27 agosto, 2010

Santa Mónica

Oh, Santa Mónica; vos sois
la hija del Dios de la vida y
extraordinaria madre que
escalando la cumbre de la fe,
entregasteis vuestra vida por
el hijo amado, hasta su total
conversión, a la Católica fe.
¿Qué más podríais desearle a
vuestro amado hijo, sino que
postrarlo a los pies de Cristo?
Nada más grande, que volverlo
a los brazos del Dios de la vida;
oh, Santa Mónica; madre excelsa.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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27 de Agosto

Santa Mónica
Madre de San Agustín
(Año 332- 387)


Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : “Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño.” Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones

En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : “Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues….no peleamos”.

Viuda, y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios. Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil: Agustín

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora

Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo: “tu hijo volverá contigo”, y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: “En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre”. Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.

El hijo se fuga, y la madre va trás de él

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente

En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios consejos. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

La conversión tan esperada

En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: ” ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.” Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables. En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Mónica_8_27.htm)

26 agosto, 2010

Santa Teresa de Jesús Jornet

Oh, Santa Teresa de Jesús Jornet;
vos sois, la hija del Dios de la
vida y de todos los desamparados
ancianos madre. Sí, de aquellos
que sus vidas donaron con grande
amor en realidad, y que, al final
de las mismas, de fortaleza y de
juventud desprovistas, -nunca de
de fe-, a la familia y la sociedad
dejaron.”Teresa era una santa”,
la gente de vuestro tiempo decía,
y Pío XII Papa: “Alma grande y al
mismo tiempo humanamente afable y
sencilla”. Antes de arrebatada ser
a la Patria Celeste: “Cuiden con
interés y esmero a los ancianos,
téngase mucha caridad y observen
fielmente las constituciones. En
esto está nuestra santificación”;
oh, Fundadora de Hermanitas de los
Ancianos Desamparados; “nueva “Teresa”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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26 de agosto

HOMILÍA

SANTA TERESA DE JESÚS JORNET

(† 1897)

El 27 de abril de 1958, cien viejecitos y cerca de 600 religiosas escuchaban a Su Santidad el papa Pío XII exaltar las virtudes de la nueva Beata, Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora de la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Pocas veces la Madre Iglesia ha aprobado tan rápidamente un proceso de beatificación. Iniciado éste en Valencia en 1945, culminó en 1958, cuando el Papa, también un anciano, como él mismo recordó a sus coetáneos de todo el mundo, que representaban a los millares acogidos en las Casas-Asilo de la Congregación, elevó a los altares a esta gigante de la caridad.

Mientras las campanas de la iglesia parroquial tocan el Angelus, nace en la villa catalana de Aytona la niña Teresa de Jesús Fornet e Ibars. El día siguiente recibía el bautismo y quedaba, por tanto, inscrita en el registro espiritual de los cristianos. Era natural que así sucediera porque tanto los Jornet como los Ibars eran católicos sinceros. El padre Francisco Palau, hermano de la abuela materna, es hoy candidato a los altares, y otros miembros de la familia se distinguían por sus virtudes y su piedad.

La niña crece en el ambiente de trabajo y de religiosidad del hogar. Pero su inteligencia despierta llama la atención de sus tíos y de sus padres, y Teresa marcha a Lérida, y después a Fraga. En las vacaciones regresa al pueblo, y sabe sacar partido de su ascendiente sobre las amigas para conducirlas a la iglesia y organizar excursiones que muchas veces se convierten en minúsculas peregrinaciones…

Apenas concluidos sus estudios de Magisterio, comienza a ejercer en Argensola, provincia de Barcelona. Pronto su piedad y su ejemplo llaman la atención de las alumnas y de sus padres. Las gentes, curiosas, admiran que la maestra acuda semanalmente a confesarse al pueblo de Igualada, a pesar de que entre ida y vuelta tiene que recorrer unos 20 kilómetros.

Pero la enseñanza, con ser misión bella y santa, no llena sus aspiraciones. No le cabe duda de que Dios la llama a la vida religiosa, y su único problema es la elección. El padre Palau invita a Teresa a colaborar en el Instituto que está fundando, y ella acude presurosa, pero en su interior anhela una vida religiosa separada del mundo, más fuertemente caracterizada por el silencio y la oración. Y a primeros de julio de 1868 Teresa abandona la casa paterna para dirigirse al convento de Clarisas, en Briviesca (Burgos), mientras Josefa, su hermana, entra en el Asilo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en Lérida.

Todo va bien en Briviesca, y Teresa prepara el velo negro que llevará en su profesión. Pero España atraviesa momentos difíciles y dramáticos. Y el Gobierno no permite la emisión de votos. Las religiosas le ponen, sin embargo, el velo negro. Y surge otra imposición, esta vez procedente de Dios directamente. Una postilla en la frente hace que deba volver, por obediencia, a Aytona. En Briviesca quedarán el recuerdo grato y el afecto sincero, que todavía hoy, después de muchos años, perduran en la expresión de las clarisas: “Teresa era una santa”.

Una vez más su tío, el padre Francisco, trata de orientar a Teresa en su pequeño ejército de terciarios y terciarias carmelitas. La nombra visitadora de las escuelas que él va abriendo en España. Pero el padre Francisco muere y Teresa se encuentra nuevamente entre los suyos, con una única duda: “Señor, ¿qué queréis que haga?”.

Un grupo de sacerdotes de Huesca y de Barbastro, presididos por don Saturnino López Novoa, maestro de capilla de la catedral de Huesca, se disponen a crear un Instituto femenino que se consagre exclusivamente a la asistencia de los pobres ancianos abandonados. La idea ha florecido ya en Francia, pero se piensa que para los ancianos españoles sería preferible hermanitas de esta misma nacionalidad.

En junio de 1872 Teresa pasa por Barbastro, con su madre, y habla con un sacerdote de la localidad, amigo del difunto padre Palau y también de don Saturnino. Durante la charla examina atentamente a Teresa y comprende que los deseos de la joven son consagrarse a Dios en la vida religiosa. Entonces rompe a hablar sobre los proyectos de don Saturnino, y Teresa ve con toda claridad que ahí está su vocación y que se han terminado sus vacilaciones y sus tinieblas interiores. Acepta el plan y regresa al pueblo. Su primer acto es comunicar a María, su hermana y confidente, que ha encontrado el verdadero camino. Pero esta noticia entraña, también, una invitación, que por el momento es rechazada. “¿Yo dedicarme a los ancianos? Imposible.” Pero Teresa sabe lo que dice, y, al fin, María irá con ella y aun se llevarán a una paisana.

Ya en Barbastro abriría don Saturnino la nueva casa. La sede elegida se llama “Pueyo”. Son doce jóvenes, contando a Teresa sus dos conquistas. Del 4 al 12 de octubre se llena la casa, un edificio antiguo y viejo. Nadie sino Teresa podía ser la cabeza de aquella incipiente comunidad, a pesar de que sus pensamientos eran totalmente ajenos a ello. Así lo dijo y así lo reiteró, pero por toda respuesta le dijeron que en la vida religiosa lo, que importa es obedecer. Teresa calla, acepta y permanecerá superiora hasta la muerte. Serán veinticinco años de gobierno, de esfuerzos y de heroísmo callado.

Detengámonos ahora a ver cómo era la madre Teresa. La mejor semblanza la hizo el propio Pío XII, al exaltar sus virtudes y su empresa. “Alma grande y al mismo tiempo humanamente afable y sencilla —dijo el Papa—, como su homónima, la insigne reformadora abulense; humilde hasta ignorarse a sí misma, pero capaz de imponer su personalidad y llevar a cabo una obra ingente; enferma de cuerpo, pero robusta de espíritu con fortaleza admirable; “monja andariega” ella también, pero siempre estrechamente unida a su Señor; de gran dominio de sí misma, pero adornada con aquella espontaneidad y aquel gracejo tan amable; amiga de toda virtud, pero principalmente de la reina de ellas, la caridad, ejercitada en aquellos viejecitos o viejecitas que exigen la paciencia y benignidad de que habla el Apóstol.”

Dentro de este conjunto espléndido, Pío XII subrayó “tres suaves matices”: la gran parte que la Virgen Santísima quiso tomar en su vida y en su obra; su irresistible inclinación a procurar la asistencia a los desvalidos y, por fin, aquella “suavidad y naturalidad con que se abandonó a los designios ocultos de la Providencia, o, mejor dicho, aquel modo perfecto y ejemplar con que supo prescindir de. sí y de su voluntad para identificarla completamente con la santísima voluntad de Dios”.

Dejamos en su iniciación la gran empresa. Su primer nombre fue el de “Hermanitas de los Pobres Desamparados”; después, para evitar equivocaciones con el Instituto francés del mismo nombre, se llamaron, como hoy se denominan, “Hermanitas de los Ancianos Desamparados”. Pronto quiso la Providencia que no se quedaran en Barbastro, sino que, por coincidir con los deseos de un grupo de católicos valencianos, fundasen en la capital del Turia, que desde entonces habría de ser la Casa-Madre de la congregación. Toda la ciudad recibió a las hermanas, y éstas hacen su primera visita a la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, que nunca había de desampararlas a ellas ni a sus ancianitos y ancianitas. Inmediatamente reciben a la primera acogida, una paralítica de noventa y nueve años.

Mas pronto habrían de comenzar los dolores. Las regiones españolas se sublevan contra el Gobierno y Valencia se declara en rebeldía. La ciudad es asediada y bombardeada. La gente huye; las hermanitas permanecen junto a sus ancianos. Sólo cuando en la ciudad ya no queda nadie, y al peligro de los bombardeos se añade la amenaza de morir de hambre, —las hermanitas viven de la caridad cristiana— deciden refugiarse en Alboraya. Después una nueva prueba, la muerte de sor Mercedes, la primera profesa de las hermanitas, pues en el propio lecho de muerte selló sus votos de esposa de Cristo.

La historia de las nuevas fundaciones está llena de encanto y de luz sobrenatural. Es primero Zaragoza, donde también fueron recibidas triunfalmente; luego Cabra, Burgos… y toda la geografía española, que la Beata se recorrió varias veces, en unas condiciones materiales que, si eran algo más cómodas que las de los tiempos de Santa Teresa, no dejaban de tener sus grandes molestias y aun dolores. Al cumplirse el primer decenio de la fundación del Instituto, las Casas-Asilo —la madre Teresa quería que fueran llamadas así, pues la sola palabra “asilo” le parecía demasiado fría y humillante— Son ya 33. Diez años más tarde subirían a 81, Y cuando la Beata entrega su alma al Señor suman ya la cifra esplendorosa de 103. Medio siglo más tarde, cuando la Iglesia la eleva a los altares, las Casas-Asilo son ya 205 en todo el mundo, y millares de ancianos y ancianas son consolados y atendidos por las hermanitas,

En 1885 el Instituto cruza el océano. Las hermanitas han sido llamadas a Santiago de Cuba y La Habana. Por primera vez van a fundar sin la madre. Esta, que apenas tiene cuarenta y dos años, no es ya sino una inválida, en cuanto a fuerzas físicas se refiere. La obra se está consumando. En 1876 había llegado el decreto de alabanza de Roma. Y la aprobación definitiva llega en 1887.

Ahora que la Iglesia ha acogido al Instituto bajo su tutela, la madre ya sabe que otra Madre eterna velará por las hermanitas y los ancianos. Por eso, al celebrarse, en abril de 1896, el Capítulo general, la Beata suplica a las hermanitas que se dignen librarla del peso de superiora general. Su cuerpo se niega a seguirla en sus largos viajes. No puede intervenir regularmente en los actos de la comunidad. El bien del Instituto —insiste la madre— exige que sea otra hermanita la que presida su marcha. Pero esta vez nadie hace caso de la voz de la madre. Y la Beata no tiene más remedio que cargar nuevamente la cruz sobre sus flacos hombros.

Ella seguirá siendo sencilla y entrañable. Nunca le han gustado las posturas ficticias, las caras de víctima. A una novicia que, en el arrebato de un falso misticismo, decía a la madre que quería ser santa y andaba por todas partes con la cabeza torcida, la Beata le respondió que si, que obligación de todas las hermanitas era ser santas; pero que… ¡aquella cabeza tan torcida! La madre cogió un alfiler, tomó entre sus manos la punta del velo de la novicia y se lo aseguró con el alfiler en la espalda, de modo que no podía llevar sino bien alta la cabeza.

La madre sacudía con frase certera toda pereza disfrazada de piedad: “Fervorosas, sí; pero no de las que dejan el trabajo a las demás”. En el verano de aquel año va a Palencia, para inaugurar el segundo noviciado. Pero no puede estar presente en la ceremonia porque está aquejada de fuertes dolores. Es su ofrenda por las novicias. Se pone en camino hacia Valencia. Parece mejorar un tanto durante el verano, pero en la primavera vuelve a agravarse. Su aparato digestivo es una pura llaga. La llevan a la Casa-Asilo de Masarrochos y luego a Liria. La madre ora mucho y por todos. También en las Casas-Asilos rezan las hijas y los ancianos.

Más de 70 superioras y muchísimas hermanitas pasan por Liria para recibir su última bendición en la tierra y sus postreros consejos. El 12 de julio el padre Francisco, uno de los más grandes protectores del Instituto, le lleva el santo viático y dos semanas después le administra la extremaunción. Poco a poco, se apaga la vida de la enferma, que dicta su última recomendación: “Cuiden con interés y esmero a los ancianos, téngase mucha caridad y observen fielmente las constituciones. En esto está nuestra santificación”.

El 26 de agosto de 1896 la enferma expresa repetidas veces el deseo de recibir la sagrada comunión. A la primera claridad del alba viene el sacerdote, la oye en confesión y sale en busca del sacramento. La madre mira a su alrededor, sonríe a las hermanitas presentes e inclina la cabeza para siempre, con gozo de la comunión eterna. Tenía cincuenta y cuatro años y siete meses y podía presentar en el cielo su obra de 103 Casas-Asilos con millares de ancianos y más de mil hermanitas. Descansó en Liria hasta 1904, en que fue trasladada solemnemente a la Casa-Madre de Valencia.

La madre había recomendado que, si en el Instituto llegase a haber santas, no se gastase un céntimo en el afán de llevarlas a los altares. Las hermanitas obedecieron, pero la Providencia tenía otros planes, y, como para recuperar el tiempo perdido, su proceso de beatificación tuvo un desarrollo rapidísimo, facilitado por los milagros. Iniciado en 1945, se clausuró en 1958, con la proclamación de la beatitud de los bienaventurados en la persona de esta fundadora insigne y ejemplar.

Manuel Calvo Hernando
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Teresa de Jesús Jornet e Ibars, Santa

Autor: Archidiócesis de Madrid

Fundadora del Instituto de las Pequeñas Hermanas de los Ancianos Abandonados

Los mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de los viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías y achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de sus existencia una ofrenda de caridad efectiva.

Logran hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo, limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con ellas a todos el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy rezadoras… de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.

Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo en lo humano muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de salud en el cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios, saber darse.

Nació en Aytona en 1843 en familia de payeses cristianos. Creció en un clima doméstico de trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.

El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad del siglo XIX es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de votos. Se hace entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de la actividad docente.

Cerca de su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo de sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza piensa en una institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su hermana María y a otra paisana, comienza en “Pueyo” con una docena de mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el gobierno.

Desde Barbastro cambia a Valencia donde está la casa madre de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la patrona de la ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la madre que se llamen para resaltar el clima de familia la geografía española y pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan a 103 y deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas para continuar su labor hasta siempre, porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán desamparados.

No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo Hermanitas canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización se debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales que tan frecuentemente Dios quiso mandar. Fue canonizada por el papa Pablo VI en 1974.

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/08/08-26_S_Teresa_de_Jesus_Jornet.htm)

25 agosto, 2010

San José Calasanz


Oh, San José Calasanz; vos sois
el hijo del Dios de la vida y bien
dicen por allí, que sois vos, el
segundo Job, porque si aquél, sus
penas al Dios eterno dejó; vos lo
mismo hicisteis, y todo, en sus
maravillosas manos dejasteis, que
hizo, a su tiempo, la luz brillar
de la verdad, sobre las tinieblas
y así; vuestros enemigos vencidos
fueron y vuestras obras y sueños,
realidad hechos. Fundador de los
Padres Escolapios y de vuestras
“Escuelas Pías”. Decíais vos: “Me
acusan de cosas que no he hecho,
pero yo dejo a Dios mi defensa” y
vuestra célebre frase: “Dios me
lo dio, Dios me lo quitó, bendito
sea Dios”. Así, con esa de pensamiento
sencillez, partisteis a la Casa
del Padre, para justo premio recibir:
corona de luz, que jamás dejará su
brillo, por los siglos de los siglos;
oh San José Calasanz; “amigo de Job”.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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25 de agosto

San José Calasanz
Fundador de los Escolapios
Año 1648

Que Dios nos mande siempre muchos educadores como San José, y que su ejemplo nos lleve a recordar aquel famoso dicho de Jesucristo: “Es necesario padecer en la tierra, para entrar en la gloria eterna”. (Lc. 24,26).

Un cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San José Calasanz “un segundo Job” porque tuvo que sufrir persecuciones como el santo Job de lo Biblia. Nuestro santo fue sepultado un 26 de agosto del año 1648. Nació en Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región. Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal, y pidió que le dejaran hacer estudios eclesiásticos. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás.

En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso, pero poco a poco con su amabilidad los fue ganando a su favor. Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.

Su padre deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero en una gravísima enfermedad, el joven le prometió a Dios que si le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas. El joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió cumplir su promesa, y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de doctor en la universidad de Alcalá.

Cargos importantes

Como tenía fama de gran santidad y de mucha sabiduría, el señor obispo le fue concediendo puestos de mucha responsabilidad. Primero lo envío a una región montañosa donde la gente era casi salvaje y muy ignorante en religión. Allá, entre nieves y barrizales y por caminos peligrosos, se propuso visitar familia por familia para enseñarles la religión y el cambio total.

En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos. El señor obispo de Urgel lo nombró su vicario general, el más alto puesto en la diócesis después del prelado.

Renuncia a todo

Pero él sentía una voz en su interior que le decía: “¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!” Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos. Así que renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a la Ciudad Eterna.

Educador de los pobres

En Roma se hizo socio de una cofradía que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta de que la ignorancia religiosa era total y que no bastaba con enseñar religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana. En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y fundó entonces su primera escuela en Roma. Su fin era instruir en la religión y formar buenos ciudadanos. Pronto tuvieron ya cien alumnos. Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no costeaban nada de eso. Pronto fueron llegando nuevos colaboradores y los alumnos fueron ya setecientos. Más tarde eran ya mil los jóvenes que estudiaban en las escuelas dirigidas por José y su amigos. En sus ratos libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente cuando llegaban la peste o las inundaciones. Con su amigo San Camilo eran incansables en ayudar.

Los Escolapios

A sus institutos educativos les puso por nombre “Escuelas Pías” y los padres que acompañaban al padre Calasanz se llamaron Escolapios. Después de un par de años ya había “Escuelas Pías” en muchos sitios de Italia y en muchos países. Ahora los padres Escolapios tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con 1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.

Visitas repentinas e inesperadas

Los envidiosos empezaron a hacer llegar quejas contra las Escuelas Pías, y el Sumo Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas. Los dos cardenales se presentaron repentinamente sin previo aviso y encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, que el Papa al escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más en adelante. Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V y al darse cuenta de los bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.

Empiezas los dolores

El padre Calasanz tenía una gran fuerza y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se subió por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Duró varios meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.

La persecución

Recibió el padre Calasanz como colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a los tribunales y solamente la intervención de un cardenal obtuvo que no lo echaran a la cárcel. Él repetía: “Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa”. El envidioso logró a base de calumnias que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General, y después las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto que la Santa Sede determinó acabar con la congregación que el santo había fundado. San José al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo Job: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios”.

Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y ahora está extendida por todo el mundo. Dicen que San Alfonso de Ligorio cuando estaba fundando la Congregación de Padres Redentoristas, y encontraba fuertes dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva aprobación. El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años pasó este gran apóstol a la eternidad, a recibir el premio de sus grandes obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/José_Calasanz_8_25.htm)


24 agosto, 2010

San Bartolomé Apóstol

Oh, San Bartolomé Apóstol,
sois vos, el hijo del Dios
de la vida, y de quien Jesús
dijo:“Ahí tienen a un israelita
de verdad, en quien no hay
engaño” y en seguida, vos
respondisteis: “¡Maestro,
Vos sois el hijo de Dios!
¡Vos sois el Rey de Israel!
y así de los Doce fuisteis;
y por el santo evangelio
vuestra vida entregasteis,
hasta a los cielos arribar.
Hoy mismo, -como vos lo sabéis -,
gozáis de las alegrías que
vos mismo anunciasteis en
vida, como premio justo para
aquellos que, en su fe, firmes
permanecen hasta el final de
sus días. ¡Qué dicha la vuestra,
la de haber servido a Nuestro
Señor Jesucristo!, camino y luz;
oh, San Bartolomé Apóstol.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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24 de agosto

San Bartolomé, Apóstol
(Siglo I)


A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa “regalo de Dios”). Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: “Jesús se encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. Felipe se encontró a Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret”. Natanael le respondió: ” ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?” Felipe le dijo: “Ven y verás”. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” Natanael le preguntó: “¿Desde cuando me conoces?” Le respondió Jesús: “antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi”. Le respondió Natanael: “Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”. Jesús le contestó: “Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre.” (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: “¡Ven y verás que gran profeta es!”

Una revelación que lo convenció

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: “Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño”. El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: “Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas”. Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: “¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: “San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza”.

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

Oración

Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bartolomé_8_24.htm)

23 agosto, 2010

San Felipe Benize

Oh, San Felipe Benize; sois
vos el hijo del Dios de la vida,
el mismo a quien la Reina del
cielo, para su orden de los
Siervos de la Madre de Dios,
famosa en vuestro tiempo y hoy,
por el mundo todo esparcida.
Tomasteis por madre a María y
como libro único; a Cristo Jesús,
fielmente “leísteis”, de palmo
a palmo. Por vuestra sabiduría
a todos impresionasteis y con
vuestro don de lenguas convertisteis
a los pecadores y lograsteis
reconciliar a los cismáticos. Al
final de vuestra piadosa e ilustre
vida, decidisteis retiraros a vivir
al más y humilde convento de
vuestra orden, donde pasasteis
vuestros últimos días, orando
y, postrado ante la imagen de
vuestra Madre, hasta el día en
que, a recibir partisteis, el premio
de vuestro amor al eterno Padre,
hecho corona de luz y eternidad;
oh, San Felipe Benize, siervo de luz.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Agosto

San Felipe Benizi

Servita Sacerdote

Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro (1285).

El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia, nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.

Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: “Acércate y sube a este carro”.

Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: “Felipe, acércate y sube a este carro”, tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: “Felipe, acércate y sube a este carro”. Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.

Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.

En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.

En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.

Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

Santa María Virgen Reyna


Oh, Santa María Virgen Reina;
Mujer de sol vestida y de gracia
llena; bendita entre todas las
mujeres y Madre del Cristo nuestro,
porque así lo quiso Dios Padre.
Oh, sublime Señora, que Proveído
le habéis de vuestra humanidad
al Divino Maestro y a quien el
Dios Altísimo, Su Divinidad dio;
a vos Virgen Santa; llena de gozo
y contenta, el alma mía le canta.
Madre Reina; Hijo, Rey de reyes,
oh, Santa María; Virgen Reina.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Santa María Virgen Reina
22 de agosto

“La Virgen Inmaculada … asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte”. (Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59). El pueblo cristiano, movido de un certero instinto sobrenatural, siempre reconoció la regia dignidad de la Madre del “Rey de reyes y Señor de señores”. Padre y Doctores, Papas y teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento y la misma halla sublime expresión en los esplendores del arte y en la elocuente catequesis de la liturgia.

Al ser Madre de Dios, María vióse adornada por Él con todas las gracias, prescas y títulos más nobles. Fue constituida Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosa como Madre cariñosa, asociada como se halla en la obra redentora y a la consiguiente mediación y distribución de las gracias. Quiere la Iglesia que oigamos la voz de María pregonando agradecida a Dios los singulares privilegios de que la colmó.

El Evangelio anuncia el Reino de Cristo, de donde fluye también el reinado universal de María. Esta fiesta litúrgica fue instituida por Pío XII, y se celebra ahora en la octava de la Asunción, para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos.

La piedad del medievo fue la que comenzó en Occidente a saludar con el título de Reina a la Santísima Virgen Madre de Dios, invocándola con las palabras: Salve, Reina caelorum; Reina caeli, laetare. Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Salve Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Tí llamamos los desterrados hijos de Eva; a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro múestranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesuscristo. Amén.

Himno

Reina y Madre, Virgen pura, que sol y cielo pisáis, a vos sola no alcanzó la triste herencia de Adán. ¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo caber igual parte de la culpa original? De toda mancha estáis libre: ¿y quién pudo imaginar que vino a faltar la gracia en donde la gracia está? Si los hijos de sus padres Toman el fuero en que están, ¿cómo pudo ser cautiva quien dio a luz la libertad? Amén.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.Reina dignísima del mundo, María Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén. (http://www.ewtn.com/spanish/Saints/María_Reina.htm) 22 de agosto Catequesis de S.S. Juan Pablo II Audiencia General de los Miércoles 23 de julio de 1997.

1.La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue «elevada (…) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59). En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María el título de Reina.

El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo. Pero ya en un fragmento de una homilía, atribuido a Orígenes, aparece este comentario a las palabras pronunciadas por Isabel en la Visitación: «Soy yo quien debería haber ido a ti, puesto que eres bendita por encima de todas las mujeres tú, la madre de mi Señor, tú mi Señora» (Fragmenta: PG 13, 1.902 D). En este texto se pasa espontáneamente de la expresión «la madre de mi Señor» al apelativo «mi Señora», anticipando lo que declarará más tarde san Juan Damasceno, que atribuye a María el título de «Soberana»: «Cuando se convirtió en madre del Creador, llegó a ser verdaderamente la soberana de todas las criaturas» (De fide orthodoxa, 4, 14: PG 94 1.157).

2. Mi venerado predecesor Pío XII en la encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la redención. La encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (MS 46 [1954] 634). Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano (MS 46 [1954] 635).

En el evangelio según san Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», él instaura su reino, el reino de Dios. Elevada al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo. Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.

3. El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.

Citando la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen: «Teniendo hacia nosotros un afecto materno e interesándose por nuestra salvación ella extiende a todo el género humano su solicitud. Establecida por el Señor como Reina del cielo y de la tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles y de toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza lo que pide con sus súplicas maternal; lo que busca, lo encuentra, y no le puede faltar» (MS 46 [1954] 636-637).

4. Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es madre en el orden de la gracia. Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción. Esto lo destaca muy bien san Germán de Constantinopla, que piensa que ese estado asegura la íntima relación de María con su Hijo, y hace posible su intercesión en nuestro favor. Dirigiéndose a María, añade: Cristo quiso «tener, por decirlo así, la cercanía de tus labios y de tu corazón; de este modo, cumple todos los deseos que le expresas, cuando sufres por tus hijos, y él hace, con su poder divino, todo lo que le pides» (Hom 1: PG 98, 348).

5. Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario. También leemos en san Germán: «Tú moras espiritualmente con nosotros, y la grandeza de tu desvelo por nosotros manifiesta tu comunión de vida con nosotros» (Hom 1: PG 98, 344).

Por tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida. Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/María_Reina_catequesis.htm)

09 agosto, 2010

Santa Otilia

Oh, Santa Otilia; vos sois la
hija del Dios de la vida, que
privada de la visión, al mundo
llegasteis, pero, vuestra alma,
no, y Dios, sorpresa os guardó,
hasta cuando bautizada fuisteis
por las manos de San Erardo,
y pronunciara: “que se os abran
los ojos de vuestro cuerpo, como
se os han abierto los ojos de
vuestra alma”, y ¡milagro patente!,
recobrasteis milagrosamente la
vista y del desprecio primero al
pronto amor; y aquél paterno
regalo, en la cima de la montaña;
vos lo convertisteis en casa de
Dios, y del que, a borbotones brotó
agua; para devolver la vista, al
errante alma y yerta casi, de los
hombres tantos del mundo vuestro
y del nuestro, y porque agotasteis
vuestra preciosa vida, dándoos a
los pobres y miserables, que su
vida ambulaban por los desiertos
de vuestro tiempo. Ciega sí, de
amor puro y divino, hoy, coronada
de luz eterna en la Casa del Padre
alumbráis, santa patrona de Alasacia;
oh Santa Otilia, milagro de Dios.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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9 de agosto
Santa Otilia
Religiosa
Año 720

Otilia: Pídele a Dios que nos abra los ojos de nuestra alma para ver la eternidad que nos espera, y que con nuestras oraciones, limosnas y santas misas consigamos como tú, el descanso para nuestros amados difuntos.

Esta es la santa patrona de Alsacia (una provincia muy famosa de Francia, que tiene como capital a Estrasburgo). En aquellas tierras se ha tenido enorme devoción a Santa Otilia, por más de 1,000 años. Y su historia es bien interesante. El señor feudal que gobernaba Alsacia en el siglo VII era Aldarico; era un pagano recién convertido al catolicismo, y no muy bien convertido aún.

Aldarico deseaba mucho tener un hijo varón, pero he aquí que lo que le nació fue una hija, y ciega. El hombre se llenó de cólera y mandó que su hija fuera expulsada muy lejos de su castillo.

La pobre niña fue llevada a un lejano convento de religiosas, las cuales la educaron lo mejor que pudieron, en la religión de Cristo. La niña crecía ciega pero he aquí que un día llegó al convento el obispo San Erardo, el cual había tenido un sueño en el que se le ordenaba que fuera a esa casa de religiosas y bautizara a una niña. Le presentaron a la cieguita y el santo al bautizarla le puso el nombre de Otilia, que significa: “luz de Dios”. Y al administrarle el sacramento le dijo: “que se te abran los ojos de tu cuerpo, como se te han abierto los ojos de tu alma”, y la niña recobró milagrosamente la vista.

El santo obispo fue donde el papá de Otilia a pedirle que la aceptara en su casa ya que era hija suya, pero el otro no quería de ninguna manera. Afortunadamente el hijo varón y hermano menor de Otilia, Hugo, intercedió ante su padre, y éste aunque de muy mala gana, permitió que la muchacha volviera al castillo, pero más como sirvienta que como hija. Y sucedió que Aldarico empezó a notar que su hija era tan santa, tan caritativa, tan bondadosa con todos, que se encariñó grandemente con ella y la quiso con un amor fraternal que nunca antes había sentido.

Y el papá se propuso casarla con un gran señor alemán para que llegara a ser una princesa muy importante. Él no sabía que Otilia cuando estaba viviendo con las religiosas se había propuesto dedicar su vida entera a la oración y a las obras buenas, y a ser una religiosa. Cuando ella supo que su padre estaba resuelto a obligarla a casarse, se vistió de sirvienta, y así disfrazada huyó del palacio; un barquero la llevó al otro lado del inmenso río y ella siguió huyendo por los campos.

Aldarico envió a sus soldados a buscarla por todas partes y cuando la joven vio que se acercaban ya sus perseguidores pidió a Dios que la protegiera, y vio en una roca una hendidura, y ahí se escondió y nadie logró verla. Entonces su padre, lleno de remordimientos por su actitud, mandó publicar un decreto por medio del cual perdonaba a su hija y le permitía que se hiciera religiosa. Ella al oír tal noticia volvió al castillo y Aldarico le regaló un convento en una alta montaña para que se fuera allá con las demás jóvenes que quisieran ser religiosas. Y allí se fundó el convento de Otilburg.

Otilia y sus compañeras se dedicaron a la oración, a los trabajos manuales y a atender a los centenares de pobres que llegaban a pedir ayuda. Otilia se dedicaba a socorrer a los enfermos más repugnantes y abandonados. Y fundó un hospital para ellos. Al fin, Aldarico al darse cuenta de la gran santidad de su hija dispuso con su anciana esposa vivir los dos como monjes y convirtieron su castillo en un convento, dirigido por Otilia. Y allí murieron piadosamente. La santa se dedicó a ofrecer misas, limosnas y oraciones por el alma de su padre, y tiempo después en una visión le fue dicho que por sus misas y oraciones y obras de caridad, el alma de Aldarico lograba salir del purgatorio.

Después de dedicarse por muchos años a la oración y a prestar ayudas a enfermos y pobres, Otilia descansó en paz en el año 720. En su sepulcro empezaron a obrarse milagros, y toda aquella región de Alsacia la proclamó como patrona. Todos los emperadores alemanes desde Carlo Magno (año 800) le rindieron homenaje. El papa San León IX y el Rey Ricardo I de Inglaterra fueron en peregrinación a visitar su tumba. Todavía se conserva una fuente de agua que la santa hizo brotar con su oración, cuando en el convento no había nada para beber. Y con esa agua se bañan los ojos muchos enfermos de la vista y consiguen admirables curaciones.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Otilia_8_9.htm)