundo y eternidad. El más dulce y suave, y, al mismo tiempo, el más bello de cuantos nombres se han pronunciado en la tierra después del de Jesús. Sólo para los nombres de María y Jesús ha establecido la liturgia una fiesta especial en su calendario.

España se anticipó en solicitar y obtener de la Santa Sede la celebración de la fiesta del Dulce Nombre de María. Nuestros cruzados, después de ocho siglos de Reconquista, apenas descubierta América, pidieron su celebración en 1513. Cuenca fue la primera diócesis que la solemnizó.

La Virgen en sus distintas advocaciones, coronada de estrellas o atravesada de espadas dolorosas, resume en su culto los amores de la Península Ibérica. Creció bajo su manto, desde las montañas de Covadonga al iniciar la gran cruzada de Occidente, hasta terminarla invocando su nombre en aguas de Lepanto. La carabela de Colón descubriendo América, la prodigiosa de Magallanes dando la primera vuelta al mundo, bordarán también entre los pliegues de sus velas henchidas al viento, el dulce nombre de María, Reina y Auxilio de los cristianos.

Después de la derrota de Lepanto, los turcos se retiran hacia el interior de Persia. Cien años más tarde, con inesperado coraje, reaccionan y ponen sitio a Viena. Alborea límpido y radiante el sol del 12 de septiembre de 1663. El ejército cruzado ‑sólo unos miles de hombres‑ se consagra a María. El rey polaco Juan Sobieski ayuda la misa con brazos en cruz. Sus guerreros le imitan. Después de comulgar, tras breve oración, se levanta y exclama lleno de fe: ¡Marchemos bajo la poderosa protección de la Virgen Santa María!»

Se lanzan al ataque de los sitiadores. Una tormenta de granizo cae inesperada y violenta sobre el campamento turco. Antes de anochecer, el prodigio se ha realizado. La victoria sonríe a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el nombre de María, vencedora en cien batallas. Inocencio XI extiende a toda la iglesia la festividad del dulce y santísimo nombre de María para conmemorar este triunfo de la Virgen.

«Y el nombre de la Virgen era María»… Preguntas: «¿quién eres?»> Con suavidad te responde: «Yo, como una viña, di aroma fragante. Mis flores y frutos son bellos y abundantes. Soy la madre del amor hermoso, del temor, de la santa esperanza. Tengo la gracia del camino y de la verdad. En mí está la esperanza de la vida» (cf. Si 24, 16‑21).

ESTRELLA, LUZ, DULZURA

María, Estrella del mar. En las tormentas de la vida, cuando la galerna ruge y encrespa olas, cuando la navecilla del alma está a punto de naufragar: Dios te salve, María, Estrella del mar.

María, Esperanza. Eso significa también su nombre arco iris de ilusión y anhelo que une el cielo con la tierra. «Feliz el que ama tu santo nombre ‑grita San Buenaventura , pues es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace fecunda en frutos de justicia».

Está llena de luz y transparencia. Sostiene en sus brazos a la luz del mundo (cf. Jn 8, 12). Irradia pureza. El nombre de María indica castidad, apunta Pedro Crisólogo. Azucenas y jazmines, nardos y lirios, embalsaman el ambiente con la fragancia de sus perfumes. Pero María, iluminada y pura, nos embriaga con el aroma de su virginidad incontaminada. Nos invita a todos: ,Venid a mí los que me amáis, saciaos de mis frutos. Mi recuerdo es más dulce que la. miel, mi heredad mejor que los panales» (Si 24, 19‑20).

María, mar amargo, simboliza asimismo su nombre. Asociada a la redención dolorosa de Cristo, su corazón es mar de amargura inundado de sufrimientos. Pide reparación y amor aún hoy, en Fátima y Lourdes. Dios te salve María, mar amargo de dolores. Angustia de madre, que ve con tristeza que sus hijos se condenan…

«María, nombre cargado de divinas dulzuras» (San Alfonso de Ligorio, ‑ 1 de agosto). «Puede el Altísimo fabricar un mundo mayor, extender un cielo más espacioso ‑exclama Conrado de Sajonia‑, pero una madre mejor y más excelente no puede hacerla»». Años antes, San Anselmo (‑‑ 21 de abril), prorrumpía lleno de admiración: «Nada hay igual a ti, de cuanto existe, o está sobre ti o debajo de ti. Sobre ti, sólo Dios. Debajo de ti, cuanto no es Dios>>.

«Dios te salve, María…» San Bernardo, entusiasmado al mirarla, siente su corazón arrebatarse en amor. Cantaba un día la Salve con sus monjes en un anochecer misterioso. Llenos de melancolía y esperanza, los cistercienses despiden el día rodeando a la Virgen. Al llegar a la petición final ‑‑‑después de este destierro, muéstranos a jesús, fruto bendito de tu vientre‑, Bernardo sigue solo balbuceando lleno de Júbilo, loco de amor: <«¡Oh clementísima, oh piadosísima, oh dulce Virgen María…!»

MIRA A LA ESTRELLA, INVOCA A MARÍA

“Estrella de los mares. Ave, Maris stella”, le canta la Iglesia. La estrella irradia luz sin corromperse. De María nace Jesús sin mancillar su pureza virginal. Ni el rayo de luz disminuye la claridad de la estrella, ni el Hijo de la Virgen marchita su integridad. María es la noble y brillante estrella que baña en su luz todo el orbe. Su resplandor ilumina la tierra. Enardece corazones, florecen virtudes, se amortiguan pasiones y se ahogan los vicios.

Es la estrella bella y hermosa reluciendo en las tinieblas del mundo y marcándonos la ruta del cielo.

San Bernardo nos dice en este día del Santísimo y Dulce Nombre de María: “No apartes tu mirada del resplandor de esta estrella, si no quieres sucumbir entre las olas del mundo. Cuando soplen vientos de tentaciones o te abatan tribulaciones, mira a la estrella, invoca a María. Cuando olas furiosas de soberbia, ambición o envidia amenacen tragarte, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira, avaricia o impureza quieren hundir la nave de tu alma, mira a la estrella, llama a María. Si, desesperado por la multitud de tus pecados, anegado por tus miserias, empiezas a desconfiar de tu salvación, piensa en María. En los peligros, en los sufrimientos, en tus trabajos y luchas, piensa en María, invoca a María. Que su nombre no se aleje de tu corazón ni se separe de tus labios”.

«Dios te salve, María…» Es tu santo, el de todos tus hijos. Recibe nuestra felicitación emocionada, llena de confianza en el poder de tu nombre santísimo. Unámonos a la Iglesia y con ella alegrémonos venerando el nombre de María para merecer llegar a las eternas alegrías del cielo.

El Santísimo y Dulce Nombre de María será para nosotros emblema de victoria. Así ella va delante señalando luminosa el camino… Nos apropiamos las palabras de San Bernardo que continúan su segunda homilía de la Anunciación. “Siguiéndola a ella, no te desviarás. Rogándole, serás fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no caerás. Siendo ella protectora, no temerás. Capitana, no te fatigarás. Siendo propicia, llegarás”.

(http://www.mariologia.org/solemnidaddulcenombredemaria01.htm)

11 septiembre, 2022

Domingo XXIV (C) del tiempo ordinario

 

Texto del Evangelio (Lc 15,1-32):En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

»O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.

»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.

»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’. Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».

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«Habrá (…) alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta» Rev. D. Alfonso RIOBÓ Serván (Madrid, España)

Hoy consideramos una de las parábolas más conocidas del Evangelio: la del hijo pródigo, que, advirtiendo la gravedad de la ofensa hecha a su padre, regresa a él y es acogido con enorme alegría.

Podemos remontarnos hasta el comienzo del pasaje, para encontrar la ocasión que permite a Jesucristo exponer esta parábola. Sucedía, según nos dice la Escritura, que «todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle» (Lc 15,1), y esto sorprendía a fariseos y escribas, que murmuraban: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,2). Les parece que el Señor no debería compartir su tiempo y su amistad con personas de vida poco recta. Se cierran ante quien, lejos de Dios, necesita conversión.

Pero, si la parábola enseña que nadie está perdido para Dios, y anima a todo pecador llenándole de confianza y haciéndole conocer su bondad, encierra también una importante enseñanza para quien, aparentemente, no necesita convertirse: no juzgue que alguien es “malo” ni excluya a nadie, procure actuar en todo momento con la generosidad del padre que acepta a su hijo. El recelo del mayor de los hijos, relatado al final de la parábola, coincide con el escándalo inicial de los fariseos.

En esta parábola no solamente es invitado a la conversión quien patentemente la necesita, sino también quien no cree necesitarla. Sus destinatarios no son solamente los publicanos y pecadores, sino igualmente los fariseos y escribas; no son solamente los que viven de espaldas a Dios, sino quizá nosotros, que hemos recibido tanto de Él y que, sin embargo, nos conformamos con lo que le damos a cambio y no somos generosos en el trato con los otros. Introducidos en el misterio del amor de Dios —nos dice el Concilio Vaticano II— hemos recibido una llamada a entablar una relación personal con Él mismo, a emprender un camino espiritual para pasar del hombre viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo.

La conversión que necesitamos podría ser menos llamativa, pero quizá ha de ser más radical y profunda, y más constante y mantenida: Dios nos pide que nos convirtamos al amor.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «La alegría es un bien cristiano. Únicamente se oculta con la ofensa a Dios: porque el pecado es producto del egoísmo, y el egoísmo es causa de la tristeza. Si nos purificamos en el santo sacramento de la Penitencia, Dios sale a nuestro encuentro y nos perdona» (San Josemaría)
  • «Es el Dios de la misericordia: no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pero Él no se cansa; Él vence en el amor» (Francisco)
  • «Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta (…). En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.465)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2022-09-11)