18 mayo, 2025
Domingo 5 (C) de Pascua


17 mayo, 2025
San Pascual Bailón OFM, “Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las asociaciones eucarísticas”.
y su amado santo, a quien adorabais toda vuestra santa vida en
la Santa Eucaristía. “Pascual”, os llamaron por haber nacido el
día de Pascua y, por increíble que parezca, fuisteis humilde
pastor de ovejas,y terminasteis en la Orden Franciscana Menor.
Un día gritasteis con fuerza: “¡Ahí viene! ¡Allí está!” Y de
rodillas, caísteis porque visteis a Jesús, Dios y Señor Nuestro.
Descalzo andabais por caminos de piedras y de espinas llenos,
y por compañía, siempre vuestro devocionario. Fraile ya, vuestros
oficios, los más humildes: portero, cocinero, mandadero y
barrendero. Pero, vos, experto erais en amar a Jesús en la
Eucaristía. Un día, vos,le dijisteis a Nuestra Señora: “Señora:
no puedo ofreceros grandes cualidades, porque no las tengo,
pero os ofrezco mi danza campesina en vuestro honor”. Y, de
seguro, Ella, feliz debió sentirse al veros. “¡Oh, me perdí la
ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera
dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me
habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor”.
Respondíais así,dentro de vos, por haber perdido aquella
oportunidad de no hablar de Dios. El día de Pentecostés, poco
antes de morir, oísteis los sonidos de una campana y dijisteis:
“¿De qué se trata?”. Y, os dijeron: “Es que están en la
elevación en la Santa Misa”. “¡Ah que hermoso momento!”,
respondisteis emocionado al borde de las lágrimas. Y, luego,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe.
Durante vuestro funeral, tenían vuestro ataúd descubierto, y
cuando elevaban la Santa Hostia en la Santa Misa, los
presentes muy admirados vieron que vos, abríais y cerrabais
por dos veces vuestros ojos. ¡Y, claro! ¡Hasta vuestro
cadáver adoraba a Cristo en la Santa Eucaristía! Y, así,
vuestros santos restos para su veneración, se quedaron por
tres días seguidos, porque la gente quería despediros más;
¡Santo Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración
¡Oh! San Pascual, “vivo Amor por Jesucristo, Dios y Señor Nuestro".
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________________
San Pascual Bailón
Religioso(año 1592)
Querido San Pascual: consíguenos del buen Dios un inmenso amor por la Sagrada Eucaristía, un fervor muy grande en nuestras frecuentes visitas al Santísimo y una grande estimación por la Santa Misa. Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y veréis lo que son los milagros (S. J. Bosco).
Le pusieron por nombre Pascual, por haber nacido el día de Pascua (del año 1540). Nació en Torre Hermosa, Aragón, España. Es el patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. Desde los 7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después por 28 será hermano religioso, franciscano.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
Un día otros pastores le oyeron gritar: “¡Ahí viene!, ¡allí está!”. Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia. De niño siendo pastor, ya hacía sus mortificaciones. Por ej. la de andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino le pagaba al otro, con los escasos dineros que le pagaban de sueldo, el pasto que la oveja se había comido.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Ayudaba cada día el mayor número de misas que le era posible y trataba de demostrar de cuantas maneras le fuera posible su gran amor a Jesús y a María. Un día un humilde religioso se asomó por la ventana y vio a Pascual danzando ante un cuadro de la Sma. Virgen y diciéndole: “Señora: no puedo ofrecerte grandes cualidades, porque no las tengo, pero te ofrezco mi danza campesina en tu honor”. Pocos minutos después el religioso aquel se encontró con el santo y lo vio tan lleno de alegría en el rostro como nunca antes lo había visto así. Cuando los padres oyeron esto, unos se rieron, otros se pusieron muy serios, pero nadie comentó nada.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: “Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes”. Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de protestantes.
Un día un hereje le preguntó: “¿Dónde está Dios?”. Y él respondió: “Dios está en el cielo”, y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: “¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor”.
Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo. Y él sintió lo que dice la S. Biblia que sintieron los apóstoles cuando los golpearon por declararse amigos de Jesús: “Una gran alegría por tener el honor de sufrir por proclamarse fiel seguidor de Jesús”.
Lo primero que hacía al llegar a algún pueblo era dirigirse al templo y allí se quedaba por un buen tiempo de rodillas adorando a Jesús Sacramentado. Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Había recibido de Dios ese don especial: el de un inmenso amor por Jesús Sacramentado. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual nació en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía. Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: “¿De qué se trata?”. “Es que están en la elevación en la Santa Misa”. “¡Ah que hermoso momento!”, y quedó muerto plácidamente.
Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos. Por 200 años muchísimas personas, al acercarse a la tumba de San Pascual oyeron unos misteriosos golpecitos.
Nadie supo explicar el porqué pero todos estaban convencidos de que eran señales de que este hombre tan sencillo fue un gran santo. Y los milagros que hizo después de su muerte, fueron tantos, que el Papa lo declaró santo en 1690. El Sumo Pontífice nombró a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.


16 mayo, 2025
San Juan Nepomuceno, Mártir del Sacramento de la Reconciliación y Patrono de los Confesores
¡Oh! San Juan Nepomuceno, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado Santo, a quien Wenceslao,
de Praga rey, colérico y celoso, os obligó a contar
los pecados de su reina esposa; petición a la que
vos os negasteis rotundamente y al hacerlo, vuestra
muerte asegurasteis y el impío reyezuelo os lanzó
al río. Pero, Dios quien siempre estuvo de vuestro
lado, Trescientos años esperó para mostrar su poder
y lo mostró para el asombro de todos: sacerdotes
y médicos, vuestra lengua que incorrupta estaba,
seca y gris, de pronto, en carne fresca y viva se
tornó y todos os alabaron de rodillas por este
increíble milagro. Desde entonces fuisteis vos,
considerado Patrono de los confesores, porque
prefiristeis morir antes que revelar los secretos
de la confesión. También os consideran Patrono de
la buena fama, porque preferisteis el martirio, pero
no permitisteis que la buena fama de una penitente
fuera destrozada. Como recuerdo de vuestro martirio
en Praga, en el puente desde el cual fuisteis echado
al río, está vuestra imagen y muchas personas, al
pasar por allí os rezan devotamente y además que,
desde allí, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestra
entrega de amor y fe. Corona de luz que jamás
marchitará; Santo Patrono de los confesores y de la
de la buena fama; ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Juan Nepomuceno, “vivo mártir del Dios Vivo”.
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________________________
San Juan Nepomuceno
Mártir del Sacramento de la Reconciliación y Patrono de los Confesores
(Año 1393)
San Juan Nepomuceno, pídele al buen Dios que nos envíe muchos y muy santos confesores.
Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc y de ahí se le puso el sobrenombre Nepomuceno. Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado (o sea el segundo después del Arzobispo) lo cual significa que era un hombre de total confianza para el prelado.
Pero el rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos se propuso mandarlo asesinar.
Luego el rey tuvo otro gran disgusto y consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un familiar, y el Vicario Juan Nepomuceno se le opuso rotundamente, porque esos bienes eran de la Santa Iglesia.
Entonces el rey mandó que al padre Juan lo ataran doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y que lo lanzaran al río Moldava. Fue en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver y le dieron santa sepultura.
En 1725 (o sea más de 300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta pero seca y gris. Y de pronto, en presencia de todos empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo.
Desde su muerte siempre San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. También ha sido considerado Patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio, pero no permitió que la buena fama de una penitente fuera destrozada.
En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Nepomuceno5_16.htm)


15 mayo, 2025
San Isidro Labrador, Patrono de los agricultores y de Madrid
¡Oh!, San Isidro Labrador; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y que, en el temor de Dios
de no ofenderlo jamás, fundasteis vuestra vida. El Santo
Oficio, era vuestra alegría total, pues orabais por
todas las gentes de vuestra época. Sensible con los más
desposeídos, siendo vos, uno más, nunca se os olvidó, ni
siquiera las avecillas del campo, que, recibían de vos,
su alimento. El Amor de Dios, no os abandonó jamás, y de
manera increíble, os favorecía de mil y una maneras, tanto
que, vuestros campos florecientes siempre estaban y aunque
envidia generabais, nunca Dios permitió que prosperase.
Y, tal como dijo Santiago: “Tened paciencia, hermanos,
como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso
de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía”.
Así, lo hicisteis, y recibisteis la gloria del cielo,
y aunque no sabíais leer, el Cielo y la tierra eran vuestros
libros. El historiador Gregorio de Argaiz, quien os dedicó
el gran libro: “La soledad y el campo, laureados por San
Isidro” dice de vos, así: “Fue vuestra misión, laurear el
campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del
verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El
campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su
inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero
fue un héroe”. Erais alegre, pero pobre. Vos, no cultivabais
vuestro prado, ni vuestra viña; cultivabais el campo de Juan
de Vargas, vuestro amo, a quien le preguntabais: “Señor amo,
¿adónde hay que ir mañana?” Y él, os señalaba el plan de cada
jornada. Cuando pasabais cerca de la Almudena o frente a la
ermita de Atocha, el corazón os latía con fuerza y, vuestro
rostro se os iluminaba y musitabais palabras mudas, con
vuestras lágrimas de oropel. Lo que ganabais lo distribuías
en tres partes: una para el templo, otra para los pobres
y otra para vuestra familia. Antes de partir hicisteis una
humilde confesión de vuestros pecados y recomendasteis amor
a Dios y caridad con el prójimo. Y así, voló vuestra alma
al cielo para coronada ser con corona de luz como justo premio
a vuestra entrega increíble de amor y fe. Cuando os sacaron
del sepulcro vuestro cadáver incorrupto estaba, como si
estuviera recién muerto. Santo Patrono de los agricultores;
¡oh!, San Isidro; “vivo labrador de los campos del Dios Vivo”.
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
____________________________________________
15 de mayo
San Isidro Labrador, Patrono de los agricultores
y de Madrid
Laico
Por: Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net
Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, labrador, que juntamente con su mujer, santa María de la Cabeza o Toribia, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano. († 1130)
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV.
Breve Biografía
Cuarenta años antes de que ocurriera, había escrito Cicerón: “De una tienda o de un taller nada noble puede salir”. Unos años después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de carpintero el Hijo de Dios. Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las montañas y los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, la garlopa, el martillo y los clavos y trabajaban la madera. Desde entonces, ni la azada ni el arado ni la faena de regar y de escardar tendrían que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de comunicación, ni ante las coronas de los reyes. El patrón de aquella villa recién conquistada a los musulmanes, Madrid, hoy capital de España, no es un rey, ni un cardenal, ni un rey poderoso, ni un poeta ni un sabio, ni un jurista, ni un político famoso. El patrón es un obrero humilde, vestido de paño burdo, con gregüescos sucios de barro, con capa parda de capilla, con abarcas y escarpines y con callos en las manos. Es un labrador, San Isidro. Como el Padre de Jesús, cuyas palabras nos transmite San Juan en el evangelio 15,1: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”.
Se postraron los reyes
Ante su sepulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus versos. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, honraron a este trabajador madrileño. El historiador Gregorio de Argaiz le dedicó un gran libro: “La soledad y el campo, laureados por San Isidro”. Fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.
Fue un héroe que cumplió el “Ora et labora” benedictino. La oración era el descanso de las rudas faenas; y las faenas eran una oración. Labrando la tierra sudaba y su alma se iluminaba; los golpes de la azada, el chirriar de la carreta y la lluvia del trigo en la era, iban acompañados por el murmullo de la plegaria de alabanza y gratitud mientras rumiaba las palabras escuchadas en la iglesia. Acariciando la cruz, aprendió a empuñar la mancera. He ahí el misterio de su vida sencilla y alegre, como el canto de la alondra, revolando sobre los mansos bueyes y el vuelo de los mirlos audaces.
Tan pobre
Alegre y, sin embargo, tan pobre. Isidro no cultivaba su prado, ni su viña; cultivaba el campo de Juan de Vargas, ante quien cada noche se descubría para preguntarle: “Señor amo, ¿adónde hay que ir mañana?” Juan de Vargas le señalaba el plan de cada jornada: sembrar, barbechar, podar las vides, limpiar los sembrados, vendimiar, recoger la cosecha. Y al día siguiente, al alba, Isidro uncía los bueyes y marchaba hacia las colinas onduladas de Carabanchel, hacia las llanuras de Getafe, por las orillas del Manzanares o las umbrías del Jarama. Cuando pasaba cerca de la Almudena o frente a la ermita de Atocha, el corazón le latía con fuerza, su rostro se iluminaba y musitaba palabras de amor. Y las horas del tajo, sin impaciencias ni agobios, pero sin debilidades, esperando el fruto de la cosecha “Tened paciencia, hermanos, como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía” Santiago 5, 7. Así, todo el trabajo duro y constante, ennoblecido con las claridades de la fe, con la frente bañada por el oro del cielo, con el alma envuelta en las caricias de la madre tierra.
No sabía leer
El Cielo y la tierra eran los libros de aquel trabajador animoso que no sabía leer. La tierra, con sus brisas puras, el murmullo de sus aguas claras, el gorjeo de los pájaros, el ventalle de sus alamedas y el arrullo de sus fuentes; la tierra, fertilizada por el sudor del labrador, y bendecida por Dios, se renueva año tras año en las hojas verdes de sus árboles, en la belleza silvestre de sus flores, en los estallidos de sus primaveras, en los crepúsculos de sus tardes otoñales, con el aroma de los prados recién segados. Isidro se quedaba quieto, silencioso, extático, con los ojos llenos de lágrimas, porque en aquellas bellezas divisaba el rostro Amado. Seguro que no sabia expresar lo que sentía, pero su llanto era la exclamación del contemplativo en la acción, con la jaculatoria del poeta místico Ramón Llull: “¡Oh bondad! ¡Oh amable y adorable y munificentísima bondad!”. O del mínimo y dulce Francisco de Asís, el Poverello: “Dios mío y mi todo”. “Loado seas mi Señor por todas las criaturas, por el sol, la luna y la tierra y el agua, que es casta, humilde y pura”. O también con el sublime poeta castellano como él: “¡Oh montes y espesuras – plantados por las manos del Amado – oh prado de verduras, de flores esmaltado – decid si por vosotros ha pasado!!!. “El que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante” Juan 15,5. Así, el día se le hacía corto y el trabajo ligero. Bajaban las sombras de las colinas. Colgaba el arado en el ubio, se envolvía en su capote y entraba en la villa, siguiendo la marcha cachazuda de la pareja de bueyes.
Una santa
Empezaba la vida de familia. A la puerta le esperaba su mujer con su sonrisa y su amor y su paz. María Toribia era también una santa, Santa María de la Cabeza. Un niño salía a ayudar a su padre a desuncir y conducir los bueyes al abrevadero. Era su hijo, que lo era doblemente, porque después de nacer, Isidro le libró de la muerte con la oración. Luego arregla los trastos, cuelga la aguijada, ata los animales, los llama por su nombre, los acaricia y les echa el pienso en el pesebre, pues, según la copla castellana: “Como amigo y jornalero, – pace el animal el yero, – primero que su señor; – que en casa del labrador, – quien sirve, come primero”. Hasta que llega María restregándose las manos con el delantal: “Pero ¿qué haces, Isidro, no tienes hambre? -le dice cariñosamente-. Ya en la mesa, la olla de verdura con tropiezos de vaca. Pobre cena pero sabrosa, condimentada con la conformidad y animada con la alegría, la paz y el amor. Y eso todos los días; dias incoloros pero ricos a los ojos de Dios. Sin saber cómo, Isidro se ha ido convirtiendo en santo. “Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin” Salmo 1,1. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante” Juan 15,6
Ya su aguijada tiene la virtud de abrir manantiales en la roca, porque: “Mucho puede hacer la oración intensa del justo…Elías volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos” Santiago 5, 17. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis y se realizará” Juan 15, 7. Ya puede Isidro rezar con tranquilidad entre los árboles aunque le observe su amo, porque los ángeles empuñan el arado. ¡Oh arado, oh esteva, oh aguijada de San Isidro, sois inmortales como la tizona del Cid, el báculo pastoral de San Isidoro y la corona del rey San Fernando!, exclama el poeta. Con la pluma de Santa Teresa habéis subido a los altares. Así es como la villa y corte, centro de España, tiene por patrón a un labrador inculto, sin discursos, ni escritos, ni hechos memorables, sólo con una vida escondida y vulgar de un aldeano, hombre de aquella pequeña villa que se llamaba Madrid, recién reconconquistada al Islam. En 1083 Alfonso VI había entrado por la cuesta de la Vega. El contraste es instructivo y proclama el estilo de Dios cuando nos regala sus santos. “Escondiste estos secretos a los sabios, y los revelaste a las gentes sencillas”. San Isidro labrador era un simple; reconocerlo es admirar los planes de Dios.
El diácono de san Andrés
Lo que sabemos de su vida se debe al diácono de San Andrés, que conoció a su paisano y sólo ocupa media docena de páginas. ¿Quién es capaz de extender más la descripción de un labriego sencillísimo que cruza por esta vida sin ninguna aventura externa y sin más complicación que la personalísima de ser santo a los ojos de Dios? Fue un hombre sencillo, su villa era pequeña. Madrid era rica en aguas y en bosques, con su docena de pequeñas parroquias, sus estrechas calles y en cuesta, su alcázar junto al río, su morería y sus murallas. Un puñado de familias cristianas, entre ellas, la de los Vargas, que era la más rica, alrededor de la parroquia de San Andrés, a cuyo servicio estaba Isidro. San Isidro nos ofrece todo un programa de vida sencilla, de honrada laboriosidad, de piedad infantil aunque madura, de caridad fraterna, ejemplo para esta sociedad compleja, y llena de mundo, de vida callejera, de codicia y de egoísmo, que lamenta hoy el zarpazo del terrorismo atroz y espera el nacimiento del nuevo Infante heredero. Ambos acontecimientos, tan dispares, laten en el corazón celeste de San Isidro, en su calidad de Patrón de Madrid que lo es, en cierto modo, de España.
(http://es.catholic.net/op/articulos/31936/isidro-labrador-santo.html)


13 mayo, 2025
Nuestra Señora del Rosario de Fátima


12 mayo, 2025
San Pancrasio, Mártir y Patrono de la Fidelidad de la Juventud
¡Oh! San Pancracio, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo, que con solo catorce años fuisteis
martirizado por declararos creyente y partidario de Nuestro
Señor Jesucristo. Vuestro padre murió martirizado y
vuestra madre recogió un poco de su sangre y la guardó en
un relicario de oro, y más tarde os dijo: “Este relicario
lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres
tan valiente como lo fue tu padre”. Un día volvíais de la
escuela golpeado pero muy contento. Vuestra madre os preguntó
la causa de vuestras heridas y de la alegría que mostrabais
y vos, le respondisteis: “Es que en la escuela me declaré
seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon
para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se
pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles:
“En su corazón había una gran alegría, por haber podido
sufrir humillaciones por amor a Jesucristo”. Al oír esto
vuestra amada madre, tomó en sus manos el relicario con la
sangre de vuestro padre martirizado, y colgándolo en vuestro
cuello, os dijo con lágrimas en los ojos: “Muy bien: ya
eres digno seguidor de tu valiente padre”. Y, vos muy feliz
ya, con el relicario, continuasteis afirmando que vos,
creíais en la divinidad de Cristo y que deseabais por siempre
ser su seguidor y amigo. Pero, las autoridades paganas
enteradas de vuestras afirmaciones, os llevaron a la cárcel
y os condenaron y decretaron la pena de muerte contra vos.
Cuando os llevaban hacia el sitio de vuestro martirio
varios enviados del gobierno os ofrecían premios y ayuda
para el futuro si dejabais de decir que Cristo es Dios.
Pero vos, con valor increíble, proclamasteis a viva voz
con valentía que deseabais seguir ser creyente en Cristo
hasta el último latido de vuestro corazón. Entonces para
obligaros a desistir de vuestra fe, empezaron a azotaros
sin piedad mientras os conducían hacia vuestro martirio, pero
mientras más os azotaban, más fuertemente proclamabais que
Jesús es el Redentor del mundo. Y, las gentes que os miraban
y escuchaban vuestro maravilloso ejemplo de valentía, se
convertían al instante al cristianismo. Cuando llegaron al
lugar de vuestro martirio, vos, disteis las gracias vuestros
a verdugos por permitiros ir al encuentro con Nuestro Señor
Jesucristo, e invitasteis a todos los allí presentes a creer
en Jesucristo, Dios y Señor Nuestro, a pesar de todas las
contrariedades y de todos los peligros. Seguidamente con
voluntad os arrodillasteis y colocando vuestra cabeza para
recibir el hachazo del verdugo, parecíais iluminado de pronto
y os sentíais contento, al ofrecer vuestra sangre y vuestra
vida por proclamar vuestra fidelidad por la verdadera religión.
Y, así voló vuestra alma al cielo, para recibir corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe. ¡Aleluya!
¡Oh! San Pancrasio, "Vivo amor por el Dios de la Vida y del Amor".
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_________________________________________
12 de Mayo
San Pancrasio
Patrono de la Fidelidad de la Juventud
El
doce de mayo se celebra también la fiesta de San Pancracio, un
jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declarase
creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo. Su padre murió
martirizado y la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del
mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: “Este
relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan
valiente como lo fue tu padre”.
Un
día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La
mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que
mostraba, y el jovencito le respondió: “Es que en la escuela me declaré
seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que
abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el
Libro Santo afirma de los apóstoles: “En su corazón había una gran
alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo”.
(Hechos 6,41).
Al
oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del
padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó
emocionada: “Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre”.
Como
Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y
que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo
llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra
él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía
Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron
a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de
decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la
valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de
su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a
azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a
martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba
él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar
este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo.
Al
llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos
por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor
Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer
siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los
peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el
sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse
contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su
fidelidad a la verdadera religión.
Allí en Roma se levantó un
templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres
han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un
valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por
demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.
San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.
(https://www.ewtn.com/es/catolicismo/santos/nereo-aquileo-y-pancracio-15024)


11 mayo, 2025
Domingo 4 (C) de Pascua

