¡Oh!, Santísimo y Gloriosísimo Nombre de Jesús;
¿Quién más sino Vos, para llevar ese Santísimo
Nombre? ¡Nadie, más que Vos! ¡Maravilloso Nombre!
Vuestro Amadísimo Padre, os lo dio, para vivo
y sempiterno recuerdo de todas las bendiciones que
recibimos de Vos, a cada nada, pues él, nos ayuda
en nuestras espirituales y corporales necesidades, gracias
a Vuestra promesa: “En mi nombre expulsarán demonios,
hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes
en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño;
impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán
bien”. Y, vuestros Apóstoles así, lo hicieron dando
fuerza a los lisiados, vida a los muertos, consuelo
en las aflicciones espirituales y recordándole al justo
el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero
de Dios. También Vuestro Santísimo Nombre, nos protege
de Satanás y de sus engaños, pues él teme Vuestro
Nombre: ¡Jesús!, porque lo vencisteis en la Cruz.
Además, con Vuestro Nombre obtenemos toda bendición
y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Vos, mismo
dijisteis: “lo que pidáis al Padre, os lo dará en
mi nombre”. Y, la Iglesia, todas sus plegarias las
concluye, así: “Por Jesucristo Nuestro Señor” ¡Amén!
¡Bendito el Santísimo Nombre de “Jesús” ahora y siempre!
¡Oh!, Santísimo y Gloriosísimo Nombre de “Jesús”, Amado del Padre.
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________________
03 de Enero
El Santísimo Nombre de Jesús
Cada 3 de enero la Iglesia celebra el Día del Santísimo Nombre de Jesús. “Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”, decía San Bernardino de Siena.
El nombre “Jesús” es la forma latina del griego “Iesous”, que a su vez es la transliteración del hebreo “Jeshua” o “Joshua”, o también “Jehoshua”, que significa “Yahveh es salvación”.
La aparición de la veneración al Santísimo Nombre de Jesús se remite a las celebraciones litúrgicas del siglo XIV. San Bernardino de Siena, en el siglo XV, junto a sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús, y un siglo después, hacia 1530, el Papa Clemente VII concedió por primera vez a la Orden Franciscana la autorización para la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.
En su tiempo, San Bernardino solía llevar una tablilla que mostraba la Eucaristía con rayos saliendo de ella en la que se podía ver el monograma “IHS”, abreviación del Nombre de Jesús en griego (ιησουσ). Más adelante, la tradición devocional le añade un nuevo sentido a dicho monograma, convirtiéndolo en un “cristograma”: «I» por “Iesus” (Jesús); «H» por Hominum (de los hombres); «S» por “Salvator» (Salvador). Es decir IHS quiere decir “Jesús, Salvador de los hombres”. Nuevos sentidos se añadirán posteriormente.
San Ignacio de Loyola y los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de la Compañía de Jesús.
El Nombre de Jesús, invocado con confianza:
¡Oh!, San Basilio, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y llamado con justa razón «el asceta del
desierto», y que, en “Constituciones” vuestro famoso libro
las reglas volcasteis más elevadas para la santidad
alcanzar en la vida religiosa. Amado como erais por todos
cristianos, judíos y paganos, San Gregorio dijo de vos: “Cada
vez que leo un escrito de Basilio, siento que el Espíritu
Santo transforma mi alma”. Decía ello, porque vuestros escritos
poseen «unción”, que conmueven al que los lee. Decíais vos:
“Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero
ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento.
Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado.
El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo.
El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo
que le estás haciendo al que no tiene con que comprar lo que
necesita. Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero
ladrón”. ¡Y, bien dicho, porque hay de todo en la viña
del Señor! Trabajabais y escribíais sin cesar. La gente
decía: “El obispo Basilio predica a todas horas: en las
misas, en las reuniones, en las catequesis, y cuando no
está hablando con sus labios, está predicando con las buenas
obras que hace en favor de los demás”. Y, así, y luego
de haber gastado vuestra vida en buena lid, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser con corona de luz, como
justo premio a vuestra entrega de amor increíble y de fe.
San Gregorio Niacianceno, Arzobispo de Constantinopla,
dijo en su discurso el día de vuestro entierro: “Basilio
santo, nació entre los santos. Basilio pobre vivió pobre
entre los pobres. Basilio, hijo de mártires sufrió como
un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con
sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus
escritos admirables”. ¡Puro amor! ¡Pura Vida! ¡Aleluya!
¡Oh¡, San Basilio de Nacianzo, «viva imitación del Cristo Vivo».
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
2 de Enero
San Basilio Magno
San Gregorio de Nacianzo
San Basilio.
Perteneció a una familia de santos. Su abuelo murió mártir en la persecución. La abuela fue Santa Macrina. La mamá: Santa Amelia. La hermana también fue santa. Sus hermanos San Pedro obispo de Sebaste y San Gregorio Niceno. Su mejor amigo San Gregorio Nacianceno (el otro santo que se celebra este día).
Basilio significa: “Rey”. Nació en Cesarea de Turquía el año 329. Estudió en Atenas y Constantinopla.
Al ver que su hermana Santa Macrina había fundado un monasterio de monjas y que éstas progresaban mucho en santidad, Basilio se fue a Egipto a aprender de los monjes del desierto el modo de vivir como monje, en soledad; y al volver de allá se hizo monje y redactó sus famosas “Constituciones” que son la primera Regla de vida que se escribió para los religiosos. En ellas enseña cómo vivir en oración, estudio, buenas lecturas y trabajos manuales en un monasterio y cómo hacerse santo en la vida religiosa. En esas “Constituciones” se han basado los más famosos fundadores de Comunidades para redactar los Reglamentos de sus Congregaciones.
Basilio fue elegido Arzobispo de Cesarea, y el delegado del gobierno quiso hacerle renegar de la fe. Varios habían renegado por miedo. Pero nuestro santo le respondió: ¿Qué me vas a poder quitar si no tengo casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré ni un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Que me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento… El gobernador le respondió admirado: “Jamás nadie me había contestado así”. Y Basilio añadió: “Es que jamás te habías encontrado con un obispo”. El gobernante no se atrevió a castigarlo porque le pareció que era un gran santo, y porque todo el pueblo lo veneraba inmensamente.
Por su oratoria maravillosa, por sus admirables escritos y por las muchísimas obras que hizo en favor del pueblo, fue llamado “Basilio el Grande”. Era amado por cristianos, judíos y paganos. San Gregorio decía: “Cada vez que leo un escrito de Basilio, siento que el Espíritu Santo transforma mi alma”. Sus escritos tienen lo que se llama “Unción”, o sea la cualidad especial de que conmueven al que los lee.
Además de su arrebatadora elocuencia, Basilio tenía una asombrosa actividad en favor de los necesitados. Fue al primero que se le ocurrió fundar por allí un Hospital para pobres y un ancianato. Todo, todo lo que llegaba lo regalaba a los necesitados.
Estudió mucho la Biblia y sus sermones están llenos de frases de la Sagrada Escritura. Y era especializado en filosofía y en literatura y así sus escritos están redactados de una manera muy sabia y agradable.
Se conservan unas 365 cartas suyas, muy hermosas y de provechosa lectura para el alma.
Su pensamiento dominante después del amor a Dios, era ayudar y hacer que otros ayudaran a los pobres. De San Basilio son aquellas famosas palabras: “Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con que comprar lo que necesita. Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero ladrón”.
Trabajaba y escribía sin cesar. La gente decía: “El obispo Basilio predica a todas horas: en las misas, en las reuniones, en las catequesis, y cuando no está hablando con sus labios, está predicando con las buenas obras que hace en favor de los demás”.
Y eso a pesar de la salud tan débil que tenía. Sufría de hepatitis, la cual no le permitía casi alimentarse, hasta tal punto que su piel llegó a tocar sus huesos.
Murió el 1o. De Enero del año 379 cuando sólo tenía 49 años y fue sepultado el 2 de enero, en medio de un gentío tan grande y unos lloros tan impresionantes como nunca se habían presenciado en aquella ciudad capital.
Todos sus escritos y sus sermones tiene por fin hacer que la gente ame más a Dios y se vuelva más santa. Por eso es considerado como el primer escritor ascético del oriente (ascética es la ciencia que enseña a dominarse a sí mismo y a ser santo).
San Gregorio Niacianceno, Arzobispo de Constantinopla, dijo en su discurso el día del entierro: “Basilio santo, nació entre los santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio, hijo de mártires sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”.
San Basilio el Grande: ¡Ruega por nosotros!
_________________________________
San Gregorio de Nacianzo (329 – 390)
¡Oh!, San Gregorio de Nacianzo; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y sois también, el que, de especial
manera, la divinidad tratasteis del Santo Espíritu y además
la dignidad de Nuestra Señora, como Madre de Dios, promoviendo
entre la gente de vuestro tiempo, una profunda fe y vida
religiosa. De vos, hasta hoy, tenemos de vuestro trajín
espiritual la producción de vuestra poética vena y vuestros
sermones y emotivos escritos; que son vívidos teologales
tesoros de vuestro tiempo en la lucha surgidos y el casi
caos de aquella época. Con Basilio y vuestro hermano menor
Gregorio de Nisa, los tres recibieron el título de los “Tres
capadocios”. Cumplisteis con lo que la Providencia Divina
os dictó y, como premio de ello, corona de luz recibisteis,
y que, lucís, ahora mismo, junto a la gloria misma, de Dios;
¡oh!, San Gregorio de Nacianzo, “vivo poeta del Dios Vivo».
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
San Gregorio de Nacianzo (329 – 390).
Nace el año 329 de padres piadosos, en Capadocia. Su padre fue elegido obispo de la ciudad de Nacianzo y tuvo cuidado de que su hijo fuese educado en las mejores escuelas y academias de la antigüedad.
Casi diez años pasó Gregorio en Atenas como estudiante y allí cultivó una fiel amistad con Basilio y desarrolló, a la vez, su capacidad para la poesía, literatura y retórica. No cedió a la tentación de vivir entre la vanidad de oradores y filósofos, sino que promovió una profunda vida religiosa, junto con su amigo Basilio.
Al regresar a Nacianzo recibió el Bautismo de manos de su propio padre y, algo más tarde, el Orden sacerdotal para poder ayudarle en la pastoral de la diócesis. Como estaba vacante una diócesis en Asia Menor, su amigo Basilio, ya obispo lo promovió a la dignidad episcopal de esta sede. Gregorio no cumplió con este compromiso y huyó a la soledad de la vida de ermitaño.
Por su gran erudición teológica y sus claros conocimientos en la discutida cristología de los primeros siglos, fue escogido por el Concilio de Constantinopla del año 381 como obispo de esa metrópoli.
Su carácter, demasiado sensible, no soportó las dificultades de la administración de una diócesis. Por segunda vez, renunció a su cargo episcopal y se retiró a Arianz, donde se dedicó a la meditación de los misterios de Dios.
Cuando murió, en el año 390, nos dejó 44 sermones y 244 cartas, que tratan, en especial, sobre la verdadera divinidad del Espíritu Santo y la dignidad de la Virgen como Madre de Dios.
Su inspiración poética nos regaló unos cuatrocientos poemas. Sus sermones y escritos dejaron un tesoro de testimonio ortodoxo, en un tiempo de mucha confusión y lucha.
Con Basilio y el hermano menor de Basilio, que se llama Gregorio de Nisa, los tres recibieron el título de los “Tres capadocios”.
!Oh! María, Vos sois la verdadera
Madre de Dios
Y Vuestro Hijo, verdadero Dios.
En Éfeso os proclamaron
Dogma mariano.
Y la Iglesia toda
En Vuestras manos nos ponemos
Cada inicio de un Nuevo Año.
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
___________________________________
1° de Enero
Solemnidad de Santa María,
Madre de Dios
Comienza un nuevo año y la Iglesia, cada 1 de enero, lo inicia celebrando la Solemnidad de María, Madre de Dios. La Iglesia católica se encomienda así, desde el primer día, a los cuidados maternales de María, verdadera Madre de Dios. La Virgen, quien tuvo la dicha de concebir, dar a luz y criar al Salvador, es también la que protege a todos sus hijos en Cristo, los asiste y acompaña durante su peregrinar en este mundo.
A continuación presentamos algunos datos que pueden ayudarnos a entender cómo es que surge este título en honor a la Virgen, y lo que hicieron los primeros cristianos para defenderlo.
La celebración dedicada a “María, Madre de Dios” (Theotokos) es la más antigua que se conoce en Occidente. En las catacumbas de Roma -los subterráneos que sirvieron de refugio a la cristiandad primigenia y donde los cristianos se reunían para celebrar la Santa Misa- han sido halladas numerosas inscripciones y pinturas que dan cuenta de la antigüedad de esta celebración mariana.
Por otro lado, de acuerdo un antiguo escrito del siglo III, los cristianos de Egipto ya se dirigían a María como “Madre de Dios”, usando las siguientes palabras: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita”. Esta oración está recogida en la Liturgia de las Horas desde hace siglos.
Para el siglo IV, el título de “Madre de Dios” ya estaba incorporado en la oración de los fieles y se usaba con frecuencia tanto en la Iglesia de Oriente (“Theotokos”) como en la de Occidente (”Mater Dei”). Para ese entonces, era parte del sentir común de la cristiandad dirigirse a la Virgen María como “Madre de Dios”; para decirlo de algún modo, los cristianos habían hecho suyo dicho título mariano y lo consideraban integrante de su devoción e identidad.
Sin embargo, en el siglo V, Nestorio -quien incurrió en herejía- cuestionó que María pudiese ser llamada Madre de Dios, porque -a su modo de ver- no lo era. “¿Entonces Dios tiene una madre? En consecuencia no condenemos la mitología griega, que les atribuye una madre a los dioses”. El cuestionamiento de Nestorio tenía implicancias cristológicas, es decir, no solo deshonraba a la Virgen María, sino que ponía en entredicho que fuese efectivamente madre de la “persona” -una y única- de Cristo, segunda persona de la Santísima Trinidad.
Nestorio había caído en un gravísimo error. Había introducido una separación -más bien una ruptura- entre las dos naturalezas –divina y humana– presentes en el Señor Jesús. María no podía ser solo “madre” de la humanidad de Cristo sin afectar toda la obra salvífica de la encarnación.
Los obispos, por su parte, reunidos en el Concilio de Éfeso (año 431), afirmaron la subsistencia de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única persona del Hijo; y declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Aquel día, los padres conciliares, acompañados por el pueblo y portando antorchas encendidas, realizaron una gran procesión al canto de: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
San Juan Pablo II, en noviembre de 1996, señaló lo siguiente: “La expresión Theotokos, que literalmente significa ‘la que ha engendrado a Dios’, a primera vista puede resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere solo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina”. Luego añadió:
“El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio a luz”.
Asimismo, señaló que la maternidad de María “no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana”. Además, “una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra”, enfatizó San Juan Pablo II.
Para terminar, es importante recordar que María no es sólo Madre de Dios, sino que también es madre nuestra porque así lo quiso Jesucristo en la cruz. Por ello, al comenzar el nuevo año, pidámosle a María que nos ayude a ser cada vez más como su Hijo.
(https://www.aciprensa.com/noticias/feliz-solemnidad-de-maria-madre-de-dios-47284)
Santa Anisia de Salónica
«Le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, (...) estaban estupefactos por su inteligencia»
Hoy contemplamos, como
continuación del Misterio de la Encarnación, la inserción del Hijo de
Dios en la comunidad humana por excelencia, la familia, y la progresiva
educación de Jesús por parte de José y María. Como dice el Evangelio,
«Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante
los hombres» (Lc 2,52).
El libro del Siracida, nos recordaba que «el Señor glorifica al padre en
los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole» (Si 3,2).
Jesús tiene doce años y manifiesta la buena educación recibida en el
hogar de Nazaret. La sabiduría que muestra evidencia, sin duda, la
acción del Espíritu Santo, pero también el innegable buen saber educador
de José y María. La zozobra de María y José pone de manifiesto su
solicitud educadora y su compañía amorosa hacia Jesús.
No es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que
nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora
que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo
puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres
cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.
Difícilmente se puede poner remedio a los déficits de educación del
hogar. Todo aquello que no se aprende en casa tampoco se aprende fuera,
si no es con gran dificultad. Jesús vivía y aprendía con naturalidad en
el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían
constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad,
amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza,
respeto, horror al pecado... Los niños, para crecer como cristianos,
necesitan testimonios y, si éstos son los padres, esos niños serán
afortunados.
Es necesario que todos vayamos hoy a buscar la sabiduría de Cristo para
llevarla a nuestras familias. Un antiguo escritor, Orígenes, comentando
el Evangelio de hoy, decía que es necesario que aquel que busca a
Cristo, lo busque no de manera negligente y con dejadez, como lo hacen
algunos que no llegan a encontrarlo. Hay que buscarlo con “inquietud”,
con un gran afán, como lo buscaban José y María.
_________________________________________
«Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu. —Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad» (San Pablo VI)
«El Señor entró humildemente en la tierra. Creció como un niño normal, pasó por la prueba del trabajo, incluso por la prueba de la cruz. Al final, resucitó. El Señor nos enseña que en la vida no todo es mágico, que el triunfalismo no es cristiano» (Francisco)
«Jesús compartió, durante la mayor parte de su vida, la condición
de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente
importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la
ley de Dios, vida en la comunidad. De todo este período se nos dice que
Jesús estaba “sometido” a sus padres y que ‘progresaba en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y los hombres’ (Lc 2,51-52)» (Catecismo
de la Iglesia Católica, nº 531)(evangeli net).