13 mayo, 2025
Nuestra Señora del Rosario de Fátima


12 mayo, 2025
San Pancrasio, Mártir y Patrono de la Fidelidad de la Juventud
¡Oh! San Pancracio, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, que con solo catorce años fuisteis
martirizado por declararos creyente y partidario de Nuestro
Señor Jesucristo. Vuestro padre murió martirizado y
vuestra madre recogió un poco de su sangre y la guardó en
un relicario de oro, y más tarde os dijo: “Este relicario
lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres
tan valiente como lo fue tu padre”. Un día volvíais de la
escuela golpeado pero muy contento. Vuestra madre os preguntó
la causa de vuestras heridas y de la alegría que mostrabais
y vos, le respondisteis: “Es que en la escuela me declaré
seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon
para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se
pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles:
“En su corazón había una gran alegría, por haber podido
sufrir humillaciones por amor a Jesucristo”. Al oír esto
vuestra amada madre, tomó en sus manos el relicario con la
sangre de vuestro padre martirizado, y colgándolo en vuestro
cuello, os dijo con lágrimas en los ojos: “Muy bien: ya
eres digno seguidor de tu valiente padre”. Y, vos muy feliz
ya, con el relicario, continuasteis afirmando que vos,
creíais en la divinidad de Cristo y que deseabais por siempre
ser su seguidor y amigo. Pero, las autoridades paganas
enteradas de vuestras afirmaciones, os llevaron a la cárcel
y os condenaron y decretaron la pena de muerte contra vos.
Cuando os llevaban hacia el sitio de vuestro martirio
varios enviados del gobierno os ofrecían premios y ayuda
para el futuro si dejabais de decir que Cristo es Dios.
Pero vos, con valor increíble, proclamasteis a viva voz
con valentía que deseabais seguir ser creyente en Cristo
hasta el último latido de vuestro corazón. Entonces para
obligaros a desistir de vuestra fe, empezaron a azotaros
sin piedad mientras os conducían hacia vuestro martirio, pero
mientras más os azotaban, más fuertemente proclamabais que
Jesús es el Redentor del mundo. Y, las gentes que os miraban
y escuchaban vuestro maravilloso ejemplo de valentía, se
convertían al instante al cristianismo. Cuando llegaron al
lugar de vuestro martirio, vos, disteis las gracias vuestros
a verdugos por permitiros ir al encuentro con Nuestro Señor
Jesucristo, e invitasteis a todos los allí presentes a creer
en Jesucristo, Dios y Señor Nuestro, a pesar de todas las
contrariedades y de todos los peligros. Seguidamente con
voluntad os arrodillasteis y colocando vuestra cabeza para
recibir el hachazo del verdugo, parecíais iluminado de pronto
y os sentíais contento, al ofrecer vuestra sangre y vuestra
vida por proclamar vuestra fidelidad por la verdadera religión.
Y, así voló vuestra alma al cielo, para recibir corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe. ¡Aleluya!
¡Oh! San Pancrasio, "Vivo amor por el Dios de la Vida y del Amor".
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Mayo
San Pancrasio
Patrono de la Fidelidad de la Juventud
El
doce de mayo se celebra también la fiesta de San Pancracio, un
jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declarase
creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo. Su padre murió
martirizado y la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del
mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: “Este
relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan
valiente como lo fue tu padre”.
Un
día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La
mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que
mostraba, y el jovencito le respondió: “Es que en la escuela me declaré
seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que
abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el
Libro Santo afirma de los apóstoles: “En su corazón había una gran
alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo”.
(Hechos 6,41).
Al
oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del
padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó
emocionada: “Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre”.
Como
Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y
que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo
llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra
él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía
Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron
a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de
decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la
valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de
su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a
azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a
martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba
él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar
este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo.
Al
llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos
por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor
Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer
siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los
peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el
sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse
contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su
fidelidad a la verdadera religión.
Allí en Roma se levantó un
templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres
han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un
valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por
demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.
San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.
(https://www.ewtn.com/es/catolicismo/santos/nereo-aquileo-y-pancracio-15024)


11 mayo, 2025
Domingo 4 (C) de Pascua


10 mayo, 2025
San Damián de Molokai, Héroe de la Caridad


09 mayo, 2025
Santa Luisa de Marillac, patrona de los huérfanos, viudas y las obras sociales
¡Oh!; Santa Luisa de Marillac, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, su amada santa, y que, desde pequeña ansiabais
haceros religiosa. Un sacerdote santo os dijo: “Probablemente,
Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar”. Y no se
equivocó. Vuestros biógrafos dicen de vos así: “Luisa fue
un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró
transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta
obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones
de cada día”. Al viuda quedar, dijisteis: “Ya he servido
bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente
a servir a Dios”. Y, así fue, pues jamás cometisteis ningún
mortal pecado en toda vuestra vida y San Francisco de Sales
y San Vicente de Paúl, así lo confirman. Con el segundo,
trabajasteis por treinta años, siendo vos, su fiel discípula
y servidora. “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe.
Que Él, sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las
dificultades”. Os, dijo él. A los enfermos visitabais,
instruías a los ignorantes y repartíais ayuda a los pobres
con entusiasmo, bondad y alegría. Un día, votos de pobreza,
castidad y obediencia hicisteis con cuatro amigas, naciendo
así, la famosa y mentada comunidad femenina de las “Hermanas
Vicentinas, Hijas de la Caridad”. Y, San Vicente, os hizo
este reglamento: “Por monasterio tendrán las casas de los
enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro
tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite
de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será
el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia
o castidad”. Y, así, reunisteis a mendigos y los pusisteis
a trabajar. Las mujeres hilaban y cosían, los hombres hacían
manualidades, hasta lograr convertirse en personas útiles,
pues la alegría, el trabajo y Dios, reinaban en aquél asilo.
Los enfermos mentales, recibían de vos, mucho amor, alimentación
y medicinas adecuadas, logrando su recuperación. San Vicente,
no pudo asistiros en la hora de la muerte, pues él, enfermo
se hallaba, pero, os envió una nota que decía así: “Usted se
va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto,
y nos volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió. Y, luego,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como premio a vuestra entrega de amor y fe. Santa
Patrona de los huérfanos, viudas y de las obras sociales;
¡oh!; Santa Luisa de Marillac, “vivo Amor de Cristo Vivo y Eterno”.
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Nació en Francia el 12 de Agosto de 1591. Huérfana a los 14 años, sintió un fuerte deseo de hacerse religiosa, pero por su delicada salud, y su débil constitución no fue admitida. Un sacerdote le dijo: “Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar”. Se casó entonces con Antonio Le Grass, secretario de la reina de Francia, María de Médicis.
Dicen sus biógrafos: “Luisa fue un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones de cada día”.
Dios le concedió un hijo, al cuál amó de tal manera que San Vicente le escribió diciéndole: “Jamás he visto una madre tan madre como usted”.
Y en otra carta le dice el santo: “Que felicidad nos debe traer el pensar que somos hijos de Dios. Pues Nuestro Señor nos ama con afecto muchísimo más grande que el que Usted le tiene a su hijo. Y eso que yo no he visto en ninguna otra madre un amor tan grande por el propio hijo, como el que Usted tiene hacia el suyo”.
A los 34 años queda viuda y entonces decide hacerse religiosa. “Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente a servir a Dios”. Claro está que en la vida “mundana” que había tenido se había comportado tan sumamente bien que los que la conocieron están de acuerdo en afirmar que lo más probable es que ella no cometió ni siquiera un solo pecado mortal en toda su vida.
Esta santa mujer tuvo la dicha inmensa de tener como directores espirituales a dos santos muy famosos y extraordinariamente guías de almas: San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. Con San Francisco de Sales tuvo frecuentes conversaciones espirituales en París en 1618 (tres años antes de la muerte del santo) y con San Vicente de Paúl trabajó por treinta años, siendo su más fiel y perfecta discípula y servidora.
San Vicente de Paúl había fundado grupos de mujeres que se dedicaban a ayudar a los pobres, atender a los enfermos e instruir a los ignorantes. Estos grupos de caridad existían en los numerosos sitios en donde San Vicente había predicado misiones, pero sucedía que cuando el santo se alejaba los grupos disminuían su fervor y su entusiasmo. Se necesitaba alguien que los coordinara y los animara. Y esa persona providencial iba a ser Santa Luisa de Marillac.
Cuando Luisa se ofreció para coordinar y dirigir los grupos de caridad, el santo se entusiasmó y le escribió diciendo: “Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las dificultades”.
En aquellos tiempos los viajes eran muy penosos y peligrosos. Los caminos eran largos, las comidas malas, y los alojamientos incómodos. La santa tenía una constitución muy débil, pero San Vicente exclamaba: “Su salud es poca, sus tribulaciones son muchas y su actividad es infatigable. Pero sólo Dios sabe la fuerza de ánimo y de voluntad que esta mujer tiene”.
Dicen sus biógrafos que Luisa recorría el país visitando las asociaciones de caridad y que levaba siempre gran cantidad de ropas y medicinas para regalar y que casi todo lo compraba con dinero que ella misma por sus propios esfuerzos había conseguido.
Apenas llegaba al lugar, reunía a las mujeres de la asociación de la caridad, les recordaba los deberes y virtudes que debían cumplir quienes formaban parte de aquella asociación, las entusiasmaba con sus recomendaciones y se esforzaba por conseguir nuevas socias. Ella misma visitaba a los enfermos e instruía a los ignorantes y repartía ayuda a los pobres, y esto lo hacía con tal entusiasmo y tan grande bondad, que cuando marchaba de ahí, quedaba todo renovado y rejuvenecido.
La familia Marillac, que ocupaba altos puestos en el gobierno, cayó en desgracia del rey Luis Trece y uno fue condenado a muerte y otros fueron a la cárcel. Luisa, aunque sufría mucho a causa de esto, no permitía que nadie hablara mal en su presencia contra el rey, y su primer ministro Richelieu que tanto los habían hecho padecer.
En 1633, el 25 de marzo, las primeras cuatro jóvenes hacen votos de pobreza, castidad y obediencia, bajo la dirección de Luisa, Así nació la más grande comunidad femenina que existe, las Hermanas Vicentinas, Hijas de la Caridad.
San Vicente les hizo este reglamento: “Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia o castidad”
En aquellos años de 1633, Francia estaba pasando por una situación dificilísima de guerras, miseria, ignorancia y abandono. Fue entonces cuando guiadas por el incansable San Vicente de Paúl, las Hijas de la Caridad se dedicaron a colaborar en todos los frentes posibles, para socorrer a los más necesitados.
Santa Luisa consiguió una casa grande y allí reunía a los pordioseros y los ponía a trabajar. Las mujeres a hilar y a coser y los hombres a hacer diversas obras manuales. Así los fue transformando en personas útiles a la sociedad. La alegría y el trabajo reinaban en aquel inmenso asilo ocupado por la mayoría de los mendigos de París. Y las Vicentinas los atendían con exquisita caridad.
Consiguió otra casa y allí recogía a los locos o enfermos mentales, y a base de una buena alimentación y de medicinas y de mucho cariño, con sus religiosas los atendía esmeradísimamente, y lograba en muchísimos casos su recuperación.
En 1655, el Arzobispado de París le concede la aprobación a la Nueva Comunidad. Y San Vicente reúne a sus religiosas y les dice: “De hoy en adelante llevarán siempre el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título que es el más hermoso que puedan tener”.
De Santa Luisa se puede decir lo que Fray Luis de León dijo acerca de Santa Teresa: “Para conocer cómo era su personalidad, basta conocer cómo fueron las religiosas que ella formó y las obras que escribió“. Las religiosas formadas por Luisa fueron personas dedicadas con cuerpo y alma y por toda la vida a las obras de la caridad y de apostolado. Y sus escritos causan asombro al considerar de dónde sacó tiempo para escribir centenares de cartas con consejos muy prácticos y provechosos, y para resumir las numerosas conferencias que dictaba San Vicente, copiarlas y hacerlas circular, y para hacer extractos de las meditaciones y de los Retiros Espirituales que predicaba el Santo, y formar así tres volúmenes de 1,500 páginas. Y todo esto en medio de una actividad asombrosa en favor de los enfermos, mendigos e ignorantes.
Trece años antes de que ella muriera, dijo San Vicente: “La hermana Luisa, por su debilidad y agotamiento debería haber muerto hace diez años. Al verla, parece que hubiera salido de una tumba: tan débil está su cuerpo y tan pálido su rostro. Pero sin embargo, trabaja y trabaja sin dejarse vencer por el cansancio”.
San Vicente no pudo asistir a su santa discípula en la hora de la muerte porque el se hallaba también muy enfermo pero le escribió una nota diciéndole: “Usted se va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y nos volveremos a ver en el cielo”. Y así sucedió.
El 15 de Marzo de 1660, después de sufrir una dolorosa enfermedad y la gangrena de un brazo murió santamente, dejando fundada y muy extendida la más grande comunidad de religiosas. (San Vicente murió el 27 de Septiembre de ese mismo año).
Las 33,000 religiosas vicentinas o hijas de la Caridad tienen más de 3,300 casas en el mundo. En la casa donde está sepultada su fundadora, en París, allí mismo sucedieron las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. Las religiosas fundadas por Santa Luisa se dedican exclusivamente a obras de caridad.
El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Merillac en 1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes Sociales.


07 mayo, 2025
Beata Sor María de San José, Cofundadora de las Hermanas Agustinas


06 mayo, 2025
Santo Domingo Savio, Discípulo de San Juan Bosco
¡Oh!, Santo Domingo Savio, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo. Adorabais a ¨Jesús Eucaristía”
y lo imitabais con ardor de corazón, amando a María, con
entrega total. Decíais vos: “Si vosotros sois santos,
alegres estad siempre”. Vuestra corta y santa vida, era
toda amabilidad, cortesía y alegría, diciendo a menudo:
“Prefiero morir antes que pecar”. Mamá Margarita, la madre
de San Juan Bosco, le dijo un día a él: “Entre tus alumnos
tienes muchos que son maravillosamente buenos. Pero ninguno
iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan
alegre y tan piadoso como él, y ninguno tan dispuesto
siempre a ayudar a todos y en todo”. Tres años ganasteis
el Premio de Compañerismo, entre todos los ochocientos
alumnos. Vos decíais: “Nosotros demostramos la santidad,
estando siempre alegres”. Un día, después de confesaros,
comulgar y recibir la Unción de los enfermos, sentisteis
que partíais al cielo y exclamasteis: “Papá, papá, qué
cosas tan hermosas veo”. Y, sonriendo expirasteis en paz.
Más tarde, a los ocho días, aparecisteis a vuestro padre
y le dijisteis que salvo era, luego a San Juan Bosco,
rodeado de muchos jóvenes le dijisteis: “Lo que más me
consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la
Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen
mucho y con fervor. Y, dígales a los jóvenes que los espero
en el Paraíso”. Don Bosco, os escuchó admirado, y escribió
sobre vos, el fiel retrato de vuestro amor a Jesús y María,
testimonio de oro, para la familia, los jóvenes y los
mayores. Hoy, desde el cielo, alumbráis el sendero de
los jóvenes del mundo, que os aman, porque vos, en vuestra
corta vida, entregasteis todo de sí, y con justicia Dios os
coronó de luz, por vuestra maravillosa entrega de amor y fe;
¡oh!, Santo Domingo Savio, “viva consagración al Dios Vivo”.
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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