10 febrero, 2024

San José Luís Sánchez del Río, Mártir de la Guerra Cristera

 Grandes mensajes de la película de José Sánchez del Río | Desde la Fe

  

¡Oh! San José Luís Sánchez del Río, vos sois el hijo
del Dios de la Vida y su amado mártir. Desde pequeño
disteis muestras de fervor religioso y compromiso con
la Iglesia Católica, que se hallaba sometida a un
anticlericalismo. De pronto Calles, ordenó suspender
el culto público en vuestro país y vos, niño aún,
unisteis vuestra voz de protesta, al lado de laicos,
presbíteros y religiosos que tomando las armas en sus
manos se levantaron en defensa de la fe en Jesucristo.
A todos vosotros, os conocemos como “cristeros”. El
monigote Calles, decidió imponer su ley, para sofocar
la insurgencia, produciéndose la guerra civil, un baño
verdadero de sangre, en la que las milicias cristeras
llevaron la peor parte. La “Cristiada” sacrificó miles
y miles de cristianos, por la defensa de la fe en Cristo.
Vuestros hermanos, se unieron al grupo, pero vos, por
ser menor de edad, y porque vuestra madre os lo prohibió
en varias veces, solo logró que vos dijeses lleno de
emoción y fe: "Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse
el cielo como ahora,  y no quiero perder la ocasión".
Y, así, y ante las lágrimas de vuestra santa madre, os
enlistasteis bajo las órdenes del general Prudencio
Mendoza, jefe de la milicia cristera, con el vivo deseo
de contribuir a ‘la defensa de la causa de Cristo y
de su Iglesia’. Y hubo batalla, y qué batalla. Ambos
bandos se enfrentaron y tras ella, vos, fuisteis hecho
prisionero y os condujeron a la parroquia de Sahuayo,
donde quedasteis detenido. Y, allí, escribisteis a
vuestra amada madre despidiéndoos así: «Querida mamá:
Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en
los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá.
Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi
muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis
hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano el
más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y
mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Saluda
a todos por última vez. Y tú, recibe el corazón de tu hijo,
que tanto te quiere y, verte, antes de morir, deseaba».
Antes de morir, os torturan y vuestros verdugos os
exigieron que renegaseis de vuestra fe y así salvar
vuestra vida, pero vos, os negasteis y os desollaron la
planta de los pies y así os condujeron descalzo hasta
el lugar de vuestra tumba. Mientras caminabais, vos,
orabais, rezabais y gritabais “¡Viva Cristo Rey y la
Virgen de Guadalupe!”. Os colgaron de un árbol y os
apuñalaron hasta que perdierais la vida. Uno de vuestros
verdugos llamado el Zamorano, os descolgó y os preguntó
qué mensaje quería que le diesen a vuestros padres. Y,
vos, agonizante respondisteis: “Que viva Cristo Rey, y que
en el cielo nos veremos”. Oída la respuesta, os dio un
tiro en la sien. Y así, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser con corona de luz y eternidad, por vuestro
increíble amor a Jesús, Dios y Señor Nuestro. ¡Aleluya!
¡Oh! San José Sánchez del Río, "vivo Amor del Dios Vivo".


© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Febrero
San José Luís Sánchez del Río
Mártir de la Guerra Cristera
 
San José Luís Sánchez del Río, el niño mexicano que entregó la vida en el martirio durante la persecución religiosa desatada en México en la segunda década del siglo XX.
 
José Luis Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán (México). Fue el último de varios hermanos. Desde pequeño dio muestras de fervor religioso y compromiso con el catolicismo de su país, que se encontraba bajo la permanente amenaza del anticlericalismo imperante en los círculos de poder político.
 
Como muchos niños y jóvenes católicos del pueblo donde nació, José se unió a las ACJM (Asociación católica de juventud mexicana), organización fundada en 1913 por el sacerdote jesuita P. Bernardo Bergöend. A finales de la década de los veinte la ACJM se uniría a las protestas contra la denominada “Ley Calles”, hecha a la medida para cercenar la fe de un pueblo fervientemente católico como es el mexicano.
 
Ley Calles
 
En 1926, las leyes anticlericales del gobierno del presidente de México, Plutarco Elías Calles, obligaron a la Iglesia Católica a suspender el culto público en el país. En ese momento, José tenía apenas trece años y cinco meses.
 
Como respuesta a las disposiciones gubernamentales orientadas a restringir la libertad religiosa, laicos, presbíteros y religiosos decidieron levantarse en armas en defensa de la fe en Jesucristo. A este grupo de valientes católicos se les denominó “cristeros”. José, a pesar de su corta edad, terminaría formando parte de dicha milicia.
 
Producido el levantamiento de los cristeros, la orden del Presidente Calles fue imponer a cualquier costo la “Ley de tolerancia de cultos” (‘Ley Calles’) y sofocar cualquier insurgencia. La violencia con la que arremetió el ejército federal contra los fieles católicos fue tal que desató una guerra civil que no tardaría en convertirse en un baño de sangre, siendo las milicias cristeras las que llevaron la peor parte.
A esta guerra se le conoce como la “Guerra Cristera” o “Cristiada”; y se estima que fueron 250 mil personas las que perdieron la vida a causa de este conflicto entre los años 1926 y 1929.
El ‘fruto maduro’ de los Sánchez del Río
 
Los hermanos Sánchez del Río habían decidido unirse al grupo levantado en armas, pero por la corta edad de José, su madre le prohibió que siguiera a sus hermanos mayores. A pesar de los intentos de la mujer por disuadirlo, solo logró sacar de boca del jovencito las palabras que hoy lo identifican: "Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión".
 
“Joselito”, como le llamaban cariñosamente a José, se enlistó bajo las órdenes del general Prudencio Mendoza, jefe de la milicia cristera, con el deseo de contribuir a ‘la defensa de la causa de Cristo y de su Iglesia’.
 
¡Viva Cristo Rey!
 
El 6 de febrero de 1928 se produjo un duro enfrentamiento entre los cristeros y el ejército oficialista. Tras la batalla, San José Sánchez del Río fue capturado en Cotija y lo llevaron a la parroquia de Sahuayo, donde quedó detenido. Fue allí donde José escribió la célebre carta de despedida a su madre:
«Querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano el más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Saluda a todos por última vez. Y tú, recibe el corazón de tu hijo, que tanto te quiere y, verte, antes de morir, deseaba».
 
El día 10 trasladaron a José rumbo a las instalaciones cercanas del ejército federal para torturarlo. Ese sería su último día de vida. José ya había cumplido los 14 años de edad. Sus verdugos, todos oficiales del gobierno del presidente Calles, le exigieron que reniegue de su fe a cambio de liberarlo; petición a la que el adolescente jamás accedió. Entonces le desollaron la planta de los pies y así lo condujeron descalzo hasta el lugar donde se hallaba la que sería su tumba. Mientras caminaba, ‘José Luis’ rezaba y gritaba “¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!”.
 
San José Luis fue colgado de un árbol ubicado frente al hoyo en tierra donde luego tiraron su cuerpo. Mientras era sometido a un ahorcamiento le daban de puñaladas. Finalmente, uno de los verdugos -al que llamaban ‘el Zamorano’- lo bajó y le preguntó qué mensaje quería que se le dé a sus padres. El niño respondió: “Que viva Cristo Rey, y que en el cielo nos veremos”. Oída la respuesta, el hombre le dio al santo un tiro en la sien.
 
Cristiada
 
San José Sánchez del Río fue beatificado en Guadalajara (México) el 20 de noviembre de 2005 por el Cardenal José Saraiva Martins, y canonizado en Roma (Italia) por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016 junto a otros seis beatos, entre ellos el sacerdote argentino ‘Cura Brochero’.
 
En el año 2012 fue estrenada “Cristiada”, una película que hace un recuento de varios momentos importantes de la Guerra Cristera y, en particular, de la participación en ella de personajes como el Beato Anacleto González, San José Sánchez del Río y otros santos mártires mexicanos.



09 febrero, 2024

Santa Apolonia Virgen y Mártir, Patrona de los Dentistas

Santa Apolonia

 ¡Oh!, Santa Apolonia, vos, sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa. Cristiana y bautizada desde pequeña os
educaron en la fe de vuestros padres, y más tarde decidisteis
quedaros sin matrimonio así, donando así, vuestra santa vida
a Jesús. Un día, casi de la nada, sale a la calle un poeta
y cantando va malos augurios; metido estaba en la magia y en
las vías y plazas alejandrinas grita los males, catástrofes
y calamidades que sobrevendrán a la ciudad si no se extermina
a los cristianos. El obispo Dionisio Alejandrino, relata esta
persecución así: Toman violentamente al anciano Metro y, sin
respetar sus canas; le exigen blasfemar contra Jesucristo y,
ellos, desalentándose con su negativa lo muelen a palos y pasan
a lapidarlo. Luego toman a la matrona Cointa, que es atada,
arrastrada y muerta a pedradas. De pronto la ciudad entera
arde, que parece en estado de guerra. La turba fuera de sí,
asalta las casas de los cristianos. A vos, os conocían por
vuestras obras de caridad, sólida virtud y vuestro retiro
en oración constante. Tiempo atrás, erais diaconisa de vuestra
iglesia local. Hoy, unas hordas os secuestran y pretenden
obligaros y os obligan a blasfemar contra Jesucristo. Pero
vos, fiel os negasteis a hacerlo, y entonces, con una piedra
os destrozan los dientes. Después os llevan fuera de la ciudad
amenazándoos con arrojaros al fuego, si no apostataseis. Vos,
entonces, pedís un tiempo a pesar del martirio, para reflexionar
y entráis en oración profunda. Luego, vos misma, con desprecio
a la vida y manifestando abiertamente de que vivir sin Dios
no vale; con valor y paso decidido, entrasteis en las llamas
con que os habían amenazado y donasteis así, vuestra santa vida
a quien os la dio: ¡Dios! Y, así, voló vuestra alma al cielo,
para corona de luz recibir, como justo premio a vuestra entrega
de amor y fe. Abogada contra todos los males de dientes y muelas,
Patrona Santa de todos los odontólogos del orbe de la tierra;
¡Oh!, Santa Apolonia, “vivo Amor y Fidelidad al Dios Vivo y eterno".

© 2024 by Luis ernesto Chacón Delgado
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9 de Febrero
Santa Apolonia
Virgen y Mártir, Patrona de los Dentistas

Martirologio Romano: En Alejandría, en Egipto, conmemoración de santa Apolonia, virgen y mártir, la cual, después de haber sufrido muchos y crueles tormentos por parte de los perseguidores, para no verse obligada a proferir palabras impías prefirió entregarse al fuego antes que ceder en su fe (c. 250).


Etimología: Apolonia = Aquella que desciende de Apolo, es de origen griego.

Sucedió en tiempos del emperador Felipe que es una época suave en la práctica de la fe cristiana. El lugar de los acontecimientos es Alejandría y por el año 248, previo a la persecución de Decio.

Sale a la calle un poeta con aires de profeta de males futuros; practicaba la magia, según se dice; va por las vías y plazas alejandrinas publicando, como agorero de males, las catástrofes y calamidades que van a sobrevenir a la ciudad si no se extermina de ella a los cristianos. No se sabe qué cosas dieron motivo para predecir esos tiempos aciagos, pero la verborrea produjo su efecto. El obispo Dionisio Alejandrino es el que relata el comienzo de la persecución. Tomaron violentamente al anciano Metro, sin respetar sus canas; le exigen blasfemias contra Jesucristo, se desalientan con su firmeza y acaban moliéndolo a palos y lapidándolo a las afueras de la ciudad. Luego van a por la matrona Cointa que es atada, arrastrada y también muerta a pedradas. Ahora la ciudad parece en estado de guerra; han crecido los tumultos; la gente va loca asaltando las casas donde puede haber cristianos. Se multiplican los incendios, los saqueos y la destrucción.

En Alejandría vive una cristiana bautizada desde pequeña y educada en la fe por sus padres; en los tiempos de su juventud decidió la renuncia voluntaria al matrimonio para dar su vida entera a Jesús. Se llama Apolonia y ya es entrada en años; los que la conocen saben mucho de sus obras de caridad, de su sólida virtud y de su retiro en oración; incluso presta ayuda a la iglesia local como diaconisa, según se estila en la antigüedad. Las hordas incontroladas la secuestran y pretenden obligarla a blasfemar contra Jesucristo. Como nada sale de su boca, con una piedra le destrozan los dientes. Después la llevan fuera de la ciudad amenazándola con arrojarla a una hoguera, si no apostata. Pide un tiempo para reflexionar. Se abisma en oración. Luego, ella misma es la que, con desprecio a la vida que sin Dios no vale, con paso decidido, pasa ante sus asombrados verdugos y entra en las llamas donde murió.

Los cristianos recogieron de entre las cenizas lo poco que quedó de sus despojos. Los dientes fueron recogidos como reliquias que distribuyeron por las iglesias.

Su representación iconográfica posterior la presenta sufriendo martirio de manos de un sayón que tiene una gran piedra en la mano para impartir el golpe que le destrozó la boca. Por eso es abogada contra los males de dientes y muelas.

También a nosotros nos asombra la decisión de santa Apolonia por parecerse al suicidio. Algún magnánimo escritor habla de que «eso sólo es lícito hacerlo bajo una inspiración de Dios». Desde luego es susceptible de más de una glosa. Sólo que los santos, tan extremosamente llenos de Dios, adoptan en ocasiones actitudes inverosímiles y desconcertantes bajo el aguijón del Amor y ¡quien sabe si esas son «locuras» sólo para quien no tiene tanto amor! Al fin y al cabo, cada santo es el misterio de responder sin cuento a Dios.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)


08 febrero, 2024

San Jerónimo Emiliani, Fundador de los Padres Somascos y patrono de los huérfanos y jóvenes en abandono

San Jerónimo Emiliani, Patrono de los niños abandonados


 ¡Oh!, San Jerónimo Emiliani, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, y, el mismo que, disteis
lustre al significado de vuestro nombre Jerónimo: “nombre
sagrado”. Cayó Castelnouvo y también vos, y encarcelado
fuisteis con cadenas en manos y pies. Y, así, empezó
vuestra conversión en la soledad de la cárcel, en la que,
las palabras de Nuestro Señor meditasteis una y otra vez:
"¿De qué le sirve a un hombre ganar todo el mundo, si se
pierde a sí mismo?". Y, bastó aquél instante para que vos,
la santidad buscaseis y pidiendo con fervorosa fe a
María, Madre de Dios y Señora Nuestra, Ella, os escuchó
y de milagro os liberó de los grilletes, en especial de los que
os ataban al mundo. Y, luego, libre ya, y ante los pies
de Nuestra Señora de Treviso, a vuestras armas renunciasteis
y prometisteis en adelante propagar la devoción a María,
en señal de gratitud por doquiera que anduvieseis. Los
huérfanos y los niños, que la peste había dejado, atendidos
por vos, eran de solícita manera, tanto que hoy, en el
mundo todo, os conocen como “Patrono de los huérfanos”,
“paño de lágrimas”, “corazón de Cristo” y más. Fundador
de los Padres Somascos, realidad hicisteis las palabras
de Cristo, cuando dijo: “Todo el que reciba a un niño en mi
nombre, me recibe a Mí. Quien regale aunque sea un vaso de
agua, en razón a que es discípulo mío, no quedará sin
recompensa. Todo el bien que habéis hecho a los demás, aun
a los más humildes, lo recibo como si me lo hubierais hecho
a Mí personalmente”. Y, así, y luego de gastar vuestra
santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser, con corona de luz como premio, a vuestra
increíble entrega de amor. Fundador de los Padres Somascos
y “Santo Patrono de los Niños Huérfanos del mundo entero”;
¡Oh!, San Jerónimo Emiliani, “vivo amor por los niños de Dios, ”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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08 de Febrero
San Jerónimo Emiliani
Fundador de los Padres Somascos (1537)
 
Propósito

Recordaré una frase de Jesús que animaba mucho a San Jerónimo para dedicarse al apostolado: “Todo el que reciba a un niño en mi nombre, me recibe a Mí. Quien regale aunque sea un vaso de agua, en razón a que es discípulo mío, no quedará sin recompensa. Todo el bien que habéis hecho a los demás, aun a los más humildes, lo recibo como si me lo hubierais hecho a Mí personalmente” (Mt. 25,40).

Señor Jesús; haz que nuestro corazón sea tan generoso para ayudar a los niños pobres y necesitados como lo fue tu Corazón Santísimo y el corazón de los grandes santos que dedicaron su vida al bien de la juventud abandonada.
 
Jerónimo significa: “un nombre sagrado” (Jero = sagrado, Nomo = nombre).

Jerónimo nació en Venecia, Italia, el año 1486. De joven fue militar y llegó a ser comandante de las fuerzas que defendía la ciudad de Castelnouvo de Quero. Las fuerzas enemigas francesas, muy superiores en número, lograron tomar a Castelnouvo y Jerónimo cayó prisionero, y encarcelado en un calabozo con cadenas en manos y pies. Y éste fue el golpe de gracia para su conversión.

Hasta entonces había llevado una vida muy mundana, pero en la soledad de la cárcel se dedicó a meditar en aquellas palabras de Jesús: ¿De qué le sirve a un hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo? Y se propuso dedicar su vida entera y todas sus energías a tratar de conseguir su propia santificación y la salvación de muchos otros.

Estando en la tenebrosa prisión, y viendo que humanamente no tenía remedio para aquella aflicción, se dedicó a rezar con toda fe a la Santísima Virgen María para que le consiguiera de Dios su pronta liberación. Y he aquí que de la manera más inesperada son quitadas las cadenas de sus manos y de sus pies y logra salir sin que los guardianes se le opongan. En el silencio de la cárcel había encontrado la amistad con Dios por medio de la oración y la meditación.

Reconociendo que su liberación de la cárcel era un favor especialísimo de la Sma. Virgen, se dirigió ante la imagen de Nuestra Señora en Treviso y a sus pies dejó sus cadenas y sus armas de militar, como recuerdo y agradecimiento y se propuso propagar incansablemente la devoción a la Madre de Dios.

Por aquellos tiempos apareció en Italia una serie de apóstoles formidables que se propusieron, iluminados por el Espíritu Santo, enfervorizar al pueblo en la piedad, y dedicar el mayor número posible de personas a obras de caridad en favor de los necesitados. Algunos de estos santos fueron: Santa Catalina de Génova, San Cayetano, San Camilo de Lelis, San Bernardino de Feltre, San Felipe Neri, San José Calazans, y Santa Angela de Merici. Un verdadero “sindicato” de apóstoles de la caridad. A ellos se unió San Jerónimo.

En 1531 se propagó por Italia la terrible peste del cólera. Jerónimo vendió todo lo que tenía, incluso los muebles de su casa, y se dedicó a atender a los enfermos más abandonados. El mismo tenía que cavarles las sepulturas y llevarlos al cementerio, porque casi nadie se atrevía a acercárseles, por temor al contagio. También él se contagió de la terrible enfermedad, pero por favor de Dios logró curarse.

Miles y miles de niños pobres quedaron huérfanos y desamparados, por la muerte de sus padres en la epidemia de cólera. Entonces Jerónimo se dedica a recogerlos y a proporcionales alimento, vestido, hospedaje y educación, todo totalmente gratis. De casa en casa va pidiendo limosnas para poder ayudar a sus niños huérfanos. Muchos le colaboran. Levanta dos grandes edificios; en uno recibe a los niños y en el otro a las niñas. Y como muchas mujeres ante la absoluta miseria se han dedicado a la prostitución, entonces el santo funda una Casa para mujeres arrepentidas y allí aprenden costura, bordados y otras artes para ganarse la vida honestamente.

Varios de sus amigos y colaboradores deseaban dedicarse por completo a la obra de atender a los niños huérfanos y desamparados, y con ellos fundó el santo una nueva comunidad, en Somasca, cerca de Milán. El nombre de esta congregación religiosa fue de “Servidores de los pobres”, pero en recuerdo al sitio donde se efectuó su fundación, ahora se llama la Comunidad de los Padres Somascos. En la actualidad tienen unas 75 casas en el mundo con unos 500 religiosos, y se dedican preferencialmente a educar niños desamparados.

Las gentes decían que la vida de Jerónimo Emiliani estaba toda hecha de caridad. Que de él se podía repetir (en sus debidas proporciones) el elogio que fue hecho de Jesús: “Pasó su vida haciendo el bien” (Hech. 10,38). Nadie que viniera a pedirle un favor quedaba sin ser atendido. Lo llamaban “el paño de lágrimas” de los que sufrían y lloraban. No reparaba en ningún sacrificio con tal de hacer el bien, especialmente a los niños más pobres, para los cuales se sacrificaba hasta el extremo con tal de conseguirles maestros, alimentos y toda clase de ayudas espirituales y materiales.

Y Dios premiaba su oración, su caridad y su sacrificio, permitiéndole obrar frecuentes milagros. A muchos enfermos los cuidaba como especializado y amable enfermero, y a varios otros les colocaba las manos sobre su cabeza y los curaba de sus enfermedades.

La fama de sus milagros se extendió por todos los alrededores de las ciudades donde trabajaba. Viajaba por los campos predicando misiones, y en los ratos libres se iba a trabajar con los campesinos y aprovechaba la confianza y el cariño que éstos le tenían, para darles buenos consejos y ponerlos en amistad con Dios.

Volvió a propagarse la peste del cólera y San Jerónimo volvió a dedicarse a curar enfermos, a llevarles alimento y vestidos y a enterrar personalmente a los muertos llevándolos sobre sus hombros. Pero se contagió de la violenta enfermedad y en pocos días estuvo agonizante. Era el buen amigo que ofrecía su vida por sus amigos.

Cuando apenas tenía 56 años de edad, murió santamente el 8 de febrero de 1537. Después de muerto hizo numerosos milagros y el Papa Clemente XIII lo declaró santo en 1767. Después el Pontífice Pío XI lo declaró Patrono de los niños huérfanos en 1928.

07 febrero, 2024

Beato Pío IX, 255º Papa de la Iglesia católica, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción

 

 

¡Oh! Beato Pío IX Papa, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, su Papa y amado Beato, que sin tener
certeza de vuestra vocación hacia el sacerdocio,
vivíais de manera ejemplar, luchando contra el
pecado, evitando cualquier situación peligrosa,
estudiando “no por ambición de saber” sino para
el bien de los demás y abandonándoos a sí mismo en
las manos de Dios. Exonerado del servicio militar
intentasteis formar parte de la Guardia Pontificia,
pero vuestra salud, os lo impidió. Vos, padecíais
epilepsia, la misma que desapareció con los años
gracias a la intercesión de la Virgen de Loreto.
Vos hombre de oración constante, os consagrasteis
al ministerio de la Palabra y el sacramento de la
Reconciliación; cercano siempre a los más humildes
y necesitados. Conjugasteis de manera admirable la
la vida activa con la contemplativa. Erais muy
dedicado a las labores pastorales y sociales, y
se os podía ver muy recogido, en cada eucaristía
y también con vuestra piedad a la Virgen. Siempre
fuisteis un predicador fructuoso y persuasivo,
dispuesto a la caridad con todos, padre celoso de
vuestros sacerdotes diocesanos, del clero y de los
seminaristas, además gran promotor de la educación
de la juventud. Durante vuestro pontificado, vuestra
tarea fue difícil, pero la superasteis con sabiduría
y prudencia. A vos, se os reconoce como a uno de
los más grandes Pontífices; “Vicario de Cristo”
y cumplidor de un rol político, para el bien de la
Iglesia. Vuestra tarea doctrinal la orientasteis a
atender los principales problemas y amenazas para
la Iglesia y para el mundo entero, condenando las
sociedades secretas, la masonería, el comunismo
y el liberalismo. Restablecisteis la jerarquía de la
Iglesia católica en Inglaterra, Holanda y Escocia;
definisteis solemnemente el dogma de la Inmaculada
Concepción; el envío de misioneros a las zonas
nórdicas de América y Europa, a la India, Birmania,
China y Japón; promulgasteis el «Syllabus errorum»,
con el cual advertisteis al mundo de los errores del
modernismo; celebrasteis solemnemente el centenario
del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo;
celebrasteis el Concilio Ecuménico Vaticano I, con
la doctrina de la infalibilidad del Papa. Vos, os
encerrasteis en el Vaticano, declarándoos “prisionero”.
después de la caída de Roma, ello significó un ejemplo
de dignidad y desapego del orden temporal. Y, así y
luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo para ser coronada
con corona de luz y eternidad por vuestro amor y fe;
¡Oh! Beato Pío IX, "vivo Cristo del Amor del Dios Vivo". 

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de febrero
Beato Pío IX
255º Papa de la Iglesia católica

Hoy, 7 de febrero, la Iglesia Católica recuerda al Beato Pio IX, el bicentésimo quincuagésimo quinto (255º) Papa de la Iglesia católica. Su pontificado es considerado el segundo más largo de la historia, con un total de 31 años, 7 meses y 22 días (del 16 de junio de 1846 hasta el 7 de febrero de 1878). San Juan Pablo II lo beatificó junto al Papa San Juan XXIII el 3 de septiembre del año 2000.

Inicio de un itinerario

Giovanni Maria Battista Pellegrino Isidoro Mastai Ferretti, Papa Pio IX, nació en Senigallia (Italia) el 13 de mayo de 1792. Sus padres fueron Gerolamo y Caterina Solazzi, quienes lo bautizaron el mismo día de su nacimiento.

En 1809 viajó a Roma a fin de continuar los estudios que inició en su ciudad natal. Aún sin tener una orientación clara hacia el sacerdocio, vivía de modo ejemplar, como lo demuestran algunos propósitos hechos en 1810 después de un retiro espiritual: luchar contra el pecado, evitar cualquier ocasión peligrosa, estudiar “no por ambición de saber” sino para el bien de los demás, abandono de sí mismo en las manos de Dios.

Detuvo sus estudios en 1812 a causa de una enfermedad y fue exonerado del servicio militar. En 1815 intentó formar parte de la Guardia Pontificia, pero tuvo que desistir también por sus problemas de salud. Giovanni Maria padeció desde muy pequeño de epilepsia, enfermedad que amainó con los años hasta desaparecer del todo, se cree, gracias a la intercesión de la Virgen de Loreto.

Al servicio de Dios, al servicio de la Iglesia

Recibió las Órdenes menores en 1817, el subdiaconado en 1818 y el diaconado en 1819. Ese mismo año fue ordenado sacerdote. Celebró su primera Misa en la Iglesia de Santa Ana de los Carpinteros, del Instituto Tata Giovanni, del cual fue nombrado rector, cargo que ocupó hasta 1823.

El P. Giovanni Maria había dejado ya para ese entonces claras evidencias de su personalidad: hombre de oración constante, consagrado al ministerio de la Palabra y del sacramento de la Reconciliación; siempre cercano a los más humildes y necesitados.

Supo conjugar de manera admirable la vida activa con la contemplativa. Muy dedicado a las labores pastorales y sociales, se le veía también muy recogido, dada su intensa devoción eucarística y su piedad a la Virgen.

En 1820 deja el Instituto Tata Giovanni y emprende viaje a Chile, acompañando al Nuncio Apostólico, D. Giovanni Muzzi. Permaneció en ese país hasta 1825.

De regreso a Italia, fue elegido Director del Asilo de San Miguel, una importante obra eclesial al servicio de la comunidad, la que reformó de manera eficaz. A los 36 años de edad fue nombrado obispo y enviado a la arquidiócesis de Espoleto. Esta fue una etapa muy dura en su vida, dada su juventud y la inmensa responsabilidad que se puso sobre sus hombros.

En 1832, Mons. Mastai fue transferido a otra diócesis, esta vez en Imola, donde continuó con su estilo de predicador fructuoso y persuasivo, dispuesto a la caridad con todos, padre celoso de sus sacerdotes diocesanos, del clero y de los seminaristas, promotor de iniciativas en favor de la educación de la juventud. En 1840, con apenas 48 años, Mons. Mastai fue nombrado Cardenal.

Pontificado bajo el signo de la Cruz

En la tarde del 16 de junio de 1846, el Cardenal Mastai es elegido Papa y asume la Sede de San Pedro con el nombre de Pío IX.

Durante su pontificado, debido a las circunstancias políticas derivadas de la unificación de Italia y la pérdida de los Estados Pontificios, su tarea se tornó sumamente difícil. Fueron tiempos durísimos que el Papa tuvo que enfrentar con sabiduría y prudencia.

Por eso mismo, al Papa Mastai se le reconoce como uno de los más grandes Pontífices; “Vicario de Cristo” y al mismo tiempo cumplidor de un rol político asumido para el bien de la Iglesia.

Su labor doctrinal supuso una visión programática orientada a atender los principales problemas y amenazas tanto para la Iglesia como para la civilización cristiana: condenó las sociedades secretas, la masonería, el comunismo y el liberalismo.

Entre las acciones o medidas más destacadas del papado de Pío XII, se puede destacar: el restablecimiento de la jerarquía católica en Inglaterra, Holanda y Escocia; la definición solemne, el 8 de diciembre de 1854, del dogma de la Inmaculada Concepción; el envío de misioneros a las zonas nórdicas de América y Europa, a la India, Birmania, China y Japón; la promulgación del «Syllabus errorum», en el cual se advirtió de los errores del llamado modernismo; la celebración, con particular solemnidad, del XVIII centenario del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo; la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano I, iniciado en 1869 y concluido (por suspensión) el 18 de julio de 1870. Durante este Concilio fue establecida lo que se conoce como la doctrina de la infalibilidad del Papa.

De vuelta a casa

Después de la caída de Roma el 20 de septiembre de 1870 y del fin del poder temporal del Papa, Pío IX se encerró en el Vaticano, declarándose “prisionero”. Su postura se convirtió en ejemplo de dignidad y desapego del orden temporal por ser un ejercicio de libertad religiosa, firme frente al poder secular.

El 7 de febrero de 1878, con su piadosa muerte, llegó a término su pontificado.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-la-iglesia-recuerda-al-beato-papa-pio-ix-el-papa-que-se-declaro-prisionero-37823)

06 febrero, 2024

San Pablo Miki y Compañeros Mártires del Japón

 

 SANTO DEL DÍA: SAN PABLO MIKI Y SUS COMPAÑEROS, MÁRTIRES EN EL JAPÓN. –  Diócesis de Querétaro

 

¡Oh!, San Pablo Miki y compañeros mártires, vosotros,
sois los hijos del Dios de la vida, y sus amados santos,
a quienes, el mundo todo, hoy, os recuerda con vivo amor:
San Juan Goto, San Santiago Kisai, San Felipe de Jesús,
San Gonzalo García, San Francisco Blanco, San Pedro

Bautista, San Francisco de San Miguel, San Cayo Francisco;
San Francisco de Miako; San León Karasuma, y, los niños
San Luis Ibarqui, San Antonio Deyman, y San Totomaskasaky,
cuyo padre fue también martirizado, todo por amor a Cristo.
Vos, antes de partir a la eternidad dijisteis con fe
y valor extraordinario: “Llegado a este momento final de
mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de
ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que
no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para
conseguir la salvación es pertenecer a la religión

cristiana, ser católico. Y como mi Señor Jesucristo me
enseñó con sus palabras y sus buenos ejemplos a perdonar
a los que nos han ofendido, yo declaro que perdono al
jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos,
y a todos los que han contribuido a nuestro martirio,
y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra
santa religión y se hagan bautizar”. Luego, volviendo
la mirada hacia vuestros compañeros, les dabais ánimos
y por increíble que parezca sus rostros mostraban una
alegría muy grande, de manera especial los de los niños
Luis y Antonio, quienes estaban con los ojos fijos en

el cielo, invocando los santísimos nombres de Jesús,
José y María, se pusieron a cantar los salmos que habían
aprendido en la clase de catecismo. A los demás se les
oía decir constantemente: “Jesús, José y María, os doy
el corazón y el alma mía”. Mientras varios de los que
sufrían la crucifixión aconsejaban a las gentes que
permanecieran fieles a nuestra santa religión por siempre.
Y, en la hora sublime, los verdugos sacaron sus lanzas
y las blandieron contra cada uno de los que sufrían el
martirio, poniendo fin a sus vidas mortales, creyendo

haberlos terminado también con sus santas y vivas almas.
Entonces en medio de este dantesco y desgarrador cuadro,
se oyó decir a viva voz: ¡Jesús, José y María! ¡Jesús,
José y María! Y, así volaron volaron vuestras almas que
luego fueron coronadas con coronas de gloria y eternidad;
¡oh!, San Pablo Miki y compañeros, “vivos mártires de Cristo.”

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado


6 de febrero
Los Mártires del Japón
San Pablo Miki y Compañeros Mártires

“Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico”. (R. P. San Pablo Miki)

Fueron 26, martirizados el mismo día, 5 de febrero del año 1597. En el año 1549 San Francisco Javier llegó al Japón y convirtió a muchos paganos.

Ya en el año 1597 eran varios los miles de cristianos en aquel país. Y llegó al gobierno un emperador sumamente cruel y vicioso, el cual ordenó que todos los misioneros católicos debían abandonar el Japón en el término de seis meses. Pero los misioneros, en vez de huir del país, lo que hicieron fue esconderse, para poder seguir ayudando a los cristianos. Fueron descubiertos y martirizados brutalmente. Los que murieron en este día en Nagasaki fueron 26. Tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos católicos japoneses, que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos.

Los mártires jesuitas fueron:

San Pablo Miki, un japonés de familia de la alta clase social, hijo de un capitán del ejército y muy buen predicador: San Juan Goto y Santiago Kisai, dos hermanos coadjutores jesuitas. Los franciscanos eran: San Felipe de Jesús, un mexicano que había ido a misionar al Asia. San Gonzalo García que era de la India, San Francisco Blanco, San Pedro Bautista, superior de los franciscanos en el Japón y San Francisco de San Miguel.

Entre los laicos estaban:

Un soldado: San Cayo Francisco; un médico: San Francisco de Miako; un Coreano: San Leon Karasuma, y tres muchachos de trece años que ayudaban a misa a los sacerdotes: los niños: San Luis Ibarqui, San Antonio Deyman, y San Totomaskasaky, cuyo padre fue también martirizado.

A los 26 católicos les cortaron la oreja izquierda, y así ensangrentados fueron llevados en pleno invierno a pie, de pueblo en pueblo, durante un mes, para escarmentar y atemorizar a todos los que quisieran hacerse cristianos.

Al llegar a Nagasaki les permitieron confesarse con los sacerdotes, y luego los crucificaron, atándolos a las cruces con cuerdas y cadenas en piernas y brazos y sujetándolos al madero con una argolla de hierro al cuello. Entre una cruz y otra había la distancia de un metro y medio.

La Iglesia Católica los declaró santos en 1862

Testigos de su martirio y de su muerte lo relatan de la siguiente manera: “Una vez crucificados, era admirable ver el fervor y la paciencia de todos. Los sacerdotes animaban a los demás a sufrir todo por amor a Jesucristo y la salvación de las almas. El Padre Pedro estaba inmóvil, con los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín cantaba salmos, en acción de gracias a la bondad de Dios, y entre frase y frase iba repitiendo aquella oración del salmo 30: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El hermano Gonzalo rezaba fervorosamente el Padre Nuestro y el Avemaría”.

Al Padre Pablo Miki le parecía que aquella cruz era el púlpito o sitio para predicar más honroso que le habían conseguido, y empezó a decir a todos los presentes (cristianos y curiosos) que él era japonés, que pertenecía a la compañía de Jesús, o sociedad de los Padres jesuitas, que moría por haber predicado el evangelio y que le daba gracias a Dios por haberle concedido el honor tan enorme de poder morir por propagar la verdadera religión de Dios. A continuación añadió las siguientes palabras:

“Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico. Y como mi Señor Jesucristo me enseñó con sus palabras y sus buenos ejemplos a perdonar a los que nos han ofendido, yo declaro que perdono al jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos, y a todos los que han contribuido a nuestro martirio, y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra santa religión y se hagan bautizar”.

Luego, vueltos los ojos hacia sus compañeros, empezó a darles ánimos en aquella lucha decisiva; en el rostro de todos se veía una alegría muy grande, especialmente en el del niño Luis; éste, al gritarle otro cristiano que pronto estaría en el Paraíso, atrajo hacia sí las miradas de todos por el gesto lleno de gozo que hizo. El niño Antonio, que estaba al lado de Luis, con los ojos fijos en el cielo, después de haber invocado los santísimos nombres de Jesús, José y María, se puso a cantar los salmos que había aprendido en la clase de catecismo. A otros se les oía decir continuamente: “Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía”. Varios de los crucificados aconsejaban a las gentes allí presentes que permanecieran fieles a nuestra santa religión por siempre.

Luego los verdugos sacaron sus lanzas y asestaron a cada uno de los crucificados dos lanzazos, con lo que en unos momentos pusieron fin a sus vidas.

El pueblo cristiano horrorizado gritaba: ¡Jesús, José y María!

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Pablo_Miki.htm)

05 febrero, 2024

Santa Águeda de Catania, virgen y mártir, patrona de las enfermeras

 

 Santa Agueda

 

¡Oh!, Santa Águeda, vos sois, la hija del Dios de la Vida,
su mártir, amada santa y predilecta de Cristo Jesús; además
aquella que, amándoos de tal forma, la mundana vida dejó
atrás con sus propuestas, hasta la entrega de la propia vida
en cruel y cruento martirio, elevando salmos al cielo.
Y, cuando curada fuisteis por el mismo Pedro; os preguntó
el tirano: “¿Quién os ha curado?” Vos, respondisteis: “He
sido curada por el poder de Jesucristo”. Y, lleno de rabia
el impío os gritó: “¿Cómo os atrevéis a nombrar a Cristo,
si eso está prohibido?” Y, vos, volvisteis a responder: “Yo
no puedo dejar de hablar de Aquél, a quien más fuertemente
amo en mi corazón”. Y, entonces os tiraron sobre llamas
y brasas ardientes. Y, vos, mientras os quemabais decíais:
“Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has
protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor
a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la
paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora
en tus brazos mi alma”. Y, Él, os escuchó y os recibió en
sus amadísimos brazos, y, a la vez os premió, con corona
de luz, como premio a vuestra entrega incréible de amor.
Por todo ello, un himno latino muy antiguo, os canta así:
“Oh Agueda: tu corazón era tan fuerte que logró aguantar
que el pecho fuera destrozado a machetazos y tu intercesión
es tan poderosa, que los que te invocan cuando huyen al
estallar el volcán Etna, se logran librar del fuego y de
la lava ardiente, y los que te rezan, logran apagar el
fuego de la concupiscencia”. “La buena”, “La virtuosa”;
¡oh!, Santa Agueda; “viva Luz de Bondad y Virtud de Cristo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Febrero
Santa Agueda
Virgen y Mártir
(año 251)

Agueda significa “la buena”, “la virtuosa”. Un himno latino sumamente antiguo canta así: “Oh Agueda: tu corazón era tan fuerte que logró aguantar que el pecho fuera destrozado a machetazos y tu intercesión es tan poderosa, que los que te invocan cuando huyen al estallar el volcán Etna, se logran librar del fuego y de la lava ardiente, y los que te rezan, logran apagar el fuego de la concupiscencia”.

Agueda nació en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230.Como Santa Inés, Santa Cecilia y Santa Lucía, decidió conservarse siempre pura y virgen, por amor a Dios. En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio, el gobernador Quinciano se propone enamorar a Agueda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo.

Para hacerle perder la fe y la pureza el gobernador la hace llevar a una casa de mujeres de mala vida y estarse allá un mes, pero nada ni nadie logra hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le ha hecho a Dios. Allí, en esta peligrosa situación, Agueda repetía las palabras del Salmo 16: “Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan”.

El gobernador le manda destrozar el pecho a machetazos y azotarla cruelmente. Pero esa noche se le aparece el apóstol San Pedro y la anima a sufrir por Cristo y la cura de sus heridas.

Al encontrarla curada al día siguiente, el tirano le pregunta: ¿Quién te ha curado? Ella responde: “He sido curada por el poder de Jesucristo”. El malvado le grita: ¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido? Y la joven le responde: “Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón”.

Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración: “Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma”. Y diciendo esto expiró. Era el 5 de febrero del año 251.

Desde los antiguos siglos los cristianos le han tenido una gran devoción a Santa Agueda y muchísimos y muchísimas le han rezado con fe para obtener que ella les consiga el don de lograr dominar el fuego de la propia concupiscencia o inclinación a la sensualidad.

Propósito

Digámosle a Dios: “Señor, aquí están todas mis concupiscencias y malas inclinaciones. Mi vida se puede convertir fácilmente en un desorden. Toma en tus manos estas mis malas inclinaciones y cálmalas y cúralas, tu que curaste las heridas de tu sierva Agueda y le diste fortaleza para resistir al fuego. Creo que el poder y la bondad de mi Dios podrán obtener lo que mis pobres fuerzas no han logrado. Dios puede mejorar radicalmente mi personalidad”.

¿Cuántas veces pondré en manos de Dios mis concupiscencias y malas inclinaciones para que El las cure y las calme? ¿Cuántas veces cada día?

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Agueda_Felipe_de_Jesús.htm)


04 febrero, 2024

Domingo 5 (B) del tiempo ordinario

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Domingo 4 de Enero

Domingo 5 (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 1,29-39): En aquel tiempo, cuando Jesús salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

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«Todos te buscan»

Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España)

Hoy, contemplamos a Jesús en Cafarnaúm, el centro de su ministerio, y más en concreto en casa de Simón Pedro: «Cuando salió de la sinagoga se fue (…) a casa de Simón y Andrés» (Mc 1,29). Allí encuentra a su familia, la de aquellos que escuchan la Palabra y la cumplen (cf. Lc 8,21). La suegra de Pedro está enferma en cama y Él, con un gesto que va más allá de la anécdota, le da la mano, la levanta de su postración y la devuelve al servicio.

Se acerca a los pobres-sufrientes que le llevan y los cura solamente alargando la mano; sólo con un breve contacto con Él, que es fuente de vida, quedan liberados-salvados.

Todos buscan a Cristo, algunos de una manera expresa y esforzada, otros quizá sin ser conscientes de ello, ya que «nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso hasta reposar en Él» (San Agustín).

Pero, así como nosotros le buscamos porque necesitamos que nos libere del mal y del Maligno, Él se nos acerca para hacer posible aquello que nunca podríamos conseguir nosotros solos. Él se ha hecho débil para ganarnos a nosotros débiles, «se ha hecho todo para todos para ganar al menos algunos» (1Cor 9,22).

Hay una mano alargada hacia nosotros que yacemos agobiados por tantos males; basta con abrir la nuestra y nos encontraremos en pie y renovados para el servicio. Podemos “abrir” la mano mediante la oración, tomando ejemplo del Señor: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1,35).

Además, la Eucaristía de cada domingo es el encuentro con el Señor que viene a levantarnos del pecado de la rutina y del desánimo para hacer de nosotros testigos vivos de un encuentro que nos renueva constantemente, y que nos hace libres de verdad con Jesucristo.

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Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso hasta reposar en Él» (San Agustín)

«El cristianismo comienza con la encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre. Dios busca al hombre movido por su corazón de Padre» (San Juan Pablo II)

«De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado a su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 28).

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2024-02-04)