08 noviembre, 2022

San Adeodato I, Papa

 


 ORACIÓN A SAN ADEODATO

Padre bueno y misericordioso:

Te pedimos por intercesión de tu representante en la tierra Adeodato I, a quien llamaste a servirte como Pastor de tu Iglesia, que al igual que él sepamos hacer tu voluntad por el tiempo que desees tenernos en esta tierra, con firmeza, alegría, esperanza y misericordia.

Por los méritos de tu hijo Jesucristo

Amén

07 de Noviembre

San Adeodato I, Papa

El Papa Adeodato I, o Deusdedit, fue pontífice en un momento en que se empezaba a sentir cada vez más claro y fuerte el sentimiento de intolerancia y de independencia hacia el poder bizantino.

Hubo levantamientos en Rávena, en Nápoles y en la misma Roma. Los territorios gobernados por los Lombardos. Por lo contrario, gozaban de cierta tranquilidad.

Pocas son las noticias históricas: hijo del subdiácono romano Esteban, fue durante cuarenta años sacerdote en Roma antes de suceder en la cátedra pontificia al Papa Bonifacio IV el 19 de octubre del 615.

Murió en noviembre del 618, amado y llorado por los romanos, que pudieron apreciar el buen corazón durante las grandes calamidades que atormentaron a Roma durante los tres años de su pontificado: el terremoto, que dio el golpe de gracia a los marmóreos edificios del Foro, ya desbastados por las continuas invasiones de los bárbaros, y una terrible epidemia llamada elefancía.

Fue el primer Papa que estableció con testamento donaciones para distribuir al pueblo con ocasión de los funerales del sumo pontífice. En Roma el Papa no sólo era el obispo y el pastor espiritual, sino también el guía civil, el juez, el supremo magistrado, el que garantizaba el orden. A la muerte de todo pontífice los romanos se sentían sin protección, expuestos a las invasiones de los bárbaros nórdicos o a las venganzas del imperio de Oriente. La teoría medieval de los «dos soles», el Papa y el emperador, que deberían gobernar unidos al mundo cristiano, no era aceptada en Constantinopla.

El Papa Adeodato se demostró un hábil mediador y paciente interlocutor con el otro «sol» que en realidad de verdad fue muy poco solícito con Italia, excepción hecha de la vez que envió al exarca Eleuterio a dominar la revolución de Ravena y de Nápoles. Fue la única ocasión en que el Papa Adeodato, ocupado en aliviar la suerte de los habitantes de Roma por las calamidades ya referidas, tuvo un contacto, aunque indirecto, con el emperador.

Tuvo fama de ser un taumaturgo: curaba las formas más graves de peste con sólo apoyar sus labios sobre las llagas inmundas de los enfermos. Baronio pone en el Martirologio Romano un episodio que confirma la fama de santidad que rodeaba al venerable pontífice «dado por Dios» (como dice la etimología del nombre) como guía de los cristianos en una época tan atormentada: durante una de sus visitas a los enfermos, los más abandonados, esto es lo más atacados por la terrible enfermedad de la lepra, habría curado a uno de estos infelices después de haberlo abrazado y besado cariñosamente.

El Liber pontificalis, recordando dos hechos de su pontificado, afirma que Adeodato amó mucho a su clero, al que defendió respecto del clero monástico o regular, privilegiado desde cuando Gregorio Magno les había confiado a los monjes importantes cargos en el apostolado misionero y en la misma organización eclesial. El segundo hecho se refiere a la facultad de celebrar una segunda misa el mismo día (binación).
De él se conoce el sello de plomo con el que solía marcar los documentos oficiales: el Buen Pastor entre las ovejas y los símbolos cristológicos de alfa y omega. Fue el primero que lo usó. Su forma es redonda, grande como una moneda y en latín se llama bulla, de la que deriva bula. Dejó un regalo de plata a cada clérigo presente en sus funerales.

(https://www.aciprensa.com/recursos/biografia-de-san-adeodato-i-5027)

07 noviembre, 2022

San Engelberto Arzobispo de Colonia y Mártir

 SAN ENGELBERTO, Arzobispo de Colonia, Mártir

07 Noviembre
San Engelberto
Arzobispo de Colonia y Mártir 
 
Uno de los abusos que más se extendieron durante la Edad Media, era la concesión de uno o varios beneficios eclesiásticos a los jóvenes y aún niños. San Engelberto fue un ejemplo de ellos, cuyo padre era el poderoso Conde de Berg. Cuando estudiaba todavía en la escuela de la catedral de Colonia, era ya prebendado de Santa María de Aquisgrán, de San Jorge, de San Severino y de la catedral de Colonia.
 
En 1217 fue nombrado Arzobispo de Colonia; la diócesis estaba completamente arruinada por las luchas políticas y religiosas, pero San Engelberto poseía cualidades humanas que lo hacían apto para la tarea que le esperaba: un juicio claro, un gran deseo de justicia, una voluntad fuerte y una presencia que imponía respeto.
 
El santo recibió generosamente a los frailes menores y dominicos a quienes alentó para que se estableciesen en sus dominios. Convocó varios sínodos en su diócesis para mantener la disciplina en el clero secular y regular. El santo desempeñó con vigor y energía, y supo ganarse el respeto de todos; pero al mismo tiempo, la mano firme y justa con que gobernó, le creó muchos enemigos. Uno de ellos, fue su primo Federico de Isenberg, administrador de las religiosas de Essen, quien tramó una conspiración para asesinarlo debido a los reproches que San Engelberto le había dirigido a causa de sus abusos y malos manejos administrativos.
 
El 7 de noviembre de 1225, el santo partió de Soest a Schwelm con una escolta insuficiente, y Federico y otros nobles cayeron sobre él con cien soldados y lo asesinaron.
 

06 noviembre, 2022

Domingo 32 (C) del tiempo ordinario

 

 El Periódico de México | Noticias de México | Columnas-VoxDei | «No es un  Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven»

 

Texto del Evangelio (Lc 20,27-38):En aquel tiempo, acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer».

Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».

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«No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven» Mn. Ramon SÀRRIAS i Ribalta (Andorra la Vella, Andorra)

Hoy, Jesús hace una clara afirmación de la resurrección y de la vida eterna. Los saduceos ponían en duda, o peor todavía, ridiculizaban la creencia en la vida eterna después de la muerte, que —en cambio— era defendida por los fariseos y lo es también por nosotros.

La pregunta que hacen los saduceos a Jesús «¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer» (Lc 20,33) deja entrever una mentalidad jurídica de posesión, una reivindicación del derecho de propiedad sobre una persona. Además, la trampa que ponen a Jesús muestra un equívoco que todavía existe hoy; imaginar la vida eterna como una prolongación, después de la muerte, de la existencia terrenal. El cielo consistiría en la transposición de las cosas bonitas que ahora gozamos.

Una cosa es creer en la vida eterna y otra es imaginarse cómo será. El misterio que no está rodeado de respeto y discreción, peligra ser banalizado por la curiosidad y, finalmente, ridiculizado.

La respuesta de Jesús tiene dos partes. En la primera quiere hacer entender que la institución del matrimonio ya no tiene razón de ser en la otra vida: «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido» (Lc 20,35). Lo que sí perdura y llega a su máxima plenitud es todo lo que hayamos sembrado de amor auténtico, de amistad, de fraternidad, de justicia y verdad…

El segundo momento de la respuesta nos deja dos certezas: «No es un Dios de muertos, sino de vivos» (Lc 20,38). Confiar en este Dios quiere decir darnos cuenta de que estamos hechos para la vida. Y la vida consiste en estar con Él de manera ininterrumpida, para siempre. Además, «para Él todos viven» (Lc 20,38): Dios es la fuente de la vida. El creyente, sumergido en Dios por el bautismo, ha sido arrancado para siempre del dominio de la muerte. «El amor se convierte en una realidad cumplida si se incluye en un amor que proporcione realmente eternidad» (Benedicto XVI).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Cristo, al morir, tuvo que acatar la ley del sepulcro; al resucitar, en cambio, la derogó, hasta tal punto que echó por tierra la perpetuidad de la muerte y la convirtió de eterna en temporal» (San León Magno)
  • «Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena, y esa vida plena es la que ilumina nuestro camino» (Francisco)
  • «Ser testigo de Cristo es ser ‘testigo de su Resurrección’ (Hch 1,22), ‘haber comido y bebido con Él después de su Resurrección de entre los muertos’ (Hch 10,41). La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 995)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2022-11-06)

05 noviembre, 2022

Santos Zacarías e Isabel, Padres de San Juan Bautista

 

La fama de estos dos santos se debe a que fueron los papás de San Juan Bautista. El nombre de Zacarías, significa: "Dios se acordó de mí". Isabel quiere decir: "Consagrada a Dios".

La bella historia de estos dos santos esposos la cuenta San Lucas en el primer capítulo de su evangelio.

"Hubo en tiempos del rey Herodes un sacerdote llamado Zacarías, casado con Isabel, una mujer descendiente del hermano de Moisés, el sumo sacerdote Aarón".

De estos dos esposos hace el evangelio un elogio formidable. Dice así: "Los dos llevaban una vida santa, eran justos ante Dios, y observaban con exactitud todos los mandamientos y preceptos del Señor". Ojalá de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir algo semejante. Sería maravilloso.

Dice San Lucas: "Zacarías e Isabel no tenían hijos, porque ella era estéril. Además ya los dos eran de avanzada edad".

Y un día, cuando a Zacarías le correspondió el turno de subir al altar (detrás del velo) a ofrecer incienso, toda la multitud estaba afuera rezando.

Y se le apareció el Ángel del Señor, y Zacarías al verlo se llenó de temor y un gran terror se apoderó de él. El ángel le dijo: "No tema Zacarías, porque su petición ha sido escuchada. Isabel su mujer, dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Juan. Él será para ustedes gozo y alegría, y muchos se alegrarán por su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá licores; estará lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos hacia Dios, y tendrá el espíritu del profeta Elías, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto".

Zacarías le dijo al ángel: "¿Cómo puedo saber que esto que me dice sí es cierto? Porque yo soy muy viejo e Isabel mi esposa es estéril". El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, uno de los que están en la presencia del Dios, y he sido enviado para comunicarle esta buena noticia. Pero por no haber creído a las palabras que le he dicho, se quedará mudo y no podrá hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, que se cumplirán todas a su tiempo".

El pueblo estaba esperando a que saliera Zacarías y se extrañaban que demorara tanto en aparecer. Cuando apareció no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había tenido alguna visión. Él les hablaba por señas y estaba mudo.

"Después Isabel concibió un hijo y estuvo oculta durante cinco meses (sin contar a los vecinos que iba a tener un niño)". Y decía: "Dios ha querido quitarme mi humillación y se ha acordado de mí".

El ángel Gabriel contó a María Santísima en el día de la anunciación, que Isabel iba a tener un hijo. Ella se fue corriendo a casa de Isabel y allí estuvo tres meses acompañándola y ayudándole en todo, hasta que nació el niño Juan, cuyo nacimiento fue un verdadero acontecimiento. 

(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=332)

 

04 noviembre, 2022

San Carlos Borromeo, Cardenal y Arzobispo de Milán


  ¡Oh!, San Carlos Borromeo; vos, sois vos, el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo que, a la práctica llevasteis
aquello que Jesús había dicho: “Quien ahorra su vida, la
pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará”. Y, la
verdad, que, así lo hicisteis y la ganasteis porque, cada
segundo de la vuestra por el Dios eterno la disteis con
prudencia actuando y, honor dando al significado de vuestro
nombre: “Hombre prudente”, pues en cada cosa que hicisteis
dejasteis vuestro sello, porque sois uno de los santos
más dados a la Iglesia y, sobre todo a vuestro pueblo,
que os recuerda hasta hoy. Vuestra vida la gastasteis por
nuestra religión a la que amabais de manera ejemplar. A los
necesitados y pobres ayudabais constantemente, muchas almas
salvasteis y os disteis tiempo para formar y seminarios
fundar. Todo ello, gracias a las reformas del Concilio
de Trento, imponiendo disciplina al clero y a los religiosos,
sin preocuparos de aquellos que, a sus privilegios renunciar
no querían. Vuestro escudo un lema de una sola palabra tenía:
“Humilitas”: ¡humildad!. Vos, siendo noble y muy rico os
privabais de todo y vivíais en contacto con el pueblo para
sus necesidades y confidencias ecuchar, pues os llamaban
“padre de los pobres”. Y, lo fuisteis en el sentido pleno
de la palabra. Quizás por ello, atentaron contra vuestra vida
mientras en vuestra capilla rezabais y, luego en el acto
mismo de aquél crimen, perdonasteis a vuestro agresor. Así,
erais, imitación pura y santa de vuestro Maestro: ¡Cristo!
Y, joven aún, vuestra alma, por designios de Dios, voló al
cielo, para premiaros con corona eterna de luz, como justo
premio a vuestra entrega entera de amor y, así, os puso, al
lado de vuestros amigos de toda la vida: San Pío V, San
Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio
y San Andrés Avelino. Patrono de los catequistas y seminaristas;
¡Oh!, San Carlos Borromeo, “vivo Amor, Cruz, Pan, Cáliz y Luz”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Noviembre
San Carlos Borromeo
Cardenal Arzobispo de Milán

Por: P. Ángel Amo
Fuente: Catholic.net

Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584)

Etimología: Carlos = Prudente y dotado de noble inteligencia, es de origen germánico

La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.

Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.

Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.

En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.

Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.

Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/31830/carlos-borromeo-santo.html)

03 noviembre, 2022

San Martín de Porres:"Yo te curo, Dios te sana"


 ¡Oh!, San Martín de Porres, vos, sois, el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y, aunque vuestro color
no fue del contento de aquella virreynal Lima, vos, el bien,
hicisteis más que los “blancos” de aquella sociedad. Al
mundo llegasteis y por que así lo quiso Dios, bautizado
fuisteis en la misma pila bautismal de otro santo como
vos: ¡Santa Rosa de Lima! Barbero, curandero y ayudante
de médico erais pues, drenabais hinchazones y tumores
con destreza. Con vuestros conocimientos a los menesterosos
y pobres ayudabais. De labriegos, soldados, caballeros
y corregidores amigo y, siempre hecho caridad contínua,
como el mismo Cristo y Nuestra Señora, que envolvió
a propios y extraños, pues vuestra persona y nombre, respeto
imponía, tanto que, arreglabais matrimonios, dirimíais
contiendas, fallabais en pleitos y reconciliabais familias.
Al Virrey y al Arzobispo aconsejabais en asuntos referidos
a la administración y a la Iglesia. Muchas veces os vieron
en éxtasis, ante el santo Crucifijo, pues devoto fiel, erais
de la Santa Eucaristía y, jamás en vida, faltasteis a ella.
Vuestro convento, la casa de vuestra hermana y el hospital,
de pobres lo llenasteis. Todos os buscaban curación pidiendo
y a todos, los sanabais con caseros remedios, la oración
y con el toque de vuestra mano. “La caridad tiene siempre las
puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura”. Así,
respondisteis alguna vez y en cada enfermo, veíais la figura
de vuestro Maestro, y se os partía el alma, y por ello, con
la ayuda de vuestro Arzobispo y la del Virrey, un asilo
fundasteis, donde los atendías, los curabais, y les enseñabais
la doctrina cristiana. Abristeis, las escuelas de Huérfanos
de “La Santa Cruz”, donde los niños conocían a Jesucristo.
Dios, os concedió infinidad de gracias, como en las que,
curando estuvisteis en distintos sitios y a distancia,
dotado del poder de “bilocación”. Os hacíais azotar, hasta
derramar sangre, al igual que el otro pobre de Asís. Erais,
de perros, mulos, ratones, gatos, amigo y sanador, pues
a todos ellos los curabais, y jamás nunca, límites pusisteis
al ejercicio de la caridad. Y, así, el día os llegó, y que, vos,
mismo anunciasteis la fecha en la que vuestra alma al
cielo partiría y, entonces, perdón pedisteis a los religiosos,
por vuestros “malos ejemplos” y os marchasteis de este mundo,
para coronado ser, con corona de luz, como justo premio
a vuestra entrega increíble y grande de amor y fe. ¡Aleluya!
¡Oh!, San Martín de Porres, “vivo Amor del Dios de la Vida y del Amor”.

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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¡Oh! Martín

¡Oh, Martín!
¡Nadie como vos!
La paz de vuestra escoba
A perro, pericote y gato
En santas palomas los convirtieron
¡Pues Cristo lo puede todo!

Si aquellas criaturas
Dentro de sí supieron
Que la paz y el amor se dan
¿Cuánto más podrá el hombre
Si su corazón se abriera
Al Dios de la Vida?
¡Oh; Martín, “de la Paz y del Amor”.

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Noviembre
San Martín de Porres
Religioso dominico

El racismo, esa distinción que hacemos los hombres distinguiendo a nuestros semejantes por el color de la piel es algo tan sinsentido como distinguirlos por la estatura o por el volumen de la masa muscular. Y lo peor no es la distinción que está ahí sino que ésta lleve consigo una minusvaloración de las personas -necesariamente distintas- para el desempeño de oficios, trabajos, remuneraciones y estima en la sociedad. Un mulato hizo mayor bien que todos los blancos juntos a la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XVII.

Fue hijo del ilustre hidalgo -hábito de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima. Bien se aprecia que los españoles allá no hicieron muchos feos a la población autóctona y confiemos que el Buen Dios haga rebaja al juzgar algunos aspectos morales cuando llegue el día del juicio, aunque en este caso sólo sea por haber sacado del mal mucho bien. Tuvo don Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.

La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular.

Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.

Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.

Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.

Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.

Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.

Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad, porque “la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura”.

Pero entendió que no era prudente dejar las cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los indios dedicados a cultivar la tierra en Limatambo. También los dineros de don Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.

No se sabe cómo, pero varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural.

El contemplativo Porres recibía disciplinas hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden cósmico.

Murió el día previsto para su muerte que había conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega -arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de cambiarse varias veces.

Lo canonizó en papa Juan XXIII en 1962.

Desde luego, está claro que la santidad no entiende de colores de piel; sólo hace falta querer sin límite.

¿Qué nos enseña su vida?

La vida de San Martín nos enseña:

A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.

A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.

A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios

A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.

A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.

A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos…

A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.

San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes. Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.

Oración

Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad.

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(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

02 noviembre, 2022

Conmemoración de los Fieles Difuntos

 


 ¡Oh!, Amados Fieles Difuntos
Dadles, Señor, el descanso eterno
y Haced brillar sobre ellas
Vuestra eterna Luz
¡Benditas almas purgantes!
A Dios rogad por nosotros
Que nosotros por vosotros rogaremos
Para que Él
La gloria del paraíso os de:
“Una flor sobre su tumba se marchita,
una lágrima sobre su recuerdo se evapora.
Una oración por su alma, la recibe Dios”
Así es, tal y como San Agustín lo dijo;
!Oh!, Amados Fieles Difuntos

© 2022 by Luis Ernesto Chacón

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2 de Noviembre
Los Fieles Difuntos

Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios. -San Agustín

“Cada uno se presentará ante el tribunal de Dios para darle cuenta de lo que ha hecho, de lo bueno y de lo malo.” – Santa Biblia

La Iglesia

Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos:

Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos ayer).

Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.

Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal.

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:

1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).

2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: “La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego”. (1Cor. 3, 14).

3ª. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. de los Macabeos en la S. Biblia dice: “Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados” (2Mac. 12, 46).

4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: “No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma”).

5ª. San Gregorio Magno afirma: “Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso”.

De San Gregorio se narran dos hechos interesantes:

El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado salir del purgatorio.

Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: “Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio”. Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.

La respuesta de San Agustín

A este gran Santo le preguntó uno: “¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?”, y él le respondió: “Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él”.

¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/los_fieles_difuntos.htm)