14 diciembre, 2024

San Juan de la Cruz, Reformador del Carmelo, Doctor de la Iglesia y Patrono de los Poetas

 San Juan de la Cruz, Místico: Doctor de la Iglesia


¡Oh! San Juan de la Cruz, vos sois el hijo del Dios de la Vida
su Místico, Reformador del Carmelo y Doctor de la Iglesia
junto con Santa Teresa de Ávila. En el colegio de los jesuitas,
vos, practicabais rudas mortificaciones corporales. A los
veintiún años, tomasteis el hábito en el convento de los
carmelitas de Medina del Campo. Vos, hubieseis querido ser
hermano lego, pero vuestros superiores no os lo  permitieron.
Ordenado sacerdote, encendisteis vuestras ganas de retiro,
y ello, os hizo pensar en ingresar en la Cartuja. Santa Teresa
fundaba por entonces los conventos de la rama reformada
de las carmelitas y ella, os buscó y admirada quedó de vuestro
espíritu religioso y os dijo que Dios os llamaba a santificaros
en la orden de Nuestra Señora del Carmen. La reforma del
Carmelo que lanzasteis con Santa Teresa, no la modernizó,
sino más bien la restauró y la revitalizó. Vos, junto a otros
dos frailes, vuestra profesión de fe, renovasteis un domingo
de Adviento, y fue allí, que vos tomasteis el nombre de "Juan
de la Cruz". Fuisteis rector del convento de Alcalá, y allí,
con vuestro ejemplo, inspirasteis a los religiosos el espíritu
de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, deseaba
purificar vuestro corazón de toda debilidad y apego humanos
y os sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores.
Y, vos, después de haber gozado de las delicias de la contemplación,
os visteis privado de toda devoción y un período de sequedad
espiritual se os apoderó de vos, junto a la turbación, los
escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales.
Y, claro, el demonio os atacaba con violentas tentaciones y los
hombres os perseguían con infamias y calumnias, que vos,
describisteis en “La Noche Oscura del Alma”, en que os sentisteis
por Dios abandonado. Y, de pronto, vuestro ser se os inundó
de luz y amor divino, como premio a vuestra paciencia con la
que habíais soportado estas duras pruebas. Hicisteis de
director espiritual y confesor de Santa Teresa y ella escribió:
“Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo.
En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre”. Religiosos  y laicos
os buscaban y Dios confirmó vuestro ministerio con milagros
evidentes. Vuestros primeros poemas son como una voz
que clama en el desierto, reflejan vuestro estado de ánimo:
"En dónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando,
y eras ido". Como vos os rehusasteis a abandonar la reforma,
os encerraron en una estrecha y oscura celda y os maltrataron
El prior Maldonado ingresó la víspera de la Asunción en aquella
celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del
verano y os dio un puntapié, mientras estabais recostado. Vos,
pedisteis perdón, pues la debilidad os había impedido levantaros.
“Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?”, os dijo Maldonado.
“Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería
una gran felicidad poder celebrar la misa”, dijisteis vos. “No lo
haréis mientras yo sea superior”, os dijo el prior. Y la Madre de
Dios se os apareció y os dijo: “Sé paciente, hijo mío; pronto
terminará esta Prueba”. Y más tarde, se os apareció de nuevo
y os mostró, en una visión, una ventana que daba sobre el Tajo:
“Por ahí saldrás y yo te ayudaré.” Y así fue. Os descolgasteis por
una cuerda echa con sábanas. Dos frailes que dormían cerca
de la ventana no os vieron y como la cuerda era demasiado
corta, vos, tuvisteis que dejaros caer, felizmente sin causaros
daño alguno. Murió Santa Teresa y vos quedasteis desolado.  
Fundasteis conventos y, os nombraron superior de Granada. Y así, 
y luego de resistir estoicamente el desprecio de los hombres y de vuestros
propios compañeros, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh! San Juan de la Cruz, "vivo estandarte y corona viva del Dios Vivo".

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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San Juan de la Cruz

¡Oh!, San Juan de la Cruz;
Sois vos el navegante
De la noche
El marinero del sol
Cruz y Cáliz hasta el cielo
Maestro del silencio
Luz en las tinieblas
Vida del Dios de la vida
¡Oh!, San Juan de la Cruz.

© 2006 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Diciembre
San Juan de la Cruz, Místico y Reformador del Carmelo
Doctor de la Iglesia (1542-1591)

(Con Santa Teresa, reformador del Carmelo).

Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Ubeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.

Vida de Pobreza

Gonzalo de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó con una joven de clase “inferior”, fue desheredado por sus padres y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina Alvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Jitan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542. Asistió a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales. A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones (permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos. San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.

Conoce a Santa Teresa

Santa Teresa fundaba por entonces los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu religioso y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden de Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres y que él debía ser su primer instrumento en esa gran empresa.

La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y San Juan no fue con intención de cambiar la orden o “modernizarla” sino mas bien para restaurar y revitalizar su cometido original el cual se había mitigado mucho. Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza a los carmelitas que ha sido recogida en sus escritos y en el ejemplo de sus vidas y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad. Poco después, se llevó a cabo la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes.

Los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz. Fue una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de ese oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar al poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector. Con su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos el espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias.

La prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y la desolación interior, que el santo describe en “La Noche Oscura del Alma”. A esto siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que San Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia con que la había soportado el siervo de Dios. En cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente a San Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante, Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste estado. El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo le había dado el apodo de “Roberto el diablo”.

Glorias para Dios

En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora en el convento no reformado de la Encarnación de Avila y llamó a su lado , San Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su confesor. La santa escribió a su hermana: “Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre.”

Tanto los religiosos como los laicos buscaban a San Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros evidentes. Entre tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a Santa Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos carecían de tacto y exageraban sus poderes y derechos. Como si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó a San Juan que retornase al convento de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había sido destinado a Avila por el nuncio del Papa. Entonces el provincial envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Avila y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Avila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo. Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo.

Sufrimiento y unión con Dios

La celda de San Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho. La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer e1 oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte. Lo que sufrió entonces San Juan coincide exactamente con las penas que describe Santa Teresa en la “Sexta Morada”: insultos, calumnias, dolores físicos, angustia espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: “No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo”.

Los primeros poemas de San Juan que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de ánimo: En dónde te escondiste,Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste,habiéndome herido;salí tras ti clamando, y eras ido. El prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la debilidad le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar. “Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?”, le dijo Maldonado. “Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran felicidad poder celebrar la misa”, replicó Juan. “No lo haréis mientras yo sea superior”, repuso Maldonado. En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su afligido siervo, y le dijo: “Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba.” Algunos días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión, una ventana que daba sobre el Tajo: “Por ahí saldrás y yo te ayudaré.” En efecto, a los nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta. Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un milagro.

Gran guía y director espiritual

El santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura y después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada. Aunque era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron con el establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que han hecho de él un doctor de teología mística en la Iglesia.

La doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua

El fin del hombre en la tierra es alcanzar “Perfección de la caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor”; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está ordenado. “No hay trabajo mejor ni mas necesario que el amor”, dice el santo. “Hemos sido hechos para el amor.”

El único instrumento del que Dios se sirve es el amor.” “Así como el Padre y el Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios”. El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como que amor es producto de la fe, que es el único puente que puede salvar el abismo separa a nuestra inteligencia de la infinitud de Dios, la fe ardiente y vívida el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso y sus ardientes palabras.

Las verdades que enseñó no deben empañarse por las prácticas que puedan ser exageradas. Al mismo tiempo se ha de tener cuidado en discernir que es exageración. ¿Cual es nuestro punto de referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo exagerado, aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien que nosotros no sabemos amar hasta el extremo?. Dios no pide lo mismo a todos. El sabe la capacidad y el corazón de cada uno. El amor expande el corazón y las capacidades de entrega. Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.

Con su confianza en Dios (llamaba a la Divina Providencia el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que debía hacerse violencia para atender los asuntos temporales. Su amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de un consumado maestro en materia de discreción de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo procedía de Dios. Juan dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento.

Pruebas y más pruebas

Después de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso, pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la orden. El P. Nicolás fue elegido provincial y el capítulo general nombró a Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó oposición contra él.

San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores. La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el vicario general.

Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas. El P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos y le envió como simple fraile al remoto convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses entregado a la meditación y la oración en las montañas, “porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los hombres.” Pero no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes y había restringido sus licencias de salir a predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron pero un consultor de la congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los frailes prefirieron seguir la corriente adversa a Juan que decir la verdad que hace justicia. Algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia. En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda. El primero de esos conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un amigo del santo. En el otro era superior el P. Francisco, a quien San Juan había corregido junto con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió.

La fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente, prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño, sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y reprendió tan severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió.

Santo y Doctor de la Iglesia Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591. En su muerte no se había disipado todavía la tempestad que la ambición del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían provocado contra él en la congregación de la que había sido cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar. La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas y se viese su vida auténtica para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.

Su canonización en 1726

Santa Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la “Subida al Monte Carmelo”, la “Noche Oscura del Alma”, la “Llama Viva de Amor” y el “Cántico Espiritual”, con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus obras Místicas. La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: “Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor.” San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, fue “libre, como libre es el espíritu de Dios”. Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. “Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado”.

Bibliográfica:-Butler, Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.-Oficio Divino I, p. 1031

(http://www.corazones.org/santos/juan_dela_cruz.htm)

11 diciembre, 2024

San Dámaso I, Papa XXXVII Pontífice a quien le debemos en la Doxología "El Gloria"

 

 Resultado de imagen para San Dámaso I, Papa

 

¡Oh!, San Dámaso, vos sois, el hijo del Dios de la vida
y que, humilde como erais, os sentisteis maravillado
por el obrar de tantos santos y mártires, que sus vidas
dieron por la causa de Cristo, Dios y Señor Nuestro;
y que vos mismo, sus epitafios redactasteis en cada
una de sus tumbas, para que sus vidas, conocidas fueran
por la posteridad, en los cientos de miles de hombres
que clamaron y claman hoy y siempre, sus intercesiones.
Para vos, más y mayor manjar, no existió jamás,
que la lectura de la Santa Biblia, de donde bebisteis
sabiduría a manos llenas y, que luego, diseminasteis
en cada palabra que de vuestro humilde corazón salía,
en cada evangelizador sermón. En la cripta de los Papas
de las catacumbas de San Calixto, vos añadisteis: “Aqui,
yo, Dámaso, desearía fueran enterrados mis restos,
pero temo turbar las piadosas cenizas de los mártires”.
San Jerónimo, vuestro amado secretario, dijo que vos,
os marchasteis de este mundo, casi a los ochenta años
y enterrado en la tumba que vos, mismo os preparasteis:
lejos de las gloriosas cenizas de los mártires, pero, cercano
a Cristo, vuestro Maestro. Así, voló al cielo vuestra alma,
para recibir, muy justo premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, San Dámaso; “vivo defensor de la fe de Cristo Jesús”.



 © 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de diciembre
San Dámaso I, Papa
XXXVII Pontífice


Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Martirologio Romano: San Dámaso I, papa de origen hispano, que en los difíciles tiempos en que vivió, reunió muchos sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías, procuró que san Jerónimo tradujera al latín los libros sagrados y veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones († 384).

Breve Biografía
San Dámaso, de origen español, nació hacia el año 305. Su pontificado comprende desde el año 366 al 384. Fue diácono de la Iglesia de Roma durante el pontificado del Papa Liberio.

Su elevación a la cátedra de Pedro no se vio exenta de contrastes debido a los enfrentamientos de los dos partidos contrapuestos. Pero los frutos de su pontificado no se dejaron esperar. Ignorando las amenazas imperiales, depuso a los obispos que se habían adherido al arrianismo y condujo a la Iglesia a la unidad de la doctrina. Estableció el principio de que la comunión con el obispo de Roma es signo de reconocimiento de un católico y de un obispo legítimo.

Durante su pontificado hubo una explosión de ritos, de oraciones, de predicaciones, con nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que alimentaron la vida cristiana. A la iniciativa de este Papa se deben los estudios para la revisión del texto de la Biblia y la nueva traducción al latín (llamada Vulgata) hecha por San Jerónimo, a quien San Dámaso escogió como secretario privado.

En estos años la Iglesia había logrado una nueva dimensión religioso-social, convirtiéndose en un componente de la vida pública. Los obispos escribían, catequizaban, amonestaban y condenaban pública y libremente.

En el año 380, con ocasión del sínodo de Roma, el Papa Dámaso expresó su agradecimiento a los jefes del imperio que habían devuelto a la Iglesia la libertad de administrarse por sí misma. Con esta libertad conquistada, los antiguos lugares de oración como las catacumbas se habrían arruinado si este extraordinario hombre de gobierno no hubiera sido al mismo tiempo un poeta sensible a los antiguos recuerdos y a las gloriosas huellas dejadas por los mártires. Efectivamente, no sólo exaltó a los mártires en sus famosos “títulos” (epigramas grabados en lápidas por el calígrafo Dionisio Filocalo), sino que los honró dedicándose personalmente a la identificación de sus tumbas y a la consolidación de las criptas en donde se guardaban sus reliquias.

En la cripta de los Papas de las catacumbas de San Calixto, él añadió: “Aqui, yo, Dámaso, desearía fueran enterrados mis restos, pero temo turbar las piadosas cenizas de los mártires”. San Jerónimo sostiene que el Papa Dámaso murió casi a los ochenta años. Fue enterrado en la tumba que él mismo se había preparado, humildemente alejada de las gloriosas cenizas de los mártires, sobre la vía Ardeatina. Más tarde sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo.

(http://es.catholic.net/op/articulos/31796/dmaso-i-santo.html)

10 diciembre, 2024

Nuestra Señora de Loreto, y el milagro de la traslación de su Casa a Loreto

 Puede ser una imagen de reloj de pie y la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción

¡Oh!, Nuestra Señora de Loreto, Vos, sois la Santa Madre
del Redentor, y que, desde Tierra Santa, a haceros
de las europas vinisteis. Ante Vos, San Carlos Borromeo,
San Luis Gonzaga, Santa Teresita, San José Cupertino,
San Juan Bosco, y los Santos Papas Juan XXIII, Pablo
VI y Juan Pablo II, se postraron, porque, gracias
a los bravos cruzados, en vuestra tierra se sentían más
cerca de Vuestro amor. Y, fueron ellos, los “cruzados
bravos”, quienes Jerusalén tomaron y, materiales
a Italia llevaron para construir vuestra casita, donde
Vos, vivisteis con Vuestro Amadísimo Hijo, Nuestro Señor
Jesucristo y San José, vuestro fidelísimo esposo. Así,
vuestra “Casa de Loreto”, desde Nazaret por los aires
llegó, llevada por los ángeles, “volando”. ¡Total, que
más da! ¿Acaso no sois Vos, la Madre de Dios? ¡Qué duda
cabe! ¡Él lo quiso y así fue, porque para Dios imposible
nada hay, ni habrá jamás! Y, Dios, permitió allí obrarse
admirables milagros a diario. Nosotros os recordamos
hoy, Vuestra vida, junto a José y el Divino Niño en
Nazaret, y nos alegramos de ser vuestros amigos y devotos
y rogamos a Dios, que cada uno de nuestros hogares sea
una réplica o imitación fiel del santo Hogar de Nazaret.
¡Oh!, Bendita entre todas las mujeres del mundo. ¡oh!,
Sin Pecado Concebida. ¡Oh!, Santa Patrona de los aviadores;
¡oh!, Señora Nuestra de Loreto, “vivo Amor por todos
los hombres del orbe de la tierra”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Diciembre
Nuestra Señora de Loreto
Patrona de los aviadores

Loreto significa: rodeado de árboles de laurel.

En el norte de Italia hay un santuario mariano sumamente famoso, visitado continuamente por millares de peregrinos. Se llama la Casita de Nazaret en Loreto.

A este santuario han ido en peregrinación famosos santos. Por ej. San Carlos Borromeo, San Luis Gonzaga, Santa Teresita, San José Cupettino, San Juan Bosco, los Pontífices Juan XXIII, Pablo VI, y Juan Pablo II, y muchos más. Es un templo muy amado por los católicos de Europa.

Empezó a existir este santuario cuando los Cruzados tomaron a Jerusalén y hacia el año 1200 empezaron a llevar a Italia materiales de la Tierra Santa para construir una réplica o imitación de lo que pudo ser la casita de Jesús, José y María de Nazaret. Cuando después de muchos viajes portando materiales lograron hacer una edificación parecida a la que pudo habitar la Sagrada Familia, comenzaron a invitar a los devotos a visitar aquel lugar sagrado y a honrar en él a la Madre de Dios.

Y, como sucede en los santuarios de todo el mundo, comenzaron a obrarse allí admirables milagros. Los santuarios son precisamente lugares donde Dios, misteriosamente, sin saber por qué, concede impresionantes favores a los que van allí a pedirle su ayuda. Quizás porque la fe del peregrino es muy viva y se aumenta con el contagio del fervor de los demás orantes en ese lugar, en cada santuario se consiguen gracias que en otras partes no se habían logrado obtener. Y esto sucede en Loreto continuamente.

Algunos, para darle más poesía a la existencia de la Casa de Loreto, llegaron a afirmar que esa construcción había sido llevada por los ángeles, volando por los aires, desde Nazaret. Por eso la Virgen de Loreto es Patrona de los aviadores. Esa narración es sólo una bella leyenda, pero a la gente le gustó y algunos hasta la creyeron.

Nosotros al recordar hoy en esta fiesta la Vida de María, José y el Divino Niño en Nazaret, nos alegramos de ser amigos y devotos de tan santas y amables personas, y pedimos a Jesús, José y María que sigan bendiciendo cada día más y más a nuestras familias y a nuestras casas. Quiera Dios que cada uno de nuestros hogares sea una réplica o imitación fiel del santo Hogar de Nazaret.
Jesús, José y María: Bendecid nuestros hogares.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Virgen%20de%20Loreto.htm)

09 diciembre, 2024

San Juan Diego, Vidente de la Virgen de Guadalupe

Puede ser una imagen de 1 persona

     

 ¡Oh!, San Juan Diego, vos, sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, y aquél, al que, la Santa Madre de Dios
se reveló en toda su majestad, poder y esplendor. Humildad,
y sencillez; obediencia y paciencia, los signos fueron plenos
de vuestra santa vida y, los que, vuestro amor y fe forjaron
de esperanza y caridad llenos. Hoy, en el cielo estáis
y el Tepeyac, testigo mudo en la tierra habla de las “rosas
de Castilla”, como viva prueba y del milagro divino en vuestro
ayate la viva imagen de Santa María la “Reina del Cielo”,
la “Guadalupana”, la Santa Madre del Redentor. Alegraos pues,
los hombres todos de la América nuestra y del mundo que, en
vos, Juan Diego, se dio aquello que se dice, se siente y se
escucha de que: “estamos todos llamados a ser santos”. Porque,
lo quiere así Dios, y así lo espera Él, y así la también la
“Gudalupana” lo desea por siempre. Vos, humilde y sencillo;
obediente y paciente, cimentado en la fe de firme esperanza
y de gran caridad. Y, en el “Nican motecpana”, se lee así
de vos: “A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría
el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo y la
invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba,
ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio
de malla y escondía en la sombra para poder entregarse a solas
a la oración y estar invocando a la Señora del cielo”. El
Padre Luis Becerra Tanco, dijo de vos: “el indio Juan Diego
y su mujer María Lucía, guardaron castidad desde que recibieron
el agua del Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros
ministros evangélicos muchos encomios de la pureza y castidad
y lo que ama nuestro Señor a las vírgenes, y esta fama fue
constante a los que conocieron y comunicaron mucho tiempo estos
dos casados”. Y un día, después de haber sido guardián de la
Reina del cielo, entregasteis vuestra alma a Dios, Él, en su amor
insondable, os premió con corona de luz, eternidad y gloria;
¡oh!, San Juan Diego, “vivo amor, hecho águila del Dios de la Vida».

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Diciembre
San Juan Diego Vidente de la Virgen de Guadalupe
P. Dr. Eduardo Chávez Sánchez

Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que habla como águila), un indio humilde, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en ese tiempo pertenecía al reino de Texcoco. Juan Diego fue bautizado por los primeros franciscanos, aproximadamente en 1524.

En 1531, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad; edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía”.

Juan Diego fue un hombre virtuoso, las semillas de estas virtudes habían sido inculcadas, cuidadas y protegidas por su ancestral cultura y educación, pero recibieron plenitud cuando Juan Diego tuvo el gran privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, siendo encomendado a portar a la cabeza de la Iglesia y al mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los hombres; fue precisamente este encuentro y esta maravillosa misión lo que dio plenitud a cada una de las hermosas virtudes que estaban en el corazón de este humilde hombre y fueron convertidas en modelo de virtudes cristianas; Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran caridad.

Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta: “A los templos y a todas las cosas consagradas a Dios tienen mucha reverencia, y se precian los viejos, por muy principales que sean, de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus pasados en tiempos de su gentilidad, que en barrer los templos mostraban su devoción (aun los mismos señores).”

Juan Diego se acercó a suplicarle al señor Obispo que lo dejara estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes de la Ermita para poder así servir todo el tiempo posible a la Señora del Cielo. El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita. Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; “pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron”.

Juan Diego manifestó la gran nobleza de corazón y su ferviente caridad cuando su tío estuvo gravemente enfermo; asimismo Juan Diego manifestó su fe al estar con el corazón alegre, ante las palabras que le dirigió Santa María de Guadalupe, quien le aseguró que su tío estaba completamente sano; fue un indio de una fuerza religiosa que envolvía toda su vida; que dejó sus casas y tierras para ir a vivir a una pobre choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del templo de su amada Niña del Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe, quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor maternal a todos lo hombres y mujeres.

Juan Diego tenía “sus ratos de oración en aquel modo que sabe Dios dar a entender a los que le aman y conforme a la capacidad de cada uno, ejercitándose en obras de virtud y mortificación.” También se nos refiriere en el Nican motecpana: “A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba, ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla y escondía en la sombra para poder entregarse a solas a la oración y estar invocando a la Señora del cielo.”

Toda persona que se acercaba a Juan Diego tuvo la oportunidad de conocer de viva voz los pormenores del Acontecimiento Guadalupano, la manera en que había ocurrido este encuentro maravilloso y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe; como lo indicó el indio Martín de San Luis cuando rindió su testimonio en 1666: “Todo lo cual lo contó el dicho Diego de Torres Bullón a este testigo con mucha distinción y claridad, que se lo había dicho y contado el mismo Indio Juan Diego, porque lo comunicaba.” Juan Diego se constituyó en un verdadero misionero.

Cuando Juan Diego se casó con María Lucía, quien había muerto dos años antes de las Apariciones, habían escuchado un sermón a fray Toribio de Benavente en el P. Luis Becerra Tanco: “el indio Juan Diego y su mujer María Lucía, guardaron castidad desde que recibieron el agua del Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros ministros evangélicos muchos encomios de la pureza y castidad y lo que ama nuestro Señor a las vírgenes, y esta fama fue constante a los que conocieron y comunicaron mucho tiempo estos dos casados”donde se exaltaba la castidad, que era agradable a Dios y a la Virgen Santísima, por lo que los dos decidieron vivirla; se nos refiere: “Era viudo: dos años antes de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba María Lucía. Ambos vivían castamente.” Como también lo testificó. Aunque esto no obsta de que Juan Diego haya tenido descendencia, sea antes del bautismo, sea por la línea de algún otro familiar; ya que, por fuentes históricas sabemos que Juan Diego efectivamente tuvo descendencia; sobre esto, uno de los principales documentos se conserva en el Archivo del Convento de Corpus Christi en la Ciudad de México, en el cual se declara: “Sor Gertrudis del Señor San José, sus padres caciques [indios nobles] Dn. Diego de Torres Vázquez y Da. María del la Ascención de la región di Xochiatlan […] y tenida por descendiente del dichoso Juan Diego.”

Lo importante también es el hecho de que Juan Diego inspiró la búsqueda de la santidad y de la perfección de vida, incluso en medio de los miembros de su propia familia, ya que su tío, como ya veíamos, al constatar como Juan Diego se había entregado muy bien al servicio de la Virgen María de Guadalupe y de Dios, quiso seguirlo, aunque Juan Diego le convino que era preferible que se quedara en su casa; y ahora tenemos también este ejemplo de Sor Gertrudis del Señor San José, descendiente de Juan Diego, quien ingresó a un monasterio, a consagrar su vida al servicio de Dios, buscando esa perfección de vida, buscando la Santidad.

Es un hecho que Juan Diego siempre edificó a los demás con su testimonio y su palabra; constantemente se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía”.

El indio Gabriel Xuárez, quien tenía entre 112 y 115 años cuando dio su testimonio en las Informaciones Jurídicas de 1666; declaró cómo Juan Diego era un verdadero intercesor de su pueblo, decía: “que la dicha Santa Imagen le dijo al dicho Juan Diego la parte y lugar, donde se le había de hacer la dicha Ermita que fue donde se le apareció, que la ha visto hecha y la vio empezar este testigo, como lleva dicho donde son muchos los hombres y mujeres que van a verla y visitarla como este testigo ha ido una y muchas veces a pedirle remedio, y del dicho indio Juan para que como su pueblo, interceda por él.”

El anciano indio Gabriel Xuárez también señaló detalles importantes sobre la personalidad de Juan Diego y la gran confianza que le tenía el pueblo para que intercediera en sus necesidades: “el dicho Juan Diego, –decía Gabriel Xuárez– respecto de ser natural de él y del barrio de Tlayacac, era un Indio buen cristiano, temeroso de Dios, y de su conciencia, y que siempre le vieron vivir quieta y honestamente, sin dar nota, ni escándalo de su persona, que siempre le veían ocupado en ministerios del servicio de Dios Nuestro Señor, acudiendo muy puntualmente a la doctrina y divinos oficios, ejercitándose en ello muy ordinariamente porque a todos los Indios de aquel tiempo oía este testigo, decirles era varón santo, y que le llamaban el peregrino, porque siempre lo veían andar solo y solo se iba a la doctrina de la iglesia de Tlatelulco, y después que se le apareció al dicho Juan Diego la Virgen de Guadalupe, y dejó su pueblo, casas y tierras, dejándolas a su tío suyo, porque ya su mujer era muerta; se fue a vivir a una casa Juan Diego que se le hizo pegada a la dicha Ermita, y allá iban muy de ordinario los naturales de este dicho pueblo a verlo a dicho paraje y a pedirle intercediese con la Virgen Santísima les diese buenos temporales en sus milpas, porque en dicho tiempo todos lo tenían por Varón Santo.”

La india doña Juana de la Concepción que también dio su testimonio en estas Informaciones, confirmó que Juan Diego, efectivamente, era un hombre santo, pues había visto a la Virgen: “todos los Indios e Indias –declaraba– de este dicho pueblo le iban a ver a la dicha Ermita, teniéndole siempre por un santo varón, y esta testigo no sólo lo oía decir a los dichos sus padres, sino a otras muchas personas”. Mientras que el indio Pablo Xuárez recordaba lo que había escuchado sobre el humilde indio mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe, decía que para el pueblo, Juan Diego era tan virtuoso y santo que era un verdadero modelo a seguir, declaraba el testigo que Juan Diego era “amigo de que todos viviesen bien, porque como lleva referido decía la dicha su abuela que era un varón santo, y que pluguiese a Dios, que sus hijos y nietos fuesen como él, pues fue tan venturoso que hablaba con la Virgen, por cuya causa le tuvo siempre esta opinión y todos los de este pueblo.” El indio don Martín de San Luis incluso declaró que la gente del pueblo: “le veía hacer al dicho Juan Diego grandes penitencias y que en aquel tiempo le decían varón santísimo.”

Como decíamos, Juan Diego murió en 1548, un poco después de su tío Juan Bernardino, el cual falleció el 15 de mayo de 1544; ambos fueron enterrados en el Santuario que tanto amaron. Se nos refiere en el Nican motecpana: “Después de diez y seis años de servir allí Juan Diego a la Señora del cielo, murió en el año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, a la sazón que murió el señor obispo. A su tiempo le consoló mucho la Señora del cielo, quien le vio y le dijo que ya era hora de que fuese a conseguir y gozar en el cielo, cuanto le había prometido. También fue sepultado en el templo. Andaba en los setenta y cuatro años.” En el Nican motecpana se exaltó su santidad ejemplar: “¡Ojalá que así nosotros le sirvamos y que nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de este mundo, para que también podamos alcanzar los eternos gozos del cielo!”

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/12/12-09_S_juan_diego.htm)

08 diciembre, 2024

Solemnidad de la Concepción Inmaculada de la Bienaventurada Virgen María

 Inmaculada Concepción de María: Concebida sin pecado

 Señora Nuestra Inmaculada

¡Oh; Señora Nuestra Inmaculada!
¡Ave María Virgen!
¿Quién, si no Vos,
La nueva Eva
La nueva luz
La llena de gracia
La Kejaritomene
La Esclava del Señor?:
¡Sólo Vos y nadie más!
¡oh, Santa Madre del Redentor!

!Oh; ¡Nuestra Señora Inmaculada!
¡María Ave Virgen!
Eva ayer
La oscuridad
Y Vos hoy
La nueva Eva
Perfecta luz
La Kejaritomene
Hágase en Mi según Tu palabra
¡oh, Santa Madre del Redentor! 

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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Concepción Inmaculada

¡Oh! Concepción Inmaculada
Bienaventurada Virgen María
Realmente llena de gracia
Bendita entre las mujeres
Santa Madre del Redentor
Que por Vos a nosotros vino
La salvación eterna
¡Aleleuya!

© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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«…declaramos, proclamamos
Y definimos que la doctrina que sostiene
Que la beatísima Virgen María
Fue preservada inmune de toda mancha
De la culpa original en el primer instante
De su concepción por singular gracia
Y privilegio de Dios omnipotente,
En atención a los méritos de Cristo Jesús
Salvador del género humano
Está revelada por Dios y debe ser por tanto firme
Y constantemente creída por todos los fieles…»

(Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX )

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08 de Diciembre

Solemnidad de la Concepción Inmaculada de la bienaventurada Virgen María

Martirologio Romano: Solemnidad de la Concepción Inmaculada de la bienaventurada Virgen María, que, realmente llena de gracia y bendita entre las mujeres, en previsión del nacimiento y de la muerte salvífica del Hijo de Dios, desde el mismo primer instante de su Concepción fue preservada de toda culpa original, por singular privilegio de Dios. En este mismo día fue definida, por el papa Pío IX, como verdad dogmática recibida por antigua tradición (1854).

Todo lo que se refiere a la Santísima Virgen María es un maravilloso misterio. Como la primera y más importante de las prerrogativas suyas es su condición de ser Madre de Dios, todo lo que deriva de ello-el caso de ser Inmaculada, por ejemplo- es una consecuencia de su especialísima, impar e irrepetible situación en medio de los hombres.

De hecho, en un tiempo concreto, justo en 1854, el papa Pío IX, de modo solemne y con todo el peso de su autoridad suprema recibida de Jesucristo, afirmó que pertenecía a la fe de la Iglesia Católica que María fue concebida sin pecado original. Lo hizo mediante la bula definitoria Ineffabilis Deus donde se declaraba esa verdad como dogma de fe.

Poco a poco fue descubriéndolo en el andar del tiempo y atendiendo a los progresos de la investigación teológica, al mejor conocimiento de las ciencias escriturísticas, a lo que era realidad viva en el espíritu y vida de los católicos y después de consultado el sentir del episcopado universal.

No es en ningún momento un gesto debido al capricho de los hombres ni a presiones ambientales o conveniencias económicas, políticas o sociales por las que suelen regirse las conductas de los hombres. No; es más bien la fase terminal y vinculante de un largo y complejo proceso en que se va desarrollando desde lo más explicito y directo hasta lo implícito o escondido y siempre al soplo del Espíritu Santo que asiste a la Iglesia por la promesa de Cristo. Por tanto, la definición dogmática no es la creación de una verdad nueva hasta entonces inexistente, sino la confirmación por parte de la autoridad competente de que el dato corresponde al conjunto de la Revelación sobrenatural. Por eso, al ser irreformable ya en adelante, asegura de manera inequívoca las conciencias de los fieles que al profesarla no se equivocan en su asentimiento, sino que están conforme a la verdad.

El libro del Génesis, la Anunciación de Gabriel trasmitida en el tercer evangelio, Belén donde nace el único y universal Redentor, El Calvario que es Redención doliente y el sepulcro vacío como triunfante se hacen unidad para la Inmaculada Concepción.

Los Santos Padres y los teólogos profundizaron en el significado de las palabras pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya reveladas y en los hechos; relacionaron las promesas primeras sobre un futuro Salvador, descendencia de la mujer, que vencería en plenitud al Maligno con aquellas palabras lucanas llena de gracia salidas del ángel Gabriel. Compararon a la Eva, madre primera de humanidad pecadora y necesitada de redención, con María, madre del redentor y de humanidad nueva y redimida. Pensaron en la redención universal y no podían entender que alguien -María- no la necesitara por no tener pecado. Con los datos revelados en la mano se estrujaron sus cabezas para entender la verdad universal del pecado original transmitido a todo humano por generación. Jugaron con las palabras Eva -genesíaca-, y Ave -neotestamentaria-, ambas del único texto sagrado, viendo en el juego maternidad analógica por lo común y lo dispar. Vinieron otros y otros más hablando de la dignidad de María imposible de superar; el mismo pueblo fiel enamorado profesaba la conveniencia en Ella de inmunidad, pero aún quedaban flecos sin atar. Salió algún teólogo geniudo diciendo ¡imposible! y otro sutil, que hilaba muy fino, afirmó que mejor es prevenir que curar la enfermedad para afirmar que la redención sí era universal y María la mejor redimida.

Solucionadas las aparentes contradicciones de los datos revelados que ataban todos los cabos sueltos y comprendido cuanto se puede entender en la proximidad del misterio, sólo quedaba dar la razón de modo solemne a la firme convicción de fieles y pastores en el pueblo de Dios que intuía, bajo el sereno soplo del Espíritu, que por un singular privilegio la omnipotencia, sabiduría y bondad infinitas de Dios habría aplicado, sin saber cómo, los inagotables méritos del Hijo Redentor a su Santísima Madre, haciéndola tan inocente desde el primer instante de su concepción, como lo fue después y para siempre, por haberla amado más que a ninguna otra criatura y ser ello lo más digno por ser la más bella de todo lo que creó. Así lo hizo, aquel 8 de diciembre, el papa Pío IX cuando clarificó para siempre el significado completo de llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre.

Mientras los teólogos estudiaban y discutían todos los pormenores, los artistas les tomaron la delantera, sobre todo los españoles Murillo, Ribera, Zurbarán, Valdés Leal y otros; también no españoles como Rubens o Tiepolo. Ponían en sus impresionantes lienzos a la Inmaculada con túnica blanca y manto azul, coronada de doce estrellas, que pisaba con total potestad y triunfo la media luna y la humillada serpiente.

(http://es.catholic.net/op/articulos/31897/la-inmaculada-concepcin-de-la-bienaventurada-virgen-mara.html)