23 marzo, 2025

Tercer Domingo de Cuaresma

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 Domingo 23 de marzo

Tercer Domingo de Cuaresma
La parábola de la higuera estéril
 
TE(Lc 13,1-9): En aquel tiempo, llegaron algunos que contaron a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».
 
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».
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«Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo»
Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)
 
Hoy, tercer domingo de Cuaresma, la lectura evangélica contiene una llamada de Jesús a la penitencia y a la conversión. O, más bien, una exigencia de cambiar de vida.
 
“Convertirse” significa, en el lenguaje del Evangelio, mudar de actitud interior, y también de estilo externo. Es una de las palabras más usadas en el Evangelio. Recordemos que, antes de la venida del Señor Jesús, san Juan Bautista resumía su predicación con la misma expresión: «Predicaba un bautismo de conversión» (Mc 1,4). Y, enseguida, la predicación de Jesús se resume con estas palabras: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15).
 
Esta lectura de hoy tiene, sin embargo, características propias, que piden atención fiel y respuesta consecuente. Se puede decir que la primera parte, con ambas referencias históricas (la sangre derramada por Pilato y la torre derrumbada), contiene una amenaza. ¡Imposible llamarla de otro modo!: lamentamos las dos desgracias —entonces sentidas y lloradas— pero Jesucristo, muy seriamente, nos dice a todos: —Si no cambiáis de vida, «todos pereceréis del mismo modo» (Lc 13,5).
 
Esto nos muestra dos cosas. Primero, la absoluta seriedad del compromiso cristiano. Y, segundo: de no respetarlo como Dios quiere, la posibilidad de una muerte, no en este mundo, sino mucho peor, en el otro: la eterna perdición. Las dos muertes de nuestro texto no son más que figuras de otra muerte, sin comparación con la primera.
 
Cada uno sabrá cómo esta exigencia de cambio se le presenta. Ninguno queda excluido. Si esto nos inquieta, la segunda parte nos consuela. El “viñador”, que es Jesús, pide al dueño de la viña, su Padre, que espere un año todavía. Y entretanto, él hará todo lo posible (y lo imposible, muriendo por nosotros) para que la viña dé fruto. Es decir, ¡cambiemos de vida! Éste es el mensaje de la Cuaresma. Tomémoslo entonces en serio. Los santos —san Ignacio, por ejemplo, aunque tarde en su vida— por gracia de Dios cambian y nos animan a cambiar.
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Un secreto. —Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos» (San Josemaría)
«Se ha de reconocer que el desarrollo económico mismo ha estado aquejado por desviaciones y problemas dramáticos. Todo ello nos pone improrrogablemente ante decisiones que afectan cada vez más al destino mismo del hombre, el cual, por lo demás, no puede prescindir de su naturaleza» (Benedicto XVI)
 
«La inversión de los medios y de los fines, que lleva a dar valor de fin último a lo que sólo es medio para alcanzarlo, o a considerar las personas como puros medios para un fin, engendra estructuras injustas (…). Es preciso entonces apelar a las capacidades espirituales y morales de la persona y a la exigencia permanente de su conversión interior para obtener cambios sociales que estén realmente a su servicio» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.887-1.888)(evangeli net)

22 marzo, 2025

San Epafrodito, Discípulo de los Apóstoles de Cristo

 Epafrodito ni nani kwenye biblia?

 

¡Oh! San Epafrodito, vos sois el hijo del Dios de la Vida,
discípulo de los Apóstoles de Cristo, colaborador de San
Pablo y su amado santo. Nacido en Filipos, fuisteis a Roma,
donde Pablo cautivo estaba, llevándole una colecta de
parte de los filipenses. Caísteis enfermo, pero Dios,
misericordia tuvo de vos, y no quiso entristecer el corazón
de Pablo. Tanto os querían los filipenses, y al saber que vos,
habíais enfermado, ardían en deseos de volver a veros,
por lo que Pablo, no dudó en separaros más, y os envió
de vuelta con una amorosa carta para los fieles de Filipos.
En la carta, rogaba Pablo, a vuestros amigos para que os
recibieran con alegría en el Señor, ya que, para realizar
la misión que os habían encomendado os pusisteis al borde
de la muerte. ¡Así, amabais a Cristo Dios y Señor Nuestro!
Más tarde, fuisteis Obispo de Terracina, enviado por San
Pedro, cuando éste estuvo en Roma, y bautizó a muchos
conversos, dejando allí como obispo a Lino y luego viajando
a Terracina donde os consagró para alegría vuestros coterráneos;
¡Oh! San Epafrodito, «vivo amor por el Dios de la Vida y del Amor».

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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22 de marzo
San Epafrodito
Discípulo de los Apóstoles de Cristo

Cada 22 de marzo recordamos a San Epafrodito de Filipos, discípulo de los Apóstoles de Cristo y cercano colaborador de San Pablo, quien lo menciona en la Carta a los Filipenses (Flp 2,25-30).

Por órdenes del Apóstol Pedro, cabeza de la Iglesia, Epafrodito se convirtió en el primer obispo de Filipos y Tarracina, así como posteriormente lo fue de Andriaca. Señala el Martirologio Romano sobre este santo: «Luego fue Obispo de Terracina, enviado por San Pedro cuando éste estuvo en Roma, y donde bautizó a un buen número de conversos, dejando allí como obispo a Lino y partió a Terracina».

Amigos en el Señor

De acuerdo a la tradición, Epafrodito nació en Filipo, en la antigua Macedonia (Grecia). La historia lo señala como el que viajó desde su tierra natal rumbo a Roma para asistir a San Pablo durante su cautiverio entre los años 60 y 62 d.C. En aquella oportunidad, Epafrodito llevó consigo la colecta realizada por la Iglesia en Filipo para asistir al Apóstol. Existe, sin embargo, una controversia sobre la fecha de dicho viaje. Algunos lo datan un poco antes, hacia el año 57, cuando San Pablo estuvo cautivo en Éfeso -y no en Roma- durante su tercer viaje misional.

“Hermano, colaborador y compañero de armas” (Flp 2,25)

De lo que no hay duda es del encuentro entre ambos personajes y, por supuesto, de la amistad que se profesaron. Como en aquella oportunidad Epafrodito cayó enfermo, San Pablo decidió enviarlo de vuelta a Filipo con una carta para los cristianos de la ciudad, en la que se refiere a él como “su hermano, colaborador y compañero de armas”. En la misiva rogaba a sus queridos neófitos que recibieran a su compatriota con “gozo en el Señor”, puesto que Epafrodito había arriesgado todo por la misión que le fue encomendada, incluso estando al borde de la muerte:

“He juzgado necesario devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, enviado por vosotros con el encargo de servirme en mi necesidad, porque os está añorando a todos vosotros y anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la noticia de su enfermedad. Es cierto que estuvo enfermo y a punto de morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza… Así pues, me apresuro a enviarle para que viéndole de nuevo os llenéis de alegría y yo quede aliviado en mi tristeza. Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría, y tened en estima a los hombres como él, ya que por la obra de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para supliros en el servicio que no podíais prestarme vosotros mismos” (Flp 2,25-30).(ACI prensa).

21 marzo, 2025

San Nicolás de Flue, .

 Puede ser una imagen de 1 persona y texto que dice "San Nicolás de Flüe"

  

¡Oh!, San Nicolás de Flue, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, que honor hicisteis al significado de vuestro
nombre: “Vencedor o victorioso”. Desde pequeño vuestra
madre os inscribió en la asociación piadosa llamada: “los amigos
de Dios”, y aquella institución os enfervorizó pues recomendaba
que meditaran en la Pasión y Muerte de Jesús y que se esforzaran
por vivir como dignos seguidores de Cristo. Fuisteis capitán
del ejército pues defendisteis vuestra patria, contrayendo nupcias
y, luego teniendo dos hijos, uno de los cuales llegó a ser un santo
sacerdote, y el otro nombrado alcalde. Vuestro hijo sacerdote
dijo de vos así: “Mi padre se acostaba temprano después de haber
hecho que sus hijos y sus empleados rezaran las oraciones
de la noche. Y muy de madrugada yo sentía que él se levantaba
muy pasito y se dedicaba a rezar hasta el amanecer. Siempre que
pasaba frente a un templo abierto entraba a orar, y cada día salía
de casa por unos minutos para ir a visitar a Jesús en el Santísimo
Sacramento en la iglesia”. Cumplidos cincuenta años, por llamado
de Dios, dejasteis vuestros empleos oficiales y sus comodidades
para iros a orar y meditar en la soledad. Os pusisteis de acuerdo
con vuestra santa esposa, separándoos de ella, y vestido de monje
os fuisteis a dedicaros a la oración y a la meditación. Un día, de
pronto sufristeis un cólico con dolores fuertes que creíste morir.
Os encomendasteis a Dios y el mal desapareció y desde ese día
perdisteis el apetito y en adelante vivisteis de tal manera sin comer
ni beber casi nada, que nadie lograba explicarse cómo podíais vivir
así. Os fuisteis a una montaña junto a un manantial de agua y allí
en una cueva pasasteis vuestros últimos años rezando, meditando
y haciendo penitencia. Desde la madrugada hasta la una de la tarde
os dedicabais a orar y meditar. Luego, desde la una hasta las seis
os dedicabais a dar consejos, pues Dios os concedió el don de
saber aconsejar y después desde las seis hasta las nueve seguíais
orando. A los que iban a vos, sólo por curiosidad no os decíais
una palabra y os despachabais sin darles consejos. A quienes os
preguntaban cómo lograbais subsistir así sin casi alimentarse,
os respondíais: “Dios sabe cómo”. Con los regalos de los fieles
hicisteis construir una capilla y allí a esa altura iba cada día un
sacerdote y os celebraba la misa y os daba la comunión. El día
en que cumplisteis setenta años, voló vuestra alma al cielo luego
de haberla gastado en buena lid, para recibir corona eterna de luz
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡Oh!, San Nicolás de Flue, “vivo siervo de la Paz y del Amor de Dios».

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Marzo
San Nicolás de Flue
Militar, consejero político, asceta y ermitaño

Nicolás significa: “Vencedor, o victorioso”. Flue es un pueblo de Suiza. Es uno de los santos más famosos y estimados de Suiza.

Desde cuando era muy pequeño su madre lo hizo pertenecer a una asociación piadosa llamada: “los amigos de Dios”, y aquella institución religiosa lo enfervorizó mucho porque recomendaba insistentemente a sus socios que meditaran con frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y que se esforzaran por vivir como dignos seguidores de Cristo.

Nicolás se enroló en el ejército para defender a su patria, y llegó a ser capitán. Después se casó y tuvo dos hijos, uno de los cuales llegó a ser un santo sacerdote, y el otro fue nombrado alcalde.

En su matrimonio seguía siendo Nicolás un hombre sumamente piadoso. Dice el hijo sacerdote: “Mi padre se acostaba temprano después de haber hecho que sus hijos y sus empleados rezaran las oraciones de la noche. Y muy de madrugada yo sentía que él se levantaba muy pasito y se dedicaba a rezar hasta el amanecer. Siempre que pasaba frente a un templo abierto entraba a orar, y cada día salía de casa por unos minutos para ir a visitar a Jesús en el Santísimo Sacramento en la iglesia”.

Cuando tenía 50 años sintió una inspiración de Dios para dejar sus empleos oficiales y sus comodidades e irse a orar y a meditar en la soledad. De acuerdo con su santa esposa se separó de ella, y vestido de monje se fue en soledad a dedicarse a la oración y a la meditación.

Quiso irse a otro país pero cuando iba llegando a la frontera se encontró con un campesino que también pertenecía a la asociación “Amigos de Dios”, el cual le dijo que debía quedarse en su propia patria rezando y haciendo penitencia por sus paisanos. Nicolás estaba indeciso pero entonces se desató una tormenta tan espantosa en el camino por donde él iba a seguir y caían rayos tan tremendos allí adelante, que consideró todo esto como una señal de Dios y se volvió a seguir viviendo en su tierra.

Por el camino sufrió un cólico con unos dolores de estómago tan espantosos que creyó morir. Se encomendó a Dios y el mal desapareció, pero desde ese día perdió por completo el apetito y en adelante vivió de tal manera sin comer ni beber casi nada, que nadie lograba explicarse cómo podía vivir así.

Se fue a una alta montaña junto a un nacedero de agua y allí en una cueva pasó sus últimos 19 años rezando, meditando y haciendo penitencia.

Desde la madrugada hasta la una de la tarde se dedicaba a orar y meditar. Luego, desde la una hasta las seis dedicaba su tiempo a dar consejos a las numerosas personas que iban a consultarle, y después desde las seis hasta las nueve seguía orando.

Dios le concedió el don de saber aconsejar. A un amigo suyo le contó que había pedido mucho al Señor este don y que lo había logrado conseguir de su divina bondad.

Grandes multitudes se sentían atraídas por este hombre a quien nadie veía comer ni beber y que era de muy pocas palabras, pero que las pocas palabras que decía le llegaban a uno al alma y lo transformaban. A los que iban sólo por curiosidad no les decía ni una palabra y los despachaba sin darles consejos. A quienes le preguntaban cómo lograba subsistir así sin casi alimentarse, les respondía: “Dios sabe cómo”. Las autoridades ponían detectives en los caminos para averiguar quién le llevaba alimentos, pero no encontraban a nadie.

Con los regalos de los fieles hizo construir una capilla y allí a esa altura iba cada día un sacerdote y le celebraba la misa y le daba la comunión.

Los distintos partidos y estados de Suiza estaban tremendamente divididos y había el grave peligro de que se desatara una sangrienta guerra civil. Nadie los lograba poner de acuerdo. Al fin a algunos se les ocurrió que llamaran a Nicolás. Este bajó de la montaña y de tal manera supo aconsejar sumamente bien a los unos y a los otros que se logró firmar la paz y se evitó la guerra entre paisanos.

El senado de la nación dio un decreto alabando a Nicolás y dándole gracias por su mediación y allí se dice: “Este hombre de Dios recomienda a todos la paz, y la logra conseguir”.

Nicolás volvió a su montaña a orar, meditar y aconsejar, y el día en que cumplió sus setenta años murió plácidamente. Desde entonces los católicos de Suiza lo consideran como un santo y empezaron a conseguir favores del cielo encomendándose a este su santo paisano.

Petición

El Sumo Pontífice lo declaró santo y nosotros le pedimos al buen San Nicolás que nos consiga de Dios el don de saber aconsejar bien y de ser instrumentos que lleven la paz a los demás y que en nuestro país no haya más violencia sino amor verdadero de buenos hermanos y paisanos.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Nicolás_de_Flue.htm)

 

20 marzo, 2025

San Martín de Braga, rescató a su pueblo de la herejía arriana

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20 de Marzo
San Martín de Braga
Apóstol de los Suevos

San Martín de Braga fue un obispo, teólogo y escritor eclesiástico hispano de origen panónico (región de la antigua Europa central correspondiente hoy a Hungría), llamado «el apóstol de los suevos» por su dedicación a la evangelización de este pueblo de origen germánico que se estableció en Galicia en el siglo VI. Se le conoce también como “Martín de Dumio”, “Martín Dumiense” o “Martín de Panonia”.

La fecha exacta de su nacimiento no ha sido determinada con precisión pero se cree que nació en Panonia entre los años 510 y 520. De acuerdo a San Isidoro de Sevilla -su primer biógrafo-, la conversión de Martín al catolicismo se produjo alrededor del año 560.

Siendo muy joven e ilusionado con el descubrimiento de la fe en Cristo, peregrina a Palestina con la avidez de conocer, pisar, besar y tocar la tierra donde vivió Jesús. Allí dedica su tiempo a la oración, la mortificación y al estudio del griego, que le permite entrar en contacto con los textos de la Patrística. De Palestina toma rumbo hacia Roma, donde sigue los pasos del Apóstol Pedro y descubre la riqueza de la unidad de la Iglesia, para luego atravesar el reino de los francos, donde se encuentra con algunos suevos. Al parecer, aquel encuentro fue muy significativo para él, dado que pertenecía a esa etnia, por lo que se dirige como misionero a la ciudad de Bracara Augusta (hoy Braga, Portugal), capital de la provincia romana de Galicia, que había pasado a ser la capital del reino suevo.

Los suevos eran considerados un pueblo indomable, una amenaza para las antiguas provincias romanas. Atravesaron muchas de ellas dejando desolación a su paso. Después de abandonar su región de origen, se trasladaron por las riberas del Rhin y las del Miño; arrasaron a los francos y cruzaron los Pirineos. Finalmente se repartieron las tierras de Gallaecia (Galicia) y establecieron su capital en Braga. Desde allí siguieron siendo hostiles con las regiones cercanas: descendieron hasta Bética y conquistaron Sevilla, en las tierras llanas. San Martín de Braga -de acuerdo a San Isidoro- llegó a Galicia por mar, proveniente del Oriente europeo. Allí encontró al pueblo suevo; un pueblo que conocía algo de Cristo pero que estaba contaminado por el arrianismo.

San Martín contribuyó a la conversión del rey Charrarico -o Carriaricola-, rey suevo arriano quien envió a un grupo de sus representantes a la tumba de San Martín de Tours para pedir la curación de su hijo. Como la primera misión no consiguió el milagro anhelado; el rey envía una ofrenda del peso de su hijo en oro y plata, y promete su conversión si obtiene del santo de Tours lo que pide. El joven entonces recupera la salud y el rey decide abandonar el arrianismo, produciéndose la posterior conversión de todo el pueblo suevo. Fue Martin de Braga quien acompañó al rey en ese proceso, con su testimonio, con su enseñanza y oración.

Así, Martín abrió el corazón de los suevos al Evangelio. En Dumio fundó un monasterio -de allí llamar al Santo “Martín Dumiense”- que se convirtió en centro desde el que irradiaba la fe y se servía al pueblo de Dios. ¡Bien conocida tenía Martín la necesidad de la oración para extender el Evangelio! Quizás conoció el estilo de Arlés y posiblemente tuvo referencias de la regla de san Benito, pero en Dumio los monjes se gobiernan al ritmo que marca el abad -y ya obispo- Martín de Dumio.

San Martín regula la vida del clero formándoles según los cánones y los acuerdos de los concilios españoles y africanos; atiende a los campesinos entre los que abundan las supersticiones paganas, célticas y germánicas. Encarga a su monje Pascasio la traducción de “Las palabras de los ancianos” y él mismo traduce “Las sentencias de los Padres egipcios”; escribe para los suyos otras obras de piedad, ascéticas y doctrinales (como la “Formula vitae honestae” y “De correctione rusticorum”- como tratados cortos que rezuman sabiduría humana y espíritu cristiano.

San Martín de Dumio murió en Braga aproximadamente en el año 580.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-celebramos-a-san-martin-de-braga-el-apostol-de-los-suevos-26386)

19 marzo, 2025

San José, esposo de la Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal

 19 de Marzo: Día de San José - GLN Magazine

  

¡Oh!, San José:
Dios en la luz de los tiempos,
Y mucho antes de que el mundo fuera hecho
Os pensó para convertiros por siempre,
En el terreno padre de Jesús, Su Amadísimo Hijo
Y, según San Mateo y San Marcos
Erais vos, un “tekton”: Un carpintero
Y Nuestro Señor Jesús fue llamado “Hijo de José”,
“El carpintero”. Y, vos, lo adoptasteis amorosamente
Y Jesús se os sometió como un buen hijo ante su padre
¡Maestro del Amor!
¡Maestro del Silencio!

¡Maestro de la Vida!
¡Oh! San José, “vivo Amor del Padre para Jesús”.

© 2022by Luis Ernesto Chacón Delgado

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¡Oh!, San José, vos, sois el hijo del Dios de la Vida y
su amado Santo, y al que Dios encomendó una maravillosa
tarea: Ser padre adoptivo del Niño Jesús y esposo virginal
de la Virgen María. Con el tiempo, vos, os habéis alzado
como el santo custodio de la Sagrada Familia, y además
sois el santo más cercano a Jesús y a Nuestra Santísima
Virgen María. San Mateo os llama hijo de Jacob y San
Lucas, os hace hijo de Helí. Nacido en Belén teníais que ser
de la misma ciudad de David, de la cual erais descendiente.
Vos, antes de la Anunciación, vivíais en Nazaret y según
San Mateo y Marcos, vos, erais un “tekton”, es decir, un
maravilloso carpintero. San Justino, así lo confirma,
y la tradición de la Iglesia, la ha aceptado. Nuestro
Señor Jesucristo fue llamado “Hijo de José”, “el
carpintero”, siendo verdaderamente Hijo de Dios y a quien
adoptasteis amorosamente. Jesús, os amó y respetó el tiempo
que vivió con vos, como un buen hijo ante su padre. Vos,
influenciasteis en su desarrollo humano de manera perfecta
dentro de vuestro ejemplar matrimonio con María Virgen;
¡Oh! San José, Casto Esposo de La Vírgen María, y Santo
Patrono de la Iglesia Universal. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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San José
Esposo de la Virgen María
Patrono de la Iglesia Universal
 
Hoy, 19 de marzo, la Iglesia Católica celebra la ‘Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María’.
José, por designio divino, ocupa un lugar central en la fe católica, ya que Dios le concedió el privilegio y la bendición de estar al lado de la Virgen María y, junto a Ella, criar a su Hijo, esperanza de la humanidad. En su divino designio, Dios Padre le encomendó a José la ‘labor’ más importante: ser cabeza de la Sagrada Familia.
 
Santo Patrono
En virtud de la responsabilidad que le fue otorgada -cumplida a cabalidad- San José ha recibido innumerables patronazgos. El más importante de ellos es el que ejerce sobre toda la Iglesia: el Beato Papa Pío IX proclamó a San José “Patrono de la Iglesia Católica” mediante el decreto Quemadmodum Deus [Del modo en que Dios] del 8 de diciembre de 1870. Y es que José fue el custodio de la semilla misma de la Iglesia, el hogar de Nazareth.
 
A este patronazgo se suman los incontables que el santo posee alrededor del mundo y en todas las épocas: comunidades religiosas, instituciones (tanto eclesiales como civiles) e incluso sobre naciones enteras -como es el caso del Perú-. Como dato llamativo, cabe mencionar que muchas ciudades alrededor del globo llevan su nombre.
 
Por otro lado, quien fuera Padre de Jesús en la tierra es también el ‘santo patrono de la buena muerte’, un patronazgo quizás menos conocido, pero que también vale la pena tener presente.
 
Una misión
Quiso Dios que el amor del corazón de José de Nazareth se volcara sobre María al punto de elegirla como esposa. Ese amor que Dios inspiró se fue perfeccionando poco a poco a lo largo de la vida adulta del santo, incluso en momentos muy difíciles, llenos de incertidumbre, en los que tuvo que aferrarse a la Providencia.
 
Dice la Escritura que el ángel le habló en sueños a José, Varón Justo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1, 20-21).
Así, el humilde carpintero se vio impulsado a abrirse paso a través de un mar de dudas, acogiéndose con confianza a la gracia divina. José, una vez de la mano del que todo lo puede, no miró más atrás.
 
Ser la sombra del Padre
La misión confiada a San José fue inmensa, capaz de desbordar cualquier cálculo humano; capaz de hacer temblar al más fuerte o abrumar al más cerebral. Frente a ella, sin embargo, José respondió con fe, obediencia, valor y sencillez. No hizo aspavientos, ni buscó reconocimientos. Muy por el contrario, confió en Dios y puso manos a la obra -y ¡vaya que le costó!-.
 
Lo suyo no fue ocupar un lugar protagónico; por eso, su ‘puesto’ y sus ademanes recuerdan lo contemplativo, no en vano se le conoce como el ‘Santo del Silencio’. Siempre llamará la atención ese contraste entre lo que le fue requerido y lo ‘poco’ que aparece en el relato bíblico. Y todavía más: no se conoce palabra alguna que haya salido de su boca -sabemos que los Evangelios no recogen nada al respecto-.
 
Eso sí, quedan de manera prístina sus obras, su fe y su amor -las que influenciaron en Jesús y forjaron su carácter, las mismas virtudes que cimentaron su santo matrimonio-.
 
Esposo y Custodio
Junto a Santa María, San José pasó por todas las vicisitudes que rodearon el nacimiento del Mesías.
Basta recordar su confusión inicial al enterarse de que María estaba encinta. Basta recordar que, superando sus dudas y temores, la acompañó durante su embarazo como hacen los buenos esposos; y a poco de que Ella diera a luz, sintió angustia por no encontrar un lugar apropiado para que nacería su hijo por adopción, nada menos que el Salvador de la humanidad.
 
Basta detenerse un poco y contemplar con él el misterio que se presentaba ante sus ojos: el Hijo de Dios, encomendado a sus cuidados, nacía en un establo y, a los pocos días, tendría que llevárselo fuera del país rumbo a Egipto.
 
Fue José quien tuvo que organizar aquella huida -como si hubiese cometido algún delito-, luchando por no distraerse y solo pensar en su objetivo: poner a Jesús a buen recaudo, lejos de la mano asesina de Herodes.
 
¡Qué gozo debe haber sentido José al ver cómo la Providencia coronaba su esfuerzo manteniendo a su familia a salvo!
 
Paternidad real y ejercida
Como José era carpintero, no pudo darle ningún lujo a Jesús en los años de su infancia, y, sin habérselo propuesto, lo hizo convivir con la pobreza. Si los ojos de José no hubiesen sido los de la fe, no sería posible entender siquiera el porqué de su firmeza ni cómo libró las pequeñas o grandes batallas que pudieron surgir en su interior.
 
Y es que San José fue hombre de oración y no solo de acción. Por eso no hubo límite alguno a la hora de entregar su amor: José le dedicó todo el tiempo posible a Jesús y hasta le enseñó su profesión.
Con toda seguridad, las atenciones del santo carpintero fueron más que suficientes para que Jesús conociera el cariño y la guía de un padre. En ese sentido, el Señor tuvo un padre ejemplar; uno de esos que no se guardan nada para sí y que lo entregan todo. José, al mismo tiempo, se dejó educar y guiar. Así, aprendió a comprender al hijo cuando la misión apremiaba, como aquella vez en la que Jesús se extravió y lo encontró enseñando en el templo. ¡Hasta en eso José fue desprendido y generoso!
 
El hogar de Nazareth fue, pues, un auténtico cenáculo de amor, vivido en perfecta presencia divina. Allí pasó José sus mejores años, en trato directo con la fuente de todo amor. ¡Dios conviviendo con él bajo el mismo techo! ¡Cuántas veces su mirada debe haberse cruzado con la de Jesús! ¡Cuántas veces debe haberse quedado contemplando la grandeza de Dios presente en Jesús niño, después adolescente y mientras se hacía hombre pleno! ¡Y cuántas las veces en que hablaron de padre a hijo y compartieron experiencias!
 
Dios, en su humildad infinita, quiso dejarse educar mansamente por el santo carpintero, mientras éste se dejaba también educar por su propio hijo, a través de sus palabras y sus gestos.
 
¡Asísteme en la hora de la muerte!
Hay mucho de maravilloso y ejemplar en la figura de San José. Cualquier padre que quiera amar como Dios manda encuentra en él un modelo y un poderoso intercesor. No obstante, hay algo más: San José ha sido llamado ‘patrono de la buena muerte’.
 
La razón para ello es profunda aunque no deja de estar envuelta por el misterio. Lo más seguro es que el carpintero de Nazaret tuvo la dicha de morir acompañado y consolado por Jesús, Dios hecho hombre, y por María, su esposa y la Madre del Redentor.
 
Santa Teresa de Jesús y la devoción a San José
La Iglesia Católica tiene a San José como ‘santo patrono’ y protector desde siempre. Como se señaló antes, esa misión especial fue explicitada de manera oficial por el Papa Pío IX en 1847.
 
Ya Santa Teresa de Ávila había profundizado y difundido la devoción al Santo Custodio a consecuencia del milagro de la recuperación de su salud, obtenido por su intercesión. Teresa solía decir: "Otros santos parecen que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San José le ha concedido Dios un gran poder para ayudar en todo".
 
En otro momento la santa continúa: “Durante 40 años, cada año en la fiesta de San José le he pedido alguna gracia o favor especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les digo a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran santo, y verán que grandes frutos van a conseguir".
 
La varita de San José
Una tradición popular cuenta que doce jóvenes pretendieron casarse con María y se presentaron ante ella cada uno con un bastón de madera en la mano, a la usanza de la época. De pronto, cuando la Virgen debía escoger entre todos ellos, el bastón de José -que era uno de los pretendientes- floreció milagrosamente.
 
Los ojos de María, en ese momento, se fijaron en él. Se dice que esta es la razón por la que al santo se le suele representar con una ‘vara florecida’ en las manos. La varita de San José es por esto también símbolo de pureza.
 
¡San José, casto esposo de la Virgen María, ruega por nosotros! (ACI prensa).
 
(https://www.aciprensa.com/noticias/54773/solemnidad-de-san-jose-esposo-de-la-virgen-maria-y-custodio-de-la-iglesia)

18 marzo, 2025

San Cirilo de Jerusalén, Doctor de la Iglesia

 Cirilo de Jerusalén, obispo y teólogo, 386 – The Episcopal Church

 

¡Oh!; San Cirilo de Jerusalén; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo. Aunque la vida, por destierro
tuvisteis, a nuestra Iglesia, defenderla supisteis de cuanto
hereje e impío se os cruzó por el camino. “Hereje”, os llamaban
pero, San Hilario, el defensor del dogma de la Santísima
Trinidad, os tuvo como amigo, y San Atanasio, el defensor
de la divinidad de Jesucristo, os profesaba una especial
amistad. No en vano, el Concilio de Constantinopla, os llamó
“valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes
que niegan las verdades de nuestra religión”. En “Catequesis”,
vuestros sermones, la penitencia, el pecado, el bautismo
y el Credo, los disteis a conocer en reflexiones sencillas
y profundas. Nuestra Santa Eucaristía, amasteis en la que vos,
la certeza de la real y verdadera presencia de Jesucristo
teníais. “Hagan de su mano izquierda como un trono en el que
se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial.
Cuidando: que no se caigan pedacitos de Hostia. Así como no
dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los
llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos
de Hostia Consagrada”. Así, recomendabais el recibo del Cuerpo
de Cristo. Al volver de vuestro último destierro de once años,
encontrasteis a Jerusalén llena de vicio, desorden y división.
Así, con todo, os dedicasteis con fuerza a que las gentes
volviesen al fervor y a la paz, y a hacer de que, las que se
habían alejado de la Iglesia, volviesen a ella. Maravillosa
y fecunda fue vuestra obra. Y, así, y luego de haber gastado
vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser de luz, como justo premio a vuestro amor;
¡oh!; San Cirilo, “vivo defensor de la Iglesia del Dios de la Vida”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Marzo
San Cirilo de Jerusalén
Doctor de la Iglesia
Año 386

San Cirilo nació cerca de Jerusalem y fue Arzobispo de esa ciudad durante 30 años, de los cuales estuvo 16 años en destierro. 5 veces fue desterrado: tres por los de extrema izquierda y dos por los de extrema derecha. Era un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. Pero por eso mismo una vez lo desterraban los de un partido y otra vez los del otro.

Aunque los de cada partido extremista lo llamaban hereje, sin embargo San Hilario (el defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama “valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión”.

Una de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones de la Iglesia de Jerusalem para ayudar a los pobres en épocas de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.

El emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalem para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.

San Cirilo de Jerusalem se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se llaman “Catequesis”. Son 18 sermones pronunciados en Jerusalem, y en ellos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla bellísimamente de la Eucaristía.

En sus escritos insiste fuertemente en que Jesucristo sí esta presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: “Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia Consagrada”.

Al volver de su último destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalem llena de vicios y desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a las gentes al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a las herejías volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica.

A los 72 años murió en Jerusalén en el año 386. En 1882 el Sumo Pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cirilo_de_Jerusalén.htm)

17 marzo, 2025

San Patricio Obispo y Patrón de Irlanda

 

 


¡Oh!; San Patricio, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
y su amado misionero y santo, y que, luego de haber sido
obligado a ser pastor de ovejas, recuperasteis vuestra libertad
y os abrazasteis a la cruz de Cristo, para pastor de hombres
ser. Como obispo de toda Irlanda, desplegasteis vuestras dotes
de evangelizador convirtiendo a todo vuestro pueblo. El monte
de Crochan Aigli, sabe mucho de vos, pues allí escribisteis:
“oraba de continuo durante las horas del día y fue así como
el amor de Dios y el temor ante su grandeza, crecieron más
dentro de mí, al tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu
se conmovía y se inquietaba, de suerte que e sentía impulsado
a hacer hasta cien oraciones en el día y por la noche otras
tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en las
montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que
despuntara el alba me despertaba para orar, en tiempos de
neviscas y de heladas, de niebla y de lluvias. Por entonces
estaba contento, porque lejos de sentir en mi la tibieza que
ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior”.
Explicabais la Santísima Trinidad, usando la hoja del trébol,
diciéndoles que, así como esas tres hojitas forman una sola
hoja, así, son las tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Os, oponían a vos, los druidas, con sus paganos dioses,
de un lado; y del otro, los herejes pelagianos. y vos, para
defenderos, escribisteis: “Confessio”, la “Lorica” y “Carta
a Coroticusy”. Y, con ellos, los vencisteis. Dios, os libró
de la muerte todas las veces que vuestros enemigos trataron
de mataros. Por vuestra santidad y sencillez al evangelizar,
lograsteis milagros y victorias sobre vuestros oponentes paganos
y hechiceros. Vuestra tarea fue la de convertir al cristianismo
en treinta años de apostolado a “toda Irlanda”. En “Confesiones”,
escribisteis: “A diario estoy a la espera de una muerte violenta,
de ser robado, de que me secuestren para servir como esclavo,
o de cualquier otra calamidad semejante”. Y, agregasteis más
adelante: “Me he puesto en manos del Dios de misericordia, del
Todopoderoso Señor que gobierna toda cosa y, como dijo el profeta:
“Deja tus cuidados con el Señor y El proveerá la manera de
aliviarlos”. Un día, cercana vuestra muerte, subisteis a la
montaña a orar, rezar y hacer ayuno y desde ella, bendijisteis
amorosamente a toda Irlanda, pues era el fruto de vuestros
trabajos. Y, así, voló, vuestra alma al cielo para coronada ser
con corona de luz, como justo premio a vuestra extraordinaria
entrega de amor y fe; sacrificio constante y entrega al Señor;
¡Oh!; San Patricio, “vivo Apóstol de Irlanda en Cristo Jesús”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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Marzo 17
San Patricio
Obispo y Patrón de Irlanda

Nacido en Gran Bretaña (Bennhaven Taberniae (pueblecito de Escocia que hoy no se encuentra en los mapas) hacia el 385, muy joven fue llevado cautivo a Irlanda, y obligado a guardar ovejas. Recobrada la libertad, abrazó el estado clerical y fue consagrado obispo Irlanda, desplegando extraordinarias dotes de evangelizador, y convirtiendo a la fe a numerosas gentes, entre las que organizó la Iglesia. Murió el año 461, en Down, llamado en su honor Downpatrik (Irlanda).

No se conoce con exactitud los datos cronológicos del Apóstol de Irlanda. Por lo que el santo dice de si mismo, se supone que era de origen romano-bretón. Su padre Calpurnio era diácono y oficial del ejercito romano; su madre era familia de San Martín de Tours; su abuelo había sido sacerdote ya que en aquellos tiempos no se había impuesto aún la ley del celibato sacerdotal en todo el occidente.

Se afirma que fue alrededor del año 403, a la edad de 16 años, que cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes para ser vendido como esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho. Lo sirvió cuidando ovejas. Trató de huir varias veces sin éxito.

La Divina Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo trabajo y sufrimiento, para espiritualizarlo, preparándolo para el futuro, ya que el mismo dijo que hasta entonces “aún no conocía al verdadero Dios“, queriendo decir que había vivido indiferente a los consejos y advertencias de la Iglesia.

Se cree que el lugar de su cautiverio fue en las costas de Mayo, al borde del bosque de Fochlad (o Foclut). De ser así, el monte de Crochan Aigli, que fue escenario del famoso ayuno de San Patricio, también fue el lugar donde vivió los tristes años de su juventud.

Lo mas importante es que para entonces, como el lo dice: “oraba de continuo durante las horas del día y fue así como el amor de Dios y el temor ante su grandeza, crecieron mas dentro de mí, al tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba, de suerte que me sentía impulsado a hacer hasta cien oraciones en el día y, por la noche otras tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en las montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que despuntara el alba me despertaba para orar, en tiempos de neviscas y de heladas, de niebla y de lluvias. Por entonces estaba contento, porque lejos de sentir en mi la tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior”.

Después de seis años en tierra de Irlanda y de haber rezado mucho a Dios para que le iluminara sobre su futuro, una noche soñó que una voz le mandaba salir huyendo y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a recibir. Huyendo, caminó mas de 300 kilómetros para llegar a la costa. Encontró el barco, pero el capitán se negaba rotundamente a transportarlo. Sus reiteradas peticiones para que le dejasen viajar gratis fueron siempre rechazadas, hasta que al fin, después de mucho orar con fervor, el capitán accedió a llevarlo hasta Francia. La travesía fue aventurada y peligrosa. Después de tres días de tormenta en el mar, tocaron tierra en un lugar deshabitado de la costa, caminaron un mes sin encontrar a nadie y hasta las provisiones se agotaron.

Patricio narra esa aventura diciendo: “llegó el día en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo. ’¿Cómo es que nos sucede esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso, ¿por qué entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos amenazados de morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser humano…’ A aquellas súplicas yo respondí francamente: ’Poned toda vuestra confianza y volved vuestros corazones al Señor mi Dios, para quien nada es imposible, a fin de que en este día os envíe vuestro alimento en abundancia y también para los siguientes del viaje, hasta que estéis satisfechos puesto que El tiene de sobra en todas partes’. Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de cerdos; mis compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos dos noches y, cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros que aún sobrevivían, quedaron hartos, reanudamos la caminata. Después de aquella comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me convertí en un ser muy honorable a sus ojos. Desde aquel día tuvimos alimento en abundancia.”

Finalmente llegaron a lugar habitado y así Patricio quedó a salvo a la edad de veintidós o veintitrés años y volvió a su casa. Con el tiempo, durante las vigilias de Patricio en los campos, se reanudaron las visiones y, a menudo, oía “las voces de los que moran mas allá del bosque Foclut, mas allá del mar del oeste y así gritaban todas al mismo tiempo, como si salieran de una sola boca, estas palabras: ’Clamamos a ti, Ho joven lleno de virtudes, para que vengas entre nosotros nuevamente’ “. “Eternas gracias deben dársele a Dios, agrega, porque al cabo de algunos años el Señor les concedió aquello por lo que clamaban”.

No hay ninguna certeza respecto al orden de los acontecimientos que se produjeron desde entonces.

Los primeros biógrafos del santo dicen que Patricio pasó varios años en Francia antes de realizar su trabajo de evangelización en Irlanda. Existen pruebas firmes de que pasó unos tres años en la isla de Lérins, frente a Canes, y después se radicó en Auxerre durante quince años mas. También hay sólidas evidencias de que tenía buenas relaciones personales con el obispo San Germán de Auxerre. Durante este tiempo le ordenaron sacerdote.

Algunos historiadores sostienen, que en esa época hizo un viaje a Roma y que, el Papa Celestino I fue quien le envió a Irlanda con una misión especial, ya que su primer enviado Paladio nunca logró cumplir porque a los doce meses de haber partido murió en el norte de Britania. Para realizar esa misión encomendada por el Pontífice, San Germán de Auxerre consagró obispo a Patricio.

Puesto que dependemos de datos confusos, legendarios y muchas veces contradictorios, de sus primeros biógrafos, es materialmente imposible obtener detalles del heroico trabajo en las tierras donde había estado cautivo. La tradición afirma que trabajó en el norte, en la región de Slemish, que dicen fue la misma donde Patricio cuidaba el ganado y oraba a Dios cuando era un joven esclavo. Una anécdota que antiguamente la tenían por auténtica en Irlanda relata que cuando el amo se enteró del regreso de Patricio convertido en venerado predicador, se puso tan furioso que prendió fuego a su propia casa, pereciendo en medio de las llamas.

Se afirma que, a su arribo a tierras irlandesas, San Patricio permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl y que con la energía que lo caracterizaba se propuso la tarea de conquistar el favor del “Gran Rey” Laoghaire, que vivía con su corte en Tara, de la región de Meath.

Utilizaba un lenguaje sencillo al evangelizar. Por ejemplo, para explicarles acerca de la Santísima Trinidad, les presentaba la hoja del trébol, diciéndoles que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja, así las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero. Todos lo escuchaban con gusto, porque el pueblo lo que deseaba era entender.

San Patricio y sus enemigos

Sus acérrimos opositores fueron los druidas, representantes de los dioses paganos. También sufrió mucho a manos de los herejes pelagianos, que para arruinar su obra recurrieron inclusive a la calumnia. Para defenderse, Patricio escribió su Confessio. Por fortuna poseemos una colección bastante nutrida de esos escritos, que nos muestra algo de el mismo, como sentía y actuaba.

Circulaba entre los paganos un extraño vaticinio, una profecía, respecto al santo, que Muirchu, su historiador nos transmite textualmente así: “Cabeza de azuela (referencia a la forma aplanada de la cabeza tonsurada) vendrá con sus seguidores de cabezas chatas, y su casa (casulla o casuela, es decir casa pequeña) tendrá un agujero para que saque su cabeza. Desde su mesa clamará contra la impiedad hacia el oriente de su casa. Y todos sus familiares responderán, Amén, Amén”. Los augurios agregaban esto todavía: “Por lo tanto, cuando sucedan todas estas cosas, nuestro reino, que es un reinado de idolatría, se derrumbará”.

En la evangelización, San Patricio puso mucha atención en la conversión de los jefes, aunque parece ser que el mismo rey Laoghaire no se convirtió al cristianismo, pero si, varios miembros de su familia. Consiguió el amparo de muchos jefes poderosos, en medio de muchas dificultades y constantes peligros, incluso el riesgo de perder la vida (mas de cinco veces) en su trato con aquellos bárbaros. Pero se notaba que había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte todas las veces que los enemigos de la religión trataban de matarlo. En un incidente que ocurrió en misión, su cochero Odhran, quizás por algún presentimiento, insistió en reemplazar al santo en el manejo de los caballos que tiraban del coche, por consiguiente fue Odhram quien recibió el golpe mortal de una lanza que estaba destinada a quitarle la vida a San Patricio.

No obstante los contratiempos, el trabajo de la evangelización de Irlanda, siguió firme. En varios sitios de Irlanda, construyó abadías, que después llegaron a ser famosas y alrededor de ellas nacieron las futuras ciudades. En Leitrim, al norte de Tara, derribó al ídolo de Crom Cruach y fue uno de los lugares donde edificó una de las iglesias cristianas. En la región de Connaught, realizó cosas notables. En la población de Tirechan se conservó para la posteridad la historia de la conversión de Ethne y Fedelm, hijas del rey Laoghaire. También existen las narraciones de las heroicas predicaciones de San Patricio en Ulster, en Leinster y en Munster.

Por su santidad, manifiesta en su carácter su lenguaje sencillo al evangelizar y por el don de hacer milagros, San Patricio logró muchas victorias sobre sus oponentes paganos y hechiceros. Ese triunfo le sirvió para que los pobladores de Irlanda se abrieran a la predicación del cristianismo. De hecho hacen referencias en los textos del Senchus Mor (el antiguo código de las leyes irlandesas) a cierto acuerdo concertado en Tara entre los paganos y el santo y su discípulo San Benigno (Benen).

Dicen esos libros que “Patricio convocó a los hombres del Erin para que se reunieran todos en un sitio a fin de conferenciar con él. Cuando estuvieron reunidos, se les predicó el Evangelio de Cristo para que todos lo escucharan. Y sucedió que, en cuanto los hombres del Erin escucharon el Evangelio y conocieron como este daba frutos en el gran poder de Patricio demostrado desde su arribo y al ver al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por las grandes maravillas y los milagros que obraba, todos se inclinaron para mostrar su obediencia a la voluntad de Dios y a Patricio”.

Hay muchas fantasías sobre las confrontaciones de San Patricio con los magos druidas pero también hay relatos que tienen un trasfondo sin duda histórico. Dicen que un Sábado Santo, cuando nuestro santo encendió el fuego pascual, se lanzaron con toda su furia a apagarlo, pero por más que trataron no lo lograron. Entonces uno de ellos exclamó: “El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la isla”. Y se alejaron. La frase del mago se ha cumplido; la religión católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que hoy sigue siendo un país católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo, y que a su vez a dado muchos misioneros a la Iglesia.

El Sínodo

Hay muchas y buenas razones para creer que San Patricio convocó a un sínodo, seguramente en Armagh, no se mencionó el sitio. Muchos de los decretos emitidos en aquella asamblea, han llegado hasta nosotros tal como fueron redactados, aunque no cabe dudas que a varios de ellos se le hicieron añadiduras y enmiendas.

En esa época San Patricio era ya un anciano con la salud quebrantada por el desgaste físico de sus austeridades y de sus treinta años de viajes de evangelización. Probablemente el sínodo haya tenido lugar cuando los días del santo ya estaban contados

Vida de Santidad

Solo llegaremos a comprender el hondo sentimiento humano que tenía el santo y el profundo amor a Dios que lo animaba, si estudiamos detenidamente sus escritos contenidos en las “Confesiones“, la Lorica y la carta a Coroticus de San Patricio. Conoceremos el secreto de la extraordinaria impresión que causaba a los que lo conocían personalmente. Patricio era un hombre muy sencillo, con un gran espíritu de humildad. Decía que su trabajo misionero era la simple actuación de un mandamiento divino y que su aversión contra los pelagianos se debía al absoluto valor teológico que él atribuía a la gracia.

Era profundamente afectuoso, por lo que vemos en sus escritos referirse tantas veces al inmenso dolor que le produjo separarse de su familia de sangre y de su casa, a la que le unía un gran cariño. Era muy sensible, le hacía sufrir mucho que digan que trabajaba en la misión que había emprendido para buscar provecho propio, por eso insistía tanto en el desinterés que lo animaban a seguir trabajando.

De sus Confesiones: “Incontables dones me fueron concedidos con el llanto y con las lágrimas. Contrarié a mis gentes y también, contra mi voluntad, a no pocos de mis mayores; pero como Dios era mi guía, yo no consentí en ceder ante ellos de ninguna manera. No fue por mérito propio, sino porque Dios me había conquistado y reinaba en mí. Fue El quien se resistió a los ruegos de los que me amaban, de suerte que me aparté de ellos para morar entre los paganos de Irlanda, a fin de predicarles el Evangelio y soportar una cantidad grande de insultos por parte de los incrédulos, que me hacían continuos reproches y que aun desataban persecuciones contra mí, en tanto que yo sacrificaba mi libertad en su provecho. Pero si acaso se me considera digno, estoy pronto a dar hasta mi vida en nombre de Dios, sin vacilaciones y con gozo. Es mi vida la que me propongo pasar aquí hasta que se extinga, si el Señor me concede esa gracia”.

La santidad da frutos

El buen éxito de la misión de San Patricio se debe ante todo a su fe por la que se disponía a cualquier sacrificio y a la inteligente organización que supo crear en esa isla, carente de ciudades y dividida en muchas tribus o clanes, dirigidos por un jefe independiente cada una. El supo adaptarse a las condiciones sociales del lugar, formando un clero local, consagró obispos y sacerdotes y fundo monasterios y pequeñas comunidades cristianas dentro del mismo clan, sin rechazar usos ni costumbres tradicionales. Tuvo la feliz idea de que el obispo de cada región fuera al mismo tiempo el Abad o superior del monasterio más importante del lugar, así cada obispo era un fervoroso religioso y tenía la ayuda de sus monjes para enseñar la religión al pueblo. Las vocaciones que consiguió para el sacerdocio y la vida religiosa fueron muchísimas.

La obra de evangelización pudo progresar rápidamente gracias también a que San Patricio atrajo muchos discípulos fieles, como Benigno quién estaba destinado a sucederle. Siempre fue muy fiel a la Iglesia y, a pesar de la distancia, el santo se mantenía en contacto con Roma. En el año 444 se fundó la iglesia catedral de Armagh (hoy Armoc), la sede principal de Irlanda, dato que está asentado en los “Anales de Ulster”. Es probable que no haya pasado mucho tiempo antes que Armagh se convirtiera en un gran centro de educación y administración.

San Patricio, en el transcurso de 30 años de apostolado, convirtió al cristianismo a “toda Irlanda“. El propio santo alude, mas de una vez, a las “multitudes”, a los “muchos miles” que bautizó y confirmó. “Ahí”, dice San Patricio, “donde jamás se había tenido conocimiento de Dios; allá, en Irlanda, donde se adoraba a los ídolos y se cometían toda suerte de abominaciones, ¿cómo ha sido posible formar un pueblo del Señor, donde las gentes puedan llamarse hijos de Dios? Ahí se ha visto que hijos e hijas de los reyezuelos escoceses, se transformen en monjes y en vírgenes de Cristo”. Sin embargo, como es lógico pensar, el paganismo y el vicio no habían desaparecido por completo.

En las “Confesiones”, que fueron escritas hacia el fin de su vida, dice el santo: “A diario estoy a la espera de una muerte violenta, de ser robado, de que me secuestren para servir como esclavo, o de cualquier otra calamidad semejante”. Pero más adelante agrega: “Me he puesto en manos del Dios de misericordia, del Todopoderoso Señor que gobierna toda cosa y, como dijo el profeta: “Deja tus cuidados con el Señor y El proveerá la manera de aliviarlos“. En esta confianza estaba, sin duda su incansable valor y la firme decisión de San Patricio a lo largo de su heroica carrera. Su fortaleza de no permitir a los enemigos del catolicismo que propagaran por allí sus herejías, fue una de las razones para que Irlanda se haya conservado tan católica.

La obra del incansable misionero dio muchos frutos con el tiempo: Lo vemos en el maravilloso florecimiento de santos irlandeses. Logró reformar las leyes civiles de Irlanda, consiguió que la legislación fuera hecha de acuerdo con los principios católicos, lo cual ha contribuido a que esa nación se haya conservado firme en la fe por mas de 15 siglos, a pesar de todas las persecuciones.

Según un cronista de Britania, Nennius, San Patricio subió a una montaña a rezar y hacer ayuno y “desde aquella colina, Patricio bendijo al pueblo de Irlanda y, el objeto que perseguía al subir a la cima, era el de orar por todos y el de ver el fruto de sus trabajos…Después, en edad bien avanzada, fue a recoger su recompensa y a gozar de ella eternamente. Amén”. Patricio murió y fue sepultado en el año 461, en Saúl, región de Stragford Lough, donde había edificado su primera iglesia.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Patricio.htm)