17 abril, 2014

Jueves Santo del Misterio Eucarístico

 
Oh, Jueves Santo del Misterio Eucarístico
que nació del perfumado Cenáculo, con las
palabras eucarísticas de Cristo, antes de
que fuera a la muerte entregado. De testigos
sus doce apóstoles, una mesa, pan y cáliz
en sus santas y venerables manos, para
convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre.
Pablo escribió: “Porque yo aprendí del Señor
lo que también os tengo enseñado; y es que
el Señor Jesús, la noche misma en que había
de ser entregado, tomó el pan y dando gracias
lo partió y dijo a sus discípulos: “Tomad y
comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros
será entregado a la muerte. Haced esto en
memoria mía”. Y de la misma manera el cáliz,
después de haber cenado, diciendo: “Este
cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre.
Haced esto cuantas veces lo bebiereis en
memoria mía, pues todas las veces que comierais
este pan o bebierais este cáliz, anunciareis
la muerte del Señor hasta que venga. Así
es que, cualquiera que comiera este pan o
bebiera el cáliz del Señor indignamente será
reo del cuerpo y de la sangre del Señor.
Porque quién lo come o bebe indignamente,
se traga y bebe su propia condenación”.
Por ello, de rodillas caigamos y pidámosle
que su alimento Eucarístico, no nos falte
nunca, mientras el camino de la vida recorremos,
que su amor, nos consuele en nuestras penas,
que su alegría brille en nuestros corazones y
que jamás la gracia perdamos para recibir
poderlo de manera frecuente y digna;
Oh, Jueves Santo del Misterio Eucarístico
.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Jueves 17Jueves Santo
Misterio Eucarístico
 
Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida.
 
Hoy Jueves Santo sentimos una necesidad imperiosa de recordar y más que recordar llegar con nuestra imaginación y nuestro sentir hasta el Cenáculo, lugar que tuvo que quedar perfumado con las palabras eucarísticas que pronunció allí Jesús la misma noche en que sería entregado a la muerte.
 
En aquel sagrado recinto vemos a Cristo rodeado de sus apóstoles junto a una mesa y le vemos tomar el pan y el cáliz en sus manos sacerdotales para convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre divinos.
 
Jesucristo se nos presenta con todo el poder de que es verdadero Dios, por su milagro, por el dominio de su pena interna, por el infinito amor con que corresponde a la soledad de los sagrarios de todo el mundo y de todos los tiempos, a los sacrilegios y perversiones de los corazones de los hombres, al desamor, y a la tibieza de los malos cristianos que lo reciben con gran indiferencia.
 
San Pablo nos dice: Porque yo aprendí del Señor lo que también os tengo enseñado; y es que el Señor Jesús, la noche misma en que había de ser entregado, tomó el pan y dando gracias lo partió y dijo a sus discípulos: “Tomad y comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros será entregado a la muerte. Haced esto en memoria mía”. Y de la misma manera el cáliz, después de haber cenado, diciendo: “Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre. Haced esto cuantas veces lo bebiereis en memoria mía, pues todas las veces que comierais este pan o bebierais este cáliz, anunciareis la muerte del Señor hasta que venga.
 
Así es que, cualquiera que comiera este pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Porque quién lo come o bebe indignamente, se traga y bebe su propia condenación”. (Cor, ll,2O-32).
 
Las palabras del Señor en esa noche son una promesa de amor de que jamás estaremos solos sin El, de que podremos alimentar nuestra alma y cuerpo con el mismo Dios nuestro Creador que se quedó en el Sagrario pero también palabras fuertes de una advertencia grave para que no tomemos a la ligera al acercarnos a recibirle sin que antes reconciliemos nuestro corazón, si le hemos ofendido gravemente, con el acto humilde de reconocer nuestros pecados en el Sacramento de la Penitencia.
 
Y de nuevo ante esta inconmensurable escena de amor en el noche del Jueves Santo podemos ver su rostro trasfigurado y sus ojos llenos de pesadumbre, su corazón dolorido y sus palabras misteriosas para quedarse por siempre, hasta la consumación de los siglos, entre los hombres.
 
Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida, que nos consuele en nuestras penas, que participe de nuestras alegría y que nos ayude a no perder la gracia para poderlo recibir frecuentemente y de una manera digna.
 

16 abril, 2014

Santa Bernardita Soubirous

 
 
Oh, Santa Bernardita Soubirous, vos sois
la hija del Dios de la vida y su amada
santa, que siendo niña y de familia pobre,
visteis a la Inmaculada Santísima Virgen
María y, que después y abrazando la religiosa
vida, llevasteis una vida entregada a Dios,
escondida y de humilde vida. No en vano,
vuestro nombre significa: “Aquella que
es una guerrera”. Cosa que demostrasteis
con ardor de corazón, pues vos, no sabíais
ni leer ni escribir, pero rezabais todos
los días el rosario santo. Por medio de vos,
Nuestra Señora, hizo surgir la prodigiosa
fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos
de todo el mundo para su fe y esperanza
reavivar, pues miles recuperan salud
de cuerpo y alma. Nuestra Señora os dijo:
“No te prometo hacerte feliz en este mundo,
pero sí en el otro”. Promesa que fue por Ella
cumplida. Vos, a pesar de haber sido el medio
seguro para extender la devoción a la Inmaculada,
no os contaminasteis de la gloria humana.
El día que el obispo de Lourdes, la estatua
de la Virgen Inmaculada colocó sobre la roca
de Massabielle, vos, permanecisteis en vuestra
celda, víctima de un ataque de asma. Y, cuando
el dolor físico se os apoderaba más, y más,
suspirabais: “No, no busco alivio, sino sólo
la fuerza y la paciencia”. Vuestra breve
existencia en la humilde aceptación transcurrió
del dolor físico, como respuesta generosa
a Nuestra Señora, para pagar con la penitencia
el rescate de las almas que prisioneras viven
del mal. Mientras se construía el santuario
en honor a María, seis años pasasteis junto
a las Hermanas de la Caridad, siendo admitida
después como novicia, tomando el nombre de Sor
María Bernarda, en el que sólo conocisteis
el sufrimiento, la indiferencia y la penitencia
recibida de parte de vuestras superioras,
quienes os trataban con indiferencia. Fuisteis
enfermera y luego sacristana, hasta cuando
la enfermedad os obligó a permanecer en cama,
siempre entre la vida y la muerte. “María es tan
bella que quienes la ven querrían morir para
volver a verla”. Decíais vos a quienes os
preguntaban por Ella. Y, así, transcurrida
vuestra vida, voló vuestra santa alma al cielo,
para ser premiada con corona de luz y eternidad;
Oh, Santa Bernardita Soubirous, “luz y amor”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Abril
Santa Bernardita Soubirous
Vidente de Lourdes
Virgen
 
Martirologio Romano: En Nevers, en Francia, santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María y, después, abrazando la vida religiosa, llevó una vida escondida y humilde. († 1879).
También se la conoce como: Santa Bernardita De Lourdes.
También se la conoce como: Santa Bernardette.
También se la conoce como: Santa María Bernarda.

Etimológicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 8 de diciembre de 1933 por el Papa Pío XI.
 
El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía ni leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el rosario, Bernardita Soubirous. Nació en Lourdes en 1844 de padres muy pobres. Por medio de ella la Virgen hizo surgir la prodigiosa fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos de todo el mundo para reavivar su fe y su esperanza. Muchos regresan de Lourdes curados también en su cuerpo. La Virgen, durante la segunda aparición, le dijo: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro”.
 
A pesar de haber sido dócil instrumento para extener la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba: “No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia”. Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.
 
Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia. Su entrada se demoró debido a su delicada salud. En la profesión tomó el nombre de Sor María Bernarda. Durante los quince años de vida conventual no conoció sino el privilegio del sufrimiento. Las mismas superioras la trataban con indiferencia, por un designio providencial que les impide a las almas elegidas la comprensión y a menudo hasta la benevolencia de las almas mediocres. Al principio fue enfermera dentro del convento, después sacristana, hasta cuando la enfermedad la obligó a permanecer en la cama, durante nueve años, siempre entre la vida y la muerte.
 
A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes: “María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla”. Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879.
 
Fue beatificada el 14 de junio de 1925 por el Papa Pío XI, y el mismo Papa la elevó al honor de los altares el 8 de diciembre de 1933.
 
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

15 abril, 2014

Santas Basilisa y Anastasia


Oh, Santas Basilisa y Anastasia, vosotras
sois las hijas del Dios de la vida y sus
amadas santas. Y, en la tierra, ilustres y
venerables matronas romanas, que habían
recibido la luz de la fe y la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, de mano de los
apóstoles san Pedro y san Pablo. Y que,
devotas suyas quedaron, que ni aun después
que ellos padecieron el martirio, quisieron
dejar por temor humano de reverenciarles;
recogiendo las reliquias de aquellos
santísimos Maestros de nuestra fe, para
darles, secretamente honrada sepultura.
Y, por ello, acusadas fueron por haber
actuado así, ante el impío y desquiciado
Nerón, que ordenó que las prendiesen y os
presentaron al tribunal cargadas de cadenas.
Y, así, el mísero Nerón, os pidió que
renunciaseis a vuestra fe y vida cristiana
que os habían enseñado los santos apóstoles,
pero vosotras, tozudas y llenas de fe,
confesasteis que amabais a Jesucristo,
manifestando que era verdadero Dios, por
el cual incluso, estabais dispuestas a
derramar vuestra sangre y hasta morir.
Y, así fue, pues después del encierro
seguisteis confesando a Cristo, y el feroz
tirano, ordenó mataros bajo tormentos y
azotándolas con inhumanidad, os colgaron
en un potro, y abrasaron vuestras carnes
con hachas encendidas. Y, viendo los verdugos
que vosotras no proferíais queja alguna
y que no cesabais de invocar el nombre
de Cristo Jesús, os sacaron las lenguas
de la boca y os las cortaron. Luego os
cortaron los pechos y os atormentaron
cruelmente hasta que se cansaron. Y,
luego el tirano, al ver fallido su plan,
os condenó a ser degolladas. Y, así, volaron
vuestras almas al cielo, para coronadas
ser, con coronas de luz y eternidad, como
justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
Oh, Santas Basilisa y Anastasia, amor y luz.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Abril
Santas Basilisca y Anastasia
Nobles romanas
Mártires


Sus nombres no constan el en Martirologio Romano actual
 
Etimológicamente: Anastasia = Aquella que resucita, es de origen griego.
Etimológicamente: Basilisa = Aquella que reina, es de origen griego.
 
Las ilustres y venerables matronas romanas santa Basilisa y santa Anastasia, habían recibido la luz de la fe y la gracia de nuestro Señor Jesucristo por mano de los gloriosos príncipes de los apóstoles san Pedro y san Pablo.
 
Quedaron tan devotas suyas, que ni aun después que ellos padecieron el martirio, quisieron dejar por temor humano de reverenciarles; antes, recogiendo con todo cuidado las venerables reliquias de aquellos santísimos Maestros de nuestra fe, les dieron secretamente honrada sepultura.
 
Mas como por este oficio de piedad fuesen acusadas delante del impío y cruelísimo Nerón, este primer perseguidor y fiera sanguinaria, sin respeto de la virtud y nobleza de aquellas piadosas matronas, mandó que las prendiesen y las presentasen a su tribunal cargadas de cadenas.
 
Pretendió el bárbaro emperador apartarlas del nuevo instituto y vida cristiana que les habían enseñado los san tos apóstoles, mas ellas con gran fortaleza confesaron a Jesucristo, diciendo que era verdadero Dios, por el cual ellas estaban dispuestas a confesarle también, derramando la sangre y muriendo si fuese menester.
 
Entonces mandó el tirano que sacasen de su presencia a aquéllas damas tan principales y las encerrasen en la cárcel hasta el día siguiente, en el cual se les concedía nueva audiencia. Venida la hora de comparecer de nuevo al tribunal, mostráronse tan constantes e invencibles en la confesión de Cristo, que luego ordenó el ferocísimo emperador matar las bajo tormentos.
 
Azotáronlas con bárbara inhumanidad, colgáronlas en un potro, y abrasaron sus delicadas carnes con hachas encendidas; y viendo los verdugos que todo, esto sufrían ellas sin quejarse, y que no cesaban de invocar el nombre de Cristo Jesús, con gran furor les “sacaron las lenguas de la boca y se las cortaron. Cortáronles después los pechos y las atormentaron cruelísimamente hasta que se cansaron de hacer en aquellos santísimos cuerpos la más horrible y sangrienta carnicería, y como no pudiesen quebrantar un punto la constancia maravillosa de aquellas flacas mujeres y fortísimas mártires del Señor, las condenó el tirano a ser degolladas, y así confirmaron con su sangre y con su muerte la doctrina de Dios que habían recibido de los bienaventurados Príncipes y esclarecidos Maestros de la Iglesia romana.
 
La edición antigua del Martirologio Romano recordaba a Santas Basilisa y Anastasia el 15 de Abril, más luego de las últimas reformas en esta materia se unieron a todos los mártires de Roma en una sóla celebración el 30 de junio.
 
 

14 abril, 2014

San Valeriano

 
Oh, San Valeriano, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo
que, convertido fuisteis por vuestra
esposa Cecilia, con sobrenaturales
medios. Y, luego, no tardó mucho ella
en convertir también a vuestro hermano
Tiburcio. Y, pronto mostrasteis caridad
para con los pobres, al igual que vuestra
esposa Cecilia. Hasta que os llega la
hora de confesar con vuestro hermano,
ser ambos cristianos, y así, y todo,
adoctrináis en pleno juicio a los demás.
Encolerizados y fuera de sí, vuestros
verdugos, optaron por apalearos, pero
brillaban vuestros rostros de alegría
plena, por la gracia de poder dar vuestra
sangre por Jesucristo. Y, así, amante
de la verdad como erais, Dios os premió,
de verdad y en el cielo, y junto con
vuestra esposa y hermano, participáis
del eterno banquete de gloria lleno,
por vuestra entrega de amor fe y luz;
oh, San Valeriano, “robusto en la fe”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Abril
San Valeriano
Mártir
 
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Pretextato, en la vía Apia, santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, mártires. († s. inc.)Etimológicamente: Valeriano = Aquel que es fuerte, robusto. Viene de la lengua latina.
 
Mártir romano, probablemente del tiempo de Juliano el Apóstol, esposo de la popular virgen Cecilia. Según las tradiciones fue convertido por ella el día mismo de la boda con medios sobrenaturales y milagrosos. Sobre su casa se edificó luego un templo, en el que reposan las reliquias de su santa consorte. Fiesta 14 de abril.
 
Una de las imágenes más sugerentes y humanas con que la divina Palabra nos ha introducido en el misterio de la Redención la constituyen las llamadas bodas del Cordero.
 
Dios ha amado a la humanidad con amor de Esposo y en el banquete nupcial se entrega a sí mismo como víctima y como alimento. Es realmente un vínculo de sangre el que sella estas bodas sublimes, es la sangre del Cordero, del Hijo de Dios inmolado. Por ello se comprende y se admira el profundo sentido cristiano que guió a la piedad de nuestros antepasados, ya desde muchos siglos atrás, en tejer con minuciosos detalles en torno a unas nupcias, mitad terrenas y mitad espirituales, este bello poema de virginidad y de martirio, de amor y de sacrificio, el poema de Cecilia y Valeriano, el poema de Cristo presente en el amor transparente de los dos jóvenes.
 
Y el poema es cantado cada año por toda la Iglesia, en el oficio divino en honor de la santa esposa. Valeriano entra como segundo personaje, el convertido, el amante brioso, pero íntegro, que no duda en renunciar al goce sensible para unirse con ella en el amor supremo, el amor que salva y los une a los dos con Dios y en Dios.
 
La narración es suave e insinuante. Durante el banquete nupcial Cecilia, preparada anteriormente con larga oración y ayuno, sin dejar de participar en el bullicio y la alegría, entona su cántico de confianza: Que mi corazón permanezca inmaculado.
 
Luego viene el momento del encuentro con el esposo. Valeriano se acerca a Cecilia con toda la ilusión de su juventud, con toda la satisfacción del amor conquistado.
 
Cecilia pronuncia extrañas palabras. Un ángel guarda su virginidad; le invita a colaborar con el ángel, le promete ver también él al ángel si antes es lavado por un baño sagrado.
 
Valeriano, enamorado, no duda de Cecilia, se le confía, se convierte, y va en busca de la iglesia en su Cabeza, el Papa oculto. Éste le instruye en el misterio y, tras pedirlo insistente, le administra el santo bautismo.
 
Vuelve presuroso al tálamo nupcial, y descubre a su esposa en oración, con un ángel a su lado, más resplandeciente que el sol y ofreciendo a los dos una guirnalda de parte del Esposo de las vírgenes. Valeriano adora, cree, goza. Con la esposa.
 
Y no tarda en conseguir tiempo después la conversión de su hermano Tiburcio, que sigue su mismo camino. Así Cecilia puede presentar a los dos hermanos como sus más preciadas coronas del día de sus esponsales, como el fruto de su amor y de su sabiduría…
 
Pronto su esposo probará su espíritu y la profundidad con que siente su nueva vida. Primero dedicado intensamente a la caridad para con los pobres, compitiendo con Cecilia en su ya famoso desprendimiento.
 
Después será su valentía y decisión ante el prefecto Almaquio.
 
Los dos hermanos confiesan que son cristianos, y pretenden adoctrinar a los que asisten al juicio, en la verdadera religión. Son cruelmente apaleados, pero en pleno suplicio muestran sus rostros llenos de alegría por la gracia de poder dar su sangre por Jesucristo. Y de este modo, pasan delante de Cecilia, que pronto les seguirá en el camino del testimonio sangriento. Valeriano había amado de verdad y en el cielo, junto con su esposa, participa en el eterno banquete de gloria al Cordero. En la tierra, sus reliquias fueron conservadas, para gloria de Dios en sus santos, y se conservan en la iglesia dedicada a Santa Cecilia, en el Trastévere.
 

13 abril, 2014

Domingo de Ramos

  
 
Oh, Domingo Glorioso de Ramos;
en que Vos, Señor del cielo y
de la tierra, a la Santa Jerusalén
entrabais; y, el gentío os aclamaba.
Todos os conocían y vitoreaban
entre palmas, ramos y flores, porque
en Vos; al Mesías reconocieron,
al Dios de la vida, a Aquél que
todo lo ve. ¡Sí! todos os conocían
aquél Domingo, y quien erais, muy
bien sabían. Y, en el fondo un silencio,
como de muerte, se preguntaba:
¿Mañana, igual será? Vos, que sin
mancha de pecado alguno, desde
siempre estabais, habíais así,
iniciado Vuestra cruenta marcha a
una muerte y muerte de Cruz. Y,
todo, por amor al hombre. ¿Cuándo
no, por el hombre? ¡Siempre! !Siempre¡
“¡Bendito el que viene en nombre
del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”;
Oh, Domingo Glorioso de Ramos.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Domingo 13 de Abril 
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más amargos, más crueles para el Dios que se hizo hombre por amor. 
 
Domingo de Ramos, la Iglesia Católica y sus fieles, conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén. Marcos en su Evangelio, nos describe como fue esa entrada: “Llegó Jesús en un borriquillo mientras muchos extendían sus mantos en el camino y otros lo tapizaban con ramos cortados en el campo y gritaban vivas, ¡Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor!.
 
Parece que todo nos anima a que sea un domingo de fiesta, los ramos, las palmas, los gritos de júbilo…y sin embargo la tradición nos sorprende en la santa misa de este día, relatándonos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
 
¡Qué cercano estaba el día en que sería entregado a los sumos sacerdotes, a los grandes personajes y autoridades, Anás, Caifás, Pilato, Herodes y luego al mismo pueblo que ahora lo vitorea y más tarde pedirá su crucifixión.
 
Repasamos toda esta historia (que siempre es la misma, dirán algunos) pero que siempre es diferente según la medite nuestro corazón.
 
El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más amargos, más crueles para el Dios que se hizo hombre por amor, por amor a rodos los hombres y en ese “todos” estaba yo.
 
La agonía en el Getsemaní, una oración al Padre con temblores de miedo, sus palabras “una tristeza en el alma hasta la muerte” y bajo el resplandor de la luna llena de Pascua, allá en el Huerto de los Olivos, nuestro Salvador postrado en tierra, se cubre de sudor y se llena de amarga soledad. Necesita la compañía de sus amigos, “velad conmigo” pero ellos se durmieron.
 
Y después el beso que traiciona, la flagelación, las espinas, la cruz, los clavos en pies y manos, la lanza que penetra en su costado, la muerte. “Al que no conoció el pecado, Dios lo trató por nosotros, como el propio pecado, para que, por medio de él, nosotros sintamos la fuerza salvadora de Dios” (Cor 5:21).
 
“El fue triturado por nuestros crímenes, sobre él descargó el castigo que nos sana” (Is 53:5).
Cristo se acerca al Padre en esa hora de redención, los pecados de la humanidad están sobre Cristo misteriosamente. El pecado es el rechazo a Dios. Cristo está entre los hombres de todos los tiempos y ese amor es rechazado, pisado.
 
Hay que meditar sobre esto:
 
Yo soy la causa pero también el destinatario de la redención, soy el fin de la obra redentora de Cristo.
Entremos pues, con la fe y la alegría del Domingo de Ramos, alabando a Jesús desde nuestros corazones, con la confianza y amor que es nuestro Señor, y preparándonos con la lectura de la Pasión, escuchando la Palabra de Dios (el mismo Dios que nos habla) para acompañar a Cristo en la Pasión,
 
Y desde la cruz con nuestra Madre para todos los seres humanos. María que al pie de la cruz nos recibe como hijos que aunque algunas veces perdamos el rumbo, será nuestro faro de luz que nos conducirá amorosamente hasta su Hijo Jesús

(http://es.catholic.net/meditaciondehoy/)

12 abril, 2014

¡Qué increíble el poder de tu Amor!


¡Qué increíble el poder de tu Amor!
Aun así crucificado
Por la ignominia de mis pecados
Y los del mundo entero
Llora mi corazón partido
Al verte así clavado y escarnecido
Por mis hermanos los hombres
Que faltos de sí
Al ladrón y criminal libre dejaron
Y tomaron la justicia en sus manos
Impíos y traidores optaron dejarte así
Y jamás comprendieron
Que tu único pecado
Fue el dar amor a todos
Enseñarnos a amar y perdonar
A nuestros enemigos
A dar vista a los ciegos
Caminar a los paralíticos
Hablar a los sordomudos
Resucitar a los muertos
¿Eso merecía tu muerte?
¡Noooooooooooooooo!
Para merecer tu muerte
Estoy yo Dios mío
Pues yo osé ofenderte
Y pésame en mí
Mi maldad y mi culpa
Mi culpa y mi maldad
Te miro coronado de espinas
El rostro cubierto de sangre
La huella de la lanza en tu costado
De azotes y moretones cubierto
Flagelado y escupido
Despreciado y vilipendiado
Siete palabras en tu agonía:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
“En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”
“¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!”
“Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?”
“¡Tengo sed!”
“Todo está consumado”
“¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!”
Y recién creo comprenderte
Cuánto me amas
Cuánto nos amas
Pues eres Tú la sola verdad eterna
Eres Tú la luz verdadera
Eres Tú la resurrección y la vida
Y aunque nadie quiera saber de Ti
Y aunque pocos te quieran en su corazón
¡Yo te amo!
¡Yo te quiero!
Y marcharé por el mundo
Y les diré cuanto nos amas
Que tu pecado fue amarnos
Hasta la muerte
Una muerte de Cruz
Que tu nombre es Jesús
Y que eres camino Verdad y vida
Dios y Señor Nuestro
¡Qué increíble el poder de tu Amor!.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado

San Julio, Papa

 
Oh; San Julio Papa, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo.
Frente a los ataques de los arrianos,
custodiasteis valientemente la fe del
Concilio de Nicea, defendisteis a San
Atanasio, que era entonces perseguido y
exiliado, y reunisteis el Concilio de
Sárdica. Además, inspirado por Dios,
la verdad católica defendisteis, de
abierta manera, y, en Atanasio, soldado
fiero de la fe, que combatió contra
los impíos arrianos, disteis, escarmiento
y la ortodoxia fortalecisteis con equidad
y justicia, despejando el andar de Nuestra
Santa Madre Iglesia. Defendisteis la verdad
católica, la lealtad a la fe y la búsqueda
de la justicia. Además, contribuisteis
al fortalecimiento de la autoridad
de Roma. Y, por ello, con justicia
coronado fuisteis de luz, como premio
a vuestra entrega de amor y fidelidad;
oh, San Julio, “autoridad, lealtad y fe”.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Abril
San Julio I
XXXV Papa
 
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calepodio, en el tercer miliario de la vía Aurelia, sepultura del papa san Julio I, quien, frente a los ataques de los arrianos, custodió valientemente la fe del Concilio de Nicea, defendió a san Atanasio, perseguido y exiliado, y reunió el Concilio de Sárdica. († 352)

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma: el Papa.
 
Se conocen pocos datos de su vida anterior a la elección para Sumo Pontífice el 6 de febrero del 337, muerto el papa Marcos y después de ocho meses de sede vacante. El Liber Pontificalis nos dice que era romano y que su padre se llamaba Rústico.
 
La primera de las actuaciones que deberá realizar -que le seguirá luego por toda su vida- está directamente relacionada con la lucha contra el arrianismo. Había sido condenada la herejía en el Concilio universal de Nicea, en el 325; pero una definición dogmática no liquida de modo automático un problema, cuando las personas implicadas están vivas, se aferran a sus esquemas y están preñadas de otros intereses menos confesables.
 
A la muerte del emperador Constantino, por decreto, pueden regresar a sus respectivas diócesis los obispos que estaban en el destierro. Es el caso de Atanasio que vuelve a su legítima sede de Alejandría con el gozo de los eclesiásticos y del pueblo. Pero los arrianos habían elegido para obispo de esa sede a Pisto y comienzan las intrigas y el conflicto. El Papa Julio recibe la información de las dos partes y decide el fin del pleito a favor de Atanasio.
 
Eusebio de Nicomedia, Patriarca proarriano con sede en Constantinopla, envía una embajada a Roma solicitando del papa la convocatoria de un sínodo. Por su parte, Atanasio -recuperadas ya sus facultades de gobierno- ha reunido un importante sínodo y manda al papa las actas que condenan decididamente el arrianismo y una más explícita profesión de fe católica.
 
Julio I, informado por ambas partes, convoca el sínodo pedido por los arrianos. Pero estos no envían representantes y siguen cometiendo tropelías.
 
Muere Eusebio y le sucede Acacio en la línea del arrianismo. Otro sínodo arriano vuelve a deponer a Atanasio y nombra a Gregorio de Capadocia para Alejandría.
 
El papa recoge en Roma a los nuevamente perseguidos y depuestos obispos con Atanasio a la cabeza. Como los representantes arrianos siguen sin comparecer, Julio I envía pacientemente a los presbíteros Elpidio y Filoxeno con un resultado nulo en la gestión porque los arrianos siguen rechazando la cita que pidieron.
 
En el año 341 se lleva a cabo la convocatoria del sínodo al que no quieren asistir los arrianos por más que fueron ellos los que lo solicitaron; ahora son considerados por el papa como rebeldes. En esta reunión de obispos se declara solemnemente la inocencia de Atanasio; el papa manda una encíclica a los obispos de Oriente comunicando el resultado y añade paternalmente algunas amonestaciones, al tiempo que mantiene con claridad la primacía y autoridad de la Sede Romana.
 
Los arrianos se muestran rebeldes y revueltos; en el mismo año 341 reúnen otro sínodo en Antioquía que reitera la condenar a Atanasio y en el que se manifiestan antinicenos.
 
Estando así las cosas, el papa Julio I decide convocar un concilio más universal. En este momento se da la posibilidad de contar con la ayuda de Constancio y Constante -hijos de Constantino y ahora emperadores- que se muestran propicios a apoyar las decisiones del encuentro de obispos arrianos y católicos. El lugar designado es Sárdica; el año, el 343; el presidente, el español -consejero del emperador- Osio, obispo de Córdoba. El papa envía también por su parte legados que le representen.
Pero se complican las cosas. Los obispos orientales arrianos llegan antes y comienzan por su cuenta renovando la exclusión de Atanasio y demás obispos orientales católicos. Luego, cuando llegan los legados que dan legitimidad al congreso, se niegan a tomar parte en ninguna deliberación, apartándose del Concilio de Sárdica, reuniendo otro sínodo en Philipópolis, haciendo allí otra nueva profesión de fe y renovando la condenación de Atanasio. El bloque compacto de obispos occidentales sigue reunido con Osio y los legados.
 
Celebran el verdadero Concilio que declara la inocencia de Atanasio, lo repone en su cargo, hace profesión de fe católica y excomulga a los intrusos rebeldes arrianos. Como conclusión, se ha mantenido la firmeza de la fe de Nicea, reforzándose así la ortodoxia católica.
 
Aún pudo Julio I recibir una vez más en Roma al tan perseguido campeón de la fe y ortodoxia católica que fue Atanasio, cuando va a agradecer al primero de todos los obispos del orbe su apoyo en la verdad, antes de volver a Alejandría.
 
Julio I escribirá otra carta más a los obispos orientales y de Egipto.
 
En los 15 años de papado, sobresale su gobierno leal no exento de muchas preocupaciones y desvelos por defender la verdad católica. La lealtad a la fe y la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos fueron sus ejes en toda la controversia posnicena contra el arrianismo. Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.
 
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