23 julio, 2011

Santa Brígida


Oh, Santa Brígida, vos sois la hija
del Dios de la vida y la misma que
honor hicisteis al significado de
vuestro nombre: “fuerte y brillante”.
Ya os gustaba, desde niña, oír de
labios de vuestra madre, las vidas
de los santos, y como premio, os
apareció Nuestra Señora, invitando
os a seguir una santa vida. Vuestra
gran devoción: la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor Jesucristo, y tanto
que, un día, que rezabais devotamente
ante el crucifijo, a Nuestro Señor
le dijisteis: ¿Quién te puso así? y
oísteis que Cristo os decía: “Los que
desprecian mi amor”. “Los que no
le dan importancia al amor que yo les
he tenido” y, desde ese instante,
todos los que trataban con vos, a
Cristo, lo amaron más. En otra visión
oísteis de Él, mismo decir: “Yo en
la vida sufrí pobreza, y vos tenéis
demasiados lujos y comodidades” y
bastaron aquellas palabras, para que
vos fuerais de la pobreza amante, hasta
el final de vuestra santa vida y por
ello, fundasteis la comunidad de San
Salvador y en “Revelaciones”, vuestro
escrito brillante, nos legasteis cómo
la vida de Jesús fue. De este mundo
partisteis, para coronada ser de luz,
como premio a vuestra entrega de amor;
oh, Santa Brígida, “fuerte y brillante”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________

23 de Julio
Santa Brigida
Viuda y Fundadora
Año 1373

Dios quiera enviar a su Iglesia muchas Brígidas, que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y palabras logren enfervorizar por Cristo a muchas personas más. Cristo murió por mí. ¿Y yo, qué haré por Él?

Brígida significa: Fuerte y brillante. Eta santa mujer tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la familia de los gobernantes de Suecia, y tenían muchas posesiones, empleaban sus riquezas en construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre era gobernador de la principal provincia de Suecia.

Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303. De niña su mayor gusto era oír a la mamá leer las vidas de los Santos. Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera revelación. Se le apareció la Sma. Virgen a invitarla a llevar una vida santa, totalmente del agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida, hasta tal punto que ella llegó a creer que se trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar detenidamente su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes celestiales.

Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y este santo sacerdote habló tan emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que Brígida quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción preferida será la de Jesucristo Crucificado.

Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor: – ¿Quién te puso así? – y oyó que Cristo le decía: “Los que desprecian mi amor”. “Los que no le dan importancia al amor que yo les he tenido”. Desde ese día se propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a Jesucristo.

Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue “la oveja negra de la familia”, que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá.

Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir. Brígida era la dama principal de las que colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces pidió permiso y se fue con su esposo en peregrinación a Santiago de Compostela en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él y en un sueño se le apareció San Diosnisio a decirle que se le concedía la curación, con tal de que se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso cisterciense y unos años después murió santamente en el convento.

En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía: “Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes demasiados lujos y comodidades”. Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas, sino siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres de manera que ella llegó a ser también muy pobre.

Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad permaneció 14 años, dedicada a la oración, a visitar y ayudar enfermos, a visitar como peregrina orante muchos santuarios, y a dictar sus revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad).

Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon, Francia) corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.

Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San Salvador. El principal convento estaba en la capital de Suecia y tenía 60 monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más importante de su nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas en toda Europa.

Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá recibió continuas revelaciones acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de los tomos de sus revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en éxtasis todos los días.

Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23 de juilio de 1373, a la edad de 70 años murió en Roma con gran fama de santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa por el Sumo Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes las leían a los fieles en las misas.




22 julio, 2011

Santa María Magdalena


Oh, Santa María Magdalena; sois vos
la hija del Dios de la vida, y prueba
fiel del amor de Jesús, para con sus
pecadores hijos, porque el mismo dijo:
“Yo no he venido por los que están
sanos, sino por los enfermos”. Y Él,
compasión sintiendo por vos, de vuestros
pecados os limpió y vuestra alma sanó
y desde aquél día, nunca más lo dejasteis
jamás y, hasta el mismísimo Gólgota
cruento, lo acompañasteis. ¿Acaso a
vosotros hermanos míos no os han
atacado espíritus malignos? ¡No cabe
la menor duda!. Pues, el orgullo, la
avaricia, la ira, la gula, la impureza
o lujuria, envidia, la pereza y, quien
sabe cuántos más, están allí y, con
nosotros conviven, pero justo allí,
está Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
camino, verdad y vida, para ayudaros.
Por ello, vos que, en Él renocisteis
la salvación eterna, no desmayasteis y
confiada recurristeis a su grande amor
y misericordia y hoy, gozáis de la
eternidad de la vida, luciendo con
justicia plena, corona de eterna virtud;
oh, Santa María Magdalena, “amor de Dios”.


© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________

22 de julio
Santa María Magdalena
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.”
(Mt 5,5)

Su nombre era María, que significa “preferida por Dios”, y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.

Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que perdonasen los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia nos recuerda hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del Salvador con los que se duelen de sus pasados extravíos.

María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor. “No te acerques a mí, porque estoy puro”, le dirían los soberbios; pero el Señor, al contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, “acoge bondadoso la ofrenda de sus servicios”, y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real. La contrición transforma su amor. “Por haber amado mucho, se le perdonan muchos pecados”.

Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama por su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su Resurrección.

A imitación de la gran Santa María Magdalena, vengamos en espíritu de amor y de compunción, a ofrecer a Jesús, presente en la santa Misa, el tesoro de nuestras alabanzas. Hagámosle compañía, como las dos hermanas Marta y María; adornemos su altar, con ese recio espíritu de fe que no teme el escándalo farisaico, con todo el esplendor que conviene a la casa de Dios. Imitémosla sobre todo en su acendrado amor a Jesús, seguros de que haciéndolo así, lograremos la remisión entera de nuestras pasadas culpas, elevándonos, desde el fondo de nuestra miseria a la cima de la santidad. Al que busca a Dios con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos tesoros.

Cuatro menciones en los Evangelios:

1) Los siete demonios. Lo primero que dice el Evangelio acerca de esta mujer, es que Jesús sacó de ella siete demonios (Lc 8,2), lo cual es un favor grandísimo, porque una persona poseída por siete espíritus inmundos tiene que haber sido impresionantemente infeliz. Esta gran liberación obrada por Jesús debió dejar en Magdalena una gratitud profundísima.

Nuestro Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un mal espíritu, este se va y consigue otros siete espíritus peores que él y la atacan y así su segundo estado llega a ser peor que el primero (Lc 11,24). Eso le pudo suceder a Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo alejó de su alma estos molestos espíritus.

A nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a nuestra alma la atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la avaricia, la ira, la gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás varios más. ¿Quién puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por día? ¿Habrá alguien que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza no le ha atacado y no le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de los demás.

Pero hay una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos cuando veían o escuchaban a Jesús empezaban a tembar y salían huyendo. ¿Por qué no pedirle frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra alma todo mal espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere seguirlo haciendo cada día en favor de todos nosotros.

2) Se dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que hizo la Magdalena. Ya que Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos espíritus, ella se dedicó a hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al grupo de las santas mujeres que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana, Susana y otras). San Lucas cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por Jesús de malos espíritus o de enfermedades y que se dedicaban a servirle con sus bienes (Lc 8,3). Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban a los niños mientras los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar niños, ancianos y mujeres, etc…

3) Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es para decir que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de hombres amigos junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se atrevieron a aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un condenado a muerte. El único que estuvo junto a Él fue Juan. En cambio las mujeres se mostraron mucho más valerosas en esa hora trágica y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.

San Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn 19, 25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las imágenes religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena junto a María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como un detalle de gratitud a Jesús.

4) Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían sido pecadoras pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo.

Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan lo narra de la siguiente manera:

“Estaba María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro y vio dos ángeles donde había estado Jesús. Ellos le dicen: – ¿Mujer, por qué lloras? – Ella les responde: – Porque se han llevado a mi Señor, y no sé donde lo han puesto.

Dicho esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era Jesús.

Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.

Jesús le dice: ‘¡María!’

Ella lo reconoce y le dice : ‘¡Oh Maestro!’ (y se lanzó a besarle los pies).

Le dijo Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a vuestro Dios’.

Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al Señor, y me ha dicho esto y esto.” (Jn. 27, 11).

Esta mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la resurrección de Jesús.



21 julio, 2011

San Lorenzo de Brindis


Oh, San Lorenzo de Brindis, vos sois
el hijo del Dios de la vida, que honor
grande al significado de vuestro nombre
“coronado de laurel”, hicisteis, y que,
en vuestra vida de predicador santo
de vos hizo, el más famoso de los
Capuchinos, pues habíais dotado sido
de memoria asombrosa. El día, que
os recibían en el convento, preguntasteis
al padre prior: “Padre, ¿en mi celda
habrá un crucifijo?”. “Si, lo habrá”,
os respondió y vos emocionado le dijisteis:
“Pues eso me basta. Al mirar a Cristo
Crucificado tendré fuerzas para sufrir por
amor a El, cualquier padecimiento”.
“En buena parte se debe a mi buena
memoria. En otra buena parte a que dedico
muchas horas a prepararme. Pero la
causa principal es que encomiendo
mucho a Dios mis predicaciones, y cuando
empiezo a predicar se me olvida todo el
plan que tenía y empiezo a hablar como
si estuviera leyendo en un libro misterioso
venido del cielo”, decías vos cuando os
preguntaron, como hacíais para predicar.
Durante la Misa Santa, a menudo arrebatado
erais en éxtasis. Huíais de los honores,
ayunabais con frecuencia y vuestra
meditación preferida la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor era. Lucís hoy, corona
eterna de laureles, que brilla y que jamás
nunca perecerá, como premio justo por
vuestra entrega de fe y amor inmensos;
San Lorenzo de Brindis, Predicador santo.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________

21 de julio
San Lorenzo de Brindis
Predicador
Año 1619

Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos. Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.

Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: “Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?”. “Si, lo habrá”, respondió el superior. “Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cuaquier padecimiento”.

La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.

Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.

Un sacerdote le preguntó: “Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?” Y él respondió: “En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo”.

Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.

El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: “Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión”. Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: “La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo”.

El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.

Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.

En 1859 fue declarado “Doctor de la Iglesia”, por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.

Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el “Doctor apostólico”.

Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú. Dijo Jesús: “Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto”.



20 julio, 2011

El Divino Niño


Oh, Divino Niño; Vos sois
el mismo Dios, que del cielo
bajado y en María encarnado;
con Vuestra prístina inocencia
desde muy pequeño, mostrabais
ya, el camino, la verdad y
la vida -y una de abundancia-
para los hombres de todos
los tiempos. Hoy, Niño Dios
ojalá brillarais el tiempo todo
en nuestras vidas y Vuestro
amor de cuando Niño y Vuestra
esencia nos recordara, que se
es humilde en la grandeza,
pues siendo Dios; a nosotros
igual Os hicisteis, y como
uno más vivisteis, Realeza y
Cetro dejando. Nadie, ni nada
hay como Vos, siempre con
Vuestros brazos y corazón
abiertos y Vuestra tierna y
celestial sonrisa, presto
siempre a escuchar los ruegos
y alabanzas, y que jamás en
vano, hombre alguno, haya
dirigido sus creces, hacia
vos, sin sido haber, en sus
súplicas y peticiones negado;
oh, Divino Niño, “Enmanuel”.


© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________

20 de Julio
El Divino Niño

Historia de la Devoción

En el año 1935 llegó el Padre Salesiano Juan del Rizzo al barrio “20 de julio”, al sur de Bogotá, una región muy solitaria y abandonada en aquellos tiempos. Le habían prohibido emplear la Imagen del Niño de Praga porque una asociación muy antigua reclamaba para ella el derecho exclusivo de propagar esa imagen. El Padre del Rizzo estaba convencido de que a Dios le agrada mucho que honremos la infancia de Jesús, pues así lo ha demostrado con innumerables y numerosos milagros. ¿Si otros niños son tan inocentes y tan dignos de ser amados, cuánto más lo será el niño Jesús? Además recordaba muy bien la promesa hecha por Nuestro Señor a una santa: ” Todo lo que quieres pedir pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado si te conviene conseguirlo”. Así que no desistió de propagar la devoción al Divino Niño pero dispuso adquirir una nueva imagen.

Se fue a un almacén de arte religioso llamado “Vaticano” propiedad de un artista italiano, y le encargó una imagen bien hermosa del Divino Niño. Le prestaron una imagen bellísima, el padre la llevó para sus solitarios, desérticos y abandonados campos del “20 de julio”. Ahora empezaría una nueva era de milagros en esta región.

Esta es un de las imágenes más hermosas y agradables que han hecho de nuestro Señor. Con los brazos abiertos como queriendo recibir a todos. Con una sonrisa imborrable de eterna amistad. Atrae la atención y el cariño desde la primera vez que uno le contempla. Allí a su alrededor se han obrado y se siguen obrando maravillosos favores, para quien no conozca los prodigios que obtiene la fe parecerían fábulas o cuentos inventados por la imaginación, pero que son muy ciertos para quienes recuerdan la promesa de Jesús ” Según sea tu fe así serán las cosas que te sucederán”.

El Padre Juan comenzó a narrar a las gentes los milagros que hace el Divino Niño Jesús a quienes le rezan con fe y a quienes ayudan a los pobres, y empezaron a presenciarse prodigios admirables: enfermos que obtenían la salud, gentes que conseguían buenos empleos o estudio para los niños, o casa o éxito en los negocios. Familias que recobraban la paz. Pecadores que se convertían. Y cada persona que obtenía un favor del Divino Niño Jesús se encargaba de propagar su devoción entre amigos y conocidos.

¿Quiére que su vida cambie y mejore por completo? No deje pasar ninguna semana sin leer una página de la sagrada Biblia. Propósito: No pasará este año sin que en mi familia consigamos y leamos el bellísimo librito titulado ” los nueve domingos al niño Jesús” y el devocionario católico. Se puede pedir al la Parroquia del Niño Jesús calle 27 Sur No. 5A-27 teléfono 2093366

Las Cuatro Condiciones

Las cuatro condiciones que recomendaba el Padre Juan, para obtener favores del Divino Niño Jesús.

1ra. Ofrecerle la Santa Misa Durante Nueve Domingos y confesarse y comulgar al menos en uno de ellos.

2do. Dar una libra de chocolate (o equivalente en dinero o en comida) a los pobres.

3ro. Si la persona es pudiente dar un mercado para familias pobres (o su equivalente en dinero). No repartir en la calle porque se forma desorden.

4to. Propagar la devoción al Divino Niño narrando a otros los milagros que Él hace a sus devotos y repartiendo novenas estampas, almanaques, etc. e invitando a otras personas a que hagan el ensayo de visitar al Niño Jesús y de pedirle lo que necesitan.

El Padre Juan recomendaba también

1ro. No dejar ningún domingo sin asistir a Misa. El que abandona a Dios, lo abandona Dios. El que no deja domingos sin asistir a Misa recibe favores que jamás había imaginado.
2do. No vivir en pecado mortal. Si se vive en unión libre, o en matrimonio civil o robando o emborrachándose, u odiando, y si se admiten en casa parejas no casadas por lo católico, con todo eso se atraen maldiciones y castigos de Dios sobre el hogar. El Padre Juan repetía mucho esa frase de San Pablo: “los que viven en impureza, los borrachos los ladrones, no entrarán en el Reino de los cielos”.
3ro. Que la limosna que se da sea costosa. Si solamente se da a los pobres y a Dios lo que sobra, lo que no vale nada, eso no le gusta a nuestro Señor. La sagrada Biblia dice que para Dios y para los pobres hay que dar la décima parte de lo que se gana (el Diezmo) y que Dios le devolverá a cada uno cien veces más de lo que haya dado, y le concederá después la vida eterna.

¿Qué regala usted? ¿Regala sólo para el cuerpo? (comidas, bebidas, ropas, joyas) Regale para el alma. Regale lo mejor, regale libros religiosos. Gánese premios para el cielo regalando buenos libros en la tierra.

Biografía del Padre Rizzo

El 16 de mayo de 1882, nació en Azzano Décimo, Véneto, Italia, el padre Juan del Rizzo, el más grande apóstol de la devoción al Divino Niño Jesús que ha tenido Colombia.

Hemos pasado ya el año centenario de su nacimiento. Y es muy interesante que repasemos algunos de los datos de su simpática biografía. Sus padres fueron Antonio del Rizzo y Juana Battiston, personas tan profundamente religiosas que su párroco dejó por escrito: “Los del Rizzo figuran siempre en primera línea en todas las actividades religiosas de la parroquia”.

Su padre había sido militar y formó al hijo en rígida disciplina y fortaleza de ánimo.

Las gentes de aquella región son algo rudas y ásperas, pero tenaces; de amplio corazón, generosos y abnegados. Así resultó Juan del Rizzo Battiston.

TROPIEZOS EN SU VOCACIÓN

Desde muy joven deseaba Juan ser sacerdote, pero sus amigos se burlaban de él diciendo: “Tienes las tres cualidades para que no te reciban de sacerdote: eres feo, eres malgeniado y eres pobre. ¿No sabes que para ser aceptado en el seminario hay que ser algo más simpático y no ser tan acampesinado como tú?”

Pero él respondía confiado: “Digan lo que digan, yo tengo que llegar a ser sacerdote”. Y ya viejo repetía después “Por terco logré llegar al sacerdocio, por que en cuanto a cualidades me faltaban más de la mitad”.

LOS QUE AFIRMABAN DECIAN QUE SI Y LOS QUE NEGABAN DECIAN QUE NO

Había dos sacerdotes en el pueblo de Azzano Décimo. Uno le tenía antipatía al joven del Rizzo por su carácter algo brusco y rebelde. Este le decía: “Déjese de boberías: ¿si solo tiene alas de mariposa para qué quiere ser águila?. Abandone la idea de ser sacerdote. Usted no saldrá de simple aldeano. Para eso sirve y nada más.”

Pero el otro sacerdote, descubriendo que bajo la corteza algo áspera y antipática del muchacho bullía un corazón que amaba mucho a Dios, y que en su espíritu había un gran deseo de hacer apostolado (cualidad número uno para saber si hay vocación sacerdotal) le dijo: “Hay unos padres que son como los piojos: prefieren a los más pobres: son los salesianos. Ellos reciben jóvenes humildes en los pueblos, con tal de que tengan verdadero deseo de hacer apostolado. Váyase a su seminario y les pide un puesto “. Era el consejo más útil que había escuchado en su vida.

EL PRIMER FRACASO

En el año 1900 los salesianos recibieron con gusto al joven Rizzo Battiston en su seminario o aspirantado de Lombriasco. “Allí – decía él más tarde – me pasó como a las limatonas: de tanto dejarlas entre miel y almibar pierden mucho de su amargura natural, eso lo notaban todos. Pero desafortunadamente seguí siendo también amargosa lima silvestre. Genio y figura hasta la sepultura”.

Juan hizo verdaderos progresos en lo espiritual pero, como nada en la naturaleza cambia repentinamente, el día de hacer la votación para saber quienes eran aceptados como salesianos, Juan del Rizzo recibió votos negativos. Era una noticia gorda. Para muchos podía ser una catástrofe. Pero las gentes de su tierra tienen un adagio: “Hay que hacer como un bobo cuando se va por un camino: o se acaba el camino o se acaba el bobo”. Y Juan dispuso que no echaría pie atrás.

UNA IDEA FELIZ Y MUY ATREVIDA

Otro en su caso había tomado el joto de su ropa y se había ido a su casa renegando. Del Rizzo en cambio fue…nada menos que directamente al Superior General de la Comunidad, el Padre Miguel Rúa, nombrado por Don Bosco, por voluntad expresa del Sumo Pontífice, como su reemplazo. La santidad de Don Miguel Rúa era aceptada por todos y sus decisiones eran extraordinariamente prudentes.

El Padre Rúa lo recibió muy serio. Ya los superiores lo habían informado de él: piadoso sí, muy trabajador, estudioso…pero algo rebelde y malgeniado, brusco a ratos en su trato ..¿quién sabe si para vivir en comunidad? Castidad …. como un asceta; pobreza como un monje del desierto, ¿pero la dulzura en el trato? Por ahí falla. Guapísimo para trabajar, devotísimo de la virgen pero terco…” Todo esto lo acepta Juan a ojos cerrados. ¡Lo es y no hay para que negarlo! Sin embargo se atreve a hablar: ¿Don Rúa, pero si pongo de mi parte un grande y constante esfuerzo por irme enmendando? ¿Y si me voy de misionero a tierras lejanas? Para ser misionero quizá no se necesita tanto la dulzura de San Francisco de Sales sino la capacidad de aguante de San Francisco Javier…”

Don Rúa comprendió maravillosamente. Ya San Juan Bosco había dicho: ” Si Don Miguel Rúa quisiera hacer milagros los haría, porque es suficientemente santo para hacerlos”. Y aquí obró uno de sus prodigios: comprender lo que otros no habían entendido: que bajo las apariencias toscas de este muchachote, se escondía un alma admirable. Y le dijo sin más: ¿Ya hiciste los diez días de Ejercicios Espirituales que se necesitan para hacer los tres Votos?” – “Si padre ya los hice, y también la confesión general de toda mi vida”. Había terminado ya su año de noviciado. Era el año de 1904.

Don Rúa le dio entonces la respuesta más esplendorosa de su vida; “Te vas a la capilla, donde celebraba misa Don Bosco, te preparas un rato en oración, y yo mismo en persona te recibiré los Votos religiosos y te aceptaré en nuestra Comunidad”. Y así fue. Una vez más, Dios había escrito con renglones torcidos.

PARTIDA PARA AMERICA: REIR LLORANDO

Fue designado para las obras salesianas de Venezuela y se vino sin tardanza. El viaje lo narraba después él mismo en una carta a sus familiares: “La nostalgia que siento es casi inaguantable. Pero la oculto con una muralla de alegría. Tanto que el capitán del barco exclama: “Vaya con este padrecito, como viaja de contento. Parece que la alegría se le sale por los poros”. ¡Durante el día se quedan admirados al verme tan alegre, pero por la noche en mi camarote, no hago sino gemir y suspirar”. Ahí está retratado Juan del Rizzo: el hombre que de sus penas nunca hizo un espectáculo.

LOS SURAMERICANOS: NO TAN SANTOS COMO LOS IMAGINABA

Había que oírle narrar sus primeras experiencias en Venezuela. Con esos costeños repletos de malicia indígena como todos los suramericanos. Sin saber el idioma: le enseñaban una palabra muy sonora para que la repitiera delante de los visitantes y resultaba una interjección para arrear mulas. Mandaba a los muchachos a llevar bultos a la azotea, y después tenía que explicarles que lo que había querido decirles era que los llevaran al sótano. ¡Qué chascos humillantes!

Recordando aquellos tiempos de profesor nuevo en Caracas, él, recién desembarcado, venido de un seminario donde todos eran tan santos, a un internado a donde llevaban a muchos de los más pícaros de la ciudad para ver si se enmendaban; creyendo que los alumnos eran unos mansos corderitos, sin imaginarse que había por allí diablitos con cuernos de picardía, el Padre Juan ya anciano exclamaba: “Aquellos años fueron mi purgatorio, y a ratos mi infierrrrno” (el hacía sonar con mucha fuerza la “r”); pero abnegado y humilde como lo fue siempre, él lo sobrellevaba todo por el amor de Dios y por la salvación de las almas.

Y su ingenio le fue presentando métodos para ganarse aquellos traviesos discípulos. En Caracas hacía mucho calor. Bebidas gaseosas y helados era algo casi desconocido en aquel colegio pobre. Entonces, con la ayuda de sus amigos, se conseguía canastas de sabrosas naranjas y las repartía. Pero no a todos. Solamente a los que se portaban bien. A los que se portaban mal “que tomen agua del tubo”, tibia y desabrida. Pronto la conducta de muchos había cambiado por completo. Siempre era mejor comer naranjas frescas que sorber agua caliente del tubo del acueducto. “ Para un astuto otro más astuto”.

EL LIBRO QUE MÁS LE IMPRESIONABA

San Alfonso Ligorio escribió hace varios siglos un libro muy famoso: “Preparación para la muerte”. Rezó mucho para que sus palabras tuvieran eficacia y lo consiguió. Las personas que leen este libro sienten un estremecimiento y reciben los que se llama el “Temor de Dios”, un santo miedo de disgustar al Altísimo, que aunque infinitamente amable y perdonador, no deja sin embargo sin castigo las promesas que se le hacen.

Este fue el libro que sacudió las fibras íntimas del alma de Juan del Rizzo. Lo leía en público a los jóvenes en el dormitorio antes de que se entregaran al sueño y notaba su benéfica influencia. El mismo decía ya en sus últimos años “yo no me hice sacerdote porque tuviera grandes cualidades, ni porque fuera una buena persona, sino por cuatro verdades que me impresionaban mucho: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Estas fueron las cuatro verdades que predicó semana tras semana en los 15,000 días de su sacerdocio.

SACEDOTE PARA SIEMPRE: Y APÓSTOL PARA COLOMBIA

Un 9 de julio de 1911 (fiesta de la Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia) obtuvo Juan del Rizzo el ideal de toda su juventud: llegar a ser sacerdote de Cristo. Le había costado un calvario de sacrificios. En aquel tiempo no tenían Seminario los salesianos en Venezuela y él tuvo que ir presentando sus exámenes de Filosofía, Teología, Sagrada Escritura, Historia, Derecho Canónico y Liturgia, trimestre tras trimestre, robándole horas al sueño para poder estudiar, pues durante el día tenía que asistir a los internos en el comedor, en la capilla, y en el dormitorio, darles clase y acompañarlos de paseo. Y casi no salían a vacaciones. Lo que más cuesta más se aprecia, y el sacerdocio no fue para del Rizzo una meta fácil de alcanzar. Pero una vez llegado a él se entregó a ejercerlo con una mística que no habrían sospechado sus amigos de otros tiempos. Dios se vale para sus obras de personas humildes, pero una vez que les concede la efusión de su espíritu, se vuelven incontenibles como leones.

LA GRACIA DE SU PRIMERA MISA

Su ideal para imitar, después de Jesucristo, era Don Bosco, el simpatiquísimo fundador de los salesianos. Y la gracia que Don Bosco pidió el día de su primera Misa (y que siguió pidiendo Misa por Misa durante los 47 años de su sacerdocio) fue la eficacia de la palabra. Esta gracia la pidió el Padre Juan del Rizzo aquel precioso día, el más grande en su existencia (después del día de su bautismo) y no se cansó jamás de pedirla. Y como su santo Patrono, aunque lo que predicaba era siempre sencillo y sin grandes sabidurías humanas, los efectos de sus palabras fueron cada vez más asombrosos. (El padre ejerció por 46 años su sacerdocio).

EL PADRE JUAN DEL RIZZO LLEGA A BARRANQUILLA

Poco después de haber sido ordenado sacerdote, los superiores lo enviaron a Barranquilla. Fue para él un verdadero descanso. Hacia unos días había comunicado a su estimado amigo el Padre Rico: “Esto de trabajar con muchachos es muy duro. Voy a tener que dejarme crecer la barba e irme a las selvas a misionar, o sino pedir puesto en un convento de cartujos para ayunar a pan y agua. Tengo que bajarme de esta cruz, porque ya no soy capaz de aguantar más “ Y Dios escuchó su deseo. Lo envió a una parroquia donde no tuviera que sufrir las angustias de un internado de jóvenes inquietos.”

Era el año 1914 cuando el padre Juan llegó a Barranquilla. Allí estuvo trabajando por 13 años, hasta 1927. Pronto su fama de santidad y de amor a los pobres y humildes andaba de boca en boca en aquella progresista cuidad.

UN PADRE JESUITA CUENTA COMO ERA EL PADRE JUAN

El padre Iruzun escribe: ” El padre Juan tenía aspecto de un verdadero asceta. Siempre activo. Siempre alegre y jovial con los que lo trataban. Tenía un gran poder de atracción para los jóvenes de las clases más pobres y abandonadas. Por las calles de Barranquilla lo veíamos siempre rodeado de un grupo de muchachos pobres. La gente decía ” En la ciudad hay dos santos: el Padre Valiente (Vicario del Obispo) y el Padre Juan”. A estos dos sacerdotes se les abrían las puertas de todas las casas y nadie les negaba su ayuda porque todos veían en ellos un verdadero ministro de Cristo, que a nada guardaban para sí, sino que todo lo daban a los demás. Parecía que su lema fuera el del Santo Cura de Ars: “Mi secreto es muy sencillo: darlo todo y no quedarme con nada”.

EL PADRE JUAN DESCUBRE LA DEVOCIÓN

Los salesianos estaban construyendo el Templo de San Roque en Barranquilla. Las gentes de los alrededores eran totalmente pobres. Había que ir por toda la ciudad a pedir ayuda. El padre Briata, superior de la casa, le dijo un día: Usted se va hacia el oriente y yo hacia el occidente a pedir de casa en casa, a ver qué recogemos para el templo: “-¡Ay Padre – le dijo asustado el Padre Juan – Póngame cualquier otro oficio, menos este de pedir limosna, porque me muero de vergüenza”! “Mi buen amigo – dijo el Director: a nuestro Fundador Don Bosco también le daba mucha vergüenza salir a pedir limosnas (lo dijo el mismo) pero por el reino de Dios hay que negarse uno a sí mismo. Tenemos un Amo en el cielo el cual nunca se le trabaja gratis. Mientras más nos cuesta lo que hacemos por Dios, mayor será la paga. Animo pues a pedir…Y se fueron. Pero el Padre del Rizzo se le quedaban las palabras debajo de la lengua cuando iba a pedir limosna ..” y volvió sin nada porque a nadie se atrevió a pedirle nada.

El superior lo regañó amablemente, y le avisó que al día siguiente cambiarían de sitio de visita. Briata iría hacia el oriente y Del Rizzo hacia occidente. A ver cuál era el más guapo para pedir. De disgusto y de susto se le indigestó el almuerzo

Por la mañana, siguiendo una costumbre muy recomendada por san Juan Bosco, antes de salir de casa se fue a hacer una visita a Jesús Sacramentado en el templo, y se arrodilló junto a la imagen de María Auxiliadora para encomendarse a tan poderosa Patrona. Levantó los ojos, y al ver el lindo Niño Jesús que estaba en brazos de la Virgen Santísima, con sus bracitos abiertos como queriéndole decir: “Llévame contigo, que quiero acompañarte en tu viaje”, se le ocurrió una bellísima idea a nuestro vergonzante Padre limosnero. Él la narraba así: “Me dije: Hasta ahora solamente le he pedido favores a la Mamá que aunque es muy poderosa y me ayuda muchísimo, sin embargo es criatura. ¿Por qué no hago el ensayo de dedicarme a pedirle al Hijito que es Dios? Y le encomendé al Niño Jesús con toda mi alma esta salida que iba a hacer a “limosnear”. Sentí como una oleada de valor por todo mi espíritu y me fui a la calle.

Aquel día no solo iba resuelto sino descarado. Así que el primer paisano que se encontró le dijo sin más: “Oiga mi amigo. Sáqueme de un apuro. El Superior me mandó a pedir limosna y esto es un oficio muy horrible. Regáleme un billete no sea que si vuelvo a casa sin nada, me pegue el Director otro regalo como ayer”. El otro que era un italiano generoso, abrió su cartera y le regaló el billete de más alta graduación que existía entonces en la república. El padre Juan voló contento a la casa salesiana cuando el Director regresó lo que había recogido…era tres veces más de lo que el director había logrado recoger de casa en casa en toda la mañana.

(http://www.ewtn.com/spanish/DivinoNiño/Historia.htm)

19 julio, 2011

San Arsenio


Oh, San Arsenio, vos sois el hijo del
Dios de la vida y aquél, que brillo dio
al significado de vuestro nombre: fuerte,
valeroso y valiente, cosa que así fue.
Fuerte, fuisteis en el combate de la fe,
valeroso, en el silencio de los días y
de las noches del desierto y valiente,
en la palabra y el buen consejo; pues
vuestros dichos y refranes, hasta hoy
el caminar iluminan de vuestros fieles.
Una voz como de Dios, os dijo: “Apartaos
del trato con la gente, y huid a la
soledad”; y marchasteis al desierto a
orar y a penitencia hacer, por el hombre
y sus pecados, del mundo lejos y en plena
soledad. Un día, os dejaron rica herencia
y dijisteis: “antes de que él muriera en
su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y
avaricias. No quiero riquezas mundanas
que me impidan adquirir las riquezas del
cielo”. Y, a ella renunciasteis y a los
pobres las disteis. La gente os veía en
constante oración las noches todas y, los
sábados, la noche caída, de rodillas con
los brazos en cruz, hasta que caías de
rodillas desmayado. “Muchas veces he
tenido que arrepentirme de haber hablado.
Pero nunca me he arrepentido de haber
guardado silencio”, decíais vos y agregabais:
“Siempre he sentido temor a presentarme
al juicio de Dios, porque soy un pecador”.
¿Para qué abandoné el mundo y me hice
religioso?. Y, vos mismo respondíais: me
hice religioso porque quiero santificarme y
salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he
perdido totalmente mi tiempo”. ¿Dónde
podremos encontraros ahora? Duda no cabe:
coronado de luz todo, en la casa del Padre;
Oh, San Arasenio, fuerte, valeroso y santo.


© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

________________________________

19 de julio
San Arsenio
Monje
Año 450

Arsenio significa: fuerte, valeroso, valiente. San Arsenio fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad. Sus dichos o refranes fueron enormemente estimados. Las gentes hacían viajes de semanas y meses con tal de ir a consultarle y oír sus consejos.

Cuando el emperador Teodosio, el Grande buscaba un buen profesor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, que era un senador sumamente sabio y muy práctico en los consejos que sabia dar. Y así durante diez años tuvo que estarse en el palacio imperial tratando de educar a los dos hijos del emperador, Arcadio y Honorio. Pero se dio cuenta de que el uno era demasiado atrevido y el otro demasiado apocado, y desilusionado de ese fracaso como educador de los dos futuros emperadores dispuso dedicarse a otra labor que le fuera de mayor utilidad para su santificación y salvación.

Y estando un día orando, en medio de una gran crisis espiritual, mientras le pedía a Dios que le iluminara lo que debía hacer para santificarse, oyó una voz que le decía: “Apártese del trato con la gente, y váyase a la soledad”. Entonces dispuso irse al desierto a orar y a hacer penitencia con los demás monjes de esa soledad.

Cuando llegó al monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había estado viviendo tanto tiempo como senador y como alto empleado del Palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas para saber si en verdad era apto para esa vida de humillación y mortificación. El superior lo recibió fríamente, y al llegar al comedor, no lo hizo sentar a la mesa sino que lo dejó de pie, junto a su mesa. Luego en vez de pasarle un plato de comida, le lanzó una tajada de pan al piso, y le dijo secamente: “Si quiere comer algo, recoja eso”. Arsenio se inclinó humildemente, recogió la tajada de pan y se sentó en el suelo a comer. El superior, al observar este comportamiento admirable, lo consideró lo suficientemente humilde como para ser recibido como monje y lo aceptó en el monasterio, diciendo a los demás religiosos: “Este será un buen hermano”.

Arsenio había pasado toda su vida en el alto gobierno y en lujosos palacios, tratando con gente de mundo, y conservaba algunas costumbres mundanas que los otros monjes no hallaban como corregírselas, porque le tenían mucho respeto. Entonces dispusieron irlo corrigiendo indirectamente, y poco a poco. Así por ejemplo, él acostumbraba montar la pierna, mientras estaba rezando en la capilla. Y los demás para quitarle la tal costumbre, le dijeron a un monje joven que mientras rezaban tuviera la pierna montada, y que ellos le llamarían la atención por eso. Y así lo hicieron, regañando fuertemente al joven por esa actitud. Arsenio entendió muy bien la lección y se corrigió.

San Arsenio se hizo famoso por sus penitencias extraordinarias. Un día llegó un alto empleado del imperio a llevarle un documento en el cual se le comunicaba que un senador riquísimo le dejaba en herencia todas sus grandes riquezas, y que se fuera a reclamarlas. El santo exclamó: “Antes de que él muriera en su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias. No quiero riquezas mundanas que me impidan adquirir las riquezas del cielo”. Y renunció a todo esto en favor de los pobres.

Con frecuencia pasaba toda la noche en oración. Los sábados al anochecer empezaba a rezar de rodillas con los brazos en cruz y permanecía así hasta que caía por el suelo desmayado. Tenía 40 años cuando abandonó el palacio imperial donde tenía todas las comodidades, para irse a un tremendo desierto, donde todo faltaba. Desde los 40 años hasta los 95 años estuvo orando, ayunando y haciendo penitencias en el desierto, por la conversión de los pecadores, la extensión de la religión y el perdón de sus propios pecados.

Como hombre de mundo y de política que había sido, sentía una gran inclinación a tratar con la gente y a charlar con los demás, y en cambio hacía todo lo posible por retirarse del trato con todos, y vivir en la más completa soledad. Cuando un día el superior le llamó la atención porque no se prestaba a quedarse a charlar con las numerosísimas personas que iban a consultarle, le respondió: “Dios sabe que los quiero con toda mi alma y que gozo inmensamente charlando con ellos, pero como penitencia tengo que abstenerme lo más posible de las charlatanerías. El Señor me ha dicho que si quiero santificarme tengo que hacer la mortificación de apartarme del trato con las gentes”. En verdad que a cada persona la lleva Dios a la santidad por caminos diversos. A unos los hace santos haciendo que se dediquen totalmente a tratar con los demás para salvarlos, y a otros les ha pedido que con el sacrificio de no tratar tanto con la gente, le ganen también almas para el cielo.

Por muchos siglos han sido enormemente estimados los dichos o frases breves que San Arsenio acostumbraba decir a las gentes. Desde remotas tierras iban viajeros ansiosos de escuchar sus enseñanzas que eran cortas pero sumamente provechosas.

Recordemos algunos de sus dichos

“Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber guardado silencio”. “Siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador”.

El religioso debe preguntarse frecuentemente: “¿Para qué abandoné el mundo y me hice religioso? y responderse: Me hice religioso porque quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he perdido totalmente mi tiempo” (Esta frase ha conmovido a muchos santos. Por ej. San Bernardo la tenía escrita así en su habitación: “Bernardo: ¿a qué viniste a la vida religiosa? – Quiero salvar mi alma y santificarme”).

San Arsenio pedía consejos espirituales a monjes que eran muchísimo más ignorantes que él. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: “Yo sé idiomas, literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual soy un analfabeto. En cambio estos religiosos que no hicieron estudios especiales, son unos especialistas en espiritualidad y de ello saben mucho más que yo”.

Un religioso le preguntó por qué los sabios del mundo que conocen tantas ciencas y han leído muchos libros son tan ignorantes en lo que se refiere a la santidad, y en cambio tanta gentecita ignorante progresa tan admirablemente en lo espiritual, y el santo respondió: “Es que la ciencia infla y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso Dios no hace obras de arte en santidad. En cambio los humildes conocen su debilidad, su ignorancia, y su insuficiencia, y ponen toda su confianza en Dios, y en ellos sí hace prodigios de santificación Nuestro Señor”.

Arsenio era muy conocido por su presencia venerable. Alto, flaco, bien parecido, con una barba larguísima y muy blanca, su hermosa figura descollaba majestuosamente entre los demás monjes. Y su santidad superaba a la de los demás compañeros. Las gentes lo veneraban inmesamente y sus consejos han sido apreciados por muchos siglos. Que Arsenio ruegue por nosotros y nos consiga una santidad como la suya.

De toda palabra indebida que diga una persona, tendrá que rendir cuentas el día del juicio. (Jesucristo, Mt. 12,36).


18 julio, 2011

Santa Sinforosa y sus Siete Hijos Mártires


Oh, Santa Sinforosa y vuestros siete
hijos mártires; vosotros sois todos,
hijos del Dios de la vida, a quienes
con devota fe y excelso amor criasteis
y, además sois, ejemplo vivo, de madres
tantas cristianas, donde Dios las ha
querido para sí. Hicisteis de vuestra
casa, templo de Dios, santificándoos
y eligiendo el bien para vuestros hijos,
transitando el camino angosto de la
vida, de arideces y mil peligros lleno,
y, cuando llegó la prueba, ni uno solo
os defraudó y todos juntos, a su Getulio,
su padre, le imitaron. “No queremos
adorar falsos dioses; seremos fuertes
como mi marido y mi cuñado; mis hermanos
cristianos están dispuestos a la muerte
y lo mismo haré yo con mis hijos”, en
aquella, suprema hora respondisteis y,
vuestros amados hijos Crescente, Juliano,
Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y
Eugenio, todos a una voz dijeron: “No
seremos menos fuertes ni menos cristianos
que nuestros padres” y vuestros verdugos,
de sí fuera, procedieron a mataros, en
la creencia de matar también vuestra fe
y amor por Dios. Y, así, vos, Sinforosa
y vuestros siete hijos, entregasteis
vuestras almas, que coronadas fueron con
justicia plena, con coronas de luz eterna,
Oh, Santa Sinforosa y vuestros santos hijos.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
________________________________

18 de Julio
Santa Sinforosa y sus siete hijos mártires
Roma (¿?-¿120?)

Sinforosa, la mujer de Getulio, formó con generosidad una familia numerosa, aunque nunca dispuso de carné, ni obtuvo beneficios económicos en los transportes o en los colegios de los hijos. Bien puede mostrarse como ejemplo de tantas madres cristianas que han encontrado en la propia familia el campo natural donde Dios las ha querido apóstoles; allí hacen recia la fe de los suyos, entre los suyos desparraman a manos llenas -como el sembrador- las bondades evangélicas con olvido de sí mismas, y desde dentro del hogar facilitan el crecimiento del bien entre las malas yerbas del egoísmo.

Sinforosa intenta hacer en su casa lo que Dios quiere y de este modo, al tiempo que realiza su vocación personal, se santifica y contribuye al bien de la sociedad y de la Iglesia. Supo descubrir que el bien para sus hijos no había de consistir en proporcionarles las vacaciones, oportunidades o bienes materiales que los padres anhelaron en su día y no tuvieron; con la luz de Dios conoce que no tenía que educarlos para que llegaran a ser “triunfadores” en la sociedad competitiva con la que habían de toparse en el tiempo futuro. Bien claro tuvo que su función de madre no había de consistir en facilitar a sus hijos todos los caprichos y gustos que apetecieran, ni siquiera procurarles como bien absoluto la salud del cuerpo. Con una sensatez digna de monumento y sin que estuviera de moda sí se ocupó en prepararlos a servir, proporcionándoles una escala de valores en la que Dios ocupara el lugar primero; acertó cuando les daba motivaciones serias para obrar y cuando les inculcaba responsabilidad para que la cacareada libertad no fuera sólo una palabra bonita sin contenido. Hicieron falta y vinieron bien las palabras; pero, cuando llegó el momento, les mostró el camino con la entrega de su vida. No hay mejor medio, ni más efectivo, en la pedagogía o didáctica.

Ella fue cuñada, mujer y madre de mártires. La familia vivió en Roma un tiempo, yendo y viniendo a las propiedades que el padre de familia, el tribuno Getulio -llamado también Zotico-, tenía en Tívoli. Dios les ha dado siete hijos; son familia cristiana y, en una casa bien dispuesta, llenan las horas del día viviendo en paz y armonía entre trabajos y aprendizajes mezclados con juegos, gritos y rezos.

El supersticioso emperador Adriano se ha convertido en un perseguidor cruel de los cristianos. Entre otros muchos, aprisiona a Getulio y a Amancio, su hermano y también militar. Prisioneros primero, acaban con la cabeza cortada en la orilla del Tiber.

Durante todo el tiempo de la persecución, Sinforosa ha salido con los suyos de Roma hacia Tívoli y allí procura preparar a sus hijos para la amenaza presente que se promete larga y que ya ha acabado con la vida de su padre. Les habla del amor de Dios y del premio, de fortaleza y fidelidad, de lealtad a Dios con las obras hasta la muerte como ha sido la actitud de su propio padre. Tuvo que pasar oculta siete meses con sus hijos, escondiéndose en una cisterna seca por el temor a ser descubiertos, cuando arreciaba la persecución. Sin fingimiento inútil, los prepara hablándoles del peligro que corren, de los bienes futuros prometidos a los que son fieles y de la confianza en Jesucristo; también les pone al corriente de la dureza que supone el martirio y confiesa sus miedos ante la posibilidad de que claudique alguno de ellos. La familia responde haciéndose hace una piña en torno a la madre y se conjuran para estar dispuestos a la muerte antes que adorar a los ídolos.

Llegaron un día los guardias a por la madre y los hijos. Sinforosa es clara y firme en el juicio: “No queremos adorar falsos dioses; seremos fuertes como mi marido y mi cuñado; mis hermanos cristianos están dispuestos a la muerte y lo mismo haré yo con mis hijos”. El juez quiere colgarla por los cabellos junto al templo de Hércules; pero, comprendiendo que el espectáculo contribuirá a afianzar la fe de los cristianos que permanecen ocultos entre el pueblo, cambia el propósito, disponiendo que sea arrojada al río Teverone, próximo a Tívoli, con una pesada piedra atada al cuello.

Sus hijos Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y Eugenio, jóvenes y algunos niños, se resisten firmemente a sacrificar y aseguran con claridad ante el juez que se ha ofrecido con promesas a hacer de padre y madre para ellos: “No seremos menos fuertes ni menos cristianos que nuestros padres”.

Entonces es el potro alrededor del templo de Hércules el que entra en juego. A fuerza de ser estirados les descoyuntan los miembros, pero ellos bendecían a Dios en medio del tormento. Luego vienen los garfios que van rompiendo las carnes y, por último, vencido y humillado el juez por no poder torcer la voluntad de los fuertes y jóvenes reos, manda que los verdugos terminen con sus vidas atravesándoles con espadas y puñales.

Enterraron sus cuerpos en una fosa común que los paganos llamaron luego “Biothanatos”, queriendo expresar el desprecio a la muerte que mostraron al juzgarles. Cuando se calma de furia de Adriano en cosa de año y medio, los cristianos pudieron dar digna sepultura a los que llamaban ya, distinguiéndolos, como “Los Siete Hermanos” y levantaron una pequeña y pobre iglesia a Sinforosa. Posteriormente sus reliquias se trasladaron a Roma y se pusieron, junto a las de Getulio, en la Iglesia de san Miguel.

Esto es lo que dicen contando la vida y la muerte de una familia cristiana de los primeros tiempos. Quizá nunca se pueda comprobar cada paso de ella y posiblemente haya adorno en el relato, como si fuera un bonito y bien tramado cuento; pero no cabe duda de que quienes adornaron el hecho, si es que adornaron, sabían bien qué cosa decían y cuánto importaba el testimonio de los que murieron.



17 julio, 2011

San Alejo


Oh, San Alejo, vos sois el hijo del
Dios de la vida, que, de sensibilidad
poseído, dinero conseguíais desde niño,
y lo repartíais entre los menesterosos
y pobres del tiempo vuestro, hasta el
día en que, de la mundana vida harto,
de vuestra casa huisteis y así, a la
adoración y penitencia os dedicasteis
para vivir poder y mendigabais para
los demás y para vos mismo. “Hombre
de Dios”, os decían, porque no solo de
virtudes predicabais, como la pobreza
y la humildad, sino, con vívidos hechos
y aún más, porque sin que nadie os
descubriera, en vuestro propio hogar
servisteis y dedicado a humillantes
trabajos y por la noche, os esperaba
reposar vuestro cuerpo, debajo de una
escalera, y ofrecíais estas penitencias
por los pecadores. Un día, cuando os
llegaba la hora, y casi moribundo
llamasteis a vuestros padres y ellos
os reconocieron y os abrazaron y con
vos llorando, vuestra alma, voló a la
Casa del Padre, para recibir justo premio.
coronado ser de luz y gloria. ¿Imitaros
ahora podrán? ¿Quién? ¿Quienes? ¿Dónde?
¿Cuándo? Sólo Dios lo sabe, viva luz;
oh, San Alejo, “penitencia y oración”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

_______________________________

17 de Julio
San Alejo
Mendigo
Siglo V

Era hijo de un rico senador romano. Nació y pasó su juventud en Roma. Sus padres le enseñaron con la palabra y el ejemplo que las ayudas que se reparten a los pobres se convierten en tesoros para el cielo y sirven para borrar pecados. Por eso Alejo desde muy pequeño repartía entre los necesitados cuanto dinero conseguía, y muchas otras clases de ayudas, y esto le traía muchas bendiciones de Dios.

Pero llegando a los veinte años se dio cuenta de que la vida en una familia muy rica y en una sociedad muy mundana le traía muchos peligros para su alma, y huyó de la casa, vestido como un mendigo y se fue a Siria. En Siria estuvo durante 17 años dedicado a la adoración y a la penitencia, y mendigaba para él y para los otros muy necesitados. Era tan santo que la gente lo llamaba “el hombre de Dios”. Lo que deseaba era predicar la virtud de la pobreza y la virtud de la humildad. Pero de pronto una persona muy espiritual contó a las gentes que este mendigo tan pobre, era hijo de una riquísima familia, y él por temor a que le rindieran honores, huyó de Siria y volvió a Roma.

Llegó a casa de sus padres en Roma a pedir algún oficio, y ellos no se dieron cuenta de que este mendigo era su propio hijo. Lo dedicaron a los trabajos más humillantes, y así estuvo durante otros 17 años durmiendo debajo de una escalera, y aguantando y trabajando hacía penitencia, y ofrecía sus humillaciones por los pecadores. Y sucedió que al fin se enfermó, y ya muribundo mandó llamar a su humilde covacha, debajo de la escalera, a sus padres, y les contó que él era su hijo, que por penitencia había escogido aquél tremendo modo de vivir. Los dos ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron a bien morir.

Después de muerto empezó a conseguir muchos milagros en favor de los que se encomendaban a él. En Roma le edificaron un templo y en la Iglesia de Oriente, especialmente en Siria, le tuvieron mucha devoción. La enseñanza de la vida de San Alejo es que para obtener la humildad se necesitan las humillaciones. La soberbia es un pecado muy propio de las almas espirituales, y se le aleja aceptando que nos humillen. Aún las gentes que más se dedican a buenas obras tienen que luchar contra la soberbia porque si la dejan crecer les arruinará su santidad. La soberbia se esconde aún entre las mejores acciones que hacemos, y si no estamos alerta esteriliza nuestro apostolado. Un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy orgulloso, y este le dijo: “Padre, yo no soy orgulloso”. El santo le respondió: “Ese es tu peor peligro, que eres orgulloso, y no te das cuenta de que eres orgulloso”.

La vida de San Alejo sea para nosotros una invitación a tratar de pasar por esta tierra sin buscar honores ni alabanzas vanas, y entonces se cumplirá en cada uno aquello que Cristo prometió: “El que se humilla, será enaltecido”. Dijo Jesús: “Los últimos serán los primeros. Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”. (Mt. 5)