07 febrero, 2024

Beato Pío IX, 255º Papa de la Iglesia católica, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción

 

 

¡Oh! Beato Pío IX Papa, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, su Papa y amado Beato, que sin tener
certeza de vuestra vocación hacia el sacerdocio,
vivíais de manera ejemplar, luchando contra el
pecado, evitando cualquier situación peligrosa,
estudiando “no por ambición de saber” sino para
el bien de los demás y abandonándoos a sí mismo en
las manos de Dios. Exonerado del servicio militar
intentasteis formar parte de la Guardia Pontificia,
pero vuestra salud, os lo impidió. Vos, padecíais
epilepsia, la misma que desapareció con los años
gracias a la intercesión de la Virgen de Loreto.
Vos hombre de oración constante, os consagrasteis
al ministerio de la Palabra y el sacramento de la
Reconciliación; cercano siempre a los más humildes
y necesitados. Conjugasteis de manera admirable la
la vida activa con la contemplativa. Erais muy
dedicado a las labores pastorales y sociales, y
se os podía ver muy recogido, en cada eucaristía
y también con vuestra piedad a la Virgen. Siempre
fuisteis un predicador fructuoso y persuasivo,
dispuesto a la caridad con todos, padre celoso de
vuestros sacerdotes diocesanos, del clero y de los
seminaristas, además gran promotor de la educación
de la juventud. Durante vuestro pontificado, vuestra
tarea fue difícil, pero la superasteis con sabiduría
y prudencia. A vos, se os reconoce como a uno de
los más grandes Pontífices; “Vicario de Cristo”
y cumplidor de un rol político, para el bien de la
Iglesia. Vuestra tarea doctrinal la orientasteis a
atender los principales problemas y amenazas para
la Iglesia y para el mundo entero, condenando las
sociedades secretas, la masonería, el comunismo
y el liberalismo. Restablecisteis la jerarquía de la
Iglesia católica en Inglaterra, Holanda y Escocia;
definisteis solemnemente el dogma de la Inmaculada
Concepción; el envío de misioneros a las zonas
nórdicas de América y Europa, a la India, Birmania,
China y Japón; promulgasteis el «Syllabus errorum»,
con el cual advertisteis al mundo de los errores del
modernismo; celebrasteis solemnemente el centenario
del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo;
celebrasteis el Concilio Ecuménico Vaticano I, con
la doctrina de la infalibilidad del Papa. Vos, os
encerrasteis en el Vaticano, declarándoos “prisionero”.
después de la caída de Roma, ello significó un ejemplo
de dignidad y desapego del orden temporal. Y, así y
luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo para ser coronada
con corona de luz y eternidad por vuestro amor y fe;
¡Oh! Beato Pío IX, "vivo Cristo del Amor del Dios Vivo". 

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de febrero
Beato Pío IX
255º Papa de la Iglesia católica

Hoy, 7 de febrero, la Iglesia Católica recuerda al Beato Pio IX, el bicentésimo quincuagésimo quinto (255º) Papa de la Iglesia católica. Su pontificado es considerado el segundo más largo de la historia, con un total de 31 años, 7 meses y 22 días (del 16 de junio de 1846 hasta el 7 de febrero de 1878). San Juan Pablo II lo beatificó junto al Papa San Juan XXIII el 3 de septiembre del año 2000.

Inicio de un itinerario

Giovanni Maria Battista Pellegrino Isidoro Mastai Ferretti, Papa Pio IX, nació en Senigallia (Italia) el 13 de mayo de 1792. Sus padres fueron Gerolamo y Caterina Solazzi, quienes lo bautizaron el mismo día de su nacimiento.

En 1809 viajó a Roma a fin de continuar los estudios que inició en su ciudad natal. Aún sin tener una orientación clara hacia el sacerdocio, vivía de modo ejemplar, como lo demuestran algunos propósitos hechos en 1810 después de un retiro espiritual: luchar contra el pecado, evitar cualquier ocasión peligrosa, estudiar “no por ambición de saber” sino para el bien de los demás, abandono de sí mismo en las manos de Dios.

Detuvo sus estudios en 1812 a causa de una enfermedad y fue exonerado del servicio militar. En 1815 intentó formar parte de la Guardia Pontificia, pero tuvo que desistir también por sus problemas de salud. Giovanni Maria padeció desde muy pequeño de epilepsia, enfermedad que amainó con los años hasta desaparecer del todo, se cree, gracias a la intercesión de la Virgen de Loreto.

Al servicio de Dios, al servicio de la Iglesia

Recibió las Órdenes menores en 1817, el subdiaconado en 1818 y el diaconado en 1819. Ese mismo año fue ordenado sacerdote. Celebró su primera Misa en la Iglesia de Santa Ana de los Carpinteros, del Instituto Tata Giovanni, del cual fue nombrado rector, cargo que ocupó hasta 1823.

El P. Giovanni Maria había dejado ya para ese entonces claras evidencias de su personalidad: hombre de oración constante, consagrado al ministerio de la Palabra y del sacramento de la Reconciliación; siempre cercano a los más humildes y necesitados.

Supo conjugar de manera admirable la vida activa con la contemplativa. Muy dedicado a las labores pastorales y sociales, se le veía también muy recogido, dada su intensa devoción eucarística y su piedad a la Virgen.

En 1820 deja el Instituto Tata Giovanni y emprende viaje a Chile, acompañando al Nuncio Apostólico, D. Giovanni Muzzi. Permaneció en ese país hasta 1825.

De regreso a Italia, fue elegido Director del Asilo de San Miguel, una importante obra eclesial al servicio de la comunidad, la que reformó de manera eficaz. A los 36 años de edad fue nombrado obispo y enviado a la arquidiócesis de Espoleto. Esta fue una etapa muy dura en su vida, dada su juventud y la inmensa responsabilidad que se puso sobre sus hombros.

En 1832, Mons. Mastai fue transferido a otra diócesis, esta vez en Imola, donde continuó con su estilo de predicador fructuoso y persuasivo, dispuesto a la caridad con todos, padre celoso de sus sacerdotes diocesanos, del clero y de los seminaristas, promotor de iniciativas en favor de la educación de la juventud. En 1840, con apenas 48 años, Mons. Mastai fue nombrado Cardenal.

Pontificado bajo el signo de la Cruz

En la tarde del 16 de junio de 1846, el Cardenal Mastai es elegido Papa y asume la Sede de San Pedro con el nombre de Pío IX.

Durante su pontificado, debido a las circunstancias políticas derivadas de la unificación de Italia y la pérdida de los Estados Pontificios, su tarea se tornó sumamente difícil. Fueron tiempos durísimos que el Papa tuvo que enfrentar con sabiduría y prudencia.

Por eso mismo, al Papa Mastai se le reconoce como uno de los más grandes Pontífices; “Vicario de Cristo” y al mismo tiempo cumplidor de un rol político asumido para el bien de la Iglesia.

Su labor doctrinal supuso una visión programática orientada a atender los principales problemas y amenazas tanto para la Iglesia como para la civilización cristiana: condenó las sociedades secretas, la masonería, el comunismo y el liberalismo.

Entre las acciones o medidas más destacadas del papado de Pío XII, se puede destacar: el restablecimiento de la jerarquía católica en Inglaterra, Holanda y Escocia; la definición solemne, el 8 de diciembre de 1854, del dogma de la Inmaculada Concepción; el envío de misioneros a las zonas nórdicas de América y Europa, a la India, Birmania, China y Japón; la promulgación del «Syllabus errorum», en el cual se advirtió de los errores del llamado modernismo; la celebración, con particular solemnidad, del XVIII centenario del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo; la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano I, iniciado en 1869 y concluido (por suspensión) el 18 de julio de 1870. Durante este Concilio fue establecida lo que se conoce como la doctrina de la infalibilidad del Papa.

De vuelta a casa

Después de la caída de Roma el 20 de septiembre de 1870 y del fin del poder temporal del Papa, Pío IX se encerró en el Vaticano, declarándose “prisionero”. Su postura se convirtió en ejemplo de dignidad y desapego del orden temporal por ser un ejercicio de libertad religiosa, firme frente al poder secular.

El 7 de febrero de 1878, con su piadosa muerte, llegó a término su pontificado.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-la-iglesia-recuerda-al-beato-papa-pio-ix-el-papa-que-se-declaro-prisionero-37823)

06 febrero, 2024

San Pablo Miki y Compañeros Mártires del Japón

 

 SANTO DEL DÍA: SAN PABLO MIKI Y SUS COMPAÑEROS, MÁRTIRES EN EL JAPÓN. –  Diócesis de Querétaro

 

¡Oh!, San Pablo Miki y compañeros mártires, vosotros,
sois los hijos del Dios de la vida, y sus amados santos,
a quienes, el mundo todo, hoy, os recuerda con vivo amor:
San Juan Goto, San Santiago Kisai, San Felipe de Jesús,
San Gonzalo García, San Francisco Blanco, San Pedro

Bautista, San Francisco de San Miguel, San Cayo Francisco;
San Francisco de Miako; San León Karasuma, y, los niños
San Luis Ibarqui, San Antonio Deyman, y San Totomaskasaky,
cuyo padre fue también martirizado, todo por amor a Cristo.
Vos, antes de partir a la eternidad dijisteis con fe
y valor extraordinario: “Llegado a este momento final de
mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de
ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que
no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para
conseguir la salvación es pertenecer a la religión

cristiana, ser católico. Y como mi Señor Jesucristo me
enseñó con sus palabras y sus buenos ejemplos a perdonar
a los que nos han ofendido, yo declaro que perdono al
jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos,
y a todos los que han contribuido a nuestro martirio,
y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra
santa religión y se hagan bautizar”. Luego, volviendo
la mirada hacia vuestros compañeros, les dabais ánimos
y por increíble que parezca sus rostros mostraban una
alegría muy grande, de manera especial los de los niños
Luis y Antonio, quienes estaban con los ojos fijos en

el cielo, invocando los santísimos nombres de Jesús,
José y María, se pusieron a cantar los salmos que habían
aprendido en la clase de catecismo. A los demás se les
oía decir constantemente: “Jesús, José y María, os doy
el corazón y el alma mía”. Mientras varios de los que
sufrían la crucifixión aconsejaban a las gentes que
permanecieran fieles a nuestra santa religión por siempre.
Y, en la hora sublime, los verdugos sacaron sus lanzas
y las blandieron contra cada uno de los que sufrían el
martirio, poniendo fin a sus vidas mortales, creyendo

haberlos terminado también con sus santas y vivas almas.
Entonces en medio de este dantesco y desgarrador cuadro,
se oyó decir a viva voz: ¡Jesús, José y María! ¡Jesús,
José y María! Y, así volaron volaron vuestras almas que
luego fueron coronadas con coronas de gloria y eternidad;
¡oh!, San Pablo Miki y compañeros, “vivos mártires de Cristo.”

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado


6 de febrero
Los Mártires del Japón
San Pablo Miki y Compañeros Mártires

“Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico”. (R. P. San Pablo Miki)

Fueron 26, martirizados el mismo día, 5 de febrero del año 1597. En el año 1549 San Francisco Javier llegó al Japón y convirtió a muchos paganos.

Ya en el año 1597 eran varios los miles de cristianos en aquel país. Y llegó al gobierno un emperador sumamente cruel y vicioso, el cual ordenó que todos los misioneros católicos debían abandonar el Japón en el término de seis meses. Pero los misioneros, en vez de huir del país, lo que hicieron fue esconderse, para poder seguir ayudando a los cristianos. Fueron descubiertos y martirizados brutalmente. Los que murieron en este día en Nagasaki fueron 26. Tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos católicos japoneses, que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos.

Los mártires jesuitas fueron:

San Pablo Miki, un japonés de familia de la alta clase social, hijo de un capitán del ejército y muy buen predicador: San Juan Goto y Santiago Kisai, dos hermanos coadjutores jesuitas. Los franciscanos eran: San Felipe de Jesús, un mexicano que había ido a misionar al Asia. San Gonzalo García que era de la India, San Francisco Blanco, San Pedro Bautista, superior de los franciscanos en el Japón y San Francisco de San Miguel.

Entre los laicos estaban:

Un soldado: San Cayo Francisco; un médico: San Francisco de Miako; un Coreano: San Leon Karasuma, y tres muchachos de trece años que ayudaban a misa a los sacerdotes: los niños: San Luis Ibarqui, San Antonio Deyman, y San Totomaskasaky, cuyo padre fue también martirizado.

A los 26 católicos les cortaron la oreja izquierda, y así ensangrentados fueron llevados en pleno invierno a pie, de pueblo en pueblo, durante un mes, para escarmentar y atemorizar a todos los que quisieran hacerse cristianos.

Al llegar a Nagasaki les permitieron confesarse con los sacerdotes, y luego los crucificaron, atándolos a las cruces con cuerdas y cadenas en piernas y brazos y sujetándolos al madero con una argolla de hierro al cuello. Entre una cruz y otra había la distancia de un metro y medio.

La Iglesia Católica los declaró santos en 1862

Testigos de su martirio y de su muerte lo relatan de la siguiente manera: “Una vez crucificados, era admirable ver el fervor y la paciencia de todos. Los sacerdotes animaban a los demás a sufrir todo por amor a Jesucristo y la salvación de las almas. El Padre Pedro estaba inmóvil, con los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín cantaba salmos, en acción de gracias a la bondad de Dios, y entre frase y frase iba repitiendo aquella oración del salmo 30: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El hermano Gonzalo rezaba fervorosamente el Padre Nuestro y el Avemaría”.

Al Padre Pablo Miki le parecía que aquella cruz era el púlpito o sitio para predicar más honroso que le habían conseguido, y empezó a decir a todos los presentes (cristianos y curiosos) que él era japonés, que pertenecía a la compañía de Jesús, o sociedad de los Padres jesuitas, que moría por haber predicado el evangelio y que le daba gracias a Dios por haberle concedido el honor tan enorme de poder morir por propagar la verdadera religión de Dios. A continuación añadió las siguientes palabras:

“Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico. Y como mi Señor Jesucristo me enseñó con sus palabras y sus buenos ejemplos a perdonar a los que nos han ofendido, yo declaro que perdono al jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos, y a todos los que han contribuido a nuestro martirio, y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra santa religión y se hagan bautizar”.

Luego, vueltos los ojos hacia sus compañeros, empezó a darles ánimos en aquella lucha decisiva; en el rostro de todos se veía una alegría muy grande, especialmente en el del niño Luis; éste, al gritarle otro cristiano que pronto estaría en el Paraíso, atrajo hacia sí las miradas de todos por el gesto lleno de gozo que hizo. El niño Antonio, que estaba al lado de Luis, con los ojos fijos en el cielo, después de haber invocado los santísimos nombres de Jesús, José y María, se puso a cantar los salmos que había aprendido en la clase de catecismo. A otros se les oía decir continuamente: “Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía”. Varios de los crucificados aconsejaban a las gentes allí presentes que permanecieran fieles a nuestra santa religión por siempre.

Luego los verdugos sacaron sus lanzas y asestaron a cada uno de los crucificados dos lanzazos, con lo que en unos momentos pusieron fin a sus vidas.

El pueblo cristiano horrorizado gritaba: ¡Jesús, José y María!

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Pablo_Miki.htm)

05 febrero, 2024

Santa Águeda de Catania, virgen y mártir, patrona de las enfermeras

 

 Santa Agueda

 

¡Oh!, Santa Águeda, vos sois, la hija del Dios de la Vida,
su mártir, amada santa y predilecta de Cristo Jesús; además
aquella que, amándoos de tal forma, la mundana vida dejó
atrás con sus propuestas, hasta la entrega de la propia vida
en cruel y cruento martirio, elevando salmos al cielo.
Y, cuando curada fuisteis por el mismo Pedro; os preguntó
el tirano: “¿Quién os ha curado?” Vos, respondisteis: “He
sido curada por el poder de Jesucristo”. Y, lleno de rabia
el impío os gritó: “¿Cómo os atrevéis a nombrar a Cristo,
si eso está prohibido?” Y, vos, volvisteis a responder: “Yo
no puedo dejar de hablar de Aquél, a quien más fuertemente
amo en mi corazón”. Y, entonces os tiraron sobre llamas
y brasas ardientes. Y, vos, mientras os quemabais decíais:
“Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has
protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor
a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la
paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora
en tus brazos mi alma”. Y, Él, os escuchó y os recibió en
sus amadísimos brazos, y, a la vez os premió, con corona
de luz, como premio a vuestra entrega incréible de amor.
Por todo ello, un himno latino muy antiguo, os canta así:
“Oh Agueda: tu corazón era tan fuerte que logró aguantar
que el pecho fuera destrozado a machetazos y tu intercesión
es tan poderosa, que los que te invocan cuando huyen al
estallar el volcán Etna, se logran librar del fuego y de
la lava ardiente, y los que te rezan, logran apagar el
fuego de la concupiscencia”. “La buena”, “La virtuosa”;
¡oh!, Santa Agueda; “viva Luz de Bondad y Virtud de Cristo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Febrero
Santa Agueda
Virgen y Mártir
(año 251)

Agueda significa “la buena”, “la virtuosa”. Un himno latino sumamente antiguo canta así: “Oh Agueda: tu corazón era tan fuerte que logró aguantar que el pecho fuera destrozado a machetazos y tu intercesión es tan poderosa, que los que te invocan cuando huyen al estallar el volcán Etna, se logran librar del fuego y de la lava ardiente, y los que te rezan, logran apagar el fuego de la concupiscencia”.

Agueda nació en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230.Como Santa Inés, Santa Cecilia y Santa Lucía, decidió conservarse siempre pura y virgen, por amor a Dios. En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio, el gobernador Quinciano se propone enamorar a Agueda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo.

Para hacerle perder la fe y la pureza el gobernador la hace llevar a una casa de mujeres de mala vida y estarse allá un mes, pero nada ni nadie logra hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le ha hecho a Dios. Allí, en esta peligrosa situación, Agueda repetía las palabras del Salmo 16: “Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan”.

El gobernador le manda destrozar el pecho a machetazos y azotarla cruelmente. Pero esa noche se le aparece el apóstol San Pedro y la anima a sufrir por Cristo y la cura de sus heridas.

Al encontrarla curada al día siguiente, el tirano le pregunta: ¿Quién te ha curado? Ella responde: “He sido curada por el poder de Jesucristo”. El malvado le grita: ¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido? Y la joven le responde: “Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón”.

Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración: “Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma”. Y diciendo esto expiró. Era el 5 de febrero del año 251.

Desde los antiguos siglos los cristianos le han tenido una gran devoción a Santa Agueda y muchísimos y muchísimas le han rezado con fe para obtener que ella les consiga el don de lograr dominar el fuego de la propia concupiscencia o inclinación a la sensualidad.

Propósito

Digámosle a Dios: “Señor, aquí están todas mis concupiscencias y malas inclinaciones. Mi vida se puede convertir fácilmente en un desorden. Toma en tus manos estas mis malas inclinaciones y cálmalas y cúralas, tu que curaste las heridas de tu sierva Agueda y le diste fortaleza para resistir al fuego. Creo que el poder y la bondad de mi Dios podrán obtener lo que mis pobres fuerzas no han logrado. Dios puede mejorar radicalmente mi personalidad”.

¿Cuántas veces pondré en manos de Dios mis concupiscencias y malas inclinaciones para que El las cure y las calme? ¿Cuántas veces cada día?

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Agueda_Felipe_de_Jesús.htm)


04 febrero, 2024

Domingo 5 (B) del tiempo ordinario

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Domingo 4 de Enero

Domingo 5 (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 1,29-39): En aquel tiempo, cuando Jesús salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

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«Todos te buscan»

Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España)

Hoy, contemplamos a Jesús en Cafarnaúm, el centro de su ministerio, y más en concreto en casa de Simón Pedro: «Cuando salió de la sinagoga se fue (…) a casa de Simón y Andrés» (Mc 1,29). Allí encuentra a su familia, la de aquellos que escuchan la Palabra y la cumplen (cf. Lc 8,21). La suegra de Pedro está enferma en cama y Él, con un gesto que va más allá de la anécdota, le da la mano, la levanta de su postración y la devuelve al servicio.

Se acerca a los pobres-sufrientes que le llevan y los cura solamente alargando la mano; sólo con un breve contacto con Él, que es fuente de vida, quedan liberados-salvados.

Todos buscan a Cristo, algunos de una manera expresa y esforzada, otros quizá sin ser conscientes de ello, ya que «nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso hasta reposar en Él» (San Agustín).

Pero, así como nosotros le buscamos porque necesitamos que nos libere del mal y del Maligno, Él se nos acerca para hacer posible aquello que nunca podríamos conseguir nosotros solos. Él se ha hecho débil para ganarnos a nosotros débiles, «se ha hecho todo para todos para ganar al menos algunos» (1Cor 9,22).

Hay una mano alargada hacia nosotros que yacemos agobiados por tantos males; basta con abrir la nuestra y nos encontraremos en pie y renovados para el servicio. Podemos “abrir” la mano mediante la oración, tomando ejemplo del Señor: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1,35).

Además, la Eucaristía de cada domingo es el encuentro con el Señor que viene a levantarnos del pecado de la rutina y del desánimo para hacer de nosotros testigos vivos de un encuentro que nos renueva constantemente, y que nos hace libres de verdad con Jesucristo.

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Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso hasta reposar en Él» (San Agustín)

«El cristianismo comienza con la encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre. Dios busca al hombre movido por su corazón de Padre» (San Juan Pablo II)

«De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado a su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 28).

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2024-02-04)

03 febrero, 2024

San Blas Obispo y Mártir; protector de los enfermos y patrón de los otorrinolaringólogos

 

 Resultado de imagen para San Blas de Sebaste"

 

 ¡Oh!, San Blas de Sebaste, vos sois el hijo del Dios de la Vida,
su obispo, su amado santo y mártir, que honor hicisteis
al significado de vuestro nombre: “arma de la divinidad”.
Vos, que, excelente médico erais, y aprovechasteis de
ello para evangelizar a las gentes de vuestro tiempo.
Por vuestra gran santidad, el pueblo os eligió como su
Obispo, y cuando la persecución de Diocleciano estalló,
os fuisteis a la montaña, y desde allí con amor dirigíais
y animabais a todos los cristianos perseguidos. Por la
noche bajabais a escondidas hacia la ciudad a ayudarlos,
socorrerlos y brindarles vuestro consuelo a los que estaban
en las cárceles sufriendo y privados de su libertad con
la Sagrada Eucaristía. Curabais a las fieras sus heridas,
y ellas venían en cantidad a visitaros cariñosamente. Y,
todo ello, más tarde, causa fue de que os tomaran preso.
El gobernador en su intento vano de que vos apostataseis
os ofreció muchos premios, que vos, rechazasteis, pues
respondisteis que, amigo de Jesús y de su santa religión
erais y que, lo seríais hasta el fin de vuestra santa vida.
Ante esta respuesta, os sometieron a torturas, las cuales
y sin proferir queja alguna, resististeis y sin dejar de
proclamar vuestro puro amor hacia Dios, os cortaron la
cabeza, y con ello, vuestra vida corpórea, pero nunca jamás
vuestra alma, que voló al cielo para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe.
Hasta hoy, en muchos rincones de la tierra se escucha decir:
“Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males
de garganta”. Y, cuando los niños se enferman de ese mal, las
mamás dicen:“¡San Blas bendito, que se ahoga el angelito!”.
Pero, hoy, interced para ser curados de aquella “enfermedad
espiritual de la garganta” que nos hace hablar de todo lo que
no se debe y en sentir miedo de hacerlo en contra de nuestra
santa religión y de nuestro maravilloso y Redentor, Jesucristo;
¡oh!, San Blas, “vivo amor del Dios de la Vida y del Amor”



© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Febrero
San Blas,
(año 316)


Blas significa: “arma de la divinidad”.(año 316) San Blas fue obispo de Sebaste, Armenia (al sur de Rusia).
Al principio ejercía la medicina, y aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad de excelente médico, para hablarles a sus pacientes en favor de Jesucristo y de su santa religión, y conseguir así muchos adeptos para el cristianismo.

Al conocer su gran santidad, el pueblo lo eligió obispo. Cuando estalló la persecución de Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una cueva de la montaña, y desde allí dirigía y animaba a los cristianos perseguidos y por la noche bajaba a escondidas a la ciudad a ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en las cárceles, y a llevarles la Sagrada Eucaristía.

Cuenta la tradición que a la cueva donde estaba escondido el santo, llegaban las fieras heridas o enfermas y él las curaba. Y que estos animales venían en gran cantidad a visitarlo cariñosamente. Pero un día él vio que por la cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno y entonces espantó a las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de la cacería.

Entonces los cazadores, en venganza, se lo llevaron preso. Su llegada a la ciudad fue una verdadera apoteosis, o paseo triunfal, pues todas las gentes, aun las que no pertenecían a nuestra religión, salieron a aclamarlo como un verdadero santo y un gran benefactor y amigo de todos.
El gobernador le ofreció muchos regalos y ventajas temporales si dejaba la religión de Jesucristo y si se pasaba a la religión pagana, pero San Blas proclamó que él sería amigo de Jesús y de su santa religión hasta el último momento de su vida.

Entonces fue apaleado brutalmente y le desgarraron con garfios su espalda. Pero durante todo este feroz martirio, el santo no profirió ni una sola queja. El rezaba por sus verdugos y para que todos los cristianos perseveraran en la fe.

El gobernador, al ver que el santo no dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó que le cortaran la cabeza. Y cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba bendiciendo por el camino a la inmensa multitud que lo miraba llena de admiración y su bendición obtenía la curación de muchos.

Pero hubo una curación que entusiasmó mucho a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando porque se le había atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio por donde debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se ahogaba. San Blas le colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él. Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud. El pueblo lo aclamó entusiasmado.

Le cortaron la cabeza (era el año 316). Y después de su muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los que le rezaban. Se hizo tan popular que en sólo Italia llegó a tener 35 templos dedicados a él. Su país, Armenia, se hizo cristiano pocos años después de su martirio.

En la Edad Antigua era invocado como Patrono de los cazadores, y las gentes le tenían gran fe como eficaz protector contra las enfermedades de la garganta. El 3 de febrero bendecían dos velas en honor de San Blas y las colocaban en la garganta de las personas diciendo: “Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta”. Cuando los niños se enfermaban de la garganta, las mamás repetían: “San Blas bendito, que se ahoga el angelito”.

A San Blas, tan amable y generoso, pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las enfermedades corporales de la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad espiritual de la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en sentir miedo de hablar de nuestra santa religión y de nuestro amable Redentor, Jesucristo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Blas_Oscar.htm)

02 febrero, 2024

Nuestra Señora de la Candelaria

 

02 de Febrero
Nuestra Señora de la Candelaria

La Fiesta de la Virgen de la Candelaria”, coincide con la celebración de “la Presentación del Señor en el templo” y “la Purificación ritual de la Virgen María”. La ‘Fiesta de la Candelaria’, como también se le conoce, tiene una larga historia durante la cual fue tomando la forma y el carácter que hoy posee.

Primeros siglos

A mediados del siglo V ya se celebraba la llamada “Fiesta de las luces”, en la que los fieles devotos de la Virgen sacaban en procesión su imagen acompañándola con velas encendidas en las manos. Hay quienes señalan que dicha costumbre comenzó en antes, en Oriente, con el nombre de “Encuentro” y luego se extendió a Occidente durante el siglo VI, llegando incluso a celebrarse en la ciudad de Roma, con marcado carácter penitencial.

A pesar de que el origen de esta festividad no esté completamente esclarecido, se sabe que para el siglo X las procesiones con velas encendidas (candelas, caldas o cirios) realizadas en honor a la Virgen eran muy populares y en algunos lugares se celebraban con mucha solemnidad.

La advocación: el origen

La advocación mariana de la ‘Virgen de la Candelaria’ o ‘Nuestra Señora de la Candelaria’ tuvo su origen en las islas Canarias, Tenerife (España). Según la tradición, en 1392, dos naturales del lugar -los denominados “guanches”, antiguos aborígenes de Canarias- encontraron una imagen de la Virgen María mientras pastoreaban su rebaño, cerca de la orilla del mar.

Anteriormente, el ganado se había estado desplazando con normalidad cuando de pronto se detuvo. Entonces, uno de los dos avanzó para ver qué sucedía y vio que sobre una parte alta del terreno había una imagen de madera, de unos 60 cm de altura. Acercándose más, vio que se trataba de la imagen de una mujer, hecha de madera, que portaba una vela en la mano izquierda y cargaba a un niño con el brazo derecho. El pequeño, por su parte, llevaba en sus manos un pajarito de oro. Se trataba de una imagen de la Virgen María con el niño Jesús en brazos.

Difusión de la devoción

La Virgen de la Candelaria es la patrona de las islas Canarias, hoy parte del territorio español.

A la Virgen se le venera en la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, en Tenerife, la isla más grande entre las Canarias, ubicada frente a las costas de África Occidental.

A continuación, se hace un breve recuento de solo algunas de las tradiciones relacionadas a Nuestra Señora en algunos países de América:

Argentina

Hay que subrayar que si bien es cierto la devoción a la Virgen de la Candelaria empezó en Canarias (España), esta se extendió y llegó a América. Por ejemplo, su fiesta se celebra en diversos lugares, como es el caso de Candelaria, Misiones (Argentina), localidad formada bajo la inspiración de las antiguas reducciones jesuíticas. Hoy se organizan allí procesiones y serenatas en honor a la Madre de Dios.

Asimismo, en la ciudad de Humahuaca, Jujuy, se realiza la tradicional ‘danza de los toritos’ y se queman fuegos artificiales. Mientras que en la provincia de Tucumán, en la localidad de Villa de Leales, esta festividad congrega multitudes. En Guaraní, provincia de Buenos Aires, la Virgen de la Candelaria es patrona de la ciudad.

Bolivia

En Copacabana (La Paz) tienen como santa patrona a la Virgen de Copacabana, cuya figura no es otra que la de la Virgen de la Candelaria, tallada por el famoso artista Francisco “Tito Yupanqui” (1550, Copacabana, Alto Perú, hoy Bolivia – 1616, Cusco, Perú).

Esta imagen de Nuestra Señora se conserva en la Basílica de la Virgen de la Candelaria de Copacabana, el segundo templo más antiguo de Hispanoamérica. Allí fue entronizada en 1583.

En Bolivia la Virgen de la Candelaria es patrona de Aiquile (Cochabamba), Rurrenabaque (Beni), Samaipata (Santa Cruz), Azurduy (Chuquisaca) y de la comunidad de La Angostura en Tarija.

Chile

En la Iglesia de San Antonio, en la isla Mancera, en Valdivia (Chile), se le rinde culto a la Virgen de la Candelaria desde 1645, según consta en los registros de la época. Hoy son los sectores mineros del norte del país quienes alientan y promueven su devoción.

Por otro lado, en la ciudad chilena de Copiapó existe un santuario dedicado a ‘la Candelaria’; mientras que en Mincha, comuna de Canela, la Iglesia de la Candelaria es monumento histórico nacional desde 1980.

Colombia

La ciudad de Medellín (Colombia) fue erigida originalmente como “Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín” y por ello la Virgen aparece en el escudo de la ciudad.

De igual manera, la primera Catedral de la actual Arquidiócesis de Medellín fue previamente la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria. Otras ciudades colombianas también la tienen como santa patrona.

Perú

En Puno, al sur de Perú, la ‘Fiesta de la Candelaria’ es una de las celebraciones más importantes de la región. Allí, la imagen de la Virgen de la Candelaria es sacada en procesión por las calles de la ciudad, acompañada de danzas representativas y música tradicional. Cabe subrayar que en participan cientos de miles de personas durante las festividades.

En noviembre de 2014, la UNESCO declaró la Festividad de la Virgen de la Candelaria de Puno como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Muchos otros países del continente también festejan a la Virgen de la Candelaria, como es el caso de Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela.

¡Nuestra Señora de la Candelaria, ruega por los pueblos de Hispanoamérica! (ACI Prensa).

Fiesta de la Presentación del Señor

 

 

Texto del Evangelio (Lc 2,22-40):Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

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«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación» Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)

Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la llegada del Mesías. Cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.

A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde quiere (cf. Jn 3,8).

Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio. José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.

Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).

Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo tuyo y niño.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo hombre. Dejemos, hermanos, que esta luz nos penetre y nos transforme. Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz. Imitemos la alegría de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias» (San Sofronio)
  • «El anuncio de Simeón parece como un segundo anuncio a María, dado que le indica la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su misión, es decir, en la incomprensión y en el dolor» (San Juan Pablo II)
  • «Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al encuentro de su Salvador. Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, ‘luz de las naciones’ y ‘gloria de Israel’, pero también “signo de contradicción”. La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado ‘ante todos los pueblos’» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 529)

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2023-02-02)