14 marzo, 2012

Santa Matilde



Oh, Santa Matilde; vos, sois la
hija del Dios de la vida y la
que, reina siendo, nunca del
título vuestro os ufanasteis,
y, mas bien, disteis a manos
llenas del tesoro vuestro, a
los pobres y desposeídos de
aquél tiempo, a imitación del
Divino Maestro. En vuestro reino,
paz y sosiego, lograsteis y,
aunque sufristeis la insidia
de vuestros enemigos, vos, en
silencio, lo ofrecíais ante
el Sacramento Santo, y Dios,
os escuchaba y os respondía
solícito, y os daba sus dones
y bondades a raudales. Vos,
que habías dado todo de sí,
sin medida alguna. El día que
vos, partisteis abrieron sé
los cielos de par en par, para
coronaros, no ya, con metal,
sino;  con corona de luz que
brilla, eternamente y jamás
marchita, como significa vuestro
nombre: “Valiente y batalladora”;
oh, Santa  Matilde, “fe y luz”.



© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
________________________________

14 de Marzo
Santa Matilde
Reina



Matilde significa: “valiente en la batalla”. Era descendiente del famoso guerrero Widukind e hija del duque de Westfalia. Desde niña fue educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad y una fortísima inclinación hacia la caridad para con los pobres.

Muy jóven se casó con Enrique, duque de Sajonia (Alemania). Su matrimonio fue excepcionalmente feliz. Sus hijos fueron: Otón primero, emperador de Alemania; Enrique, duque de Baviera; San Bruno, Arzobispo de Baviera; Gernerga, esposa de un gobernante; y Eduvigis, madre del famoso rey francés, Hugo Capeto.

Su esposo Enrique obtuvo resonantes triunfos en la lucha por defender su patria, Alemania, de las invasiones de feroces extranjeros. Y él atribuía gran parte de sus victorias a las oraciones de su santa esposa Matilde.

Enrique fue nombrado rey, y Matilde al convertirse en reina no dejó sus modos humildes y piadosos de vivir. En el palacio real más parecía una buena mamá que una reina, y en su piedad se asemejaba más a una religiosa que a una mujer de mundo. Ninguno de los que acudían a ella en busca de ayuda se iba sin ser atendido.

Era extraordinariamente generosa en repartir limosnas a los pobres. Su esposo casi nunca le pedía cuentas de los gastos que ella hacía, porque estaba convencido de que todo lo repartía a los más necesitados. Tampoco se disgustaba por las frecuentes prácticas de piedad a que ella se dedicaba, la veía tan bondadosa y tan fiel que estaba convencido de que Dios estaba contento de su santo comportamiento.

Después de 23 años de matrimonio quedó viuda, al morir su esposo Enrique. Cuando supo la noticia de que él había muerto repentinamente de un derrame cerebral, ella estaba en el templo orando. Inmediatamente se arrodilló ante el Santísimo Sacramento y ofreció a Dios su inmensa pena y mandó llamar a un sacerdote para que celebrara una misa por el descanso eterno del difunto. Terminada la misa, se quitó todas sus joyas y las dejó como un obsequio ante el altar, ofreciendo a Dios el sacrificio de no volver a emplear joyas nunca más.

Su hijo Otón primero fue elegido emperador, pero el otro hermano Enrique, deseaba también ser jefe y se declaró en revolución. Otón creyó que Matilde estaba de parte de Enrique y la expulsó del palacio. Ella se fue a un convento a orar para que sus dos hijos hicieran las paces. Y lo consiguió. Enrique fue nombrado Duque de Baviera y firmó la paz con Otón. Pero entonces a los dos se les ocurrió que todo ese dinero que Matilde afirmaba que había gastado en los pobres, lo tenía guardado. Y la sometieron a pesquisas humillantes. Pero no lograron encontrar ningún dinero. Ella decía con humor: “Es verdad que se unieron contra mí, pero por lo menos se unieron”.

Y sucedió que a Enrique y a Otón empezó a irles muy mal y comenzaron a sucederles cosas muy desagradables. Entonces se dieron cuenta de que su gran error había sido tratar tan mal a su santa madre. Y fueron y le pidieron humildemente perdón y la llevaron otra vez a palacio y le concedieron amplia libertad para que siguiera repartiendo limosnas a cuantos le pidieran.
Ella los perdonó gustosamente. Y le avisó a Enrique que se preparara a bien morir porque le quedaba poco tiempo de vida. Y así le sucedió.


Otón adquirió tan grande veneración y tan plena confianza con su santa madre, que cuando se fue a Roma a que el Sumo Pontífice lo coronara emperador, la dejó a ella encargada del gobierno de Alemania.


Sus últimos años los pasó Matilde dedicada a fundar conventos y a repartir limosnas a los pobres. Otón, que al principio la criticaba diciendo que era demasiado repartidora de limosnas, después al darse cuenta de la gran cantidad de bendiciones que se conseguían con las limosnas, le dio amplia libertad para dar sin medida. Dios devolvía siempre cien veces más.
Cuando Matilde cumplió sus 70 años se dispuso a pasar a la eternidad y repartió entre los más necesitados todo lo que tenía en sus habitaciones, y rodeada de sus hijos y de sus nietos, murió santamente el 14 de marzo del año 968.


Petición

Matilde; reina santa y generosa: haz que todas las mujeres del mundo que tienen altos puestos o bienes de fortuna, sepan compartir sus bienes con los pobres con toda la generosidad posible, para que así se ganen los premios del cielo con sus limosnas en la tierra.

13 marzo, 2012

Santa Eufrasia


Oh, Santa Eufrasia, vos, sois
la hija del Dios de la vida y
la misma, que, asiduamente erais
solicitada en matrimonio y por
ello, os refugiasteis en Egipto,
dentro de un convento, y disteis
vuestra vida, los hábitos tomando
como novicia muy tempranamente.
Falleció vuestra madre y vos, en
la soledad mitigasteis vuestro
caro dolor y, crecisteis en gracia
y hermosura. Y, a pesar de que os
rogaban, casaros con vuestro
pretendiente, vos os negasteis
a hacerlo y os negasteis a dejar
el convento. Y, escribisteis una
carta, al emperador suplicando
que os dejara en libertad, que,
vendiese todos los bienes para
vos heredados y que, distribuidos
fuesen entre los pobres, y dejar
sobre todo, a vuestros esclavos
libres, cosas que así fueron. Y,
vos, en vuestro lecho de muerte,
peticiones recibisteis de que,
Julia, compañera vuestra y la
abadesa, os acompañasen en el cielo.
Y, Dios, os escuchó, pues Julia,
y vuestra abadesa, os acompañan
desde entonces, en el paraíso;
oh, Santa Eufrasia, “amor y vida”.

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado

__________________________________

13 de Marzo
Santa Eufrasia

Hija de un pariente del Emperador Teodosio I, al morir su padre, Eufrasia se crió bajo la protección del emperador y al cumplir los cinco años de edad, éste la comprometió en matrimonio con el hijo de un rico senador. La madre de Eufrasia comenzó a ser solicitada en matrimonio con tanta asiduidad, que decidió partir a Egipto y refugiarse en un convento. Eufrasia de siete años, se sintió atraída fuertemente hacia la vida religiosa y rogó a las monjas que le permitieran permanecer con ellas, tomando los hábitos como novicia a la edad de ocho años. Pronto su madre falleció, y la santa permaneció en la soledad del convento creciendo en gracia y hermosura.

Cuando la muchacha cumplió los doce, el Emperador Arcadio recordó la promesa que había hecho a su sucesor de Teodosio I y envió un mensaje al convento de Egipto rogando a Eufrasia que regresara a casarse con el senador a quien había prometido. La santa se negó a abandonar el convento y escribió una carta al emperador suplicando que la dejara en libertad, que vendiese todos los bienes heredados de sus padres para que sean distribuidos entre los pobres así como dejar libres a todos los esclavos de su casa.

El emperador accedió a los deseos de Eufrasia, quien prosiguió su vida habitual en el convento; sin embargo la santa comenzó sufrir tentaciones para lo cual la abadesa, le confió duras y humillantes tareas para distraer su atención.

Ya en su lecho de muerte, tanto Julia su compañera de celda y la abadesa le imploraron a la santa que le obtuviera la gracia de estar con ella en el cielo. Tres días después de la muerte de Eufrasia, Julia falleció y poco tiempo después, lo hizo la abadesa.

12 marzo, 2012

San Luis Orione



Oh, San Luis Orione, vos sois el hijo del
Dios de la vida, y alumno de San Juan 
Bosco, de quien recibisteis lecciones de
solidaridad y fe. Y, por ello, sus pasos
seguisteis, colegios fundando para los
pobres y desposeídos. Instituisteis, un
especial voto: “fidelidad al Papa”, que,
todos ellos os dan las gracias eternamente.
Vuestro sueño, alcanzar la unión de
todas las Iglesias separadas era, y que,
ojala, pronto así sea. La libertad, la unidad
de la Iglesia, la “cuestión romana”, el
modernismo, el socialismo y, la cristianización
del mundo obrero, fueron problemas
de los que os interesasteis, con sublime
esperanza. En medio de devastadores
terremotos, la mano tendisteis a vuestros
hermanos de aquél tiempo y, sin más
duda, la Congregación de las Pequeñas
Hermanas Misioneras de la Caridad, las
Hermanas Adoratrices Sacramentinas
Invidentes y las Contemplativas de Jesús
Crucificado, para gloria de Dios Padre
fundasteis. Los “Pequeños Cottolengos”,
para los que sufren y los abandonados,
fueron los “nuevos púlpitos” para, de
Cristo hablar y de la Iglesia. América y
Europa saben de vos, y, de vuestra entrega 

de amor, y más, Nuestra Señora a quien
os encomendabais vuestro trabajo y la
paz del mundo. Vos, decíais: “no es entre
las palmeras donde deseo vivir y morir,
sino entre los pobres que son Jesucristo”.
Y, así, vuestra alma, abandonó este mundo
suspirando: “!Jesús! !Jesús! Voy”. Y, Dios
Padre, os recibió, para coronaros de luz;
oh, San Luis Orione, “solidaridad y amor”

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado

 _________________________

12 de Marzo
San Luis Orione
Sacerdote italiano
Fundador de la Pequeña
Obra de la Divina Providencia
y de laCongregación de las
Pequeñas Religiosas Misioneras
de la Caridad



Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.

El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino.

El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.

Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa».En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».

Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.


Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.

A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.

Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.
Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».

El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.

Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.

En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».

Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fue puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó el 16 de Mayo de 2004.

Reproducido con autorización de Vatican.va


11 marzo, 2012

San Eulogio de Córdoba




Oh, San Eulogio de Córdova; vos, sois,
el hijo del Dios de la vida y el que
instasteis, con la palabra y el ejemplo
a los fieles de vuestro tiempo, a no
su fe abandonar en Cristo Jesús. Vos,
decías: “Miedo tengo, a mis malas obras.
Mis pecados me atormentan. Veo su
monstruosidad. Frecuentemente medito
en el juicio que me espera, y me siento
merecedor de fuertes castigos. Apenas
me atrevo a mirar el cielo, abrumado
por el peso de mi conciencia”. Gracias
a vos, y a vuestro escrito: “Memorial
de los mártires”, sabemos hoy, de su
valerosa existencia y entrega sublime,
que, de ejemplo valeroso sirvieron y 
sirven a las generaciones de todos los
tiempos. Renovasteis el fervor por la
religión católica, casi extinto en medio 
de un extranjero gobierno, no solo en 
vuestra ciudad, sino, que se expandió 
más allá de sus fronteras. Respondisteis 
a vuestro verdugo, con ardoroso corazón: 
“Ah, si supieses los inmensos premios 
que nos esperan  a los que proclamamos 
nuestra fe en Cristo, no sólo no me dirías 
que debo dejar mi religión, sino que tu 
dejarías a Mahoma y empezarías a creer en  
Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que 
hasta el último momento quiero ser amador 
y adorador de Nuestro Señor Jesucristo”.
Y, aunque la vida perdisteis, Dios, os 
escuchó y os premió con justicia, corona
de luz ciñéndoos, que no marchita jamás;
oh, San Eulogio de Córdova, “luz y valor”.

© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado

________________________________

11 de Marzo
San Eulogio de Córdoba
Arzobispo
(año 859)

Eulogio significa: el que habla bien (Eu = bien, logios = hablar).  Dicen que San Eulogio es la mayor gloria de España en el siglo noveno. Vivió en la ciudad de Córdoba, que estaba ocupada por los musulmanes o mahometanos, los cuales solamente permitían ira misa a los que pagaban un impuesto especial por cada vez que fueran al templo, y castigaban con pena de muerte al que hablara en público de Jesucristo, fuera del templo.

Nació el año 800 de una familia que se conservaba fervientemente católica en medio de la apostasía general cuando la mayoría de los católicos había abandonado la fe por miedo al gobierno musulmán. Este santo será el que logrará renovar el fervor por la religión católica en su ciudad y los alrededores.

Su abuelo, que se llamaba también Eulogio, lo enseñó desde pequeño a que cada vez que el reloj de la torre daba las horas, dijera una pequeña oración, por ejemplo: “Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven a prisa a socorrerme”.

Tuvo por maestro a uno de los más grandes sabios de su tiempo, al famoso Esperaindeo, el cual lo formó muy bien en filosofía y otras ciencias. Como compañeros de estudios tuvo a Pablo Alvarez, el cual fue siempre su gran amigo y escribió más tarde la vida de San Eulogio con todos los detalles que logró ir coleccionado.

Su biógrafo lo describe así en su juventud: “Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la Ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los Reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España”.

Ordenado de sacerdote se fue a trabajar con un grupo de sacerdotes y pronto empezó a sobresalir por su gran elocuencia al predicar, y por el buen ejemplo de su santa conducta. Dice su biógrafo: “Su mayor afán era tratar de agradar cada día más y más a Dios y dominar las pasiones de su cuerpo”. Decía confidencialmente: “Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia”.

Eulogio era un gran lector y por todas partes iba buscando y consiguiendo nuevos libros para leer él y prestar a sus amigos. Logró obtener las obras de San Agustín y de varios otros grandes sabios de la antigüedad (cosa que era dificilísimo en esos tiempos en que los libros se copiaban a mano, y casi nadie sabía leer ni escribir) y nunca se guardaba para él solo los conocimientos que adquiría. Trataba de hacerlos llegar al mayor número posible de amigos y discípulos. Todos los creyentes de Córdoba, especialmente sacerdotes y religiosos se fueron reuniendo alrededor de Eulogio.

En el año 850 estalló la persecución contra los católicos de Córdoba. El gobierno musulmán mandó asesinar a un sacerdote y luego a un comerciante católico. Los creyentes más fervorosos se presentaron ante el alcalde de la ciudad para protestar por estas injusticias, y declarar que reconocían como jefe de su religión a Jesucristo y no a Mahoma. Enseguida los mandaron torturar y los hicieron degollar. Murieron jóvenes y viejos, en gran número. Algunos católicos que en otro tiempo habían renegado de la fe por temor, ahora repararon su falta de valor y se presentaron ante los perseguidores y murieron mártires.

Algunos más flojos decían que no había que proclamar en público las creencias, pero San Eulogio se puso al frente de los más fervorosos y escribió un libro titulado “Memorial de los mártires”, en el cual narra y elogia con entusiasmo el martirio de los que murieron por proclamar su fe en Jesucristo.

A dos jóvenes católicas las llevaron a la cárcel y las amenazaron con terribles deshonras si no renegaban de su fe. Las dos estaban muy desanimadas. Lo supo San Eulogio y compuso para ellas un precioso librito: “Documento martirial”, y les aseguró que el Espíritu Santo les concedería un valor que ellas nunca habían imaginado tener y que no les permitiría perder su honor. Las dos jóvenes proclamaron valientemente su fe en Jesucristo y le escribieron al santo que en el cielo rogarían por él y por los católicos de Córdoba para que no desmayaran de su fe. Fueron martirizada y pasaron gloriosamente de esta vida a la eternidad feliz.

El gobierno musulmán mandó a Eulogio a la cárcel y él aprovechó esos meses para dedicarse a meditar, rezar y estudiar. Al fin logra salir de la cárcel, pero encuentra que el gobierno ha destruido los templos, ha acabado con la escuela donde él enseñaba y que sigue persiguiendo a los que creen en Jesús.

Eulogio tiene que pasar diez años huyendo de sitio en sitio, por la ciudad y por los campos. Pero va recogiendo los datos de los cristianos que van siendo martirizados y los va publicando, en su “Memorial de los mártires”.

En el año 858 murió el Arzobispo de Toledo y los sacerdotes y los fieles eligieron a Eulogio para ser el nuevo Arzobispo. Pero el gobierno se opuso. Algo más glorioso le esperaba en seguida: el martirio.

Había en Córdoba una joven llamada Lucrecia, hija de mahometanos, que deseaba vivir como católica, pero la ley se lo prohibía y quería hacerla vivir como musulmana. Entonces ella huyó de su casa y ayudada por Eulogio se refugió en casa de católicos. Pero la policía descubrió dónde estaba y el juez decretó pena de muerte para ella y para Eulogio.

Llevado nuestro santo al más alto tribunal de la ciudad, uno de los fiscales le dijo: “Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero Tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ira sí a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida”. A lo cual Eulogio respondió: “Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no sólo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo”.

Un soldado le abofeteó la mejilla derecha y nuestro santo le presentó la mejilla izquierda y fue nuevamente abofeteado. Luego lo llevaron al lugar de suplicio y le cortaron la cabeza. Poco después martirizaron también a Santa Lucrecia.


San Eulogio: ¡Consíguenos un gran entusiasmo por nuestra religión!. Dichosos vosotros cuando os persigan y os traten mal por causa de la religión. Alegraos porque grande será vuestro premio en el reino de los cielos (Jesucristo Mt. 5).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Eulogio_de_Córdoba.htm)





10 marzo, 2012

San Macario de Jerusalén




Oh, San Macario de Jerusalén, vos,
sois el hijo del Dios de la vida, y
vuestra oposición a la arriana herejía,
y que, junto con Eustaquio de Antioquía,
redactasteis el Credo de Nicea y con
ardor de corazón, defendisteis a los
infiernos el Descendimiento de Cristo
Jesús. Vuestro nombre, el lugar primero
ocupa, de los obispos de Palestina,
que rubricaron de Nicea el Concilio,
y también, sobre vos, recayó también
la tarea ardua, de buscar y encontrar
los santos lugares de la Resurrección,
la Pasión y la Cruz Verdadera. Y, parte
grande, a vos os debemos la construcción
de las Iglesias de la Natividad y de la
Ascensión de Nuestro señor Jesucristo;
oh, San Macario de Jerusalén, santo.



2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
____________________________________

10 Marzo
San Macario
Obispo de Jerusalén (312-34)



La fecha en la que Macario fue consagrado Obispo se encuentra en la versión de San Jerónimo de las “Crónicas” de Eusebio. Su muerte debe haber acaecido antes del Concilio de Tiro, en el año 335, en el que su sucesor, Máximo, fue aparentemente uno de los obispos participantes.

Macario fue uno de los obispos a quienes San Alejandro de Alejandría escribiera previniéndolos contra Ario. El vigor de su oposición a la nueva herejía se evidencia en la manera abusiva en la que Ario se refiere a él en su carta a Eusebio de Nicomedia.

Asistió al Concilio de Nicea, y vale mencionar aquí dos conjeturas relacionadas con el papel que desempeñó en dicho concilio. La primera es que hubo un forcejeo entre él y su obispo metropolitano Eusebio de Cesarea, en cuanto a los derechos de sus respectivas sedes. El séptimo canon del concilio (“Debido a que la costumbre y la tradición antigua muestran que el obispo de Elia [Jerusalén] debe ser honrado y debe tener precedencia; sin que esto perjudique, sin embargo, la dignidad que corresponde al obispo de la Metrópolis”), por su vaguedad sugiere que fue el resultado de una prolongada batalla.

La segunda conjetura es que Macario, junto con Eustaquio de Antioquía, tuvo mucho que ver con la redacción del Credo adoptado finalmente por el Concilio de Nicea. Para mayores datos sobre la base de esta conjetura (expresiones que aparecen en el Credo y que recuerdan las de Jerusalén y Antioquía) el lector puede consultar a Hort, “Two Dissertations”, etc., 58 sqq.; Harnack, “Dogmengesch.”, II (3a edición), 231; Kattenbusch, “Das Apost. Symbol.” (Ver el índice del volumen II.).

De las conjeturas podemos pasar a la ficción. En la “Historia del Concilio de Nicea” atribuida a Gelasio de Cícico hay varias discusiones imaginarias entre los Padres del Concilio y los filósofos al servicio de Ario.
En una de esas discusiones, en donde Macario actúa como vocero de los obispos, éste defiende el Descendimiento a los infiernos. Este hecho, consecuencia de la incertidumbre de si el Descenso a los infiernos se encontraba en el Credo de Jerusalén, es interesante, sobre todo si se tiene en cuenta que, en otros aspectos, el lenguaje de Macario aparece más conforme al del Credo.

El nombre de Macario ocupa el primer lugar los de los obispos de Palestina que suscribieron el Concilio de Nicea; el de Eusebio aparece en quinto lugar. San Atanasio, en su encíclica a los obispos de Egipto y Libia, incluye el nombre de Macario (quien había muerto ya hacía mucho tiempo) entre los de los obispos reconocidos por su ortodoxia.

San Teofano en su “Cronografía” indica que Constantino, al finalizar el concilio de Nicea, ordenó a Macario buscar los sitios de la Resurrección y de la Pasión y la Verdadera Cruz.
Es muy probable que esto haya sido así, ya que las excavaciones comenzaron muy poco tiempo después del concilio y se realizaron, aparentemente, bajo la superintendencia de Macario.

El gran montículo y las bases de piedra coronadas por el templo de Venus, que se habían construido sobre el Santo Sepulcro en la época de Adriano, se demolieron y “cuando de inmediato apareció la superficie original del suelo, contrario a todas las expectativas, se descubrió el Santo Monumento de la Resurrección de nuestro Salvador”.

Al oír la noticia, Constantino escribió a Macario dándole órdenes y detalladas para la construcción de una Iglesia en ese lugar. Más tarde escribió otra carta “A Macario y a los demás Obispos de Palestina” ordenando la construcción de una Iglesia en Mambré, que también había sido profanada por un templo pagano. Eusebio, tal vez pensando en su dignidad como Obispo Metropolitano, aunque relata lo antes descrito, se refiere a la carta como “dirigida a mí”. También se construyeron iglesias en los lugares e la Natividad y la Ascensión.


09 marzo, 2012

San Simplicio, Papa






Oh, San Simplicio, vos, sois el
hijo del Dios de la vida, y santo
varón que, vivisteis difíciles
tiempos, que, por la herejía y
el error, la Iglesia consumía. Por
ello, a atender de preferente
manera al clero os disteis, y su
reforma procurasteis,  el error
localizando y a la vez, la solución
proponiendo, con la verdad clara
y justa. Firme perseverancia,
para reprimir las ansias del
querer, el poder y el tener, de
los miembros del clero. “Quien
abusa de su poder merece perderlo”.
Así, le escribes a uno de vuestros
obispos. En vuestra diócesis os
comportabais como modelo episcopal,
entregándoos al cuidado vuestros
fieles, a quienes instruíais con
fervoroso amor. Distribuías las
limosnas entre los más pobres
y dictabais normas para atender
los bautismos. Vuestra vida, fue
austera, y de oración constante,
tanto que, como monje rezabais y
os mortificabais como habitante del
desierto. Vuestra vida gastasteis y
Dios, os premió coronándoos de luz;
oh, San Simplicio, “justicia y verdad”.



© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
___________________________________


9 de Marzo
San Simplicio Papa

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.
Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

08 marzo, 2012

San Juan de Dios




Oh, San Juan de Dios, vos, sois
el hijo del Dios de la vida y aquél
siervo, que fundó la Comunidad
de los Hermanos Hospitalarios,
que lleva vuestro nombre. Pastor
y soldado fuisteis, y allí, os hicisteis 
fuerte, resistente y sufrido. La divina
providencia, siempre de vuestro
lado estuvo, tanto que, Nuestra
Señora, os salvó de ser ahorcado.
Después de la milicia, os hicisteis
vendedor ambulante de estampas
y religiosos libros. Jesús, bajo la
apariencia, de “niño pobre” os
dijo: “Granada será tu cruz”, y así
fue. “Misericordia Señor, que soy un
pecador”, dijisteis y gritando por las
calles, pedisteis perdón a Dios. Os
confesasteis con San Juan de Avila y
os propusisteis penitencia especial:
el loco haceros, para que la gente os
humillara y os hiciera sufrir. La  gente,
loco os creyó y os lanzaban piedras
y os daban de golpes y más en el
manicomio, donde fuisteis azotado,
para calmaros. Pero, vos, no os
atormentabais, ni disgustaban los
los azotes que os daban, sino que,
los ofrecíais a Dios. Visteis, como a
los pobres y enfermos, trataban en
el manicomio y decidisteis fundar
un hospital. Allí, lego como erais en
médicas cuestiones, erais más, cuando
enseñabais a curar el alma y después
el cuerpo. Loco de amor, gastasteis
toda vuestra vida, en ayudar a los
enfermos más miserables por amor a
Cristo Jesús. Hicisteis de enfermero,
cocinero, barrendero, mandadero, padre,
amigo y hermano de todos. Por la noche,
limosnas pedíais  para vuestros pobres,
diciendo: ¡Haced el bien hermanos, para
vuestro bien!. “Jesús, Jesús, en tus manos
me encomiendo”, fueron vuestras últimas
palabras. Y, voló, vuestra alma, a la gloria
eterna, para coronado ser con corona de luz.
Patrono de los que trabajan en hospitales
y de los que propagan libros religiosos
oh, San Juan de Dios; “fe, esperanza y amor”.



© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_______________________________
8 de Marzo
San Juan de Dios
Fundador de la Comunidad
de Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios

Año 1550




Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad.
De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento.


En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.
Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

La Sma. Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.
Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel “pobrecito” era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: “Granada será tu cruz”, y desapareció.

Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famoso Padre San Luis de Avila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: “Misericordia Señor, que soy un pecador”, y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.

Se confesó con San Juan de Avila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.
Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.

La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.
Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.

Aquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo.

Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera “locura de amor”: gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.

Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.

Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. El iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.

El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila ,y empezó a llamarlo “Juan de Dios”, y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.

Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.

Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.

Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien , y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco.

El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.
Al llegar al la casa de la rica señora, exclamó Juan: “Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador”. Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.

El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: “Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo”, y quedó muerto, así de rodillas.
Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.

Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
San Juan de Dios: alcánzanos de Dios un gran amor hacia los enfermos y los pobres.

NOTA: Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.

Todo lo que hicisteis con cada uno de estos mis hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis (Jesucristo Mt. 25,40).